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Fundamentación
teórica
DISEÑO GRÁFICO
Juanita Isaza Merchán
Carmen Elisa Acosta García
IMPRESIÓN
Algarín Publicidad EU.
Editorial Visuales Dar Ltda.
Presentación
El reconocimiento del valor real y potencial de la familia unido esfuerzos con organizaciones internacionales y de la
para el desarrollo de sus miembros y en particular de los sociedad civil para generar conocimientos y herramientas
niños, niñas y adolescentes ha sido una de las razones prin- que contribuyan al fortalecimiento de los vínculos al inte-
cipales para dirigir esfuerzos institucionales que permitan rior de la familia así como de los procesos educativos que
su fortalecimiento. En la ciudad, liderado por el gobierno se facilitan a través de ella. Durante los últimos dos años
distrital y con el apoyo de importantes socios de la sociedad la Secretaría Distrital de Integración Social (SDIS) a través
civil, se han venido realizando acciones que buscan a partir del Convenio por la Primera Infancia y la Inclusión Social,
de una comprensión profunda de la realidad de las familias ha trabajado en este sentido logrando consolidar para la
bogotanas, hacer de estas escenarios dignos y dignificantes ciudad el currículo para la formación de familias que se pre-
de la vida humana, ámbitos iniciales para el acercamiento y senta a continuación.
vivencia de los derechos y espacios sagrados para el respeto,
la inclusión y la construcción de ciudadanía. A lo largo de cuatro años, en el marco de las alianzas realiza-
das alrededor de la primera infancia de la ciudad, CINDE,
Las familias, en cualquiera de sus expresiones, representan el equipo técnico de la Subdirección para la Infancia de la
para los individuos que hacen parte de ellas un medio para SDIS y otros colaboradores, lograron diseñar y consolidar
la aprehensión y transformación del mundo y la integración un currículo de formación que permite trabajar con las fa-
a él. Constituyen el primer escenario de vínculo con otros, milias aspectos claves para el desarrollo de las capacidades
de construcción de afectos y reconocimiento de la diversi- de los niños y niñas durante su primera infancia.
dad en cada ciclo y momento vital. Se convierten así en un
campo de aprendizaje y de prueba de la humanidad que Formación ciudadana, vinculación afectiva, participación,
se construye a través suyo y del intercambio cotidiano de sexualidad, desarrollo infantil y alimentación son algunos
sentimientos, palabras y abrazos. de los temas abordados por el currículo y que desde una
propuesta pedagógica flexible y ajustada a la realidad de las
La interacción, los encuentros y los desencuentros son la familias bogotanas se constituye en una apuesta de forma-
esencia de la familia. De su calidad depende en buena parte ción clave para ejercitar los derechos al interior del núcleo
la comprensión de valores como el respeto, la solidaridad, familiar.
la honestidad, la responsabilidad, el amor, entre otros. De-
pende igualmente la posibilidad de un desarrollo de capaci- El currículo para la formación de familias es un material de
dades y el goce pleno de los derechos. la ciudad, para la ciudad pensado y dispuesto para que sea
utilizado por todos aquellos profesionales que desarrollan
En el anterior sentido, la familia representa un ámbito de-
trabajo comunitario y con las familias en diversos territo-
terminante para el desarrollo de los sujetos durante su pri-
rios.
mera infancia. Si se parte del hecho de que los primeros
años de vida son claves para el crecimiento cognoscitivo, Confiamos en que este sea una herramienta de gran utili-
emocional y social de los seres humanos, la familia como dad para el fortalecimiento de las familias para que desde
espacio inicial y los vínculos que facilita, se convierten en este ámbito se logre hacer más sólida la cultura de los dere-
factores decisivos. chos en Bogotá.
Fortalecer a la familia para que los niños y niñas durante
su primera infancia logren un desarrollo pleno de sus ca-
pacidades en cumplimiento de sus derechos, es el propó- Mercedes del Carmen Ríos
sito de la ciudad. En consecuencia el gobierno distrital ha Secretaria de Integración Social
La primera infancia, como ciclo vital que inicia en la gestación hasta los cinco
años de edad, convoca a las instituciones, la sociedad y las familias a la construc-
ción de condiciones para mejorar la calidad de vida y el desarrollo de los niños,
las niñas y sus familias.
Conscientes de este papel, desde hace ya varios años el tema de las familias ha
sido un componente en los distintos convenios interinstitucionales que se han
firmado a favor de la primera infancia, de tal manera que para llegar a esta for-
mulación curricular se contará con información pertinente y suficiente. En todos
ellos se evidenció el importante papel que desempeñan las familias en las primeras
adquisiciones de los niños y niñas, así como las dificultades que tienen para llevar
a cabo la crianza de sus hijos e hijas. Baste destacar dos ejemplos. Uno de ellos
se refiere al hallazgo en torno a que los principales cuidadores acuden a infor-
mación no siempre pertinente para solucionar sus dudas, resolver inquietudes y
desahogar sus sentimientos de inconformidad y hasta de insatisfacción consigo
mismos por algún evento o situación relacionado con la crianza. El otro ejemplo
tiene que ver con la manera como la crianza se centra en el afecto y cómo éste se
confunde con ausencia de límites propios de la autoridad y la norma, con con-
descendencia hacia los hijos e hijas y con ausencia de patrones de formación para
la vida social.
Abordar temas tan complejos como el desarrollo infantil y las dinámicas fami-
liares, implica necesariamente tener que establecer prioridades en cuanto a los
contenidos que se pueden desarrollar en el marco de un proceso de formación
a familias. En este sentido, es claro que existen muchos aspectos que hubieran
Cinco módulos de trabajo y los encuentros que los conforman. Dentro de cada
encuentro se incluyen objetivos, contenidos, actividades, tiempos y materiales
para su desarrollo. Los temas de cada uno de los módulos son:
• Lectura de la realidad.
• El papel de la familia en el desarrollo infantil.
• Vinculación afectiva en la familia.
• Relaciones de poder en la familia.
• Familia y ciudadanía.
1
Abordar el diseño y puesta en marcha de procesos de
formación para y con las familias significa dar cuenta de
la complejidad que caracteriza hoy en día una institu-
ción a la cual, en gran medida, se le atribuye la respon-
sabilidad tanto de la formación de los niños y las niñas
PERSPECTIVAS ORIENTADORAS
como de la construcción de la sociedad, en corresponsa-
bilidad con el Estado y la sociedad civil.
PERSPECTIVA DE DERECHOS
Una exclusión del ejercicio de la ciudadanía, dado que ellos no han hecho
parte del pacto social moderno, puesto que se ha sustentado en la creencia de
que “no tienen la facultad, ni la obligación natural de serlo”. El camino de los
derechos que tienen los niños hasta su reconocimiento ha sido más largo que
el de los otros sujetos excluidos de dicho pacto social.
La lucha de los niños y las niñas por su derecho a la igualdad está desvinculada
de aquella por el reconocimiento de su diferencia de género, de cultura y de
posición en el mundo de la producción. El retraso histórico, que se refiere a la
relación entre el movimiento por la igualdad y el movimiento por la diferencia,
impone poner en primer plano el derecho del niño y la niña a una ciudadanía
diferente en el desarrollo del Estado democrático de derecho.
La lucha por los derechos de los niños y de los adolescentes, a diferencia de los
otros grupos de excluidos, no ha sido una lucha propia sino que ha quedado y
queda dependiente del discurso y del actuar de los adultos. Esto es una para-
doja si se piensa que los adultos son los que ejercitan el poder sobre los niños y
frente a los cuales se dirige la demanda de igualdad, de libertad, de integridad
física y moral y de respeto en favor de los derechos de los niños.
La dependencia de los niños y las niñas de los “juicios” que los adultos hagan
de sus derechos o capacidades para poder hacer parte del pacto social, para de-
terminar si tiene la madurez para ejercer la ciudadanía, o para determinar hasta
donde llega el “interés superior del niño” o cuáles son los asuntos que los afectan,
los ponen en situación de desventaja, pero reta a la institucionalidad a construir
creencias, conceptos y prácticas que ética y políticamente correspondan al espíri-
tu y propósitos de la CDN.
PERSPECTIVAS ORIENTADORAS
y, en esa medida, en espacio y agente privilegiado para la garantía de los derechos
de los niños y las niñas y la superación de los obstáculos antes mencionados.
Inherentes: Son innatos a todos los seres humanos sin distinción alguna. Se
nace con ellos y no dependen del reconocimiento por parte del Estado
Su carácter integral: Según este autor “una de las características más importan-
tes de la Convención sobre los Derechos del Niño es su integralidad, esto es,
abarcar todas las dimensiones y la vida y desarrollo de las niñas y los niños” (p.
34). Sin perder esta mirada de integralidad, los derechos han sido clasificados
en cuatro categorías por UNICEF (2004):
• Supervivencia: Derechos que buscan garantizar la vida en condiciones ade-
cuadas de desarrollo y de salud.
• Desarrollo: Derechos que garantizan el desarrollo de capacidades y poten-
cialidades de los niños y las niñas.
• Protección: Derechos que exigen la prevención, defensa y salvaguarda de
todas las formas de abuso, abandono y explotación.
• Participación: Derechos que garantizan que los niños y niñas asuman un
papel activo en sus ambientes cotidianos y en sus comunidades.
PERSPECTIVAS ORIENTADORAS
El paso de las necesidades a derechos, que supone un cambio de óptica, pues
las necesidades se transforman en derechos, y en consecuencia, el niño o niña
no son simples receptores de la ayuda bienintencionada de los adultos y del es-
tado, sino que se les reconoce su derecho a la atención y la protección integral
para promover su desarrollo.
Los Derechos de los Niños están sustentados en una serie de principios (Ver
Figura No. 1) que constituyen un marco general esencial para su comprensión y
aplicación (Durán, s.a.) y cuyo eje es el interés superior del niño y niña.
Figura No. 1:
Principios de la CDN
(Adaptado de Durán, E., s.a.)
Universalidad Igualdad
No discriminación Participación
Interés
superior
del niño
Autonomía Prevalencia
Corresponsabilidad
El interés superior del niño obliga a la sociedad y al Estado a que las decisiones
que se tomen con respecto al niño o la niña deben atender en primera instancia al
interés superior, como eje para garantizar el cumplimiento de todos los derechos
establecidos en la CDN. Es decir, “que los niños tienen derecho a que antes de
tomar una medida respecto de ellos se adopten aquellas que promuevan y prote-
jan sus derechos” y no las que los vulneren (Cillero, 2009).
El interés superior del niño supone también que las decisiones políticas, progra-
máticas y judiciales si bien no excluyen los derechos de los adultos, deben mante-
ner el criterio de prevalencia de derechos de los niños y las niñas.
Como anota Ortiz (2009): “La integralidad no se logra con una sumatoria de
acciones paliativas y temporales, requiere de procesos intencionales de planeación
social, de redistribución e inversión y de la riqueza, de voluntad política y com-
promiso de todo el conjunto de la sociedad” (p. 2).
PERSPECTIVAS ORIENTADORAS
Un enfoque basado en los derechos humanos aplicado al currículo de familia,
tiene implicaciones sobre las prácticas pedagógicas y demás acciones que deberán
orientarse intencional y directamente a contribuir a la protección y garantía de
los derechos de los niños, las niñas y sus familias.
Esto presupone que, en forma deliberada, el currículo promueve reflexiones y
cambios sobre el rol de los adultos y de los niños y las niñas, todas y todos y de
las interacciones entre unos y otros. Esta movilización se propone a través de ac-
ciones pedagógicas que promuevan miradas reflexivas tanto del formador como
de las familias participantes en el proceso, evitando imposiciones y abriendo pers-
pectivas de cambio en el marco de las negociaciones culturales.
Además, la aceptación de las familias, sus miembros, los niños y las niñas, como
actores de su propio desarrollo, implica asignar un importante valor a su par-
ticipación durante el proceso de formación, a través de sus opiniones, análisis,
actuaciones y decisiones, entre otros aspectos. Por ello, se establece la flexibilidad
como condición imprescindible para la aplicación del currículo con los grupos de
familias particulares, a partir del reconocimiento y comprensión de los contextos
y condiciones de los grupos de formación.
Entonces, las formadoras y formadores, apoyados por organizaciones sociales,
instituciones privadas y del Estado y con la participación activa de las familias,
son quienes a través de una acción pedagógica colectiva e intencional, podrán
aportar al cambio de las prácticas cotidianas de las familias, de modo que se logre
trascender el discurso y constituir realmente una cultura y un proyecto ético para
todos y todas en el cual estén presentes la perspectiva de derechos y de género.
De otra parte, el currículo se concibe como un medio para generar procesos y no
para centrarse en acciones esporádicas. Esto apunta al desarrollo de ambientes de
convivencia en los cuales se reduzcan las inequidades y disparidades dentro de las
familias y en la relación que estas establecen con el ámbito de lo público.
En este contexto, las instituciones que implementen el currículo deben ser flexibles
a las necesidades y fortalezas de las familias, y deben tener capacidad para promover
procesos de gestión integral que articulen la formación con los servicios y los pro-
gramas locales de manera que se potencien los efectos del currículo. Ello implica
que la convocatoria e implementación del currículo se haga con una concertación
previa en los territorios, con las familias e instituciones. También supone asumir la
participación infantil y de las familias, como medio y como fin de los procesos de
formación, soportados en acciones cotidianas de la dinámica familiar, en la orga-
nización y creación de redes y en una gestión social integral que propicie alianzas
sostenibles en el ámbito local a favor de los niños, las niñas y las familias.
PERSPECTIVAS ORIENTADORAS
En este contexto se construyen identidades marcadas por lógicas y códigos, ge-
neralmente dictados por los adultos sin dar lugar a que los niños y las niñas
tengan espacios de resistencia o de expresión, para construirse como hombres y
mujeres de manera más flexible y equitativa a través del desarrollo gradual de su
autonomía.
Este análisis lleva a ubicar las prácticas discriminatorias y autoritarias que se ejercen
sobre los niños, las niñas y los adolescentes cuando su comportamiento o actitud
rompe con lo esperado de acuerdo con los cánones que predeterminan la expresión
de su feminidad y de su masculinidad. Además, en muchas interacciones familiares
se tienden a activar procesos de participación competitivos y excluyentes, que llevan
implícitas formas de discriminación entre los géneros.
2
Las perspectivas que orientan el currículo para familias
suponen de base una acción concertada entre las institu-
ciones y actores que agencian el desarrollo de la infancia
en el país y en la ciudad. En este marco es importante
poner de presente la manera como la Administración
4. La inclusión social.
Por otra parte, tanto la Ley para la Protección Integral de las Familias como el
Código de Infancia y Adolescencia, y la Política Pública para Primera Infancia,
plantean, para todo el país, elementos importantes que también inciden en los
planteamientos del currículo.
La Ley 1361 de 2009 para la Protección Integral de las Familias define equidad
como Igualdad de oportunidades para los miembros de las familias sin ningún
tipo de discriminación. La capacidad para garantizar la equidad y la igualdad
de oportunidades al interior de las familias no depende únicamente de la forma
como se establecen en su interior las relaciones de poder y de las condiciones para
la participación de sus miembros en la toma de decisiones que les conciernen.
Esta capacidad tiene que ver con lograr seguridad económica y el uso adecuado
de los recursos materiales que soportan la vida familiar y la garantía de los niños
y las niñas, en particular sus derechos de supervivencia y desarrollo.
Los principios de las políticas distritales y de la política nacional, así como los de
las dos leyes mencionadas, tienen implicaciones para el currículo, por cuanto este
se asume como una estrategia centrada en la promoción de creencias y prácticas
que favorezcan el desarrollo de capacidades de las familias que les posibiliten el
ejercicio de acciones que conduzcan a la garantía y protección de los derechos de
los niños y las niñas, todo dentro de orientaciones de equidad, inclusión y reco-
nocimiento de la diversidad.
La familia como escenario de relaciones diversas entre sus miembros. Esas re-
laciones se dan de acuerdo con el ciclo vital en que se encuentran las personas
que interactúan en ella, y según las singularidades y la diversidad de intereses
que portan.
3
En este apartado se abordarán los conceptos y enfoques
que fundamentan el currículo. Se desarrollan en primer
lugar los conceptos de familia y desarrollo infantil, ejes
centrales del programa de formación. Posteriormente
hallará temáticas relacionadas con la forma como la fa-
REFERENTE TEÓRICO
milia puede promover el desarrollo infantil a través de
los vínculos afectivos, las relaciones de poder y la comu-
nicación. En tercer lugar, se encontrará el tema de las
relaciones democráticas en la familia y la construcción
de ciudadanía por ser un aspecto que proyecta y soporta
las dinámicas e interacciones internas de la familia en
el ámbito público a través del proceso de participación.
CONCEPTO DE FAMILIA
De este concepto se derivan varios elementos que deben tenerse en cuenta para
una cabal comprensión de las familias y de su formación:
REFERENTE TEÓRICO
Particularmente para Colombia, Pachón (2007) muestra algunos de los cam-
bios que se dieron en el siglo XX: A principios de siglo se encontraban patrones
de familia extensa en clases medias y altas mientras en grupos con menores
recursos se daba el fenómeno de la familia nuclear, pero en todas se presentaba
el patriarcado como patrón común. A mediados de siglo se inician grandes
cambios relacionados con “la reducción del tamaño de la familia, la salida de
la mujer del espacio doméstico, el comienzo de las separaciones entre esposos
y la lucha contra la legitimidad” (Pachón, 2007, p. 148).
En las clases medias y altas estos fenómenos tuvieron una resistencia inicial
importante, mientras muchos de ellos eran corrientes en las clases menos fa-
vorecidas. No obstante se fueron imponiendo paulatinamente. Es así como las
relaciones entre padres y madres con sus hijos e hijas se fue transformando,
de modo que ahora estos últimos son más partícipes y deliberantes de ciertas
decisiones. Las relaciones entre hermanos también se modificaron y ya los
menores no deben someterse a la autoridad del mayor. La división sexual del
trabajo ha sido permeada también por los cambios y ha aumentado la actividad
de la mujer en el trabajo fuera de casa, aunque la participación del hombre
dentro de las labores del hogar no ha cambiado en las mismas proporciones y
se observa más en los niveles culturales y educativos medios y altos.
Por otra parte, los cambios sociales han llevado a que la familia se organice y
se constituya de manera diversa según su composición. Situaciones que hace
un siglo no eran reconocidas ni aceptadas como familias, hoy en día coexisten
y son válidas. En tal sentido, la Política para familias en Bogotá (2005) plantea
la necesidad de reconocer las diversas formas de familias existentes de modo
que se garantice “su derecho a tener derechos” y se las legitime, no desde la
Puede concluirse entonces, que si bien hoy en día se conservan los patrones
patriarcales, los valores sociales actuales van ejerciendo influencia en las estruc-
turas y dinámicas familiares así como en los patrones de interacción entre los
distintos sujetos que integran los grupos familiares: hombres y mujeres, niños,
niñas y adolescentes, adultos y ancianos. Y estos cambios han afectado con
intensidades diferentes los distintos estratos socioeconómicos, lo cual debe
tenerse en cuenta en el currículo de formación de las familias.
Por otra parte, la familia también puede modificar su entorno social en una re-
lación dinámica que establece con él. De acuerdo con Isaza (2007), el carácter
de sujeto colectivo de la familia se relaciona con la idea de que ésta “tiene la
posibilidad de construir un proyecto de vida y de realizarse y además tiene la
capacidad de incidir en el desarrollo propio y en el desarrollo más amplio de la
colectividad en la que está inscrita”.
REFERENTE TEÓRICO
En este contexto afectivo es posible la socialización primaria, la cual según
Berger y Luckman (1978), “… comporta algo más que un aprendizaje pura-
mente cognoscitivo. Se efectúa en circunstancias de enorme carga emocional”,
pues a través de ella el niño o la niña se identifica con las personas significati-
vas, produciéndose la internalización del mundo que lo rodea.
Por otra parte, es necesario reconocer que la familia se inscribe dentro de una
cultura determinada y que como grupo social reproduce en ella los valores cul-
turales, las leyes o normas, la lengua, las costumbres. Entonces, como ámbito
de socialización la familia porta, crea, reproduce y realiza los valores culturales
de la sociedad, convirtiéndose así en un espacio en el cual sus miembros, es-
pecialmente los niños y las niñas, aprehenden el mundo social en un proceso
dinámico que va transformándose en la medida en que las relaciones de la
familia con la sociedad, lo hacen.
Esta tendencia significa la existencia de fronteras cada vez más débiles entre lo
que se le ha asignado como ámbito privado a las familias y su relación con lo
público, esto es, a comprender que las relaciones y dinámicas que se tejen en las
familias ya no son un asunto que les compete a ellas de manera exclusiva, sino
que están en estrecha relación con la consolidación de bases para el ejercicio
pleno de la ciudadanía y de la democracia.
Ello obliga a mirar a la familia más allá del ámbito privado, por las implicacio-
nes que tienen para los niños y las niñas, y en general para todos los miembros
de la familia, los aprendizajes de todo aquello que les permitirá tener una mi-
rada más amplia fuera del ámbito del hogar.
Desde esta posición, la noción potencial que tiene la familia para generar cam-
bio, adquiere gran importancia, por las posibilidades que puede brindar para
modificar y trascender los patrones tradicionales de comportamiento que se
caracterizan por la inequidad y la desigualdad entre los géneros y las genera-
ciones (Zuluaga, 2004).
REFERENTE TEÓRICO
fomentar que las relaciones de los hombres con las mujeres y de los adultos
y ancianos con los niños, niñas y jóvenes, tengan un trato igual, solidario y
respetuoso que se base en la ética de la responsabilidad y el cuidado frente
a quienes se encuentren temporalmente en situaciones de desventaja: “si lo
aprendemos a hacer en el espacio privado, tenderemos a hacerlo y exigirlo en el
ámbito público” (Enríquez, 2005). Es así como una familia que se constituye a
partir de relaciones democráticas estará en mejores condiciones para apoyar el
desarrollo individual, colectivo y humano de sus miembros (Zuluaga, 2004).
Es así como se reconoce que la familia puede tener la capacidad para transformar
el entorno y ser eje fundamental para la construcción democrática de ciudad, su-
pone que ésta trasciende el ámbito de las interacciones en el contexto privado del
hogar, y que si bien esas interacciones son la piedra angular en la construcción de
los niños y las niñas como sujetos de derechos, y por ende fundamentales para su
desarrollo integral, es en el ejercicio de lo público donde se consolidan y aportan
a la construcción de una sociedad más justa y equitativa para ellos y ellas.
de desarrollo que sigan los sujetos en su proceso de construcción, por lo cual las
investigaciones ya no apuntan a establecer modelos explicativos del desarrollo
homogéneo y universal. Por el contrario, se apunta a comprender el desarrollo
infantil como una serie de generalidades que cobran sentido solo dentro de las
especificidades de las diferentes culturas (Unicef 2004). Esto significa reconocer
en el desarrollo una enorme gama de posibilidades que debe ser reconocida para,
a partir de ella, identificar puntos de convergencia que permitan construir una
mirada global del desarrollo de los sujetos.
Con ello se afirma que las diferencias culturales se traducen entonces en distintas
rutas y posibilidades para el proceso de desarrollo de niños y niñas. Esto se da
porque, como lo plantea Bruner (1984), cada cultura incide en el modo específi-
co de razonar de sus miembros, por cuanto los diferentes modos de representar
la realidad, propias de la cultura, influyen en el modo de razonar de sus indivi-
duos. Esto incidirá en que una determinada cultura puede favorecer o limitar
el uso de un modo específico de representación. Ello no quiere decir que haya
una apropiación pasiva de la cultura. Como lo plantea Bruner (1990), un rasgo
característico de los seres humanos es su autoconstrucción a partir de la tradición
cultural en la cual “somos agentes activos en la perpetuación de nuestra herencia
simbólica porque, entre otros motivos, las ideas y los significados que heredamos
del pasado son remodelados por nuestras propias mentes”.
Desde esta perspectiva, la cultura y la historia son condición del desarrollo, tanto
como la base biológica de los seres humanos. Se toma así distancia de las perspec-
tivas teóricas biologicistas que explican el desarrollo solo a partir de la herencia
o de aquellas que lo explican únicamente como proceso de adaptación al medio
ambiente. Se afirma entonces que el proceso de desarrollo presupone un sujeto
activo que participa en la forma de vida de su cultura, apropiándola y transfor-
mándola y construyéndose a sí mismo, por lo cual estudiar el desarrollo humano
implica indagar sobre el modo en que la cultura y la psique “llegan a estar coor-
dinadas y a hacerse posibles la una a la otra” (Unicef 2004).
Desde esta mirada, los estudios sobre el desarrollo buscarían establecer los aspec-
tos comunes del desarrollo de los seres humanos y sus diferencias, que se deben
a las culturas, partiendo de los siguientes presupuestos:
REFERENTE TEÓRICO
El desarrollo no puede ser explicado en términos de causa y efecto, de estímulo
y respuesta. Es un proceso de acciones complejas, mediado culturalmente.
Esta mirada se fundamenta en los trabajos de Vygotsky, quien afirmó que las
funciones psicológicas superiores tienen su origen en las relaciones sociales, en
las interacciones entre los sujetos. El desarrollo infantil, según esto, tiene una
naturaleza contextual e interactiva, que puede ser atribuida a la participación de
los niños y las niñas en las prácticas socializadoras propias de las culturas.
“… los niños llegan a compartir la visión del mundo que tiene su co-
munidad, a través de la estructura de las actividades e interacciones en
las que participan, tanto si en ellas existe un interés explícito de ense-
ñar como si dicho interés está ausente. En la medida en que los niños
empiezan a buscar activamente guía y participación, el proceso sigue
desarrollándose, incluso cuando los adultos están centrados en otras
cosas o comprometidos en actividades en las cuales preferirían que los
niños no se involucrasen”.
De este modo, la mirada interaccionista atribuye una gran importancia a los en-
tornos de desarrollo de los niños y las niñas, por cuanto la disposición de estos
ambientes determina la calidad de las interacciones y de las situaciones que jalo-
nan el desarrollo infantil.
Desde esta perspectiva el desarrollo tiene que ver con el papel activo del niño en
su propio aprendizaje, y el apoyo, también activo, que le prestan los adultos que
guían las actividades y otros niños y niñas que participan en ellas. Es así como a
través de su participación en las actividades guiadas por los adultos que los niños
y las niñas alcanzan de manera progresiva niveles más elaborados y complejos de
desarrollo.
REFERENTE TEÓRICO
Supone el reconocimiento por parte de padres y cuidadores de las señales que
contribuyen a hacer visible el proceso de desarrollo y reacomodar así su papel
dentro del proceso de participación guiada. Esta lectura de las señales está
orientada por un saber formal, un saber generacional, una historia, y un estado
o situación afectiva o emocional.
Implica un reconocimiento por parte de los adultos acerca de sus saberes, sus
actuaciones y sus sentimientos en relación con el niño o la niña y con la crianza
y sus circunstancias.
Ahora bien, el desarrollo solo será posible en la medida que éste se aborde desde los
principios formulados en la CDN al concebir al niño y la niña como sujetos plenos
de derechos y activos de su propio desarrollo en interacción con su entorno.
La creación de condiciones para un desarrollo pleno de los niños y las niñas exige
la garantía del derecho a la protección cuidado y atención de la salud de la madre
antes, durante y después del parto; la atención y disposición de servicios de salud
e inmunización contra enfermedades al niño; la disposición de una alimentación
con los nutrientes necesarios para el niño y demás aspectos que afectan el desa-
rrollo orgánico.
Sin embargo, como se anotó, el desarrollo de las capacidades humanas está de-
terminado no solo por el elemento biológico, sino por las interacciones y los
procesos comunicativos cotidianos que se constituyen en la base y la fuente de
aprendizajes y construcciones permanentes. En tal sentido, juegan un papel muy
importante: el derecho a la educación, a la participación, al juego, a una vida sin
violencias, ni discriminación, es decir a ambientes protegidos y estimulantes para
potenciar las capacidades humanas de niños y niñas.
Figura No. 9:
Modelo de Brandt y Pope
aplicado a un sistema integral del
desarrollo de los niños y las niñas
DESARROLLO
INTEGRAL
REFERENTE TEÓRICO
EL PAPEL DE LA FAMILIA EN EL DESARROLLO INFANTIL
Según Bowlby (1985, 1995), los seres humanos tienen una tendencia primaria
(no aprendida) o una propensión “a establecer sólidos vínculos afectivos con
otras personas determinadas”.
El lazo afectivo propio del vínculo impulsa a las personas a permanecer juntas
en el tiempo y en el espacio, procurando mantener cierto grado de proximidad
“que permita tener un contacto físico en algunas circunstancias o comunicarse a
distancia entre otras” (Ainsworth y Bell, 1970). Esto es observable con claridad
en el vínculo establecido entre el niño o niña y sus cuidadores significativos, en
las amistades de la adolescencia y en las relaciones de pareja.
Los patrones de apego en las relaciones del niño o niña pequeño con su cuidador,
se han clasificado en cuatro (Valdez, 2007):
Apego seguro: Los niños o niñas ven su figura vincular como base segura para
explorar los alrededores. Tratan a los extraños de forma diferenciada a esta
figura vincular y la buscan activamente para que los proteja.
REFERENTE TEÓRICO
Apego ambivalente: Los niños y niñas con este tipo de apego buscan acercarse
a su figura vincular durante las situaciones de mayor tensión, pero una vez
conseguido este acercamiento buscan deshacerlo.
Apego evitativo: Son niños o niñas que no distinguen entre su figura de apego
y la de un extraño, tratándolos de la misma forma y en caso de ausencia de la
figura vincular, la ignoran cuando regresa.
Apego desorganizado: Los niños y niñas, que tienen este patrón, despliegan
una serie de conductas contradictorias cuando se reencuentran con su figura
de apego, asociadas a emociones de miedo y ansiedad.
Por otra parte, es importante señalar que los patrones descritos arriba se man-
tienen en su estructura básica a lo largo del desarrollo por cuanto “las clases de
“las expectativas que una persona tiene, así como el grado de capa-
cidad que aporta, desempeñan un importante papel para determinar
las clases de personas con las cuales se asocia, y también cómo dichas
personas la tratan. Debido a estas interacciones, cualquier patrón que
se establezca primeramente tiende a persistir” (Bowlvy, 1995).
Algunos de los patrones de apego que muestran dificultades son los de excesiva
dependencia, los de angustia en el apego, los de autoconfianza compulsiva (la
persona mantiene una actitud de dureza y alejamiento en las relaciones con los
demás en una autoconfianza aparente) o los de frialdad o falta de apego. Y estos
patrones se mantienen al establecer una relación de amistad, de pareja, de pater-
nidad/maternidad, de jefe o subalterno. Y posiblemente, cuanto más intensas
sean las emociones de una relación, se harán más dominantes los modelos de
apego vividos en la infancia.
REFERENTE TEÓRICO
Las expectativas (conscientes e inconscientes) que se tienen sobre la pareja y
sobre el papel que ella tiene en la solución de los vacíos o conflictos afectivos.
Según lo que se espere de la otra persona, se va a interpretar su comportamien-
to de manera distinta, haciendo la lectura de sus intenciones de acuerdo con la
forma en que se aprendieron a vivir los vínculos en la infancia.
La forma como se establece la pareja. La cultura en que vivimos hace una idea-
lización del amor romántico, lo cual, sumado a la necesidad humana de esta-
blecer vínculos afectivos, influye en la tendencia a idealizar a la persona que se
elige para hacer pareja. En la medida en que ese ideal puede ser transformado
en expectativas más reales, hay mayores probabilidades de que el vínculo pueda
sobrevivir de manera sana y relativamente armoniosa, resolviendo los conflic-
tos y creando un ambiente propicio para el desarrollo personal y de la familia.
Cuando las parejas tienen hijos e hijas, estos vínculos afectivos de pareja van a
influir en el desarrollo infantil de acuerdo con las características que tengan. En
la pareja en la cual el conflicto es permanente y se vive un vínculo afectivo ambi-
valente, evitativo o desorganizado, hay mayor probabilidad de que las relaciones
con los niños y las niñas se vean afectadas negativamente. Si existe violencia o
grandes niveles de estrés, la afectación negativa, como se verá en el siguiente
apartado, será mayor.
REFERENTE TEÓRICO
evolución del tipo de vínculos entre ellos. Es así como, por ejemplo, la fantasía de
que todos los hijos e hijas son iguales a los ojos de los progenitores, acrecienta las
rivalidades, al igual que las “preferencias” evidentes y masivas por alguno de ellos
o ellas. Del mismo modo, la negación o supresión de los celos y las rivalidades, así
como el restarle importancia a los mismos, tampoco ayuda a los niños y las niñas
a elaborar estos sentimientos, aumentándose la envidia y la culpa.
El Currículo para las familias pretende contribuir al cambio de los imaginarios so-
ciales que atraviesan las interacciones entre los miembros de la familia y movilizar
transformaciones en las prácticas de crianza, de tal manera que se favorezca la cons-
trucción de ambientes democráticos y solidarios, en los cuales el respeto por la dife-
rencia y el reconocimiento de la diversidad y la libertad hagan parte de la convivencia.
En primer lugar, es importante entender que las interacciones dentro de las fami-
lias están mediadas por el ejercicio del poder entre géneros y entre generaciones.
La forma como se viva el poder estará determinada por las formas de ejercerlo. Al
respecto Magdalena León distingue cuatro (1997):
El “poder sobre”, que representa las acciones de una persona para lograr que
otras actúen en contra de sus propios deseos. Es la capacidad de afectar los
resultados aún en contra de los intereses y los derechos de los demás. Es un
poder controlador que se manifiesta en la toma de decisiones unilateral. Es una
decisión que se impone. Es un poder coercitivo, manipulador, que incluso mu-
chas veces acalla el conflicto. Puede llegar a expresarse con violencia o fuerza.
En la familia está representado en el autoritarismo adulto.
El “poder para”, cuyo objeto es que por medio de una persona se incluyan
cambios que estimulen la actividad en otros o incrementen su ánimo. Es un
poder generativo o productivo, aunque también puede conllevar resistencia
o manipulación. Permite compartir el poder y favorece el apoyo mutuo. Es
importante para la manifestación de potenciales y para que se logre construir
agendas individuales y colectivas. En la familia se observa a través del ejercicio
de autoridad del adulto que no usa la violencia y es amoroso.
El “poder desde adentro”, que puede denominarse poder desde el interior y repre-
senta la habilidad para resistir el poder de otros, mediante el rechazo a las deman-
das indeseadas. Se fundamenta en el reconocimiento y análisis de la subordinación
y de sus causas. Surge del mismo ser y no es dado o delegado. En el caso de los
niños y niñas, se desarrolla cuando se ha tenido un vínculo afectivo seguro, que
ha estimulado la autoconfianza y la capacidad de decisión y participación.
En relación con los niños y las niñas, el ejercicio del poder se observa con fre-
cuencia en los estilos o patrones de crianza usados por los adultos y en los cuales
confluyen dos dimensiones: el apoyo y el control. El apoyo, más relacionado con
el tema de los vínculos afectivos, alude a la expresión de afecto de los padres y
las madres hacia sus hijos e hijas y el apoyo social que les brindan para expresar
sus emociones, alentar su independencia desde una base segura y estimular su
desarrollo psicosocial (Aguirre, 2002). El control, más relacionado con el ejer-
cicio del poder es, según Aguirre (2002), la forma utilizada para ejercer control
y exigir obediencia en los hijos e hijas. Puede ser ejercido de manera positiva o
negativa. La primera, presente en relaciones más horizontales, es caracterizada
por intervenciones en las cuales los adultos se aseguran de que las explicaciones,
las normas y sus consecuencias, sean comprendidas por los niños y las niñas y les
brindan espacios para que participen en su construcción. Se estimula la compren-
sión y reflexión sobre la norma, la autonomía y el descentramiento progresivo
de sí mismo. Se asimilaría más al ejercicio del “poder para” o el “poder con”. El
control negativo se caracteriza por el uso de técnicas de control intrusivas, enca-
minadas a restringir las acciones de los niños y las niñas, más que a orientar su
comportamiento ejerciéndose así un “poder sobre”.
REFERENTE TEÓRICO
De la interacción de estas dos dimensiones surgen tres estilos de crianza descritos
por Cowan y cols. (1998): autoritativos, permisivos o autoritarios. Los primeros
están caracterizados por un equilibrio entre las dimensiones de apoyo y control,
los segundos privilegian el apoyo y mantienen de manera difusa el control y los
terceros dan gran importancia a la norma y a la autoridad del adulto.
Por otra parte, es importante poner de presente que cuando el poder es ejercido
sobre niños y niñas de forma violenta se generan consecuencias en el desarro-
llo infantil, relacionadas con dificultades en los afectos y la confianza básica,
con lo moral que se orienta a la heteronomía y con la connaturalización de la
violencia como práctica de resolución de conflictos. Además, estudios referidos
por el National Scientific Council on the Developing Child (2005) revelan que
el estrés excesivo, frecuente y prolongado generado por la violencia continua
produce alteraciones en la estructura cerebral, que naturalmente afecta el de-
sarrollo infantil.
Desde otra perspectiva, es necesario entender que dependiendo del tipo de poder
que se ejerce sobre los niños y las niñas y de las características de la estructuración
del sistema de normas de convivencia, se promoverá un tipo de desarrollo moral
u otro. En sistemas más autocráticos y violentos predominará la heteronomía,
mientras en sistemas caracterizados por relaciones más democráticas y participa-
tivas podrá desarrollarse la autonomía moral. Esto puede ser explicado a través
de los modelos teóricos de “construcción racional de valores” o de “construcción
dialógica de la personalidad moral”, en los cuales el principio fundamental de la
REFERENTE TEÓRICO
desarrollo de valores-guía (justicia, solidaridad, tolerancia) y como una manera
de reconocer al otro y a la otra en la diferencia, respetando sus derechos.
REFERENTE TEÓRICO
Desde esta orientación cultural, el hombre también es víctima del rol que le ha
impuesto la sociedad y también sufre las consecuencias de la asimetría en las
relaciones con la mujer, pues debe asumirlo todo de acuerdo con la tradición, lo
cual constituye otra forma de violencia de género. Esta vez desde el poder de la
masculinidad dominante.
Este análisis lleva a ubicar las prácticas discriminatorias y autoritarias que se ejer-
cen sobre los niños, las niñas y los adolescentes, cuando su comportamiento o
actitud rompe con lo esperado de acuerdo con los cánones que predeterminan
la expresión de su feminidad y de su masculinidad. Además, en muchas interac-
ciones familiares se tienden a activar procesos de participación competitivos y
excluyentes, que llevan implícitas formas de discriminación entre los géneros. Por
ejemplo, las niñas aprenden a mantenerse en los límites del cumplimiento de las
reglas y los varones consiguen captar la mayor parte de las veces la atención de los
adultos, a partir de la infracción de las normas, comportamiento que la mayoría
de las veces es aceptado por provenir de lo que se espera socialmente de los varo-
nes y que por el contrario es reprimido en las niñas.
Un elemento que media todos los procesos descritos hasta este momento es la
comunicación. Los procesos de vinculación afectiva, de expresión de afecto, del
manejo de la norma, por solo mencionar algunos, están todos relacionados y
se ven afectados por las características de las interacciones en la familia, por los
contenidos que en ellas se expresan y, de manera especial, por los matices de los
estilos que con ellas se llevan a cabo.
REFERENTE TEÓRICO
convivencia válidas dentro de la familia.
ambientes en los cuales los procesos de interacción sean más claros, las relaciones
familiares se verán favorecidas y facilitarán los procesos de crecimiento emocional
y social.
Desde este modelo se considera la comunicación empática como todas las ac-
ciones que intentan satisfacer necesidades humanas evitando el uso del miedo,
la culpa, la vergüenza, la acusación, la coerción o las amenazas. La apuesta del
modelo es lograr que las propias necesidades, deseos, anhelos, esperanzas no se
satisfagan a costa de otra persona. En consecuencia, un principio clave de esta
comunicación es la capacidad de expresarse sin usar juicios sobre lo que está bien
o mal, sobre lo que es correcto o incorrecto, resaltando, más bien, la expresión de
sentimientos y necesidades.
Desde esta perspectiva, se asumen dos componentes básicos para lograr una co-
municación no violenta: una escucha empática y una expresión honesta. En cada
uno de ellos se desarrollan procesos que incluyen la observación, el reconoci-
miento de sentimientos, el reconocimiento de necesidades y el establecimiento
de requerimientos claros.
REFERENTE TEÓRICO
las necesidades subyacentes a esos sentimientos y en la expresión de lo que cada
uno quisiera que ocurriera. Se trata así de poder expresar adecuadamente los sen-
timientos sin atacar, y de comunicar con claridad los requerimientos, de manera
que se disminuya la probabilidad de producir reacciones defensivas, de recibir
mensajes hostiles y críticos, de darse por vencido y de tener efectos negativos
sobre la autoestima. Al respecto Rosenberg (2008) afirma que:
ya sea que nos estemos comunicando con niños o con adultos, ha sido
mi experiencia que, cuando vemos la diferencia entre estos dos objeti-
vos y no estamos tratando de lograr que una persona haga lo que que-
remos sino que estamos tratando de crear una conexión caracterizada
por la consideración mutua, por el respeto mutuo, una conexión en la
cual ambos lados piensan que sus necesidades son importantes y están
conscientes de que sus necesidades y el bienestar de la otra persona
dependen la una de la otra, es asombroso cómo los conflictos que pa-
recen no tener solución se resuelven fácilmente.
Lo interesante del modelo es que supone que el ejercicio del poder no es “sobre”
los demás sino que se ejerce junto con los demás, lo cual, tal como se anotó en
el apartado anterior, está en mayor concordancia con un modelo democrático
de relaciones familiares. Se trata así de un poder basado en la confianza y el
respeto mutuos, lo que hace que las personas se abran y estén dispuestas a escu-
char, aprender y dar de buena voluntad, motivadas por el deseo de contribuir al
bienestar mutuo, en vez de hacerlo impulsadas por el miedo al castigo o por la
esperanza de ser premiadas.
Familia y ciudadanía
REFERENTE TEÓRICO
sociedad civil, cuyo fundamento y finalidad se encuentran en el reconocimiento
de las personas como sujetos de derecho. La ciudadanía tiene relación también
con la posibilidad de convivir con las demás personas democráticamente, bajo
los principios de igualdad, respeto mutuo, autonomía y libertad individual (Zu-
luaga, 2004). Significa, además, la apropiación reflexiva y consciente del papel
que desempeña cada persona en la calidad de las interacciones con los otros y
con las otras y con el entorno físico y ambiental, es decir “sentirse parte de” y,
en esa medida, actuar en consecuencia para una preservación armónica de esas
relaciones.
Figura No. 2:
El ejercicio de la ciudadanía Privado Público
un continuo entre
lo público
y lo privado
De esta manera el ejercicio de la ciudadanía por parte de las familias recibe in-
fluencias de tendencias globales que se reconstruyen y representan en la esfera de
la vida cotidiana particular de cada familia.
Por ello, hablar del ejercicio de la ciudadanía por parte de las familias, necesaria-
mente remite a preguntarse sobre el papel que juegan los niños y las niñas en la
reglas de la democracia. Una ciudadanía reflexiva, que involucre a los niños y las
niñas en el debate y los ayude a preparar para su participación activa en el mismo,
solo será posible en tanto su reconocimiento como sujetos de derechos se haga
tangible a través de las prácticas que tanto la familia como la sociedad desplie-
guen en los ámbitos públicos y privados de la vida cotidiana.
Por otra parte, y pensando en los actores que promueven el desarrollo infantil,
y como parte del ejercicio ciudadano, es importante poner de presente las rela-
ciones de corresponsabilidad entre el Estado, la sociedad y la familia, con el pro-
pósito común del desarrollo de los niños y las niñas, de modo que se potencien
recursos y esfuerzos dirigidos a obtener mejores efectos, resultados e impacto de
los programas y servicios que se ofrecen para promover sus derechos.
REFERENTE TEÓRICO
En este contexto, es responsabilidad del Estado garantizar los mecanismos y pro-
cedimientos que posibiliten la participación responsable de las familias y deman-
darle a ellas organizarse en grupos o redes en función de los intereses y necesida-
des de los niños y las niñas, y constituirse alrededor de propósitos comunes, que
favorezcan el desarrollo de sus miembros y de la familia como unidad.
Ello quiere decir que la participación no es igual siempre para todas las personas ni
en todas las circunstancias. La posibilidad real de participación de los ciudadanos
es diferencial en relación con la capacidad de las instituciones para generar espacios
de diálogo y concertación que influyen sobre los diferentes niveles de participación
a los que puede acceder la ciudadanía, como se observa en la figura No. 3.
Los diversos procesos que pueden surgir desde estos niveles de participación son
variados y dependen en gran medida de las estructuras de poder y toma de deci-
siones, y de la legitimidad otorgada o no sus actores (el poder dado). Dependerá
también el grado de autonomía y autodependencia que se logre.
REFERENTE TEÓRICO
relación de corresponsabilidad eficiente y equitativa. Presupone, también, una
mirada integral a lo público y lo social, que de manera simultánea con el mejora-
miento de las relaciones al interior de la familia generen una línea de continuidad
entre los distintos ambientes de desarrollo de los niños y las niñas, así como de
los demás miembros que la constituyen.
Figura No. 3:
Niveles de participación
Autodesarrollo
Participación
interactiva
Participación por
consulta
Suministro de
información
Usuarios
pasivos
En una red las relaciones son fluidas, se orientan por la concertación de eleccio-
nes individuales y no por una estructura determinada a priori. En este sentido,
el paradigma de la red es una alternativa ante un modelo burocrático cuyo eje
central es una cadena de mando jerarquizada y centralizada cuyo éxito está en
la subordinación de las partes. La estructura de una red, dice Morín citado por
García Roca (2002, p. 46), no es jerárquica porque ningún nivel es más impor-
tante que el otro, pues las partes están sobre un mismo plano con un mismo po-
der y una idéntica autonomía. La red se basa en relaciones horizontales y fomenta
la flexibilidad y rapidez, lo que le permite responder con creatividad e innovación
a entornos dinámicos e inestables.
El trabajo en red plantea un reto tanto a los ciudadanos y a las familias como a las
instituciones, pues unos y otros deberán transformarse y transformar los modos
de relación así como la capacidad para concertar intereses y colectivizar propósitos.
En este sentido Fantova (2002) plantea que las instituciones, organizaciones y perso-
nas que trabajan por y para lo social deben en sí mismas desarrollar capacidades para
aumentar sus sinergias a través del trabajo en red y del achatamiento de sus relaciones
al interior y con los participantes y beneficiarios de sus servicios. Sugiere que para
REFERENTE TEÓRICO
ello se emprendan acciones para potenciar el trabajo en red desde el sector social, de
modo que éste a su vez tenga mayor capacidad para generarlas en la comunidad.
Para llegar a la comunidad, las instituciones deben ser sensibles a sus necesidades y
establecer dinámicas de comunicación e interacción directa con presencia clara en los
territorios y los lugares vitales para las personas y en los cuales se movilizan opiniones
y decisiones de líderes, organizacionales sociales y de la gente (Fantova, 2002).
Así, las movilizaciones sociales son acciones que las familias pueden emprender
hacia el logro de diversos objetivos relacionados con el desarrollo de los niños y
las niñas, para hacer de los territorios ambientes seguros, protegidos y democrá-
ticos.
Para que ese proceso de movilización sea posible, la formación a familias requiere
de acciones cuyos resultados no se observan de manera inmediata, porque apun-
tan a transformaciones que pasan por la reflexión sobre lo que se sabe y se hace
para otorgar un nuevo significado a ese saber y a esa práctica. Y estos cambios
aluden tanto a procesos internos de la familia y sus relaciones sociales y afectivas,
como al ejercicio de participación, construcción de ciudadanía y formación de
ambientes democráticos, tanto en el ámbito privado como en el público.
Participación infantil
Son varios los abordajes que han intentado construir una conceptualización de
la participación infantil, de los cuales uno de los más conocidos es el de Roger
Hart (1997), de quien Jaume Trilla y Ana Novella (2001) retomaron algunos
elementos.
REFERENTE TEÓRICO
las niñas en relación con los adultos y los proyectos. En los tres primeros niveles
de la escalera —de no participación—, los niños y las niñas son utilizados a favor
de los intereses adultos (para llenar un estadio, legitimar acciones, “mostrar la
importancia” de los niños y las niñas, usarlos para “sensibilizar”, entre otros). No
implican ningún proceso pedagógico de los niños y las niñas.
Figura No. 4:
Escalera de participación
planteada por Roger Hart
La participación genuina de las niñas y los niños pequeños también puede ser
pensada desde una tipología como la que ofrecen Jaume Trilla y Ana Novella
(2001), quienes destacan cuatro formas de participación: la participación simple,
la participación consultiva, la participación proyectiva y la metaparticipación, de
las cuales las tres últimas permitirían articular el desarrollo del niño y la niña con
los procesos participativos.
La participación proyectiva involucra a los niños y las niñas como actores o pro-
tagonistas de los procesos y acciones que se realizan. Los autores inscriben esta
forma de participación en los ciclos de participación de un proyecto, en el cual se
hace un paralelo con una situación de juego libre de niños y niñas. En este caso
el adulto o las instituciones (por ejemplo, la familia o el jardín infantil) hacen las
veces de facilitadores de los escenarios: ambientes seguros para no poner en riesgo
su integridad física, libertad para jugar, espacios pedagógicos para las interacciones
grupales, entre otros aspectos. El adulto no incide en el qué o cómo del juego.
REFERENTE TEÓRICO
Estos dos enfoques contienen elementos comunes que se relacionan con las con-
diciones para una participación real, la cual implica la creación de escenarios
donde las instituciones y los adultos ofrecen las condiciones para facilitar espacios
donde los niños y las niñas tienen la posibilidad de ser parte de los eventos, ac-
ciones, proyectos que los involucran y que afectan su desarrollo y calidad de vida.
Lo anterior significa que las instituciones, como garantes de los derechos de los
niños y las niñas, diseñan y ponen en funcionamiento procedimientos, mecanis-
mos y pedagogías que movilicen a los adultos y organizaciones sociales para que
los niños y las niñas cuenten con alternativas de participación incluyentes para
ejercer su derecho a la libertad de opinar, de ser diferentes, de ser incluidos y de
ser parte de las decisiones que se toman en relación con sus vidas.
Como consecuencia de los esfuerzos de las instituciones para promover y hacer real
el espacio de participación infantil, se diseñó la estrategia “Hechos y Derechos”.
Esta estrategia plantea seis claves para la participación, las cuales se muestra en
el cuadro No. 1. Cada una de estas claves son fundamentales para la creación de
espacios cualificados que tienen implicaciones tanto para los niños y las niñas,
como responsabilidades y exigencias concretas para los adultos, familiares, cuida-
dores, decisores de política y gobernantes.
Con impacto real: La participación Ampliar la consulta para enriquecer con sus perspectivas planes de desarrollo y las políticas.
puede marcar la diferencia en el Compartir decisiones permitiendo que sus saberes y opiniones estén en todo el ciclo de la política.
diseño y resultados de las políticas, Llevar a cabo procesos de rendición de cuentas reconociendo su condición de ciudadanos.
los programas, proyectos y acciones Promover en el barrio, la localidad, el municipio y la región la articulación de las diferentes
dirigidos a ellos y ellas. entidades y organizaciones que trabajen en función de una mejor calidad de vida.
REFERENTE TEÓRICO
Para los niños y las niñas, la estrategia plantea beneficios de la participación en
su formación, en el mejoramiento de su estado de bienestar y autoestima y en
su felicidad al ser reconocidos desde lo que son, en razón a que les representa la
posibilidad de exigir y disfrutar de todos los derechos.
Debe partir de los intereses y necesidades de los niños y las niñas, de modo que
se construyan y validen con ellos y ellas las prácticas ciudadanas y democráti-
cas. La participación, en este sentido, debe posibilitar la continua redescripción
de su mundo de vida de manera que se convierta en un factor de descentración
y de articulación entre lo subjetivo y lo colectivo.
Debe darse desde un enfoque integral, que incluya, además del trabajo directo
con los niños y niñas, la formación de los adultos que los rodean, así como la
transformación de las interacciones que se dan en el contexto de las institucio-
nes sociales. La participación debe posibilitar que los adultos resignifiquen sus
prácticas cotidianas, de modo que puedan articular sus propias posibilidades
vitales con las de los niños y las niñas.
Los procesos deben respetar los diferentes ritmos y formas de participar de los
niños y las niñas, y no puede ser entonces una consigna o una obligación. Un
ambiente de participación debe posibilitar la aparición de las diferencias, la ma-
nifestación de los diversos ritmos y de los distintos códigos culturales que pue-
den confluir en un espacio dado, debe permitir la aparición del disenso y de las
resistencias, sobre todo allí donde ellos y ellas expresan su deseo de no participar.
Podría afirmarse entonces que la participación tanto de los adultos como de los
niños y las niñas es un desafío para la construcción de familias democráticas y
debe estar inscrita en las dinámicas de la vida cotidiana. El asunto tiene una
incidencia significativa sobre los procesos de cambio social y la construcción de
un modelo de sociedad cercano a los sueños y utopías de quienes lo construyen.
La participación de los niños y las niñas puede ser en sí misma un dispositivo para
la democratización de las familias, un espacio de promoción de la autonomía para
expresarse sobre aquello que los afecta. La participación infantil como derecho
cobra sentido al considerar a los niños y niñas como ciudadanos. Dar importan-
cia a la participación de los niños y niñas en primera infancia implica entonces
reafirmar su ciudadanía en los primeros años de la vida.
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