Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
CIA Francia La Defeccion de Los Intelectuales de Izquierda Espanol 1985 PDF
CIA Francia La Defeccion de Los Intelectuales de Izquierda Espanol 1985 PDF
http://anarquiacoronada.blogspot.com/2017/03/los-intelectuales-y-el-poder-la-cia-
y_6.html
Juicios clave
(Para este informe fue utilizada la información disponible hasta el 15 de noviembre de
1985)
El fracaso de Mitterrand para reunir los apoyos necesarios entre los históricamente
poderosos intelectuales de izquierda de Francia refleja, más que nada, un giro histórico que
puede presagiar un nuevo rol para la intelligentsia. Su Partido Socialista ya no podrá
descansar en los intelectuales para proveerle una racionalidad a sus políticas y acciones, y
vender esa racionalidad a un público francés habituado a asignarle una gran importancia a
las explicaciones de sus élites intelectuales.
Sostendrían a los socialistas moderados que están esforzándose por crear una base
para una alianza de centro izquierda.
Se opondrían a cada esfuerzo de los socialistas duros para rehacer la ahora difunta
“unidad de la izquierda” con el Partido Comunista Francés en las próximas elecciones
legislativas.
La bancarrota de la ideología 6
Antisovietismo 7
Perspectivas de la influencia de los intelectuales 8
Decadencia de la vida intelectual 8
Reincorporación limitada 10
Intelectuales franceses e intereses americanos 11
APÉNDICES
A. Aspectos culturales del pensamiento de la Nueva Derecha 13
B. Libros importantes de Gluscksmann y Levy 15
“Hay un letargo bastante espectacular en la vida intelectual de este país. Nunca antes
había percibido semejante silencio, semejante vacío. Es como una familia en la que alguien
ha muerto.” Alain Touraine
Introducción
han defendido rutinariamente los esquemas domésticos de los partidos Socialista (PS) y
Comunista (PCF) y lideraron la ofensiva contra las políticas de los EE.UU. en Europa y el
Tercer Mundo. El presidente Mitterrand –un intelectual hecho y derecho– se ha rodeado de
“pensadores” y ofreció cargos importantes a reconocidos intelectuales.
Aun antes de que los socialistas asumieran sus cargos en 1981, sin embargo, estaba
claro que esta identificación intelectual con la izquierda estaba debilitándose. El peor
secreto mal guardado en los círculos del PCF de la pasada década fue que virtualmente
cada intelectual comunista de alguna estatura había muerto o desertado del partido. Aunque
los socialistas dirigieron la cooptación de unos pocos desilusionados, los recientes críticos
del marxismo derivaron fácilmente en la neutralidad e incluso en la derecha. Con una o dos
excepciones, importantes intelectuales –como el antropólogo Michel Foucault– refutaron
posiciones del gobierno de Mitterrand. Y cuando más tarde los socialistas intentaron atraer
a los intelectuales para defender sus políticas fallidas contra la crítica de la derecha, los
intelectuales nuevamente se rehusaron, esta vez con una cascada de abusos públicos del
gobierno.
Este análisis se enfoca en las relaciones cambiantes entre los intelectuales franceses
y los grupos políticos, en el contexto de un cambio de la base intelectual en el seno de la
sociedad francesa. Esto asevera la dramática descomposición de la alianza dominante de la
segunda posguerra entre los intelectuales y la izquierda, la declinación general del
posicionamiento de los intelectuales en la sociedad francesa, las perspectivas de una
reasunción del “compromiso” intelectual con la política, y las implicancias de estas
tendencias para las políticas francesas a la vez que para los intereses de los EE.UU.
Un papel tradicional
El Caso Dreyfus (fines del siglo XIX) cristalizó en la opinión pública francesa una imagen
del tipo de sociedad en la que se habían convertido, y puso de relieve el hecho de que
varios grupos –la iglesia, los militares, políticos, periodistas permanecieran ligados a
principios y valores de la tradición revolucionaria. Los intelectuales, liderados por el
novelista y periodista Emile Zola, cumplieron un rol fundamental en la incitación a un
debate público sobre las cuestiones implicadas en el caso. Cuando Zola lanzó sus famosos
editoriales en defensa de Dreyfus y contra el gobierno y sus aliados, los acusó no sólo de
subvertir la justicia y la moral, sino también –cuestión más importante en el parecer de sus
lectores- de traición a la tradición revolucionaria.
En 1896, Dreyfus, un oficial judío adjunto al Estado Mayor Francés, fue acusado y
condenado por entregar secretos militares a los alemanes. Revelaciones de que había sido
condenado sobre la base de pruebas fraguadas, y de que el gobierno había confeccionado
más pruebas aún para ocultar la manipulación que hacía de la justicia, polarizaron a la
sociedad francesa y avivaron un sentimiento nacional de procura de mayor moralidad
pública y valores históricos.
Mientras que la derecha francesa quedó intelectualmente hecha añicos por la guerra,
la izquierda emergió preparada para reclamar el botín de su éxito en la Resistencia y su
lealtad con todas las banderas de todos aquellos que amaban la libertad y la igualdad.
Durante la posguerra, los socialistas y especialmente los comunistas atrajeron a un gran
número de intelectuales. Los conservadores mantuvieron su resistencia desde el poder, sin
embargo, y la izquierda se asentó en el lugar de la oposición en los años cincuenta y
sesenta. La intelectualidad de izquierda se convirtió en maestra en la elaboración de
fórmulas para los socialistas y comunistas dirigidas a la remodelación de la sociedad
francesa y para la producción de una descarga constante de críticas contra las políticas de
los sucesivos gobiernos conservadores (1).
[1]
1 Raymond Aron, uno de los pocos pensadores significativos que resistían la absorción, deploró la
afinidad de sus pares con la izquierda –especialmente su servilismo aceptando tantas atrocidades como las
purgas estalinistas y el demoledor levantamiento húngaro, y su hipocresía defendiendo semejante farsa como
6
Mitterrand redobló el esfuerzo para reclutar adeptos entre los intelectuales, luego de
verse forzado a dar marcha atrás ante el fracaso de sus políticas de expansionismo
económico y de adoptar medidas de austeridad económica que suscitaron críticas violentas
desde la izquierda tanto como desde la derecha, pero en especial desde los conservadores
del círculo de los Nuevos Derechos de Francia, donde un “renacimiento intelectual” estaba
en plena marcha (ver insert). Casi sin dudas bajo las órdenes de Mitterand, el vocero
presidencial Max Gallo –un notable novelista e historiador– escribió en Le Monde, en el
verano de 1983, un editorial acerca del “silencio de los intelectuales”. Gallo urgía a los
el culto a la personalidad de Stalin. Aron analizó en su estudio sobre el fenómeno -El opio de los
intelectuales (1955)- que la izquierda contemporánea, particularmente los comunistas, había tenido éxito
ganando y manteniendo las lealtades de los intelectuales porque había gratificado dos necesidades
profundamente sentidas: aseguró a los intelectuales su relevancia en el proceso político, y organizó y dio
rienda suelta a su desenfrenado penchant for criticism.
7
intelectuales de izquierda a hablar claro, arguyendo que las cuestiones vitales del momento
–en particular las políticas económicas del gobierno, pero también el registro de cuestiones
políticas como el terrorismo y el delito– demandaban un gran debate público, y que la
ausencia de una refutación desde la izquierda prácticamente abandonaba la opinión pública
a manos de la derecha. La apelación de Gallo provocó una fuerte respuesta de los
intelectuales, muchos de los cuales se explayaron y defendieron su “silencio”. Finalmente,
uno de los críticos argumentó que Gallo y el gobierno serían más inteligentes si aceptaran
el silencio de los intelectuales como lo mejor que podían obtener, y que si los izquierdistas
hablaran claro, ellos solos juntarían una legión de críticos del gobierno. El fracaso del
esfuerzo de Gallo fortaleció la creciente percepción pública de que los intelectuales habían
desertado de la izquierda. Cuando el propio Gallo se retiró de su cargo gubernamental
menos de un año después –mencionando su deseo de retornar a su vida artística–, la mayor
parte de las dudas remanentes sobre la desafectación de los intelectuales parecían haberse
evaporado(2).
Estimulada por escritores y editores ligados de una manera u otra al barón de la prensa de
derecha Robert Hersant, la Nueva Derecha francesa ha recogido la propuesta de revivir el
liberalismo europeo clásico y proponerlo como el elixir que Francia necesita para
recobrarse de la “mala gestión” socialista. Más aún, el liberalismo –que, según sus
adherentes, ha reducido el rol del gobierno y forzado a la gente a ser más autosuficiente-
se ha convertido en la receta de los conservadores contra las aflicciones de la sociedad
francesa de posguerra. Los jóvenes políticos conservadores que hacen suya la consigna
han argumentado, tanto ante la prensa como en reuniones privadas con diplomáticos
estadounidenses, que la derecha debería empujar a los franceses a tener mayor confianza
en sí mismos. Según ellos, una tarea fundamental del gobierno conservador consistiría en
disminuir su propia función, tanto de recaudador de impuestos como de gestor, director o
2 Gallo, arrastrado por la corriente por un tiempo, escribió un libro que, entre otras cosas, critica al PCF.
Cuando la titularidad del diario socialista Le Matin cambia de manos en los primeros días del año, Gallo pasa
a ser su editor y, algunos lo habían especulado, por instancias de Mitterrand.
8
generador de gastos. Además de apoyar esta idea de gobierno, la mayoría de los nuevos
liberales están a favor de que los poderes y recursos extremadamente centralizados del
gobierno francés sean devueltos a las administraciones subnacionales. Un lento proceso
que ha tomado impulso reciente con los socialistas.
Los “Nuevos Filósofos”. Una de las razones del fracaso de Gallo para movilizar a
los intelectuales de izquierda fue que ignoró a la camarilla de intelectuales jóvenes
incendiarios que por más de una década venían realizando conversiones bien publicitadas
entre militantes izquierdistas, atacando a la izquierda francesa como peligrosa e
implícitamente totalitaria. Promocionándose ellos mismos como los “nuevos filósofos”, en
su mayoría eran antiguos comunistas que habían dejado el partido antes de los traumáticos
hechos de Mayo de 1968 (3). Muchos de ellos eran graduados de la más prestigiosa escuela
de preparación de profesores y pensadores, la Escuela Normal Superior (ENS), y tenían en
común no solo el banco izquierdo del movimiento estudiantil de los años sesenta sino
también su rechazo a las sofisterías estalinistas enseñadas en la ENS.
3 [3] En mayo-junio de 1968, meses antes de la intensificación de las protestas, los estudiantes levantaron
barricadas en la universidad de París e iniciaron un período de guerra de guerrillas en las calles del Barrio
Latino. La protesta se extendió a otras ciudades universitarias; los estudiantes estaban acompañados por 7
millones de trabajadores en huelga (que ocupaban fábricas), el transporte y los servicios públicos parados al
tope; y los 10 años del antiguo gobierno del general de Gaulle se tambalearon. Los estudiantes marxistas
miraban al Partido Comunista en búsqueda de liderazgo y de una declaración de un gobierno provisional, pero
los líderes del PCF ya estaban tratando de refrenar la revuelta obrera y denunciaron a los estudiantes radicales
como anarquistas confundidos. Muchos estudiantes concluyeron que el PCF había hecho un trato con de
Gaulle, quien finalmente liquidó la revuelta.
9
“mal menor”. Levy se convirtió en el jefe editor de Grasset –una de las más importantes
editoriales francesas– desde donde logró asegurar que las ideas de los nuevos filósofos
tuvieran fácil acceso al público. Inmediatamente los libros de los nuevos filósofos se
convirtieron en best-sellers –una increíble hazaña en momentos en los cuales la mayoría de
los trabajos filosóficos alcanzaban la publicación solo a través de las editoriales
universitarias fuertemente subsidiadas–. Observadores bien informados de todo el espectro
político han notado la profunda influencia de los nuevos filósofos en el pensamiento
posterior a la generación de los años sesenta.
“No hay más Sartres, no hay más Gides”. La deserción de los jóvenes intelectuales del
marxismo y del PCF dejó en manos de los viejos mandarines marxistas el sostenimiento de
la tradición. Sartre, Roland Barthes, Jacques Lacan y Louis Althusser –la última camarilla
de los comunistas savants– cayeron bajo el fuego implacable de sus antiguos protegidos
pero ninguno tuvo el estómago para pelear en la retaguardia en defensa del marxismo (4).
Críticos prominentes –entre ellos, los nuevos filósofos– habían sido exitosos en persuadir a
la presente generación sobre las “estupideces” de Sartre, los males del marxismo y la
barbarie del comunismo soviético. Como resultado, el joven movimiento comunista se ha
atrofiado incluso en los campus universitarios, las publicaciones comunistas dirigidas a los
jóvenes intelectuales –como es el caso de Revolution, del PCF– están languideciendo, y no
hay ya intelectuales de peso que pertenezcan o incluso apoyen al PCF (5).
4 [4] Althusser, que fue el mentor de Levy y de Glucksmann en la ENS, estranguló a su mujer en 1980 y
terminó sus cinco últimos años de vida en prisión. En su última entrevista televisiva, Sartre admitió que el
marxismo había resultado un fracaso.
5 Los socialistas de Mitterrand se beneficiaron mucho más, en 1981, por el 16 por ciento de neogaullistas de
Jacques Chirac que se quedaron en casa en vez de ir a votar a Giscard d‟Estaing, y por el 5 por
ciento de votantes de centro, que previamente se encontraban en el campo de Giscard, y se pasaron, para dar
una oportunidad a los socialistas.
10
es conocida por su principal periódico- cambió de cuajo los estudios históricos franceses,
principalmente al desafiar y luego rechazar las hasta entonces dominantes teorías
marxistas del progreso histórico. Pese a que muchos de sus exponentes afirman estar “en
la tradición marxista”, lo que quieren decir con eso, simplemente, es que toman el
marxismo como punto de partida crítico para tratar de descubrir los auténticos modelos de
la historia social. La mayoría de las veces han concluido que las nociones marxistas sobre
las estructuras del pasado –relaciones sociales, patrones de eventos e influencia de estos
en el largo plazo– son simplistas e inválidas.
Esta aversión incluso representó hasta cierto punto la fuerte antipatía de los intelectuales de
izquierda hacia el gobierno de Mitterrand. Cuando los socialistas forjaron la “unión de la
izquierda” como una elección táctica a fines de los años setenta, los nuevos filósofos los
criticaron; cuando la misma alianza resurgió en 1980, los nuevos filósofos prepararon la
7 En sus populares libros (ver apéndice B), Glucksmann y Levy argumentan que la máquina alimenta a una
humanidad ingenua en parte a través de sofistiquerías de intelectuales corruptos. De hecho, dice Levy: “La
única revolución exitosa de este siglo es el totalitarismo”, al cual el estado soviético ha provisto maestros
consumados y durables. De ahí, también, la ecuación de los nuevos filósofos, popularizada por Glucksmann,
“Hitler=Stalin. Stalin=Hitler”.
12
deserción del Partido Socialista; y cuando Mitterrand invitó a los comunistas a participar de
su gobierno en 1981, ellos se trasladaron en pleno a la oposición.
Los intelectuales que permanecieron en las filas socialistas guardaron silencio. Nada de
lo que ha hecho Mitterrand –incluyendo la línea dura de los socialistas con la Unión
Soviética, las explicaciones de Mitterrand sobre su necesidad de nombrar algunos ministros
comunistas para comprar la paz obrera entre los sindicatos controlados por los comunistas,
ni la salida del gobierno de los comunistas en 1984– ha revertido la hostilidad de los
nuevos filósofos. Levy resaltó mordazmente que era como “tener cuatro ministros fascistas
en el gobierno”. Hasta ahora, los intelectuales de la nueva izquierda no se han mostrado
inclinados a perdonar a Mitterrand por sus coqueteos con los comunistas, ni a conmiserarse
por su espectacular fracaso en lograr que el socialismo funcione.
JS: Hoy, la piedra de toque del pensamiento de izquierda es una actitud crítica frente a la
URSS, uno de cuyos corolarios es el rechazo a los partidos que responden a la tradición
del Comintern [el PCF]… La cuestión central no es la barbarie de Pinochet, ni la
demolición de la fábrica de acero de Lorraine, ni siquiera el redespliegue imperial de
Reagan. La cuestión fundamental es tomar una posición frente a la URSS.
Si bien los intelectuales de izquierda jugaron un papel fundamental durante más de una
década en fortalecer la “opinión pública” hacia el marxismo y la Unión Soviética, su
influencia parece estar menguando y es poco probable que en el futuro logren tener una
fuerte incidencia en asuntos políticos. El anti marxismo y el antisovietismo, que lograron
captar la atención a principios de los setenta, han cobrado vida propia y se convirtieron en
13
parte fundamental de la ortodoxia intelectual francesa al punto tal que los nuevos filósofos
no parecieran tener nada nuevo para decir. Más aún, ha habido una tendencia a alejarse de
la ideología hacia enfoques más pragmáticos a la hora de resolver problemas políticos, lo
que ha tendido a perjudicar el prestigio de los intelectuales en general.
Declive de la vida intelectual. Pareciera que muchos intelectuales de izquierda han caído
en una especie de languidez siguiendo sus vigorosos rechazos a la ideología y la afiliación
partidaria; otros –como Emmanuel Le Roy Ladurie, Pierre Chanou y Michel Sarre– han
intentado suscitar un debate nacional ante el evidente declive de la vida intelectual francesa.
Algunos han vinculado el deterioro del prestigio de los intelectuales al ascenso de una
sociedad y una economía de alta tecnología, y no hay contradicción en que la juventud
francesa, que alguna vez siguió cada nueva moda intelectual, ahora piense en carreras de
ciencias y negocios:
Las encuestas de opinión muestran que las “profesiones intelectuales” han perdido
significativamente terreno con respecto a carreras técnicas y de negocios en la estima de los
jóvenes.
El año último, las elecciones estudiantiles para juntas directivas redundaron en un
abrumador número de nuevos funcionarios universitarios conservadores o “aideológicos”,
según reportes de prensa. El historiador y ex comunista Emmanuel Le Roy Ladurie indicó
que estaba sorprendido de la cantidad de estudiantes y jóvenes docentes de la Universidad
de París que se habían alejado de la izquierda.
Una prueba adicional del cambio en la actitud es evidente adentro del aula. Las
reformas educativas de la última década, diseñadas para incentivar a los estudiantes a
ingresar a carreras técnicas y de negocios, fueron ferozmente resistidas por estudiantes y
profesores durante los setenta. Ya en la primavera de 1983, cuando Mitterrand intentó
extender estas reformas, hubo protestas estudiantiles en muchas universidades. Ahora, los
hermanos y hermanas más pequeños de los alborotadores, llenan los abarrotados cursos de
economía y ciencias, incluso en universidades de tradiciones izquierdistas como la
Universidad de París, en Nanterre, donde la moda del intelectual marxista dominó la escena
hasta al menos la mitad de los años setenta.
Guy Lachenaud, catedrático de nivel inicial en 1968 y ahora, a los 46 años, vicepresidente
de Nanterre:
Ya no hay movimiento estudiantil. Los pocos grupos que sobreviven conjugan un mínimo
de retórica militante con montones de horas en la fotocopiadora.
Encargo cinco copias [de cada una] por semana, y me cuesta trabajo vender dos o tres.
14
Un estudiante:
Anónimo:
¿Hoy? Esto es la no-revolución permanente.
Las carreras intelectuales, que solían estar prácticamente reservadas para quienes
concurrían a los colegios de elite, parecen no estarles más aseguradas. El gobierno de
Fabius, por ejemplo, acabó anunciando un programa para emplear en los gobiernos locales
y en el gobierno nacional y en otras empresas a los graduados de la Escuela Normal
Superior que permanecieran desempleados. Los socialistas han forzado a los extranjeros
residentes a abandonar sus trabajos como docentes de los niveles bajos, presumiblemente
para liberar puestos para los propios franceses.
Algunos críticos, como el filósofo Michel Serres, argumenta que los intelectuales, en
particular de la izquierda, están prácticamente “acelerando”, pero que otros apuntan a un
declive de la vitalidad intelectual. Marc Riglet, editor de France-Culture y Conference
Master del Instituto de Estudios Políticos de París, sostiene que los intelectuales franceses
no logran movilizar y comprometerse en un discurso vital porque no son tan capaces como
solían serlo. Riglet ve este desenvolvimiento como parte de la inercia cultural de una
década pasada que había llegado para caracterizar a Francia.
Una conferencia en París organizada durante el año último para tratar el tema “la
identidad francesa”, viró hacia al letargo de los intelectuales franceses y la implicancia para
su futuro rol en la política. Los participantes parecieron acordar que la ideología –de
izquierda o de derecha– será incapaz de movilizar a los intelectuales en el futuro. El “mal
trago” que causó la desilusión con respecto al marxismo en prácticamente todos los
intelectuales izquierdistas, se ha traducido directamente en una especie de neutralismo que
ha contribuido a su inmovilización. Incluso el “liberalismo” –entendido como menos
gobierno y más autosuficiencia– tuvo apenas un débil apoyo tanto en los intelectuales como
en la opinión pública, a juzgar por las encuestas recientes y los artículos en los diarios.
En particular, el profundo sentimiento anti PCF entre los intelectuales puede resultar
decisivo para subvertir las maquinaciones del jefe del Partido Socialista, Jospin, y otros de
la izquierda del partido para reavivar el entusiasmo por una “unión de la izquierda” –el
mito de que los socialistas llegaron al poder en 1981 solo gracias a su alianza con el PCF y
de que la izquierda solo podrá alcanzar el poder en el futuro mediante la unidad (9). Es
probable que los intelectuales jueguen fuertemente contra esta noción y que apoyen de
modo abrumador la estrategia –promocionada desde hace ya tiempo por el socialista
disidente Michel Rocard, pero que ahora parece haber sido aceptada tanto por Mitterrand
como por el primer ministro Fabius– según la cual el futuro a largo plazo del socialismo
depende del forjado de una alianza de centroizquierda.
En Francia, el sentimiento anti EE.UU. que solía ser utilizado en los círculos de
cortesía como evidencia circunstancial de una educación válida, ya no está en boga. La
calumnia instintiva a los EE.UU. –que los intelectuales de la nueva izquierda llamaron
“antiamericanismo primitivo”– está ahora identificada con el diario
comunista L’Humanité y es considerado de mal modo. Formalmente, el antiamericanismo
9 Los socialistas de Mitterrand se beneficiaron mucho más, en 1981, por el 16 por ciento de neogaullistas de
Jacques Chirac que se quedaron en casa en vez de ir a votar a Giscard D‟Estaing, y por el 5 por
ciento de votantes de centro, que previamente se encontraban en el campo de Giscard, y se pasaron, para dar
una oportunidad a los socialistas.
17
también se instaló como una marca de nivel intelectual, separando a los pensadores del
vulgo común (quienes estaban en general sospechados de albergar buenas opiniones de los
EE.UU., incluso en los tiempos de Vietnam). Ahora, lo contrario es precisamente lo cierto:
la búsqueda de virtudes en los Estados Unidos –incluso identificar cosas buenas en las
políticas del gobierno estadounidense– es mirado como un indicador de juicio con
discernimiento. Los intentos de algunos por resucitar las críticas significativas y de gran
envergadura sobre las políticas de los Estados Unidos, son vistos como esfuerzos
transparentes para desviar las críticas de su legítimo objetivo, las actividades de la Unión
Soviética.
Este clima de opinión intelectual produciría, por cierto, una gran dificultad para
movilizar casi cualquier oposición significativa desde las elites intelectuales a las políticas
de los Estados Unidos en América Central, por ejemplo. Es también probable que
desacredite a otros intelectuales europeos –notablemente en Escandinavia y Alemania
Occidental– que son hostiles a las políticas estadounidenses y a los intereses de los
liderazgos poderosos que anteriormente provenían de los franceses (en los años de
participación de EE.UU. en Vietnam) y el apoyo que ahora necesitan para conformar un
consenso europeo occidental en asuntos internacionales como el desarme. El acalorado
debate en la prensa de Alemania del Este entre Glucksmann y los líderes de la
intelectualidad alemana sobre el pacifismo e INF evidenció la distancia entre ambos y la
habilidad y la disposición de los intelectuales de la nueva izquierda francesa para
argumentar persuasivamente en contra de actitudes que juegan a favor de los soviéticos.
Aunque las políticas estadounidenses no son por cierto inmunes a la crítica intelectual en
Francia, incluso de la derecha, es la Unión Soviética la que está ahora claramente a la
defensiva y es probable que permanezca ahí, al menos en el mediano plazo.
Apéndice A
Aspectos culturales del pensamiento de la nueva derecha
Tanto Pouwels como otros, han apoyado a la antropología de derecha que ve, más
allá de la Revolución, al igualitarismo cristiano como la fuente de debilidad en la
civilización europea. Pouwels y Benoist elogiaron el “elitismo perceptivo” de las
sociedades europeas precristianas como una fuente de virtudes culturales que los europeos
modernos deberían reavivar y renovar.
Las reacciones ante las controvertidas posiciones sociales y éticas de los intelectuales de
la Nueva Izquierda han sido variadas. Los intelectuales marxistas fieles a las ideas y
tendencias de la izquierda los han rechazado de plano; otros, que no pertenecen ni a la
Nueva Izquierda ni a los viejos círculos de izquierda, les han encontrado algunas virtudes.
Regis Debray, por ejemplo, que todavía marca la agenda y la ideología de la izquierda y (a
veces) aconseja a Mitterrand en cuestiones de política exterior, escribe diatribas contra los
nuevos renegados intelectuales, y los condena por renunciar al discurso escrito y
convertirse en superficiales figuras mediáticas. Reclama especialmente que los Nuevos
Filósofos de Izquierda hayan sido rediseñados intelectualmente por la televisión y
convertidos en cabezas parlantes vacías, incapaces de escritura filosófica precisa (10).
Raymond Aron, venerado decano del actual pensamiento conservador francés, detestaba a
los intelectuales de la Nueva Izquierda y a menudo comparaba su anti-igualitarismo
elitista con los peores esfuerzos antidemocráticos del conservadurismo francés. Annie
Kriegel se sumó al temor de Aron de que en la Nueva Izquierda acecharan sentimientos
racistas y fascistas, tanto por la hostilidad que ésta demuestra contra las influencias
culturales foráneas, como en las ideas que profesa en cuestiones de genética, herencia y
etnología.
Pero Aron está muerto, a Debray ya no se lo considera un pensador serio, y Kriegel nunca
se ganó un grupo amplio de seguidores. Frente a estos críticos, la Nueva Izquierda puede
señalar en su favor el aprecio de Michel Foucault, el pensador más profundo e influyente
de Francia. Foucault ha elogiado a los advenedizos porque, entre otras cosas, les ha
recordado a los filósofos las “sangrientas” consecuencias de la teoría social racionalista
de la Ilustración del siglo XVIII y del período revolucionario.
Apéndice B
Bernard-Henri Levy
Barbarie à visage humain (La barbarie con rostro humano), 1977. Levy ubica las raíces
del totalitarismo moderno en el optimismo y el racionalismo de la Ilustración del siglo
XVIII, quien primero definió, según explica, al Estado como un agente del progreso. Desde
este rol, sostiene Levy, el Estado ha demandado invariablemente un poder absoluto,
degradando en mayor o menor medida la autoridad del individuo.
[7]
Hay dos excepciones: Glucksmann y el editor Jean-Eden Hallier son propensos a
declaraciones que frecuentemente son un golpe de inventiva para GRECE. Annie Kriegel
20
escribe para el diario de Hersant, Figaro, pero menos como exponente de las ideas de la
nueva derecha y más como crítica de la izquierda.-