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A lo largo de la novela, Artemio, en el presente diegético –desde la cama de

hospital, a punto de morir–, repite la frase “Esa mañana lo esperaba con alegría.
Cruzamos el río a caballo”, y conforme vamos recabando recuerdos, descubrimos
que se trata de un pensamiento sobre su hijo muerto, Lorenzo. La repetición
continua de esta oración, sirve para el protagonista como una suerte de purga, ya
que siente remordimiento y cree que, de alguna forma, él es responsable de la
muerte de Lorenzo –idea que comparten Catalina y Teresa–. Éste es el
primogénito de Artemio y Catalina, y llega a sus vidas para cambiarlas. La madre
le tenía un gran afecto cuando era pequeño, en él encontraba la fuerza que le
hacía falta para soportar su matrimonio y lo ve como su única alegría, mientras
que el padre era distante e indiferente con él. Sin embargo, el tiempo pasa y,
cuando Lorenzo crece, empieza a estrechar la relación con su padre, hasta que
llega a sentirlo como su mejor amigo y por fin empieza a recibir un amor paternal.

En las narraciones en futuro, Artemio nos deja ver que tiene la certeza de que al
llevarlo a la hacienda en Veracruz y mostrarle una vida más rural, parecida a la
que él mismo tuvo en su infancia, su hijo imaginó llegar a ser como él, lo que lo
llevó a decidir pelear en la guerra civil, donde moriría. El caudillo se aferra tanto al
recuerdo de estos días compartidos, que Catalina desconoce, en un intento de
liberarse de la culpa que ésta quiere que él sienta. En la introspección se mezclan
los recuerdos con deseos de un destino mejor para su hijo y las posibilidades de
una vida distinta y más feliz, en caso de haber hecho las cosas de una manera
diferente.

De vuelta al presente, en medio de su agonía, Artemio siente la muerte cerca y se


siente su desesperación por no olvidar a aquellos a quienes amó. Entre el dolor
físico, los remordimientos y numerosos recuerdos, el protagonista intenta retener
tanta información como sea posible de su hijo, “tengo un hijo, yo lo hice: porque
ahora recuerdo ese rostro: por dónde lo tomo, por dónde para que no se escape,
por dónde, por Dios, por dónde, por favor, por dónde.” (Fuentes 222). La relación
de Artemio con Lorenzo nos permite conocer otro lado del protagonista, ya que
vemos una versión de él que abraza y besa a su hijo, que es cariñoso, muy
distinta de aquel que solía ser. Artemio como padre de Lorenzo no se parece nada
al caudillo, al esposo indiferente o al hombre enamorado de Regina.

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