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“Se entiende por relación de trabajo, cualquiera que sea el acto que le dé origen, a la
prestación de un trabajo personal subordinado a una persona, mediante el pago de un
salario.
Contrato individual de trabajo, cualquiera que sea su forma o denominación, es aquel por
virtud del cual una persona se obliga a prestar a otra un trabajo personal subordinado,
mediante el pago de un salario.
Parece que, de manera necesaria, el sujeto “patrón” habrá de tener el carácter de persona.
Sin embargo, esta idea ya no resulta actual ni congruente con la tendencia patrimonial que
se apunta en la propia ley, cuando se destaca el concepto de empresa como “unidad
económica de producción o distribución de bienes o servicios”.
La ley establece que la existencia del contrato y de la relación de trabajo se presume entre
el que presta un trabajo persona y el que lo recibe.
Existe la presunción de que toda persona que presta un servicio personal está bajo la
protección de la legislación laboral, a menos que el patrón demuestre lo contrario.
Esta presunción ha sido atacada por los empresarios para anular esa ventaja de los
trabajadores y lo han hecho de diversas formas: el caso de la contratación de los servicios
de los agentes de comercio, bajo contratos de comisión mercantil; el de los trabajadores
del volante cuya relación laboral a veces trata de encubrirse con el contrato de
arrendamiento; el de los profesionistas a quienes se pretende someter a contratos civiles
de prestación de servicios profesionales, etc.