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ÁNGEL RAMA

LA CIUDAD ORDENADA
Este texto nos fue enviado porÁngelRama pocos díasantes desu trágica desaparición. La Revista
de la Universidad de México seune al dolor quecausóentre la comunidad hispanoamericanala
muerte delosescritores eintelectuales que viajaban enel avión deAvianca. Todos ellos eran valiosos,
y supérdida resulta irreparable.

Desde la remodelación de Tenochtitlan, luego de su destruc- se pensó era mera transposición del pasado, cuando en er-
ción por Hernán Cortés en 1521, hasta la inauguración en dad fue la realización del sueño que comenza ba a soñar un a
1960 del más fabuloso sueño de urbe de que han sido capa- nueva época del mundo. América fue la primer a rea liza ión
ces los americanos, la Brasilia de Lucio Costa y Osear Nie- material de ese sueño y, su puesto, central en la ed ifi a ión
meyer, la ciudad latinoamericana ha venido siendo básica- de la era capitalista.s
mente un parto de la inteligencia, pues quedó inscrita en A pesar.del adjetivo con que acompañaron los viejo nom -
un ciclo de la cultura universal en que la ciudad pasó a ser el bres originarios con que designaron las region es dominad a
sueño de un orden y encontró en las tierras del Nuevo Conti- (Nueva España, Nueva Galicia, Nueva G ra na da ) lo on-
nente el único sitio propició para encarnar. quistadores no reprodujeron el modelo de las ciudad ' de l.
Los propios conquistadores que las fundaron percibieron metrópoli de que habían partido, a u nq ue inicia lmente tod o-
progresivamente a lo largo del XVI que se habían apartado vía vacilaron y parecieron demorarse en so lucio nes d ·1 pa a-
de la ciudad orgánica medieval en la que habían nacido y creci- do ." Gradualmente, inexpertamente , fueron descubrí .nd la
do para entrar a una nueva distribución del espacio que en- pantalla reductora que filtraba las exp eri encias viejas a 0-
cuadraba un nuevo modo de vida, el cual ya no era el que ha- nocidas, el "stripping down process " con qu e ha dcsi 'n ad o
bían conocido en sus orígenes peninsulares. Debieron adap- George M . Foster' es esfuerzo de clarificación , racionaliza-
tarse dura y gradualmente a un proyecto que, como tal, no ción y sistematización que la misma exp eriencia coloniz: d •
escondía su conciencia razonante, no siéndole suficiente or- ra iba imponiendo, respondiendo ya no a model os r a l "
ganizar a los hombres dentro de un repetido paisaje urbano, conocidos y-vividos, sino a modelos ideal es co ncebi do por
pues también requería que fueran enmarcados con destino a la inteligencia, los cuales concluyeron irn po n iéndo s . par ja
un futuro asimismo soñado de manera planificada, en obe- y rutinariamente a la medida de la vast ed ad de la ernpr a,
diencia de las exigencias colonizadoras, administrativas, mi- de su concepción organizativa sistemát ica .
litares, comerciales, religiosas , que irían imponiéndose con A través del neoplatonismo que sirvió de ca uce cultural al
creciente rigidez. empuje capitalista ibérico, fue recuperado el pen sa rni nto
Al cruzar el Atlántico no sólo habían pasado de un conti- que ya había sido expresado en La República, revivida por I
nente viejo a uno presuntamente nuevo, sino que habían humanismo renacentista, y aun el pensamiento del casi míti-
atravesado el muro del tiempo e ingresado al capitalismo ex- co Hippodamos, padre griego de la ciudad ideal , sob re tod o
. pansivo y ecuménico, todavía cargado del misioneísmo me- su "confidence that the processes of reason could imp o
dieval. Aunque preparado por el espíritu renacentista que lo measure and order on every human activity ", aunque, como
diseña, este modo de la cultura universal que se abre paso en percibió Lewis Mumford, "his true innovation consisted in
el XVI sólo adquiriría su perfeccionamiento en las monar- realizing that the form of the city was the form of its so ial
quías absolutas de los estados nacionales europeos, a cuyo order"." Su imposición en los siglos XVI YXVII , en lo qu
servicio militante se plegaron las Iglesias, concentrando rígi- llamamos la edad barroca (que los franceses designan como
damente la totalidad del poder en una corte, a partir de la la época clásica) corresponde a ese momento crucial de la
cual se disciplinaba jerárquicamente la sociedad. La ciudad cultura de Occidente en que , como ha visto sagazment e Mi-
fue el más preciado punto de inserción en la realidad de esta chel Foucault, las palabras comenzaron a separarse de la
configuración cultural y nos deparó un modelo urbano de se- cosas y la triádica conjunción de unas y otras a trav és de la
cular duración: la ciudad barroca,' coyuntura cedió al binarismo de la Logique de Port Royal qu
Poco podía hacer este impulso para cambiar las urbes de teorizaría la independencia del orden de lossignos. 7 Las ciuda-
Europa, por la sabida frustración del idealismo abstracto des, las sociedades que las habitarán, los letrados que las ex-
ante la concreta acumulación del pasado histórico, cuyo em- plicarán, se funden y desarrollan en el mismo. tiempo en ~ue
pecinamiento material refrena cualquier libre vuelo de la el signo "deja de ser una figura del mundo, deja de estar liga-
imaginación. En cambio dispuso de una oportunidad única do por los lazos sólidos y secretos de la semejanza o de l~ afi-
en las tierras vírgenes de un enorme continente, cuyos valo- nidad a lo que marca", empieza "a significar dentro del mte-
res propios fueron ignorados con antropológica ceguera, rior del conocimiento", y " de él tomará su certidumbre o su
aplicando el principio de "tabula rasa"." Tal comporta- probab ítídad ".'
miento permitía negar ingentes culturas -aunque ellas ha- Dentro de ese cauce del saber, gracias a él, surgirán esas
brían de pervivir e infiltrarse de solapadas maneras en la ciudades ideales de la inmensa extensión americana. Las re-
cultura impuesta - y comenzar ex-nihilo el edificio de lo que girá una razón ordenadora que se re~ela. en ~n orden .so~ial
Capitulo primero del libro La ciudad letrada, que próximamente publicará jerárquico transpuesto a un orden distrIbutiVO geometnco.
Ediciones del Norte, Estados Unidos. No es la sociedad, sino su forma organizada, la que es trans-

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pu esta ; y no a la ciudad, sino a su forma distributiva. El ejer- tam ent e. El futuro que aún no existe , que no es sino sueño de
cicio de! pensamiento analógico se disciplinaba para que la razón , es la perspectiva genética de! proyecto. La trasla-
funcionara válid amente entre entidades de! mismo género. ción fue facilitada por el vigoroso desarrollo alcanzado en la
No vincula, pu es, socieda d y ciuda d, sino sus resp ecti vas for- época por el sistema más a bstra cto de que eran capa ces
mas, las qu e son percibidas como equi valentes, permitiendo aquellos lenguajes : las matemátic as, con su apl icación en la
q ue leamos la sociedad al leer e! plano de una ciudad. Para geometría analítica, cuyos métodos habían sido ya extendi-
qu e esta conversión fuer a posibl e, era indispensable que se dos por Descartes a todos los campos del conocimiento hu-
tr ansitara a travé s de un proyecto racional previo, que fue lo mano, por entenderlos los únicos válidos , los únicos seguros
qu e magnificó y a la vez volvió indispensable el orden de los e incont aminados .
signos, reclamándosele la ma yor libertad operativa de que El result ado en América Latina fue el diseño en damero,
fuera ca paz . Al mism o tiempo, tal pro yecto exige, para su que reprodujeron (con o sin plano a la vista) las ciuda des ba-
concepción y ejecución, un punto de máxima concentra ción rro cas y que se prolongó hasta prácticamente nuestros días .
de! poder que pueda pen sarlo y realiz arlo . Ese poder es ya Pudo haber sido otra la conformación geométrica, sin que
visiblemente temporal y humano a unquetodavía se enmas- por eso resultara afectada la norma central que regía la
ca ra y legit ime tras los a bsolutos celesti ales. Es propio del tran slación . De hecho , el modelo frecuente en el pensamien-
poder que necesite un extraordinario esfuerzo de ideologiza- to renacentista , 10 que derivó de la lección de Vitru vio, según
ción pa ra legitimarse ; cua ndo se resquebrajen las máscaras lo exponen las obras de Lean Battista Alberti, Jacopo Baroz-
religiosas construirá opulentas ideologías sustit utivas. La zi Vignola, Antonio Arvelino Filareta, Andrea Pallacio, etc .,
fuent e máxima de las ideologías procede del esfuerzo de legi- fue circular y aún más revelador del ordenjarárquico que lo
timación del pod er . inspiraba, pues situaba al poder en e! punto central y distri-
La pala br a clave de todo este sistema es la palabra orden, 'bu ía a su alrededor, en sucesivos círculos concéntricos, los
ambigua en espa ñol como un DiosJano (el/ la) , activamente diversos estratos sociales. Obedecía a los mismos pr incipios
desarrollad a por las tre s mayores estructuras institu cionali- regulador es del damero : unidad, planificación y orden rigu-
zadas (la Iglesia, e! Ejército , la Administración) y de obliga- roso, que traducían una jerarquía social. Tanto uno como
do man ejo en cua lquiera de los sistemas clasificatorios (his- otro modelo no eran sino variaciones de una misma concep-
tor ia natural, ar q uitectura, geometría) de conformidad con ción de la razón ordenadora, la que imponía que la planta
las definiciones recib idas del término: " Colocación de las urb ana se diseñara" a cordel y regla " como dicen frecuente-
cosas en c1 luga r qu e les cor responde. Concierto, buena dis- mente las instrucciones reales a los conquistadores.
posición de las cosas entre sí. Regla o modo que se observa Tal como observara Foucault, " lo que hace posible e! con-
pa ra hacer las cosas". junto de la episteme clási ca es, desde luego, la relación con un
Es la palabra obsesiva qu e utili za el Rey (su gabinete le- conocimiento del orden". I1 En el caso de las ciudades ese
trado) en las instrucciones impa rtidas a Pedrarias Davila en conocimiento' indispensable había introducido el principio
15 13 par a la conquista de Tierra Firme que , luego de la ex- del " pla nning" . El Iluminismo se encargaría de robustecer-
per iencia a ntilla na de aco moda ción española al nue vo me- lo, como época confiada en las operaciones racionales que
dio, perm itirá la expa nsiva y violent a conquista y coloniza- fue, y en los tiempos contemporáneos alcanzaría rígida ins -
ción. Si, como era dable espera r (aunque conviene subrayar) titucionalización. También promovería suficiente inquietud
las instrucciones coloca n a toda la colonización en dep en-
den cia a bsoluta de los intereses de la metropolis, trazando
ya la red de instalaciones costeras de las ciudades-puertos
qu e tant o dificult ar án la integración nac ional llegado e! mo-
ment o de los estados independientes, su séptimo punto fija e!
sistema rector a que deberán aj usta rse las ciuda des que ha-
ya n de ser fundadas en el continente :

Vistas las cosas que para los asientos de los lugares son ne-
cesa rios, y escogido e! sitio más provechoso y en que incu-
rren más de las cosas que para el pueblo son menester, ha-
bréis de rep ar tir los solares del lugar para hac er las cosas ,
y estos han de ser repartidos según las calidades de las
personas y sea n de comienzo dados por orden; por manera
qu e hechos los solares, el pueblo parezca ordenado, así en el
lugar que se dejare para plaza, como e! lugar en que hu-
biere la iglesia, como en el orden que tuvieren las calles;
porque en los lugares que de nuevo se hacen dando la orden
en el comienzo sin ningún trabajo ni costo quedan ordena-
dos e los ot ros jamás se ordenan.9

La tr aslación del orden social a una realidad física , en el caso


de la fundación de las ciudades, implicaba e! previo diseño
urbanístico mediante los lenguajes simból icos de la cultura
sujetos a concepción racional. Pero a ésta se le exigía que
además de componer un diseño, previera un futuro . De he-
cho el diseño debía ser orientado por el resultado que se ha-
brí a de obtener en el futuro, segú n el texto real dice explíci-

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ace rca de sus resu ltad os, como para inau gurar la discusión lo cultu ra l ope ra tivo. Tras su a pa rcncial registro neutro de
de sus operaciones y diseño s pero, sobre todo, de las filoso- lo real, insert a el marco ideológico qu e valora y org a niza esa
fías en qu e se am pa ra . '! realid ad y a utoriza tod a suerte de oper aciones int electuales
De lo a nte rior se deduce que mu cho más importante qu e a partir de sus proposiciones, propi as del modelo redu cido .
la forma dam ero, qu e ha moti vado ampl ia discusión, es el Es el ejemplo al qu e recurre C lifford Gee rtz cua ndo bu sca
pri ncipio rector q ue tr as ella funciona y aseg ura un régimen definir a la ideol ogía como sistema cultural'? pero inicial-
de tra nsmisiones : de lo alto a lo bajo , de Españ a a América, ment e así lo esta bleció la Logique de Port Roya en 1662,
de la ca beza del poder - a través de la estr uc tura social qu e cua ndo deb ió establecer la difer encia en tre " las ideas de las
él impone - a la confor mación física de la ciudad, para qu e cosas y las ideas de los signos ", codifica ndo ya la concep-
la distribu ción del espac io urbano asegur e y cons er ve la for- ción moderna. T ambién a peló a l modelo pri vilegiado de sig-
ma socia l. Pero a ún más impor ta nte es el principio postula- nos que represent an los mapas, los cua dros (y Jos planos),
do en las pal abras del Re y: con a nterioridad a toda realiza- en los cuales la realidad es a bso rbida por los signos :
ción , se debe pen sa r la ciuda d, lo que permitiría evitar las
irrupcion es circunsta nc ia les aje nas a las normas esta b leci- Quand on considere un objet en lui-rnéme et dan s son pro-
das , entorpe ciéndolas o destru yénd olas. El orden debe que- pre étr e, sa ns porter la vúe de I'esprit ace q u 'il peut répre-
dar estatu ído a ntes de q ue la ciuda d exista, para así im pedir sente r, 1'idée qu 'on en a est un e idée de chose, comme 1'i-
tod o fut uro desorden, lo qu e alude a la peculiar virtud de los dée de la terre, du soleil. M a is qu and on ne regarde un
signos de perm an ecer inalt er abl es en el tiempo y seguir ri- cert ain objet qu e comme en représentant un autre, I'idée
giendo la ca mbia nte vida de las cosas dentro de rígidos en- qu 'on en a est une idée de signe, et ce premier objet s 'a p-
cuad res . Es así q ue se fijaro n las operaciones fund adoras pelle signe . C 'est ai nsi qu 'on regarde d 'ordinaire les car-
qu e se fueron rep itie ndo a tr avés de una exte nsa geografía y tes et les tabl eaux. Ains i le signe enferme deux idées, I'u-
un exte nso tiempo. ne de la chose qui répresen te, I'autre de la chose représen-
na ciudad, previam ente a su aparici ón en la real idad , de- tée; et sa nature consiste a exciter la secon de par la pre-
bía exi stir en una represe ntación simbó lica qu e ob viamente mi ére.!'
solo pod ía n se ru rar los signos : la s pa labras , qu e tr aducían la
volunta d de edifica rla en aplicac ión de normas y, sub sidia- Para sost ener su argumentación , Arnauld-Nicole deben
riam ente , los dia gra mas gráficos, qu e las diseñaban en los presuponer una primera opción , que consiste en percibir
planos, a unq ue, con más frecue nc ia, en la im agen mental el objet o en cua nto signo, típ ica operación intelectiva
qu e de 'sos planos ten ían los fundado res, los que podían su- qu e no tiene mej or apoy o que los dia gramas , los que al
frir correcc iones derivad as del lugar o de prácticas inexper- tiemp o qu e represent an , como no imita n, adquieren una au-
ta . Pensar la ciudad compe tía a esos instrument os simbólicos tonomía mayor. En las máximas qu e extraen , Arn a uld-
qu e esta ba n adqui riendo su pres ta a uto nomía, la que los Nicole deben lógicamente concluir que el signo ostenta una
ade uaría n aú n mej or a las funciones qu e les reclamaba el perennidad que es ajena a la duración de la cosa . Mientras
pod .r ab soluto . el signo exista está asegurada su propia permanencia, aun-
Aunque se si ruió a plica ndo un ritual impregn ad o de ma- que la cosa qu e represente pueda haber sido destruida. De
ria par a ase rur ar la posesión del suelo, las orde na nza s recla- este mod o q ued a consagra da la inalterabilidad del univer so
ma ron la participación de un script (en cual q uiera de sus di- de los signos, pu es ellos no está n sometidos al descaecimien-
verge ntes expresiones: un escriba no, un escribiente o inclu- to físico y sí sólo a la herm enéutica .
' 0 un escrito r ) para redactar un a escritura. A es ta se confería
la a lta misión q ue se reser vó siem pre a los escriba nos : darf e, L 'on peut concl ure qu e la nature du signe con sistant a ex-
un a fe qu e sólo podí a pr oceder de la palabra escrita , qu e ini- citer dans les sens par 1'idée de la chose figur ante celle de
.ci ó su es plendorosa carrera imp er ial en el contine nte. la chose figure e, tant que cet effet subsiste, e'est-a-dir é
Esta pa labra escri ta viviría en América Latina como la ú- tant qu e cette double idée est excitée, le signe sub siste,
nica valedora, en oposición a la pa labra hablada qu e perte- quand méme cette chose seroit détruite en sa propre na-
ture. P
necía al reino de lo inseguro y lo preca rio. M á s a ún, pudo
pen sarse que el ha bla proce día de la escritura , en una per-
cepc ión a ntisa ussuriana . La esc ritura poseía rigidez y per- A partir de estas condiciones es posible invertir el pro ceso :
man encia , un mod o autó nomo qu e remedaba la ete rn idad . en vez de representar la cosa ya existent e mediante signos,
Esta ba libr e de las vicisitudes y metamorfosis de la historia estos se en cargan de repre sentar el sueño de la cosa, tan a r-
pero, sob re tod o, conso lida ba el orde n por su ca pacidad dientemente desead a en esta época de utopías, a briendo el
para exp resarlo rigurosa me nte en el nivel cultura l. Sob re ese ca mino a esa futuridad qu e gobe rna ría a los tiem pos mod er-
primer d iscur so orden ado, proporcion ad o por la len gua, se nos y a lcan zaría una a poteosis cas i delirante en la contem-
articulaba un segundo qu e era proporcionado por el diseño poraneidad . El sueño de un orden se rvía pa ra per petu ar el po-
gráfico. Éste supera ba la s virtu des del pr imero porque er a der y para conservar la estruct ura socio-eco nómica y cu lt u-
capaz de elud ir el plur isema ntismo de la palabra y porque, ral qu e ese poder ga rantizaba . Y además se imponía a cua l-
ade má s, proporcion ab a conjunta mente la cosa qu e repre- quier discurso op osito r de ese pod er, obligá ndolo a transi-
senta ba (la ciudad) y la cosa represent ad a (el diseño ) con tar, pr eviamente, por el sueño de otro orden.
un a maravillosa ind ependencia de la realidad, tal como lo De conformida d con estos pr ocedimi en tos, las ciuda des
traslucen con orgullo las descripcione s epocales. De la fun- americanas fueron remitidas desde sus orígenes a una doble
dación de Lima po r Pizarro en 1535, qu e ta ntas crít icas mo- vida . La correspondien te al orde n físico qu e, por ser sens i-
tivara en el pen samiento per ua no de la Repúbl ica, se nos ble, mat erial , está sometido a los vaivenes de construcción y
dice con ca ndor q ue " fue ase nta da y trazada la ciuda d con- de destrucción , de inst au ración y de ren ovación, y, sobre to-
forme a la pla nta y dib ujo qu e para ello se hizo en papel " . do , a los rmpulsos de la invención circunsta ncia l de indi vi-
El plan o ha sido desde siempre el mejor ejem plo de mode- . duos y gr upos según su momento y situac ión. Por encima de
ella , la correspondiente al orden de los signos que actúan en mía un puesto superior y a utolegit irpado ; di seña ba un pro-
el nivel simbólico, desde antes de cualquier realización, y yecto pensado al cual debía plegarse la rea lida d : T al concep.
también durante y después, pues disponen de una inal.tera- ción , no surgió, obviamente, de la necesid a d de construir
bilidad a la que poco conciernen los avatares materIales. _ ciu?a~es , aunque ést as fueron su s engarces pri vilegiado , los
Antes de ser una realidad de calles, casas y plazas, las que artificiales enclaves en que su artificioso y a utóno mo i te rna
sólo pueden existir y aún así gradualmente, a lo largo del de conocimiento podía funcionar co n má s eficacia . La ciu-
tiempo histórico, las ciudades emergían ya completas por dades fueron aplicaciones con cret as de u n ma rco genera l, la
un parto de la inteligencia en las normas que las teorizaban, cultura barroca, que infiltró la totalidad de la vida ocia l y
en las actas fundacionales que las estatuían, en los planos tuvo culminante expresión en la monarq uía esp a ñola .
que las diseñaban idealmente, con esa fatal regularidad que A esos rasgos deben agregarse la s so rp rende nt e ca racte-
acechaba a los sueños de la razón y que depararía un princi- rísticas de la conquista de Tierra Firme, " re pc réc , exp lo r ée
pio que para Thomas More era motivo de glorificación, et grossi érernent sai sie au cours de s troi s p rc rniér e d écen-
cuando decía en su Utopía (1516) : "He who knows one of nies du XVIe siecle a un rithme in sen sé, j amai é zal é" . 11 En
the cities , will know them all, so exactly alike are they, ex- las antípodas del criterio de un a [rontier pro zre iva , la ual
cept where the nature of the grounds prevents". La mecani- regiría la colonización de los Est ados U nido JI y la pri me ra
cidad de los sueños de la razón queda aquí consignada. época de la conquista del Brasil por los portu ' u - , , la .o n-
De los sueños de los arquitectos (Alberti, Filarete, Vitru- quista espa ñola fue una frenética ca ba lga ta por un ontin 'n ·
vio) o de los utopistas (More, Campanella) poco encarnó en te inmenso, atravesando ríos, selvas , monta ña , el un ' pa-
la realidad, pero en cambio fortificó el orden de los signos, cio cercano a los diez mil kilómetros, dej ando a u pa ' 0 una
su peculiar capacidad rectora, cuando fue asumido por el ringlera de ciudades, prácticamente incomu nicada y ai sla-
poder absoluto como el instrumento adecuado a la conduc- das en el inmenso vacío americano q ue sólo r - o rría n a t ' ITa·
ción jerárquica de imperios desmesurados. Aunque se trató das poblaciones indígenas. Con una mecá ni a milita r, Iuc-
de una circunstancia y epocal forma de cultura, su influen- ron inicialmente las postas que permitía n -1ava nc y crian
cia desbordaría esos límites temporales por algunos rasgos después las poleas de trasmisión del o rd in irnp erial. De la
privativos de su funcionamiento : el orden de los signos im- fundación de Panamá por Pedraria s Dá vila ( 1 19) a la de
primió su potencialidad sobre lo real, fijando marcas, si no Concepción en el extremo sur chile no por a ldi via ( 1S5(1) ,
perennes, al menos tan vigorosas como para que todavía pasaron efectivamente sólo treint a a ños . Pa ra -ua últ im a
hoy subsistan y las encontremos en nuestras ciudades; mas fecha ya estaban funcionando los Virreinat o ' d - ~ 1 · . ico y
raigalmente, en trance de ver agotado su mensaje, demostró el Perú, bajo la conducción de quien e " d eb ía n pr crvar
asombrosa capacidad para rearticular uno nuevo , sin por en el Nuevo Mundo el caráct er carism át i o d la au toridad ,
eso abandonar su primacía jarárquica y aun se diría que ro- el cual está ba sado en la creen cia de q ue lo r y . lo ora n por
busteciéndola en otras circunstancias históricas. la gracia de Dios ". 19
Esta potencia, que corresponde a la libertad y futuri- Más que una fabulosa conqui st a , q u id ó .rtificado el
zación de sus operaciones, se complementó con otra simé- triunfo de las ciudades sobre un inmen so y d '. o no ido te-
trica que consistió en la evaporación del pasado: los siglos rritorio, reiterando la con cep ción g riega q u - o po n ía la /HI/U
XV-XVI, lejos de efectuar un re-nacimiento del clasicismo, civilizada a la barbarie de los no urbani zad o . %0
cumplieron su transportación al universo de las formas. Al Pero no reconstruía el proceso fundacion a l d l. ' iud a-
incorporarlo al orden de los signos, establecieron el primer des que había sido la norma europea sino q u x. ta m nt
y esplendoroso modelo cultural operativo de la modernidad, lo invertía : en vez' de partir del desarrollo agrí ola qu ' rra-
preanunciando la más vasta transustanciación del pasado dualmente constituía su polo urbano donde s or ani za ba
que efectuaría el historicismo del XVIII-XIX . La palingene- el mercado y las comunicaciones al exterior, ini iab a
sia renacentista facilitó la expansión de Europa y fue decupli- con esta urbe, mínima desde luego pero asent ad a a ve ,
cada por la paligenesia del Iluminismo que sentó las bases de en el valle propicio que disponía de agua, espe ra nd o q u
la dominación universal. Hablando con simpatía de sus his- ella generara el desarrollo agrícola . "J'a voue a ussi ét re fa -
toriadores, Peter Gay establece que aportaron lo suyo a un ciné -ha dicho un historiador- par I'histoire de e villc
esfuerzo sistemático general " to secure rational control of the américaines qui poussent avant les campagn es, pou r I
world, reliable knowledge of the past and freedom from the moins en me me temps qu 'elles . " 2 1 Se parte de la in ta ura-
pervasive domination of myth " .16 ción de! poblado, de conformidad con ~orma pr e-
éada vez más, historiadores, economistas, filósofos, reco- establecidas y frecuentemente se transforma VIOlent am ente
nocen la capital incidencia que el descubrimiento y coloniza- a quienes habían sido campesinos en la península i bé ri c~ 1
ción de América tuvo en el desarrollo, no sólo socio-eco- en urbanizados, sin conseguir nunca que vuelvan a sus pn-
nómico sino" cultural de Europa, en la formulación de su migenias tareas : serán todos hidalgos, se atribuirá n . el don
nueva cultura barroca. Podría decirse que el vasto Imperio nobiliario, desdeñarán trabajar por sus manos y Sim ple-
fue el campo de experimentación de esa forma cultural. La mente dominarán a los indios que les son encomend ado o
primera aplicación sistemática del saber barroco, instru- a los esclavos que compren. Pues e! ideal f~ado desde lo
mentado por la monarquía absoluta (la Tiara y el Trono orlgenes es el de ser urbanos, por insignificantes qu e sean
reunidos) se hizo en el continente americano, ejercitando sus los asentamientos que se ocupen, al tiempo que se le enco-
rígidos principios : abstracción, racionalización, sistematiza- mienda a la ciudad la construcción de su contorno ag ríco-
ción, oponiéndose a particularidad, imaginación, invención la, explotando sin piedad a la masa esclava para u?a ~á p i ­
local. De todo el continente, fue en el segmento que mucho da obtención de riquezas. La ciudad y el nuevornqUlsmo
más tarde terminaría llamándose Latino, que se intensificó son factores concomitantes, al punto que se verá el despil-
la función prioritaria de los signos, asociados y encubiertos farro suntuario desplegado más en los pequeños pueb lo
bajo el absoluto llamado Espíritu. Fue una voluntad que (sobre todo los mineros) que en las capitales virreina les
desdeñaba las constricciones objetivas de la realidad y asu- se sucederán los edictos reales prohibiendo el uso de co-

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las ciuda des dieron la bat alla front al para imponerse a las
campiñas, util izando el poderío militar de que las había do-
tado su relación con las metrópolis externas , el brasileño Eu-
c1ídes Da Cunha, que pensab a lo mismo que Sa rmiento, co-
menzó a dudar de esas prem isas civilizadoras cua ndo pr e-
senció la carnicerí a de la guerra en el sertón de Ca nudos y lo
contó pesimistamente en Os Sertoes (1902). El reverso de la
modernización ca pita neada por las ciudad es se habí a mos-
trado desnudament e y no era agr ad able .
Las ciudades de la desenfrenad a conquista no fueron me-
ras factorías. Eran ciudades para quedarse y por lo tanto fo-
cos de progresiva colonización. Por largo tiempo, sin embar-
go, no pudieron ser otra cosa qu e fuertes, más defensivos qu e
ofensivos, recintos amurallados dentro de los cua les se desti-
lab a el espíritu de la polis y se ideologiza ba sin tasa el supe-
rior destino civilizador que le había sido asigna do. No fue in-
frecuente que los texto s literarios las transpusieran " a lo di-
vino", como hizo en el México de fines del XVI el pre sbítero
Fernán González de Eslava en sus Coloquios espirituales y sacra-
mentales: los siete fuertes que religab an la ciudad de México
con las minas de plata de Zacatecas y permitían el transpor-
te seguro a la capital virreinal de las riquezas, se transforma-
ron en nada menos que los siete sacramentos de la religión
católica.
Aunque aisladas dentro de la inmensidad espacial y cultu-
ral, aj ena y hostil , a las ciudades competía dominar y civili-
zar su contorn o, lo que se llamó primero "evangelizar" y
después " educar". Aunque el primer verbo fue conjugado
ches, de ca ba llos, de vestidos de seda, sin conseguir frenar por el espíritu religioso.y el segundo por el laico y agnóstico,
un ap etito qu e, fijado como modelo a la cabeza de los pue- se trataba del mismo esfuerzo de transculturación a partir de
blos por los ricos conquista dores, será imitado arrasadora- la lección europea. Para esos fines, las ciudades fueron asien-
ment e por tod a la sociedad hasta los estratos más bajos, tal to de Virre yes, Gobernadores, Audiencias, Arzobispados,
como lo vio T homas Gage en su pintoresco libro ." Universidades y aun Tribunales inquisitoriales, antes que lo
D .sdc luego, las ciudades barrocas de la intempestiva fueran, tras la Independencia.. de Presidentes, Congresos,
conquista no funcionar án en un vacío total. Como señala siempre Universidades y siempre Tribunales. Las institucio-
Fern and Braudel en su notabl e libro , cuando diseña las re- nes fueron los obligados instrumentos para fijar el orden y
rlas de la economía-mundo, " le capitalisme et I'économie de para con servarlo, sobre todo desde que en el siglo XVIII en-
ma rché coexistent, s'interp én étrent, sans toujours se confon- tran a circular dos palabras derivadas de orden, según con-
dr e " B de tal modo que estas ciuda des irreales, despegadas signa Corominas : subordinare insubordinar.
de las necesidad es del medio , verda deros batiscafos, si no ex- Por definición , todo orden impli ca una jerarquía perfecta-
trat errestres al meno s extracontinentales, aprovecharán en mente disciplinada, de tal modo que las ciudades america-
su beneficio las pr eexistent es redes indígenas, sus .zonas de nas entraron desde el comienzo a una estratificación que, a
cultivo, sus mercado s y sobre todo la fuerza del trabajo que pesar de sus cambios, fue consistentemente rígid a e inspira-
pr oporciona ba n. La inserción capitalista abrupta no des- da por los mayores o menores vínculos con el poder transo-
truirá esa eco nomía de mercado qu e permanecerá como un ceánico. Ocupaban el primer nivel las capitales virreina les
bajo cont inuo duran te siglos, crecientemente agostada . Les (aunque México , Lima y Río de Janeiro seguían siendo las
ca brá ser los 'puntos donde se produce la acumulación me- primeras dentro de ellas ); les seguían las ciudades-puertos
diante la concentración de los recursos y riquezas existentes del circuito de la 110ta y tras ellas las capitales de Audien-
y lo har án con una ferocidad que patentiza la violencia del cias; luego se iban escalonando las restantes ciudades, pue-
ca mbio int roducido en la vida de las comunidades indias. blos, villorios, no solo en jerarquía decreciente, sino en direc-
La fuerza de este sentimiento urbano queda demostrada ta subordinación a la inmediata anterior de la cual depen-
por su lar ga pervivencia. Trescientos años después y ya en la dían. Las ciudades construían una pirámide, en que cada
época de los nuevos estados independientes, Domingo Faus- una procuraba restar riquezas a las interiores y a la vez pro-
ti no Sa rm iento seguirá hablando en su Facundo (1845) de las porcionarles normas de comportamiento a su servicio. Sa-
ciudades como focos civilizadores, oponiéndolas a los cam- bían todas que por encima estaban Sevilla, Lisboa y Ma-
pos dond e veía engendrada la barbarie. Para él la ciudad era drid, pero prácticamente nadie pensó que aun por encima de
el úni co rece ptác ulo posible de las fuentes culturales euro- éstas se encontraban Génova o Amsterdam .
peas (a unque a hora hub ieran pasado de Madrid a París ) a Los conflictos de jurisdicción fueron incesantes y simples
pa rti r de las cua les constru ir una sociedad civilizada. Para epifenómenos de la competencia de los diversos núcleos ur-
logra rlo las ciuda des debían someter el vasto territorio salva- banos para colocarse preferentemente en la pirámide jerár-
je donde se encontraba n asenta das, imponiéndole sus nor- quica . Si, como asientan provocativamente los Stein, 24 Espa-
mas. La prime ra de ellas , en el obs esivo pensamiento sar- ña ya estaba en decadencia cuando el descubrimiento de
mienti no, era la educaci ón letrada. Vivió para verlo y para América en 1492 y por lo tanto económicam ent e Madrid
ejecuta rlo. Apen as med io siglo después del Facundo, cuando constituía la periferia de las metrópolis europeas, las ciuda-

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des americanas constituyeron la periferia de una periferia. pañol. Como lo es, más de dos siglos después, en la propues-
Difícil imaginar más enrarecida situación, en que un vasto ta de Justo Sierra para obviar el " ac ued ucto esp añol " y tra-
conjunto urbano se ordena como un expansivo racimo a par- bajar a partir de las fuentes literarias francesas que propi cia -
tir de un punto extracontinental que reúne todo el poder, ron, más que el modernismo, la modernidad , oscilantem erue
aunque aparentemente lo ejerza por delegación al servicio de al servicio del asunto francés o, con má s frecuencia, el nacio-
otro poder . Aunque nuestro asunto es la cultura urbana en nal.
América Latina, en la medida en que ella se asienta sobre Ambos fueron vocacional mente urbanos , como la abru-
bases materiales no podemos dejar de consignar esta oscura madora mayoría de los intelectuales americanos y a mbo s
trama económica que establece poderosas dependencias su- trabajaron como los pro yectistas de ciudades, a partir de es-
cesivas, al grado de que numerosas acciones decisivas que tos vastos planos que diseñaban los textos literari os, en el
afectan a las producciones culturales , corresponden a opera- impecable universo de los signos que permitían pen sa r o so-
ciones que casi llamaríamos inconscientes, que se trazan y ñar la ciudad, para reclamar que el orden ideal se encarnar a
resuelven fuera del conocimiento y de la comprensión de entre los ciudadanos.
-q uienes no son sino pasivos ejecutantes de lejanísimas órde-
nes, qu ienes parecen actuar fantasmagóricamente como si Notas
efectivamente hubieran sido absorbidos por ese orden de los
signos que ya no necesita de la coyuntura real para articular- 1. V. J . H . Parry, The Cities of th« Conquistadores, London , 1961 ; Ro<lulr..
Quintero, Anlropología de las ciudad" latinoamericanas, Caracas, 1964 ; J a l11r s
se, pues derivan sobre sus encadenamientos internos, sólo R. Sco b ie, Arg mline: A ;ily and a. ValÍon. Ne w York , Oxford Pr ess, 197 1; lrba-
capaces de justificarse dentro de ellos. Hablando de una nimtion in Latin AmfTica: approarhes ami issurs, Ca rde n Ci ty , An chor I\oo k•.
cosa tan concreta como la servidumbre y la esclavitud, Brau- 1975 (jorge E. Hardoy, ed.) ; Las ciudades de Amlriea Launa J' J U' ,i" ", d, ,,,.
del apunta que " elle est inhérente au phénoméne de réduc- fluencia a Iraoés de la historia, Buenos Aires , S IA l' , 1975 (j orge E. Ha rdo y. R"
cha rd P. Sch aedel, ed .) ; José Luis Rom er o , Latinoamhica: las (/udod" I 1",
tion d 'uncontinent él la condition de périphérie, imposée par ideas, México, Siglo XXI , 1976 ; Asentamientos urbanos J organi.:;a(/Cln "~/ ol'"' '
une force lointaine, indifférente aux sacrifices des hommes, ductiua en la historia de Amlrica Latina, Buen os Aires, S IA P, 11)77 Uo ntr E
qui agit selon la logique presque mécanique d 'une économie- Hardo y, Ri ch a rd P. Scha edel, ed .).
monde "." 2. R obe rt Rica rd , La "conquit» rspin turllr " du M tx;qut , Pa ri . 1r1\1II 111
d 'Et h nologi e, 1933 ; Silvia Z aval a, La filos ojia po lttica nr la eon'la" /a dr .~ m¡", ./.
La estructura cultural notaba sobre esta económica, re- M éxico, 1947 .
produciéndola sutilmente, de ahí que los espíritus más lúci- 3. V . Immanuel Wall er ste in, The .\I",it '" Jl'orld· 1s/t 1O. New York . ¡\I'.•.
dos, los que con más frecuencia fueron condenados por el demi c Press, 1974-80, 2 vals.
dictado institucional que se revestía de dictado popular, se 4. Jorge E. Hardoy, El modelo clásico de la ciudad colonia! hU/,a o""m",,,,o,,.
Buenos Aires , Institut o Di Tella , 1968.
esforzaron por develarla, yendo más allá del centro coloniza-
5. George M. Fost er , Culture and Conquest: AmfT;ea's Span;sh IIm lo( , . :"r"
dor para recuperar la fuente cultural que lo abastecía oscu- York, Wenner-Gren Foundation Ior Anthrop ological Rese r h , 1'160
ramente. Ya es evidente en el diseño de El Bernardo que ocu- 6. Lewis Mumford, The City in History, Ne w York , Ha reourt , Ura cr .11111
pa la vida entera de Bernardo de Balbuena y que se vuelve World, 1961 , 1'.1 72.
explícito en el prólogo de 1624, donde elige la fuente italiana 7. Michel Fou cault , Les mots el les choses, unt ar(hlolog;t dts J(/iOU . hU",dlo" .
Paris, Gall im ard , 1966. ca p. IV.
(el Boyardo, el Ariosto) aunque todavía para un asunto es- 8. Ob. cit, trad ., esp., M éxico, Siglo ~ X I , 1 96 8 , .p~. 64.6 5.
9. Coleccién de documentos in éditosrelatuos al descubrimimto, eooquu /a .t I "Ioo, ~ ,/ .
ción. M adrid , 1864- 1884, t. XXXIX, p. 280 .
10. G iu lio Argan, The Renaissance Cuy, New York , George Bra ziller , 1'Ih '1
11. oi. cit., p. 78.
12. Marias Ca mhis, Planning Theory ami PhilllSophy , London , Tavisrock 1'" .
blications, 1979.
13. " Ideology as a Cultural System " en : David E. Apt er (ed .) It1tOlo.( 1and
Discontent, New York , Free Press, 1964; The lnterpretation o/ Cu//u", . :"r"
York , Bas ic Books, 1973.
14. Antoine Arnauld, Pierre Nicole, La Lagique ou l'art dt ~Oltr . I'Mis.
P.U .F ., 1965 (Pierre Clair, Francoi s G irba l, ed .) p. 53.
15. Ibidem, p. 54.
16. The Enlightm mem: an mterpretation. Thr Rise o/M odem Paganu m, :"C"
York , The Norton Libra ry, 1977, p. 36. .
17. Pierre Ch aunu, L 'Amh ique el les Amér iques, Paris, Armand Coli n,
1964, p. 12. . ..
18. Ver , sin em ba rgo , la obra de un discfpu lo de FredenckJackso n I ur o
ner , aplicando sus tesis a América Lat ina : Alista ir Hennessy, Tht.Frontur ' o
Latin American History, Alburquerque, Un iversity of New M exlco Pre s.
1978. .
19. Richard Kon etzke , América Latina, 11, La époea colonial, M ad rid , igll)
XXI , 1972, p. 119. . .
20. Sobre la ada pta ción del eth os urbano griego a las nuev a s co nd icione s
del Nuevo Mundo, el ensayo de Rich ard Morse, " A Framework for 1...1110
Am eri can Urban Hi stor y" en Urbaniration in La/in Amenca: apprOQfhtS and ts-
sues, ed. cit. . .
21. Fernand Braudel, Ciuilisation matirielle, éeonomu el rapitalism«• .\1 , .
XV lllt siede, l. 3, Le temps du monde, Pari s, Armand Col in , 1979, p. 3·U .
22. Thorna s Gage, Nueva RelaciónqUt contienelos IJÚljes dt Th,!,,"as Gag~ ~o la
N ueva España, Guatemala , Biblioteca Goa themala , 1946 (Pri mera edi ci ón
London, 1648).
23. Fernand Braudel, ob, cit., p. 2 ~ . . . . .
24. Stanley y Barbara Stein, The Colonial Hmlage o/ La/In Amtfleo. :" ew
York , Oxford University Press, 1970.
25. Fernand Braudel, ob, a t., p. 338.

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