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Hace poco más de 500 años, los españoles llegaron a América de la mano de Cristóbal Colón, que

buscando una ruta más corta hacia Oriente, fue a dar con un “nuevo” continente.
¿Nuevo? Es cierto que, geológicamente, nuestro continente es más joven que el euroasiático. Pero
llevaba millones de años existiendo. También sus pobladores, que llegaron a organizar grandes
civilizaciones, cuyos monumentos asombran hoy a los turistas que los recorren. Tenían sus formas
de organización social, su economía, su ciencia, su arte y su religión. Diferentes, es cierto. Pero no
por ello menos valiosos. Y los españoles supieron reconocer el valor... no de sus culturas pero sí el
de esos vistosos adornos que lucían, hechos con oro y plata. Salieron en búsqueda de un nuevo
camino y se encontraron con un gran tesoro. El resultado: en 50 años barrieron con siglos de
historia nativa. 70 millones de nativos fueron aniquilados y con ellos sus tradiciones, sus culturas y
sus lenguas.
Hoy hablamos español. Pero, no se trata tanto del idioma que se habla sino qué se dice. Las palabras
no son neutras. Las palabras hacen, construyen sentidos. Y si no, veamos qué se ha dicho sobre el
12 de octubre de 1492. Primero, se habló de “descubrimiento de América”. ¡claro! Para España
éramos “nuevos”, “primitivos”, “salvajes”. Por eso vinieron a “civilizarnos y a evangelizarnos”.
¡Tan bárbaros éramos!. Durante años se conmemoró “el día de la raza”. Por si quedaban dudas ¡eran
distintos. No tenían nada que ver con estos indios!. Actualmente, se han suavizado un poco las
formas, tan descaradamente discriminatorias, y se habla de “encuentro entre dos culturas”. ¡Vaya
que fue violento y abusivo el “encuentro”! Poco queda de las culturas nativas después de ese
encuentro. Y por si faltaba algo, tampoco faltó el europeo que escribió sobre cómo los
extraterrestres ayudaron a estos indios a construir sus pirámides perfectas, a hacer cálculos
astronómicos, dividir el tiempo y a escribir. ¿Cómo se puede pensar siquiera que fueran capaces por
sí mismos de tamaña empresa científica?.
Este uso de las palabras sólo muestra una manera de mirar la historia. Pero hay otra. La que usa
palabras como “conquista” “esclavitud” y “exterminio físico y cultural”. Ninguna sociedad tiene el
derecho de considerarse superior a otra. Todas las culturas enriquecen el conocimiento humano.
Tampoco se trata sólo de aceptar las diferencias sin darles la oportunidad de desarrollarse como
formas de identidad. Si no miremos, por ejemplo, cómo tratan a los pueblos originarios en cualquier
parte del mundo, reduciéndolos a vivir en condiciones miserables.
En la actualidad no podemos hablar de razas y culturas puras. Todos somos productos de un gran
mestizaje, una gran mezcla. Pero hay nuevas formas de colonización que se suman a las viejas. No
permitamos que borren nuestro patrimonio cultural y nuestra riqueza lingüística. Tomemos lo que el
otro tiene para darnos y defendamos lo propio para poder aportarlo. Que nadie más venga a
imponernos su cultura y su idioma. Vaya este alerta, en tono humorístico, de nuestro querido Negro
Fontanarrosa:
“Desde que las insignias se llaman “pins”, a las comidas frías “lunchs” y a los repartos de cine
“casting” Argentina ya no es la misma. Ahora, es mucho más moderna. Los chicos leen “comics” en
lugar de revistas; los jóvenes hacen “parties” en lugar de asaltos; los empresarios “bussines” en vez
de negocios. Y los obreros –tan ordinarios ellos-, ya no esperan la vianda al mediodía porque tienen
su “lunchera”.
Cuántas veces, en la escuela, hice “aerobics” y, en mi ignorancia, pensé que estaba en la clase de
gimnasia. Afortunadamente todo eso cambió y a los argentinos se nos nota en el lenguaje:
Ya no “estamos hasta las manos” cuando estudiamos para un examen, sino “ a full”. Ya no decimos
facturas sino “cookies”, que suena más fino. No tenemos sentimientos sino “feeling”, que son
mucho más profundos. Sacamos “tickets”, usamos “kleenex”, hacemos “footing” y no pedimos
perdón, decimos “sorry”. Comemos “pop corn” que son más ricos si llevan “butter”.
Obviamente, estos cambios de lenguaje han influido en nuestras costumbres y cambiado nuestro
aspecto, que es mucho más “fashion”.
Como dijo el Inodoro Pereyra:
-¿Vio Mendieta? Ya no quedan domadores. Ahora todos son “Licenciados en problemas de
conducta de equinos marginales”-
Muchas Gracias.

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