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Francia: la defección de los intelectuales de izquierda


La traducción, edición e introducción a cargo del Colectivo Lobo Suelto
(www.anarquiacoronada.blosgpost.com) quiere ser un llamado a todos aquellos interesados
en pensar activamente el presente (investigar, activar, editar, organizar), advertidos de la
necesidad de renovar la crítica a los poderes, de buscar modalidades orgánicas y no
orgánicas de cooperación, de articular los niveles micro y macro políticos, así como de
estar atentos al lenguaje del control, sea el moderno espionaje con que el Estado y las
corporaciones operan y producen conocimientos de la social, como del control devenido
función social estructurante de la vida cotidiana.

http://anarquiacoronada.blogspot.com/2017/03/los-intelectuales-y-el-poder-la-cia-
y_6.html

Documento original en ingles:


France: Defection of the Leftist Intellectuals

“Francia: la defección de los intelectuales de izquierda”


Un documento de investigación
Alcance de la nota
Tradicionalmente, los intelectuales han desempeñado un papel influyente en la vida política
francesa. Aunque rara vez hayan buscado participar de forma directa en la formulación de
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políticas públicas, han condicionado la atmósfera en la cual lo político se desarrollaba y con


frecuencia sirvieron como importantes formadores de las tendencias políticas e ideológicas
que estructuraban la política francesa. Reconociendo que su influencia en el quehacer
político es difícil de medir, estas notas se enfocan en los comportamientos cambiantes de
los intelectuales franceses y en la estimación de su potencial impacto en el ambiente
político en el que se definen las políticas.

Juicios clave
(Para este informe fue utilizada la información disponible hasta el 15 de noviembre de
1985)

Hay un clima nuevo en la opinión intelectual en Francia; un espíritu antimarxista y


antisoviético que haría difícil movilizar una significativa oposición intelectual a las
políticas de los EE.UU. Tampoco los intelectuales franceses cederían gustosamente su
apoyo, como lo hicieron antes, a sus otros colegas de Europa occidental que se han vuelto
hostiles hacia los EE.UU. en cuestiones como el desarme. Aunque en Francia las políticas
norteamericanas nunca son inmunes a la crítica, es claramente la Unión Soviética la que
ahora está a la defensiva respecto de los nuevos intelectuales de izquierda; y es probable
que así permanezca, al menos en el mediano plazo. La notable serenidad del presidente
Mitterrand hacia Moscú deriva, al menos en parte, desde esta actitud preponderante.

El fracaso de Mitterrand para reunir los apoyos necesarios entre los históricamente
poderosos intelectuales de izquierda de Francia refleja, más que nada, un giro histórico que
puede presagiar un nuevo rol para la intelligentsia. Su Partido Socialista ya no podrá
descansar en los intelectuales para proveerle una racionalidad a sus políticas y acciones, y
vender esa racionalidad a un público francés habituado a asignarle una gran importancia a
las explicaciones de sus élites intelectuales.

El fracaso de las políticas de Mitterrand y la efímera alianza con los comunistas


pudo haber acelerado el descontento con su gobierno, pero los intelectuales de izquierda se
fueron distanciando ellos mismos del socialismo –tanto del partido como de la ideología– al
menos desde comienzos de los años setenta. Guiados por un grupo de jóvenes renegados de
las filas del comunismo, considerados a sí mismos como los Nuevos Filósofos, muchos
nuevos intelectuales de izquierda rechazaron el marxismo y desarrollaron una profunda
antipatía hacia la Unión Soviética. El antisovietismo, de hecho, se ha convertido en una
herramienta de legitimidad de los círculos de izquierda, debilitando el antiamericanismo
tradicional de la intelectualidad de izquierda y permitiendo que la cultura estadounidense –e
incluso la política y la política económica– entrara en auge.

La amplia aceptación de esta creciente mirada crítica del marxismo y de la Unión


Soviética ha sido acompañada por una declinación general de la vida intelectual en Francia
que ha socavado el compromiso político de los intelectuales de izquierda. Aunque ahora
estén menos dispuestos a involucrarse en asuntos partidarios, nosotros creemos que los
nuevos intelectuales de izquierda pesarían con fuerza en dos frentes:
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 Sostendrían a los socialistas moderados que están esforzándose por crear una base
para una alianza de centro izquierda.
 Se opondrían a cada esfuerzo de los socialistas duros para rehacer la ahora difunta
“unidad de la izquierda” con el Partido Comunista Francés en las próximas elecciones
legislativas.

Este nuevo activismo de izquierda probablemente aumentará la polémica entre los


dos partidos de izquierda y en el interior del Partido Socialista, y también es probable que
incremente las deserciones de los votantes de ambos campamentos socialista y comunista.
Sumario:

Alcance de la nota iii


Juicios clave v
Introducción 1
Un rol tradicional 1
Un giro histórico: El “silencio” de los intelectuales de izquierda 3
Los “Nuevos Filósofos” 4
No hay más “Sartres”, no más “Gides” 6
Causas de la deserción de los intelectuales de izquierda 6

La bancarrota de la ideología 6
Antisovietismo 7
Perspectivas de la influencia de los intelectuales 8
Decadencia de la vida intelectual 8
Reincorporación limitada 10
Intelectuales franceses e intereses americanos 11
APÉNDICES
A. Aspectos culturales del pensamiento de la Nueva Derecha 13
B. Libros importantes de Gluscksmann y Levy 15

“Hay un letargo bastante espectacular en la vida intelectual de este país. Nunca antes
había percibido semejante silencio, semejante vacío. Es como una familia en la que alguien
ha muerto.” Alain Touraine

Introducción

Los intelectuales importan en Francia probablemente más que en la mayoría de las


democracias occidentales. Tradicionalmente han jugado un rol fundamental en los procesos
políticos como apologistas de las posiciones de varios partidos y como “windows dressing”
en la búsqueda de respetabilidad doméstica e internacional. Además, ellos son escuchados;
los talk shows y programas de entretenimiento presentan densas sesiones de debates
intelectuales que son muy populares. Por una variedad de razones muy complejas, la
izquierda ha cobijado a la gran mayoría de los intelectuales desde la II Guerra Mundial,
invistiendo a algunos de ellos de importantes roles de liderazgo. Los intelectuales franceses
4

han defendido rutinariamente los esquemas domésticos de los partidos Socialista (PS) y
Comunista (PCF) y lideraron la ofensiva contra las políticas de los EE.UU. en Europa y el
Tercer Mundo. El presidente Mitterrand –un intelectual hecho y derecho– se ha rodeado de
“pensadores” y ofreció cargos importantes a reconocidos intelectuales.

Aun antes de que los socialistas asumieran sus cargos en 1981, sin embargo, estaba
claro que esta identificación intelectual con la izquierda estaba debilitándose. El peor
secreto mal guardado en los círculos del PCF de la pasada década fue que virtualmente
cada intelectual comunista de alguna estatura había muerto o desertado del partido. Aunque
los socialistas dirigieron la cooptación de unos pocos desilusionados, los recientes críticos
del marxismo derivaron fácilmente en la neutralidad e incluso en la derecha. Con una o dos
excepciones, importantes intelectuales –como el antropólogo Michel Foucault– refutaron
posiciones del gobierno de Mitterrand. Y cuando más tarde los socialistas intentaron atraer
a los intelectuales para defender sus políticas fallidas contra la crítica de la derecha, los
intelectuales nuevamente se rehusaron, esta vez con una cascada de abusos públicos del
gobierno.

Este análisis se enfoca en las relaciones cambiantes entre los intelectuales franceses
y los grupos políticos, en el contexto de un cambio de la base intelectual en el seno de la
sociedad francesa. Esto asevera la dramática descomposición de la alianza dominante de la
segunda posguerra entre los intelectuales y la izquierda, la declinación general del
posicionamiento de los intelectuales en la sociedad francesa, las perspectivas de una
reasunción del “compromiso” intelectual con la política, y las implicancias de estas
tendencias para las políticas francesas a la vez que para los intereses de los EE.UU.

Un papel tradicional

La intelectualidad francesa –término que comprende a periodistas, artistas,


escritores y maestros– ha diseñado un papel especial para sí misma como intérprete de la
tradición política, en especial como intérprete de las consecuencias e implicancias de la
Revolución Francesa. Los franceses han mirado el permanente debate intelectual sobre el
significado de su historia como una base para entender a la sociedad francesa, y el curso de
las políticas francesas ha sido ocasionalmente desplazado por una fuerte postura de parte de
los intelectuales (ver el insert).

 Izquierdistas y derechistas mantuvieron en Francia un balance de las fuerzas


intelectuales durante buena parte del período previo a la Segunda Guerra Mundial. En el
siglo XIX y en las tres primeras décadas del XX, las críticas conservadoras de la tradición
revolucionaria, como de Maistre, Tocqueville y Péguy, eran equitativamente emparejadas
por los intelectuales de izquierda como Babeuf, Proudhon y Jaurés, que incluían tanto al
radicalismo revolucionario del siglo XIX como al socialismo del XX.

Los intelectuales y el Caso Dreyfus


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El Caso Dreyfus (fines del siglo XIX) cristalizó en la opinión pública francesa una imagen
del tipo de sociedad en la que se habían convertido, y puso de relieve el hecho de que
varios grupos –la iglesia, los militares, políticos, periodistas permanecieran ligados a
principios y valores de la tradición revolucionaria. Los intelectuales, liderados por el
novelista y periodista Emile Zola, cumplieron un rol fundamental en la incitación a un
debate público sobre las cuestiones implicadas en el caso. Cuando Zola lanzó sus famosos
editoriales en defensa de Dreyfus y contra el gobierno y sus aliados, los acusó no sólo de
subvertir la justicia y la moral, sino también –cuestión más importante en el parecer de sus
lectores- de traición a la tradición revolucionaria.

En 1896, Dreyfus, un oficial judío adjunto al Estado Mayor Francés, fue acusado y
condenado por entregar secretos militares a los alemanes. Revelaciones de que había sido
condenado sobre la base de pruebas fraguadas, y de que el gobierno había confeccionado
más pruebas aún para ocultar la manipulación que hacía de la justicia, polarizaron a la
sociedad francesa y avivaron un sentimiento nacional de procura de mayor moralidad
pública y valores históricos.

Sin embargo, esta paridad se evaporó durante la guerra. Por un lado, el


conservadurismo francés terminó desacreditado no solo por su nacionalismo xenófobo, su
antiigualitarismo y sus coqueteos con el fascismo durante los años previos a la guerra, sino
también por la participación de sus exponentes más destacados en el régimen del
colaboracionista Vichy. Por otro lado, la izquierda (con excepción del PCF en el breve
tiempo del pacto nazi-soviético) se plantó de frente contra el fascismo y la ocupación. Ello
formó la columna vertebral y un gran bloque de luchadores en la Resistencia y, en medio de
todo esto, los comunistas desempeñaron un papel dominante (a menudo a su propio favor).
La Unión Soviética, que fue vista durante años como aislada en su posición contra
Alemania, se convirtió en un brillante ejemplo para la Resistencia; Annie Kriegel,
comunista y líder intelectual francesa, explica: “Es cierto que los estadounidenses nos
liberaron, pero el punto de giro de la guerra fue Stalingrado. El Ejército Rojo fue quien nos
dio esperanza”.

Mientras que la derecha francesa quedó intelectualmente hecha añicos por la guerra,
la izquierda emergió preparada para reclamar el botín de su éxito en la Resistencia y su
lealtad con todas las banderas de todos aquellos que amaban la libertad y la igualdad.
Durante la posguerra, los socialistas y especialmente los comunistas atrajeron a un gran
número de intelectuales. Los conservadores mantuvieron su resistencia desde el poder, sin
embargo, y la izquierda se asentó en el lugar de la oposición en los años cincuenta y
sesenta. La intelectualidad de izquierda se convirtió en maestra en la elaboración de
fórmulas para los socialistas y comunistas dirigidas a la remodelación de la sociedad
francesa y para la producción de una descarga constante de críticas contra las políticas de
los sucesivos gobiernos conservadores (1).

[1]
1 Raymond Aron, uno de los pocos pensadores significativos que resistían la absorción, deploró la
afinidad de sus pares con la izquierda –especialmente su servilismo aceptando tantas atrocidades como las
purgas estalinistas y el demoledor levantamiento húngaro, y su hipocresía defendiendo semejante farsa como
6

Los partidos comunista y Socialista también trataron de establecer y perpetuar, por


dos caminos, lo que la crítica recientemente apodaba como “intelectocracia” de izquierda.
Primero, financiaron numerosos diarios, análisis críticos, periódicos, a través de los cuales
los intelectuales podían canalizar sus torrentes de invectivas contra el régimen y la sociedad
francesa. Segundo, ayudaron a institucionalizar al establishment intelectual de izquierda y a
constituir su auto perpetuación asegurándose la sindicalización de las universidades y de la
escuela secundaria. Ambos esfuerzos ayudaron a garantizar que todo aquel que circulara
dentro de la elite intelectual francesa fuera ideológicamente adaptado a sus prejuicios y
lealtades partidarias. Este sistema funcionó casi impecablemente por un tiempo; solo en los
últimos años de la década de los años sesenta, algunos renegados han rechazado las
enseñanzas de sus maestros formadores académicos y dirigieron la carga contra la
izquierda.

Un cambio histórico: El “llamativo” silencio de los intelectuales de izquierda

La situación había cambiado dramáticamente cuando los socialistas llegaron al


poder en 1981. La sorpresa y preocupación de los funcionarios socialistas ante el magro
apoyo de los intelectuales fue un secreto mal guardado entre los círculos de gobierno. Solo
algunos intelectuales de peso –Max Gallo, Regis Debray y Antoine Blanca– habían
aceptado los numerosos puestos ofrecidos por el gobierno de Mitterrand; algunos habían
criticado abiertamente las acciones y políticas del gobierno, en especial la decisión de
encomendar a los comunistas cuatro ministerios. Con frecuencia, la intelectualidad mostró
signos de caer en un silencio inhabitual que rápidamente generó preguntas perturbadoras en
la prensa sobre las relaciones entre el gobierno y sus aliados intelectuales. Importantes
diarios de opinión, siempre rápidos para percibir cada cambio sutil en las discusiones
políticas, comenzaron a preguntarse si los intelectuales eran “siempre de izquierda” y a
observar la ausencia irónica del entorno intelectual en el gobierno de un presidente
izquierdista (siendo él mismo un intelectual bien establecido).

 Mitterrand redobló el esfuerzo para reclutar adeptos entre los intelectuales, luego de
verse forzado a dar marcha atrás ante el fracaso de sus políticas de expansionismo
económico y de adoptar medidas de austeridad económica que suscitaron críticas violentas
desde la izquierda tanto como desde la derecha, pero en especial desde los conservadores
del círculo de los Nuevos Derechos de Francia, donde un “renacimiento intelectual” estaba
en plena marcha (ver insert). Casi sin dudas bajo las órdenes de Mitterand, el vocero
presidencial Max Gallo –un notable novelista e historiador– escribió en Le Monde, en el
verano de 1983, un editorial acerca del “silencio de los intelectuales”. Gallo urgía a los

el culto a la personalidad de Stalin. Aron analizó en su estudio sobre el fenómeno -El opio de los
intelectuales (1955)- que la izquierda contemporánea, particularmente los comunistas, había tenido éxito
ganando y manteniendo las lealtades de los intelectuales porque había gratificado dos necesidades
profundamente sentidas: aseguró a los intelectuales su relevancia en el proceso político, y organizó y dio
rienda suelta a su desenfrenado penchant for criticism.
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intelectuales de izquierda a hablar claro, arguyendo que las cuestiones vitales del momento
–en particular las políticas económicas del gobierno, pero también el registro de cuestiones
políticas como el terrorismo y el delito– demandaban un gran debate público, y que la
ausencia de una refutación desde la izquierda prácticamente abandonaba la opinión pública
a manos de la derecha. La apelación de Gallo provocó una fuerte respuesta de los
intelectuales, muchos de los cuales se explayaron y defendieron su “silencio”. Finalmente,
uno de los críticos argumentó que Gallo y el gobierno serían más inteligentes si aceptaran
el silencio de los intelectuales como lo mejor que podían obtener, y que si los izquierdistas
hablaran claro, ellos solos juntarían una legión de críticos del gobierno. El fracaso del
esfuerzo de Gallo fortaleció la creciente percepción pública de que los intelectuales habían
desertado de la izquierda. Cuando el propio Gallo se retiró de su cargo gubernamental
menos de un año después –mencionando su deseo de retornar a su vida artística–, la mayor
parte de las dudas remanentes sobre la desafectación de los intelectuales parecían haberse
evaporado(2).

“Renacimiento intelectual” en la derecha

El rejuvenecimiento de la actividad intelectual conservadora de la así llamada Nueva


Derecha se diferencia claramente del movimiento de los Nuevos Filósofos o Nueva
Izquierda. La espectacular efervescencia del pensamiento conservador en años recientes
está asociada sobre todo con la obra de Jean-François Revel y otros renegados de la École
Normale Superieure, que comenzaron polemizando contra la ética gimnástica de Jean Paul
Sartre en defensa de la URSS, y continuaron con alegatos contra la superficialidad de la
vida intelectual comunista. Ahora, dice el prominente historiador Emmanuel Le Roy
Ladurie, han asumido la tarea aún mayor de reorientar el discurso intelectual, corriendo el
foco del tradicional eje “derecha versus izquierda” hacia el eje “totalitarismo versus
libertad”.

Estimulada por escritores y editores ligados de una manera u otra al barón de la prensa de
derecha Robert Hersant, la Nueva Derecha francesa ha recogido la propuesta de revivir el
liberalismo europeo clásico y proponerlo como el elixir que Francia necesita para
recobrarse de la “mala gestión” socialista. Más aún, el liberalismo –que, según sus
adherentes, ha reducido el rol del gobierno y forzado a la gente a ser más autosuficiente-
se ha convertido en la receta de los conservadores contra las aflicciones de la sociedad
francesa de posguerra. Los jóvenes políticos conservadores que hacen suya la consigna
han argumentado, tanto ante la prensa como en reuniones privadas con diplomáticos
estadounidenses, que la derecha debería empujar a los franceses a tener mayor confianza
en sí mismos. Según ellos, una tarea fundamental del gobierno conservador consistiría en
disminuir su propia función, tanto de recaudador de impuestos como de gestor, director o

2 Gallo, arrastrado por la corriente por un tiempo, escribió un libro que, entre otras cosas, critica al PCF.
Cuando la titularidad del diario socialista Le Matin cambia de manos en los primeros días del año, Gallo pasa
a ser su editor y, algunos lo habían especulado, por instancias de Mitterrand.
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generador de gastos. Además de apoyar esta idea de gobierno, la mayoría de los nuevos
liberales están a favor de que los poderes y recursos extremadamente centralizados del
gobierno francés sean devueltos a las administraciones subnacionales. Un lento proceso
que ha tomado impulso reciente con los socialistas.

Los “Nuevos Filósofos”. Una de las razones del fracaso de Gallo para movilizar a
los intelectuales de izquierda fue que ignoró a la camarilla de intelectuales jóvenes
incendiarios que por más de una década venían realizando conversiones bien publicitadas
entre militantes izquierdistas, atacando a la izquierda francesa como peligrosa e
implícitamente totalitaria. Promocionándose ellos mismos como los “nuevos filósofos”, en
su mayoría eran antiguos comunistas que habían dejado el partido antes de los traumáticos
hechos de Mayo de 1968 (3). Muchos de ellos eran graduados de la más prestigiosa escuela
de preparación de profesores y pensadores, la Escuela Normal Superior (ENS), y tenían en
común no solo el banco izquierdo del movimiento estudiantil de los años sesenta sino
también su rechazo a las sofisterías estalinistas enseñadas en la ENS.

Los nuevos filósofos se vieron motivados por dos acontecimientos. Primero, la


pusilanimidad de los partidos tradicionales de izquierda durante las revueltas de 1968 les
arrancó las vendas de los ojos, provocando el rechazo a sus lealtades con el Partido
Comunista, con el socialismo francés, e incluso con los principios esenciales del marxismo.
Segundo, en los tempranos años setenta, muchos se habían inclinado también hacia la
búsqueda de una crítica minuciosa de la Unión Soviética, una tendencia acelerada en
Francia por la publicación de El Archipiélago de Gulag, de Soljenitsin, en 1975. Bajo estos
estímulos, ellos reexaminaron la tradición completa de la izquierda de Francia y Europa.
Dos líderes de 1968, Bernard-Henry Levy y André Glucksmann, escribieron numerosos
libros muy populares que trataron de poner al desnudo las falacias de la tradición intelectual
de izquierda. Argumentaron que no había socialismo en Francia que no llevara implícito el
marxismo y que toda idea marxista era básicamente totalitaria.
 Los nuevos filósofos, más que compensados por su prosa a menudo abstrusa, lo fueron
por las personalidades mediáticas excitadas y defensoras de sus puntos de vista en largos e
intelectualizados programas de radio y televisión a los que los franceses son tan afectos. Sin
embargo, su influencia fue principalmente negativa dado que tenían poco que ofrecer en el
plano de las propuestas prácticas para un nuevo programa. A pesar de la amplia denuncia a
lo que Levy llamó “la ceguera de la izquierda”, los nuevos filósofos profesaron una
continua antipatía por el gaullismo y una aceptación del capitalismo sólo en términos del

3 [3] En mayo-junio de 1968, meses antes de la intensificación de las protestas, los estudiantes levantaron
barricadas en la universidad de París e iniciaron un período de guerra de guerrillas en las calles del Barrio
Latino. La protesta se extendió a otras ciudades universitarias; los estudiantes estaban acompañados por 7
millones de trabajadores en huelga (que ocupaban fábricas), el transporte y los servicios públicos parados al
tope; y los 10 años del antiguo gobierno del general de Gaulle se tambalearon. Los estudiantes marxistas
miraban al Partido Comunista en búsqueda de liderazgo y de una declaración de un gobierno provisional, pero
los líderes del PCF ya estaban tratando de refrenar la revuelta obrera y denunciaron a los estudiantes radicales
como anarquistas confundidos. Muchos estudiantes concluyeron que el PCF había hecho un trato con de
Gaulle, quien finalmente liquidó la revuelta.
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“mal menor”. Levy se convirtió en el jefe editor de Grasset –una de las más importantes
editoriales francesas– desde donde logró asegurar que las ideas de los nuevos filósofos
tuvieran fácil acceso al público. Inmediatamente los libros de los nuevos filósofos se
convirtieron en best-sellers –una increíble hazaña en momentos en los cuales la mayoría de
los trabajos filosóficos alcanzaban la publicación solo a través de las editoriales
universitarias fuertemente subsidiadas–. Observadores bien informados de todo el espectro
político han notado la profunda influencia de los nuevos filósofos en el pensamiento
posterior a la generación de los años sesenta.

“No hay más Sartres, no hay más Gides”. La deserción de los jóvenes intelectuales del
marxismo y del PCF dejó en manos de los viejos mandarines marxistas el sostenimiento de
la tradición. Sartre, Roland Barthes, Jacques Lacan y Louis Althusser –la última camarilla
de los comunistas savants– cayeron bajo el fuego implacable de sus antiguos protegidos
pero ninguno tuvo el estómago para pelear en la retaguardia en defensa del marxismo (4).
Críticos prominentes –entre ellos, los nuevos filósofos– habían sido exitosos en persuadir a
la presente generación sobre las “estupideces” de Sartre, los males del marxismo y la
barbarie del comunismo soviético. Como resultado, el joven movimiento comunista se ha
atrofiado incluso en los campus universitarios, las publicaciones comunistas dirigidas a los
jóvenes intelectuales –como es el caso de Revolution, del PCF– están languideciendo, y no
hay ya intelectuales de peso que pertenezcan o incluso apoyen al PCF (5).

Causas de la deserción de los intelectuales de izquierda


La bancarrota de la ideología marxista. El distanciamiento con el marxismo como sistema
filosófico –parte de la mayor retirada ideológica entre los intelectuales de todos los colores
políticos– fue la fuente de una fuerza particular y de una extendida desilusión intelectual
con la izquierda tradicional. Raymond Aron trabajó largos años para desacreditar a Sartre,
su viejo compañero de cuarto, y a través de él, a todo el edificio intelectual del marxismo
francés. Sin embargo, los intelectuales que se erigieron como verdaderos creyentes fueron
mucho más efectivos en la tarea de socavar el marxismo, al aplicar la teoría marxista a las
ciencias sociales pero que terminaron repensando y rechazando la tradición entera (ver
insert).

Estudios marxistas en ciencias sociales, obsoletos

Entre los historiadores franceses de posguerra, la influyente escuela de pensamiento


ligada a Marc Bloch, Lucien Febvre y Fernand Braudel ha superado a los historiadores
marxistas tradicionales. En los años cincuenta y sesenta, la Escuela de los Anales –como

4 [4] Althusser, que fue el mentor de Levy y de Glucksmann en la ENS, estranguló a su mujer en 1980 y
terminó sus cinco últimos años de vida en prisión. En su última entrevista televisiva, Sartre admitió que el
marxismo había resultado un fracaso.
5 Los socialistas de Mitterrand se beneficiaron mucho más, en 1981, por el 16 por ciento de neogaullistas de
Jacques Chirac que se quedaron en casa en vez de ir a votar a Giscard d‟Estaing, y por el 5 por
ciento de votantes de centro, que previamente se encontraban en el campo de Giscard, y se pasaron, para dar
una oportunidad a los socialistas.
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es conocida por su principal periódico- cambió de cuajo los estudios históricos franceses,
principalmente al desafiar y luego rechazar las hasta entonces dominantes teorías
marxistas del progreso histórico. Pese a que muchos de sus exponentes afirman estar “en
la tradición marxista”, lo que quieren decir con eso, simplemente, es que toman el
marxismo como punto de partida crítico para tratar de descubrir los auténticos modelos de
la historia social. La mayoría de las veces han concluido que las nociones marxistas sobre
las estructuras del pasado –relaciones sociales, patrones de eventos e influencia de estos
en el largo plazo– son simplistas e inválidas.

En el campo de la antropología, la influyente escuela estructuralista ligada a Claude Levi-


Strauss, Foucault y otros, cumplió virtualmente la misma misión. A pesar de que tanto el
estructuralismo como la metodología de los Anales están atravesando tiempos difíciles,
creemos que su demolición crítica de la influencia marxista sobre las ciencias sociales
puede perdurar como una sólida contribución a los estudios modernos tanto en Francia
como en el resto de Europa Occidental.

Los intelectuales de izquierda que no fueron hostiles al socialismo –Max Gallo


quizás sea el mejor ejemplo– fueron conducidos a la deserción por los evidentes fracasos de
la implícita ideología de izquierda en los primeros intentos de Mitterrand por socializar a
Francia. Hacia 1983, la mayoría de los socialistas estaban listos para admitir rápidamente
que su programa de expansión económica y fortalecimiento de los presupuestos destinados
al bienestar social no funcionarían, y la dosis de austeridad que esas políticas forzaron hizo
sonar el anuncio del fin de la ideología de izquierda, según muchos observadores bien
informados. Alain Touraine –sociólogo izquierdista y en ocasiones editorialista del
periódico socialista Le Matin– ha escrito quizás el epitafio del socialismo: “El mérito
esencial del ala izquierda gubernamental ha sido librarnos de la ideología socialista”. Un
notable académico remarcó recientemente lo doblemente irónico que ha sido en la Quinta
República que le correspondiera a De Gaulle librar a Francia del colonialismo, y a
Mitterrand librarse del socialismo.

Estados Unidos y la URSS ante la opinión pública francesa

Encuestas de opinión recientes muestran que en Francia la imagen positiva de la Unión


Soviética ha disminuido de manera sostenida en los últimos tres años, mientras que la de
los Estados Unidos ha crecido sustancialmente. Sondeos realizados justo antes de la
reciente cumbre Reagan-Gorbachov por la encuestadora más respetada de Francia
muestran, por ejemplo, que el 59 por ciento de los franceses tiene una imagen desfavorable
de la URSS, contra un escaso 9 por ciento favorable (6). En cambio, la imagen de los
Estados Unidos fue positiva en un 43 por ciento y negativa en un 27 por ciento, una mejora
notable en comparación con una encuesta similar realizada en 1982, que mostraba un 30
por ciento de imagen positiva contra un 51 por ciento de imagen negativa. Interrogados
sobre asuntos específicos, los encuestados consideraron fuertemente positiva la ventaja
que lleva Washington sobre Moscú en términos de desarrollo económico, derechos de los

6 Encuesta realizada entre el 9 y el 14 de noviembre de 1985 por Sofres y publicada en Le Monde el 19 de


noviembre de 1985.
11

trabajadores, libertades individuales, antirracismo, reducción de la desigualdad social,


aumento de la calidad de vida, acceso a asistencia sanitaria y ayuda al Tercer Mundo. De
acuerdo con la Embajada de los Estados Unidos en París, otras encuestas publicadas
muestran un aumento similar de la confianza de la opinión pública francesa en los Estados
Unidos en desmedro de la URSS.

Antisovietismo. Según varios observadores agudos, el odio al totalitarismo soviético ha


echado profundas raíces en la izquierda francesa (ver insert), motivado en parte por las
investigaciones e implacables polémicas de Glucksmann y Levy. Estudios académicos y
notas de prensa sobre la bancarrota del marxismo en Francia les han atribuido a los nuevos
filósofos un papel central en convencer a una completa generación de intelectuales
franceses de que:
 El Estado soviético es una prueba de que “la revolución marxista es un mito”, una
broma cínica que, lejos de marchitarse, impone una monstruosa máquina reaccionaria (7).
 La quintaesencia de la distinción y la libertad intelectuales en el mundo moderno es
tener una aversión decente a la Unión Soviética.

El culto persistente al estalinismo dentro del PCF y el sostenimiento obsequioso del


partido de los intereses soviéticos, manifiesto en todos los diarios y periódicos del PCF,
ayudó a trasladar el antisovietismo en rechazo al PCF. Las recientes publicaciones de
documentos secretos concernientes a las relaciones del comunismo francés con el Kremlin
durante la invasión a Checoslovaquia han mostrado vívidamente cómo el partido francés
aceptó sumisamente la dirección de Moscú y sus justificaciones. Rememoraciones de la
solidez del culto de la personalidad de Stalin en el partido francés –especialmente en su
apogeo de los años cincuenta, cuando intelectuales del partido acumulaban ridículas
alabanzas (en prosa y en poemas) para el líder soviético con cualquier excusa– han
provocado el rechazo al sovietismo desde lo más personal y sincero, según los análisis
académicos. Tanto observadores académicos como periodistas han registrado que la
predisposición intelectual en contra del marxismo, combinado con una reciente moda de
desdén por la Unión Soviética, ha pasado por encima de una barricada en apariencia
inexpugnable entre la Inteligencia de la nueva izquierda y el comunismo francés (ver
insert).

Esta aversión incluso representó hasta cierto punto la fuerte antipatía de los intelectuales de
izquierda hacia el gobierno de Mitterrand. Cuando los socialistas forjaron la “unión de la
izquierda” como una elección táctica a fines de los años setenta, los nuevos filósofos los
criticaron; cuando la misma alianza resurgió en 1980, los nuevos filósofos prepararon la

7 En sus populares libros (ver apéndice B), Glucksmann y Levy argumentan que la máquina alimenta a una
humanidad ingenua en parte a través de sofistiquerías de intelectuales corruptos. De hecho, dice Levy: “La
única revolución exitosa de este siglo es el totalitarismo”, al cual el estado soviético ha provisto maestros
consumados y durables. De ahí, también, la ecuación de los nuevos filósofos, popularizada por Glucksmann,
“Hitler=Stalin. Stalin=Hitler”.
12

deserción del Partido Socialista; y cuando Mitterrand invitó a los comunistas a participar de
su gobierno en 1981, ellos se trasladaron en pleno a la oposición.

 Los intelectuales que permanecieron en las filas socialistas guardaron silencio. Nada de
lo que ha hecho Mitterrand –incluyendo la línea dura de los socialistas con la Unión
Soviética, las explicaciones de Mitterrand sobre su necesidad de nombrar algunos ministros
comunistas para comprar la paz obrera entre los sindicatos controlados por los comunistas,
ni la salida del gobierno de los comunistas en 1984– ha revertido la hostilidad de los
nuevos filósofos. Levy resaltó mordazmente que era como “tener cuatro ministros fascistas
en el gobierno”. Hasta ahora, los intelectuales de la nueva izquierda no se han mostrado
inclinados a perdonar a Mitterrand por sus coqueteos con los comunistas, ni a conmiserarse
por su espectacular fracaso en lograr que el socialismo funcione.

La “piedra de toque” del anti-sovietismo

Jorge Semprún, pensador de la Nueva Izquierda y desertor del Partido Comunista


Español, refleja el pensamiento de la generación actual en la respuesta que da a una
pregunta del periódico intelectual Le Debat.

LD: ¿Qué significa ser [un intelectual] de izquierda en la Francia de hoy?

JS: Hoy, la piedra de toque del pensamiento de izquierda es una actitud crítica frente a la
URSS, uno de cuyos corolarios es el rechazo a los partidos que responden a la tradición
del Comintern [el PCF]… La cuestión central no es la barbarie de Pinochet, ni la
demolición de la fábrica de acero de Lorraine, ni siquiera el redespliegue imperial de
Reagan. La cuestión fundamental es tomar una posición frente a la URSS.

Jacques Rouknique, experto en asuntos soviéticos del respetado Institut de Science


Politique, sigue de cerca tanto a la Unión Soviética como a la opinión que los franceses se
hacen de ella. Poco antes de la reciente visita a París del Secretario General Gorbachov,
Rouknique le dijo a un entrevistador: “Aquí, en los últimos diez años, se ha producido un
cambio drástico en la percepción de la Unión Soviética. Los intelectuales han abandonado
el marxismo y han descubierto el gulag y los horrores del sistema soviético. En términos
generales… [El marxismo] ya no inspira a la gente de izquierda, e incluso dentro del
Partido Comunista hay fuertes voces críticas”.

Perspectivas para la influencia intelectual

Si bien los intelectuales de izquierda jugaron un papel fundamental durante más de una
década en fortalecer la “opinión pública” hacia el marxismo y la Unión Soviética, su
influencia parece estar menguando y es poco probable que en el futuro logren tener una
fuerte incidencia en asuntos políticos. El anti marxismo y el antisovietismo, que lograron
captar la atención a principios de los setenta, han cobrado vida propia y se convirtieron en
13

parte fundamental de la ortodoxia intelectual francesa al punto tal que los nuevos filósofos
no parecieran tener nada nuevo para decir. Más aún, ha habido una tendencia a alejarse de
la ideología hacia enfoques más pragmáticos a la hora de resolver problemas políticos, lo
que ha tendido a perjudicar el prestigio de los intelectuales en general.

Declive de la vida intelectual. Pareciera que muchos intelectuales de izquierda han caído
en una especie de languidez siguiendo sus vigorosos rechazos a la ideología y la afiliación
partidaria; otros –como Emmanuel Le Roy Ladurie, Pierre Chanou y Michel Sarre– han
intentado suscitar un debate nacional ante el evidente declive de la vida intelectual francesa.
Algunos han vinculado el deterioro del prestigio de los intelectuales al ascenso de una
sociedad y una economía de alta tecnología, y no hay contradicción en que la juventud
francesa, que alguna vez siguió cada nueva moda intelectual, ahora piense en carreras de
ciencias y negocios:
 Las encuestas de opinión muestran que las “profesiones intelectuales” han perdido
significativamente terreno con respecto a carreras técnicas y de negocios en la estima de los
jóvenes.
 El año último, las elecciones estudiantiles para juntas directivas redundaron en un
abrumador número de nuevos funcionarios universitarios conservadores o “aideológicos”,
según reportes de prensa. El historiador y ex comunista Emmanuel Le Roy Ladurie indicó
que estaba sorprendido de la cantidad de estudiantes y jóvenes docentes de la Universidad
de París que se habían alejado de la izquierda.
 Una prueba adicional del cambio en la actitud es evidente adentro del aula. Las
reformas educativas de la última década, diseñadas para incentivar a los estudiantes a
ingresar a carreras técnicas y de negocios, fueron ferozmente resistidas por estudiantes y
profesores durante los setenta. Ya en la primavera de 1983, cuando Mitterrand intentó
extender estas reformas, hubo protestas estudiantiles en muchas universidades. Ahora, los
hermanos y hermanas más pequeños de los alborotadores, llenan los abarrotados cursos de
economía y ciencias, incluso en universidades de tradiciones izquierdistas como la
Universidad de París, en Nanterre, donde la moda del intelectual marxista dominó la escena
hasta al menos la mitad de los años setenta.

Algunas respuestas a una encuesta de opinión sobre marxismo y radicalismo en el


Campus de Nanterre de la Universidad de París.

Guy Lachenaud, catedrático de nivel inicial en 1968 y ahora, a los 46 años, vicepresidente
de Nanterre:

Ya no hay movimiento estudiantil. Los pocos grupos que sobreviven conjugan un mínimo
de retórica militante con montones de horas en la fotocopiadora.

El vendedor del puesto de publicaciones marxistas (Rouge, Revolution, Lutte Ouvrière,


etc.) del campus:

Encargo cinco copias [de cada una] por semana, y me cuesta trabajo vender dos o tres.
14

Un estudiante:

En el 68 papá estaba en las barricadas. Yo voy a hacer la mía en un banco.

Anónimo:
¿Hoy? Esto es la no-revolución permanente.

 Las carreras intelectuales, que solían estar prácticamente reservadas para quienes
concurrían a los colegios de elite, parecen no estarles más aseguradas. El gobierno de
Fabius, por ejemplo, acabó anunciando un programa para emplear en los gobiernos locales
y en el gobierno nacional y en otras empresas a los graduados de la Escuela Normal
Superior que permanecieran desempleados. Los socialistas han forzado a los extranjeros
residentes a abandonar sus trabajos como docentes de los niveles bajos, presumiblemente
para liberar puestos para los propios franceses.
 Algunos críticos, como el filósofo Michel Serres, argumenta que los intelectuales, en
particular de la izquierda, están prácticamente “acelerando”, pero que otros apuntan a un
declive de la vitalidad intelectual. Marc Riglet, editor de France-Culture y Conference
Master del Instituto de Estudios Políticos de París, sostiene que los intelectuales franceses
no logran movilizar y comprometerse en un discurso vital porque no son tan capaces como
solían serlo. Riglet ve este desenvolvimiento como parte de la inercia cultural de una
década pasada que había llegado para caracterizar a Francia.

Otros intelectuales como Alain Besancon y numerosos intelectuales conservadores


acuerdan con Riglet en que la languidez intelectual es parte de un ciclo de declinación
cultural. Argumentan de modo persuasivo –en artículos y libros, así como en programas
televisivos– que no hay ya Flauberts, Prousts o Baudelaires; más aún, observadores agudos,
como los historiadores Besancon y Pierre Goubert, dicen que no hay razones para esperar
que pronto surja alguno. Mitterrand y el ministro de Cultura Jack Lang, a pesar de doblar el
presupuesto del Ministerio de Cultura, no han podido detener la marea de quejas en torno a
que la “creatividad está en baja en Francia”, y que a lo largo del espectro cultural, “la
ausencia de innovación es llamativa” (8).

Una conferencia en París organizada durante el año último para tratar el tema “la
identidad francesa”, viró hacia al letargo de los intelectuales franceses y la implicancia para
su futuro rol en la política. Los participantes parecieron acordar que la ideología –de
izquierda o de derecha– será incapaz de movilizar a los intelectuales en el futuro. El “mal
trago” que causó la desilusión con respecto al marxismo en prácticamente todos los
intelectuales izquierdistas, se ha traducido directamente en una especie de neutralismo que
ha contribuido a su inmovilización. Incluso el “liberalismo” –entendido como menos

8 El conocido ataque de Lang al "imperialismo cultural estadounidense" en 1981 y sus convocatorias


posteriores de una conferencia internacional de intelectuales de izquierda provocaron fuertes críticas,
especialmente del Wall Street Journal, sobre la reciente pobreza de la productividad cultural francesa,
especialmente en comparación con los logros estadounidenses . Estas acusaciones dieron lugar a una gran
autocrítica por parte de intelectuales franceses, como Besancon y Riglet.
15

gobierno y más autosuficiencia– tuvo apenas un débil apoyo tanto en los intelectuales como
en la opinión pública, a juzgar por las encuestas recientes y los artículos en los diarios.

Reinvolucramiento limitado. Sin embargo, algunas cuestiones probablemente continuarán


atrayendo a los intelectuales hacia la lucha. En una encuesta reciente, los más prominentes
escritores indicaron que están preparados para reanudar gran parte de la participación
política que alguna vez fue característica de la izquierda intelectual, pero que ya no se
movilizarían por partidos e ideología. Un tema más atractivo para comprometer de nuevo a
los intelectuales sería la identidad cultural francesa, estrechamente vinculada con las
cuestiones sensibles de las influencias extranjeras en Francia, la inmigración y el racismo.
La retórica antiinmigrante y el racismo asociados con el surgimiento del Frente Nacional,
de extrema derecha, galvanizaron a muchos intelectuales de izquierda hacia la acción, sobre
todo en las protestas callejeras organizadas por un grupo antirracista llamado S.O.S.
Racismo.

El antisovietismo, que en la actualidad es una constante en la mentalidad y en la


escritura de los intelectuales, continúa teniendo un gran potencial de agitación. La visita del
secretario general Gorbachov a Francia, este otoño, generó protestas no solo de la derecha:
la nueva izquierda, y en especial los intelectuales disidentes, usaron la visita como una
oportunidad para ventilar su frustración frente a la brutalidad soviética en Afganistán, la
continua represión en Polonia, y la no observancia de las disposiciones sobre derechos
humanos del acuerdo de Helsinki. Miles de estudiantes acudieron a las manifestaciones de
la Rive Gauche [orilla izquierda del Sena], gritando “¡Gorbachov Gulag!”. El caso Sajarov
también despierta una persistente fascinación en los círculos intelectuales franceses.
Aunque es probable que el gobierno, al prometer públicamente que tomaría la iniciativa de
tratar el tema de los derechos humanos con Gorbachov y al prohibir las manifestaciones
callejeras durante la visita, haya desalentado algunas de las protestas planificadas, los
intelectuales usaron de todos modos la ocasión para presionar por la liberación de Sajarov y
su esposa y por el endurecimiento de la línea francesa frente a Moscú.

Este sentimiento antitotalitario y antisoviético entre los intelectuales franceses va a


militar contra cualquier modificación significativa de la posición –que ya es dura– del
gobierno frente a Moscú. Por el momento, de hecho, la mayoría de los líderes socialistas
deben calcular que una actitud dura, tanto hacia el PCF como hacia Moscú, es el único
camino que tienen si esperan galvanizar el apoyo de los intelectuales en las elecciones
legislativas de 1986. Los intelectuales también dificultarán los planes que cualquier
gobierno de derecha pueda tener de reanudar la “relación especial” con Moscú que
caracterizó a la presidencia de Valéry Giscard d‟Estaing.

Según nuestro punto de vista, la fuerte corriente de antimarxismo, de antisovietismo


y la desilusión con la ideología que se registra entre los intelectuales de izquierda pueden
también tener un efecto poderoso sobre el Partido Socialista. Abundantes evidencias
sugieren que los socialistas enfrentarán una importante hecatombe electoral en las
elecciones legislativas del próximo año. Como el partido se dirige hacia el desierto político
y trata de que su experiencia en el gobierno tenga sentido, es probable que los intelectuales
16

de la nueva izquierda jueguen un papel importante en esta búsqueda espiritual y en la


remodelación de las actitudes y la autoimagen de los socialistas.

En particular, el profundo sentimiento anti PCF entre los intelectuales puede resultar
decisivo para subvertir las maquinaciones del jefe del Partido Socialista, Jospin, y otros de
la izquierda del partido para reavivar el entusiasmo por una “unión de la izquierda” –el
mito de que los socialistas llegaron al poder en 1981 solo gracias a su alianza con el PCF y
de que la izquierda solo podrá alcanzar el poder en el futuro mediante la unidad (9). Es
probable que los intelectuales jueguen fuertemente contra esta noción y que apoyen de
modo abrumador la estrategia –promocionada desde hace ya tiempo por el socialista
disidente Michel Rocard, pero que ahora parece haber sido aceptada tanto por Mitterrand
como por el primer ministro Fabius– según la cual el futuro a largo plazo del socialismo
depende del forjado de una alianza de centroizquierda.

En suma, es probable que el activismo de la nueva izquierda incremente las


disputas, tanto entre los comunistas y los socialistas, como al interior del Partido Socialista.
Lo cual también es probable que conduzca a aumentar la deserción de votantes de ambos
campos.

Los intelectuales franceses y los intereses de los Estados Unidos

En la era de la posguerra, los intelectuales franceses ayudaron significativamente a


generar y dar forma a la hostilidad internacional hacia las políticas de los Estados Unidos,
tanto en Europa como en el Tercer Mundo. Desde Beirut a Lisboa o Ciudad de México, las
elites intelectuales influyentes escucharon e imitaron el pensamiento y los prejuicios de los
café savants, como Regis Debray. Ahora, del otro lado, el antimarxismo y el antisovietismo
parecen haber permitido a la joven generación de intelectuales franceses el adoptar una
actitud mucho más abierta frente a los Estados Unidos. A la vez, esto dio origen a una
nueva ola de genuino sentimiento pro estadounidense, enraizado en la cultura popular
estadounidense de moda, con respecto a la vital economía de los EE.UU. de los años
ochenta, y en la admiración por la nueva imagen de acercamiento que estos proyectan ahora
sobre el mundo.

En Francia, el sentimiento anti EE.UU. que solía ser utilizado en los círculos de
cortesía como evidencia circunstancial de una educación válida, ya no está en boga. La
calumnia instintiva a los EE.UU. –que los intelectuales de la nueva izquierda llamaron
“antiamericanismo primitivo”– está ahora identificada con el diario
comunista L’Humanité y es considerado de mal modo. Formalmente, el antiamericanismo

9 Los socialistas de Mitterrand se beneficiaron mucho más, en 1981, por el 16 por ciento de neogaullistas de
Jacques Chirac que se quedaron en casa en vez de ir a votar a Giscard D‟Estaing, y por el 5 por
ciento de votantes de centro, que previamente se encontraban en el campo de Giscard, y se pasaron, para dar
una oportunidad a los socialistas.
17

también se instaló como una marca de nivel intelectual, separando a los pensadores del
vulgo común (quienes estaban en general sospechados de albergar buenas opiniones de los
EE.UU., incluso en los tiempos de Vietnam). Ahora, lo contrario es precisamente lo cierto:
la búsqueda de virtudes en los Estados Unidos –incluso identificar cosas buenas en las
políticas del gobierno estadounidense– es mirado como un indicador de juicio con
discernimiento. Los intentos de algunos por resucitar las críticas significativas y de gran
envergadura sobre las políticas de los Estados Unidos, son vistos como esfuerzos
transparentes para desviar las críticas de su legítimo objetivo, las actividades de la Unión
Soviética.

Este clima de opinión intelectual produciría, por cierto, una gran dificultad para
movilizar casi cualquier oposición significativa desde las elites intelectuales a las políticas
de los Estados Unidos en América Central, por ejemplo. Es también probable que
desacredite a otros intelectuales europeos –notablemente en Escandinavia y Alemania
Occidental– que son hostiles a las políticas estadounidenses y a los intereses de los
liderazgos poderosos que anteriormente provenían de los franceses (en los años de
participación de EE.UU. en Vietnam) y el apoyo que ahora necesitan para conformar un
consenso europeo occidental en asuntos internacionales como el desarme. El acalorado
debate en la prensa de Alemania del Este entre Glucksmann y los líderes de la
intelectualidad alemana sobre el pacifismo e INF evidenció la distancia entre ambos y la
habilidad y la disposición de los intelectuales de la nueva izquierda francesa para
argumentar persuasivamente en contra de actitudes que juegan a favor de los soviéticos.
Aunque las políticas estadounidenses no son por cierto inmunes a la crítica intelectual en
Francia, incluso de la derecha, es la Unión Soviética la que está ahora claramente a la
defensiva y es probable que permanezca ahí, al menos en el mediano plazo.

Apéndice A
Aspectos culturales del pensamiento de la nueva derecha

El costado más esotérico de la nueva derecha intelectual se ha enfocado con


sorpresiva energía hacia demandas por una renovación cultural, argumentando que el
problema esencial en Francia es que la cultura ha sido erosionada por influencias externas y
degradada por negligencia. Los escritores conservadores, muchos de ellos asociados con el
Grupo de Investigación y Estudios de la Civilización Europea (en inglés, GRECE) y al
Club del Reloj (Club de l„Horloge) –ambos grupos compuestos principalmente por jóvenes
graduados del ENA, escuela de la elite francesa de la administración– han encontrado un
cauce para sus discusiones en las publicaciones de Hersant, notablemente en Figaro
Magazine, revista editada por el pariente cercano de GRECE, Louis Pauwels.

Pauwels y sus dos protegidos, Jean-Claude Valla y Alain de Benoist, trabajaron


duro para proporcionar a la nueva derecha una ética elitista. Los tres, si bien liderados por
Benoist, proclaman que la decadencia de la cultura en Francia está relacionada
directamente con el igualitarismo –con el rechazo a la superioridad esencial de algunos
hombres, y la imposición de la mediocridad del hombre común en la sociedad francesa–.
18

Tanto Pouwels como otros, han apoyado a la antropología de derecha que ve, más
allá de la Revolución, al igualitarismo cristiano como la fuente de debilidad en la
civilización europea. Pouwels y Benoist elogiaron el “elitismo perceptivo” de las
sociedades europeas precristianas como una fuente de virtudes culturales que los europeos
modernos deberían reavivar y renovar.

Esta insistencia en la razonabilidad del elitismo encaja con la predilección de la


nueva derecha por el liberalismo clásico en la visión de una sociedad en la cual el gobierno
se rehúsa a imponer una igualdad artificial entre los ciudadanos y en la que los individuos
son libres de comprender todas las ventajas de sus talentos. Algunos intelectuales de la
nueva derecha también proclaman que, justamente porque el igualitarismo es artificial, es
que se requiere una mano dura y un rol reforzado por parte del gobierno. Este es, sostienen,
el origen del totalitarismo.

El elitismo, en el pensamiento de la nueva derecha, es ciertamente una de las


principales razones para el viraje de unos pocos intelectuales franceses desde la izquierda
hacia el GRECE. Nosotros creemos que son pocas las posibilidades de que esto se extienda
en el futuro, a pesar de ciertas similitudes y ocasionales alianzas en los puntos de vista.
Recientemente, los intelectuales de la nueva derecha le han restado importancia al
antiigualitarismo e incluso al anticristianismo en el pensamiento de GRECE/Horloge, pero
los intelectuales de izquierda y algunos conservadores como Revel, que se consideran a sí
mismos como “hombres de izquierda”, están aún comprometidos con el igualitarismo como
la esencia de la tradición democrático-republicana de Francia. Los políticos conservadores
esquivan las oportunidades de cerrar trato en su fidelidad con Horloge, e incluso Pauwles
habla ya poco de las virtudes del paganismo y el elitismo.

Reacciones en la Nueva Izquierda

Las reacciones ante las controvertidas posiciones sociales y éticas de los intelectuales de
la Nueva Izquierda han sido variadas. Los intelectuales marxistas fieles a las ideas y
tendencias de la izquierda los han rechazado de plano; otros, que no pertenecen ni a la
Nueva Izquierda ni a los viejos círculos de izquierda, les han encontrado algunas virtudes.
Regis Debray, por ejemplo, que todavía marca la agenda y la ideología de la izquierda y (a
veces) aconseja a Mitterrand en cuestiones de política exterior, escribe diatribas contra los
nuevos renegados intelectuales, y los condena por renunciar al discurso escrito y
convertirse en superficiales figuras mediáticas. Reclama especialmente que los Nuevos
Filósofos de Izquierda hayan sido rediseñados intelectualmente por la televisión y
convertidos en cabezas parlantes vacías, incapaces de escritura filosófica precisa (10).

10 El libro de Debray Profesores, escritores, celebridades: los intelectuales de la Francia moderna, es


una sola y larga diatriba contra los intelectuales de izquierda renegados y sus eventuales aliados en la derecha.
19

Raymond Aron, venerado decano del actual pensamiento conservador francés, detestaba a
los intelectuales de la Nueva Izquierda y a menudo comparaba su anti-igualitarismo
elitista con los peores esfuerzos antidemocráticos del conservadurismo francés. Annie
Kriegel se sumó al temor de Aron de que en la Nueva Izquierda acecharan sentimientos
racistas y fascistas, tanto por la hostilidad que ésta demuestra contra las influencias
culturales foráneas, como en las ideas que profesa en cuestiones de genética, herencia y
etnología.

Pero Aron está muerto, a Debray ya no se lo considera un pensador serio, y Kriegel nunca
se ganó un grupo amplio de seguidores. Frente a estos críticos, la Nueva Izquierda puede
señalar en su favor el aprecio de Michel Foucault, el pensador más profundo e influyente
de Francia. Foucault ha elogiado a los advenedizos porque, entre otras cosas, les ha
recordado a los filósofos las “sangrientas” consecuencias de la teoría social racionalista
de la Ilustración del siglo XVIII y del período revolucionario.

Apéndice B

Libros importantes de Glucksmann y Levy


André Glucksmann

La cuisinière et le mangeur-d’hommes (La cocinera y el devorador de hombres), 1975.


Leído como un comentario sobre El Archipiélago de Gulag, este “ensayo sobre las
relaciones entre el Estado, el marxismo y los campos de concentración” es un minucioso y
detallado estudio acerca de la desastrosa historia económica y política de la Unión
Soviética, en contrapunto con las altas declaraciones de sus líderes.

Les Maîtres Penseurs (Los maestros pensadores), 1977. El aclamado examen de


Glucksmann sobre el impacto de la filosofía alemana del siglo XIX en el surgimiento del
Estado alemán y en el siglo XX. Lo más relevante: expone el vínculo entre filósofos como
Marx y Nietzsche y las tiranías modernas.

Bernard-Henri Levy

Barbarie à visage humain (La barbarie con rostro humano), 1977. Levy ubica las raíces
del totalitarismo moderno en el optimismo y el racionalismo de la Ilustración del siglo
XVIII, quien primero definió, según explica, al Estado como un agente del progreso. Desde
este rol, sostiene Levy, el Estado ha demandado invariablemente un poder absoluto,
degradando en mayor o menor medida la autoridad del individuo.

[7]
Hay dos excepciones: Glucksmann y el editor Jean-Eden Hallier son propensos a
declaraciones que frecuentemente son un golpe de inventiva para GRECE. Annie Kriegel
20

escribe para el diario de Hersant, Figaro, pero menos como exponente de las ideas de la
nueva derecha y más como crítica de la izquierda.-

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