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CORRE, ZANARDI
Andrea Pazienza
YÔKAI
Carmen Chica y
Manuel Marsol
LETRAS
LA GRAN VIDA
Michael Caine
A principios de los años noventa, Michael Caine comprendió que su carrera como actor había
terminado y decidió poner la guinda escribiendo su primera autobiografía (Mi vida y yo). Caine
—la estrella cockney del cine de metro noventa, rizos rubios, sonrisa socarrona y párpados
pesados como leños— pasó de interpretar al amante para encarnar al padre (¡y al abuelo!) y
entonces comprendió que la vida iba en serio. Y que la cosa iba a ponerse más difícil. Debe ser
complicado dejar de ser Alfie, pero también superar películas como Zulú, Educando a Rita, La
huella, Vestida para matar, El hombre que pudo reinar o Hannah y sus hermanas (por la que ganó
el Óscar en 1987). Un fresco, un canalla, un héroe, un caballero, casi siempre todo al mismo
tiempo, y casi siempre un peldaño por encima de lo meramente humano. «Esta es la historia
de un hombre que pensaba que todo había acabado y descubrió que no era así». Efectivamente,
estaba muy equivocado. Como él mismo dice, «lo mejor estaba aún por venir».
Por primera vez en español, Fulgencio Pimentel publica La gran vida (The Elephant To Hollywood),
las segundas memorias de Sir Michael Caine —fue nombrado Caballero por la reina Isabel
II en el 2000 por su contribución a las artes interpretativas—, quien, desde el entusiasmo y la
honestidad, relata la reconciliación con su oficio, en gran parte gracias a Jack Nicholson, a quien
Caine debe su «resurrección profesional»: gracias a su amigo actuó en 1996 en Sangre y vino,
película con la que remontó y que le regalaría algunos de los grandes momentos profesionales
de su vida: la saga Batman de Christopher Nolan, El americano impasible (basada en el libro de
Graham Greene, uno de sus escritores favoritos) o su papel en Las normas de la casa de la sidra,
por el que se alzó con su segundo Óscar.
Sin embargo, Caine advierte desde el prólogo: por si alguien no se la sabe, va a repetir su historia.
Los fans de los dorados años sesenta, el estrellato y Hollywood encontrarán en La gran vida un
desfile de nombres de ensueño: John Wayne, Elizabeth Taylor, Sean Connery, Brigitte Bardot, John
Lennon o Frank Sinatra, entre otros muchos, son protagonistas de jugosas anécdotas narradas
con ingenio y frescura, como si las contara por primera vez —debe ser que está acostumbrado
a ello—, junto a otras inéditas, fruto de estos últimos años en los que ha «tenido la suerte de
trabajar con toda una nueva generación de estrellas».
LETRAS
Pero antes, mucho antes de eso quedó su infancia y juventud en Elephant and Castle, antiguo
barrio obrero del sur de Londres, donde se crió siendo Maurice Micklewhite junto a sus padres,
un mozo de la lonja de pescado de Billingsgate y una asistenta de limpieza. Caine vuelve a sus
orígenes humildes (también a la evacuación que sufrió en la II Guerra Mundial, a su primer
trabajo como chico de los recados en Frieze Films, a sus primeros pinitos en el teatro y al servicio
militar en Corea) y no solo a través de la memoria: Caine relata su regreso al distrito con ocasión
del rodaje de Harry Brown y describe a los chavales que lo habitan, tan perdidos como entonces,
pero ahora además víctimas de otras formas de violencia y sin escapatoria: él tuvo el club de
teatro, pero «aquellos chicos no tenían nada que hacer». «Somos nosotros quienes les hemos
fallado. Si crecen rodeados de violencia, no tienen otra opción que unirse a una banda», escribe.
«Desternillante e inquebrantable».
—Mail on Sunday
«El señor Caine es un narrador fascinante... Hace gala de una cualidad que escasea entre los
que cuentan sus memorias: sentido del humor».
—The New York Times
«Estas segundas memorias de Michael Caine siguen estando repletas de buenas anécdotas, pero
esta vez también hay un toque de melancolía al mirar atrás».
—Sunday Times
«Caine es algo más que una celebridad de alto voltaje; es alguien que hace que cualquier
moderno parezca ordinario».
—The Times
CÓMIC
CORRE, ZANARDI
Andrea Pazienza
Andrea Pazienza es uno de los autores de cómics italianos más importantes de todos los tiempos.
Recordado en España gracias a su presencia en la mejor época de la mejor revista que nos haya
legado el medio, El Víbora, Pazienza fue admirado por contemporáneos como Tanino Liberatore,
Milo Manara y Hugo Pratt, mientras sus colaboraciones con Roberto Benigni y Federico Fellini y su
temprana muerte lo convertían en una leyenda. Retrato salvaje de la juventud italiana de los ochenta,
tanto como delirio iconográfico construido alrededor de su personaje más funesto y emblemático,
este libro viene a completar el conjunto de las historias que su autor dedicó a Massimo Zanardi,
encarnación libérrima del mal, antihéroe amoral cuyos quehaceres principales incluyen el consumo
de estupefacientes, la extorsión, la vendetta y el asesinato, y cuyo nombre podría perdurar, a la vista
de las historias contenidas en este volumen, como epónimo de la cultura de la violación, entendida
como un patrón patológico y normalizado. Entre trabajos alimenticios, parodias oníricas, series
inacabadas («Los buenos modales», «Zanardi medieval») y exhibiciones de magisterio gráfico, Corre,
Zanardi compone un libro mucho más disperso e irregular que el volumen precedente, el icónico
Zanardi (2015), pero en él encontraremos también las mayores dosis de vileza de su personaje. En
conjunto, un destilado de idiocia juvenil, narcisismo congénito y pornografía, pero también el reflejo
vertiginoso de un modo de narrar que no ha encontrado parangón en el cómic contemporáneo.
Este segundo volumen de los dos de que se compone la serie contiene las historias Corbata, Lobos, Los
buenos modales (introducción), Cuore di mamma!, La lógica del fast-food, Cenicienta 1987, Una fábula
blanca, Zanardi en la guerra, Zanardi medieval y Zanna, pero la vejez es una Roma. Alrededor de sus
dos terceras partes permanecían inéditas en español. El tomo incluye un prólogo de Rubén Lardín,
así como notas biográficas y bibliográficas. La traducción corre a cargo de César Palma, Premio a la
Traducción 1996 del Ministerio Italiano de Asuntos Exteriores.
CÓMIC
Andrea Pazienza (San Benedetto del Tronto, 1956 Destaca también la concepción artística y exigen-
– Montepulciano, 1988) es uno de los dibujantes te con el lector que aplicó Pazienza a su trabajo,
italianos más importantes de todos los tiempos donde elementos como la composición de página
y su legado es comparable al de otros colegas de o la elipsis jugaban un papel fundamental en la
profesión como Hugo Pratt, Guido Crepax o Milo percepción de los relatos y en la profundidad ar-
Manara, mientras su popularidad y consideración gumental y emocional de las historias. Pazienza
supera incluso a la de los citados dentro de Italia. no se limitó al ámbito del cómic, y fue requerido
Fue uno de los miembros fundadores de la revis- a menudo por artistas de otros ámbitos que reco-
ta mensual Frigidaire en 1980, donde publicó su nocieron una sensibilidad compartida y quisieron
serie Zanardi, y también colaboró en otras revis- enriquecer sus trabajos con las aportaciones del
tas como alter alter, Linus o Comic Art, todas ellas dibujante. Así, Pazienza realizó pósteres para pe-
La naturaleza salvaje es un lugar prodigioso. Internarse en ella es cruzar una puerta invisible. El
mundo cambia a nuestro alrededor y nuestra identidad se tambalea. Bajo la bóveda celeste algo se
desata, un vendaval silencioso, quizás el vínculo con una presencia que siempre habitó en nosotros.
Perderse en una montaña, en cualquier montaña, también conlleva perder algo que éramos en
nuestra vida anterior. Al regresar, como en un sueño, el mundo conocido se vuelve ignoto por unos
instantes. Y nítidamente sentimos que durante un breve lapso de tiempo fuimos otro.