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MARCO ALEXIS SALCEDO. Docente investigador, Facultad de Psicología, Universidad de San Buenaventura Cali. E-mail:
masalced@usbcali.edu.co
SILVIA CRISTINA CAICEDO. Investigadora, Facultad de Psicología, Universidad de San Buenaventura Cali. E-mail: silvicmster@
gmail.
Revista Científica Guillermo de Ockham. Vol. 6, No. 1. Enero-Junio de 2008 - ISSN: 1794-192X Ø 99
Marco Alexis Salcedo, Silvia Cristina Caicedo
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sencia, mítica presencia, ejemplificada desde cruzan el abismo” (Nietzsche, 1993). Este es el
el héroe fundacional de la ciudad, el sujeto hombre democrático, “no es cualquier indivi-
creador del contexto citadino, que con sus duo, y estamos experimentándolo” (Castoriadis,
códigos, valores, narrativas y emplazamientos 2002). Ser hombre de la calle, usuario del
decretados, formuló los parámetros para regir espacio público, es ser básicamente transeún-
toda acción humana en ese escenario. El po- te. “Es decir, persona que está en tránsito, en
der no se posee, se ejerce. No es una propiedad, passage… ¿o es que acaso no podría decirse de
es una estrategia: algo que está en juego (Morey, todo usuario del espacio público o semipúblico
2004). Dicho en otros términos, la condición que es un ser del umbral, predispuesto a lo
de posibilidad del poder es su omnipresencia, que salga, extranjero, adolescente, enamorado,
no porque tenga el privilegio de reagruparlo outsider, alguien siempre dispuesto a cualquier
todo bajo su invencible unidad, sino porque cosa, fuente, por lo mismo, de alarma y de
se está produciendo a cada instante, en todos esperanza?” (Delgado, 1999).
los puntos, o más bien en toda relación de
un punto con otro (Foucault, 1997). Por
consiguiente, el poder no es algo que vamos
a conseguir; no es añoranza de la pérdida
de un absoluto. No es pasado ni futuro. Es
eterno presente. El poder no es algo que se
adquiera, arranque o comparta, algo que se
conserve o se deje escapar; el poder se ejerce
a partir de innumerables puntos y en el
juego de relaciones móviles y no igualitarias
(Foucault, 1997).
Este erotismo del poder es el que se
ejemplificaba en el ágora griega y desde el
cual la esfera pública –el ámbito de la ekkle-
sía– hallaba su legitimidad. Por tal motivo,
absolutamente absurda es la afirmación que
la esencia de la democracia consiste en el
hecho que el sitio del poder está vacío y que
nadie puede pretender ocuparlo. El erotismo
platónico de la falta sólo puede generar con-
fusiones en este punto. Porque “las decisiones
de mandar a matar a la gente, de hundirlos
en la desocupación, de confinarlos en guetos,
emanan de un lugar de poder fuertemente
ocupado” (Castoriadis, 2002).
Lo anterior nos permite entender qué
clase de contenido educativo se va a im-
partir como posibilidad, en algunos casos
como feliz realización o actualización, en el
espacio público: lo que Nietzsche llamó la
Herren- moral, la moral de señor. Esta sería
la moral del hombre de la calle. Esta moral
haría de todo sujeto hombre de acción y de
colectividad, capaz de correr riesgos. “Lo que
tiene de grande el hombre es ser el puente y no
fin; lo que puede amarse en el hombre es el ser
transito y un hundimiento. Amo a quienes no
saben vivir, sino es pereciendo; pues son los que
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primera ley que dictamina cuando es puesta contexto cultural, que los principios de la
en cuestión es “el toque de queda”. geometría se independizaron radicalmente
En el espacio público fue que se halló de la referencia a la realidad. El espacio,
la posibilidad para descubrir que las insti- aunque real, fue concebido desde entonces
tuciones y las representaciones pertenecen como siendo esencialmente un vacío, un
al nomos y no a la physis. No es natural, ni receptáculo absoluto y tridimensional de los
divina la institución humana. Es social. Esto objetos posibles, cuyas características eran
abrió la posibilidad de cuestionar nuestras inteligibles, pero inaprensibles para los sen-
propias instituciones y de actuar con respecto tidos. La modernidad hizo predominante la
a las mismas. Puede cambiárselas a través perspectiva de que el espacio era un principio
de la acción y la reflexión humana, cuando constituyente de la ontología de los objetos,
las condiciones así lo requieran. “Debemos cuya existencia no estaba supeditada a la
encontrar nosotros mismos las leyes que debe- existencia de estos. Todas las cosas conocidas
mos adoptar; los límites no están trazados de y por conocer podían desaparecer, y aún así,
antemano, la hybris es siempre posible. Sobre el continente tridimensional que los contenía
esto habla la tragedia ateniense, institución sobreviviría a tal colapso de la materia. Las
democrática por excelencia, institución que propiedades del espacio, decía Newton, era
recuerda constantemente al demos la necesidad la infinitud, la homogeneidad, la inmovili-
de la autolimitación” (Castoriadis, 2002). dad y su métrica era la que Euclides había
De este modo, identificar la génesis de lo fijado en su tratado Elementos, en el siglo
público y el precepto ético que lo gobierna, IV a.C. Por consiguiente, el espacio sería,
permite comprender el equívoco que se semánticamente hablando, una dimensión
establece al quitarle a la dimensión política carente de sentido. Sus propiedades eran
su relación con lo epistémico. Así se le está universales, establecidas a priori. Estas eran
confiriendo un sentido de verdad externo descubiertas por el ser humano y eran aque-
a ella; permitiendo de ese modo que sean llas que revelaban los textos de geometría y
interrogadas las determinaciones de una física. El sentido aparecía como una opción
comunidad por algo universal, externo a lo que introducía la experiencia humana con
que acontece en la reunión con los otros. Esto el espacio. Desde luego podía variar de caso
es puerta de entrada para los especialistas, los en caso, pero de ningún modo alteraba o
poseedores de verdad, que llegan a legislar por definía sus fundamentos estructurantes. En
fuera de nuestras vivencias y experiencias. En conclusión, el espacio físico era euclidiano; se
síntesis, “la democracia es el régimen de la au- podía conocer la estructura física del mundo
tolimitación, en otras palabras, el régimen de la a priori; y todo aspecto humano –su acción,
autonomía o de la auto institución… Es poder sensación, percepción o significación- eran
que no acepta ser limitado desde el exterior, es radicalmente posibles gracias al “espacio
poder autoinstituyente. La democracia es un absoluto”, superponiéndose a ese preexis-
régimen que se autoinstituye explícitamente de tente. Esta es la principal visión que hemos
manera permanente” (Castoriadis, 2002). legado de nuestros ancestros culturales sobre
el espacio.
Como es de prever, esta concepción no
La visión geométrica del espacio está libre de consecuencias. La perspectiva
Desde los griegos se ha establecido un es base ideológica para proponer determina-
vínculo casi indisoluble entre el espacio físico das lecturas de las acciones que realizan las
y la geometría. Por tradición y por etimolo- personas: siendo el espacio un vacío para ser
gía, el objeto de estudio de la geometría ha llenado, será un acto de ocupación la acción
sido el espacio físico real, el cual fue percibido primera que los seres humanos desarrollarán
como susceptible de ser matematizado y con con este. Al espacio se le apropia. No es un
ello de ser controlado y dominado a beneficio acto de creación el que opera como acto
de los intereses humanos. Es a partir de la ins- fundante, sino un acto primordialmente de
tauración de la episteme moderna en nuestro dominio sobre lo natural, sobre lo a priori,
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El espacio público como objeto de estudio en las ciencias sociales y humanas, pp. 99-115
radicalmente posible gracias al “espacio abso- los objetos y a las posibilidades de acción que
luto”, superponiéndose a ese preexistente. se pueden desplegar para abordarlos. Aquí
Y ciertamente el espacio continuará sien- lo esencial no es la ontología de los objetos,
do aprehendido como físico y euclidiano, sino la experiencia humana. El espacio es
con propiedades universales, establecidas por consiguiente un escenario. Campo en el
a priori, mientras no se introduzca en la que se despliega la acción como posibilidad.
comprensión de la realidad humana el factor Dimensión esencialmente ética y política,
de la mediación en la actividad que realiza el no ontológica.
sujeto, una mediación que es “ley o razón”
del signo (Peirce, 1987), y que sería social- La tendencia formalizadora
mente organizada y favorecida. Únicamente o estructuralista en la ciencia
de ese modo, el espacio se convertiría en un Por exigencia de la ciencia, nos hemos
hecho inherentemente de sentido, al estar su habituado a pensar la ciudad básicamente
dimensionalidad ligada a la forma cómo se
como una estructura. Por ello, se le define
aprehenden y constituyen simbólicamente
como un espacio, ya sea físico, ya sea social.
los objetos y a las posibilidades de acción que
Esta posición sobre la ciudad ha estado
se pueden desplegar para abordarlos.
históricamente determinada; afirmada ini-
El espacio, afirma el físico francés Henri cialmente por los trabajos realizados por
Poincaré, no es un constructo hipotético de los urbanistas y arquitectos, fue revitalizada
la ciencia sino una mera convención. “Esas luego con los aportes efectuados por distintos
convenciones –dice Poincaré– son la obra de autores que hablaban de la ciudad como un
la libre actividad de nuestra mente, que en sistema semiótico, una forma aprehensible
ese dominio no reconoce obstáculo; pero enten- como “sistema de signos” (Sieverts, Schneider
dámonos: esos decretos se imponen a nuestra y Trieb, citados por Walther, 1994), como
ciencia, que, sin ellos, sería imposible; no se “discurso” (Barthes, 1993), o como “macro
imponen a la naturaleza” (Henri Poincaré, enunciado de una materialidad que se destila
citado por Guerrero, 2005). en uno o más sistemas simbólicos” (Gennari,
Las anteriores formulaciones constituyen 1998).
uno de los hilos fundamentales que definen
La visión espacialista sobre la ciudad qui-
la perspectiva social del espacio. Reconocen
la intervención de la actividad humana en zás deba mucho a esa obsesión, que según
la emergencia de la dimensión espacial, ya lo decía Michel Foucault, en 1967, tuvo el
sea los seres humanos relacionando objetos siglo XX con la dimensión del espacio: “La
a través de la percepción, ya sea creando es- época actual sería más bien quizás la época del
téticas operativas sobre el espacio, producto espacio. Estamos en la época de lo simultaneo,
de la libre actividad de nuestra mente. Esta en la época de la yuxtaposición, en la de lo
concepción fue considerada por Ernest próximo y lo lejano, de lo contiguo, de lo dis-
Cassirer (1968) como primitiva en tanto que perso” (Foucault, 1994).
se halla centrada en torno a intereses, nece- Sin embargo, tal circunstancia narrada
sidades y prácticas y se halla mezclada con en la década de los 60 del siglo pasado,
sentimientos personales o sociales concretos bajo el furor que causaba el movimiento
o con elementos emotivos; no hace del espa- estructuralista en Francia, no corresponde
cio de la acción más verdadero que el espacio a la realidad académica y social del mo-
matemático, porque ambos son, al fin y al mento: “El ser humano contemporáneo está
cabo y parodiando a Berkeley, ficciones de fundamentalmente desterritorializado. Sus
la mente humana. territorios existenciales originarios –cuerpo,
Esta es, entonces, la perspectiva social espacio doméstico, clan, culto– ya no se asientan
del espacio en la que el espacio es un hecho sobre un terreno firme, sino que se aferran a
inherentemente de sentido. Su dimensio- un mundo de representaciones precarias y en
nalidad estaría ligada a la forma cómo se perpetuo movimiento” (Felix Guattari, 2003).
aprehenden y constituyen simbólicamente Como escribe Gérard Imbert, la desterrito-
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autores y teorías que se pueden emplear una cantidad de sucesos urbanos, que por
para analizar problemáticas urbanas. Un su mera significancia social debería bastar
grupo demasiado selecto puede contribuir para conminar a los investigadores de las
a la positivización del espacio público. ciencias sociales y humanas a pronunciarse al
Aquí resaltamos una perspectiva teórica, respecto. Obviando este aspecto de no menor
el construccionismo social, ampliamente importancia, es de recordar que las ciencias,
desarrollada en campos disciplinares como la a partir del estudio de un objeto específico,
psicología social crítica; y destacamos varios además de brindarnos una comprensión de
autores: Michel Foucault, Henri Lefebvre, la fenomenología que afecta cotidianamente
Cornelius Castoriadis, entre otros. a las personas, ofrecen igualmente escenarios
Consideramos que con Foucault, Cas-
epistémicos propicios para analizar la validez
toriadis y los teóricos del construccionismo
de los principios filosóficos que empleamos
social se logra entender que la dimensión
para aprehender epistémica y cognitivamente
política es la dimensión clave que explica el
la realidad física y social. Ese el caso del espa-
estado de cosas que se ven en la ciudad. Y
esto se afirma en contra de otras perspectivas cio público, un objeto de estudio que ofrece
que ven en la dimensión económica o en la la posibilidad para evaluar y rebatir una serie
dimensión simbólica/ideológica esa misma de metateorías y posturas filosóficas domi-
clave. Lo que ellos nos indican es que el pun- nantes en el contexto académico general.
to de partida para el estudio de la realidad
social es la praxis cotidiana, la acción social,
no la estructura social. Igualmente, creemos Bibliografía
que con Foucault, Castoriadis y los teóricos 1. BARBERO, Jesús Martín (1990). Comuni-
del construccionismo social, adquiere pleno cación y ciudad. En: Imágenes y reflexiones de
sentido esta frase de Nietzsche, descrita en la cultura en Colombia. Bogotá. Regiones,
“fragmentos póstumos”: la mentira es el poder. ciudades y violencia. Ponencia para Foro
En otras palabras, la ficción es el hilo cons- Nacional para, con, por, sobre, de, cultura.
tituyente de toda dimensión social, política, 2. BARTHES, Roland (1993). La aventura se-
simbólica y cultural humana. Y, finalmente, miológica. Segunda edición. España: Paidos.
con Foucault, Castoriadis y los teóricos del 3. BETTIN, Gianfranco (1982). Los sociólogos
construccionismo social se logra comprender de la ciudad. Barcelona, España: Editorial
que el poder no es reductible a una relación Gustavo Gill, S. A. Colección Arquitectura/
de dominación, regulación y represión, una perspectivas.
relación a la que podría escapar algún sujeto
4. BORJA, Jordi y MUXI, Zaida (2003). El
mediante algún dispositivo determinado. espacio público: Ciudad y ciudadanía. España:
Son condiciones históricas e ideológicas, y Electa, Grupo Editor.
no ontológicas del ser humano, las que hacen
5. BRUNER, Jerome. (1998). Realidad mental
que sean poder y libertad conceptos antagó-
y mundos posibles. Barcelona, España: Gedisa
nicos, visión particularmente promovida por
Editorial.
la tradición política del liberalismo. En una
sociedad las personas no permanecen juntas 6. CABE, Space (2003). The value of public
con el sólo objetivo de luchar entre ellas o space. How high quality parks and public spa-
ces create economic, social and environmental
de superarse unas a otras; permanecen juntas
value.
también para tratar de encontrar sentido a su
relación mutua (Cecchin, 1994). El poder es, 7. CANCLINI, Néstor (1995). Consumidores y
entonces, génesis y producción de sentido. ciudadanos. México: Edit. Grijalbo.
En conclusión, la importancia académica 8. CASSIRER, Ernst (1968). Antropología filosó-
del espacio público no reside únicamente fica. Introducción a una filosofía de la cultura.
en el valor que por sí mismos puedan tener México: Fondo de Ccultura Económica.
los fenómenos que acontecen en el espacio 9. CASTELL, Manuel (1974). La cuestión
público. Ciertamente pudiera enumerarse urbana. España: Siglo XXI.
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