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Cómo convertirse en un Escritor “Muy” Bueno

Por Mark Morgan Ford

No hay nada que le guste más a un escritor que discutir sobre qué
constituye un buen escrito.

En los más de 30 años que llevo en el negocio editorial he participado en


un buen número de tales disputas. La mayoría de ellas bastante
animadas. Pero pocas, si alguna, se resolvieron.

Claro que no se puede llegar a un acuerdo sobre si algo es bueno a


menos que primero se defina lo que se quiere decir con “bueno” - una
definición que sea mutuamente aceptable y también objetiva. Dicho de
otra manera, es imposible tener una discusión provechosa sobre “bueno”
si por “bueno” quieres decir “lo que me complazca a mí”.

Tres personas leen I Sing the Body Electric (Yo canto al cuerpo eléctrico)
de Walt Whitman.

Una de las personas dice, que no es nada bueno porque la métrica es


incómoda y no rima. “Solo me gusta la poesía que es regular y que rima”
dice él.

La segunda persona dice que el poema es genial porque evoca


imágenes sensuales. El cita fragmentos: “Los cuerpos de hombres y
mujeres me rodean” y “Los constructores con los brazos al descubierto
construyendo la estructura de una casa”, etc.

La tercera persona dice que esta “solo bien”. Lo que le gusta de la poesía
es a lo que Ezra Pound llamó melopeya - el impacto emocional de la
musicalidad del lenguaje. “Capte algo de eso en el poema” dice él. “Pero
no lo suficiente”.

Las conversaciones de ese tipo no llevan a ningún lado porque no parten


de una medida objetiva de “lo bueno” en la que todos están de acuerdo.
Pero la mayoría de las discusiones sobre el tema de escribir bien son
aun peores porque los que toman parte no expresan sus preferencias
subyacentes. De hecho, puede que ni siquiera sean conscientes de
cuales son.

Los antiguos griegos tenían similares discusiones volátiles sobre qué es


lo que constituye una buena obra dramática. Ellos también tenían
muchas opiniones fuertes, pero no un criterio objetivo sobre el que
plantear sus opiniones. En el año 335 AC, Aristóteles estuvo a punto de
resolver ese problema con el mejor ensayo sobre teoría literaria de la
historia: The Poetics (La Poética). En ese ensayo intentó expresar que
era lo que hacía al "gran" teatro griego, grande.

Aristóteles comenzó haciendo una lista de seis elementos del drama


griego. Tenía argumento (mythos), carácter (ethos), razón discursiva
(dianoia), vocabulario (lexis), melodía (melos), y espectáculo (opsis).

Y luego, observando las obras griegas consideradas por todos como


grandes, puso esos seis elementos en orden. Dijo que el argumento era
el más importante, el carácter el siguiente y así seguido.

Eso no acabó con las discusiones acerca de lo que constituye una gran
obra dramática. Pero sí le proporcionó a los críticos unos estándares
básicos que guiaran sus argumentos. (Para más información ver la nota
a pie de página).

En el mundo en el que yo trabajo - el mundo de la literatura no novelesca


- no hay ninguna obra de teoría literaria de referencia. De hecho, hay
muy pocos escritos buenos que traten el tema de escribir literatura no
novelesca buena. No estoy seguro de porqué esto es así, pero es una
carencia importante. Si queremos aprender (y enseñar) a escribir bien,
tenemos que empezar por una definición objetiva de lo que queremos
decir con “bueno”.

Llevo pensando en ese problema casi desde que empecé en el negocio


editorial. ¿Cuales son los elementos de las obras no novelesca buenas?,
¿cuales son los más importantes? y ¿por qué?
Con el paso de los años he leído docenas de libros sobre escritos no
ficticios pero nunca he encontrado ninguno que llegara a una definición
objetiva, que tuviera la simplicidad y la autoridad del método de
Aristóteles.

Finalmente, caí en la cuenta: ¿por qué simplemente no aplicamos la


metodología de Aristóteles? ¿Por qué no tomamos una muestra de las
mejores obras no ficticias que tenemos hoy en día e identificamos los
elementos y las características que tienen en común?

Pero eso pedía la misma pregunta: ¿Que quiero decir con “bueno”?

Así que usé la respuesta de Aristóteles: para ser bueno tiene que ser
tanto popular como bien considerado por gente con una educación.

Si le echas un vistazo a los 10 libros no novelescos más vendidos del


siglo XX y XXI esto es con lo que te encontrarás:

1. Think and Grow Rich (Piensa y Hazte Rico, 1937) por Napoleon Hill
(70 millones de copias vendidas)

2. The Common Sense Book of Baby and Child Care (El libro del sentido
común del cuidado de bebés y niños, 1946) por Benjamin Spock (50
millones de copias vendidas)

3. A Message to Garcia (Un Mensaje a Garcia, 1899) por Elbert Hubbard


(40 millones de copias vendidas)

4. You Can Heal Your Life (Puedes Sanar Tu Vida, 1984) by Louise Hay
(35 millones de copias vendidas)

5. In His Steps: What Would Jesus Do? (En Sus Pasos, ¿Que Haría
Jesús?, 1896) por Charles Sheldon (30 millones de copias vendidas)

6. The Purpose Driven Life (La Vida Con Proposito, 2002) por Rick
Warren (30 millones de copias vendidas)

7. The Late, Great Planet Earth (El Gran Planeta Tierra, 1970) por Hal
Lindsey (28 millones de copias vendidas)
8. Who Moved My Cheese? (¿Quien movió mi queso?, 1998) por
Spencer Johnson (26 millones de copias vendidas)

9. The Celestine Prophecy (La Profecia Celestina, 1993) por James


Redfield (23 million de copias vendidas)

10. The Happy Hooker (La Prostituta Feliz, 1971) por Xavier Hollander
(20 millones de copias vendidas)

Estos son los más vendidos. Todos ellos cumplen con el estándar de
popularidad. Pero solo unos cuantos (en realidad ninguno) recibieron
algún elogio digno por parte de gente culta.

Si hicieras una segunda lista con los cinco libros más vendidos
aclamados por la crítica, incluiría los siguientes:

1. The Hitchhikers Guide to the Galaxy (La guía del autoestopista


galáctico, 1979) por Douglas Adams (14 millones de copias vendidas)

2. The Naked Ape (El mono desnudo, 1968) por Desmond Morris (12
millones de copias vendidas)

3. Man's Search for Meaning ( La Búsqueda del Sentido, 1946) por Viktor
Frankl (12 millones de copias vendidas)

4. The Prophet (El Profeta, 1923) por Khalil Gibran (11 millones de copias
vendidas)

5. A Brief History of Time (Una Breve Historia del Tiempo, 1988) por
Stephen Hawking (10 millones de copias vendidas)

Siguiendo con la metodología de Aristóteles, ahora tenemos que


identificar los elementos y características comunes. Leí estos libros y vi
que todos ellos contenían las siguientes cinco características:

1. Calidad de expresión (similar al vocabulario de Aristóteles): Las frases


estaban bien construidas y encajaban bien unas con otras. El libro era
divertido de leer.
2. Calidad de ideas (similar a la razón discursiva de Aristóteles): Las
ideas eran fascinantes. Parecían inteligentes y de verdad - aun en los
casos en los que yo no estaba de acuerdo con ellas.

3. Suficiencia y persuasión de los hechos. Las ideas estaban


respaldadas con historias interesantes o con hechos contundentes. A mi
mismo me convencían aun cuando eran contrarias a mis prejuicios.

4. Claridad de expresión. Las frases eran fáciles de leer y las ideas se


captaban bien.

5. Impacto de la voz del autor. El escritor me inspiraba confianza. Parecía


ser una persona auténtica y entregada a sus ideas.

Siguiendo con la metodología de Aristóteles, tenemos que evaluar y


ordenar esos cinco elementos en términos de importancia.

Si esto lo hubiera hecho hace 30 años - antes de hacerme editor - quizás


hubiera puesto la calidad de expresión y el impacto de la voz del autor a
la cabeza de la lista.

Pero por aquel entonces mi criterio sobre qué era lo que constituía un
buen escrito estaba basado únicamente en mis objetivos como escritor.
Como escritor, mi objetivo era el reconocimiento (y sí, los elogios) de
escritores que admiraba. Y los escritores que admiraba eran los
maestros de la expresión y la voz.

Pero cuando me convertí en editor, me di cuenta de que los elogios de


gente inteligente no eran mi único objetivo. Para conservar mi trabajo (y
que mi negocio siguiera creciendo), tenía que identificar y preparar
escritores que pudieran producir libros de éxito, boletines informativos y
las cartas de venta para crear esos productos de éxito.

El momento en que adopté esa perspectiva, se me hizo evidente que la


aptitud para la expresión literaria y el impacto de la voz del autor, aunque
importantes, no estaban a la cabeza de la lista.

Hace varios años tuve una conversación con Bill Bonner. Bill es un gran
escritor. Pero también es el editor del Imperio editorial de boletines con
más éxito del mundo. Hablábamos sobre los escritos que veíamos en
nuestras publicaciones británicas. Estábamos intentando volver a
determinar una definición objetiva porque teníamos que explicar el punto
de vista que compartíamos a nuestros editores y escritores de allí.

Bill pensó que sería una buena idea darles algunos ejemplos de obras
buenas de entre nuestras publicaciones estadounidenses. No tuvimos
ningún problema en ponernos de acuerdo sobre quiénes deberían ser
esos modelos. Eran escritores populares (es decir, que sus boletines se
vendían muy bien y muy fácilmente) y que además siempre producían
ensayos que admirábamos. "¿Qué es lo que admiras de estos
escritores?", le pregunté a Bill.

"Me gustan sus ideas", me dijo. "Eso es lo que más me entusiasma, sus
ideas siempre están bien pensadas y son ingeniosas y útiles. Cuando leo
algo de ellos, lo hago con expectación, porque se que me va a aportar
una inteligencia o una perspectiva nueva que en el futuro me ayudará a
pensar sobre ese tema."

"Bueno, de eso se trata" pensé.

Poco después de eso, empecé a incordiar a nuestros editores y


escritores con "mi" primera definición burda de lo que constituye un buen
escrito no ficticio. "Los buenos escritos no son nada más que la
expresión de buenas ideas", yo les sermoneaba. "Si de una forma
continua lograbas concebir ideas interesantes, útiles y creíbles eras, de
hecho, un buen escritor."

Esa definición me sirvió durante varios años. Pero como la usaba para
enseñar a escritores incipientes a escribir bien, llegué a la conclusión de
que no era suficiente. Algunos de los escritores con los que trabajaba
tenían gran aptitud para desarrollar ideas interesantes y útiles, pero la
manera de expresarlas era densa y enrevesada. Era imposible encontrar
esas buenas ideas a menos que tuvieras el tiempo y el compromiso
necesario para buscarlas en medio de toda la basura verbal que las
rodeaba. Esos escritores tenían la aptitud más importante, pero eran
flojos en el elemento de expresión. Así que añadí la claridad de
expresión como segundo elemento más importante de mi lista.
Date cuenta de que la calidad de expresión que estaba defendiendo era
claridad, no “literariedad”. Cuando era joven, me impresionaba la sutileza
y la “literariedad” de expresión - posiblemente porque yo carecía de esas
aptitudes. Pero ahora, me doy cuenta de que la calidad de expresión
suprema es la claridad, porque hizo las ideas - el más importante de los
cinco elementos de la escritura no ficticia - más accesibles.

Tiene sentido. Si las ideas eran estupendas, entonces el mejor estilo de


expresión sería el que presentara esas ideas de la forma más clara y
breve posible.

Así que ya tenía los dos primeros elementos en orden: la calidad de las
ideas y la claridad de expresión.

Eso me dejó con la calidad de expresión, la suficiencia y persuasión de


los hechos, el impacto de la voz del autor.

Llevo pensando en esos tres casi un año, viendo que papel juegan en las
obras de los escritores con más éxito de mi lista. Y llegué a la conclusión
de que los dos últimos eran igualmente importantes y el primero - la
calidad de expresión - era, al menos a corto plazo, sólo ligeramente
importante.

Eso me sorprendió porque, como ya mencioné, cuando era joven, ese


era el componente esencial de un buen escrito.

No puedes ser buen escritor sin aportar la evidencia necesaria para


convencer a tus lectores de que tus ideas son correctas. No obstante,
mucho de ese trabajo lo puedes conseguir con autoridad y seguridad en
la voz.

En lo que se refiere a la calidad de expresión, sigo creyendo que es


importante. Sin embargo, ahora creo que es en realidad el resultado de
tener buenas ideas y expresarlas claramente. Escribir sobre tonterías de
forma literaria no le puede dar a nadie la impresión de ser algo bueno, a
menos que esa persona sea un farsante intelectual.

El escritor ideal deberá tener las cinco características. Deberá ser capaz
de presentar ideas irresistibles tanto emocional como intelectualmente.
Expresarlas de forma clara y con una voz madura. Y respaldarlas con los
datos de la investigación y la evidencia anecdótica necesaria para
persuadir al lector.

Así que es el momento de presentar una definición nueva y mejorada de


lo que constituye un buen escrito no ficticio:

Un buen escrito es la expresión clara de ideas irresistibles y útiles,


respaldadas por evidencia persuasiva, y presentadas con una voz
auténtica.

Entonces, ¿Cómo aplicad esta definición a tu escrito?

1. No empieces a escribir hasta que tengas por lo menos una idea


buena.

2. Escribe esa idea de forma tan sencilla como sea posible.

3. Respáldala con tanto detalle como se requiera.

4. Escribe de forma sincera, es decir, pensando en tus lectores y en su


beneficio.

Escribir es comunicar. Y la comunicación implica a dos partes. El escribir


comienza con el escritor. Su trabajo es desarrollar ideas interesantes y
útiles. Pero si esas ideas no se entienden o no son creíbles, entonces
sus lectores no van a pensar que son "buenas". De hecho, les parecerá
una pérdida de tiempo leerlas.

Así que el primer paso es encontrar o crear una idea única, que sea
interesante y útil. A veces eso lo consigues simplemente reflexionando
sobre tu propia experiencia. A menudo, sin embargo, tienes que
complementar el pensamiento, leyendo mucho. Tienes que leer las
mejores ideas que puedas encontrar sobre el tema, hasta que se te
ocurra una idea fascinante y aparentemente nueva. Y luego, una vez que
ya se te ocurrió, tienes que pasar varios días escribiendo y pensando en
esa idea para asegurarte de que sea tan buena como parece. (Con
reflexión, muchas ideas aparentemente estupendas se desvanecen en la
mediocridad).
Entonces, una vez que estas seguro de que tu idea es buena, tienes que
reunir un montón de evidencia que la apoye. Esa evidencia puede estar
basada en hechos, pero puede ser también anecdótica. La persuasión es
un tema complicado. Se consigue apelando tanto a la parte lógica del
cerebro como a la analógica. En la medida que sea posible, respalda tus
ideas con historias, así como con hechos. Si dicen que una imagen vale
más que mil palabras, las historias pueden tener el peso de un millar de
hechos.

Y por último, deshazte de todos los párrafos, frases y palabras que no


sean esenciales para expresar y respaldar tu idea. Si haces eso, no solo
serás un buen escritor sino que puede que un día seas un gran escritor o
al menos que escribas una gran obra.

Nota: Si te interesa leerlos, te puedo recomendar Art of Poetry (Arte


Poetica) por Horacio, On the Sublime (Sobre lo Sublime) por Longinus,
An Apology for Poetry (La Defensa de la Poesia) por Sidney, The
Advancement of Learning (El Avance del Saber) por Francis Bacon,
Essay on Dramatic Poetry (Ensayo de Poesía Dramática) por Dryden y
Essay on Human Understanding (Ensayo sobre el Entendimiento
Humano) por Locke.

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