Está en la página 1de 4

TEMA 1: CARACTERÍSTICAS GENERALES DEL NIÑO Y LA NIÑA HASTA LOS SEIS AÑOS.

PRINCIPALES FACTORES QUE


INTERVIENEN EN SU DESARROLLLO. ETAPAS Y MOMENTOS MÁS SIGNIFICATIVOS. EL DESARROLLO INFANTIL EN EL
PRIMER AÑO DE VIDA. EL PAPEL DE LOS ADULTOS.
Desde el campo de la psicología, el desarrollo humano y las influencias que lo condicionan han sido objeto de
estudio dando lugar a distintas interpretaciones. Así, nos hemos encontrado con quienes defienden que el ser humano es
pasivo ante toda transformación. Al contrario, hoy en día hay quién defiende que el humano es quien efectúa el proceso
de construcción y adquisición de sus logros y transformaciones; teniendo gran relevancia en ello la influencia del entorno.
Dentro de estas influencias, nos encontramos con uno de los mayores agentes socializadores en la infancia, es decir la
escuela. Es por ello, que hoy en día cumple un papel fundamental en el desarrollo de los niñas y niñas; lo que queda
recogido en el artículo 3 del decreto 237/2015, de 22 de diciembre, por el que se establece el currículo de Educación
Infantil y se implanta en la Comunidad Autónoma del País Vasco, que la finalidad de la Educación Infantil es contribuir al
desarrollo integral y equilibrado de niños y niñas en todas sus dimensiones en estrecha cooperación con las familias,
mediante el desarrollo de todas las competencias básicas. Por dicha finalidad, en este desarrollo veremos cómo se da el
desarrollo en la etapa infantil.
Para empezar, definiremos los elementos globales del desarrollo. A continuación, veremos las distintas
perspectivas sobre los factores que intervienen en él, reparando en los factores genéticos y ambientales. Después,
entraremos en la infancia como etapa de mayores cambios, detallando algunas adquisiciones significativas y etapas. Tras
ello, profundizaremos en el desarrollo de 0 a 6 años, prestando especial atención al primer año de vida, y en sus 4
dimensiones: cognitivo; físico, psicomotor y sensorial; lenguaje y comunicación y la dimensión social y afectiva.
Continuaremos con la relevancia de la interacción entre adulto y niño o niña. Para finalizar, se dará una breve conclusión
y se referenciarán las fuentes bibliográficas utilizadas para el desarrollo del tema.
El desarrollo es un proceso unitario, que conforme va pasando el tiempo, unos elementos integran a otros de
forma ordenada y sucesiva. Es por ello que parte de unas capacidades generales hasta llegar a la especialización de las
mismas; considerando así, que cuanto mayor es el desarrollo, también lo es el nivel de complejidad de las capacidades.
Por otro lado, aunque haya unas pautas e hitos comunes de desarrollo, cada individuo responde de una manera
determinada, y por lo cual, tiene características peculiares que nos diferencian de los otros.
Dicha individualización se debe a los diversos factores que intervienen en el desarrollo, lo que en la Psicología
Evolutiva ha dado lugar a distintas perspectivas. Como señala Muñoz (2010) por un lado, nos encontramos con defensores
de lo innato como los organicistas Freud y Piaget; y en el otro, los mecanicistas que defendían que lo importante es el
medio. Actualmente hay más enfoques como la perspectiva etológica, dándole importancia al ambiente de adaptación
teniendo en cuenta el pasado del mismo, y la perspectiva ecológica, destacando la importancia de las influencias sobre el
niño o la niña en su desarrollo.
Nosotros nos referiremos a 2 grupos principales de factores: los factores genéticos y los factores ambientales. La
importancia de los factores genéticos es obvia, teniendo en cuenta que las estructuras y funciones orgánicas de cada
individuo se reflejan en nuestro tejido psíquico. Sin embargo, en algunos aspectos de la biología humana es difícil precisar
el factor hereditario, como por ejemplo, en los rasgos psicológicos. Respecto a ello, Palacios (1990) hace una clasificación
de los contenidos del código genético diferenciándolos entre cerrados, los cuales nos definen como especie y por lo tanto,
solo pueden ser alterados o modificados por largos procesos filogenéticos; y contenidos abiertos, que nos dan la
posibilidad de adquisición y desarrollo, por lo que existen como potencialidades, y no como contenidos.
En cuanto a los factores ambientales podemos decir que son circunstancias que rodean y condicionan el
desarrollo. Entre todos estos hay algunos ambientes ricos en estímulos que inciden de manera significativa, que pueden
ser los estímulos intelectuales como la música, el arte, el lenguaje y los libros. Otro factor ambiental muy importante para
el desarrollo en general, y en concreto para el crecimiento sería la alimentación. Relacionado con ello nombraríamos la
tendencia secular en el crecimiento, por la cual actualmente los hitos madurativos se alcanzan antes de lo que lo hacían
nuestros antepasados.

1
En conclusión podemos decir que aunque no se pueda definir en qué medida influye cada factor, los genéticos
condicionan el desarrollo en cuanto a especie y características orgánicas; mientras que los factores ambientales influyen
de manera significativa puesto que son los que rodean, estimulan y posibilitan al niño o la niña para su pleno desarrollo.
Si bien es cierto que una de las características más significativas del ser humano es la plasticidad, por su enorme
capacidad de transformación a la largo de toda la vida, la edad infantil es la época en la que se desarrolla más y a mayor
velocidad. Tal y como señala Palacios (1990) se dan oleadas madurativas por las que el niño o la niña pasa de la incapacidad
casi absoluta a tener capacidades que poco a poco irá desarrollando. Tras el primer año, este oleaje se irá lentificando,
por lo que los cambios no son ya tan visibles y evidentes. Considerando así la infancia como etapa de mayores cambios,
durante los primeros 6 años se dan unas adquisiciones que repercuten de manera muy significativa en la vida del niño o
la niña. Entre los 0 y 3 años, podríamos destacar el nacimiento, el desarrollo del lenguaje, la intencionalidad, el comienzo
del control de esfínteres y el final de la crisis de autoafirmación. Ya de los 3 a 6 años, se podrían destacar el control total
de esfínteres, la incorporación al centro educativo, el abandono del egocentrismo y avances en el desarrollo motriz, entre
otros.
Aparte de tales adquisiciones significativas, la psicología ha concretado durante mucho tiempo el desarrollo en
estadios o etapas, las cuales venían marcando hitos evolutivos o rasgos propios que se consideraban universales. Puesto
que hoy en día se tiene en cuenta la gran influencia del entorno en el desarrollo, se reconoce que el perfil de desarrollo
de cada individuo es propio y distinto a los demás. Aun teniendo en cuenta dicha matización, cabe nombrar a algunos
autores y sus etapas por la gran relevancia que han tenido en la psicología evolutiva. Entre estos nos encontamos con
Freud (etapa oral, anal y fálica), Wallon (periodo impulsivo y emocional, sensoriomotor y proyectivo, y personalista), y
Piaget; en quien nos detendremos para comenzar con el desarrollo en los niños y niñas de 0 a 6 años.
El desarrollo cognitivo, según Piaget (1985) se da en 4 estadios, de los cuales solo el sensoriomotor y el
preoperacional se encuentran en la etapa infantil. El estadio sensoriomotor (0-2 años) está a su vez, dividido en
subestadios, de los cuales detallaremos los que se refieren al primer año de vida. El primer subestadio (0-1 mes) es el del
ejercicio de los reflejos congénitos, ya que nacemos con una serie de reflejos que nos sirven para responder y sobrevivir.
Algunos de estos se pierden por su poca utilidad; otros se ejercitan, modifican y coordinan para adaptarse a los cambios.
Lo característico del siguiente subestadio, el de las primeras adaptaciones adquiridas y la reacción circular primaria (1-4
meses), es la formación de los primero hábitos; que se forman a base de repetir conductas de reflejo que resultan
agradables. Este efecto se produce de forma fortuita, puesto que no hay intencionalidad por parte del niño o de la niña,
y las acciones se centran en su propio cuerpo. Con el encadenamiento de los hábitos, aparecen las primeras
coordinaciones motrices, por lo que el niño o la niña ya empieza a coordinar sus habilidades sensoriales. En el terccer
subestadio, el de la reacción circular secundaria (4-8 meses), el niño o la niña empieza a adaptar los movimientos al medio
y objetos externos; aún sin intencionalidad y sin buscar la meta inmediata. Es en el cuarto subestadio (4-12 meses), el de
coordinación de esquemas secundarios y su aplicación a situaciones nuevas, cuando aparece la intencionalidad; por lo
que ya el niño o la niña dirige sus conductas hacia un objetivo claro para lo que pone los medios necesarios.
En resumen, para el final del primer estadio los logros son impresionantes, puesto que ya considera los objetos
como algo permanente, y construye con ellos modelos de acción interna. A su vez, esto le lleva a crear experimentos
mentales teniendo como resultado la acción interiorizada, es decir, el pensamiento sensoriomotriz.
A partir de los dos años, en consecuencia de que la imitación interiorizada puede ser evocada en ausencia de las
acciones por las que se crearon las imitaciones, aparece la representación simbólica; que se manifiesta en el juego, en el
lenguaje oral y en el gesto. Esto se da ya en el estadio del pensamiento preoperacional (2-7) en el que también surgen los
preconceptos; ideas que no son ni generales ni individuales y que parten de la experiencia particular del niño. Estos
preconceptos tienen propiedades como la traducción, la yuxtaposición, el sincretismo, la centración y el egocentrismo.
Comenzando con el desarrollo físico y siguiendo a Palacios y Mora (1990) diríamos que en el primer año de vida
el cambio físico del bebé es impresionante. Es tal, que el peso aumenta rápidamente hasta los primeros seis meses, en
los que llega a duplicarlo y después, empieza a ralentizarse. Al igual de importante que el peso es para la salud la altura,
teniendo en cuenta que el bebé crece alrededor de 20/25 centímetros tras el primer año de vida. Ya hacia los 5 años, el
niño o la niña pesa alrededor de 17k y mide 105cm. Por otro lado, la cabeza, es en el momento del nacimiento una cuarta
parte del cuerpo, siendo así enorme en proporción con el resto del cuerpo. Sin embargo, con el paso de los años, llega a

2
ser tan solo una sexta parte del cuerpo. El vientre también es muy voluminoso al nacer, que progresivamente se va
aplanando hasta que los músculos abdominales consiguen un tono y potencia suficiente para que el niño pueda sentarse
desde la posición decúbito supino. Es durante el primer año de vida también cuando aparece la primera dentición, a los
6 u 8 meses, que consta de 20 piezas; y hacia los 6 o 7 años los dientes definitivos hacen su primera erupción. Commented [MI1]: Palacios y mora 1990 cap 2

Por su parte, los procesos motrices, siguen las leyes céfalo-caudal y próximo distal, por lo que prevalece el dominio
de la cabeza para el consiguiente desarrollo las otras partes del cuerpo, y de la parte troncal del cuerpo hacia las
extremidades. Así, primero se desarrollan los movimientos bruscos y después las manipulaciones finas. Es por ello que
desde el nacimiento se tiene cierto control sobre la cabeza, pudiendo así girarla o levantarla. Después, a los 3 o 4 meses
es cuando ya se controla realmente. El control del tronco es también progresivo, necesitando primero apoyo para
permanecer sentado. Para poder andar, el bebé comienza a desplazarse a los 7 u 8 meses, arrastrándose o gateando, para
así después, aprender a sostenerse de pie. Primero lo hará con apoyos, hasta que hacia los 18 meses ya podrá corretear. Commented [MI2]: Vasta, R.; Haith, M. M. y Miller S.A.
(1996):
Por otra parte, diríamos que los sentidos funcionan desde el momento del nacimiento o incluso antes, como es el
caso de la audición. Aunque comienza a ser funcional desde tal momento, el feto ya puede percibir los sonidos desde el
útero de su madre. Desde que nace, se siente atraído o atraída por ciertos sonidos como la voz humana, y a partir de los
2 meses es capaz de distinguir algunos de ellos. En cuanto a la vista, también es funcional desde el nacimiento y los recién
nacidos o nacidas son capaces de distinguir los colores, aunque obviamente, no poseen etiquetas para designarlos. Como
otros tantos sentidos así como el sabor, olor y tacto, la vista y la audición también se van afinando para llegar a alcanzar
niveles semejantes a los adultos. Commented [MI3]: Palacios cap 3 1990

En lo que se refiere al lenguaje y la comunicación, en el primer año se da uno de los grandes periodos: la etapa
prelingüistica. En esta el niño o la niña se manifiesta mediante el llanto acompañado de sonidos guturales y gritos. Así,
hacia el sexto mes, empieza a desarrollar las pautas de comunicación gestuales y vocales, y los primeros sonidos que van
a componer el lenguaje. Del octavo al noveno mes aparece la ecolalia o repetición de palabras, para ya así a partir del
primer año emitir las primeras palabras. Este momento de emisión de las primeras palabras aisladas varía enormemente,
aunque suele ocurrir entre los 12 y los 18 meses en contextos de gestos y rutinas interactivas. Después, entre los 20 y 24
meses las palabras empiezan a combinarse de dos en dos. Por último, hacia los 3 o 4 años, el niño o la niña empieza a
adquirir las reglas de la sintaxis, por lo que su vocabulario aumenta enormemente; construye frases más largas y
complejas; y domina algunos aspectos de la gramática como las preposiciones y artículos, o las terminaciones que marcan
el género, número y persona. Commented [MI4]: Vila 1990

Siguiendo a Félix (1990) nos referiremos a la dimensión social y afectiva detallando los procesos de socialización
y las relaciones que establece el niño o la niña los primeros años. Dependiendo de la conducta a la que nos referimos,
este autor distingue 3 tipos de procesos en la socialización. Por un lado, los procesos conductuales de la socialización, que
se refieren al aprendizaje de las habilidades sociales y las conductas antisociales; que aunque comienza desde el momento
del nacimiento, el verdadero aprendizaje lo hace a partir del segundo año. Por otro lado, los procesos mentales de
socialización durante el primer año, se refieren al reconocimiento de personas. Desde los primeros días, el niño o la niña
ya es capaz de percibir algunas señales sociales y algunas expresiones emocionales. A partir del tercer o cuarto mes
empieza a reconocer claramente a determinadas personas, ya así para los 6 meses manifestando preferencias y
reaccionando ante sus ausencias. Es sobre el octavo mes cuando reacciona ante las personas desconocidas, por lo que ya
hace una valoración de la persona con la que interactúa y de la situación en la que se encuentra. Junto con este proceso
de reconocimiento de personas, se dan los procesos afectivos de socialización por los que el niño o la niña crea el vínculo
afectivo básico y privilegiado con las personas más próximas a dentro de su ámbito familiar: el apego.
A partir de los 2 años, las relaciones con los adultos cambian, ya que se convierten más simétricas. A su vez, el
vínculo de apego se consolida y el niño o la niña empieza a ser consciente de las relaciones que se dan entre los diferentes
miembros de su familia. Tal y como defienden Moreno y Cubero (1990) las relaciones con los iguales también tienen un
papel importante a partir de esta edad, ya que influyen en el conocimiento de la propia identidad, el desarrollo del rol
sexual, las destrezas relacionadas con la competencia comunicativa, la habilidad para participar en situaciones sociales, y
el sentimiento de pertenencia al grupo.
Pese a que a partir de los 2 años las relaciones con los iguales y su respectivo vínculo, la amistad, sean cada vez
más relevantes en la vida del individuo, la influencia familiar sigue siendo determinante para la futura madurez personal;

3
especialmente por la interacción entre el adulto y el niño. Esto mismo lo podríamos transportar al ámbito educativo, por
lo que la interacción entre profesor y alumno también la catalogaríamos de gran relevancia. El paradigma de investigación
proceso-producto estudió la influencia del profesor sobre el alumno, sin tener en cuenta el papel activo que el alumnado
juega en su proceso educativo. Al contrario, la perspectiva sociocultural estudió la influencia entre ambos, poniendo el
acento en las dimensiones sociales del contexto. Basándonos en el trabajo de Lacasa y Herranz (1989) en el que podemos
encontrar varios autores y teorías, se explicarán las habilidades que desarrolla el niño o la niña en interacción con el
adulto, siendo esta necesaria para la adquisición de ciertas destrezas y habilidades.
Por un lado, el habla infantil cumple una doble función como son la comunicación con los demás, y el control de
su propia conducta. La interacción entre adulto y niño o niña puede generar procesos cognitivos muy similares a los que
hace surgir el habla privada, como favorecer el aprendizaje y la solución de problemas. Por otro lado, algunos autores
defienden que dicha interacción favorece a la autorregulación, facilitando al niño o niña a ejercer control sobre su propia
conducta; y a procesos como la planificación, control de ejecución, revisión de errores, codificación y estructuración de la
tarea, etc.
Teniendo en cuenta que la intervención del adulto puede favorecer el desarrollo del niño o de la niña, son
importantes también las condiciones en las que se da esta. Por ello, es necesario facilitar ambientes acogedores y seguros
en los que fomentar la exploración y manipulación, utilizando un lenguaje claro y correcto. También es importante utilizar
el juego y recursos que motiven al alumnado, y mostrar satisfacción ante los progresos.
En conclusión, si para conseguir la finalidad de la Educación Infantil citada en la introducción, la escuela debe,
según el Decreto 237/2015, “promover, en colaboración con las familias, el desarrollo integral del niño y de la niña,
atendiendo a su bienestar psicofísico, socialización y educación desde la perspectiva del respeto a sus derechos, y el
desarrollo de todas sus potencialidades”, es preciso que el docente conozca el desarrollo evolutivo que el niño o la niña
debería llevar acorde a su edad, sin restarle importancia a los factores ambientales que determinan que este se efectúe
de una manera u otra; para lo que la comunicación con la familia y con el propio alumno o alumna, son imprescindibles.
Así, basándonos en el carácter globalizador del currículo de Educación Infantil, creando situaciones propicias de diversas
maneras y estimulando al alumnado para explorarse a sí mismo y al mundo exterior, podremos incentivar el desarrollo
pleno del alumnado.
Lacasa y Herranz (1989): Contexto y procesos cognitivos. La interacción niño-adulto, Infancia y aprendizaje, nº45, 25-47.
López, F. (1990): Desarrollo social y de la personalidad,. En, J. Palacios, A. Marchesi y C. Coll (Coomps.), Desarrollo
psicológico y educación, I. Psicología Evolutiva (pp 99-112). Alianza Editorial: Madrid.
Moreno, M. C. y Cubero, R. (1990): Relaciones sociales: familia, escuela, compañeros. Años preescolares. En, J. Palacios,
A. Marchesi y C. Coll (Coomps.), Desarrollo psicológico y educación, I. Psicología Evolutiva (pp 219-232).

Muñoz García, A. (2010): Psicología del desarrollo en la etapa de educación infantil. Madrid: Ediciones Pirámide.

Palacios, J. (1990): Introducción a la psicología evolutiva: historia, conceptos básicos y metodología. En En, J. Palacios, A.
Marchesi y C. Coll (Coomps.), Desarrollo psicológico y educación, I. Psicología Evolutiva (pp 15-35).

Palacios, J. y Mora, J. (1990): Desarrollo físico y psicomotor en la primera infancia. En, J. Palacios, A. Marchesi y C. Coll
(Coomps.), Desarrollo psicológico y educación, I. Psicología Evolutiva (pp 39-53).

Piaget, J. (1985): El nacimiento de la inteligencia en el niño. Editorial Crítica: Barcelona.

Decreto 237/2015, de 22 de diciembre, por el que se establece el currículo de Educación Infantil y se implanta en la
Comunidad Autónoma del País Vasco.

También podría gustarte