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La Madonna

“Nel mezzo del cammin di nostra vita, mi ritrovai per una selva oscura, che' la diritta via era
smarrita. Ahi quanto a dir qual era e` cosa dura, esta selva selvaggia e aspra e forte che nel pensier
rinova la paura!” 1

Noches como estas me hacen recordar sin querer viejas historias. Tal parece que el viento mismo
las susurrara para que jamás fuesen olvidadas. Bajo la incesante lluvia de noviembre, aquí en las
márgenes del Arno, donde se yergue la ciudad destinada a “Florecer”, hace más de 300 años que
una vieja leyenda se deja escuchar para deleitar a los turistas. La historia ha borrado casi todo rastro
de ella mas la Inmaculada Señora ha querido que el nombre de esta pobre alma perdure por la
eternidad.
Cuenta la leyenda que en 1700, más allá de la “Piazza della Signoria” en donde hoy se encuentra
la”Via dei Calzaiuoli” que lleva directo a la “Piazza del Duomo”, en la esquina de la “Via del Corso”
vivía un muchacho de apenas veinte años cuyo nombre era Basilio Dominici. Un joven soberbio que
había logrado matricularse en la Academia de Bellas Artes de Firenze. Un joven bueno para nada,
para nada que no sea el vino y la parranda.
Basilio había decidido estudiar artes plásticas como parte de su sueño efímero de convertirse en un
gran pintor y crear una obra maestra al estilo de Boticcelli o Raffaelo. Pero para ser sensatos, el
pobre Basilio era poco talentoso en las artes. Su talento no figuraba dentro de una galería o en la
casa de un marchante. Se había matriculado gracias a la influencia de su padre, un mercader de
profesión, pero no así por su talento.
Como todas las tardes, el joven Basilio se dirigía a la taberna “Il Greco”, hoy ya desaparecida,
atravesando el “Santa Trinità”. Un lugar de mala muerte, lleno de prostitutas y de vino barato. En
una tarde de copas con los amigos se hablaba de todo: de las muchachas, del trabajo, de los
problemas cotidianos. Hasta que uno de ellos le dice a nuestro joven Basilo -¡Eah, Basilio! ¿Y para
cuándo ya te vuelves rico y famoso?- -Dentro de muy poco mi querido Renzo, contestó Basilio,
cuando pinte algo tú serás el primero en saberlo. -¿Pero pintar tú? No seas idiota, si no puedes
pintar una pared mucho menos una pintura como las que están en las galerías.- -Calla imbécil,
pintaré la obra más famosa del mundo, ya lo verás, así tenga que venderle mi alma al diablo, yo,
Basilio Dominici crearé una obra maestra, la más famosa de todas.-
La noche siguió entre risas, bromas y tragos de vino hasta que la cordura y el equilibrio se
esfumaron. Renzo y Basilio, cansados y artos decidieron tomar un coche e ir a casa. Renzo le indicó
al cochero que tomara la vía más pronta a la “Piazza del Capitolio” que estaba justo en el centro de
la ciudad. El viaje a casa comenzaba tranquilo y sin demora. Afuera la bóveda celeste se oscurecía
con los nubarrones, un viento calmo y frío comenzó a soplar, las gotas de lluvia lánguidas caían y
morían al tocar el suelo. Dentro del coche los dos jóvenes dormían, tranquilos, en paz.
Media hora después el cochero les indica que han llegado, pagan, se bajan y se despiden. Basilio
decide caminar a casa a falta de dinero. No debía tomarle más de 10 minutos a pie. La “Via del
Corso” no está tan lejos, decía para sí mismo. Caminando al costado de la bella Catedral la lluvia
comienza a cesar, el aire frío y olor a tierra húmeda invadían las viejas callejuelas que parecían tan
solas y silenciosas, como si algo les dejara mudas.
Basilio caminaba casi tambaleándose por la calle desierta, habrían pasado no más de 5 minutos
cuando al doblar la esquina alza la mirada y a pocos metros observa una figura, un bulto negro, que
se veía tan nítido y tan sólido al mismo tiempo. Parpadea un instante y la imagen extraña había
desaparecido. Para su suerte, la serenata de los perros comienza a escucharse, llantos lastimeros y
lúgubres que enchinaban la piel de Basilio mientras este caminaba más aprisa.
Cuando llegó a casa, Basilio subió a su habitación y se lanzó directo a la cama. Por un rato Basilio
cae en profundo sueño. –Basilio, Basilio- una voz ronca le susurra su nombre. –Basilio, despierta- el
joven apenas abre los ojos como reacción a tremenda petición. El cuarto a oscuras no le deja ver
nada, se endereza y vuelve a recostarse. Nuevamente la insistente voz le replica –Basilio, despierta,
no me temas- Esta ocasión Basilio parece estar en sí, se endereza, se sienta en la cama y enciende
una vela, -¿Pero qué mierda?- Intenta alumbrar cada rincón del cuarto hasta percatarse de algo que
está en la esquina, al lado del ropero.
-Basilio, Basilio, no me temas- El joven salta del susto y apaga la vela al dejarla caer. –No tengas
miedo, no te haré nada, enciende de nuevo la vela- El muchacho obedece a la extraña voz, vuelve a
encender la vela y la dirige otra vez a la esquina. Lo único que pudo ver era una sombra negra como
el carbón, alta, su silueta parecía dibujar unos brazos largos. Sin saber qué hacer se quedó helado,
allí, sentado en su cama. El tiempo le había parecido un segundo, la noche entera, una eternidad.
Porque esa noche había sido la más larga de toda su vida.
-Heme aquí, Yo, el eterno señor de las tinieblas, por quien la humanidad se condena a sí misma. El
señor de los abismos y el fuego eterno de los descarriados. A quien el tiempo no hace estragos, el
amo de los avernos. He escuchado desde lo más profundo del fuego eterno tu petición. Yo, quien a
lo largo de milenios he sido nombrado de mil formas, desde Babilonia hasta Roma: Belial, Asmodeo,
Divell, el Ángel Caído, Baal, el Diablo. Yo soy todo y nada, sin tiempo ni espacio.
-¿Qué-qué-qué quieres? ¿E-e-es un sueño, m-mi-mi imaginación? ¿Có-có-Cómo puedes ser tú el
Diablo? ¡Si lo eres muéstramelo!- Una risa macabra se dejó escuchar de la criatura, un sonido
estridente, fuera de este mundo, un tono burlón, sarcástico y tenebroso. – ¿Quieres una prueba?-
Dice el diablo, -humano miserable, vil basura que puedo hacer añicos si así lo deseo, maldito perro
que no merece misericordia. Si pruebas quieres, pruebas has de tener.
La sombra alza su brazo y lo dirige hacia Basilio, una extraña sensación de miedo le invade. En el
momento que toca su frente los ojos de Basilio se tornaron verdes, brillantes, su pupila desapareció
y comenzaban sus ojos a moverse repentinamente de un lado a otro. Lo que vio lo dejó sin palabras:
–Mira, miserable basura, ustedes, la humanidad, infame y exagerada pantomima de Dios, yo, tengo
la libertad de manejarles cual miserables títeres-.

-Una nube espesa que se difuminaba le dejó ver las constelaciones, fuego de colisiones, explosiones,
nubarrones de colores verde, rojo, amarillo. Pudo ver la Crucifixión, enormes construcciones de
viejas épocas; desde los cielos, unas aves gigantescas dejaban caer sobre la humanidad una lluvia
de fuego que inmolaba todo. Vio el mundo en ruinas, tiranos sanguinarios, muerte. Observó
inmensas montañas que se levantaban del suelo, tan grandes que rasgaban el cielo. Construcciones
más altas que la bella catedral que corona su ciudad.
Máquinas extrañas que emitían luz, lazos y cuerdas que se unían, sonidos y voces en muchas lenguas
que parecían hablar a un mismo tiempo. De pronto todo se corta, un sonido sordo le despierta de
aquel trance del que nadie fue testigo-.
-¿Y bien?-. Basilio se queda pensando un momento y le responde: -ma-más seguro no puedo estar,
pe-pero ¿qué-qué puedes necesitar tú de mi?- -¡Yo! ¿Necesitar de ti? Escoria maldita, tú eres quien
necesita de mí. Te he escuchado decir que quieres crear la mejor pintura de todas, una pintura que
te hará famoso en todo el mundo, ¿no es así?- le dice el diablo. Basilio se toma un momento y le
responde: -¿Pe-Pero, qué quieres a cambio de aceptar e-el-el trato?- -Tu alma, sólo quiero tu alma-
-Mira Basilio-, le dice el diablo, -Yo he hecho famosos a muchos mortales como tú, pintores,
escultores, músicos y artistas están dentro de mis dominios: Brunelleschi, Caravaggio, Botticelli,
Shakespeare, Molière, Rafaello; Reyes y Papas han hecho fila para solicitar mis servicios. ¿Qué es el
alma comparada con la fama? Nada, nada Basilio, la fama y la memoria valen más que tu alma
miserable. Piénsalo, a través del tiempo tu nombre resonará en la boca de miles de personas en
este ancho mundo, hasta el fin de los tiempos. Y lo único que tienes que hacer es darme tu alma a
cambio.
Basilio meditó un momento, cualquiera que tuviera sentido común hubiese rechazado la propuesta,
pero no Basilio, a quien la ambición lo supera todo. –Mu-Muy bien querido amigo. ¿Y qué-qué debo
hacer para que nuestro pacto se-se selle? A mí no me importa perder mi alma si-si me aseguras que-
que crearé una obra maestra que-que perdure para la eternidad - dijo Basilio. –Por supuesto Basilio,
haré la pintura más famosa de todas, pero la condición es que la pintes con tu propia sangre-.
Has de saber que al diablo se le debe especificar a detalle lo que quieres y a Basilio se le olvidó
recordarle al diablo que quería estar vivo para presenciar su éxito. –Entonces a-acepto- dijo Basilio.
La extraña criatura le dice: -Entonces haz de cortar tus muñecas y verter tu sangre en los pigmentos,
sobre este lienzo has de crear una obra que no tendrá comparación, esta noche el infierno tocará
una sonata para ti y antes que salga el sol habrás cumplido tu cometido.

Basilio corta sus venas con un cuchillo mientras poco a poco mezcla la pintura con su roja sangre.
Afuera una tormenta se desata, los árboles gimen adoloridos por el estrepitoso vendaval, los rayos
cubren los cielos y una extraña música comienza a tocar. Una sonata que nadie escuchará, un ritmo
eterno que gime y llora. Una sonata desde los infiernos que antecederá al amanecer del mundo.
Basilio como poseído pinta sin parar, siguiendo el ritmo de la música, al sonido de los violines, los
chelos y las flautas. Pincelazos arriba, abajo, al centro, parece un caballo que se desboca y corre sin
saber a dónde ir. Una extraña y perturbadora risa se deja escapar de aquella criatura, que mira con
morbo y desdén a su futura víctima. La extraña sombra se hace carne y muestra su vil apariencia:
Una extraña criatura de olor fétido, un olor parecido a sangre cuajada y carne descompuesta. Era
una figura esbelta con huesos en la espalda a modo de joroba. Sus ropajes no eran más que despojos
negros que volaban con un viento extraño que los retorcía y los estiraba. Sus brazos largos y
purulentos que terminaban en unas garras parecidas a cuchillos filosos y brillantes. Pero lo más
extraño era su rostro, dos cuencas en donde debía haber ojos, profundas, negras, vacías. Su boca
era una entrada asquerosa llena de sangre y rastros de piel muerta, adornados con una fila de
colmillos disparejos que dejaban ver una lengua bífida que salía como un gusano, asomándose,
saboreando a Basilio.
Y como lo había dicho el presagio al despuntar los rayos del alba la tormenta se desvanece, la música
para abruptamente y todo se esfuma. Sobre el suelo está Basilio, desangrado, pálido, con los ojos
abiertos, frío, muerto. El cuadro, aquella obra maestra no era otra que una imagen infame de
Nuestra Señora quien ocupaba el centro de la obra. Cubierta con su manto negro y rojo, inclinado
su rostro y lleno de tristeza con lágrimas que parecían tan reales, resbalando de sus dulces mejillas.
Bajo sus pies el mundo, enrollado por una serpiente inmensa en posición de ataque hacía Nuestra
Señora. No hay nubes, no hay ángeles, sólo colores negros, rojos, amarillo y marrón.

Actualmente está conservada en la “Galleria degli Uffizi”, al otro lado de ciudad, antes de llegar al
“Ponte Vecchio”. Cada año la pintura es expuesta en el ala “Corridoio sull´Arno”. La descripción de
la pintura sólo dice que fue hecha alrededor de 1713-1715, pintada por el artista Basilio Dominici,
óleo sobre lienzo su material, mide 135 cm por 101 cm y se titula: “La Madonna del Diabolo”. Pero
ahora ya sabes la verdad detrás de esta pintura. Resguardada por la eternidad en la Gallería Uffizi,
vista por miles de personas todos los años, muestra de la osadía humana por lo material que lleva a
querer conseguir lo que sea al precio que sea.
“Ave Maria, gratia plena, ora pro nobis peccatoribus, nunc, et in hora mortis nostrae. Amen.”

1. Canto primero de la Divina Comedia.

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