En primera instancia es necesario hablar de ese proceso económico fundamental que mueve al mundo hoy día como es la globalización, el cual permite romper las barreras entre los países para una unificación e integración, generando una única economía de mercado mundial. Pero este proceso no es sencillo y lleva consigo cambios desde lo económico hasta lo social y cultural, estos cambios a los que se ven abocados todos los países, por la globalización, también crea cambios en los individuos que hacen parte de las diferentes sociedades.
Lo anterior no quiere decir que la globalización sea un proceso licencioso, por el
contrario lo que busca es expandir mercados y empresas que sobrepasen las fronteras de sus propias naciones, trayendo como consecuencia mejorías en los bienes y servicios, más flujo de capitales, en fin el desarrollo de la sociedad que sufre su impacto. El problema de la globalización radica en que el hombre ha puesto su ambición de poder y riqueza por encima de las bondades que esta pueda traer para una sociedad, un país, pues estas son opacadas por la pérdida de ética y la avaricia de unos pocos, oprimiendo al otro, creando desigualdad, generando ausencia de oportunidades .
En lo que respecta a esos efectos negativos de la globalización se pueden ver
explícitos en la película EL METODO de Marcelo Piñeyro, inspirado en la obra de teatro “El método Gronholm” de Jordi Galceran, en la cual se observa todo lo que los seres humanos estamos dispuestos a hacer, en este caso para conseguir un puesto de trabajo en una empresa, llegando a pasar por encima del otro, sin importar los valores inherentes al ser humano, en donde se maneja una doble moral y se juega con los sentimientos del otro, todo para conseguir lo que se quiere, llegar a ser el ganador en un proceso de selección. Es así, como la competitividad es el resultado del mundo capital, que hace que los individuos pertenecientes a las diversas sociedades presenten numerosos comportamientos que se exteriorizan por medio del miedo, las dudas, la inseguridad e incluso la paranoia. El mundo capital ha promovido la lucha por la supervivencia, haciendo visible los valores más deshumanizados y estos quedan relegados ante la necesidad de conseguir un objetivo, primando el individualismo y una desigualdad con respecto al género.