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L F C - Semmelweis PDF
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Semmelweis
El Libro de Bolsillo
Alianza Editorial
Madrid
Título original: Semmelweis
Traductor: Juan García Hortelano
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Según la muy juiciosa observación del
profesor Brindeau, estas cifras han de apli-
carse a la época de Semmelweis y no a la
nuestra, en la que la infección puerperal re-
presenta un mínimo de casos, independien-
temente de su gravedad.
Si las verdades geométricas les hubie-
sen resultado incómodas a los hombres,
hace mucho tiempo que se las habría
declarado falsas.
Stuart Mill
Por absoluta que parezca esta frase
del filósofo inglés, se queda sin embar-
go, muy por debajo de la verdad; y
esta historia es la prueba. Basados en
la más elemental razón, ¿no parece ló-
gico que la humanidad, conducida por
sabios clarividentes, tenía que haberse
desembarazado para siempre de todas
las infecciones que la azotaban, al
menos de la fiebre puerperal, a par-
tir de este mes de junio de 1848? Sin
duda.
Pero, decididamente, la Razón es sólo
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Céline, 8
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una pequeña fuerza universal, ya que
serán necesarios no menos de cuarenta
años para que las mejores inteligencias
admitan y apliquen por fin el descubri-
miento de Semmelweis.
Obstetricia y Cirugía rehusaron, en
un impulso casi unánime, con odio, el
inmenso progreso que se les ofrecía.
Por extravagantes susceptibilidades
persistían en permanecer en sus ciéna-
gas de estupideces purulentas, junto al
juego de los azares mortales.
Y, encima, no fue por Semmelweis
por lo que triunfó este importante be-
neficio, tan urgente (preciado, por lo
menos, si uno se fía del cuidado que
parecen tener los hombres en no su-
frir y en gozar agradablemente de la
vida).
Incluso, puede suponerse que si Pas-
teur no hubiese destruido el culto por
las «teorías suficientes», en materia de
medicina, si no las hubiese combatido
con realidades demasiado minuciosas
para ser refutadas con simples menti-
ras, ningún progreso verdadero se ha-
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bría alcanzado, tanto en cirugía como
en obstetricia, a pesar del esfuerzo de
algunos solitarios de enorme talento,
como Michaelis y Tarnier.
En el corazón de los hombres sólo
habita la guerra.
En el Hospital General de Viena, don-
de todas las pruebas eran tan fáciles de
hacer, el descubrimiento de Semmel-
weis en absoluto tuvo la buena suerte
que podría suponerse. Al contrario.
Por muy extraño que esto parezca,
desde los primeros momentos Klin con-
siguió agrupar, incluso en la Facultad,
un gran número de resueltos adversa-
rios del nuevo método: a la mayoría
de sus colegas, para decirlo de una vez.
Cinco médicos solamente se colocan a
la altura de Semmelweis: Rokitansky,
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Hébra, Heller, Helm y Skoda. Inmedia-
tamente, fueron aborrecidos. Pero la
mayor decepción de las que conmovie-
ron a este valeroso grupo la encontra-
rían en las diversas respuestas de los
profesores extranjeros, a los que se ha-
bía puesto empeño en informar indivi-
dualmente. «No dudamos —escribe He-
ller— que hallaremos, lejos de las
envidias y de las rencillas locales, una
aprobación plena por parte de los que
han de encontrar plenamente conclu-
yentes las experiencias de Semmel-
weis.»
¡Ay! ¿Qué pensar de ese Tilanus, de
Amsterdam, que ni se tomó la molestia
de contestar a la carta de Semmelweis,
igual que Schmitt, de Berlín?
¡Más triste todavía! Simpson, de
Edimburgo, que durante su carrera dio
pruebas de talento, no entendió sin
embargo nada de la revolución obsté-
trica, que le comunicó Hébra. Se zafó
con algunas palabras corteses, vacías
de sentido. Presintiendo una hipócrita
incomprensión, deseando a toda costa
llegar al final, Heller despachó a Ingla-
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Nota preliminar 7
Dedicatoria 19
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