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Colegio Nacional Buenos Aires

Género, sexualidad y violencias en la obra de Judith Butler

Agradecer a Andrés y a todos los presentes.

Contar brevemente sobre Filosofía a la gorra.

¿Dónde la filosofía? Los encuentros – Onfray, cinismos.

Dónde es con quiénes, en cualquier lugar donde haya escucha.

CONSTITUIR Y MANTENER LA COMUNIDAD QUE QUEREMOS HABITAR

Secciones de la charla:

1) Seamos claros
2) ¿Quién es Judith Butler?
3) Deseo y reconocimiento
4) Cuerpos y violencias
5) La interpelación
6) Un campo de fallas
7) Alianza política
8) Melancología del heterosexual

1) Seamos claros

Se suele decir desde cierto sentido común que “la filosofía complica mucho las cosas”. Que
las cosas son más simples y que “no hay que darles tantas vueltas”. Uno correría el riesgo
de quedar enredado y confundido en esas vueltas.

Nietzsche

(Z 69) “De todo lo escrito, yo amo sólo aquello que alguien escribe con su sangre. Escribe
tú con sangre: y te darás cuentas de que la sangre es espíritu. No es cosa fácil el
comprender la sangre ajena: yo odio a los ociosos que leen. Quien conoce al lector no hace
ya nada por el lector. Un siglo de lectores todavía –y hasta el espíritu olerá mal. El que a
todo el mundo le sea lícito aprender a leer corrompe a la larga no sólo el escribir, sino
también el pensar.”

¿Vamos a sacrificar las posibilidades de creación para adaptarnos a los ociosos que leen?
¿No será que si nos esforzamos por ser “accesibles” a todos, dejaremos entonces de pensar?
¿No será lo que queremos llamar “pensar” justamente salir de un modo común de
comprensión y expresión?

GD 22 “Considerar que la gramática aceptada es el mejor vehículo para exponer puntos de


vista radicales sería un error, dadas las restricciones que la gramática misma exige al
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pensamiento; de hecho, a lo pensable. Sin embargo, las formulaciones que tergiversan la
gramática o que de manera implícita cuestionan las exigencias del sentido proposicional de
utilizar sujeto-verbo son claramente irritantes para algunos. Los lectores tienen que hacer
un esfuerzo, y a veces éstos se ofenden ante lo que tales formulaciones exigen de ellos.
¿Están los ofendidos reclamando de manera legítima un «lenguaje sencillo», o acaso su
queja se debe a las expectativas de vida intelectual que tienen como consumidores? ¿Se
obtiene, quizá, un valor de tales experiencias de dificultad lingüística?”

Comenzamos por el problema del pensamiento y el lenguaje, porque ahí también se


juegan, como afirma Butler, disputas en relación al género. Nombrar es constituir lo
que somos. Articular un tipo de racionalidad también. Logos: lenguaje y lógica. (1984)

Vamos a ver entonces cómo esta demanda de transparencia y de claridad en el lenguaje


tiene lazos con la demanda de transparencia o exposición clara de nuestra identidad.

2) ¿QUIÉN ES JUDITH BUTLER?

Podríamos comenzar con una descripción tradicional. Judith Butler es una filósofa
estadounidense, nacida en 1956, Doctora en Filosofía y Profesora en la Universidad de
Berkeley. Pareja de la Dra. en Ciencias Políticas Wendy Brown.

Sin embargo este tipo de definición identitaria es un problema. Escuchemos.

(Violencia de Estado, 80) “No sé muy bien si soy filósofa. Puede que el hecho de que no lo
sepa sea un signo de que sí lo soy, pero puede que no. La verdad es que no pienso mucho
sobre quién soy en ningún sentido definitivo, de modo que si quiero ser consistente debo
resistirme a la pregunta por la identidad.”

La pregunta por la identidad, es una pregunta para organizar un entramado de poder, es una
pregunta para cristalizar individualidades, es una pregunta policial (“Identifíquese”) ya lo
afirmó Foucault en toda su obra, pero magistralmente al final de la Introducción de La
arqueología del saber

(29) “No me pregunten quién soy, ni me pidan que permanezca invariable: es una moral de
estado civil la que rige nuestra documentación.”

Vamos a ingresar en la obra de Judith Butler teniendo esto muy presente: son necesarias
ciertas etiquetas, ciertas clasificaciones, ciertos nombres para ubicarnos en relación
con los otros, pero tenemos que tener mucho cuidado de quedar definidos,
clausurados, embalsamados por esas formas de nombrarnos.

Vamos a volver sobre este problema de la identidad, pero presentemos a Judith Butler
narrándose a sí misma:

(Violencia de Estado, 66) “Leía mucho. Kierkegaard y Spinoza fueron los primeros
filósofos que leí con más detenimiento cuando tenía unos 14 años. Durante la secundaria
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estudié también a Platón y Aristóteles, y empecé a leer sobre psicología y psicoanálisis.
Freud me interesaba. Y la tradición y la teología existencialistas. Pero también me ocupé de
la filosofía política liberal clásica. Me interesaban especialmente los fundamentos de la
revolución y leí a Locke y Montesquieu para saber cuáles eran. Era a principios de los años
setenta y yo seguía la estela del espíritu del 68. También leí, claro, a Marx y los marxistas,
pero no fue hasta mucho después que me sentí interpelada por el marxismo. Era una
idealista. Beauvoir me resultaba interesante porque en ella encontré la noción de "hacerse a
sí misma" en su famosa formulación: "On ne naît pas femme: on le devient". Esta frase fue
en su momento el núcleo de mi trabajo feminista porque me pareció que, en realidad, una
nunca se convierte en mujer de igual modo que uno nunca se hace hombre, sino que
siempre estamos en proceso de devenir algo, sin telos. Nadie alcanza nunca un estado final
que le permita decir "ahora soy un verdadero hombre o una verdadera mujer". Esta idea de
que no se puede lograr definitivamente el género fue especialmente interesante para mí. Se
puede aplicar a todo el mundo. Algunas personas no alcanzan nunca su género y otras sí,
pero incluso las que parecen haberlo alcanzado tienen que repetir los actos correspondientes
una vez tras otra. Intentar entender el género como una acción repetitiva o como una
práctica mimética sin telos fue importante para mis primeros ensayos sobre el género.”

3) Deseo y reconocimiento.

Tesis de doctorado sobre Hegel. (Sujetos del deseo, 37) “El deseo se encuentra vinculado
esencialmente con el autoconocimiento: siempre es deseo de reflejo, la búsqueda de
identidad en lo que parece diferente. El sujeto hegeliano no puede conocerse instantánea o
inmediatamente, sino que necesita ser mediado para comprender su propia estructura.”

No nos conocemos ni llegamos a ser quienes somos sino es a través de otros. Ser sujetos del
deseo, en esta línea hegeliana, quiere decir que el deseo no es simplemente lo que me lleva
a querer tal o cual cosa, tal o cual persona. Quiere decir que somos constituidos como
sujetos solamente si otro nos reconoce como tales.

Lo que más deseamos es este reconocimiento, porque no podemos sustentarnos a nosotros


sino a través de otros. No somos naturalmente humanos, nos convertimos en humanos
cuando somos reconocidos por otros como seres deseantes.

Y esto es central: ese reconocimiento tiene que venir de otro como nosotros, de un par, para
constituirnos como humanos, necesitamos que otro como nosotros nos reconozca como
tales

Nunca dejamos de necesitar ingresar en una zona de mutuo reconocimiento con otros.
Nunca entramos, para Butler, definitivamente en un reconocimiento pleno. Tenemos que
volver a validarlo, una y otra vez.

4) Cuerpos y violencias.

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Se trata del título del encuentro de hoy. ¿Qué es un cuerpo? ¿Cuáles son las violencias que
imponemos sobre los cuerpos? ¿Cómo nos organizamos para proteger adecuadamente esos
cuerpos vivos que somos?

(Vida precaria, 58) “La vida se cuida y se mantiene diferencialmente, y existen formas
radicalmente diferentes de distribución de la vulnerabilidad física del hombre a lo largo del
planeta. Ciertas vidas están altamente protegidas, y el atentado contra su santidad basta para
movilizar las fuerzas de la guerra. Otras vidas no gozan de un apoyo tan inmediato y
furioso, y no se calificarán incluso como vidas que “valgan la pena”.”

Esto tiene que ver con la preocupación de Butler por las guerras, sobre todo por la política
exterior norteamericana.

La pregunta de Butler es una pregunta por las vidas y por los cuerpos “Cuerpos que
importan”. Para que algunos cuerpos importen, sean dignos de duelo, sean reconocidos,
tienen que cumplir ciertas condiciones.

¿Qué podemos hacer en relación con el reconocimiento? ¿Incluir a todos haciéndolos


todos iguales? ¿O pensar como reconocernos (siempre fallidamente) con las
diferencias que somos?

Quiero dejar en claro, antes de entrar en el problema de género, que seguramente sea el que
más nos interese, que la preocupación de Butler respecto a la vulnerabilidad de los cuerpos,
excede a las sexualidades disidentes o minoritarias. Podemos pensar obviamente en
problemas étnicos, religiosos, de clase, etc.

Cuerpos y violencias. En relación al género: (anécdota del chico que meneaba sus
caderas.) ¿Por qué esa violencia? Evidentemente este chico no cumplía con cierto tipo de
normatividad respecto a cómo tenía que caminar y comportarse ese cuerpo.

Sin embargo hay muchos puntos de contacto y creo que la marcha de mañana 3/6 va a
mostrar en las calles, entre otros, estos dos problemas que conciernen a cuerpos y
violencias: vidas que valen menos, vidas más vulnerables, vidas que no merecen ser
lloradas: las de las mujeres que son literalmente tiradas a la basura luego de ser violadas,
las de las chicas que salían a bailar con polleras cortas, etc. Y también el otro problema:
cuerpos que son parcialmente reconocidos como plenamente humanos, que son violentados
por no cumplir ciertos estándares: por ser viejos o ser gordos, por no comportarse como
deberían (por mostrarse mucho o poco), por actuar de forma demasiado “masculina”, etc.

Estas violencias se tornan aún mayores con lesbianas, trans, queer y otras formas de vida
que se corren claramente de la matriz heterosexual.

Como les comentaba antes, la obra en la que Butler aborda estos temas en profundidad por
primera vez es El género en disputa.

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(GD, 26) “Uno de los temas que más me preocupan son los siguientes tipos de preguntas:
¿qué constituye una vida inteligible y qué no, y cómo las suposiciones acerca del género y
la sexualidad normativos deciden por adelantado lo que pasará a formar parte del campo de
lo “humano” y de lo “vivible”? Dicho de otra forma, ¿cómo actúan las suposiciones de
género normativo para restringir el campo mismo de la descripción que tenemos de lo
humano? ¿Por qué medio advertimos ese poder demarcador, y con qué medios lo
transformamos?”

Creo que HAY QUE ABORDAR LA LECTURA DEL PROBLEMA DE GÉNERO EN


Judith BUTLER TENIENDO EN CUENTA que hay UNA NORMATIVIDAD QUE
PODEMOS TRANSFORMAR PERO NO ABOLIR COMPLETAMENTE, (no una ley)

Voy a pasar ahora a trabajar más específicamente la problemática de género, pero voy a
hacerlo en nombre propio. En relación a cómo me interpela a mí este problema, no porque
quiera confesarme acá, frente a ustedes, sino porque creo que pensar esta problemática
implica comprometerse no sólo teóricamente.

Por eso esta sección en la que comienzo a hablar en nombre propio se titula

5) La interpelación

En primer lugar porque no hay posibilidad de narrarme, de dar cuenta de quién soy si no es
a través de una interpelación. No hay narración previa, existe un “quién soy” sólo para un
otro. En segundo término, porque esa interpelación no me deja indemne, me demanda una
respuesta que recorre un camino intrincado a velocidades inciertas. Y cuando esa respuesta
aflora, aunque parezca ser simple resultado de un automatismo, ya no puedo ser el mismo.

¿Sabía yo quién era cuando dije sí a ocupar este espacio? En todo caso creía saberlo, pero
no era sino el principio de un problema. Se me presentó primero la dificultad de hablar
sobre una de las más importantes pensadoras del feminismo, el posfeminismo, la teoría
queer o como querramos clasificar a Judith Butler, sin reconocerme ni queer, ni trans, ni
homosexual. Y peor aún, sin ser ni siquiera mujer. Terminé rápidamente pensando algunas
de las contradicciones que implicaba que algo así como un varón blanco heterosexual
universitario esté hablando sobre feminismo y teoría queer.

Tenemos que hacernos estas preguntas, porque el pensamiento no es abstracto,


tenemos que saber dónde estamos parados, o cómo estamos temblando o de qué modo
se hace carne en nosotros aquello que queremos pensar.

Si nos dedicamos a leer sobre todo, a interpretar, a crear. Un texto nos piensa, nos
interpreta nos crea, algo bueno es resultado de ese encuentro, es cómo me atraviesa.

Entonces la interpelación “¿Quién sos?” se comenzó a responder en el entramado de la obra


de Butler, a través de lo que ella denomina la “matriz heterosexual”, a saber:

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(GD 292) “un modelo discursivo/epistémico hegemónico de inteligibilidad de género, el
cual da por sentado que para que los cuerpos sean coherentes y tengan sentido debe haber
un sexo estable expresado mediante un género estable (masculino expresa hombre,
femenino expresa mujer) que se define históricamente y por oposición mediante la práctica
obligatoria de la heterosexualidad.”
Hay una matriz, hay una forma de producir cuerpos con género acorde a un modelo binario.
Es varoncito o es una nena porque tiene pene o vagina. Celeste o rosa. Y a mí me había
tocado celeste.
Yo no estoy acá para dar cátedra a nadie sobre lo queer. Opté entonces por intentar pensar
desde el lugar de la heterosexualidad porque soy un producto medianamente “exitoso” de
esa matriz heterosexual.
¿En qué sentido la propuesta teórica de Judith Butler puede permitir pensar la
heterosexualidad? ¿Cuáles son las herramientas que aporta para una comprensión crítica del
lugar que tenemos en la matriz heterosexual?
6) Un campo de fallas.
Es el modo en que les propongo interpretar la propuesta de Butler respecto a la constitución
de nuestra subjetividad, particularmente en relación al género.
Se falla en relación a una matriz productiva, que denominamos “matriz heterosexual”.

Tradicionalmente la Matriz Heterosexual propone que para un sexo biológico determinado,


corresponde un género. Dijimos: tengo pene, actúo, me visto, camino como un hombre, etc.
A partir de allí se estableció la distinción sexo-género. El sexo sería lo biológico y el género
la interpretación que podemos hacer de ese dato biológico de acuerdo a lo que nuestra
cultura permita. Judith Butler va un paso más allá.

(Violencia de Estado, 38) “No estoy segura de que la distinción entre sexo y género siga
siendo importante. Algunos antropólogos en los años ochenta y noventa afirmaban que el
sexo era un hecho biológico, y el género, la interpretación social o cultural de ese hecho
biológico. Ahora, sin embargo, los historiadores de la ciencia han demostrado que las
categorías de sexo han cambiado con el tiempo, que ahora usamos criterios diferentes para
determinar el sexo, que hay un 10% de la población que es intersex, personas que tienen
partes anatómicas indeterminadas o mezcladas, o que tienen formaciones cromosómicas
complejas que no se atienen al sistema binario macho-hembra. No se puede decir que el
género sea una forma cultural y el sexo simplemente un asunto biológico, porque la
biología misma tiene una historia social y no siempre ha considerado el sexo de la misma
manera.”

Entonces, no solamente el género es cultural, el sexo, es decir, el cuerpo es cultural. (No


hay hechos, hay interpretaciones, Nietzsche)

PERFORMATIVIDAD. (¿CÓMO HACER COSAS CON PALABRAS?, Austin)

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La promesa. Lenguaje que no es descriptivo, sino realizativo. En lugar de describir, realizo
mi género cada vez que muestro, al caminar, al hablar, al vestirme, que “soy hombre”.

Repetir los actos una vez tras otra.

Dos ejemplos de cómo juega la performatividad construyendo el género heterosexual


masculino: Padre al hijo: “Hablá como un hombre”, Whatsapp de “los muchachos del club”
(Nos gustan mucho las mujeres, nunca los travestis o transexuales y nos ponemos a prueba
todo el tiempo. No somos dominados por nuestra mujer).

(Deshacer el género, p 13) “Considerar al género como una forma de hacer, una actividad
incesante performada, en parte, sin saberlo y sin la propia voluntad, no implica que sea una
actividad automática o mecánica. Es una práctica de improvisación en un escenario
constrictivo. Además, el género propio no se “hace” en soledad. Siempre se está “haciendo”
con o para otro, aunque el otro sea sólo imaginario.”

3er ejemplo: Chiste del náufrago.

En otras palabras, nunca puedo asegurarme de una vez por todas ser un “hombre” o ser una
“mujer”. Si hay discontinuidades en la identidad, si hay discontinuidades en la identidad
sexual, entonces tengo que suturar una y otra vez estas discontinuidades para hacer aparecer
mi vida como una línea sólida y coherente en la que pueda reconocerme y ser reconocido
por los otros.

Por otra parte cuando actúo una y otra vez mi intento de ser un hombre heterosexual, no
solamente nunca paso la prueba definitivamente, sino que no hay modelo estático del
género en el que me reconozco que me sirva como guía.

Hay una pluralidad de ideas de hombre encarnadas en innumerables actos de masculinidad


que se van modificando histórica y culturalmente. Me copio de los otros.

Habitar un campo de fallas implica entonces que aunque haya normas hegemónicas, no
solamente no son las únicas disponibles, sino que ellas mismas están en permanente estado
de temblor. Porque es la pérdida la que organiza nuestros derroteros. Es el permanente
estado de menesterosidad de nuestra identidad el motor de nuestras insistencias y de
nuestras violencias.

PACIENCIA CON NOSOTROS Y CON LOS OTROS, PORQUE NO NOS


CONOCEMOS, NO ESTAMOS CERRADOS, NO SOMOS DEFINITIVOS Y SOBRE
TODO: GENEROSIDAD, PACIENCIA Y COMPRENSIÓN CON LOS QUE
EMPRENDEN UNA AVENTURA (lo contrario a lo que suele suceder).

ESTAMOS FALLADOS, Y NO SE PUEDE NUNCA TERMINAR DE ESTAR


“ENTEROS”, “COMPLETOS”

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(Dar cuenta 63) “Cuando solicitemos conocer al otro o le pidamos que diga, final o
definitivamente, quién es, será importante no esperar nunca una respuesta que sea
satisfactoria. Al no buscar satisfacción y al dejar que la pregunta quede abierta e incluso
perdure, permitimos vivir al otro, pues la vida podría entenderse justamente como aquello
que excede cualquier explicación que tratemos de dar de ella.”

7) Una alianza política

También practica continuamente una micro-física del poder sobre los que se reconocen
como “hombres” o “mujeres” imponiendo modos correctos –hegemónicos- de ese ser
hombre o mujer. La fragilidad de la identidad y la necesidad de reconocimiento hacen que
no sea nada sencillo adaptarse a un modo convencionalmente dominante de performar el
propio género. En este sentido, como decíamos, para ser reconocido dentro del registro de
“hombre heterosexual”, es necesario reconfirmar una y otra vez mediante gestos, actitudes
corporales, modos de vestir, de hablar y de mirar las credenciales de la identidad masculina
heterosexual. (¿Esa remera es demasiado rosa? ¿No había para hombres?)

Los continuos exámenes son realizados generalmente por los pares, quienes ante el menor
desvío de la norma, en el color de una prenda, en la actitud debidamente “masculina” en
relación al sexo puesto o a la actividad laboral que desempeñe, no vacilan en marcar el
desvío o la falla mediante una insinuación, un chiste o agresiones verbales o corporales más
directas. Hay también prácticas coercitivas hegemónicas al interior de la
heterosexualidad. (Rita Segato).

La herida de la continua desposesión de la identidad en relación a las normas


imperantes es un común desde el cual es posible pensar en una política de alianzas.
Butler entiende, contra la tradición moderna, que esta desposesión del yo no es el final sino
el comienzo de la política

(Cuerpos aliados, 75) “Por ello quiero recordar que el término queer no alude a la identidad
de una persona, sino a su alianza, y que, por su propia significación como algo anómalo,
peculiar, es una palabra que podemos aplicar cuando establecemos alianzas incómodas o
impredecibles en la lucha por la justicia social, política y económica.”

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Por supuesto, participar de estas alianzas implica al mismo tiempo debilitar la propia
posición de género masculina heterosexual. Acompañar los movimiento políticos de
reivindicación de las minorías, implica acompañarlas desde nuestra propia minoridad y
desde nuestra propia falla. Deshacernos aún más a nosotros mismos, entregarnos al
encuentro político con los otros, repensar los modos en que participamos activa y
pasivamente en las microviolencias cotidianas que mantienen la hegemonía de los géneros,
es algo de lo que debemos hacer para acercarnos de alguna forma a quienes ya están
luchando por su reconocimiento.

8) Una puerta clausurada

Sostuve en la sección anterior que es la pérdida la que organiza nuestros derroteros. Quiero
referirme rápidamente a un último aspecto de la constitución de la heterosexualidad que
señala agudamente Judith Butler. Hay una pérdida que no se refiere a la identidad que
nunca se termina de asegurar, sino una pérdida de un objeto de amor, que justamente
constituye la identidad en la que nos reconocemos, en este caso la heterosexualidad.

Hay objetos de amor resignados, perdidos absolutamente, puertas clausuradas que la


heterosexualidad no solamente parece no estar dispuesta a franquear, sino que desconoce
que esos objetos posibles de amor, hayan constituido una pérdida. Y si lo que se perdió no
puede ser siquiera llorado, porque no sabemos que lo hemos perdido, estamos
constitutivamente melancolizados. En palabras de Butler:

Mucho se ha escrito sobre los amores no correspondidos, sobre los amores que podrían
haber sido, sobre los que ocurrieron fugazmente y fueron trágicamente interrumpidos, y
sobre todas aquellas formas de la pérdida amorosa que habitan el espacio del dolor. Pero
poco sabemos aún sobre ese espacio limítrofe entre lo prohibido y lo imposible en el que
nos aguardan impacientes en el gozo y en el llanto, aquellos amores que tienen la potencia
de destruirnos.

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