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El ciego del estanque de Silo�

Deseo contarles lo que me sucedi�. Algo muy maravilloso que nunca olvidar�. Mi
Alma, mi esp�ritu, todo mi ser se siente feliz de estar ac�, en un lugar donde
habita el Se�or; tan bien cuidado, con bancas, flores, un cuadro, un altar. Libre
de todo peligro, de toda angustia; de todo temor, en paz.

Paz que solo puedo encontrar en la casa de Dios, junto con ustedes que la adornan
al estar sentados, escuchando atentamente su voz. Los que contemplo y describo,
mucho tiempo atr�s me era imposible hacerlo y es porque no pod�a ver. S�, aunque no
lo crean fui ciego de nacimiento.

Viv� en la tierra de Jerusal�n, al sur de ella. Me dedicaba casi todo el tiempo a


estar sentado recibiendo el dinero. El estar ciego me limitaba por completo; no
ten�a soluci�n, deb�a imaginarme c�mo era todo lo que me rodeaba, � incluso esto me
costaba. Pero en una oportunidad en un d�a de Reposo, me encontraba sentado
realizando lo �nico que me era posible hacer, pedir limosnas, escuch� a lo lejos
unos pasos que se acercaban a m�. Sent� algo muy especial. Alguien unt� mis ojos
con barro y me envi� a lavarme en el estanque de Silo�, sin que le conociese, de
inmediato obedec�. Hab�a escuchado hablar de �l, de d�nde proven�a, lo que
anunciaba, y los milagros que realizaba, pero nunca pens� que pudiese conmigo
hablar.

Al dejar de frotar mis ojos, la Gloria de Jehov� la sent� por completo. Pude ver.
Muchos de los que me conoc�an no cre�an. Mis padres estaban asombrados, otros
aterrados, la mayor parte de los fariseos indignados con aquel hombre, lo
consideraron malo, pecador. Pero a m� qu� me importaba lo que pudiesen decir o
hacer en contra de m�, si fui yo qui�n recib� la vista; por eso nunca me cansar� de
alabar y bendecir el nombre de mi Dios, y el de su Hijo qui�n me san�, Jes�s mi
Salvador.

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