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Título: Comentario de la SCS de 18 de Abril de 2006 [Rol: 3776-2003]


Autor: Toro Muñoz, Jorge Antonio
Publicado en: Doctrina y Jurisprudencia Penal , Nro Año 1 , Nro 6 , Año 2011 , Página 91
Cita Online: CL/DOC/1476/2016
(*)

I. Individualización de la resolución y presentación del problema


El caso en comento se pronuncia sobre una sentencia de absolución de la Excma. Corte Suprema [en
adelante "CS"] de 18 de abril de 2006, que confirma la decisión de la Iltma. Corte de Apelaciones [en adelante
"CA"] de Valdivia de fecha 13 de agosto de 2003, la que, a su vez, revocó la sentencia condenatoria del
Tribunal de primera instancia, respecto del procesado C.P.U.H., por el cuasidelito de homicidio, en calidad de
autor, en contra de P.R.A., cuando el primero, al circular en su automóvil, sin licencia de conducir, de noche,
por un tramo de ripio e inhabilitado para el uso público de la ruta cinco sur, impactó el cuerpo del segundo,
víctima que se encontraba tendida en el suelo de la vía, inconciente y en estado de ebriedad [con 3,21 gramos de
alcohol por litro de sangre].
El problema que se expresa en la sentencia consiste en la búsqueda de una eventual conciliación entre el
deber de cuidado infringido por el conductor y la conducta de la víctima. La consideración sobre la relevancia
de la posición del ofendido en la actividad del caso, se integra con la conducta del agente causante del resultado
lesivo. Sin embargo, la mera causación material de la muerte de la víctima y la infracción del deber de cuidado,
no han permitido al justiciable "imputar" la consecuencia fatal. El riesgo que el occiso introdujo a los hechos de
la causa permite discutir sobre el sentido y alcance de la eventual imputación a la víctima del propio resultado
lesivo [en este caso, la muerte].
La CS confirma la absolución del agente establecida por la CA de Valdivia, agregando algunas
consideraciones de fondo que, a la sazón, son interesantes de someter a examen. El caso es destacable por dos
aspectos dogmáticos de relevancia: [a] Dentro del nivel de las conductas de los intervinientes, se trata de una
participación de la víctima en la producción de su propio resultado lesivo, susceptible de valoración en el plano
de imputación en delitos imprudentes [la víctima se presenta en la hipótesis, desprovista de conciencia actual
sobre los alcances de su exposición al riesgo], y [b] Permite valorar la posición de la jurisprudencia en cuanto a
los criterios de imputación del resultado, y los principios que imperan en materia de tránsito o tráfico viario para
la atribución de responsabilidad penal a nivel de injusto.
II. Examen de la discusión jurídica y comentario
1. Deber de cuidado: causalidad, imputación y resultado lesivo
La resolución condenatoria del Tribunal de primera instancia se asila en la infracción a lo dispuesto en el
artículo 492 del Código Penal, estimando que el inculpado ha vulnerado el deber de cuidado que la norma
señalada impone frente al control del vehículo motorizado de la especie, en atención a que en su juicio, el
procesado habría actuado"con imprudencia temeraria, [pues] condujo sin licencia, un vehículo motorizado, por
una vía no habilitada, ya que accedió a la carretera que aún no había sido entregada al uso público, atropellando
a un peatón que se encontraba ebrio tendido sobre la calzada"-[Considerando Noveno].
La defensa alegó la absolución de su representado aduciendo que no existía una relación causal eficiente
entre la infracción de reglamentos que se le atribuye y la muerte de la víctima, ya que no existiría correlación
lógica entre esta contravención normativa y el resultado fatal. Además, sostiene que no era previsible en el
contexto de los hechos que el conductor hubiera podido evitar el impacto con el cuerpo del occiso, por no
tratarse de un hecho que se inserte en el alcance del criterio "atención a las condiciones del tránsito"
[Considerando Octavo](1).
La SCA de Valdivia, con voto disidente,(2) discurre por eximir de responsabilidad penal al encartado: "Que,
de acuerdo a lo razonado, puede deducirse que la víctima se impuso imprudentemente al riesgo, no siendo
posible exigir a ningún conductor que prevea una situación como la descrita [[...]] siendo ajeno al resultado el
hecho de que el conductor posea o no licencia de conducir, de modo que no existe relación de causalidad entre
la falta de licencia de quien guiaba el automóvil y el politraumatismo que causó la muerte de la persona que se
encontraba ebria, durmiendo de noche en la carretera 5 Sur" [Considerando Quinto]. Este razonamiento es
importante porque se opone a la valoración que el Tribunal de primera instancia efectuó respecto de los
supuestos hechos fundantes del deber de cuidado vulnerado [ausencia de licencia de conducir y ponderación de
la conducta de la víctima] y se comienza a presentar el caso en vinculación a los principios de imputación penal
que gobiernan la actividad viaria. El hecho de incorporar la "exposición imprudente al riesgo de la víctima"
concluye que el giro de la Corte se decanta por una evaluación diversa de los antecedentes incorporados a la

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causa, considerando que no existe un vínculo de causalidad eficiente entre la ausencia de licencia de conducir y
la previsibilidad de la conducta de la víctima.
La CS confirma la decisión absolutoria de la CA de Valdivia, agregando un razonamiento sobre la
incongruencia entre los hechos fundantes de la infracción del deber de cuidado y la causa material de la muerte,
así en su Considerando Séptimo, esgrime: "Que, la infracción reglamentaria referida a la conducción de un
vehículo motorizado sin licencia correspondiente, no se encuentra en relación de causa a efecto, puesto que con
o sin licencia, el resultado dañoso se habría producido igual, manteniéndose las otras circunstancias que
rodearon el hecho principal, como son la circulación de un vehículo motorizado por una vía no habilitada,
donde una persona que no tiene calidad de peatón en esos momentos, entendido que peatón es aquella 'persona
que va a pie por una vía pública' [Diccionario de la Lengua Española. 22 Edición. Año 2001], se encuentra
tendido sobre la calzada, la sección de la vía destinada a la circulación de vehículos y no en la berma o costado
de la vía por donde debía transitar, en estado de inconsciencia con 3.21 gramos por mil de alcohol en la sangre,
según hechos de la sentencia".
Transcritos aquellos considerandos que estimamos sustentan la decisión de cada Tribunal que se ha
pronunciado en la contienda, es posible enfrentar estos razonamientos con aquellos que se presentan idóneos en
doctrina para caracterizar el contenido del deber de cuidado, su relación con la causalidad de los hechos, y la
imputación del resultado lesivo.
La posibilidad de dotar de contenido al deber de cuidado en la comisión de un delito imprudente o culposo,
supone indagar sobre el contexto normativo que rodea a la actividad en que se registra el hecho productor del
injusto en discusión. En el caso propuesto, se trata de la infracción de reglamentos que se adicionan a una
eventual ausencia de "atención a las condiciones del tránsito" criterio que en nuestro Derecho configura el
standard de tolerancia en el ejercicio de la actividad del tránsito o denominada también en España como el
"Derecho de la Circulación".
Atendida la fuente normativa que funda el contenido del deber de cuidado que se estima infringido en la
especie, parece de recibo intentar desplazar la atención del comentario a los aspectos que se encuentran más
difusos en el pronunciamiento judicial en referencia, que a nuestro juicio, son la virtualidad del nexo causal y el
alcance de la imputación de resultados en el ámbito del delito imprudente en actividades de riesgo.
La doctrina penal de cuño normativa, ha distinguido -desde la "despedida a Kant y Hegel"- la necesidad de
distinguir el juicio de causalidad y la imputación del resultado frente a la eventual infracción de un deber de
cuidado. Esta exigencia lógica permite despejar una serie de incógnitas que las concepciones causales y
finalistas del delito parecían adolecer en sus análisis sobre la realización del injusto típico. En apariencia, la
constatación de una infracción normativa al deber de cuidado y la previsibilidad del resultado lograrían arribar,
en senda diáfana, hacia una condena por la comisión de un delito imprudente o culposo, como lo asumiría la
sentencia de primer grado en sus motivos Quinto y Séptimo(3).
La adopción de una vía analítica como la propuesta por el Tribunal de primera instancia en su sentencia
condenatoria, omite la distinción propuesta, lo cual constituye una ponderación limitada sobre las categorías
aplicables a la especie. Para este ejercicio se debe integrar a la observación del caso el espectro en el cual sólo
se conjugan aspectos del "juicio de causalidad", saber: [a] Efectividad de que el conductor impactó con su
vehículo, mediante atropello, al sujeto que se encontraba tendido en la vía; [b] Posibilidad cierta de comprobar
que este impacto ha producido en el cuerpo de la víctima lesiones corporales de considerable magnitud, y [c]
Conclusión empírica [verdad procesal] de que el efecto de las lesiones físicas producidas por el atropello
vehicular han provocado la muerte de la víctima.
De lo reseñado se puede estimar que la sentencia de primer grado solamente se aboca a revisar tres puntos
de orden lógico: [a] Deber de cuidado infringido con los requisitos que exige el artículo 492 del Código Penal
[infracción de reglamentos y del criterio de "atención a las condiciones del tránsito"; [b] Previsibilidad del
resultado [capacidad del conductor de estimar "posible" la presencia de la víctima en la vía], y [c] Relación
causal entre la conducta del agente y el resultado lesivo [colisión y muerte].
La sentencia absolutoria de la CA de Valdivia, en el considerando transcrito supra, se aproxima a la
valoración del segundo capítulo o aspecto que es necesario considerar en la atribución de un delito de homicidio
imprudente como el propuesto, esto es, el "juicio de imputación". Esta óptica completa el ejercicio que en esta
sede exigen los principios del Derecho Penal moderno de un Estado Derecho. Se debe observar el significado
que esa conducta tiene en el contexto de los hechos y su interpretación teleológica conforme a los fines de la
norma en juego y los fines del Derecho Penal. La sentencia de primer grado adolece de justificación en esta
perspectiva.
A propósito de esta exigencia, el examen de los antecedentes afianzados en el proceso, permite aseverar que

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en la sentencia de alzada, se pueden vislumbrar circunstancias que pueden acercarse al análisis de imputación.
Este grado supone valorar la mentada causalidad conforme "a sentido" de modo tal que el contenido de esta
posibilidad se consolida en cada tesis propositiva en doctrina. Juicio de imputación significa incorporar junto al
análisis previo de causalidad, la valoración del hecho en el contexto en el cual se suscitó y el significado social
que reviste(4). Es precisa la aseveración de Mir Puig, que ejemplifica el contenido del ejercicio del método que
implica "imputar" en sede penal, ya que se pretende "ir más allá de la descripción científica de hechos físicos
para acceder a la comprensión del sentido de tales hechos"(5).
La CS sometiendo a análisis los elementos de juicio y conociendo la casación de oficio interpuesta por los
querellantes, comprende esta consideración, por lo menos en forma intuitiva, al establecer en el transcrito
considerando séptimo de marras, que aunque el conductor no cumplía las exigencias reglamentarias que dotan
de contenido al deber de cuidado de la especie, no constituye argumento condenatorio suficiente este descuido,
en el sentido de que la infracción [reglamentaria] "en su solo mérito" no es idónea para fundar la
responsabilidad penal. Traducido en los términos aquí planteados, el significado de esa falta de cuidado no
permite imputar a esa conducta la realización efectiva de la lesión fatal del occiso.
En este sentido, el resultado de muerte de la especie, es un antecedente fáctico que de acuerdo a las reglas
del juicio de causalidad cumple una primera función indiciaria de la imputación penal, pero en caso alguno
confiere al intérprete considerar esta relación lógica como único argumento axiológico plausible en las
coordenadas causalidad-imputación que se propone.
El deber de cuidado que se asume en la sentencia se encuentra respaldado con la finalidad de evitar los
resultados tenidos a la vista al tipificar la conducta enjuiciada, en este caso, destrucción de la vida de los
intervinientes del tráfico viario. La causalidad que se argumenta en los considerandos de las sentencias de
instancia, son el presupuesto del posterior juicio de imputación, en el que el deber de cuidado incumplido y
previsto en el tipo objetivo, debe "significar" que la relación de causa a efecto en que se detienen tantas veces
los razonamientos judiciales de la especie se concreten en el resultado de manera teleológica, es decir, que el
sentido de la conducta implique que esta infracción de deber se reconozca no sólo con el resultado material
[muerte] sino que a la vez con el resultado jurídico [fin de la norma].
2. Imputación objetiva: "Fin de protección de la norma" e "imputación a la víctima"(6)
De lo señalado con antelación, se puede plantear que la moderna Teoría de la Imputación Objetiva ofrece
estas herramientas para definir lo que el "juicio de imputación" quiere significar en estas materias, al plantear
una sistemática de criterios que permiten explicar cómo la creación de un riesgo no permitido o desaprobado se
concreta en el resultado lesivo. Gimbernat, como conceptualización descriptiva de esta institución, señala que se
trata de una Teoría que lo que "hace es reunir toda una serie de criterios normativos excluyentes de la tipicidad,
que en gran medida y hasta ahora habían deambulado por aquélla -desde la causalidad hacia la acción- sin
encontrar un lugar sistemático correcto"(7). En este entendido, las sentencias de Alzada y CS, se alinean con esta
apreciación -no en términos expresos- pero de lo razonado en los considerandos aquí destacados, es posible
desprender que ha "inferido" la necesidad de justificar la causalidad mediante un examen de imputación penal.
Para ilustrar análogos criterios planteados por nuestra jurisprudencia, la CA de Rancagua conoce de un caso
impactante en sus similitudes con el comentado en esta oportunidad, situación provocada por la existencia de un
peatón botado en la vía pública que fue atropellado por el conductor de un camión, el cual se encontraba en
estado de ebriedad [con 3,11 gramos de alcohol por litro de sangre] durmiendo en estado de inconsciencia. Al
respecto la Corte de Alzada, absuelve al conductor, pronunciándose en mérito de lo obrado en el proceso que:
"A un conductor se le puede pedir que esté atento a la presencia de personas que atraviesen la vía o caminen por
la berma, pero de noche y con neblina, no es posible llevar la exigencia hasta un bulto botado en medio del
camino, máximo si se toma en cuenta la altura a que se encuentra el conductor de un camión con respecto a la
vía" [Considerando Cuarto](8)-(9).
De lo relacionado, podemos expresar que el fin de protección de la norma significa que el autor de una
conducta los es solamente si la contravención al deber de cuidado establecido en el injusto tenía por finalidad
precisamente la lesión del bien lesionado. Roxin plantea, ya en los años sesenta esta perspectiva de análisis,
sugiriendo que lo principal de este criterio es la "falta de conexión entre el resultado y el fin protector de la
norma infringida".(10) Al pie de lo señalado, la SCS reconoce la vigencia de este criterio al señalar que la
ausencia de cumplimiento a las normas de cuidado que se acreditaron en el proceso [licencia de conducir,
exceso de velocidad, circular en vía inhabilitada] no determinan la producción del resultado de muerte, ya que
igualmente el resultado se habría consumado si en la realidad hipotética el conductor hubiese cumplido todas y
cada una de las reglas de prudencia que se exigen por los reglamentos del tránsito.
El fin de protección de la norma permite, en un lado del hecho, señalar que la relación lógica de la sentencia

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absolutoria se asila en un fundamento bien definido: toda infracción del deber normativo de cuidado tiene un fin
anterior que justifica su vigencia, y de ese modo, la observancia de ese objetivo debe exigirse en el resultado
que se imputa [en el caso, el fin de sancionar la falta de licencia de conducir, el exceso de velocidad, etc., es
evitar la creación de riesgos lesivos en el tráfico viario]. El resultado lesivo debe reconocerse en el deber de
cuidado infringido.
Las normas de prudencia que se estiman vulneradas en la especie no parecen fundar, en estricto rigor, el
resultado de muerte. La pregunta del caso sería la siguiente: ¿La ausencia de licencia de conducir y otras
infracciones reglamentarias, poseen una conexión de significado que se identifica con la muerte de la víctima?
La respuesta de la SCS es negativa, y en lo tocante a su fundamento, añade que a esa necesaria relación de causa
a efecto [infracción/muerte] en la especie se desconoce tal vinculación, porque en criterio de la Corte, la muerte
se hubiere producido "de todos modos" sin esa infracción, y por lo tanto, el fin de las normas reglamentarias en
juego no se encuentra vulnerado para el caso concreto y no permiten fundar la responsabilidad del agente. El
resultado de muerte no se reconoce en el deber de cuidado normativo.
Pero si esta justificación, al pie de la imputación objetiva, no es convincente en puridad, la SCA de Valdivia
insinúa que "la víctima se expuso imprudentemente al riesgo", expresión cuyo contenido se ha desarrollado en
doctrina mediante el criterio de "imputación a la víctima" o de "conducta de la víctima" en la imputación
objetiva del resultado. En síntesis, este criterio señala que en consideración al riesgo que engendran algunas
actividades en la sociedad, la línea que separa la responsabilidad individual en la conducta de los intervinientes,
se debe definir por el ámbito de competencias que a cada uno le corresponde en el hecho. Para esto la doctrina
ha sugerido una serie de planteamientos para resolver esa difícil separación de deberes en la atribución del
riesgo.
Roxin y Jakobs han defendido las tesis dominantes, las cuales arrancan de un mismo punto, pero finalizan
en resultados más o menos estrictos. Roxin distingue entre participación en una autopuesta en peligro y
heteropuesta en peligro consentida. En el primer supuesto, se ha señalado, si la relevancia de la conducta de la
víctima es de mayor entidad, entonces desde la perspectiva del eventual autor sólo existiría "participación
impune" y se trataría de un caso de autopuesta en peligro.(11) En el segundo supuesto, si en la actividad de
riesgo la conducta de la víctima es más pasiva, es decir, cuando ésta en lo principal se limita a tolerar el
comportamiento generador de riesgo realizado por el autor, tal conducta sería constitutiva de "autoría"
imputable penalmente, se trataría de casos de heteropuesta en peligro consentida.(12)
Jakobs supone una función de las normas de orden preformativo de la sociedad, por lo que en su posición
considera que el principal responsable de evitar la lesión de sus bienes jurídicos es el propio titular.(13) Por
tanto, traslada el enfoque de análisis para dar preponderancia a la conducta de la víctima, señalado que existe
siempre una "competencia de la víctima" en los resultados lesivos o una "incumbencia de la víctima" en la
protección personal de su integridad. Jakobs supone que en el sistema funcional de la sociedad quien se expone
a un riesgo de lesión excesivo al tolerado, renuncia a la protección del Derecho, y asume los resultados en su
contra.
En el caso propuesto, la conducta de la víctima [sujeto en estado de ebriedad tendido en la calzada] parece
reconocer características comunes con las esbozadas por Roxin en la "participación en autopuesta en peligro",
de modo que el conductor sólo habría participado en una autointoxicación de la víctima, que en su estado de
embriaguez terminó su ingesta en la calzada de la vía, hecho respecto del cual el encartado aparece como un
causante material de la muerte, pero no como el generador del riesgo no permitido, y esa entendemos es la clave
para entender la exención de responsabilidad penal: el resultado lesivo [muerte] no le es imputable al conductor,
es la víctima quien generó el riesgo desaprobado para su vida.
El occiso habría creado los siguientes contextos de riesgo no permitido: [a] Genera una autointoxicación
mediante la ingesta de alcohol con antelación a la ocurrencia de los hechos, creando un riesgo respecto de su
capacidad de autoprotección y conciencia de los actos; [b] Se traslada desde un lugar "x" hasta la zona en la cual
termina en estado de inconsciencia, aumentando el riesgo mediante su traslado errático y descuidado en la vía
pública, y [c] El lugar en el cual encuentra su muerte, aumenta el riesgo de lesión, al tratarse de una vía que por
su naturaleza sirve para el tránsito vehicular [aunque se haya encontrado deshabilitada en ese lapso].
En el modelo de Jakobs, se trataría de un típico caso de renuncia a la protección del Derecho, ya que a nadie
le está obligado cargar en su ámbito de organización con la posibilidad de toparse con un cuerpo humano a
mitad de una vía, aunque los deberes de cuidado indiquen alguna "advertencia" sobre la necesaria atención a las
condiciones del tránsito. En la solución de Jakobs, el aparente principio de autorresponsabilidad que gobernaría
las sociedades modernas en el ejercicio de las libertades públicas, significa asumir sobre sí estos riesgos [v.gr.
autointoxicación etílica no prohibida] siempre que los contextos de producción del resultado no configuren una

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"arrogación de la competencia de organización ajena" [v.gr. inducción descuidada de un adulto al estado de


ebriedad de un menor de edad a su cargo].
3. ¿Principio de confianza? Relación entre la conducta de la víctima y el rol de "peatón" en la ponderación
del riesgo
La SCS en análisis, aporta un antecedente interesante a la SCA de Valdivia, consistente en intentar definir
que la víctima, en la especie, no tiene la "calidad de peatón" para efectos de reforzar el veredicto absolutorio.
Define como tales a quienes circulan a pie por la calzada o por vía destinada al efecto. En este supuesto la
víctima del caso, no sería un peatón, ya que se encontraba en la berma y no en la calzada, y además no se
comportaba como transeúnte o peatón, sino que únicamente se encontraba tumbado en el suelo de la vía
destinada al paso de vehículos.
Este alcance es interesante, porque además de agregar argumentos a la ausencia de vulneración al criterio
del fin de protección de la norma [los reglamentos del Derecho de Circulación están destinados a regular la
actividad del tráfico vehículo entre sus partícipes, no a otras situaciones de hecho], ya que al argumentar la CS
que "la víctima no era peatón" permite aseverar que la absolución del conductor encuentra acogida en otra regla
o principio propio del Derecho del Tránsito, esto es, el llamado "principio de confianza" en una interpretación a
contrario sensu.
En general, el principio de confianza -en palabras de Maraver Gómez- significa que: "Mediante este
principio se les reconocía a los conductores la posibilidad de confiar en la conducta correcta de los demás
participantes del tráfico [...] De esta forma se pretendía limitar su deber de cuidado, eximiéndoles de la
obligación de estar pendientes en todo momento de las posibles o previsibles actuaciones incorrectas de los
terceros".(14) A lo anotado, se puede agregar que el reconocimiento jurisprudencial de este principio ha sido
profuso en países como España y Alemania, respecto de la cual el mismo autor recién citado analiza el origen y
vigencia de este criterio tanto en el ámbito viario como en otras actividades.(15) Feijóo Sánchez, por su parte,
agrega a partir de su visión funcionalista del Derecho y la sociedad que "el principio de confianza en la vigencia
de las normas o, de forma más personalizada, en que los otros respetarán las normas es un principio básico de
nuestro ordenamiento jurídico"(16).
En la especie, la posibilidad del conductor de desprenderse en atender a circunstancias o hechos que se
generan en la voluntad de un tercero, parece confirmar los aciertos absolutorios de la sentencia en comento. El
razonamiento propuesto sería el siguiente: "Si el principio de confianza permite evitar que se imputen al
conductor actuaciones u omisiones erradas o incorrectas que exceden el riesgo permitido de la actividad del
tránsito, respecto de terceros partícipes del ámbito de la circulación viaria [léase, otros conductores y peatones]
parece lógico entender que si se exime de esta carga al conductor frente a terceros intraneus a esta actividad,
pareciera aun más coherente extender esta consideración del principio, a aquellos terceros extraneus a las reglas
del tráfico vehicular [léase "persona inconsciente tumbada en el medio de una vía vehicular]".
Si se estima plausible este razonamiento de la Corte, parece del todo admisible la solución absolutoria de
responsabilidad penal, porque si al conductor le hubiese incluso sido aplicable este principio de confianza en
caso de que la víctima haya sido una persona que se encontraba en la berma y por su estado de ebriedad se
desmaya y cae en la calzada [se trata de un tercero que comete una conducta imprevisible para el conductor] con
mayor razón le es aplicable respecto de una persona, como en nuestro caso, que en medio del camino, no da
indicios de manifestar vida, y que desde la perspectiva del conductor, no pudo siquiera distinguir que se trataba
de una persona lo que se encontraba en la vía, confundiéndolo con un mero "bulto" desprovisto de toda
identificación humana.
De esta lectura se pueden sortear los problemas que en materia de previsibilidad llevaron al Tribunal de
primera instancia a entender que era imputable al encartado la presencia de la víctima en la vía, sin considerar
las consecuencias y especiales características que el tráfico viario presenta en la ponderación del riesgo
permitido.
III. Comentario final y conclusión
1. De lo expuesto y por lo razonado en la sentencia objeto de este comentario y de los demás casos que
siguen esta línea, creemos que el anuncio de estas soluciones en las cuales parece atisbarse una valoración de los
hechos en consideración a los "juicios de causalidad e imputación" propuestos, permite vislumbrar una
tendencia a la normativización de los conceptos, dejando de lado la sola constatación de elementos ontológicos
propios de las teorías dogmáticas de principios del siglo XX.
2. La evaluación de las instituciones aplicables al caso permiten afirmar que la solución de las SCA de
Valdivia y, en lo principal, de la SCS en estudio, son ajustadas a Derecho y analizan el aspecto del deber de

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cuidado y sus criterios limitativos que justifican la decisión absolutoria. En cuanto a la solución conforme a la
imputación objetiva, estimamos que es posible señalar que: [a] La SCA y de la SCS otorgan valor al "fin de
protección de la norma", entendiendo que la sola infracción de reglamentos, no afecta el destino que las reglas
infringidas tenían en cuenta, de modo que aunque se hayan cumplido en una prognosis regresiva e hipotética, la
SCS entiende que igualmente el resultado lesivo se podía concretar; [b] En cuanto a la aplicación de la
"imputación a la víctima" como segundo criterio limitativo, si se acepta el modelo de Roxin, se está en
presencia de una verdadera "participación en una autopuesta en peligro" del conductor respecto de la
"autointoxicación" de la víctima. Sobre esto, la SCS estima que tal conducta no se trataba de un hecho posible
de ser cargado a la conducta del conductor, por tanto, resultaría impune por este capítulo. Si se esboza el modelo
de Jakobs, se trataría de una renuncia de la víctima a la protección jurídica que las reglas del tránsito le proveen,
como corolario del supuesto "principio de autorresponsabilidad", que constituye una manifestación de la
autonomía en la auto organización.
3. Para terminar, podemos decir sobre el "principio de confianza", en los términos anunciados, que parece
encontrarse un último fundamento para la absolución del encartado de la especie, al estimarse que si respecto de
los que hemos denominado como "terceros intraneus", es posible que el conductor se exima de cargar con las
conductas erráticas de éstos. Entonces, con mayor razón, podría aplicarse a un tercero extraneus, como sería la
calidad de la víctima, de acuerdo con lo señalado por la SCS, puesto que al no ser un "peatón" el conductor no
se puede hacer cargo de su conducta incorrecta o descuidada.
(*) Abogado. Profesor Instructor de Derecho Penal, Universidad de Magallanes.
(1) Nos parece acertado tener presente los argumentos vertidos por la defensa en primera instancia, ya que
serán acogidos en parte por la resolución absolutoria en comento: "[...] en la especie, el accidente fatal que
motiva estos autos, no surge de la falta que importa conducir careciendo de licencia, sino de la circunstancia
imprevisible de haberse encontrado la víctima tendida sobre la calzada en plena noche y en estado de absoluta
ebriedad [3,21 grs. 0/00], evento que no trasunta, en lo que a su defendido se refiere, infracción del deber de
cuidado, puesto que aunque la Ley de Tránsito exige a los conductores mantenerse atento a las condiciones del
tránsito del momento y a considerar los riesgos y peligros presentes y posibles, no es objetiva ni subjetivamente
posible prever una circunstancia como la descrita, porque escapa al cuidado legalmente exigible prever que una
persona duerma ebria en medio de una carretera de doble vía que admite 120 kilómetros por hora de velocidad,
entonces lo que ocasiona el resultado dañoso no es la imprudencia del acusado, en orden a conducir sin poseer
licencia, sino la actitud temeraria de la propia víctima al exponerse desaprensivamente a una situación de
altísimo riesgo, transformando su conducta en causa eficiente del accidente".
(2) Voto disidente, Ministro Mario Julio Kompatzki Contreras, [Considerando Noveno]: "Que al tenor de lo
que se ha razonado, no tiene importancia y trascendencia que la víctima hubiere estado en el camino, botado y
en estado de embriaguez, como quiera que lo haya expuesto, no se debe perder de vista que el camino no estaba
expedito como pista o carretera, y por ende no podían circular vehículos motorizados por allí, no teniendo
aplicación legal, la presunción del artículo 176 de la Ley de Tránsito, pues los términos del artículo 167 del
citado cuerpo legal, se refieren a aceras, calzadas, y caminos, etc. que están habilitados, lo cual no ocurre en
estos antecedentes".
(3) Considerando Quinto: "Que por consiguiente, los hechos que causaron la muerte de P.P.R.A.,
configuran cuasidelito de homicidio, ya que fueron producto de un resultado no querido por el encausado, pero
sí previsible y evitable y que habría constituido delito de haber mediado malicia"; Considerando Séptimo: "Que
la declaración transcrita precedentemente, constituye una confesión judicial, que por reunir los requisitos del
artículo 481 del Código de Procedimiento Penal, permite dar por establecida la participación que en calidad de
autor, le correspondió al procesado U.H. en la ejecución de los hechos que configuran el cuasidelito de
homicidio por el que se le acusara en esta causa, por haber intervenido de una manera inmediata y directa".
(4) Entre nosotros Piña Rochefort, José Ignacio, "Causalidad e Imputación. Algunas Consideraciones acerca
de su Ubicación y Relevancia en el Derecho Penal", en Revista Chilena de Derecho, 2003, vol. 30. Nº 3, p. 515,
ha señalado: "[...] al concepto de causalidad como elemento relevante del tipo objetivo han salido piedras en el
camino. De hecho el propio concepto de 'causalidad' -no ya su relevancia- ha sufrido directa y violentamente los
embates del concepto de imputación como un serio aspirante a su reemplazo".
(5) Mir Puig. Santiago, "Significado y alcance de la imputación objetiva en Derecho Penal", en VV.AA.
Nuevas Formulaciones en las Ciencias Penales. Homenaje al Profesor Claus Roxin, Editorial Marcos Lerner,
Córdoba, Argentina, 2001, p. 66.
(6) Sobre esta materia existe vasta bibliografía comparada, al respecto podemos mencionar entre las más
especializadas en lengua hispana para nuestros fines: Cancio Meliá, Manuel. Conducta de la Víctima e

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Imputación Objetiva en Derecho Penal. Estudios sobre los Ámbitos de Responsabilidad de la Víctima y Autor
en Actividades Arriesgadas, 2ª ed., Editorial Bosch, Barcelona, 2001; López Díaz, Claudia. Acciones a Propio
Riesgo, Ediciones Universidad Externado de Colombia. Bogotá, Colombia, 2006; Feijóo Sánchez, Bernardo,
"Actuación de la Víctima e Imputación Objetiva: Comentario de la STS de 17 de septiembre de 1999", en
Revista de Derecho Penal y Criminología, UNED. Madrid, Nº 5, 2000, pp. 265-334; Gimbernat Ordeig,
Enrique. "Imputación Objetiva, Participación en una Autopuesta en Peligro y Heteropuesta en Peligro
Consentida", en Revista de Derecho Penal y Criminología, Nº 2, 2004, pp. 75-100; Del mismo autor:
"Imputación Objetiva y Conducta de la Víctima", en Anuario de Derecho Penal y Ciencias Penales, t. 58,
Fasc/Mes 3, 2005, pp. 733-806; "Otra vez: Conducta de la Víctima e Imputación Objetiva". Cuadernos de
Derecho Judicial. [Ejemplar dedicado a: 'Nuevas posiciones de la dogmática jurídica penal'] Nº 7, 2006, pp.
93-108; Silva Sánchez, Jesús María, "Comportamiento de la Víctima y Teoría del Delito. Introducción a la
Victimodogmática", en Instituciones de Derecho Penal, Ángel Editor, México D.F., 2001; VV.AA.,
Victimología y Victimodogmática: Una Aproximación al Estudio de la Víctima en Derecho Penal. Ed. ARA,
Lima, 2003. En nuestro medio, la escasa bibliografía existente sólo nos permite enunciar a Bullemore, Vivian;
Mackinnon, John, "El Delito Culposo y Cuatro Asuntos Problemáticos: El Tipo Subjetivo, El Error de Tipo, La
Imputación a la Víctima, y La Participación", en Revista Procesal Penal, LexisNexis, Nº 42, 2005, pp. 9-29;
Rivera, Juan Francisco, "La Intervención de la Víctima en el Hecho Delictivo", en VV.AA., Delito, Pena y
Proceso. Libro Homenaje a la Memoria del Profesor Tito Solari Peralta, Ed. Jurídica de Chile, Santiago, 2008,
pp. 307-317.
(7) Gimbernat, Enrique, "¿Qué es la Imputación Objetiva?", en Revista de Estudios Penales y
Criminológicos, Universidad de Santiago de Compostela, 1985-1986, Nº 10, p. 175 [las cursivas son nuestras].
(8) Véase SCA de Rancagua [Rol Nº 220915-2004], sentencia absolutoria revocatoria de fecha 6 de octubre
de 2004 de la sentencia definitiva condenatoria de primera instancia de 17 de mayo de 2004: "Que,
constituyendo la culpa la producción de un resultado que pudo o debió ser previsto, y que por negligencia,
imprudencia o impericia del agente, causó un efecto dañoso, aparece como de su esencia precisamente la
previsibilidad y por ello cabe concluir que si ese resultado no pudo ser previsto por aquél, no puede serle
imputado en los términos establecidos en el artículo 492 del Código Penal" [Considerando Quinto].
(9) Confróntese la STOP de Talca [RIT 102-2004]. Se trata de una sentencia condenatoria de fecha 21 de
octubre de 2004, donde se rechaza el Recurso de Nulidad interpuesto por la defensa penal privada del
condenado en la SCS [Rol 5154-2004] de 13 de enero de 2005. El fallo se pronuncia respecto de un supuesto en
el cual la víctima, que se encontraba conduciendo una motocicleta, es colisionada por el vehículo del
condenado, quien realizó una maniobra de adelantamiento a un minibús que lo precedía en su carril
obstaculizando el tráfico, en una vía de doble sentido, en la cual, al invadir el imputado la vía contraria, impactó
a la víctima, quien resultó con una amputación en parte de su pierna izquierda, ocasionándole una invalidez
definitiva. El TOP de la ciudad de Talca, condenó al imputado como autor de un cuasidelito de lesiones graves
gravísimas del artículo 196 B en relación al artículo 198 Nº 13, ambos de la Ley Nº 18.290, en relación a la
condición y conducta de la víctima al momento de los hechos, la irrelevancia de la aportación causal de la
misma en la ponderación de la dinámica del accidente y en la consecuente imputación penal: "Que habiéndose
establecido la causa basal del accidente, para los efectos penales en que no existe compensación de culpas,
resulta irrelevante el informe de alcoholemia [...] que registra 0,44 gramos por mil de alcohol en la sangre, como
asimismo que la moto conducida por él, hubiere tenido la revisión técnica, seguro obligatorio y permiso de
circulación, vencidos" [Considerando Trece].
(10) Roxin, Problemas básicos del Derecho penal, Traducción y notas de Luzón Peña, Diego Manuel, Reus
S.A., Madrid, 1976, p. 136. En términos más estrictos Feijóo, Resultado Lesivo e Imprudencia. Estudio Sobre
los Límites de la Responsabilidad Penal por Imprudencia y el Criterio del "Fin de Protección de la Norma de
Cuidado", Ed. Bosch, Barcelona, 2001, pp. 250 y ss.
(11) Cfr. Roxin, Problemas ..., op. cit., pp. 181 y ss. En primer lugar, respecto de las autopuestas en peligro,
se debe señalar que el punto de partida de la solución de Roxin tiene un importante límite positivo al momento
de extender su aplicación a nivel comparado, y es que en el Derecho Penal alemán de acuerdo a lo establecido
en el parágrafo 216 de su Código Penal, no es punible el auxilio al suicidio. Por tanto, en términos análogos, si
una participación en la autolesión [suicidio] de la víctima está exenta de responsabilidad penal, se hace
sistemáticamente necesaria la igual impunidad de la participación en una autopuesta en peligro, ya que si lo
"más" [autolesión-suicidio] en penalmente atípico, lo "menos" [autopuesta en peligro-riesgo asumido o
consentido] debe igualmente ser impune.
(12) Cfr. Roxin, Problemas ..., op. cit., pp. 190 y ss. En cambio, en las heteropuestas en peligro consentidas,
por regla general, son punibles aquellas situaciones en las cuales la víctima consiente en que un tercero [autor]

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lo exponga a un riesgo que éste domina y aporta causalmente con mayor intensidad en la producción del
resultado lesivo. Quien asume un riesgo creado por otro, no actúa en forma imprudente respecto de la lesión, ya
que sólo se trata de una conducta arriesgada, pero que el autor domina en términos normativos, ya que ha sido
éste quien ha excedido el riesgo permitido, actuando en forma imprudente respecto de la lesión. En estos casos
quien participa en su propia lesión es la víctima.
(13) Jakobs, Gunther, "La organización de autolesión y heterolesión, especialmente en caso de muerte", en
Estudios de Derecho Penal, Editorial Civitas S.A., Madrid, España, 1997, pp. 395 y ss. El mismo, en La
imputación Objetiva en Derecho Penal, Editorial Civitas S.A., Madrid, España, 1996, p. 110, agrega con
particular claridad sobre estos casos: "...que la víctima con su propio comportamiento da la razón para que la
consecuencia lesiva le sea imputada; casos en los que, por tanto, la modalidad de explicación no es la
'desgracia', sino la 'lesión de un deber de autoprotección' o incluso la 'propia voluntad'; las infracciones de los
deberes de autoprotección y la voluntad se agrupan [...] bajo el rótulo de 'acción a propio riesgo'".
(14) Maraver Gómez, Mario, El principio de confianza en Derecho Penal. Un estudio sobre la aplicación
del principio de autorresponsabilidad en la teoría de la imputación objetiva, Thomson Reuters-Civitas, Navarra,
2009, p. 27.
(15) Vid. Maraver, El principio..., pp. 61 y ss.
(16) Feijoó Sánchez, "El principio de confianza como criterio normativo de imputación en el Derecho
penal. Fundamento y consecuencias dogmáticas", en Revista de Derecho Penal y Criminología. Universidad
Externado de Colombia, 2000, vol. 21, Nº 69, p. 38.

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