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Bien de Fliaezequiel Goitia PDF
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(Nota1)
Vamos a hablar del tema del bien de familia. Este es un pequeño ciclo sobre cuestiones
conflictivas en derecho civil. En realidad el bien de familia no se circunscribe al
derecho civil sino que abarca todo tipo de obligaciones y, como las cuestiones
conflictivas finalmente se resuelven en el ámbito de los tribunales, mi exposición se va
a centrar básicamente en las soluciones que se fueron dando en la jurisprudencia en
distintos casos en donde había que analizar la preferencia o no del bien de familia
respecto de algún crédito por el cual se intentó agredir un inmueble inscripto como bien
de familia.
Luego de ello, en el año 1957 -la Constitución del ’49 había sido derogada en el año
1956- los reformadores introducen en el art. 14 bis de nuestra Ley Fundamental el bien
de familia regulado con anterioridad.
Además del bien de familia existen otras normas protectoras de la vivienda que no van a
ser materia de esta charla. Hay un debate muy interesante, por ejemplo, en Córdoba
sobre el tema de la vivienda única. Allí se planteó la constitucionalidad o no de la
reforma, tanto de la Constitución como de la ley provincial reglamentaria que se dictó
porque chocaba con el régimen nacional. Eso no va a formar parte de nuestra
exposición, la que hace específicamente al régimen del bien de familia. Vamos a tratar
algunos casos, abordar algunas decisiones judiciales y a confrontar las normas del bien
de familia como están actualmente reguladas con el Proyecto de Código Civil del año
1998, que si bien no se sabe que va a pasar, ya que está bastante olvidado, son muy
interesantes algunas de las previsiones que tiene en materia de bien de familia.
Vamos entonces al tema de la constitución del bien de familia. Toda persona puede
constituir en bien de familia un inmueble urbano o rural de su propiedad cuyo valor no
exceda -dice la ley- la necesidad de sustento y vivienda de la familia, según las normas
que se establecerán reglamentariamente.
En el art. 36 nos aclara la ley qué entiende por familia a los fines de la misma, a saber:
la constituida por el constituyente, su cónyuge, ascendientes o descendientes, hijos
adoptivos y parientes colaterales hasta tercer grado, siempre que estos últimos vivan con
el constituyente y no hubiere ascendientes o descendientes o cónyuge.
La ley exige como presupuesto para la afectación que el valor del inmueble no sea
superior a los requerimientos de alojamiento de la familia. En realidad, las necesidades
de alojamiento no están dados tanto por el valor sino por las características del
inmueble. Obviamente que un inmueble más importante tiene un valor mayor que un
inmueble menos importante desde el punto de vista de las comodidades, pero pareciera
incorrecto el texto legal al requerir que el valor no exceda las necesidades, cuando en
realidad, reitero, las necesidades del grupo familiar van por otro lado y no
necesariamente por el del valor del inmueble. Pese a ello, la ley remite al valor que será
determinado por la reglamentación. En el ámbito nacional, el primer decreto
reglamentario sí establecía un valor, pero luego el decreto 2080 del año 1980 lo dejó sin
efecto y actualmente, cuando se trata de afectar un inmueble cuyo destino es de
vivienda, no existe límite alguno: se puede afectar, en principio, cualquier inmueble con
ese uso sin importar su valor. Vamos a ver si esto es correcto o no.
La reforma al decreto 2080 realizada en el año 1999 no modificó este aspecto, pero en
las jurisdicciones provinciales se ha reglamentado la ley en función del avalúo fiscal a
los fines del pago de los impuestos que pesan sobre el inmueble. Sin embargo, la Corte
Suprema de Santa Fe reconoció que las valuaciones fiscales muchas veces no se
encuentran actualizadas respecto del valor real de mercado de los bienes y que una
valuación insuficiente no podía impedir la afectación de un inmueble al régimen del
bien de familia, sino que, en todo caso, debían ser consideradas tales valuaciones
simplemente como presunciones legales de valor y así, aunque la tasación fiscal fuera
mayor que la prevista en el reglamento a los fines de la afectación como bien de familia,
si el inmueble no excede las necesidades de vivienda de esa familia, igualmente debe
admitirse la inscripción. En todo caso, señaló la Corte santafecina, el registrador debía
considerar cada situación particular en función de lo dispuesto en los arts. 34 y 36,
teniendo en cuenta a tal fin las características propias del inmueble, como la condición
social y económica del grupo familiar, con límites lo suficientemente amplios como
para amparar con el instituto del bien de familia a la clase media.
Así que ahí tenemos una solución que apunta a salvaguardar el espíritu de la ley y no
tanto la norma reglamentaria. El espíritu de la ley es que el inmueble no exceda la
necesidad de vivienda de la familia, luego si la valuación impide la afectación por
alguna razón, debe prevalecer la realidad en función de la protección legal de la familia.
Esta situación obviamente no se suscita en el ámbito nacional ante la ausencia de tope
para efectuar la inscripción, pero aquí puede darse la situación inversa: que se afecte a
bien de familia un inmueble que exorbite las necesidades de vivienda de la familia y eso
eventualmente, como ya veremos, daría lugar a la desafectación del inmueble inscripto
como bien de familia.
Dentro de la ley actual puede inscribirse un solo inmueble como bien de familia, y en su
totalidad, esto es, no puede afectarse una parte alícuota o proporción del inmueble. El
Proyecto de 1998, en cambio, contempla la posibilidad de que se afecte la totalidad del
bien o una parte de su valor. Esto es muy interesante por cuanto permite, por un lado,
inscribir como bien de familia un inmueble que por sus características totales excede la
necesidad de vivienda, por lo que no podría ser afectado íntegramente a tal régimen y a
su vez, también, posibilita no sacar por completo de mercado el inmueble, ya que
actualmente el inmueble no puede ser objeto de embargo, en principio, por las deudas
posteriores, con lo cual sale de mercado. En cambio, si se permite afectar una parte del
valor del inmueble, el resto podría ser utilizado por el propietario como respaldo de
eventuales actos jurídicos.
Dentro de la ley actual, el propietario no puede ser beneficiario; solamente pueden serlo
el cónyuge o alguno de los parientes mencionados en el art. 36, no así el constituyente.
En este aspecto también se innova en el Proyecto, en el que se permite que la persona
sola constituya o afecte el inmueble al “régimen de la vivienda”, como se denomina en
el Proyecto. Es realmente interesante esta propuesta porque recepta una realidad social,
cual es la de muchas personas que quedaron solteras, viudas o divorciadas y que carecen
de una familia en los términos del art. 36, pero que, sin embargo, tienen necesidad de
que se resguarde su vivienda. Actualmente eso no es posible.
Si hay condominio, el art. 43 exige que la gestión sea hecha por todos los copropietarios
justificando que existe entre ellos el parentesco requerido por el art. 36. ¿Qué quiere
decir esto? Que los condominios tienen que ser cónyuges, ascendientes o descendientes,
para poder designarse beneficiarios entre sí. Con lo cual, en el caso de una unión de
hecho, los concubinos no van a poder designarse beneficiarios entre sí por no existir
vínculo jurídico entre ellos. Se planteó la inconstitucionalidad de este precepto, pero la
Sala A de la Cámara Nacional en lo Civil desestimó el planteo y confirmó la decisión
del registro de negar la inscripción. Se consideró que había libertad para casarse o no
casarse y que, haciendo uso de ese derecho, los interesados no habían contraído
matrimonio, por lo que no podían luego, por forzada vía analógica, ampararse en las
normas que regulan el matrimonio. Esta es una postura que se repite en distintas
instituciones, por ejemplo, en materia de sociedad conyugal: siempre que los
concubinos han pretendido invocar las normas del derecho matrimonial se les ha
respondido que las mismas no son aplicables analógicamente a las uniones de hecho.
¿Cuáles son los efectos del bien de familia? La consecuencia principal de la afectación a
bien de familia es que el inmueble, aunque no sale del patrimonio de su dueño, deja de
ser prenda común de los acreedores. El principio de que el deudor responde con todos
los bienes no está establecido expresamente en nuestro Código Civil pero surge de sus
disposiciones. A su vez, es un principio que admite excepciones, en este caso por
razones de dignidad de las personas, el legislador consideró conveniente que no se prive
a una familia de lo mínimo e indispensable para su subsistencia, mediante la posibilidad
de afectar un inmueble que pasa a ser inembargable e inejecutable por las deudas
posteriores a su inscripción. El principio general es que se responde con todos los
bienes, las excepciones son los bienes inembargables; como toda excepción, entonces,
deber ser interpretada restrictivamente. Esto ya lo han dicho varios fallos: no se puede
ampliar el contenido del bien de familia, debe aplicarse en sentido restringido o estricto.
Esto constituye una pauta que hay que tener en cuenta en los casos de conflicto, pues en
la duda debe estarse por la caída del bien de familia en función de que justamente es de
interpretación restrictiva.
Según el art. 38, el bien de familia no será susceptible de ejecución o embargo por
deudas posteriores a su inscripción como tal, ni aún en caso de concurso o quiebra. Ese
es el principio: las deudas posteriores a su inscripción no son susceptibles de ejecución
contra el bien inscripto como bien de familia, ni aún en caso de concurso o quiebra del
deudor, con excepción de las obligaciones provenientes de impuestos u otras tasas que
gravan directamente el inmueble, los créditos posteriores a la inscripción pero
destinados a la construcción o mejoras introducidas en la finca y los gravámenes
constituidos con arreglo a lo dispuesto por el art. 37, esto es, con la conformidad del
cónyuge del propietario o la autorización judicial en el caso de que el cónyuge no
quisiera o no pudiera prestarla, autorización judicial que solo podrá otorgarse cuando
mediare causa grave o manifiesta utilidad para la familia.
En cuanto a los frutos del bien de familia también, en principio, son inembargables,
salvo en lo que excediere en las necesidades de la familia en cuyo caso la ley admite el
embargo hasta el 50%.
Por otro lado, el bien de familia se puede constituir por escritura pública, cuyo
otorgamiento exige el cumplimiento del trámite regulado legalmente: pedido de
certificado por parte del escribano, firma de la escritura y la posterior presentación para
que tome nota el Registro. La Corte Suprema de Justicia de la Nación consideró que
debe tenerse por afectado al régimen de la ley 14.394 a partir del momento en que el
notario solicitó el certificado, porque las normas de los arts. 35 y 38 deben
compatibilizarse con las de la ley 17.801 sobre el Registro de la Propiedad, que
establecen un procedimiento reglado -el que también resulta oponible a los acreedores-,
con lo cual los efectos se producirán desde que se expidió el certificado, siempre y
cuando la escritura se otorgue y se presente para su inscripción dentro de los plazos
establecidos en la ley. Si estos se cumplen, entonces, la inscripción va a tener efecto
respecto de terceros desde el momento en que se expidieron los certificados. Ello lo han
sostenido la Corte Suprema Federal, la Suprema Corte de la Provincia de Buenos Aires,
la Cámara de Río Cuarto, la Sala B de la Cámara Nacional en Civil de esta Capital
Federal, entre otros.
El beneficio del bien de familia puede ser invocado en cualquier tiempo por el titular
mientras sea oportuno y exista todavía interés en el planteo, lo cual no existiría si, por
ejemplo, el inmueble hubiera sido subastado y perfeccionada la subasta. Aquí se aplica
el art. 220 del Código Procesal, por el cual el embargo indebidamente trabado sobre un
bien inembargable puede ser levantado -de oficio o a pedido de parte- en cualquier
momento, aunque la resolución que lo decretó se encuentre consentida, siempre y
cuando no se haya perfeccionado la subasta con la aprobación del remate, pago del
precio y la toma de posesión. La Cámara Comercial, Sala C, consideró que hasta ese
momento el pedido era oportuno, con posterioridad no.
Según la ley no puede ser objeto de embargo el inmueble afectado a bien de familia por
créditos posteriores a la inscripción. Quiere decir entonces que las acreencias anteriores
pueden ser ejecutadas contra ese inmueble, de allí que resulta de especial importancia
determinar en qué momento surge el crédito, para poder compararlo con la fecha de
inscripción del bien de familia. Y aquí tenemos también que distinguir entre lo que es la
responsabilidad contractual y la responsabilidad extracontractual.
En caso de que coincida la fecha de la inscripción con el nacimiento del crédito, la Sala
B de la Cámara Comercial otorgó preferencia al crédito, consideró inoponible la
afectación respecto del acreedor por cuanto había que amparar la buena fe en los
negocios y que se trataba de un acto unilateral. Ajustándonos al texto del art. 38, éste
veda la ejecución por deudas posteriores a la inscripción y no lo es una deuda que nace
el mismo día, la que a lo sumo será concomitante, por lo que debe prevalecer sobre la
inscripción, máxime que –como ya señalamos- el instituto que nos convoca es de
interpretación restrictiva, por lo que en la duda no se aplica esta preceptiva.
Vamos a hablar de la subrogación real. La subrogación real, en este caso, significa que
existe un inmueble inscripto como bien de familia que se desafecta para poder venderlo
y con su producido comprar otro inmueble, al que se traslada el beneficio con efecto
retroactivo a la vigencia del anterior bien de familia. No está contemplado expresamente
en nuestra ley, si lo prevé el Proyecto de Reforma de 1998, art. 238: “que la afectación
se transmite a la vivienda adquirida en sustitución de la afectada o a los importes que la
sustituyen en concepto de indemnización”. Esto es interesante porque permite lo que
dije antes: que el nuevo inmueble tenga el mismo beneficio que el anterior, con efecto a
la época de constitución del primero. Si consideramos que no hay subrogación real en
este momento, el propietario vende y aunque en la misma escritura compre otro
inmueble, para éste la afectación regirá hacia el futuro, con lo cual sus acreedores por
créditos anteriores que no podían reclamar contra el primer inmueble, podrían embargar
el segundo inmueble. La subrogación real permite que la inscripción tenga efectos hacia
el pasado. No esta prevista en nuestra ley y ha habido fallos contradictorios.
En un caso que tramitó en la Sala L de la Cámara Civil, se observó que no está
reglamentada por nuestra ley la subrogación real, que siendo una norma de excepción
tiene que aplicarse restrictivamente y que su admisión sería darle al instituto un efecto
jurídico diferente al regulado en la ley 14.394. Aunque se hizo una salvedad de que en
realidad, en ese caso, tampoco había un interés real en la subrogación, ya que los actores
no habían denunciado la existencia de acreedores anteriores que pudieran beneficiarse
por la caída del primer beneficio.
Así que, en principio, se considera que el bien de familia inscripto es oponible al crédito
alimentario posterior. Sin embargo, ante distintas circunstancias, se fue atenuando esta
solución que puede ser muy gravosa respecto del acreedor alimentario, acudiéndose en
algunas oportunidades a la figura de la desafectación, que vamos a ver más adelante
pero que ahora mencionaremos a efectos del tema de alimentos.
Como observamos, estas fueron salidas que se fueron encontrando para paliar la rigidez
del art. 38 que no prevé al alimentario entre los créditos que pueden ser ejecutados, no
obstante ser posteriores a la inscripción del inmueble como bien de familia. En el
Proyecto del año ’98, en cambio, se contempla que el crédito por alimentos triunfa
respecto de la afectación de la vivienda sin ningún tipo de distinción en cuanto a la
fecha de nacimiento del crédito, lo cual es correcto porque, sobre todo en materia de
alimentos para menores, no puede decirse que el deber legal surja con la promoción de
la demanda o con el acuerdo extrajudicial.
Así que esas son las dos posturas más extremas: una que considera el momento de la
apertura de la cuenta, otra que toma como punto de referencia la fecha del cierre y hay
un criterio intermedio, que la Sala E de la Cámara Comercial invocó en varios juicios
con el objeto de excluir el bien de familia de la ejecución y cuya doctrina resulta
interesante. Dijeron los Camaristas de ese Tribunal que dentro del juicio ejecutivo no se
puede embargar el inmueble inscripto como bien de familia antes del cierre de la cuenta,
pues ello obligaría a revisar las operaciones, lo que está vedado dentro del trámite del
juicio ejecutivo en el cual no se puede analizar la causa de la obligación. La interesante
de la tesis es que hace hincapié en los actos concretos.
¿Qué sucede si el inmueble inscripto como bien de familia es dado en locación por el
propietario? Hay varios artículos en juego. El art. 34 exige que el inmueble satisfaga la
necesidad de sustento o de vivienda. El art. 41 obliga a que el propietario o su familia
habiten el bien o exploten por cuenta propia el comercio o la industria en el existente,
salvo excepciones que la autoridad de aplicación podrá acordar solo transitoriamente y
por causas debidamente fundadas. Quiere decir que en el art. 41 se impone al
constituyente o a su familia el deber de habitar el inmueble destinado a vivienda o a
explotar por sí mismos la actividad comercial o industrial desarrollada en el bien de
familia.
El inmueble dado en locación no cumple estos requisitos. Aunque puede decirse que,
desde el punto de vista del resultado final, quien tiene una renta derivada de una
locación hace una explotación del inmueble, este no es el sentido de la norma. Cuando
la ley se refiere a la vivienda, el beneficio exige que habiten efectivamente en el
inmueble y, si el destino es el comercio o la industria, la actividad debe ser realizada por
cuenta propia. No prevé la norma la posibilidad de dar el bien en locación.
En cuanto a honorarios en otro tipo de pleitos contra el cliente que afectó el bien de
familia, la comparación en general se hace con el comienzo del vinculo del letrado. Si el
abogado empezó a actuar en el pleito, la afectación como bien de familia que haga el
cliente con posterioridad no le será oponible a aquél. Hay varios fallos en este sentido,
por ejemplo de la Sala C de la Cámara Nacional en lo Civil, de la Sala A de la Cámara
Comercial, entre otros.
Más complicada es la cuestión de las costas. Sabemos que no hay derecho a reclamar
honorarios respecto de la contraparte mientras no medie una condena en costas. Tal
condena, desde este punto de vista, vendría a ser constitutiva del derecho a reclamar
honorarios de la contraparte. En función de este criterio, la Corte Suprema de Santa Fe,
la Cámara Contencioso Administrativo de esta Capital Federal, la Cámara Civil de
Mercedes, Sala 3, y otras han entendido que si la condena en costas es posterior a la
afectación del inmueble como bien de familia, no podía entonces el letrado ejecutar el
inmueble. Desde otro punto de vista se consideró que igualmente tenía derecho el
acreedor a agredir el inmueble.
Aquí tenemos las dos posturas y hay que ver sus fundamentos. En el último sentido se
invocó, por un lado, que el art. 68 del Código Procesal impone a la parte vencida el
deber de pagar todos los gastos que por la tramitación del juicio realizó la otra parte. El
art. 77 aclara que la condena en costas comprende todos los gastos causados u
ocasionados por la sustanciación del proceso y que si el letrado tiene derecho a reclamar
el pago de honorarios contra su cliente no condenado en costas en caso de que el otro no
se lo abone, luego podría el litigante que ganó el pleito repetir contra el deudor
originario y respecto de él no podría invocarse la afectación posterior porque su vínculo
surge –de haber sido demandado- con la necesidad de contestar la pretensión formulada
judicialmente por el actor, con lo cual pareciera que el punto de cotejo tendría que estar
dado por la fecha de notificación del traslado de la demanda, que es lo que obliga a la
parte demandada a presentarse en defensa de sus derechos.
En este sentido se dijo que la causa del deber de responder no puede considerarse
representada por la condena en costas, ni por la fecha de cada desembolso, sino por la
necesidad de responder al emplazamiento formulado por el actor hacia el demandado.
Entonces, si el deudor de los honorarios no podría excepcionarse por el bien de familia
respecto de su contraparte por haberlo inscripto luego de la formación del pleito,
tampoco puede excepcionarse cuando el reclamo lo formula directamente el letrado.
Incluso la Sala 2 de la Cámara Civil de San Isidro llegó a sostener que la condena en
costas se limitaba a declarar, a distribuir, las costas en función del resultado del pleito.
La desafectación, ordenada por uno de los medios que la ley establece, implica la
cancelación de la inscripción del bien de familia en el Registro Inmobiliario y la pérdida
de los beneficios que otorga la normativa, posibilitando que las obligaciones contraídas
por el constituyente durante el período de afectación se hagan efectivas sobre el
inmueble que se torna embargable, ejecutable y prescriptible.
¿Qué sucede en caso de que subsista un sólo beneficiario a la vez propietario del
inmueble? El supuesto también ha dado lugar a soluciones distintas. La Sala A de la
Cámara Civil, por ejemplo, consideró que se mantenía la vigencia de la afectación ya
que la ley no lo contemplaba como un supuesto específico de desafectación. Parece
opinable la solución, es que si el propietario no puede afectar en provecho propio, el
beneficiario devenido propietario tampoco podría considerar subsistente el bien de
familia. Si no hay familia en los términos de nuestra ley, no puede haber beneficio y
familia requiere vinculo con otras personas, por lo que ante la carencia de los vínculos
legales parecería que no es posible considerar vigente la afectación.
La desafectación puede tener lugar por las causales previstas en el art. 47 de la ley. Una
de estas es la que se señaló antes: que ya no subsista ninguno de los beneficiarios.
Incluso, si es un solo beneficiario pero hay varios herederos, la afectación se mantiene
porque no es el beneficiario el único propietario del inmueble. Podría darse el caso de
que la mayoría solicite la desafectación pero en principio subsiste, salvo que la mayoría
de los herederos lo solicite. En este caso, si el beneficiario no vive en el inmueble
pareciera también configurarse una causal de desafectación porque si bien la ley no
obliga al beneficiario a vivir en el inmueble, la ley se refiere al caso en que el inmueble
es habitado por el propietario que constituyó el beneficio, pero si éste no vive en el
inmueble porque ya murió y a su vez el beneficiario tampoco, no puede considerarse
subsistente el requisito de los arts. 34, 36 y 41.
En un caso en que no había hijos y a su vez la mujer tenía un inmueble propio en donde
vivir e ingresos suficientes para solventar sus necesidades, la Corte Suprema de Justicia
de la Nación consideró que era abusiva la situación de la mujer de continuar con el
régimen del bien de familia.
Cada caso es distinto y hay que analizarlo en función de sus precisas circunstancias,
pero si hubiera hijos menores y la cobertura de la vivienda de los hijos estuviera a cargo
del padre, entonces éste no podría invocar la desafectación.
En otro caso, se planteó también, ante la ruptura del matrimonio, la desafectación del
inmueble. El marido adujo que excedía por completo las necesidades de vivienda de la
mujer, pero la Sala F de la Cámara Civil de la Capital Federal, ante la falta de tope para
la afectación de un inmueble destinado a vivienda, rechazó el pedido. No parece que la
decisión haya sido acertada.
Por su parte la Sala B de la misma Cámara Civil hizo lugar a la desafectación pedida
por un acreedor de un inmueble que superaba holgadamente los requerimientos de
vivienda de la familia. Se trataba de un inmueble -no subdividido en propiedad
horizontal- que se componía de distintos departamentos, incluso tenía un local, respecto
de una familia integrada por un matrimonio y un hijo. Entonces se consideró que el
inmueble había sido afectado en contra de las exigencias de la ley. El requisito es que
debe cubrir la necesidad de vivienda de la familia pero si la excede, pues la
reglamentación no prevé tope para la afectación del inmueble destinado a vivienda, ello
implica una inscripción en infracción a la ley ya que la norma reglamentaria no puede
extender el beneficio más allá de lo establecido en la ley reglamentada. Dijimos que el
constituyente o la familia están obligados a vivir en el inmueble, sin perjuicio de lo cual
puede admitirse la mudanza por la autoridad de aplicación por tiempo determinado y si
existe causa grave. Y en ese sentido se ordenó la desafectación justamente por haberse
mudado el beneficiario sin autorización de la autoridad de aplicación. El caso llegó a la
Corte Suprema Federal y la mayoría de sus miembros consideraron que la interpretación
de la Cámara en cuanto a que la autorización debe ser previa a la mudanza era
razonable, mientras que la minoría consideró que era exceso ritual y que la Cámara
debía haber verificado si las razones por las cuales se había mudado temporalmente eran
atendibles o no.
No se puede dar una respuesta general sino que hay que ver en cada caso concreto si
subsisten o no las exigencias legales como para dar la solución correspondiente. La ley
es contradictoria al remitir a “la necesidad de sustento y vivienda cuyo valor no exceda
las necesidades de sustento y vivienda”, pues –como ya señalamos- tales necesidades no
se determinan por el valor sino por las características del inmueble. En general se tiende
a que alcance a la clase media, mientras que si una persona tiene otros bienes para
responder y el inmueble realmente excede las necesidades de vivienda de su familia,
caería la afectación o no sería susceptible de la misma, pero la respuesta adecuada exige
analizar cada caso en particular.
En cuanto al régimen de sociedad conyugal, se consideró que la decisión de los
cónyuges de vender el inmueble constituye una causal de desafectación, aunque luego
no lo hubieran llevado a la práctica, pues si se pusieron de acuerdo en vender el
inmueble quiere decir que estaban de acuerdo en desafectarlo.
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