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El Genio de La Homeopatia
El Genio de La Homeopatia
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Dr. Stuart Close
EL GENIO DE
LA HOME OPATIA
Conferencias y ensayos sobre
filosofía homeopática
ERRNVPHGLFRVRUJ
Versión española
de
Francisco Javier Encina
EDITA: Sección de Médicos Homeópatas. Colegio de Médicos de Sevilla.
Avda. de la Borbolla, 47 - 41013 SEVILLA.
© Por la primera edición: Sección de Médicos Homeópatas.
© Por el texto: Francisco Javier Encina.
I.S.B.N.: 84-604-9601-5
Depósito Legal: SE-734-94
Imprime: Gráfica Los Palacios, S.A.
SEVILLA 1994
Dedicado a la n2emoria de mis venerados preceptores
Dr. Phineas Parkhurst Wells (1808-1891) y
Dr. Bernhardt Fincke (1821-1906)
verdaderos amigos, grandes médicos,
profundos filósofos y leales seguidores
de Samuel Hahn emann.
PROLOGO
La obra del Dr. Stuart Close «El genio de la Homeopatía» Fue dedicada por
su autor a dos grandes homeópatas americanos, los doctores Phineas Parkhurst
Wells (1808-1891) y Bernhardt Fincke (1821-1906), que son llamados «verdaderos
amigos, grandes médicos, profundos filósofos y leales seguidores de Samuel
Hahnemann».
Se sabe la celebridad que adquirió Bernhardt Fincke por sus trabajos sobre
las altas dinamizaciones. Fue él quien descubrió el procedimiento de las
dinamizaciones por fluxión continua. Las preparaciones Ole obtuvo de esta manera
tuvieron un gran éxito y siempre tienen su lugar en ciertas farmacotecas privadas.
Se conoce la historia de P.P. Wells, que había aprendido alemán para com-
prender mejor la homeopatía y que, por recomendación de Wesselhoeft, fue un día
a visitar a Constantin Hering. Este último, apenas hubo leído la carta de presen-
tación que le había entregado el joven, cerró su despacho y despidió a sus clientes,
rehusando ver a nadie. Los dos emprendieron entonces una larga conversación que
se prolongó hasta las 4 de la mañana. Wells había encontrado lo que buscaba. Se
instaló en Brooklyn, donde ejerció hasta su muerte. El era uno de los pilares de la
homeopatía hahnemanniana.
Stuart Close era el heredero de una antigua gran familia inglesa. Uno de sus
más lejanos ancestros, Nicholas, hecho noble por Enrique IV en recompensa de sus
servicios, había sido el arquitecto del Colegio Real de Cambridge, cuya construc-
ción había supervisado. Doctor en teología, fue obispo de Carlisle, después de
Coventry. En 1642 John Close llegó a América con su mujer y sus cinco hijos. El
fue el primer colono de Fairfield, en Connecticut. Dos siglos más tarde, Stuart,
nacido en 1860, era uno de sus descendientes. Primeramente > interesado por los
estudios de derecho, iba a ser orientado hacia. la medicina por su suegro el Dr. J.
Pitman Dinsmore, que era entonces uno de los médicos homeópatas más importan-
tes de San Francisco. Este último animó al joven y dirigió sus primeros estudios
comentándole personalmente el Organon de Hahnemann.
Los estudios médicos clásicos de Stuart Close se continuaron con estudios
de homeopatía en el New York Homoeopathic Medical College, cuyo diploma
recibió en 1885, a la edad de 25 años. A su salida del Colegio, bajo la dirección
del Dr. Phineas Parkhurst Wells, siguió una larga etapa dedicada al estudio de la
doctrina y la práctica de la homeopatía. Esta asociación, que rápidamente se trans-
formó en amistad, no terminó hasta 1891, fecha de la muerte del Dr. Wells, Stuart
Close había adquirido así un conocimiento del método y de la técnica que le colocó
en primera línea de los homeópatas americanos. Era un terapeuta estrictamente
hahnemanniano y un experto en materia médica, particularmente eficaz en el tra-
tamiento de las enfermedades crónicas complicadas. También había adquirido re-
nombre en el tratamiento por correspondencia, que le valió una gran red de rela-
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ciones a través de todos los Estados Unidos. Escribió numerosos estudios médico-
filosóficos. El 11 de abril de 1905, en un discurso inaugural en el Hering Medical
College de Chicago, en honor del 150 aniversario del nacimiento de Hahnemann,
desarrolló el tema « La vida sencilla en medicina.» En 1897 creó la «Brooklyn
Halmemannian Un ion», una asociación de médicos que se reunía cada mes para
hacer lecturas y discusiones sobre los principios y la práctica de la homeopatía
pura. Muchos de los textos presentados en esas reuniones fueron objeto de publi-
caciones en las revistas médicas de la época y después constituyeron lo fundamen-
tal de la obra titulada «El genio de la homeopatía. Conferencias y ensayos sobre
filosofía homeopática.», que apareció en 1924 en Boericke and Tafel de Filadelfia.
Stuart Close poseía una importante biblioteca de obras y artículos de homeo-
patía, sin duda la más importante de los Estados Unidos. Poseía una colección de
la primeras publicaciones de la homeopatía americana, de las cuales la mayor parte
eran, incluso en su época, extremadamente raras. Además, otra parte de su biblio-
teca estaba reservada a obras que trataban de psicología, de neurología y de filo-
sofía. Se interesaba por la música y por la pintura, y se había rodeado de nume-
rosos tesoros artísticos.
La culminación de su carrera tuvo lugar en Chicago, el 24 de junio de 1905
cuando, por unanimidad, fue elegido Presidente de la International Hahnemannian
Association en el 25 aniversario de su fundación. Ese mismo día se celebraba el
150 aniversario del nacimiento de Hahnemann. Era particularmente emotivo ver
elegido presidente al que había sido el discípulo más allegado del primer presiden-
te, el Dr. P.P. Wells, del cual había transmitido los métodos y principios que le
habían dado renombre.
Después de medio siglo de desviaciones y de conflictos partidistas, los prac-
ticantes de la homeopatía parecen buscar ardientemente una vuelta a las verdaderas
fuentes de su doctrina. Stuart Close forma parte de los grandes homeópatas que han
contribuido al esplendor de la homeopatía americana del principio del siglo XX. El
trabajó toda su vida para fundar su práctica sobre una comprensión clara de los
conocimientos a adquirir para una acción eficaz del médico ante sus pacientes. Es
una suerte que la época actual se interese de nuevo por su obra. Sería deseable que
después de Stuart Close, todos los grandes autores de la homeopatía americana se
convirtieran de nuevo en los guías de todos aquellos que desean caminar tras sus
huellas, antes de poder aportar su contribución a la expansión de nuestros conoci-
mientos.(*)
Jacques Baur
(*) Las indicaciones bibliográficas están extraídas de la obra de William Harvey King. Mistan. of Han:acopad:y and its Institutions
in America. New York. The Lewis Pub.1905
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INDICE
Prólogo 7
Prefacio II
ERRNVPHGLFRVRUJ
PREFACIO
Muchos de los artículos que componen este libro, fueron originalmente pre-
parados y dados a conocer como conferencias para las clases superiores del New
York Homoeopathic Medical College, durante mi compromiso como profesor de
Filosofía Homeopática, de 1909-1913. La mayoría de ellos, después de revisión,
han aparecido durante los pasados cuatro años en la Sección de Filosofía
Homeopática, dirigida por mí en el « The Homoeopathic Recorder». Revisados de
nuevo, se dan a la luz ahora cumpliendo con muchos ruegos de lectores de The
Recorder y otros, quienes expresaron su creencia de que son dignos de conserva-
ción y que su publicación, en forma de libro, serviría a un útil propósito.
Al discutir los principios hahnemannianos desde un punto de vista moderno,
espero contribuir en algo a una renovación del interés en la ciencia y el arte de la
medicación terapéutica, ejemplificada en la Homeopatía, de los que la profesión
médica está muy necesitada.
Una revisión de la literatura corriente y las relaciones de vecindad con muchos
médicos de la escuela dominante de medicina, revela no sólo un espíritu más
amistoso de lo que anteriormente existía, sino un activo interés en lo que sus
colegas homeópatas tienen que ofrecer, en cuanto a la solución de los problemas
terapéuticos y un deseo de cooperar. La era del nihilismo terapéutico está pasando.
Pensadores y líderes de la escuela dominante están dispuestos a participar en una
discusión científica de la teoría y los principios de la medicación terapéutica, desde
un punto de vista homeopático, cuando se abordan con un espíritu no sectario. Se
han hecho más receptivos en general a la idea de la existencia de un principio
general o ley de medicación terapéutica de lo que nunca lo fueron y más deseosos
de considerar la evidencia aportada en favor de esa proposición. Correctamente
sostienen, no obstante, que la evidencia aportada debería prepararse de tal manera
que cumpliera con los requerimientos de la investigación científica. Dejando este
aspecto de la cuestión a los científicos e investigadores y a otros con quienes esto
pueda ser compatible, y no olvidando los muchos en nuestra propia escuela que
están interesados, parece permisible presentar una vez más, tan simple y
atractivamente como sea posible, una exposición de los principios lógicos, histó-
ricos y filosóficos en los que se basa la Homeopatía; intentando mostrar, al menos
sugerentemente, su relación como un apartado de la medicina general con otras
ciencias. Ese es el objeto de este libro. No tiene pretensiones de ser «científico».
Está concebido y ofrecido con un espíritu fraternal y filosófico, aún cuando pueda
no alcanzar la expresión adecuada.
STUART CLOSE
Brooklyn, N.Y.
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EL PUNTO DE VISTA PSICOLOGICO
Grandes personalidades
Todos los grandes movimientos hacia adelante en la religión, la ciencia o el
arte se originan en la mente de algún individuo que aparece en el momento psico-
lógico y anuncia su misión. Su personalidad y su enseñanza representan la verdad
que él sostiene.
A un Moisés o un Lutero, a un Washington o un Lincoln, a un Platón o un
Bacon, a un Hipócrates o un Hahnemann, cada uno en su propia esfera y periodo,
el mundo viene y debe venir en busca de instrucción, inspiración y liderazgo.
Siempre, siguiendo a la aparición de un gran maestro o líder, surgen oponentes,
detractores o corruptores e intentan detener, o destruir, o desviar para su propia
gloria el progreso del nuevo movimiento. Los discípulos o aspirantes a discípulos
tienen que estar siempre en guardia contra la falsa enseñanza. Su principal salva-
guardia está en mantener una sincera e inteligente lealtad al líder histórico, cuya
personalidad y enseñanzas representan la verdad original, y en el compañerismo
intelectual y personal con otros seguidores que mantienen la misma actitud y re-
lación.
Luces menores y líderes menores debe haber y siempre habrá, a quienes,
cada uno en su propio rango y grado, se debe honor y lealtad; pero el discípulo no
está nunca por encima de su maestro. Sólo él es «El Maestro» a quién fue hecha
la primera gran revelación de la verdad y quien primero la desarrolló y la procla-
mó; pues tales hombres de época están supremamente dotados y especialmente
preparados, habitualmente por muchos años de retiro, intenso pensamiento y tra-
bajo. Han surgido por fin para hacer un gran trabajo. Se encuentran en las cimas
de la experiencia humana, desde donde tienen un campo de visión y una captación
de la verdad nunca antes alcanzable. Como Moisés, han recibido, por así decir, las
«Tablas de la Ley» directo de manos del Todopoderoso.
La homeopatía, la ciencia y el arte de la medicación terapéutica, tiene una
doble existencia -como una institución y en lo personal de sus reales representantes
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EL GENIO DE LA HOMEOPATiA
individuales.
Estos dos constituyentes están impregnados por un espíritu común que los
anima, que encuentran expresión, respectivamente, en sus organizaciones y litera-
tura, y en la vida y práctica de sus seguidores.
La homeopatía un sistema
Los principios fundamentales de la homeopatía están incorporados en un
sistema de doctrinas, leyes y reglas de práctica que fueron primero formuladas,
denominadas y sistemáticamente expuestas por Hahnemann en su «Organon del
arte racional de curar». Por eso a la homeopatía se le dió un nombre, una indivi-
dualidad y un carácter que la definen e identifican para siempre.
La demostración práctica de la homeopatía es cometido de sus representan-
tes personales, cuyo éxito será proporcional a su eficacia. La eficacia en homeo-
patía implica e incluye habilidad innata, competencia técnica adquirida y coheren-
cia lógica en la aplicación de sus principios. El ejercicio de esas cualificaciones
requiere honestidad, valentía, fidelidad a un alto ideal y un correcto punto de vista.
Cada problema relacionado con la homeopatía, por lo tanto, debe ser abor-
dado y cada proceso técnico conducido sistemáticamente desde una particular y
definida posición mental. El estudiante o el practicante de la homeopatía debe no
sólo saber cuál es este punto de vista, sino que debe adquirirlo y actuar desde él
en cada caso. Este podría llamarse el lado personal de la homeopatía; pues en
última instancia la homeopatía, desde el punto de vista psicológico, es esencial-
mente un estado mental existente en la persona de su representante. En este sentido
la personalidad, o la suma de todos los atributos y cualidades esenciales .del indi-
viduo, es una condición previa al éxito profesional.
Habiendo definido las cualidades y atributos que entran en la disposición del
homeópata, los distintos problemas prácticos y procesos técnicos de la homeopatía
pueden ser considerados y discutidos desde el punto de vista ya establecido..
Como requisito para una clara comprensión de la cuestión, así como para
alcanzar la eficacia en la aplicación práctica de sus principios, se supone que la
homeopatía es lo que proclama ser, un completo sistema de medicación terapéu-
tica. Como sistema científico, está formada por ciertos hechos, leyes, reglas y
métodos o procedimientos, cada uno de los cuales es una parte integral del todo.
Nada contradictorio con sus principios establecidos puede añadirse, ni qui-
tarse, si ha de tomarse en su integridad. Una vez se ha determinado cuáles son esos
elementos y principios esenciales, la homeopatía debe mantenerse o caer como un
todo.
Una homeopatía mutilada es una cosa coja y lisiada, obligada a sostenerse
mediante muletas, férulas y puntales. Una homeopatía castrada es una homeopatía
impotente, sin la virilidad necesaria para mantenerse o reproducirse. Algunos in-
dividuos miopes, superficiales y sin carácter, actuando por sus prejuicios o a través
de su fracaso en comprender la cuestión como un todo, han adoptado una horneo-
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EL PUNTO DE VISTA PSICOLÓGICO
piafa castrada para ellos mismos e intentado apoyar a su lisiado eunuco como un
candidato para la aceptación general. Cuestiones tales como la «fuerza vital», el
remedio único, la potenciación, los infinitesimales, la dosis mínima y la totalidad
de los síntomas como base para la prescripción, ellos las han caracterizado como
no esenciales, «en tanto el principio del similia sea mantenido. « No perciben que
cada una de esas doctrinas está sacada lógicamente de e inseparablemente conec-
tada con la doctrina fundamental, que ellos declaran aceptar y aplicar. Esto es lo
que ha hecho a la homeopatía, como institución, caer hasta un punto en que su
misma existencia está amenazada.
Dentro de su esfera, la homeopatía es completamente adecuada para encarar
todos sus propios problemas en su propia forma, cuando se practica en su pureza
e integridad. Pero la homeopatía fracasará si es forzada fuera o más allá de su
esfera real, o si es pervertida y castrada. Conocer la verdadera esfera y limitaciones
de la homeopatía es tan necesario para el éxito práctico como conocer su técnica
y recursos.
El conocimiento meramente formal de la «ley de curación» y la técnica de
prescribir no hace a un médico homeópata en el verdadero sentido de la palabra.
Se necesita algo más que eso. En ese frío e inerte cuerpo debe ser insuflado el
aliento de vida antes de que se convierta en un alma viviente. La homeopatía es
un espíritu así como un cuerpo de reglas y principios, y el espíritu debe encarnarse
en cada verdadero creyente y seguidor. Esa encarnación tiene lugar cuando la
mente del neófito se abre a las verdades filosóficas que sustentan tanto el método
como los principios, y él se ha imbuido del deseo y el propósito de convertirlas en
la influencia dominante de su vida.
Los métodos de adaptar y aplicar los principios han cambiado hasta cierto
punto, como el alcance y la técnica de prescripción se han desarrollado, pero la
homeopatía es esencialmente la misma hoy que hace cien años. Practicantes indi-
viduales, nominalmente seguidores de Hahnemann, se han desviado de sus ense-
ñanzas y método, y algunos han intentado introducir o injertar en la homeopatía
toda suerte de «modas y fantasías»; pero el mestiz¿úe creado de este modo no ha
engañado a nadie que haya extraído su conocimiento de la fuente principal. La
homeopatía como fue dada a conocer por Hahnemann, aunque no perfecta, es
completa en lo esencial corno sistema. Es suprema dentro de su legítima esfera,
porque es el único método de medicación terapéutica que está basado en una ley
fija y definida de la naturaleza.
La validez de su ley ha sido discutida por la escuela dominante de medicina
siempre desde que fue promulgada por primera vez por Hahnemann; pero no ha
sido negada nunca por nadie que haya cumplido todas las condiciones necesarias
para una demostración científica de su verdad. Al • cumplir esas condiciones de
buena fe y comprobarlo ha de convencerse.
Es concebible y probablemente cierto que una razón para el rechazo del
principio homeopático es que éste, como habitualmente se enuncia, nunca ha sido
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EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA
Principios y organizaciones
Una equivocación común, y de las mayores que se pueden cometer, es la de
rendir a las organizaciones la sumisión espiritual que pertenece en el más alto
grado solamente a los principios.
Las organizaciones se forman con el propósito de mantener y hacer avanzar
los principios, pero muchas veces ocurre que, en la tensión de construir y mantener
la organización, los principios son relegados al último lugar, descuidados u olvi-
dados. El hombre con demasiada frecuencia se convierte en el esclavo de la má-
quina en vez de su dueño. La organización se convierte en un Frankenstein que
destruye a su creador. Peor incluso que el mero descuido u olvido es la deliberada
corrupción y perversión de los principios, que es a menudo el resultado del insen-
sato esfuerzo en pos del prestigio, poder y posición de la organización. Además,
los individuos conectados con o responsables del éxito de la organización son
fácilmente infectados por el germen de la egoísta ambición personal. Llegan a
considerar su compromiso oficial con ella como un billete directo para el tren a la
ciudad de sus sueños.
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El. PUNTO DE VISTA PSICOLÓGICO
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INTERPRETACIONES GENERALES
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EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA
la naturaleza con los hechos, de modo que podamos ser capaces de demostrar su
interdependencia y actuar de acuerdo con ello. En esta síntesis, o conexión de
nuestras percepciones, llevada simultáneamente con la experimentación, consiste el
arte de la observación.
Todas las concepciones de nuestro ser interno, así como de las cosas exter-
nas, están basadas primariamente en las percepciones de nuestros sentidos (inclu-
yendo la conciencia o «sentido interior»). Pero la formación de nuestras ideas,
juicios y conclusiones debe resultar de determinadas leyes objetivas, inherentes a
las cosas mismas y su constitución, y no por capricho.
Cada suceso en el círculo de los fenómenos naturales tiene una necesidad
condicional, puesto que sólo puede resultar de sus precedentes y .depende de ellos.
Esta necesidad condicional . resulta de la necesidad incondicional primaria de las
leyes fundamentales de la naturaleza y su verdad absoluta.
Las leyes de la naturaleza son las formas por las que el curso constante de
los fenómenos naturales, a partir de causas y condiciones dadas, puede ser expre-
sado.
Las leyes no provocan la existencia de los sucesos o fenómenos. En virtud
de las leyes podemos explicarnos, intelectualmente, no la existencia, sino la co-
nexión de los fenómenos y así llegar a comprender su desarrollo y condiciones.
Nosotros comprendemos los fenómenos, no por las propiedades aparentes de
los fenómenos mismos, sino por percepción intuitiva o conciencia inmediata de las
leyes fundamentales. Tales leyes, como la ley de causa y efecto, la de equivalencia
y contrariedad de acción y reacción, la de la constancia de materia y energía, son
intuitivamente percibidas por ser la razón última de la que podemos tener algún
conocimiento.
• Las leyes de la naturaleza, en general, son deducciones de la experiencia y
las observaciones con respecto al necesario curso de sucesos o fenómenos de
elementos dados, la causa última de los cuales se encuentra más allá de la ciencia
física, en el dominio de la metafísica.
Eso que cambia el curso regular de estados y sucesos, sin embargo, resulta
a consecuencia de causas que pueden ser determinadas por la ciencia física consi-
derando las leyes fundamentales de la naturaleza.
Cada cambio de estado o suceso tiene numerosas causas, conocidas corno
causas primarias y secundarias, o como causa y condiciones.
Una chispa de fuego, echada dentro de un barril de pólvora, es la causa de
la explosión que sigue. La composición química de los componentes de la pólvora
y su modo de combinación suministran las condiciones necesarias para que la
explosión ocurra.
Cada cambio implica o presupone algo constante, esto es, algo con al menos
clos tendencias opuestas. La Química, p.c., se basa en la ley de la constancia de los
cuerpos y fuerzas, la ley de la afinidad química y la ley de las proporciones
definidas o de equivalencia.
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INTERERVEACIONES GENERALES
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El. GENIO DE LA HOMEOPATÍA
forma de su necesidad, de acuerdo con las cuales ellos ocurren. Los hechos y las
leyes se presentan juntos con el mismo valor objetivo.
Considerando la sucesión de dos estados diferentes del mismo cuerpo vivo,
tal como salud y enfermedad, la ley de causalidad enseña que ningún efecto interno
puede surgir sin una causa externa, y que el electo mismo puede a su vez conver-
tirse en una causa de nuevos cambios.
La ley de vis Molicie enseña que todos los cambios internos de los cuerpos
en la naturaleza son resultado de una causa externa, pues sin ésta todos los cuerpos
permanecerían en el mismo estado en que fueran colocados. Debe conocerse el
estado del cuerpo antes de cualquier ,cambio. La causa o razón del estado del
cuerpo, por lo tanto, son las condiciones bajo las cuales puede ser cambiado por
cualquier causa externa.
En la ciencia médica y especialmente en terapéutica, Sc debe hacer una
rígida distinción entre las dos relaciones de estado y cambios de acuerdo con estas
dos leyes (causalidad y vis inertiae); ya que la acción de los agentes curativos
introducidos en el cuerpo como causas externas, con la finalidad de cambiar un
estado de enfermedad por otro de salud, sólo puede determinarse prestando debida
consideración a las condiciones de edad, sexo, constitución, predisposición, etc.,
manifestadas por síntomas o fenómenos.
Siempre deben tenerse en cuenta las diferencias que existen entre lo que es
constante e inmutable en la vida del organismo y lo que es cambiable. Lo constante
e inmutable son las (eyes de su forma específica, conlo muestran ,las células, tejido
conectivo, etc. Las formas son transmitidas por los padres. Lo mutable son las
propiedades químicas y físicas de esos constituyentes del organismo, que derivan
del mundo externo, y el funcionamiento del organismo mismo. Los elementos cle
forma patológica deben ser como los fisiológicos, pues el organismo no puede
formar nada dentro de él en contra de sus propias leyes inmutables. De acuerdo con
la ley de especificación, cada cambio de forma o función se acompaña de un
correspondiente cambio en la combinación de la materia. De ahí que, cuando
observamos cualquier fenómeno físico que está sufriendo un cambio en el organis-
mo, sabernos que al mismo tiempo están ocurriendo cambios químico-vitales.
Así que dos cosas constituyen la enfermedad: primero. las cualidades del
organismo, que constituyen las condiciones para la enfermedad; segundo, las cau-
sas externas de la enfermedad
Las formas de enfermedad también obedecen a una ley de constancia fija.
Grupos enteros de enfermedad, crónica y aguda, y de lo más variado externamente,
surgen de la misma causa mórbida y forman una unidad en su sucesión, aunque una
forma ocurra en la niñez, otra en la juventud y otra en la edad avanzada. La sífilis
y la tuberculosis son ejemplos patentes.
En lugar de buscar la causa y el carácter de una forma presente de enferme-
dad sólo en lo inmediato y en lo que está a la mano, deberíamos buscar las causas
más remotas que se han manifestado en la secuencia de desórdenes y enfermedades
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INTERPRETACIONES GENERA l
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EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA
La homeopatía un arte
Arte y ciencia están inseparablemente ligados. Cada arte tiene su fundamen-
to en la ciencia y cada ciencia, encuentra su expresión en el arte.
Consciente o inconscientemente, el artista o el artesano en el trabajo está
aplicando principios y leyes, conocimiento formulado y sistematizado, de lo cual
se compone la ciencia.
Excepcionalmente un artista, en virtud de su capacidad y genio inherentes,
puede no darse cuenta de que está aplicando principios científicos en su trabajo. El
«instinto artístico», cuando es poderoso, puede expresarse espontánea y natural-
mente por la fuerza de un sentimiento interno o impulso innato, captando princi-
pios intuitiva y subconscientemente y desarrollando sus propios métodos de técnica
a través de la experiencia individual. Pero tal don es raro, e incluso el mayor genio
natural no alcanza su desarrollo más alto hasta que ha despertado a la existencia
de teorías, • leyes y principios, y considerado su trabajo conscientemente desde el
punto de vista científico.
Cuando un artista alcanza ese punto de desarrollo, la filosofía comienza a
interesarle. Sus ojos se abren y su visión se aclara. Ahora quiere .cosas explicadas.
Desde entonces, su campo se ensancha y su capacidad de expresión aumenta en
proporción a su desarrollo concreto en esa dirección.
El científico por el contrario nunca, o muy raramente, procede por instinto.
Sus ojos están abiertos desde el principio. Sabe exactamente lo que quiere hacer.
Trabaja deliberadamente por establecer reglas y métodos, basados en principios
deducidos de hechos comprobados. La razón y la lógica, más que el sentimiento
y la emoción, son sus guías de principio a fin. No es que el científico no pueda
tener y tenga sus momentos de inspiración y elevada emoción, como cuando su
imaginación salta hacia delante en nuevos campos abiertos ante él, o algún 'nuevo
descubrimiento recompensa sus estudios, investigaciones y búsquedas; pues cier-
tamente tiene tales momentos y mientras más grande es el hombre, más frecuen-
temente los experimenta. Cuando el artista se hace un científico y el científico se
hace un artista se encuentran en las cimas de la experiencia humana y participan
por igual de las alegrías de la creación consciente.
La homeopatía es tanto un arte como una ciencia. El homeópata exitoso debe
ser tanto un artista como un científico. Su trabajo debe ser artístico y científico. La
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INTERPRUPACIONES GENERALES
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INTERPRETACIONES GENERALES
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EL GENIO DE LA 1-10MEOPATiA
La comparación ¡nuestra que los síntomas así producidos por las drogas son simi-
lares a los síntomas de enfermedad. Cualquier síntoma o grupo de síntoma de
enfermedad puede ser duplicado por el registro de síntomas drogales de la materia
médica.
Experimentalmente también se ha probado que bajo ciertas condiciones, que
se expondran después, los medicamentos curan enfermedades en virtud de su se-
mejanza de síntomas. Esto es, los medicamentos curan, o eliminan en el enfermo,
síntomas similares a aquellos que tienen el poder de producir en el hombre sano.
A partir de este hecho experimental fue deducida la ley de curación y medicación,
conocida como la «ley de semejantes», la cual resulta al examinarla ser un enun-
ciado, en otras palabras, de la ley general de Acción Mutua, denominada también
ley de equivalencia, ley de acción y reacción, ley de balance o equilibrio, ley de
polaridad, ley de compensación y tercera ley del movimiento de Newton.
Principios operativos
La homeopatía trabaja en perfecta armonía con todos los agentes terapéuti-
cos no medicinales y mecánicos racionales necesarios. Cirugía, obstetricia, higiene,
dietética, sanidad, química (en tanto es aplicada a la preparación de medicamentos
y a la expulsión y antidotaje de venenos) y psicoterapia, encuentran todas en la
homeopatía su más poderoso y compatible aliado.
La homeopatía es opuesta en su constitución y principios a todas las formas
de tratamiento por medicación directa o fisiológica, y al tratamiento fisio-químico
o tratamiento basado en teorías químicas. La homeopatía es opuesta al uso, en
condiciones ordinarias, de drogas en dosis fisiológicas con propósitos meramente
paliativos, puesto que su objetivo primario es siempre la curación u obliteración de
la enfermedad y el completo reestablecimiento de la salud.
La homeopatía es opuesta a los métodos de vacuno y sueroterapia, aunque
muchos proclaman que esos métodos estan basados en el principio homeopático.
Admitiendo que esto puede ser verdad en cuanto al principio subyacente se refiere,
el método de aplicación del principio es opuesto por ser una violación de los sanos
principios naturales de medicación y productor de serios daños para el organismo
vivo.
Se ha probado experimental y clínicamente que tales métodos son innecesa-
rios, y que el resultado proclamado por sus defensores puede ser alcanzado de
manera más segura, rápida y completa por la administración de los medicamentos
homeopáticamente indicados en dosis subfisiológicas, a través de las vías naturales
del cuerpo, que introduciéndolos forzadamente por medio de la aguja hipodérmica
o de cualquier otra forma.
La homeopatía es opuesta a la llamada «prescripción patológica» y al «tra-
tamiento de grupo» de las enfermedades, cuyas peculiaridades individuales son
ignoradas y los pacientes son agrupados o clasificados según sus lesiones orgánicas
patológicas groseras y tratados del mismo modo. La homeopatía se ocupa del
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INTERPRETACIONES GENERALES
vasos quirúrgicos. Dirige sus agentes curativos, a través de las vías naturales del
lierpo, a los centros fisiológicos de acción y reacción vital, que gobiernan todas
Ii actividades funcionales en el organismo vivo tanto en la enfermedad corno en
la salud.
La homeopatía es opuesta a la polifarmacia. Depende para todos sus resulta-
, is de la acción dinámica de medicamentos simples, puros, potenciados, preparados
i)or un proceso especial matemático-mecánico y administrados en dosis mínimas.
En la práctica, la homeopatía basa la selección del remedio curativo en la
ioialidad de los síntomas del paciente individual, incluyendo la consideración de
las causas comprobables de la enfermedad. Para el prescriptor homeópata esto
constituye la enfermedad. Especulaciones en cuanto a la naturaleza esencial interna
o a la actuación de la droga o la enfermedad no entran en el proceso de seleccionar
el remedio. La prescripción no se basa en el diagnóstico patológico, o el nombre
de la enfermedad, sino únicamente en el parecido de los síntomas del paciente con
Ios síntomas de alguna droga comprobada, determinado por comparación efectiva.
Como el trabajo experimental al construir la materia médica homeopática ha
sido llevado a cabo con medicamentos simples, y como cada medicamento tiene su
propio tipo y esfera de acción definida y peculiar, la exactitud científica, como
también la ley de los semejantes, requieren que el tratamiento de los pacientes sea
Ilk.•.vado a cabo de la misma manera. Los medicamentos nunca son mezclados o
compuestos en la práctica homeopática, sino dados individualmente.
Se ha demostrado experimentalmente que el organismo enfermo es peculiar
e incluso dolorosamente sensible a la acción del medicamento similar simple, y que
los efectos curativos se obtienen solamente con dosis sub-fisiológicas. Las dosis
fisiológicas, en vez de eliminar los síntomas de la enfermedad, producen por su
acción patogenética directa los síntomas característicos de la droga. Si la droga no
tiene un similar el estado del paciente se complica por la adición de síntomas que
no tienen ninguna relación con la enfermedad y no se produce la curación. Si la
droga tiene un similar la violenta reacción del organismo a la dosis innecesaria-
mente grande aumenta el sufrimiento, agota al paciente y prolonga su enfermedad,
incluso si finalmente se recupera.
Estos hechos llevan, primero, a la progresiva reducción de la magnitud de la
dosis hasta la cantidad curativa más pequeña eficaz, y finalmente al descubrimiento
y formulación de la ley de la potenciación y la dosis infinitesimal, que es uno de
los corolarios de la ley de los semejantes y un principio fundamental de la homeo-
patía.
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El, GENIO DE LA HOMEOPATiA
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ESCUELAS DE FILOSOFÍA
Sería bueno echar una ojeada a las diferentes escuelas de filosofía, para estar
en condiciones de comprender el punto de vista de Hahnemann e identificar las
ideas y conceptos fundamentales a partir de los cuales desarrolló su sistema.
Las diferentes escuelas de filosofía pueden ser ampliamente clasificadas como
materialista, idealista y sustancialista.
Materialismo
«La doctrina por la que los hechos de la experiencia son todos explicados
por referencia a la realidad, actividades y leyes de la sustancia física o material. En
psicología, esta doctrina niega la realidad del alma .como ser psíquico; en cosmología,
niega la necesidad de asumir el ser de Dios como Espíritu Absoluto o de cualquier
otro fundamento espiritual o primer principio; opuesto a espiritualismo. Las teorías
materialistas han variado desde el principio, pero la forma más ampliamente acep-
tada se refiere a todas las especies de sentimiento y vida mental como productos
del organismo, y al universo mismo como reducible a términos de elementos
físicos y sus movimientos.» (Standard Dictionary)
Deberíamos considerar por un momento el significado de las palabras «rea-
lidad» y «sustancia». El «acérrimo» materialista no considera nada que no tenga
tangibilidad como real y sustancial. Lo reduce todo a los términos de la materia
física, que es para él la única realidad. Si usa las palabras energía, poder, fuerza,
movimiento, principio, ley, mente, vida o pensamiento, cosas intangibles, es para
considerarlas meramente como atributos, condiciones o productos de la materia.
Para él las cosas representadas no son reales ni sustanciales. Existen, por decirlo
así, sólo en la imaginación. Como no son tangibles no son reales. Al no ser reales,
de acuerdo con su forma de ver las cosas, no son sustanciales y, por lo tanto, no
son dignas de consideración. El hecho de que esté obligado a actuar como si fueran
reales, no crea ninguna diferencia en su actitud mental. Rehusa admitir su existen-
cia como algo que no sea propiedades de la materia.
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Cl. GENIO DE LA HOMEOPATIA
Idealismo
«Ese sistema de .pensamiento reflexivo que interpretaría y explicaría todo el
universo, cosas y mentes y sus relaciones, como la realización de un sistema de
ideas. Toma diferentes formas, determinadas por la visión de lo que es la idea o
lo ideal, y de como podemos ser conscientes de ello.» (Ibid.)
Sustancialismo
«La doctrina de que las existencias sustanciales o seres males son las fuentes
o fundamentos subyacentes de todos los fenómenos, mentales y materiales; espe-
cialmente la doctrina que niega que la concepción de la sustancia material pueda
reducirse a meros centros de fuerza.» (Ibid.)
La idea fundamental del sustancialismo es antígua, pero el desarrollo y
aplicación sistemáticos de ella es moderno. «El pensamiento predominante del
sustancialismo es que todas las cosas en la naturaleza que existen o pueden formar
la base de un concepto son realmente entidades sustanciales, ya sean los llamados
principios o fuerzas de la naturaleza o los átomos de los entes corpóreos, incluso
extendiéndolo a la vida y poderes mentales de todo organismo sensible, desde el
más alto al más bajo.» (Hall)
Sostiene, por ejemplo, que la «teoría ondulatoria» del sonido es una falacia
en ciencia. Hall estableció experimentalmente el hecho de que «el sonido consiste
en emisiones corpusculares y es por tanto una entidad sustancial, tanto como el aire
o el olor.» El argumenta: ((Si el sonido puede ser demostrado como una sustancia
no puede haber sombra de objeción científica en contra de la naturaleza sustancial
o de ente de la vida y los poderes mentales.» Desde este punto de vista, la mente
es tan real en su existencia como lo es el cerebro físico, que es considerado como
la manifestación tangible de la forma y sustancia de su contrapartida invisible.
«Si la mente es el resultado del movimiento de las moléculas del cerebro,
¿en qué consiste ese resultado? Si el movimiento de las moléculas es la totalidad
de la mente, entonces la mente no es nada, una no entidad, puesto que el movi-
miento mismo es una no entidad.» (Hall)
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ESCUELAS DE FILOSOFÍA
De nada, nada sale. Todo efecto procede de una causa. Los efectos siguen
a las causas en sucesión ininterrumpida.
Ningún efecto sustancial puede producirse sobre un sujeto sin una sustancia
absoluta de algún tipo que conecte la causa con el efecto.
La gravedad, o lo que produce la gravitación, es una sustancia, puesto que
actúa sobre objetos físicos a una distancia y causa efectos físicos sustanciales.
El magnetismo es una sustancia, puesto que pasa a través de los cuerpos no
porosos, capta y mueve el hierro.
El sonido es una sustancia, puesto que es «transportado a través del espacio
por ondas aéreas.» Debe ser algo sustancial o no podría ser transportado.
La luz, el calor y (o) la electricidad son (es) sustanciales. (Pueden ser idén-
licos). Es absurdo llamarlos «modos de movimiento» o «fenómenos vibratorios».
El movimiento es una no-entidad, el mero acto de una cosa al cambiar su posición
en el espacio. El movimiento no es nada antes de que un objeto empiece a moverse.
y nada después de que haya dejado de moverse. La ciencia moderna enseña que
la luz y el calor son movimientos o vibraciones del éter. La física, por lo tanto,
tácitamente enseña que el éter es sustancial. Lo ha medido, ha calculado su coefi-
ciente de inercia y su energía cinética, ha enunciado que es la sustancia primaria
de que está compuesta la materia, así como el calor, la luz y la electricidad.Si la
ciencia tiene razón en su teoría, entonces la luz, el calor y la electricidad son
emanaciones sustanciales de sus cuerpos o sustancias productoras. En otras pala-
bras, cada uno de ellos está compuesto de éter, variando en su índice de vibración.
Pero la física (materialismo) no nos dice quién o qué mueve el éter y determina su
índice de vibración. Eso queda para el sustancialismo, que enseña que la Vida es
una sustancia, que tiene las cualidades de un ser como ente real. Por su sola acción
se crean, mantienen y reproducen entes organizados, vivos, conscientes, pensantes
y volitivos. Por consiguiente la Vida es inteligente. Si no no podría manifestar esas
cualidades.
La mente es una sustancia, puesto que actúa para pensar o producir pensa-
mientos y cosas. La mente, por lo tanto, tiene inteligencia. El pensamiento -la
acción de la mente- puede llamarse «un modo de movimiento de la mente, que
actua sobre las moléculas del cerebro.» En última instancia vida y mente son una
e idénticas, puesto que tienen idénticas cualidades y atributos, y la Mente (Sin:
vida, espíritu) es la causa primaria del movimiento. La vida es energía, y toda
energía es energía viva.
En cuanto a los seres vivos, incluyendo al hombre, la hipótesis sustancialista
es: «que dentro de toda criatura viva existe un organismo vital y mental, la (invi-
sible) contrapartida de la estructura física, la fuente de todos los fenómenos vitales
y fisiológicos, originalmente aportado por la Voluntad Creativa (Mente-Vida-Espí-
ritu) como átomos salidos de Su propio ser, y que deben, a la disolución de la vida
orgánica, retornar al manantial original de donde han emanado, para mezclarse allí
por reabsorción en la fuente original, o, como en el caso de aquellas vidas (huma-
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EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA
nas) que han recibido la impronta espiritual de la imagen de Dios, vivir para
siempre con el ego auto-consciente heredado a través de su organismo superior.»
(Hall)
La posición de Hahnemann
Hasta ahora Hahnemann ha sido adscrito a los idealistas. En un intento para
definirlo más ha sido llamado «vitalista», refiriéndose a la prominencia dada en el
Organon a la doctrina de la vida y la fuerza vital.
Con antelación a la aparición del sustancialismo como una filosofía formu-
lada y un nombre, éste fue quizás el mejor que se le podría dar para intentar
clasificar a Hahnemann filosóficamente. Pero desde que se ha formulado una filo-
sofía concreta no puede haber duda de que sea adecuadamente clasificado como un
sustancialista. Su posición y sus afirmaciones respecto a la Deidad, la vida, la
mente, lá fuerza vital, la materia, la potentización (o dinamización), los infinitesimales
y el énfasis que pone sobre el carácter sustancial de estas (para él) grandes reali-
dades, no concuerdan completamente con ninguna otra clasificación. Hahnemann
franca y reverentemente reconoce al Ser Supremo, como en efecto todo científico
que piense lógicamente hasta el final debe hacer. De otro modo todo el pensamien-
to termina en negación.
La constante llamada de Hahnemann a la experiencia, a los hechos de ob-
servación y experimentación, y a la necesidad de evitar en medicina la especula-
ción de todo tipo, demuestran el equilibrado carácter. práctico de su mente. El
rehusó a especular sobre la naturaleza esencial de las cosas. Observó y aceptó los
hechos de la existencia como los vió. Para él, espíritu y materia, fuerza y movi-
miento, mente y cuerpo, salud y enfermedad, en todas sus mutaciones y modifica-
ciones, co-existen como hechos de observación, conciencia y experiencia. Esto era
para él usarlos de una manera lógica y práctica. No fue un materialista que negara
el origen y existencia deíficos de las sustancias o agentes espirituales, ni mantuvie-
ra que esos fenómenos espirituales eran el resultado de alguna peculiar organiza-
ción de la materia. Tampoco fue un idealista en el sentido extremo del que cree,
con Bishop Berkeley (y la Sra. Eddy) que todo lo que existe es espíritu, y eso que
es llamado materia, o el mundo externo, es o una sucesión de nociones impresas
en la mente por la Deidad, una ilusión o «error», o si no el mero edicto de la mente
misma, como decía Fichte.
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EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA
celebrado Bouvard, médico de Luis XIII, ordenó a su real paciente cuarenta y siete
sangrías, doscientos quince eméticos o purgantes, y trescientos doce enemas jell el
periodo de un año! Durante los excesos a que la llamada «medicina fisiológica» fue
llevada, fueron usadas más de seis millones de sanguijuelas, y más de doscientas
mil libras de sangre fueron derramadas en los hospitales de París en un año. La
mortalidad fue espantosa.
En el tiempo de Hahnemann (1799), la muerte de nuestro propio George
Washington fue indudablemente causada por las repetidas sangrías de que fue
objeto. Fue casi completamente exanguinado.
La medicina estaba en un estado de caos. Hahnemann se enfrentó al proble-
ma de crear una nueva ciencia y arte terapéuticos, que debía ser construido sobre
la base de hechos de observación y experiencia, de acuerdo con ciertos principios
que estableció como guía.
Aplicando el método inductivo, que evidentemente había aprendido de Bacon
y Aristóteles, lo primero que hizo fue formarse una amplia visión de todo el campo
de la medicina, desembarazándose de todo resto de tendencias o prejuicios que
pudiera haber en su mente como resultado de su asociación con los médicos e ideas
de su época, y plantearse unas cuantas preguntas simples y directas.
«¿,Cuál es la misión real del médico?»,«¿De qué utilidad es la profesión
médica?», «¿Tiene alguna excusa real para su existencia?»,«Segummente no», dice,
«si emplea su tiempo y esfuerzo en urdir llamados sistemas sacados de extravagan-
cias vacías e hipótesis sobre la oscura naturaleza interna del proceso de la vida, o
el origen de la enfermedad; ni en los innumerables intentos para explicar los fenó-
menos de las enfermedades o sus causas próximas, siempre ocultas a su examen,
que ellos visten con palabras ininteligibles; o como un cúmulo de frases abstractas
con la intención de sorprender al ignorante, mientras la humanidad sufriente implo-
ra ayuda. Hemos tenido más que suficiente de tales doctos absurdos llamados
medicina teórica, que tienen sus propias cátedras, y es tiempo ya para que los que
se llaman médicos dejen de engañar a la pobre humanidad con vanas palabras y
comiencen a actuar, esto es, a aliviar y a curar.»
«La mas alta y única vocación del médico es restaurar la salud al enfermo,
que es lo que se llama curar.»
«Medicina racional»
La medicina científica debe adaptarse al menos a tres requerimientos: I .
Debe basarse en hechos. 2. Debe ser racional, esto es, lógica. 3. Debe ser
demostrablemente cierta.
No es suficiente para la medicina ser' simplemente «racional». Cuando la
gente creía que las epidemias eran enviadas por las deidades ofendidas, era «racio-
nal» que sus hijos debían ser ofrecidos como sacrificios propiciatorios. Si uno cree
que la enfermedad es meramente un «error de la mente mortal» será «racional»
adoptar los métodos de la Sra. Eddy.
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it' inc poder o energía. El poder inherente a un cuerpo es una cosa completamente
disfinfa a la fuerza ejercida por él o sobre él.
La acción (movimiento) tiene lugar sólo en, o en conexión con lo que tiene
plidei para reaccionar o resistir, la cosa misma, ya sea una piedra, una máquina o
iii brr,iilliSMO vivo. La cosa misma es siempre sustancial, teniendo una existencia
(1 mimos sobre la fuerza vital, sino sobre la vida misma, la sustancia real.
lit i va, aunque intangible, desde la que el organismo vivo evoluciona, de la que
ti compuesto y de la que procede la fuerza vital.
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sustanciales, o fuerzas, pero como tales son perceptibles sólo por la «visión inte-
rior», a través de los ojos de la mente. Son «espiritualmente (esto es, mentalmente)
percibidas». La concepción metafísica sirve de ayuda en la interpretación de los
fenómenos.
Prácticamente, sin embargo, nosotros no nos ocupamos de abstracciones.
Nos ocupamos de hechos y fenómenos, de síntomas.
«La totalidad de estos, sus síntomas, de esta imagen reflejada al exterior de
la esencia interna de la enfermedad, esto es, de la afección de la fuerza vital, debe
ser el principal, o el tinico medio, por el cual la enfermedad puede dar a conocer
(su naturaleza y) qué remedio se necesita.» (Organon, Párr. 7)
La eliminación de todos los síntomas o fenómenos perceptibles de la enfer-
medad, elimina la enfermedad misma y restablece la salud. Así Hahnemann distin-
gue filosóficamente entre la enfermedad misma y sus causas, ocasiones, condicio-
nes, productos y fenómenos, y al hacerlo así muestra claramente que la esfera de
la homeopatía está limitada primariamente a los cambios funcionales, de los que
surgen los fenómenos de la enfermedad. En otras palabras, la homeopatía está
confinada a y es operativa sólo en la esfera de la dinámica vital.
Primariamente, la homeopatía no tiene nada que ver con cualquier causa
tangible o física, efecto o producto de enfermedad, aunque secundariamente está
relacionada con todos ellos. Los efectos de la enfermedad en la función y sensación
mórbida pueden permanecer después de que hayan sido eliminadas las causas. La
eliminación de los productos tangibles de la enfermedad, si está demasiado avan-
zada, pueden tener que ser relegados a la cirugía. La homeopatía se ocupa direc-
tamente sólo de la enfermedad misma, el proceso vital mórbido manifestado por
síntomas perceptibles, que pueden permanecer y continuar después de que las
causas hayan sido eliminadas y las condiciones cambiadas.
Es lógico, como dice Hahnemann, que todo médico inteligente, teniendo un
conocimiento de la etiología racional, eliminará primero por los medios apropia-
dos, en la medida de lo posible, toda causa excitante y mantenedora de la enfer-
medad y todo obstáculo a la curación, y se esforzará por establecer un correcto y
ordenado régimen de vida para su paciente, con la debida consideración para la
higiene mental y física. Si deja de hacer esto, poca impresión pueden hacer los
remedios homeopáticos, y la ligera que hagan será de corta duración.
Habiendo hecho esto, se dedica al problema de encontrar ese remedio, cuyos
síntomas en su naturaleza, origen y orden de desarrollo sean más similares a los
síntomas del paciente, y a la administración apropiada de éste, cuando lo ha encon-
trado, en cuanto a la cantidad y frecuencia de las dosis.
Mientras los cambios patológicos groseros de los tejidos, lesiones orgánicas,
desproporciones morfológicas, neoplasmas y los efectos físicos de causas mecáni-
cas no están primariamente dentro del dominio del Similia, y por tanto no son el
objeto 'del tratamiento homeopático, los procesos mórbidos de los que surgen, o
a los que conducen, están sujetos a la medicación homeopática. Los remedios
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VI. GENIO DE I.A HOMEOPATÍA
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LA UNIDAD DE LA MEDICINA
El genio de la homeopatía
Hay «57 variedades diferentes» de especialistas -casi uno para cada órgano
del cuerpo, junto con aquellos que se ocupan de otras muchas cuestiones conecta-
das con la medicina. Además de las antiguas escuelas alopática, homeopática y
ecléctica (que aún están con nosotros), ahora tenemos las escuelas fármaco-fisio-
mecano-elecro-hidro-balneo-suero-vacuno y radioterapéutica, sin mencionar a los
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II GENIO DE IA HOMEOPATÍA
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I.A UNIDAD DE I.A MEDICINA
Nihilismo terapéutico
Aunque se ha extendido a todas partes del mundo civilizado, contándose sus
practicantes por millares y sus pacientes por millones, la homeopatía nunca ha
encontrado una abierta y general aceptación en la profesión médica. Conversiones
ocasionales entre las filas de la escuela dominante, aparentemente han hecho poca
impresión sobre la profesión en conjunto, pero la influencia de los principios
hahnernannianos está aumentando perceptiblemente con el paso del tiempo. Por
largos, tediosos, tortuosos caminos la ciencia médica parece aproximarse a la nieta
alcanzada hace más de un siglo por Hahnemann.
Esto es sólo otra ilustración del hecho de que los poetas, profetas y filósofos
frecuentemente perciben grandes verdades y las enuncian al mundo mucho antes
de que los lentos científicos consigan demostrarlas a su propia satisfacción.
La intuición, la más alta facultad de la mente ill1111alla, hace su certero ca-
mino aéreo, mientras la búsqueda y la investigación avanzan laboriosamente en su
camino sobre la tierra.
Los principales objetos de controversia en el pasado han sido: 1, la idea de
un principio general de medicación curativa; 2, la doctrina de la potenciación y la
dosis mínima; 3, los ensayos de medicamentos sobre la persona sana, y 4, el
remedio único.
Rehusando someter estas cuestiones a la prueba de la investigación y expe-
rimentación sistemática competente, y frustrados en sus propios esfuerzos para
encontrar una forma acertada de tratar al enfermo mediante medicación, los líderes
de la escuela dominante prácticamente han abandonado los fármacos, y ahora
confían principalmente en la cirugía y los métodos higiénicos, completados más
recientemente por el uso de sueros y vacunas.
En patología y fisiología ha habido una gradual liberación de la tiranía de la
autoridad que tanto tiempo ha tenido, presa a la profesión médica. Pero en
farmacoterapia esta tendencia nihilista le ha llevado casi hasta el punto de la com-
pleta negación.
Osler escribió en 1901: «El mejor médico es el que conoce la inutilidad de
más medicinas».
Barker, su sucesor en el John Hopkins, dice: «El golpe mortal primero ha
sido para la polifarmacia. Hoy día según muchos, la farmacoterapia en su conjunto
está casi moribunda».
Billing, en su discurso como presidente de la American Medical Association,
dice. «Las drogas, con la excepción de la quinina en la malaria, y el mercurio en
las sífilis, son inútiles como remedios».
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El. GENIO DE I.A HOMEOPA'llA
Musser, de Filadelfia, dos años después, desde la misma cátedra decía: «Se
ve usar drogas cada vez menos».
Cabot, de Harvard, en su notable discurso ante la Boston Homoeopathic
Medical Society, decía: «No se si ustedes, caballeros, se dan cuenta de qué propor-
ción tan grande de nuestros pacientes son tratados sin ninguna droga en absoluto,
y qué poca fe tenemos hoy día en el poder curativo de las drogas».
Estos extractos indican a qué extremo han llegado algunos finos observado-
res, claros pensadores y hombres honestos de la escuela dominante, en ausencia de
un principio general de medicación terapéutica. Mientras tanto la clase de tropa
sigue impasiblemente por el mismo viejo camino de perniciosa medicación.
Cegada por el orgullo profesional y los prejuicios, la escuela dominante en
su conjunto ha antagonizado encarnizadamente o ignorado el principio enunciado
por Hahnemann hace un siglo y demostrado por él y sus sucesores continuamente
desde entonces.
En ninguna profesión, tal vez, ha habido tan poca apertura mental, tan poco
espíritu verdaderamente científico, impersonal, como en medicina. Verdaderamen-
te pocos, de una u otra escuela, han podido remontarse por encima de los estrechos
celos personales y profesionales que han impedido la libertad del reino impersonal
más elevado de la ciencia pura. La controversia, más que el espíritu científico, ha
predominado demasiado en ambos lados.
En un aspecto, al menos, los líderes de la vieja escuela están perfectamente
de acuerdo con los seguidores de Hahnemann, que siempre han mantenido que el
uso de drogas en el tratamiento de la enfermedad, excepto en dosis mínimas y de
acuerdo con la ley de los semejantes, es tan inútil como perjudicial.
Una de las primeras y más importantes verdades que se les enseña a los
estudiantes homeopátas es que las drogas, en forma cruda y ordinariamente llama-
das dosis fisiológicas, tienen el poder de enfermar incluso a la gente que está bien.
Esto se demuestra por los registros ,patogenéticos de cada droga en nuestra materia
,médica. Cuánto más perjudiciales serán las drogas para las personas enfermas, con
su poder de resistencia más bajo y su aumentada irritabilidad, como fácilmente
podría inferirse teóricamente, si las tasas comparativas de mortalidad no aportaran
continuamente pruebas de su influencia mortal y no hicieran superfluas tales
inferencias.
Ha habido signos de un incipiente cambio de base en las filas de la escuela
dominante de medicina en los últimos años. Entre otros, la amplia aceptación y
práctica de la sero y vacunoterapia, y la acogida, por parte de muchos de sus
defensores, de la sugerencia de que el principio subyacente de esta forma de tra-
tamiento es análogo -aunque en realidad no lo sea de hecho- al principio
homeopático, tiende a mostrar un espíritu más tolerante hacia la idea de un prin-
cipio general terapéutico que rige la acción curativa de todas las drogas en todas
las enfermedades por medicación.
La medicina general ha hecho grandes avances desde los días de Hahnemann;
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II. GENIO DE I.A HOMEOPATÍA
Esciolistas médicos
La profesión médica homeopática podría haberse ahorrado una gran parte de
las cansadas e inútiles discusiones que han gastado tiempo, papel y tinta en el
pasado si pretendidos críticos, antes de entrar en el campo literario, se hubieran al
menos informado correctamente sobre la procedencia y el significado de ciertos'
términos usados por aquellos a quienes atacan. Malinterpretando o usando mal una
palabra, le atribuyen un significado arbitrario o imaginario y proceden a apalear a
su «hombre de paja».
Al revisar la controvertida literatura de la homeopatía, es sorprendente en-
contrar una parte tan grande que se ha iniciado así. Mucho de ella nunca podría
haberse escrito por hombres que hubieran tenido siquiera «un conocimiento de
oídas» de otras ciencias distintas a la que ellos dicen representar.
Hombres que comprenden a fondo un tema raramente no se comprenden
mutuamente. Han seguido la misma carrera y aprendido el mismo lenguaje. Cono-
cen los fundamentos y esencias de su arte o ciencia común, y conocen también algo
de sus relaciones con otras ramas de arte y ciencia.
Todas las verdaderas ciencias están interrelacionadas. Se tocan en muchos .
puntos. Cada una depende de las otras en muchos aspectos. Frecuentemente
«intercambian trabajos» así como palabras.
La entrada en la profesión cle medicina ha sido, hasta años recientes, tan fácil
y poco restringida, que una gran proporción de sus matriculados no tienen siquiera
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LA UNIDAD DE LA MEDICINA
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IL GENIO DE LA HOMEOPATÍA
abrió el camino para colocar la homeopatía bajo las leyes matemáticas, creando la
Ciencia de la Homeopatía y dándole su justo lugar en el «Círculo de las Ciencias».
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VIDA, SALUD Y ENFERMEDAD
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EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA
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VIDA. SALUD Y ENFERMEDAD
a todas las partes del cuerpo. Alimento o veneno, toxinas o antitoxinas, agentes
terapéuticos o microorganismos patógenos, todos actúan sobre y en virtud de la
existencia del principio vital reaccionante o sustancia viva del organismo.
La curación de la enfermedad, o el restablecimiento de la salud, igualmente
comienza en el centro y se extiende centrífugamente, desapareciendo los síntomas
de dentro a fuera, de arriba a abajo y en orden inverso al de su aparición.
La resistencia a los agentes morbíficos es desde el centro, donde reina la
vida. La resistencia vital es la reacción defensiva de la sustancia viva a los elemen-
tos y organismos nocivos y a las causas y agentes productores de enfermedad en
general, en obediencia al instinto inherente o ley de autoconservación, que perte-
nece a la vida organizada.
Metafóricamente hablando, la enfermedad es resistencia. La enfermedad,
manifestada por síntomas, expresa la reacción vital y la resistencia del organismo
vivo a la incursión de algún agente o influencia perjudicial. Es una batalla, una
lucha, una costosa y dolorosa resistencia a un invasor.
Estrictamente hablando, no es contra la enfermedad contra lo que luchamos,
sino contra las causas de la enfermedad. Las causas efectivas de enfermedad, en
última instancia, son de fuera. No existen en la sustancia vital misma. Son «extra-
ñas al espíritu», a la verdadera naturaleza del hombre. Se hacen operativas o efi-
caces en el organismo condicionalmente, en virtud de la existencia del principio
vital de susceptibilidad, reacción y resistencia, y de un organismo vivo, en y a
través del cual la acción y la reacción pueden tener lugar.
Materia y Energía
La física afirma que la materia es indestructible. La materia es la sustancia
corpórea; la forma de ser o sustancia que está caracterizada por extensión, inercia,
peso, etc., o, en general, por las propiedades conocidas por los sentidos. La cons-
titución y el modo de producción de la materia se remonta desde la masa, a través
de las moléculas, átomos y electrones, hasta un estado vibratorio o radiante de la
materia que se supone existe en el éter interatótnico del espacio.
El éter es un medio hipotético que llena todo el espacio, a través del cual.
en forma de movimiento ondulatorio transverso, se propaga energía radiante o
vibratoria de todo tipo, incluídas las ondas luminosas. De acuerdo con la física.
toda energía existe en el éter, y la materia puede ser considerada, en cierto sentido,
como una condensación, «una forma específicamente modificada del éter», como
apunta Lodge. Esto es hasta donde la física puede llegar. De la naturaleza y fuente
de la «Energía», en otras palabras, de qué es lo que irradia a través del éter en
forma de «ondas transversas», la física no puede decirnos nada. Al establecer esta
concepción, la ciencia tácitamente admite el carácter sustancial del éter, o energía
en general, y de las formas específicas de energía en particular, aunque su fraseo-
logía es con frecuencia vaga y sus términos contradictorios. La física, sin embargo,
se adhiere a los principios generales de la indestructibilidad de la materia y la
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11 GENIO 1)E I.A II )MEOPATIA
persistencia de la energía. Está así muy en consonancia con la posición más avan-
zada tomada por la filosofía sustancial. Ya es mucho haber llegado a ese punto en
el pensamiento. Pero de la sustancia viva incorpórea, o Vida, Mente e Inteligencia
como la fuente y base primaria de toda energía, la ciencia corriente tiene hasta
ahora sólo una débil concepción; aunque más de un físico ha llegado a la conclu-
sión de que, en última instancia, toda fuerza es una manifestación de la Voluntad,
y que toda acción física es primariamente una acción psíquica.
La biología sigue la pista de la materia remontándose desde el organismo a
través de las células, núcleos, hasta el centrosoma, un órgano que se encuentra en
el protoplasma, pero habitualmente sólo existe en estrecha conexión con el núcleo.
Cuando es activo el centrosoma se dice que está «en el centro de una esfera de
atracción y un sistema de rayos», y es considerado como el centro dinámico que
gobierna la cariocinésis y la división celular.
La biología, por consiguiente, cuando se examina atentamente, vemos que
reconoce, al menos tácitamente, la existencia de la vida como una energía sustan-
cial, un ente, indestructible, ¿Cómo o por qué otra cosa podría ser generada la
fuerza vital necesaria para llevar a cabo los procesos vitales? ¿Cómo si no podría
haber en la célula un «centro dinámico»? Centro dinámico significa «centro de
energía». Estáticamente, energía significa capacidad de una persona o cosa para el
trabajo, para producir la fuerza por la que se hace el trabajo. Debe haber una fuente
de la que se produce o sale la fuerza, y esa fuente debe ser sustancial. Cinéticamente,
la energía es la causa, la fuerza es el medio y el trabajo es el efecto. La energía,
por consiguiente, considerada como un atributo o como la cosa misma, es efecti-
vamente un ser sustancial, un ente.
Puesto que la vida sólo puede venir de la vida, la biología, al colocar al
centrosoma en el centro de una «esfera de atracción», lo coloca en un campo
circundante de lo que sólo puede ser sustancia viva incorpórea, sólo desde el cual
podría atraerse lo necesario para construir la célula y dotarla de las funciones de
organización, crecimiento y reproducción.
Como agente activo y centro de atracción, el centrosoma es un medio, situa-
do entre el campo de vida, por un lacio, y el campo de materia por el otro, actuando
bajo la ley de atracción o afinidad, mediante el cual la fuerza vital es sacada del
campo vital circundante y convertida o transformada en la energía física o química
que actúa directamente sobre la materia de la. que está compuesta la célula. Tam-
bién el centrosoma, como el sistema nervioso central, puede compararse a este
respecto con una dinamo, que actúa de una manera similar en la conversión de
energía mecánica en energía o corriente eléctrica.
La biología, hasta ahora, no es ni explícita ni comprensiva en esta materia.
Coloca al centrosoma «en el centro de un campo de atracción», pero no define o
enumera todo lo que contiene ese campo. Al enumerar sólo las fuerzas físicas o
químicas y las diferentes formas cle materia de que se compone la célula, implica
que eso es todo lo que contiene el campo. La biología, la ciencia de la vida y las
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ERRNVPHGLFRVRUJ
VIDA, SALUD Y FNFERNIEDAD
cosas vivas, evade así el reconocimiento de la Vida como una energía, principio o
sustancia específica, y la define meramente como un estado del organismo, una
condición; o como surgida de elementos y fuerzas físicas y químicas que aculan
dando como resultado, de algún modo inexplicable, la evolución de los seres vivos
individuales y el desarrollo de las especies.
Tal definición no explica algunos de los más importantes fenómenos de los
organismos vivos, como el crecimiento, la reproducción, la autoreparación y los
constantes cambios con continuada identidad (sin hablar de conciencia, sentimiento
y pensamiento), porque deja fuera la Vida, el elemento más importante de todos.
Es como el monólogo de Hamlet dejando a Hamlet . fuera.
Es un axioma de la biología que la vida viene sólo de vida precedente.
El campo circundante de la «esfera cle atracción», en el centro del cual la
biología coloca el centrosoma, debe, por lo tanto, contener la sustancia vital, así
COMO la materia de que está compuesta la célula, sobre la que se ejerce la atracción.
La atracción es una fuerza ejercida mutuamente sobre cada uno por dos o
más cuerpos, partículas o sustancias, tendiendo a aproximarlos unos a otros o a
impedir su separación.
Como agente activo o centro de atracción, el centrosoma es un medio, situa-
do entre la vida por un lado y la materia por otro.
El sistema nervioso central, compuesto de innumerables células, con sus
núcleos y centrosomas, ha sido comparado ya con una dinamo. De la misma forma,
cada célula individual con su núcleo y centrosoma puede considerarse una dinamo
en miniatura. Una dinamo es esencialmente un convertidor de una forma de energía
en otra. Estando en el centro del campo de atracción y actuando en todas direccio-
nes bajo la ley de atracción, el centrosoma, a través de la inducción del campo vital
circundante, convierte la energía química derivada de la materia nutriente en ener-
gía vital.
De ningún otro modo y de ninguna otra fuente el centrosoma podría atraer
ese elemento dominante, por el cual el cuerpo y el cerebro humano están dotados
de sus peculiares propiedades y funciones de organización, crecimiento,
autoreparación, reproducción, inteligencia, razón, sentimiento y voluntad.
La electricidad, en su teoría de la inducción y conversión electromagnética,
ha preparado así el terreno para una más clara comprensión del modus operandi del
principio vital.
La física y la biología están en armonía con la homeopática, la ciencia de la
homeopatía. Sus principios básicos son idénticos. Las respectivas explicaciones
científicas del origen, constitución y transformación de la materia y las leyes que
gobiernan las mismas, están perfectamente de acuerdo.
Las explicaciones de la física y la biología sirven igualmente para la homeo-
patía, en sus aspectos físicos y biológicos. La ionización, por ejemplo, la separa-
ción de los electrolitos en aniones y cationes por solución u otro procedimiento,
químico o mecánico (la teoría de la disociación electrolítica), es una adecuada
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EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA
La naturaleza de la enfermedad
Se ha dicho de la homeopatía que «no es una teoría de la enfermedad, sino
una teoría de la curación». Esto es una frase aceptada, pero como muchos otros
epigramas encierra sólo una verdad a medias, y las medias verdades son fatales
para un pensar correcto. Se puede comprobar fácilmente, refiriéndose a los escritos
de Hahnemann, que en el mismo fundamento de la homeopatía subyace una teoría
de la enfermedad. Esta teoría, basada sobre la concepción filosófica general de la
unidad, universalidad y supremacía de la Vida y la Mente, de la que surgió la
doctrina fisio-dinámica de la fuerza vital de Hahnemann, fue una anticipación en
más de ochenta años de la teoría biológica propuesta en 1897 por Virchow, el gran
patólogo alemán.
La patología celular de Virchow, en la cual resumió su larga vida de inves-
tigación y estudio, fue hasta hace poco la más alta autoridad médica sobre la
cuestión. Wirchow llegó a la conclusión de que «la patología no es sino una rama
de la biología; esto es, que la enfermedad es meramente la vida bajo condiciones
alteradas». Esta conclusión fue acogida como «el logro más importante del siglo
diecinueve» y a Virchow, en reconocimiento de ello, se le dispensaron honores casi
reales.
Ochenta y cuatro años antes de que Virchow publicase su famoso aforismo,
es decir, en 1813, Hahnemann, en su «Espíritu de la Doctrina Homeopática» y en
otras partes de sus escritos, usa las siguientes expresiones: «Para la explicación de
la vida humana, como también de su doble condición, salud y enfermedad, los
principios por los que explicamos otros fenómenos son completamente inaplicables».
En otra parte dice: «Ahora bien, así como la condición del organismo y su estado
de salud dependen únicamente del estado de vida que lo anima, de la misma forma
se deduce que el estado alterado, que llamamos enfermedad, consiste en una con-
dición originalmente alterada sólo en sus sensibilidades y funciones vitales, inde-
pendientemente de todos los principios químicos o mecánicos. En breve, debe
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VIDA. SALUD Y ENFERMEDAD
consistir en una condición dinámica alterada, una manera modificada de ser, me-
diante la cual se efectúa más tarde un cambio en las propiedades de las partes
materiales componentes del cuerpo, que es una consecuencia necesaria de la con-
dición mórbidamente alterada del conjunto vivo en cada caso individual».
«Las enfermedades no dejarán de ser aberraciones dinámicas (espirituales)
de nuestra vida de orden espiritual, manifestadas por sensaciones y acciones, esto
es, no dejarán de ser modificaciones inmateriales de nuestra condición sensorial
(salud)».
Así, en términos casi idénticos a los de su gran compatriota, Hahnemann
estableció la concepción biológica de la enfermedad aceptada actualmente, y de
este modo anticipó, en casi un siglo, una de las más profundas conclusiones del
pensamiento científico moderno.
Hay otras cuestiones en las que Hahnemann, con maravillosa visión e intui-
ción, anticipó las conclusiones de la ciencia moderna. Entre ellas ciertos descubri-
mientos de Koch y Pasteur.
En 1883 Koch fue enviado por el gobierno alemán en misión especial a la
India para estudiar el cólera asiático. Descubrió y fue capaz de demostrar la pre-
sencia, en los intestinos de pacientes de cólera, de una bacteria espiral filiforme que
fácilmente se divide en pequeños segmentos curvos como una coma, de menos de
1/10.000 de pulgada de largo cada uno. Esos microscópicos organismos vivos se
multiplican con gran rapidez y pululan por millones en el intestino de tales pacien-
tes. Koch mostró que pueden ser cultivados artificialmente en caldo de gelatina
diluida y obtenido en cucharadas. También mostró que el cólera podía producirse
en animales administrándoles un cultivo puro concentrado de esos gérmenes, aun-
que esto sólo se hizo con gran dificultad después de muchos experimentos. Por lo
tanto sostenía que los gérmenes eran la causa del cólera.
Otros investigadores, sin embargo, durante un tiempo fracasaron en imitar
SUS resultados y rehusaron aceptar la conclusión de Koch. Pettenkofer, de Munich,
que no creía que el bacilo en coma fuera la causa efectiva del cólera, para demos-
trar este desacuerdo, tomó audazmente una cucharada entera de gérmenes cultiva-
dos. Su ayudante hizo lo mismo y ninguno sufrió ningún mal efecto. Esta demos-
tración un poco espectacular no impresionó a otros, sin embargo, muchos de los
cuales se dieron cuenta de que debe ser necesario que el intestino humano esté en
una condición favorable o susceptible, una condición insana, para que el bacilo
prospere y se multiplique en él.
Un poco después, Metchnikoff, de París, repitió el experimento de Pettenkofer.
Tomó una porción de bacilos cultivados durante tres días seguidos y no tuvo
resultados nocivos. Otros en su laboratorio hicieron lo mismo con el resultado de
sólo un ligero trastorno intestinal. Pero de una docena que sometieron a prueba la
cuestión en el instituto Pasteur, un individuo contrajo un ataque de cólera indio que
casi provocó su muerte. Esto puso fin a tales experimentos y demostró
concluyentemente que el bacilo en coma de Koch es realmente capaz de producir
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El. GENIO DE LA IIOMEOPATÍA
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viDA, sAi.uo Y ENFERMEDAD
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EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA
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VIDA. SALUD Y ENFERMEDAD
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El. GENIO DE LA HOMEOPATiA
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VIDA. SALUD Y ISFERNIEDAD
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SUSCEPTIBILIDAD, REACCION E INMUNIDAD
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El.. GENIO DE IA tiomEorivrin
terapéutica.
Sc comprende que acción y reacción, en sentido médico y fisiológico, tienen
lugar sólo en el organismo vivo, y dependen de esa cualidad y atributo fundamental
de la vida que llamamos susceptibilidad.
Veremos que el tipo y grado de reacción a los medicamentos depende (le-
grado de susceptibilidad del paciente, y que el tipo y grado de susceptibilidad en
cualquier caso o paciente particular, depende en gran parte de cómo sea manejado
el caso por el médico, esto es, de su poder para modificar la susceptibilidad. En
efecto, este poder para modificar la susceptibilidad es la base del arte del médico.
Si el médico sabe cómo modificar la susceptibilidad de tal manera que
satisfaga los requerimientos del organismo enfermo y consiga una verdadera cura-
ción, entonces es realmente un médico; puesto que la curación consiste simplemen-
te en satis].acer la susceptibilidad mórbida del organismo y poner fin a la influen-
cia de las causas productoras de enfermedad. Para realizar esto debe saber que la
susceptibilidad implica e incluye afinidad, atracción, deseo, hambre, necesidad:
que todo esto existe y se expresa normalmente como estados y condiciones en todo
ser vivo; pero pueden hacerse mórbidos y pervertidos y así causar enfermedad,
sufrimiento y muerte. Sabe también que la susceptibilidad implica la existencia de
con qué satisfacer la susceptibilidad, suplir la necesidad, el hambre, el deseo, la
afinidad, la atracción, y sabe cómo y dónde encontrar los agentes modificantes
necesarios.
Es un hecho bien conocido que el organismo vivo es mucho más susceptible
a los estímulos homogéneos o similares que a los heterogéneos o disimilares. A
través de todo el reino vegetal y animal encontramos que la ley de desarrollo y
crecimiento es lo semejante se apropia de lo semejante. El organismo y los órganos
seleccionan los elementos más similares a sus propios elementos. La misma ley
vale para la excreción: cada órgano excreta o desecha elementos análogos a los de
SU propia estructura básica.
Así es al satisfacer la. susceptibilidad mórbida que constituye la enfermedad.
Como el hambre reclama alimento, así la enfermedad reclama medicamento. Pero
el reclamo es siempre consecuente con la ley universal. Es del medicamento
sintomáticamente similar, porque eso es lo único que realmente satisface la suscep-
tibilidad.
Esta susceptibilidad mórbida que constituye la enfermedad puede existir
hacia varios medicamentos diferentes, dependiendo el grado de susceptibilidad a
cada uno del grado de similitud sintomática; pero el grado más elevado de suscep-
tibilidad existe hacia el más similar -el simillimum o igual. De aquí que un pacien-
te dado pueda ser curado homeopáticamente de su enfermedad por cualquiera de
estos dos métodos: dando varios medicamentos más o menos similares sucesiva-
mente, o dando un medicamento exactamente similar: el simillimum o igual. De-
pende de si está siendo tratado por un chapucero o por un experto. El chapucero
puede llevar en «zig zag» a su paciente a lo largo de una prolongada dolencia y
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SUSCEPTIBILIDAD. REACCIÓN E INMUNIDAD
finalmente reponerle, mientras un experto lo habría curado por el camino recto con
un remedio único en la mitad de tiempo.
Siendo el organismo enfermo mucho más susceptible al medicamento simi-
lar que el organismo sano, la cantidad o número de dosis dependerá también del
grado de susceptibilidad del paciente. Una dosis que no produciría ningún efecto
perceptible en una persona sana, puede causar una peligrosa o molesta agravación
en una persona enferma, igual que un rayo de luz puede causar un dolor insopor-
table en una retina inflamada, la cual en estado sano recibiría bien la plena luz del
día.
La susceptibilidad como estado puede ser aumentada, disminuida o destruida.
Cualquiera de estos es un estado mórbido, que debe ser considerado terapéuticamente
desde el punto de vista del paciente individual. La susceptibilidad mórbida puede
estimarse como una condición negativa o en menos; un estado de resistencia de-
bilitada. J.J. Garth Wilkinson (Epidemic Man and his Visitations) dice:
«Un hombre coge escarlatina de otro, pero la coge porque él es vis minor
frente a la enfermedad, la cual es vis major sólo para él. Su vecino no la coge; su
resistencia la supera puesto que no le afecta. La debilidad del primero es la prin-
cipal razón de que coja la enfermedad. El es un vacío para su presión. La causa
por la que sucumbió estaba en él mucho antes de que apareciera el infectador. La
susceptibilidad a una enfermedad seguro que, en el individuo o su estirpe, ha de
ser (convertirse en ) esa enfermedad con el tiempo. Pues el aire está lleno de
enfermedades esperando emplearse.
«Susceptibilidad en el organismo, mental o corporal, es equivalente a estado.
Estado implica la actitud de las organizaciones frente a causas internas y circuns-
tancias externas. Todo es el recurso a la defensa o la vía de la rendición. La toma
de estados es la historia de la vida humana. La Patología es el relato de la toma
de estados enfermos, o de las formas definidas de enfermedad, mental o corporal.
«En la salud vivimos, actuamos y resistimos sin saberlo. En la enfermedad
vivimos pero sufrimos y nos sabemos en consciente o inconsciente exageración.»
Debemos referirnos también a un estado de susceptibilidad normal, tanto a
los remedios como a los agentes tóxicos, que es deber del médico conservar y
utilizar. No debería ser utilizado como medida terapéutica ningún agente o .proce-
dimiento que tenga el poder de disminuir, debilitar o destruir la susceptibilidad
normal o reactividad del organismo, porque es uno de los activos más valiosos que
poseemos en el aspecto médico. Sin esto, todos nuestros esfuerzos para curar serán
en vano. Usar agentes de tal manera, o en tal forma o cantidad, como para dismi-
nuir, impedir o destruir el poder del organismo para reaccionar a los estímulos, es
alinearnos con las fuerzas de la muerte y la desintegración. La conservación del
poder del organismo para reaccionar defensivamente a una toxina, un contagio o
una infección, es tan importante como lo es conservar el poder para reaccionar
constructivamente a la comida y a la bebida, o curativamente al remedio
homeopático. Es tan normal y necesario para el organismo reaccionar
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El. GENIO DE LA HOMEOPATÍA
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SUSCEPTIBILIDAD. REACCIÓN E INMUNIDAD
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I. GENIO 1)1,. I.A HOMEOPATÍA
Estimulantes y depresores
El prof. James C. Wood, veterano cirujano y autor de Cleveland, Ohio, en
una carta al que escribe, de fecha 20 de Febrero, 1.922, que siguió a la publicación
de este artículo en el Homoeopathic Recorder, escribe lo siguiente:
«Hay un remedio que usted ha omitido en su discusión del shock, a saber.
strychnia o Nux vómica. Crile, en su trabajo experimental sobre el shock, ha
mostrado que es casi imposible diferenciar el verdadero shock del envenenamiento
por strychnia. Como resultado de su experimentación, los cirujanos han descartado
en gran parte la strychnia en el tratamiento del shock. probando Crile que han
matado más de lo que han curado, con dosis altas de strychnia al tratar el mismo.
Por otro lado, yo estoy usándola en pequeñas dosis con la mayor ventaja posible,
mostrando concluyentemente, pienso, su homeopaticidad en el shock.»
Parece estar bastante bien establecido que el alcohol, el típico y quizás más
comúnmente utilizado estimulante. no añade nada a las fuerzas fisiológicas del
cuerpo. Las toma de lo que podría llamarse el «fondo de reserva» de fuerza orgá-
nica y las usa un poco más rápido de lo que la naturaleza permitiría de otro modo.
Actúa como el látigo para el caballo cansado, no como el descanso, el agua y la
comida, que alimentan, refuerzan, reparan y reponen los tejidos extenuados. Su
acción sobre el cerebro y los nervios es bien conocida. Muchos han visto, sobre la
mesa de disección, el característico cerebro acuoso, contraído, del alcohólico cró-
nico. Conocemos el poder del alcohol para endurecer, arrugar y desvitalizar los
tejidos orgánicos. Su poder para paralizar el sistema vasomotor se ve en la cara
colorada, capilares congestionados y nariz enrojecida del borracho. Somos cons-
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SUSCE1911111.IDAD. REACCIÓN E INMUNIDAD
cientes de su efecto inhibidor sobre los nervios sensorios, que le hacen víctima
insensible de las impresiones de calor, frío y dolor, de tal manera que, en la
intoxicación extrema, cae sobre una estufa al rojo y muere quemado, o se tambalea
en un banco de nieve y se congela sin darse cuenta.
Todas estas cosas definen la naturaleza y determinan el poder del alcohol
para disminuir o destruir la susceptibilidad normal.
Menor, sólo en proporción a la cantidad usada, es su influencia para reducir
la susceptibilidad empleado como estimulante en la enfermedad. Aquí, como en
todos los demás terrenos, es válida la ley: «Acción y reacción son iguales y opues-
tas». Estimulación y depresión son iguales y opuestas. Fustiga al caballo agotado
y caminará un corto trecho y luego caerá. Por muchos latigazos no se pondrá en
marcha otra vez. Pronto llega a un punto donde su susceptibilidad a ese tipo de
estimulante se ha agotado. Sobrestimula al paciente debilitado o agotado y ocurrirá
lo mismo.
Esto no quiere decir que no haya !agá para las drogas fisiológicas estimu-
lantes en el arte curativo, solo que el lugar que legítimamente ocupan es sumamen-
te pequeño y raramente se encuentra. Ciertos casos raros de fiebre tifoidea, difteria
y quizás algunos otros estados similares, pueden beneficiarse de muy pequeñas
dosis de coñac puro y ser sacados de apuros en una crisis por esos medios, cuando
de otro modo podían morir. Pero la cantidad de estimulante necesaria para cumplir
ese, fin ei extremadamente pequeña. Más de la cantidad necesaria seguramente
precipitará la muerte, pues el margen de resistencia es tan pequeño que el menor
abuso puede resultar fatal.
El uso apropiado de estimulantes en el tipo de casos referido fue una vez
ilustrado por el Dr. P.P. Wells. En un caso crítico de fiebre tifoidea que él vió en
consulta, el paciente había sufrido una severa hemorragia intestinal, estaba 'muy
débil, casi inconsciente y tenía un pulso blando y compresible. El Dr. Wells mandó
poner seis gotas de coñac en seis cucharaditas de leche y ciar la mezcla en tres dosis
de dos cucharaditas cada una, a intervalos de dos horas; debía repetirse si no había
reacción. El efecto fue sorprendente. Rápidamente se consiguió la reacción y el
paciente pronto se recuperó.
Podemos sonreír ante la cantidad de la dosis hasta que recordamos cómo
muchos pacientes en un estado similar han muerto bajo dosis de cucharadas sope-
ras de coñac, o inyecciones de strychnia y whisky. El Dr. Wells 'sabía cómo medir
correctamente la susceptibilidad che un paciente y cómo conservar el último resto,
débil y vacilante, de vitalidad en tales casos y sacar el máximo de ella. Sabía que
sería mejor no malgastarla con medidas violentas, como se hace tan frecuentemente
en casos de shock, cuando se usan inyecciones de coñac y estricnina y otros
potentes estimulantes.
La idea, mantenida por muchos, de que en tales casos son necesarias grandes
y potentes dosis y enérgicas medidas es completamente errónea. La concepción de
la enfermedad y la interpretación de los síntomas son erróneas. El tratamiento
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liL GENIO DE LA HOMEOPATÍA
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SUSCEPTIBILIDAD. REACCIÓN E INMUNIDAD
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PATOLOGIA GENERAL DE LA HOMEOPATIA
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El, GENIO DE I A 110MEOPATIA
ciales.
La ciencia médica homeopática ve los hechos del universo en general, y los
hechos médicos en particular, desde un punto de vista vitalista, sustáncialista. Esto
es, desde el punto de vista de la filosofía sustancial, que considera todas las cosas
y fuerzas, incluyendo la vida y la mente, como entidades sustanciales, que tienen
una existencia real, objetiva. En la filosofía homeopática, vida y mente son las
verdades fundamentales del universo.
Sobre el reconocimiento de estos hechos básicos descansa la doctrina de la
«Fuerza Vital» de Hahnemann, como se expone en el Organon, acerca de la cual
ha habido tanta discusión.
Toda duda sobre la posición de Hahnemann es eliminada, y la Cuestión se
sitúa fuera de controversia, si nos referimos a la sexta y última edición revisada del
Organon, que finalmente es accesible a la' profesión. En esta edición Hahnemann
invariablemente usa el término Principio Vital, en vez de Fuerza Vital, incluso
hablando en un lugar de «la fuerza vital del Principio Vital», aclarando así que él
sostiene firmemente la visión sustancialista de la vida; esto es, que la vida es una
entidad sustancial objetiva; una energía o principio primario originante y no una
mera condición o forma de movimiento. De esta concepción surge la teoría diná-
mica de la enfermedad, sobre la que se basa la patología de Hahnemann, a saber:
que la enfermedad es siempre primariamente un disturbio mórbido dinámico o
funcional del principio vital; y sobre ésta es erigido el edificio entero de la medi-
cación terapéutica, gobernada por la ley del Similia como principio selectivo.
Como esta visión lleva a un método de práctica radicalmente diferente, la
necesidad de una consideración especial de la patología general en sus diferentes
apartados es evidente.
Al formular su «Teoría de los Miasmas Crónicos», Hahnemann hizo con la
patología lo que ya había hecho con la terapéutica: ordenó una gran cantidad de
datos no sistematizados, haciendo una clasificación basada en principios generales.
Esta clasificación de los fenómenos de enfermedad lleva a la más amplia
generalización en patología y etiología que jamás se haya hecho, y simplifica y
aclara grandemente la cuestión en su conjunto.
La generalización de Hahnemann está basada en su nuevo y más trascenden-
te descubrimiento: lo existencia de microorganismos infecciosos vivos específicos
como causa de la mayor parte de todas las verdaderas enfermedades.
La historia del progreso de la historia natural muestra cómo los hombres
primero se aproximan a la naturaleza; cómo han sido recogidos los hechos, y cómo
esos hechos han sido convertidos en ciencia, por sucesivas generalizaciones cada
vez más amplias, llevando al descubrimiento de las leyes básicas de la naturaleza.
El trabajo de Hahnemann en patología puede ser comparado al de Cuvier en
zoología, quien redujo el reino animal entero a cuatro clases fundamentales, basa-
das en las características generales de su estructura interna: Vertebrados, Moluscos,
Articulados y Radiados. Hasta el tiempo de Cuvier no había ningún gran principio
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l'ATOInGiA il,J9151tAl. 1)15 I.A 1-101v1EOPATÍA
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II GENIO I.A 110MEOPATIA
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PATOLOGÍA GENERAL DE LA HOMEOPATÍA
raciones como los principios sobre los que se han llevado a cabo, y continúa
siguiendo su trayectoria tradicional. Todavía persigue el antiguo «fuego fatuo»
«específicos para enfermedades», incluso fracasando y negándose a ver que la
curación es siempre individual, del caso o paciente concreto, nunca de la enferme-
dad generalizada, y que tal cosa corno una curación específica para una enfermedad
no existe, y por la naturaleza de las cosas no puede existir, puesto que dos casos,
incluso de la misma enfermedad, nunca son iguales. La realidad de tales fracasos,
y la confirmación bacteriológica de la enseñanza de Hahnemann respecto a la
naturaleza y causa de ciertas enfermedades consideradas conjuntamente, deberían
crear al menos una presunción en favor de la verdad de su enseñanza respecto a
la curación de esas enfermedades y llevar a una investigación científica de este
método.
El Dr. McConkey, mirando la teoría de Hahnemann desde el punto de vista
de la bacteriología, apuntaba, primero, que hemos heredado de las generaciones
precedentes una interpretación falsa y engañosa de lo que realmente Hahnemann
enseñó respecto a la Psora, como la causa de las enfermedades crónicas no vené-
reas.
El error primario ha consistido en considerar la psora meramente como una
discrasia o diátesis, lo cual se opone directamente a lo que Hahnemann enseñó
corno ahora lo comprendemos. En vez de considerar la psora como una discrasia,
Hahnemann incluye varias discrasias entre los estados mórbidos y las enfermeda-
des causados por la psora.
Tal error sólo podía haber surgido en las mentes ya prejuiciadas por la
errónea enseñanza corriente de hoy, y aún no ilustradas por el conocimiento que
pronto iba a resultar de la investigación original en el campo de la bacteriología.
Sobre esta base se concibe cómo surge y se extiende el error. La nueva verdad,
rápidamente captada por unas cuantas mentes alertas y abiertas, penetra lentamente
en la mente media. Los investigadores originales mismos, absorbidos por su propia
búsqueda, con frecuencia son reluctantes a considerar su trabajo en relación con el
trabajo de investigadores precedentes, incluso si son filosóficamente competentes
para hacerlo, lo cual, por regla general, no es el caso.
El trabajo excepcional de un precursor, por esta razón, fácilmente puede ser
pasado por alto durante un tiempo, pero finalmente la verdad descubierta por él
será reconocida, como lo ha sido ahora en el caso de Hahnemann.
Hahnemann fue el primero en percibir y enseñar la naturaleza parasitaria de
las enfermedades infecciosas o contagiosas, incluyendo la sífilis, la gonorrea, la
lepra, la tuberculosis, el cólera, el tifus y la fiebre tifoidea; y las enfermedades
crónicas en general, que no sean enfermedades ocupacionales y aquellas produci-
das por drogas y vida antihigiénica, las llamadas enfermedades drogales.
Hahnemann sostenía que todas las enfermedades crónicas derivan de tres
fitentes parasitarias infecciosas primarias. «Todas las enfermedades crónicas»,
dice, «muestran una constancia y perseverancia tales (...) tan pronto como se han
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El, GENIO DE LA HOMEOPATiA
desarrollado y no habiendo sido curadas por el arte médico, que aumentan cada vez
más con los años y durante toda la vida del hombre y no pueden ser disminuídas
por la fuerza (resistencia) perteneciente incluso a las más robustas constituciones.
Menos aún pueden ser vencidas y extinguidas. Así que nunca pasan por sí mismas,
sino que aumentan y se agravan incluso hasta la muerte. Deben por consiguiente
tener su origen y fundamento en miasmas crónicos constantes, por lo que su
existencia parasitaria en el organismo humano le permite continuamente surgir y
crecer.» (Sólo los seres vivos crecen).
Un malentendido del sentido en que Hahnemann usa la palabra «miasma» ha
engañado a muchos. Era la palabra laxamente usada en ese tiempo para expresar
las emanaciones morbíficas de la materia orgánica. animal o vegetal en putrefac-
ción, y a veces los efluvios de los cuerpos de los afectados por ciertas enfermeda-
des, algunas de las cuales eran consideradas como infecciosas y otras no.
También se hacía una distinción equívoca entre miasma y contagio y entre
contagio e infección.
El Diccionario Médico de Parr, Londres 1.819, un libro muy raro ahora, pero
la mayor autoridad en ese tiempo, en el artículo «Miasma» dice: «En la más
estricta investigación patológica de los autores modernos lo han distinguido del
contagio, el cual es reservado para los efluvios del cuerpo humano cuando está
sujeto a enfermedad; sin embargo el contagio, cuando no procede inmediatamente
del cuerpo, sino que ha estado por algún tiempo confinado a la ropa, es a veces
llamado miasma. Otro tipo de miasma (ver contagio) es la materia vegetal pútrida
y realmente todas las cosas de este tipo que aparecen en forma de aire. Luego
miasma, estrictamente hablando, es un fluido aéreo, combinado con aire atmosfé-
rico, y no es peligroso a menos que el aire esté cargado de él. (...)
«Cada enfermedad infecciosa tiene su propia variedad, dijimdida alrededor
de la persona a la que ha atacado, y responsable de transmitir la enfermedad a
diferentes distancias, de acuerdo con la naturaleza del trastorno a la predisposición
del objeto expuesto a ella».
Bajo «Contagio o Infección» la misma fuente dice: «Se ha intentado última-
mente distinguir entre estas dos palabras, aunque sin una discriminación satisfac-
toria. Nos acercaríamos más al lenguaje común si empleamos el adjetivo «infec-
cioso» para la enfermedad comunicada por contacto; Pues nosotros infectamos una
lanceta, y cogemos una liebre por contagio. (...) Luego el contagio existe en la
atmósfera y sólo conocemos un tipo distinto, a saber: los miasmas de los pantanos,
que probablemente consisten en aire inflamable».
La fiebre amarilla de América, los catarros epidémicos, la peste, la disentería,
la escarlatina, la oftalmía egipcia, las fiebres de las prisiones, de los hospitales y
otras, la viruela, el sarampión, la garganta ulcerada, la tosferina, la sarna, las
enfermedades venéreas y el pian, se mencionan como ejemplos de enfermedades
miasmáticas, algunas de las cuales son consideradas como «infecciosas» y otras no.
« Otros trastornos supuestamente infecciosos lo son aparentemente sólo por ser
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PATOLOCiiA GENERAL I.A 110KIEOPA1IA
descendientes de contagio (esto es, «fluídos aéreos, combinados con aire atmosfé-
rico»)».
« La gente es muy variablemente susceptible a la infección. El más ligero
aliento inducirá a veces la enfermedad, mientras otros respirarán diariamente la
atmósfera venenosa sin perjuicio».
«La infección es en efecto más frecuentemente cogida que soportada (...)
Generalmente es recibida con el aire al respirar».
Esto muestra el confuso estado de la opinión médica en el tiempo en que
Hahnemann estaba llevando a cabo sus investigaciones sobre la cuestión, que die-
ron como resultado la proposición de su teoría más asombrosa, revolucionaria y de
mayor alcance en la historia de la medicina, a saber, la naturaleza parasitaria de
las enfermedades infecciosas y crónicas.
Hahnemann, al usar la palabra miasma, tenía algo más en mente que «un
fluído aéreo mezclado con aire atmosférico», como lo demuestra no sólo su uso de
la palabra «parasitario», sino sus varias referencias a los «seres vivos» de los que
SU «miasma» estaba compuesto.
En una fuerte protesta (1.830), contra la terriblemente perniciosa teoría cir-
culante atmosférico-telúrica de la naturaleza del cólera, Hahnemann estableció la
naturaleza infecciosa, miasmático-parasitaria, del cólera y describió su origen y
crecimiento con las siguientes palabras: «Los ejemplos más llamativos de infección
y rápida extensión del cólera tienen lugar (...) de este modo: A bordo de barcos,
en esos espacios confinados, llenos de vapores mohosos, húmedos, el miasma del
cólera encuentra un elemento favorable para su multiplicación, y crece en una
proliferación enormemente aumentada de esas excesivamente diminutas criaturas
vivas invisibles. tan enemigas de la vida humana, en lo cual consiste más proba-
blemente la materia contagiosa del cólera».
« (...) Este concentradamente agravado miasma mata a varios miembros de
la tripulación. Los demás, sin embargo, estando frecuentemente expuestos al peli-
gro de la infección y así gradualmente habituados, a la larga se hacen fuertes
(inmunizados) contra ella y ya no están sujetos a ser infectados. Esos individuos,
aparentemente de buena salud, bajan a tierra y son recibidos por los habitantes del
lugar sin vacilación en sus casas, y antes de que tengan tiempo de dar cuenta de
los que han muerto de la pestilencia a bordo del barco, los que más se han acercado
a ellos súbitamente son arrebatados por el cólera. La causa de esto es indudable-
mente la nube invisible que envuelve estrechamente a los marineros que han per-
manecido libres de la enfermedad, compuesta probablemente de millones de esos
.veres animados miasmáticos, los cuales, al principio desarrollados en las anchas y
pantanosas orillas del tibio Ganges, siempre buscan con preferencia al ser humano
para su destrucción y pegándose íntimamente a él, cuando se transfieren a regiones
distantes e incluso más frías, también se habitúan a ellas, sin ninguna disminución
de su desgraciada fertilidad o de su fatal destructividad.»
« Esta pestífera materia infecciosa», como él la llama, «que es transportada
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EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA
por la ropa, el pelo, la barba, las manos sucias, los instrumentos, etc., de médicos,
enfermeras y otros, «parece extender la infección y causar las epidemias.
Aquí tenemos una anticipación, en más de cincuenta años, del descubrimien-
to de Koch del bacilo en coma del cólera. Los nombres bacilos, bacterias, micro-
bios, microorganismos, etc., no se habían inventado en el tiempo de Hahnemann,
ni tenía el microscopio, habiéndose inventado el cual, Koch fue capaz de verificar
la verdad de la idea de Hahnemann. Hahnemann no tenía microscopio, pero tenía
una aguda mente analítica, una fenomenal intuición, facultades lógicas y de razo-
namiento, y una vasta erudición. El usa la terminología de sus días, que le cualifica
para conseguir su propósito y así dejar claro que por la palabra «miasma», ampli-
ficada por los términos descriptivos «infecciosas, contagiosas, excesivamente dimi-
nutas, criaturas vivas invisibles» aplicados al cólera, entiende precisamente lo que
nosotros entendemos hoy día cuando usamos los términos de la bacteriología para
expresar la misma idea.
Los elaborados y exhaustivos estudios de Hahnemann de la naturaleza y
causas de las enfermedades crónicas habían preparado previamente el camino para
su teoría de la naturaleza del cólera. En esos estudios él extendió y aplicó el
principio de la Ananmesis al estudio crítico de un gran número de casos de muchas
enfermedades diferentes.
Primero, analizando esas enfermedades en sus elementos sintomáticos, pro-
cedió a hacer una nueva triple clasificación:
« Si aceptarnos que esas enfermedades han sido creadas por una perversa práctica
médica, o por deletéreas labores con azogue, plomo, arsénico, etc. (enfermedades
ocupacionales), que aparecen en la patología común bajo un centenar de nombres
propios, como enfermedades supuestamente separadas y bien. definidas (y también
las procedentes de la S(filis, y las aún más raras procedentes de la -Sycosis), todas
las restantes enfermedades crónicas naturales, con nombres o sin ellos, encuentran
en la Nora su origen real, su única frente».
Así tenemos:
I. Enfermedades drogales y ocupacionales.
2. Enfermedades venéreas infecciosas.
3. Todas las demás enfermedades crónicas naturales.
Excluyendo las clases I y 2, establece que todas las enfermedades de la clase 3
estaban relacionadas, directa o indirectamente, y podían ser atribuídas a una causa
primaria.
Después de muchos años de paciente investigación histórica y clínica, él
descubre que la causa ha de ser un antiguo, casi universalmente difundido, princi-
pio contagioso o infeccioso encarnado en un microorganismo vivo parasitario, con
una increíble capacidad de multiplicación y crecimiento. A este organismo y a la
enfermedad producida por él le llamó Psora (Gr. Psora:sarna). El 110 inventó el
nombre, pero lo eligió, primero, porque descubrió que, originalmente, la enferme-
dad se manifestaba principalmente sobre la piel y las partes externas; y segundo,
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PATOLOGÍA GENERAL HE LA HOMEOPATÍA
La doctrina de latencia
Hahnemann enseñó que la psora, como la sífilis y la sycosis, pueden perma-
necer latentes por largos periodos, «hasta que las circunstancias despierten la enfer-
medad que duerme dentro y así desarrolle sus gérmenes». Esta doctrina de latencia
fue enérgicamente contestada durante mucho tiempo, pero ahora es ratificada y
enseñada por las mayores autoridades respecto a la sífilis, gonorrea y tuberculosis.
Behring y otras autoridades en tuberculosis sostienen ahora que la infección
frecuentemente ocurre en la infancia o juventud, y permanece latente hasta la vida
posterior. La doctrina de latencia de Hahnemann es confirmada, por lo tanto, por
la investigación moderna respecto a la tuberculosis, como lo ha sido hace mucho
para la sífilis y, desde un periodo más corto, para la gonorrea.
«Los más antiguos monumentos de la historia», dice Hahnemann, «muestran
a la Psora aún entonces en gran desarrollo. Moisés, hace 3.400 años apuntaba
algunas variedades. En el Levítico, capítulo 13, y capítulo 21, versículo 20, donde
habla de los defectos corporales que no deben encontrarse en un sacerdote que
vaya a ofrecer un sacrificio, la sarna maligna es designada con la palabra Garab,
que los traductores alejandrinos (en la Septuaginta) traducen por Psom agria, pero
la Vulgata por Scabies jugis. El intérprete talmúdico, Jonatan, lo explica como
sarna seca extendida por el cuerpo; mientras la expresión Yalephed es usada por
Moisés para liquen, eczema, herpes. (Ver M.Roseninueller„S'eholia in Lepit., p.11.
seg.ed. p.I24).
Los comentaristas de la llamada Biblia Inglesa también concuerdan con esta
definición, diciendo Calmet entre otros: «La lepra es similar a una sarna inveterada
con violento picor». Los antiguos también mencionan el característico picor volup-
tuoso que acompañaba a la sarna entonces y ahora, mientras después del rascado
sigue un ardor doloroso: entre otros Matón, que llama a la sarna glykypikron,
mientras Cicerón comenta el dukedo de scabies».
«En ese tiempo (Moisés) y después entre los israelitas, la enfermedad parece
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Ii. (*IFNIO DE I .A I 10M I ..OPATÍA
'
haber mantenido principalmente las partes externas del cuerpo como su principal
asiento. Esto también era cierto para el mal como prevaleció en la Grecia incivilizada,
después en Arabia y, posteriormente, en Europa, durante la Edad Media. (...) La
naturaleza de esta erupción miasmática con picor ha seguido siendo siempre esen-
cialmente la misma.»
Es idéntica, por tanto, a la antigua forma de lepra; al «Fuego de San Anto-
nio», o erisipela maligna que prevaleció en Europa durante varios siglos y luego
reasumió la forma de lepra, a través de la lepra que volvieron a traer los cruzados
que regresaban en el siglo trece. Después de esto se extendió más que nunca. Fué
gradualiDente modificada por la mayor limpieza personal, una vestimenta más
apropiada y la mejora general de las condiciones higiénicas, hasta que fue reducida
a una «sarna común», que pudo ser y fue más facilmente eliminada de la piel por
tratamiento externo.
Pero Hahnemann afirma que el estado de la humanidad no mejoró por esto.
En algunos aspectos, dice, fue mucho peor; pues aunque en los tiempos antiguos
la enfermedad de la piel era muy molesta para sus víctimas, el resto del cuerpo
disfrutaba en buena palle de una salud general. Por otra parte, la repugnante apa-
riencia de los leprosos hacía que fueran más temidos y evitados, y su segregación
en colonias limitaba la extensión de la infección. Este elemento de seguridad se
perdió cuando la enfermedad asumió su forma aparente más suave, como sarna, sin
perder en lo más mínimo su carácter infecto-contagioso. El líquido infeccioso
resultante del rascado, contaminaba todo lo que tocaba y extendía la difusión de la
enfermedad.
Metástasis
Muchos críticos superficiales han ridiculizado la idea de que la sarna, cono-
cida incluso antes del tiempo de Hahnemann, debida a un diminuto pero visible
animal parásito, el acalla scabiei, fuera la causa de algo más que tiria enfermedad
local de la piel. No consideran que incluso si esto fuera verdad, puede ser el
huésped o portador de otro microorganismo infeccioso más pequeño, de la misma
forma que la mosca y el mosquito son podadores de infección. El ingenioso Dean
Swift (1.667-1.745) podría habérselo enseñado mejor:
«De este modo la Psora ha llegado a ser el más infeccioso y general de todos
los miasmas crónicos», dice Hahnemann. La enfermedad, por metástasis desde la
piel, causada por tratamiento paliativo externo, ataca los órganos internos y produce
una multitud de enfermedades crónicas cuya causa generalmente no es reconocida.
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l'Al ()I il:NI I. 1)111.,111()MH)PATÍA
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EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA
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PATOLOGÍA (INFRAI. 1)11 I.A IIONIEOPATÍA
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GENI() DE LA 11()MEOPATÍA
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pAToLo(11.\ GENERAL DE I.A HOMEOPATÍA
como intoxicaciones.
Todas la drogas actúan en virtud de sus propiedades tóxicas específicas.
Todas las enfermedades bacterianas son primariamente intoxicaciones o
toxemias.
Los patólogos están de acuerdo en que todos los microorganismos patógenos
producen sus efectos en el cuerpo vivo mediante venenos específicos, que segregan
mientras viven o generan después de muertos.
Las enfermedades provenientes de trauma físico o violencia mecánica son
toxemias resultantes de cambios químicos en los tejidos dañados, producidos por
interferencia mecánica con la circulación e inervación a través de la inhibición del
funcionamiento normal, que lleva a cambios degenerativos y a la formación de
toxinas. El estasis circulatorio localizado, la oxigenación imperfecta y la influencia
inhibitoria del shock traumático sobre las funciones y secreciones normales expli-
can los cambios químico-tóxicos que ocurren bajo tales condiciones.
La enfermedad proveniente de agentes químicos, aparte del daño físico di-
recto o destrucción de tejidos como por sustancias corrosivas, son envenenamien-
tos del organismo.
La enfermedad resultante de trauma físico o mental ocurre como resultado
de los cambios tóxicos químicos o físicos que tienen lugar en los líquidos y tejidos
del cuerpo por medio del sistema nervioso, que reacciona a la impresión mórbida
de una emoción mental violenta o continuada del mismo modo que reacciona a
cualquier otro disturbio dinámico.
Si todas las enfermedades son el resultado de alguna forma o grado de
envenenamiento, entonces en última instancia todo tratamiento curativo es 1111 tra-
tamiento antídoto, y la curación se realiza por el uso de agentes que tienen el poder
de antidotar o neutralizar los venenos y eliminar sus efectos.
Fisiológicamente, terapéuticamente y químicamente la neutralizaCión es esen-
cialmente una asimilación.
Puesto que todos los venenos actúan patogenéticamente sobre el organismo
vivo primariamente en virtud de sus cualidades dinámicas específicas (distintas dc
sus cualidades físicas y químicas), la ley que rige la acción de los antídotos, si
existe tal ley, debe ser una ley dinámica. La ley de curación parece ser una forma
o fase de la ley de asimilación o de acción recíproca, que depende de la ley de
atracción.
La curación, en el sentido estricto de la palabra, sólo puede conseguirse por
el uso de agentes que tengan el poder de neutralizar los venenos causantes de la
enfermedad y eliminar sus efec,tos. En otras palabras, todos los verdaderos antído-
tos, en sentido médico, son antídotos fisiológicos o dinámicos, que actúan
específicamente según la ley fisiológica o dinámica de asimilación.
La medicina ordinaria no conoce tales agentes o leyes y niega que existan.
Desde su punto de vista los antídotos fisiológicos son meramente: «remedios
empleados para combatir los síntomas o clectos posteriores, y para neutralizar los
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H. GENIO »E LA HOMEOPATÍA
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PAToLoGiA GENERAL DE LA HOMEOPATÍA
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H. GENIO DE LA ItOMEOPATÍA
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PATOIDGÍA GENERAL DIs. LA HOMEOPATÍA
con las drogas; que ellas actúan incondicionalmente. Todo verdadero medicamen-
to. dice, actúa todas las veces, en todas las personas, bajo todas las condiciones
produciendo síntomas claramente perceptibles «si la dosis es suficientemente gran-
de». Aquí establece al menos una condición. Ningún hombre en su estado normal
es completa o absolutamente inmune a una dosis de arsénico. o estricnina. O qui-
nina, ni a los bacilos del cólera o de la tuberculosis. La extensión (le su acción en
uno y ouv caso es condiciona/. La violencia, extensión y duración de los efectos
será proporcional al tamaño de la dosis y a la susceptibilidad del individuo
influenciada por la constitución y el entorno, /7ero siempre aculo. Estrictamente
hablando, toda acción en el universo es condicional.
Uno de los problemas a los que frecuentemente se enfrenta el médico
homeópata es cómo desenvolverse prácticamente en esos peculiares y problemáti-
cos casos que presentan fenómenos de lo que comunmente se llama idiosincrasia.
Por idiosincrasia entendemos un hábito o cualidad clef organismo peculiar al
individuo. Es una peculiaridad de la constitución, heredada o adquirida, que hace
al individuo mórbidamente susceptible a algún agente o influencia que no afectaría
así a otros.
Para el médico medio, idiosincrasia ordinariamente significa meramente una
hipersensibilidad a alguna droga. Le llaman, por ejemplo, para tratar un caso de
Fiebre intermitente. Después de dar lo que él considera una dosis moderada de su
quinina favorita, ve que su paciente rápidamente se pone violentamente delirante;
o quizás desarrolla un violento ataque de vómitos y entra en colapso; o tiene una
hemorragia de lo riñones o los pulmones o en la retina. Todos esos graves estados
han sido referidos de la quinina y algunos casos con resultados fatales; o lo que es
casi tan malo, con pérdida o deterioro permanente de función, como ceguera o
sordera.
Otra vez se encuentra con un caso que parece requerir opio. Administra la
dosis usual y ve que se produce una peligmsa congestión cerebral, pulmonar o
intestinal. El explica tales experiencias como debidas a idiosincrasia, lo sustituye
por alguna otra droga y deja ahí la cosa. Tales experiencias no le enseñan mucho
y sigue por el mismo camino de siempre; pero hay mucho que aprender de casos
como estos, si los vemos correctamente.
Otros pacientes manifiestan una susceptibilidad mórbida a agentes e influen-
cias no clasificadas como medicinales. Por ejemplo, una persona no puede comer
algún artículo común de alimentación sin sufrimiento. Manzanas, melocotones,
fresas, pescado, almejas, cebollas, patatas. leche, grasas o mantequilla. etc., afectan
a cierta gente desagradablemente de la manera más peculiar. Luego están las
idiosincrasias del olfato. Uno no puede soportar el olor de las violetas, otro de la
lavanda, otro de algunas flores cuando está enfermo.
Un paciente mío siempre tiene un ataque de fiebre del heno y asma si viaja
detrás de un caballo. El olor y la exhalación de un caballo sudando son nocivos
para él. Una mujer víctima de fiebre del heno tiene un ataque de temblor violento
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III, GENIO DE I,A
y una agravación de todos sus síntomas si se pone cerca de un gato. Estos ejemplos
de idiosincrasia son completamente distintos de la histeria y de la hipersensibilidad
general encontrada en neurasténicos y constituciones quebrantadas, donde cada
pequeña molestia parece una carga demasiado grande para soportarla, y cada sen-
sación es dolorosamente aguda.
«La causa fundamental de toda idiosincrasia es un desequilibrio morfológico;
esto es, un estado orgánico en el cual, a través de exceso y defecto de desarrollo
resulta exceso y defecto de la función, con un grado correspondiente de
hiperexcitabilidad o no excitabilidad». (Rice)
Sin detenernos más a exponer más completamente la moderna explicación
científica de estos fenómenos podemos decir que la idiosincrasia, desde el punto de
vista del prescriptor homeópata, es con frecuencia la clave de un caso difícil. Vistas
como modalidades, esas peculiaridades, que son meramente .extravagancias para el
profesional medio, toman cierto grado de importancia como indicaciones para un
remedio. Apropiadamente interpretadas y clasificadas, a veces tienen rango de «ge-
nerales», expresando y representando una peculiaridad del paciente mismo, del caso
como un todo. Ayudan a individualizar el caso y a diferenciar entre dos o más
remedios parecidos. Así, en un cierto caso problemático, el síntoma «agravación por
las cebollas», descubierto sólo después de que el caso me había desconcertado
durante varias semanas, llevó a la elección de Thu ja, que curó el caso.
Las idiosincrasias son heredadas y adquiridas. Representan una susceptibili-
dad mórbida a algún agente o influencia particular. De sus causas hay poco más
que decir, excepto que las idiosincrasias a drogas, tanto heredadas como adquiri-
das, parecen ser debidas a veces al previo abuso de la droga, a la que existe ahora
una susceptibilidad mórbida, y que las restantes tienen su origen en lo que
Hahnemann llamó la constitución psórica. Muchas personas que han sido envene-
nadas por una droga son después hipersensibles a esa droga: un estado conocido
como anafilaxia. Un ejemplo familiar es la susceptibilidad a Rhus o envenenamien-
to por hiedra de aquellos que fueron envenenados una vez, especialmente si su
ataque inicial fue tratado tópicamente, con remedios externos. Tales personas se
envenenan por el más ligero contacto con la planta, o incluso pasando por su
proximidad sin contacto. En tales casos, la desaparición de las manifestaciones
externas originales de la enfermedad es seguida por el establecimiento de una
susceptibilidad constitucional que los vuelve peculiarmente vulnerables, no sólo a
la droga particular de que se trate, sino a las eufermedades a las que esa droga
corresponde homeopáticamente. Son ilustraciones de metástasis, que es considera-
da por algunos debida a una supresión de la forma primaria de la enfermedad por
imprudente tratamiento tópico o paliativo. Esta visión se basa en la observación
directa, y se apoya en la analogía con los serios resultados bien conocidos de la
desaparición o repercusión accidental o incidental de los síntomas externos en las
enfemedades eruptivas agudas, tales como el sarampión y la escarlatina.
Cuando el ataque inicial es perfectamente curado homeopáticamente con
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l'Al 01.0( iIA (ihNISAL DE LA HOMEOPATIA
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El. GENIO DE I.A HOMEOPATÍA
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PNIOLOGIA GENERAL DE LA HOMEOPA•11A
te no lo era, pero el niño estaba ahora obviamente muy enfermo y no había habido
signos de Mejoría. El joven médico presentó su hoja de historia del caso hasta la
fecha, muy pulcramente cumplimentada. Contenía los síntomas del primer examen,
bastante completa y claramente tomados, con temperaturas, pulso y respiración
cuidadosamente representados en una gráfica. La primera prescripción fue Belladonna
3x, que manifiestamente como remedio, si no como dosis, correspondía fielmente
a los síntomas recogidos y era una buena prescripción. Pero la historia mostraba
que en su visita al día siguiente, encontrando al paciente ligeramente peor, había
cambiado la prescripción y dado otros dos remedios, también en diluciones muy
bajas, en alternancia. Desde ese momento había cambiado la prescripción casi
diariamente, dando dos remedios en alternancia cada vez, y luego paliativos y
adyuvantes, catárticos, estimulantes. ete., comenzaban a aparecer en la historia. l'al
las dos semanas de tratamiento había dado unos veinte medicamentos diferentes.
oscilando desde tintura madre a la dilución 3x. El resultado, por supuesto, era
inevitable. Dado el sensible organismo che un niño, actuando sobre él tal cantidad
de medicamentos, sólo ligeramente diferenciados en dilución del estado crudo.
siendo cada uno capaz de despertar una reacción más o menos tóxica, se podría
predecir con seguridad el resultado: confusión cada vez peor. Cada droga dada
había producido algún electo, aunque no el efecto deseado. El cuadro sintomático
resultante era del conocido tipo «compuesto», borroso e indefinido, con poco o
ningún carácter. Difícilmente podría encontrarse un síntoma claro y definido. Mucho
menos ese grupo de síntomas coherentes y coordinados que se requiere al hacer
una prescripción homeopática adecuada. Era un claro caso de encontrarse perdido
en un matorral. Si el doctor, después de hacer la primera prescripción de Bell 3x,
hubiese sabido interpretar correctamente el hecho de que el paciente pareciera algo
peor al día siguiente en vez de estar mejor, como él había esperado; si le hubiera
interrumpido entonces el remedio sin darle nada más, excepto placebo, y esperado
la reacción curativa, habría encontrado a su paciente muy mejorado al día siguien-
te. Sin saberlo había sido testigo de esa «ligera agravación de los síntomas» que
sigue a la administración de un remedio bien seleccionado de la que Hahnemann
nos previene. Mejor aún hubiese sido si hubiese dado la Belladonna a la potencia
treinta o doscientos la primera vez, en vez de a la 3x. No habría tenido ninguna.
agravación, el paciente hubiese estado mejor el segundo día y probablemente hu-
biera tenido una rápida recuperación. En vez de esto, sin embargo, el doctor
malinterpretó los hechos, haciendo así una injusticia a sí mismo, al paciente y a la
homeopatía. Creyendo que había hecho una prescripción incorrecta, la cambió. En
su confusión inicial, además. se apartó de los rectos principios dando dos medica-
mentos en alternancia, multiplicando así las causas de error y confusión. Desde este
momento. corno un hombre perdido en el bosque, estuvo simplemente «andando en
círculos alrededor de sí mismo», desesperadamente perdido en cuanto a sus propios
esfuerzos, hasta que alguien viniera y le guiara a casa.
Los efectos tóxicos de las drogas prescritas en la rutina ordinaria de la
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EA. GENIO DE LA HOMEOPATÍA
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IA H .( )(i ÍA GENERAL DE I.A HOMEOPATÍA
homeopáticos, vemos que son del carácter más burdo, basados en el conocimiento
más superficial de la acción de la droga. Los efectos tóxicos groseros de la droga,
observados accidentalmente en personas o animales o conjeturados, son enfrenta-
dos a generalizaciones igualmente burdas de las enfermedades, habitualmente se-
gún el principio antipático, donde ningún principio es descubrible en absoluto.
Si bien la escuela alopática de medicina actual repudia cualquier ley o prin-
cipio, está claro que la regla de los contrarios sigue dominándola. Sólo hay que
coger cualquier trabajo alopático típico de materia médica para encontrar sus dro-
gas agrupadas en unas veinticinco o treinta clases, cuyos nombres o comienzan por
«anti» o implican lo mismo, como apuntaba el Dr. Conrad Wesselhoeft, de Boston.
Así encontramos antitoxinas, antiespasmódicos, antiperiódicos, antipiréticos,
antiácidos, antisépticos, antihelmínticos, alterativos, tónicos, contrairritantes, etc.
Manifiestamente, el apelativo «alopatía» sigue valiendo hoy día, como hace cien
años, cuando Hahnemann lo aplicó.
En tanto las drogas conserven su poder para hacer el bien a la gente enferma
y en tanto los médicos continúen haciendo generalizaciones como esas, deberan
reconocerse y ser tratadas como factores causales en la producción de males hu-
manos. Y en tanto nuestros vecinos alópatas y nuestros hermanos homeópatas con
inclinaciones alopáticas sigan siendo una gran mayoría, continuará habiendo abun-
dancia de trabajo para los seguidores reales de Hahnemann, ocupándose de los
resultados de su torpeza médica, durante algún tiempo. La verdad es que si se
pudiese acabar completamente con el uso de las drogas crudas, la suma de los
males humanos se reduciría enormemente; o, como decía chistosamente el Dr.
Oliver Wendell Holmes: « Si todas las drogas del mundo fueran vertidas al mar,
sería lo mejor para la humanidad y lo peor para los peces». En cualquier caso,
probablemente dos tercios de los valores existentes de la profesión médica brilla-
rían en otras esferas al menos con igual esplendor.
Este aspecto de la cuestión es importante desde un punto de vista práctico.
Se presentarán frecuentemente casos que son problemáticos, y resisten todos los
esfuerzos para curarlos hasta que son reconocidos como «casos drogales». El tras-
torno puede ser totalmente debido a las drogas. o puede existir una combinación,
en proporción variable, de síntomas de la droga y de la enfermedad.
Debería ser una cosa de rutina, al hacer los primeros exámenes, averiguar
qué drogas se han utilizado. En los casos crónicos esta investigación debería re-
montarse a toda la vida del paciente. Las enfermedades que ha sufrido el paciente,
y las drogas utilizadas en su tratamiento deberían averiguarse en lo posible. El
paciente puede no saberlo todo, pero habitualmente sabrá algunas de las drogas
más comunes y fuertes que haya tomado, y una investigación de los archivos de
farmacia puede revelar el resto. La clave para un caso difícil puede ser la droga o
drogas que haya «curado» alguna enfermedad aguda, quizás tempranamente en la
historia médica del paciente. Antidotar la droga aclara el caso.
Frecuentemente, por ejemplo, alguna enfermedad crónica del hígado, riño-
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EL GENIO DE LA 110MEOPATÍA
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ERRNVPHGLFRVRUJ
CURACION Y RECUPERACION
El nuevo ideal
Hahnemann contempla el campo entero de la medicina desde el punto de
vista de una terapéutica ideal y eficiente. En el primer párrafo del Organon pene-
tra directamente en el corazón de la cuestión y declara que «la más alta y única
misión del médico es restablecer la salud al enfermo: curar».
Aquí Hahnemann toma su posición. Desde este punto contempla su campo.
Con este patrón inicie a todos los médicos, todas las teorías médicas, métodos y
sistemas, y él desea y pide la misma medida para él y para su propio método. No
hace sino una pregunta, no aplica más que un criterio, ¿Curan al cad'enno? La
experiencia y la observación de los hombres y los métodos de su tiempo le demues-
tran claramente que no curaban. A la luz de un vasto y completo conocimiento y
de una amarga experiencia personal decepcionante, declara un fracaso la medicina
de su tiempo y emprende su reforma.
La curación no era entonces, como ha llegado a ser en la escuela dominante
de medicina, un término absoluto. Los médicos aún hablaban y escribían de «cu-
raciones», pero en vano intentaban encontrarlas. «El arte de la curación» o «el arte
curativo» eran frases familiares, pero la cosa misma, como un fuego fatuo, les
eludía, como sigue ocurriendo.
En el segundo párrafo del Organon, Hahnemann da, por primera vez en la
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lL GIN 10 IA HOMEOPATÍA
Principios, no precedentes
En estas últimas cuatro palabras descansa el punto principal de toda la cues-
tión. La curación depende no de la opinión o especulación precedente, sino de la
aplicación de principios; principios, además, que sean «fácilmente comprensibles».
Los únicos principios fácilmente comprensibles son los principios que son verda-
deros. Los únicos principios que son verdaderos son los principios lógicamente
deducidos de los hechos -lodos los hechos que pertenecen al campo de investiga-
ción implicado. Simpleza, comprensibilidad, es al más elevado criterio de verdad.
Las mayores verdades son siempre simples.
La medicina en general y la terapéutica, en particular son justificadamente
clasificadas entre las artes.
Desde tiempo inmemorial la práctica de la medicina ha sido llamada «el arte
de la curación», de ahí que una curación sea un producto del arte.
Vamos a considerar qué se entiende por arte.
Definición de arte
Arte es la práctica guiada por principios correctos en el uso de los medios
para alcanzar un fin deseado.
Un artista es el que es experto en la aplicación de un conocimiento o habi-
lidad para el logro de un propósito concreto.
Psicológicamente, arte es el trabajo superior de la razón y la inteligencia,
movido por un sentido de la belleza y la «eterna adecuación de las cosas».
El arte trasciende la naturaleza. Representa la victoria de la mente sobre la
materia, del hombre sobre la naturaleza. El artista puede tomar una indicación de
la naturaleza e inventar un modo más rápido o mejor de lograr ciertos propósitos;
así como el artista homeópata toma los materiales crudos que la naturaleza le
provee y los adapta directamente a los fines terapéuticos por la potenciación ha-
ciéndolos inofensivos, más activos, más potentes, más asimilables y por tanto más
eficientes.
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CURACIÓN Y RECUPERACIÓN
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EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA
Definición de recuperación
Recuperación es el retorno espontáneo del paciente a la salud después de la
eliminación, desaparición o cese de las causas excitantes y la ocasión de enferme-
dad, o como resultado de tratamiento no directa y específicamente curativo en su
naturaleza.
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CURACIÓN Y RECUPERACIÓN
La superioridad de la homeopatía
La homeopatía ha conseguido sus mayores triunfos en aquellas enfermeda-
des inmodificadas incluso por el tratamiento expectante. Entre éstas el cólera es un
notable ejemplo. Con una mortalidad normal del cuarenta al setenta por ciento bajo
cualquier otra forma de tratamiento, la mortalidad bajo tratamiento homeopático.
pero por lo demás precisamente bajo las mismas condiciones generales. ha sido tan
baja como el cuatro por ciento. Sustancialmente lo mismo se puede decir de otras
enfermedades, en todas las cuales la mortalidad es claramente inferior bajo trata-
miento homeopático que bajo el tratamiento expectante, el cual es tan superior al
tratamiento drogal ordinario que los líderes ideológicos y en investigación de la
escuela ordinaria abogan calurosamente por el abandono de todas las drogas excep-
to el mercurio, la quinina y la morfina en casos especiales.
Es deber de todo médico servirse de todos los recursos de higiene, sanidad
y cirugía, pero también es su deber dejar a un lado los prejuicios e investigar las
afirmaciones de un método de medicación que puede demostrar resultados tan
marcadamente superiores como la homeopatía.
Sólo la homeopatía, de todos los métodos terapéuticos, puede proclamar
legítimamente efectuar verdaderas curaciones con medicación, distintas de las re-
cuperaciones. Y esto lo proclama, primero, porque está basada en un principio
general definido o ley de la naturaleza; segundo, porque es capaz de aplicar con
éxito ese principio a los casos individuales; y tercero, porque efectivamente
reestablece la salud del enfermo, rápida, segura, suave y permanentemente, con
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El. GENIO DE LA HOMEOPATÍA'
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CURACIÓN Y RECUPERACIÓN
enfermedad.
La curación no es meramente la eliminación de las causas primarias de la
enfermedad, pues incluso si todas las causas de la enfermedad son conocidas y
eliminables, los efectos, habiendo comenzado, pueden continuar como causas se-
cundarias después de la eliminación de las causas primarias. La espontánea desapa-
rición de la enfermedad no siempre ocurre en tales casos, y se requiere un trata-
miento dinámico para restablecer la salud del paciente.
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li GENIO I.A IIONIF,OPATIA
El factor morfológico
Cada individuo se desarrolla de acuerdo con una cierta tendencia o predis-
posición morfológica, inherente a su constitución. De esta tendencia deriva su
individualidad. Esta tendencia o predisposición puede ser, o puede hacerse, mórbida.
Si lo es, la forma sintomática de esa morbilidad también será individual. Es nece-
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CURACIÓN Y RECUPERACIÓN
sano, por lo tanto, estudiar cada caso de enfermedad tanto desde el punto de vista
morfológico como semiológico, para ser capaz de determinar su forma y caracte-
rísticas individuales.
La nueva morfología incluye todos los hechos y fenómenos, anatómicos,
fisiológicos y psicológicos, funcionales y orgánicos, normales o anormales, que
representan la individualidad del sujeto. Esto pretende establecer, en cada caso
concreto, el tipo particular o variedad de organización, desarrollo y funcionamiento
que le da su individualidad y lo diferencia de otros casos similares, proporcionando
así una base fiable para la interpretación racional de los síntomas y la selección del
remedio indicado para el paciente.
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(11'.N 10 1)E 1,A 110M INWATÍA
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CURM1ÚN Y RECUPERACION
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INDISPOSICIONES Y EL SEGUNDO
MEJOR REMEDIO
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El, GENIO DE I A II(0511'.01>ATIA
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INDISPOSICIONES Y H. SEGUNIX) MEJOR REMEDIO
cada dos horas. Evidentemente estaba haciendo un ensayo lde la potencia doscien-
tos! Una dosis única de Belladona doscientos eliminó todo el trastorno en unas
horas, y reanudó su plácido curso de vida ordinario.
Una experiencia de este tipo tiene una fuerte tendencia a eliminar cualquier
escepticismo que una pueda tener sobre el poder de las altas potencias. También
conlleva un impresionante aviso contra la repetición demasiado frecuente de las
dosis. Por otra parte, contradice la teoría de que las altas potencias no actúan en
el anciano. Incidentalmente muestra la posibilidad, negada a veces, de hacer ensa-
yos con medicamentos altamente potenciados y apoya las afirmaciones de quienes
sostienen que ningún remedio puede considerarse bien experimentado hasta que se
ha probado tanto en potencias como en forma cruda.
Es bien sabido que la parte más valiosa de la acción de una droga, los más
finos matices de su sintomatología, no se producen casi nunca con el uso de las
tinturas y bajas potencias. Estos aparecen habitualmente bajo la acción de una
media o alta potencia, o hacia el final de una experimentación de una baja potencia,
mucho después de que hayan pasado los primeros efectos de la droga; así que ha
venido a ser una máxima entre los experimentadores expertos que los últimos
síntomas que aparecen en un ensayo son los más valiosos y característicos. De la
misma manera, los últimos síntomas que aparecen en una enfermedad, especial-
mente crónica, son del rango más alto para seleccionar el remedio; un punto prác-
tico que conviene recordar. No deberíamos descuidar nunca averiguar en un pa-
ciente si han aparecido nuevos síntomas desde la última visita o prescripción y
valorarlo altamente.
Volviendo a la cuestión de la indisposición, habiendo descubierto tal caso y
determinado que no requiere medicación, surge la pregunta, ¿cómo debe ser ma-
nejado? A primera vista parecería ser una cosa muy simple; decirle meramente al
paciente con franqueza que no necesita medicamentos, sino solamente reformar su
vida y corregir sus hábitos, de acuerdo con el consejo o instrucción que usted le
ha dado o le dará. Esta visión del asunto no toma en consideración las peculiari-
dades de la naturaleza humana, formada por siglos y generaciones de hábito y
costumbre. Sólo ocasionalmente encontraremos a un paciente al que podamos dar
un consejo y tratamiento ideal. A pesar del rápido crecimiento de la idea de la
abstención de las drogas promulgada por diferentes sectores modernamente, el
paciente medio que va al médico espera que le den medicamentos. Si es de ideas
tan avanzadas como para creer en la teoría de la abstención de las drogas, proba-
blemente no irá al médico, sino que buscará un osteópata o un sanador de ciencia
cristiana. El paciente que cree en las drogas y va al médico por un tratamiento muy
probablemente escuchará con incredulidad su bien intencionado consejo, y se irá
para contarle a sus amigos, y no precisamente de una manera respetuosa, que él
pensaba que eta usted médico, pero que sólo es un cientista cristiano a medio cocer
después de todo, o algo por el estilo. Dirigir su atención a sus errores de vida y
mandarle que los corrija es aparentemente poner la responsabilidad de la curación
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EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA
sobre él, y eso no es en absoluto lo que él quiere. El espera que nosotros corramos
con esa responsabilidad. Para eso es para lo que viene a vernos. Además de esto,
muchas veces se ofende por la afirmación de que su trastorno es debido a su propia
ignorancia y voluntariedad. Hoy día hay un amplio sector de gente - egoístas,
buscadores de placeres, amantes de la lujuria, derrochadores, hombres y mujeres -
que exige al médico alivio de los dolores y penalidades de sus pecados higiénicos,
pero no quieren poner de su parte lo necesario para conseguirlo. Quieren «nadar
y guardar la ropa».
No podemos permitirnos enemistarnos con este sector, tanto por su propio
bien como por el nuestro. Tenemos un deber hacia ellos, así como hacia nosotros
mismos, y algunos de nosotros no podemos permitirnos escoger a nuestros pacien-
tes. Debemos aceptarlos como son, y adaptarnos a sus necesidades individuales y
peculiaridades. Estos son en general algunos de los casos que requieren tacto en su
manejo. «Puedes coger más moscas con melaza que con vinagre». Podernos llevar
gradualmente a alguna de esta gente a un mejor modo de vida y de pensar, y
curarlos tanto de sus males como de sus pecados, si somos pacientes, prudentes y
diplomáticos; mientras al mismo tiempo estamos aumentando la extensión e in-
fluencia de nuestra práctica. El médico que aspira a ser algo más que un mero
dispensador de paliativos, píldoras y tonterías, nunca perderá la oportunidad de
magnificar su profesión y convertirse en una influencia de rectitud en su comuni-
dad, así como en un curador de sus enfermedades. Al tratar tales casos - las
indisposiciones y hábitos desordenados- es cuando el «segundo mejor remedio de
la materia médica» tantas veces entra en juego. Por supuesto todos ustedes saben
cuál es el segundo mejor remedio. ¿No? ¡Me sorprende que su formación haya sido
tan incompleta! Pero me alegro de tener el privilegio de enseñarles algo que no
saben. ¡Hay algunas cosas que el médico joven medio no sabe!
Para apreciar completamente el valor del segundo mejor remedio, primero
debemos comprender claramente cuál es el mejor remedio de la materia médica.
No puede haber ninguna duda en sus mentes sobre eso, estoy seguro. Es el remedio
indicado. También saben que una vez que ha sido encontrado, al mejor remedio
debe dársele tiempo para actuar, y que su acción no debe ser interferida por otras
drogas o influencias, hasta que haya realizado todo lo que es capaz. También
saben, y si no lo aprenderán (si mantienen sus ojos y su entendimiento abiertos),
que demasiadas dosis del mejor remedio pueden estropear el caso.
Una de las características distintivas de un gran pintor es que sabe cuándo
parar. Muchas pinturas que podían haber sido grandes, si el artista hubiese sabido
cuándo pararse, han sido debilitadas y estropeadas por exceso de acabado. En su
ansiedad por perfeccionar unos cuantos detalles insignificantes, priva a su trabajo
de vitalidad, lo mata. Ocurre lo mismo al tratar un caso. El problema es dar justo
el suficiente medicamento, y no demasiado. Demasiadas dosis pueden estropear el
caso. Me he referido a la clase de gente que espera y exige medicamento, y no
están satisfechos a menos que se les dé, hasta que hayan sido mejor enseñados.
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INDISPOSICIONES Y El., SEGUNIX) MEJOR REMEDIO
Justamente aquí entra ahora el segundo mejor remedio, sin el cual ningún
buen homeópata podría practicar mucho tiempo la medicina. Su nombre técnico es
sacchantin officinalis; abreviado sac.lac. o si.; ¡más claro, azúcar de leche!
¡El mejor amigo del joven homeópata, el aliado del médico viejo y una «ayuda
muy presente en un momento de dificultad»!
La doctrina del placebo, del latín Macere, agradar; futuro, placebo «yo agra-
daré», es tan vieja como la medicina misma. Su valor psicológico es proporcionado
a las fragilidades y peculiaridades de la naturaleza humana. La tradicional «píldora
de pasta» de nuestros ancestros médicos ha dado lugar, con la marcha del progreso
científico, al más elegante polvo de azúcar de leche puro, blanco virginal; o al
seductor tubito de píldoras o tabletas de azúcar, artísticamente etiquetado y con
instrucciones impresas del número exacto de píldoras por dosis y las horas exactas
de toma, con confiadas aseveraciones de los felices efectos a esperar si se siguen
fielmente las instrucciones.
Son maravillosos los resultados presenciados por el recurso a este remedio
en casos en que está indicado. Le he visto producir sueño al «insomníaco», cuando
incluso la morfina había fallado. He oído a pacientes declarar que era el más eficaz
catártico que habían tomado y suplicar un generoso suministro para uso 'futuro;
suministro que habitualmente he denegado en base a que era un remedio demasiado
potente para ser dejado en manos de los no cualificados. Es en verdad un remedio
demasiado potente y demasiado útil como para ser tomado o ser usado a la ligera.
El conocimiento de su uso es demasiado peligroso para ser difundido entre los
legos. Debería guardarse tan celosamente como un «secreto comercial» valorado
en millones. Nunca admita que lo use, para cualquier fin, el iniciado, si valora su
influencia y reputación, pero nunca deje de usarlo cuando su juicio se lo dicte.
Permítasenos una ojeada a algunos de los usos prácticos del placebo. Le
llaman para un nuevo caso. Usted ve al paciente y hace su examen. Decide que es
un caso para dar medicación. Ha anotado los síntomas encontrados y echa un
vistazo a la historia. El caso es difícil y usted no es capaz de decidir de improviso
qué remedio es el indicado. Debe tener tiempo y oportunidad de estudiarlo. El
paciente y sus conocidos quieren que se haga algo enseguida. Rápidamente usted
repasa el caso mentalmente. Este paciente está seriamente enfermo. Cometer un
error en la primera prescripción podría ser fatal, o podría perjudicar el caso con-
fundiéndolo, de modo que una curación rápida y satisfactoria fuera imposible. Su
reputación ante la nueva familia dependerá de su éxito. Debe conservar la confian-
za del paciente, pero debe tener tiempo y no cometer ningún error.
Aquí es donde su conocimiento del segundo mejor remedio entra en juego.
Tranquila y confiadamente prepare y administre un generoso polvo «s.I.», deje
instrucciones explícitas para el uso de cuantas dosis sucesivas considere oportuno,
comprométase a ver al paciente otra vez en una hora o dos, o tres, y luego .apre-
súrese a recluirse en su despacho, donde procederá a aplicar su conocimiento de
cómo estudiar el caso y encontrar el remedio según los principios del Organon.
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11. GENIO DII I.A 11015,11.:01'ATÍA
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INDISPOSICIONES Y II. SIXIUNDO MEJOR REMEDIO
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El, GENIO DE I,A HOMFDPATÍA
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INDISPOSICIONES Y 11. SEGUNDO MEJOR REMEDIO
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SINTOMATOLOGIA
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EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA
Adoptando el plan de ordenar los síntomas drogales así derivados según las
partes anatómicas y regiones del cuerpo en que se daban, como el método de
dosificación más racional y simple para la comparación con los síntomas de la
enfermedad, Hahnemann construyó y publicó, primero, la Materia Médica Pura, y
después las Enfermedades Crónicas, la mayor parte de la cual está compuesta por
ensayos de drogas. Sumando casi 3.000 páginas, constituyen uno de los más for-
midables trabajos de experimentación e investigación original nunca intentado y
llevado a cabo por un hombre. Se han hecho muchas y amplias aportaciones a este
trabajo original de Hahnemann por autores posteriores.
La vasta colección de síntomas de que se compone la materia médica de
Homeopatía es incomprensible sin entender los principios en los que se basa. En
una buena librería de trabajos homeopáticos hay alrededor de 200 volúmenes de
muchos autores sobre materia médica, incluyendo colecciones y clasificaciones
especiales, repertorios, tablas e índices de síntomas. Enfrentado a tal cantidad de
material no es sorprendente que el estudiante al principio se encuentre confuso y
desanimado. Pero cuando se le ha explicado el principio básico y ha aprendido el
significado de los síntomas, su método de clasificación e interpretación, y cuando
ha visto los medios de referencia rápida suministrados, su desconcierto da paso a
la admiración.
La tarea de dominar la materia médica, vasta y hasta imposible como parece,
es comparativamente simple. La brújula que señala el camino a través del aparente
desierto de síntomas es el principio del Similia, la ley correctiva de la homeopatía.
Cuando los síntomas drogales recogidos en la materia médica homeopática
son vistos como contrapartidas exactas de los síntomas de enfermedad, y es expli-
cado que las medicinas curan la enfermedad en virtud de su semejanza de síntomas,
la razón de la existencia de la materia médica en su forma catacterística es eviden-
te. El ordenamiento de los síntomas según un esquema anatómico está hecho con
el propósito de comparación - síntomas de drogas con síntomas de enfermedad.
Dado el principio básico y sus corolarios, el resto es meramente una cuestión de
dominar la clasificación lógica e interpretación de los síntomas, y el uso de los
manuales, índices y repertorios disponibles.
S intomatología
El primer requisito para una correcta compresión de la cuestión de la
sintomatología es conocer el completo significado de la palabra «síntoma» y todo
lo que ello implica.
Es necesario un conocimiento de la verdadera naturaleza y constitución de
un síntoma al ensayar o someter a prueba medicamentos; en el examen de un
paciente; en el estudio de la materia médica y en la selección y manejo del remedio
indicado. Esto es un patrón para juzgar la fiabilidad de un ensayo, un caso clínico,
un historial de examen o las declaraciones de un colega recien conocido.
La ignorancia de la naturaleza y constitución de los síntomas por parte de los
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SINTONIATOLOGíA
Definición de Síntomas
En general, un síntoma es cualquier evidencia de enfermedad o cambio de
un estado de salud. En materia médica ningún hecho relevante es demasiado insig-
nificante para ser pasado por alto. Hay un lugar y una utilidad para cada hecho,
pues la ciencia nos ha enseñado que «la Naturaleza nunca juega». Un síntoma que
parece insignificante para el examinador descuidado o superficial puede convertir-
se, en manos del experto, en la llave que abra un difícil problema en terapéutica.
Hahnemann define los síntomas, en términos generales, como «cualquier
manifestación de desviación de un anterior estado de salud, perceptible por el
paciente, los que le rodean, o el médico». Tenernos aquí la base de la división
común de síntomas en dos clases generales: Subjetivos y Objetivos.
Más adelante, Hahnemann define los síntomas corno «evidencias de la ac-
tuación de las influencias que perturban el juego armonioso de las funciones, el
principio vital como dynamis-espiritual». (Fuente sustancial, ente, de la energía y
actividad vital.)
Síntomas subjetivos
Los síntomas subjetivos son síntomas descubribles únicamente por el pacien-
te, tales corno el dolor y otras sensaciones mórbidas del cuerpo o la mente, que no
presentan indicaciones externas. Con .el anuncio de Hahnemann de la doctrina de
la Totalidad de los Síntomas como base de la prescripción homeopática, se hizo
posible, por primera vez en la historia de la medicina, utilizar todos los fenómenos
de la enfermedad. Hasta el tiempo de Hahnemann, dos de los más frecuentes e
importantes grupos de síntomas eran prácticamente ignorados: los síntomas men-
tales y los síntomas subjetivos. El practicante «corriente» de la medicina, incluso
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EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA
hoy en día, se interesa muy poco por los síntomas subjetivos. No juegan sino un
papel muy pequeño en determinar el tratamiento práctico de su caso. Para él son
meros gritos inarticulados de sufrimiento, sirviendo sólo para sugerir la dirección
en la que van a hacerse las investigaciones, por métodos físicos y de laboratorio,
para descubrir la supuesta causa tangible de la enfermedad y la localización y
carácter de sus lesiones.
Según el nuevo sistema terapéutico inventado por Hahnemann, los síntomas
subjetivos toman naturalmente su lugar adecuado en el estudio del caso. Como
expresiones de los estados interiores del organismo, y particularmente del estado
psíquico y mental, tienen el rango más alto. Nada puede sustituirlos. Constituyen
la única vía directa de aproximación a esa esfera interna que, de otro modo, debe
permanecer cerrada a nuestra investigación, excepto en la medida en que es reve-
lada indirectamente en ciertos síntomas objetivos automáticos o involuntarios, de
los que pueden hacerse a veces deducciones más o menos precisas. Permiten al
médico ver la enfermedad desde el punto de vista del paciente. La ventaja tan
grande que aportan al prescriptor sólo puede ser apreciada cuando nos vernos
privados de ellos, como en el caso de los niños y los animales, y descubrimos
cuánta mayor dificultad encontramos en nuestra tarea bajo tales circunstancias.
Antes de que el genio de Hahnemann abriera el nuevo camino el dolor era
meramente dolor. Distinguir entre varios tipos de dolor; analizar y clasificar los
dolores, y no solo los dolores, sino todas las demás sensaciones y sentimientos
subjetivos, y relacionarlos, como fenómenos de enfermedad, 'con remedios, como
hizo Hahnemann, nunca se había pensado antes. Esto es ridiculizado y tomado a
burla hoy día por aquellos que no ven que hay algo radicalmente equivocado en
un sistema de medicina que practicamente ignora la gran mayoría de los síntomas
de casi todos los casos, y seduce a los pacientes con aprendidas explicaciones de
su causa; asegurándoles que no tienen ninguna importancia; o, si su clamor se hace
demasiado fuerte, los reducen al silencio con un opiáceo.
Síntomas objetivos
Hahnemann define los síntomas objetivos como «la expresión de enferme-
dad en las sensaciones y funciones de esa parte del organismo expuesta a los
sentidos del médico y los que le rodean». En esta peculiar definición hay una
alusión a su definición de enfermedad como un disturbio dinámico de la fuerza
vital, y de la Medicina como «una ciencia experimental pura, que .puede y debe
basarse en hechos claros y fenómenos sensibles claramente cognoscibles por los
sentidos». Hay aquí también un recordatorio de que en un síntoma objetivo hay
más de lo que es perceptible solamente por el ojo. Las «sensaciones y funciones»
subjetivas del órgano o parte visiblemente afectado han de ser consideradas tam-
bién como signos puramente objetivos. Hahnemann implica aquí que los disturbios
funcionales y sensitivos preceden a los cambios orgánicos; y esto es coherente con
su premisa básica de que toda enfermedad es primariamente un disturbio dinámico
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sirtromKroLocin
del principio vital. Nunca pierde de vista esta concepción fundamental de la natu-
raleza de la enfermedad.
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EL GENIO DE LA HOMEOPATIA
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sibrromivroLociA
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EL. GENIO 1)1:: LA HOMEOPATIA
Característicos y Keynotes
En el párrafo 153 del Organon, Hahnemann dice que al comparar los sínto-
mas colectivos de la enfermedad natural con los síntomas de la droga, con el fin
de encontrar el remedio curativo específico, «debemos tener en cuenta principal)'
casi únicamente los signos y síntomas más llamativos, singulares, raros y peculia-
res (característicos) del caso; pues son particularmente estos los que deben corres-
ponder con síntomas muy similares en la lista de síntomas del medicamento selec-
cionado, para constituir el más conveniente para efectuar la curación. Los síntomas
más generales (comunes) e indefinidos: pérdida de apetito, cefalea, debilidad, etc.,
merecen poca atención, cuando tienen ese carácter vago e indefinido, si no pueden
ser más precisamente descritos, pues síntomas de una naturaleza tan general se
observan en casi todas las enfermedades y drogas».
Esta parece una descripción suficientemente clara de lo que Hahnemann
entiende por síntomas «característicos», y sin embargo el término ha sido objeto de
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SINTOMATOLOGÍA
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EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA
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SINTOMATOLOG(A
decidir que estos dos síntomas eran peculiares y característicos si no hubiera estado
familiarizado con los síntomas del cólera. Tampoco hubiera podido seleccionar
esos dos síntomas como peculiares, si no hubiera tenido el resto de los síntomas
delante para compararlos. El error de escoger algún síntoma «raro», y dar un
remedio que tenga un síntoma correspondiente, debería evitarse. El Dr. Guernsey
no enseñó a prescribir por un síntoma aislado.
En el prefacio a la primera edición de su gran trabajo sobre obstetricia, el Dr.
Guernsey presenta la cuestión de la «prescripción por keynote» de otra manera.
Dice: «El plan de tratamiento puede parecer a algunos un poco novedoso, y quizás
a primera vista objetable, ya que puede parecer igual que prescribir por síntomas
aislados, mientras que en realidad no es así. Sólo significa establecer algún sín-
toma característico fuerte, que frecuentemente resultará ser el síntoma determinan-
te, y al referirlo al Symptomen Codex o Materia Médica todos los demás estarán
allí si éste lo está.
«Debe haber una cabeza para todo; lo mismo en sintomatología; si el sínto-
ma más interior o peculiar, o keynote, es discernible, resultará (generalmente) que
todos los demás síntomas del caso se encontrarán también en ese remedio que
produjo éste peculiar, si el remedio está bien experimentado. Será necesario, para
prescribir eficazmente, descubrir en cada caso ése que caracteriza a un remedio por
encima de otros en cada combinación de síntomas existente. Ciertamente existe en
cada caso de enfermedad ese que caracteriza preeminentemente a ese caso, o lo
hace diferir de todos los demás. Así en el remedio a elegir, hay y debe haber una
peculiar combinación de síntonias, una nota clave o característica. Pulsa ésa y todas
las demás tocarán, armonizarán y sonarán fácilmente. Hay sólo una clave para
cualquier pieza musical, aunque sea complicada, y esa nota domina todas las demás
en las distintas partes, por muchas variaciones, trinos, acompañamientos, etc. que
haya».
Si Sc comprende que el «keynote» de un caso puede y frecuentemente existe
en, o consiste en, una «combinación peculiar», como afirma el Dr. Guernsey, y que
no es meramente algún síntoma peculiar aislado, posiblemente incompleto, que el
novato está siempre equivocadamente buscando, la oscuridad del asunto se aclara
en parte. El Dr. Guernsey podría haber resumido toda la cuestión en una palabra:
Generalización, que ha sido discutida al final en los capítulos sobre la lógica de la
homeopatía.
El Dr. Lippe, hablando sobre los síntomas característicos, escribió lo si-
guiente: «Cuando los medicamentos se someten a experimentación sobre la perso-
na sana, desarrollan una diversidad de síntomas en una diversidad de experimen-
tadores. Cada experimentador ve su propia individualidad, peculiar y característica,
afectada por el medicamento de una manera peculiar; otros individuos de consti-
tución diferente, experimentan de forma diferente, aunque 'similar, síntomas pecu-
liares del misma medicamento. Hay una similitud y una diferencia evidentes en
una estrecha comparación. De igual manera, las enfermedades y todas las demás
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EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA
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sturomA•rot .0G A
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EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA
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siwromATor.oGfA
Por este método, como el Dr. Boericke observa: «para un caso es seleccio-
nado un remedio que ha mostrado poseer en su sintomatología marcada acción (I)
en una cierta localización, , (2) corresponder con la sensación, y (3) poseer la
modalidad; sin tener necesariamente en la experimentación el mismo síntoma re-
sultante de la combinación. Debe deducirse que una experimentación completa lo
tendría, sin embargo. Por ejemplo, un paciente con un dolor desgarrante en la
cadera izquierda, mejorado por el movimiento, mucho peor después del mediodía,
podría recibir Lycopodium, no porque Lycopodium haya producido, hasta ahora,
en el sujeto sano tal síntoma, sino porque del estudio de sus síntomas recogidos en
la materia médica, encontramos que afecta a la cadera izquierda predominantemen-
te (localización); que sus dolores en distintas partes del cuerpo son «desgarrantes»
(sensación); y que sus síntomas generales son aliviados por el movimiento y agra-
vados después del mediodía (modalidad)».
La experiencia de casi un siglo ha verificado la verdad de la idea de
Boenninghausen y nos ha permitido, con el uso de su obra maestra, el Therapeuti:
Pocketbook, superar en gran medida las imperfecciones y limitaciones de nuestra
materia médica.
Al construir una materia médica con los materiales de las experimentaciones,
todos los síntomas de los diferentes experimentadores de la misma droga son
recogidos bajo el nombre de la droga. El segundo paso es distribuir los síntomas
así recogidos bajo los nombres de las distintas partes, órganos y funciones del
cuerpo afectados por la droga. Esto localiza los fenómenos de cada droga y da a
la materia médica su estructura anatómica y fisiológica.
Cuando todos los síntomas han sido recogidos y ordenados de esta forma
bajo el nombre del medicamento, representan a un enfermo, cuyo parecido puede
encontrarse casi cualquier día en el mundo real. Los síntomas drogales son de
hecho síntomas de enfermedad, artificialmente inducidos. En otras palabras, son
síntomas de una enfermedad drogal. Lo significativo es que las enfermedades
drogales o envenenamientos accidental o intencionalmente producidos son simila-
res a las enfermedades naturales -tan similares que a veces es difícil distinguirlos.
Una persona envenenada hasta un cierto grado con arsénico, o alcanfor, o veratrum
album, por ejemplo, presenta una apariencia tan similar a una que sufra de cólera,
que cualquiera que no fuese un experto podría ser engañado. Si esto es tan
sorprendentemente cierto para los groseros y violentos fenómenos producidos por
envenenamientos, es igualmente cierto para los síntomas más suaves, más finos y
menos obvios que resultan de experimentar drogas en dosis pequeñas y moderadas.
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El. GENIO DE LA HOMEOPATÍA
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EXAMEN DEL PACIENTE
Nos ocupamos, de una manera general, de la cuestión del examen del pa-
ciente con el propósito especial de hacer una prescripción homeopática.
A primera vista podría parecer que este tema debía de haber sido presentado
antes de la cuestión general de la sintomatología, tratada en el capítulo precedente,
ya que la finalidad de cualquier examen del paciente es descubrir signos y sínto-
mas. Sin embargo, es evidente que no podemos emprender inteligente y lógicamen-
te el estudio de los métodos de examinar a los pacientes para una prescripción
homeopática hasta que hayamos aprendido qué son los síntomas, desde el punto de
vista homeopático, y decidido alguna forma adecuada de clasificación. Tendremos
más éxito en nuestra búsqueda de algo si sabernos qué estamos buscando.
Se cuenta la historia de John Burroughs, el venerable decano de los natura-
listas americanos, que en una ocasión fue a visitar la casa de una admiradora, que
vivía en los suburbios de una de nuestras grandes ciudades. Su anfitriona, manifes-
tando su gran amor por los pájaros, lamentaba su desaparición del vecindario. No
había visto un pájaro desde hacía muchísimo tiempo. Los traviesos chicos y los
gatos que merodeaban los habían echado. «Tio John» la miró compasivo, pero no
dijo nada. Poco después se puso el sombrero, guardó su libro de notas y sus
gemelos de ópera en el bolsillo y fue a dar un paseo de una hora. A su regreso
invitó a su anfitriona a sentarse junto a él, sacó su libro de notas y le mostró una
lista de casi veinte especies diferentes de pájaros que había observado durante su
paseo, ¡en media milla alrededor de su casa! La diferencia entre el Sr. Burroughs
y su anfitriona era simplemente que él no sólo sabía qué buscar, sino dónde y cómo
buscarlo; y así fácilmente encontró lo que estaba oculto a sus ojos.
Eso ocurre al examinar a un paciente. El estudiante que conoce la naturaleza,
constitución, formas y variedades de los síntomas necesarios para la prescripción
homeopática encontrará muchas cosas en un caso, que a otro, especialmente pre-
parado sólo quizás en patología y diagnóstico general, se le pasarán totalmente por
alto. Porque la patología y el diagnóstico no buscan, ni toman en consideración, los
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EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA
fenómenos que son más significativos desde el punto de vista del prescriptor
homeópata. Las «modalidades» o «condiciones caractedsticas», por ejemplo, que
hemos visto que son de la mayor importancia en la selección del remedio
homeopático, significan poco o nada para el patólogo o el diagnosticador general.
Lo mismo se podría decir de los síntomas mentales y subjetivos. Así que hemos
de separar y clasificar los diferentes tipos de síntomas revelados por un completo
examen general, y variar nuestros métodos de examen de acuerdo con el fin par-
ticular a alcanzar.
La técnica de un examen para diagnosticar una enfermedad, es bastante
diferente de la de un examen para hacer la prescripción homeopática.
El diagnóstico de enfermedad por los métodos modernos está basado en gran
parte en signos físicos, tests y reacciones, que implican el uso de muchos instru-
mentos de precisión, en los que el paciente no toma parte activa, y de los que él
no tiene ningún conocimiento. La selección del remedio homeopático, en cambio,
está basada en su mayor parte, y a veces casi completamente, en los fenómenos o
deducciones sacadas de los fenómenos de la experiencia consciente subjetiva,
percibida sólo por el paciente y referida por él al examinador. Casi todos los
fenómenos objetivos que poseen valor desde el punto de vista de la terapéutica
homeopática, son de tal carácter que requieren sólo el ejercicio de los sentidos y
facultades ordinarias de observación del paciente, sus conocidos, o el médico mismo.
Esta distinción debería tenerse claramente en mente. Los exámenes para el estudio
patológico y para el diagnóstico son necesarios e importantes en sus diferentes
campos; pero desde el punto de vista de la fármaco-terapéutica homeopática, su
importancia es relativa, no absoluta. Aparte de la localización física y orgánica de
la enfermedad, proporcionan comparativamente poco que sea de valor para el
prescriptor homeópata, en su especial trabajo de seleccionar el medicamento
sintomáticamente similar.
No se permite al patólogo, por tanto, criticar los métodos o hallazgos del
prescriptor, ni al diagnosticador suponer que sus hallazgos son suficientes para el
experto en materia médica; pero se le permite respecto a cada una de estas materias
en el espíritu y desde el punto de vista del médico. Pues el médico, como ideal, es
más grande que cualquier especialista médico. Las especialidades en medicina sólo
existen para que, combinándolas, el ideal del perfecto médico no pueda morir y
desaparecer de entre los hombres. Por mucho que podamos dudar de la necesidad
o del valor real de los resultados, es verdad que, en la vasta extensión de la llamada
ciencia médica, se ha hecho imposible para cualquiera abarcarlo y dominarlo todo.
No obstante, la medicina ha sido dividida en tantas especialidades, que podríamos
parafrasear el viejo proverbio; «coge nueve sastres para hacer un hombre», en un
nuevo probervio médico : «coge nueve especialistas para hacer un médico».
El médico general, si uno se atreve a seguir esa antigua y honorable voca-
ción, debe actuar con varias capacidades -como higienista, sanitario, patólogo,
psiquiatra, diagnosticador, terapéuta, y quizás incluso cirujano y obstétra; pero en
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EXAMEN DEL PACIENTE
cada uno de esos apartados, puede verse obligado a colmar la medida de sus
propias deficiencias técnicas recurriendo a los especialistas. El médico sabio es el
que reconoce sus propias limitaciones personales y técnicas, y juiciosamente utiliza
los servicios de los demás, que están especialmente cualificados en alguna rama
particular. Y el especialista sabio es el que reconoce sus limitaciones -el que se da
cuenta de que, después de todo, por muy experto que pueda ser en su rama, es sólo,
como si dijéramos, una parte de un médico, en el amplio sentido de la palabra. La
modestia deja buenos dividendos a la larga.
Con este espíritu todos podemos cooperar en interés de nuestra profesión y
de nuestros pacientes, y coincidir con Hahnemann en el postulado del primer
párrafo del Organon: «La más alta y única misión del médico es curar al enfermo».
Cada especialidad médica está subordinada a ese ideal. El trabajo del prescriptor
homeópata, que consiste específicamente (como lo hace) en la aplicación de me-
dicamentos a la enfermedad, de acuerdo con un principio definido, con la finalidad
de curar estados tales que sean tratables con medicamentos, debe siempre seguir
siendo una de las más importantes funciones desempeñadas por el médico. Aunque
las referidas ramas de la medicina -higiene, profilaxis, sanidad, cirugía, terapéutica
física, etc., han tenido grandes avances, está todavía muy lejos el día en que la
farmacoterapia llegue a ser innecesaria.
De esto resulta que el fármaco-terapéuta debe ser un especialista, en el
sentido de convertirse en un experto en su parcela y esto, permítaseme decirlo, es
la acuciante necesidad de la profesión.
Este capítulo no tiene nada que ver con el diagnóstico y los exámenes y
síntomas patológicos, como tales, excepto para mostrar su relación general con la
prescripción homeopática. La finalidad de este capítulo es enseñar los principios de
la «toma del caso» y cómo determinar, desde el registro del examen de un caso,
qué síntomas son más útiles como indicaciones para el medicamento curativo, bajo
el principio homeopático. Ahora se presentarán algunos puntos sobre el método de
conducir un examen, de tal manera que se descubran y desarrollen esos síntomas
para usarlos al prescribir.
En el estado actual de la ciencia farmacoterapéutica y con nuestra materia
médica en su forma actual, lo más importante que debe recordarse al examinar a
un paciente para una prescripción homeopática es que, con muy pocas excepciones,
las indicaciones más válidas para el remedio van a encontrarse:
I. En aquellas sensaciones y fenómenos mórbidos subjetivos que caen dentro
de la esfera de la propia experiencia del paciente, y son perceptibles sólo para él.
2. En aquellos signos objetivos de enfermedad perceptibles para los sentidos,
por si solos o naturales, de nosotros mismos, el paciente o los demás.
Para los primero debemos, por supuesto, depender totalmente de las mani-
festaciones del propio paciente. Los hallazgos del termómetro, el estetoscopio, el
microscopio y los demás instrumentos de diagnóstico, nos dan muy poco, aunque
están directamente disponibles, para la selección del remedio. Su principal valor
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EL GENIO DE LA HOMFDPATíA
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EXAMEN DEL PACIENTE
a un comprensivo amigo, que tiene los recursos en su mano para ayudarle. Es una
buena norma dejar hablar al paciente, y hablar usted mismo poco durante una
consulta; dejarle contar su historia a su manera, sin interrupción, excepto para
volver al tema si él se desvía. Podemos introducirle en su narración preguntándole
cuándo y cómo comenzó su problema, y podemos instruirle para que sea lo más
concreto posible al relatar su historia y al localizar y describir sus sensaciones tal
como Cl él le parecen. No deberíamos reirnos de él ni corregir pedantemente sus
errores.
No deberíamos hacer «preguntas directas», ni «poner palabras en su boca»,
sino dejarle expresar sus sentimientos y observaciones a su manera. Después ana-
lizaremos, completaremos, corregiremos e interpretaremos sus manifestaciones de
acuerdo con los principios de la sintomatología homeopática, como expusimos en
el capítulo anterior.
Las observaciones a las afirmaciones del paciente deberían hacerse mientras
él está hablando, pero tranquilamente, sin ostentación.
Es conveniente dejar un espacio entre los síntomas según se van anotando,
de manera que, cuando el paciente haya terminado sus manifestaciones espontá-
neas, uno pueda echar un vistazo rápido a la página, ver lo que ha quedado fuera
e incluirlo. Luego se plantean preguntas de tal modo que se complete cada síntoma,
como la localización, la sensación y la modalidad, y se añaden a la historia.
Como una cuestión de conveniencia, al anotar y rellenar las historias es
bueno dividir la página en tres columnas verticales -la primera para la fecha y el
remedio, la segunda para los síntomas y la tercera para las modalidades o condi-
ciones. Esto hace que el ojo capte rápidamente de un vistazo lo que hay en una
página.
No deberíamos dar prisa al paciente en su narración. Podemos mantenerlo
tranquilamente centrado en la cuestión, evitando manifestaciones divagantes e in-
consecuentes, pero esto es mejor hacerlo, como regla,. manteniendo una actitud de
metódica absorción en los rasgos médicos del caso.
Es conveniente tener siempre en mente, durante el examen del caso, alguna
clasificación operativa de síntomas, como Generales, Particulares y Comunes. Al
examinar un caso recogemos datos, hechos, particularidades, a partir de los cuales
vamos a determinar después los rasgos característicos del caso por el proceso
lógico de generalización. Si queremos generalizar correctamente debemos tener
todos los hechos y estar seguros de ellos.
Cada cosa a su tiempo y todo en orden, con miras al resultado. Primero el
análisis: hechos de las manifestaciones del paciente, luego del que lo cuida, de los
familiares o amigos, y luego nuestras propias observaciones, Luego viene la sín-
tesis: la revisión y estudio de los síntomas y la construcción del caso, clasificando
síntomas según generalizamos. Comparación de los síntomas del paciente con los
síntomas de la materia médica en el repertorio a continuación, y finalmente la
selección del remedio indicado, por el procedimiento de exclusión.
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EXAMEN DEI_ PACIENTE
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EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA
refiriéndonos al caso como un todo, dándonos cuenta de que cada uno tiene su
relación particular y se refiere a todos los demás; y especialmente, hemos cle
intentar realizar el del compartimento de terapéutica homeopática, que para noso-
tros es el más importante de todos, porque sabemos que es inútil intentar basar la
prescripción homeopática en otra cosa que no sean los síntomas que pertenezcan
a su legítima esfera. Las generalizaciones del diagnosticador o el patólogo, por
muy correctas que sean, no pueden servir como base para la prescripción
homeopática.
La finalidad del examen homeopático es obtener los síntomas del paciente
de tal manera que permitan su comparación con los síntomas de la materia mé-
dica, para seleccionar el remedio similar u homeopático. Cada enfermedad tiene
su parecido sintomático en la materia médica. La materia médica homeopática es
como una «galería de delincuentes», en la que están colgados los retratos de todos
los delincuentes patológicos del .mundo. Cuando usted coge a un delincuente com-
para sus rasgos con los retratos. ¡Luego le hace «tomar su medicamento»!
Como todo caza-delincuentes cuando está de servicio, nuestros sentidos deben
estar alertas, nuestra mente clara, nuestras facultades lógicas agudizadas, nuestras
simpatías y prejuicios dejados al margen. Cuando todos los hechos estén ante
nosotros podemos simpatizar, corregir, tranquilizar y animar cuanto nos parezca
prudente y conveniente.
A veces, hemos de recurrir al artificio en el examen de un caso, para con-
seguir los hechos. Tienen que superarse muchos obstáculos. Entre ellos está el
pudor, frecuentemente por palle del paciente, a veces (raramente en la actualidad)
por parte del médico, si es joven e inexperto. Muchas veces recuerdo divertido mis
sentimientos cuando presencié por primera vez un examen de un caso de tisis
pulmonar de mi antiguo preceptor, el Dr.Wells. La parte del examen que excitó Ifli
risa fue la que se refería a las características del esputo. Preguntó particularmente
cómo era su color, olor, forma y sabor. Era la primera vez que había oído tales
preguntas, y la primera vez que me hacían ver que tales hechos podían tener alguna
relación con la selección del remedio. Yo creo que no era demasiado pudoroso,
pero tal refinamiento de análisis más bien me disgustaba. Después de que el pa-
ciente había sido recetado y despedido, manifesté francamente mi dificultad al
viejo maestro. El sonrió un poco benévolamente ante mi ignorancia y se burló de
mis remilgos. Luego sobriamente me indicó que la respuesta del paciente de que
el esputo «sabía dulce» le había permitido diferenciar entre dos remedios muy
parecidos y hacer una elección precisa. Esa resultó ser la ocasión para algo de una
tristemente necesaria instrucción en la necesidad del .fiel análisis de todos los
elementos del caso -que nadie nunca me dió durante mi carrera.
Aquí, una vez más, debe dirigirse la atención, como una parte importante del
examen homeopático, a la utilidad e importancia del análisis lógico en el examen
sintomático del paciente. El clínico analiza síntomas, por la misma razón y con el
mismo método que el patólogo analiza un espécimen patológico.
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EXAMEN DEI, PACIENTE
En cada una de estas divisiones los fenómenos son localizados como apare-
cen, definiendo cada síntoma particular tan precisamente como sea posible. Así,
descubrir y obtener los hechos de un caso y darles forma e individualidad como un
todo, es el arte del consumado examinador homeópata. Esto es una ilustración de
lo que en un capítulo anterior significaba hablar de la «totalidad» como consistente
en «hechos relacionados, que tienen forma, coherencia e individualidad», y carac-
terizando su formación como «artística».
Aunque los hechos deben recogerse del paciente, su forma, relaciones y
valor dependen casi completamente del examinador. El paciente, por sí solo, ha-
bitualmente dará sólo afirmaciones toscas, desconectadas, generalidades burdas,
hechos concretos aislados y algunos detalles -una mera masa informe. El exami-
nador diestro analiza y completa, paciente y hábilmente, las manifestaciones, ob-
tiene detalles, los conecta con el todo y construye el caso lógica y científicamente,
dándole una forma típica, de acuerdo con una idea preconcebida. Eso es arte, y el
verdadero arte es siempre científico.
Como modelos de análisis en enfermedades especiales, y para uso práctico
diario, conseguir y estudiar el de Allen sobre Fiebre Intermitente; Bell sobre Dia-
rrea, y Kimball sobre Gonorrea. En análisis general y síntesis, en el campo entero
de la materia médica, el «Therapeutic Pocket Book» de Boenninghausen y el
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EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA
Historias clínicas
Lograr una buena historia clínica es una de las partes más importantes de la
toma del caso. Por lo mismo, se dice que es también generalmente la más descui-
dada o malamente hecha.
Para enfrentarnos inteligentemente con el presente debemos conocer algo del
pasado. Debemos conocer no sólo los hechos del presente, quizás un padecimiento
agudo, sino también qué es lo que ha llevado a ello. De otro modo frecuentemente
nos veremos frustrados en nuestros intentos de curar, y descubriremos que nuestros
pacientes hacen lentas e imperfectas recuperaciones de enfermedades agudas apa-
rentemente simples, o se asientan en estados de invalidez más o menos confirmada.
Esto es porque todas las auténticas enfermedades agudas son en realidad
estallidos o exacerbaciones de enfermedades crónicas subyacentes, profundamente
asentadas, previamente latentes, o tendencias heredadas y predisposiciones a enfer-
mar, que existen prácticamente en todas las personas; un tema especial que es
tratado en otra parte.
Entonces, en los exámenes, como norma y en el momento adecuado, obte-
nemos primero una lista, tan completa como sea posible, de las enfermedades
previas del paciente, desde la infancia hasta el presente, en orden casi cronológico
en lo posible, con las edades a las que aparecieron los ataques, y preguntamos
sobre su naturaleza, síntomas, duración, severidad y secuelas.
Deberíamos preguntar cuidadosamente no sólo por las enfermedades agudas
eruptivas, infecciosas, inflamatorias o febriles, incluyendo las llamadas «enferme-
dades de los niños», sino sobre los trastornos más crónicos y oscuros, incluyendo
enfermedades de la piel; enfermedades de órganos y glándulas (tonsilítis, adenítis,
etc.); enfermedades nerviosas (epilepsia, «convulsiones», corea, estados paralíticos,
etc.); catarros y «descargas» de cualquiera de los orificios mucosos; enfermedades
de los huesos o articulaciones y raquitismo; todos los desórdenes de la esfera
sexual, especialmente sífilis y gonorrea.
En las mujeres y muchachas deberíamos informarnos sobre las reglas, edad
a la que se establecieron y regularidad de los periodos, anotar todas las desviacio-
nes de lo normal y averiguar el tiempo e influencia de matrimonio, partos, etc.
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EXAMEN DEI- PACIENTE
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EL GENIO DE LA IlOMEOPATIA
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EXANIEN Da. PACIENTE
dos los puntos precedentes son cubiertos por las rubricas de cualquier buen reper-
torio y deben ser cubiertos por el remedio seleccionado.
Todos ellos, y sus condiciones asociadas, son los más valiosos y caracterís-
ticos como indicaciones terapéuticas. Deberían observarse y anotarse cuidadosa-
mente. Cada caso debería ser abordado con esta idea, y mantener la mente activa
y alerta mientras se habla con el paciente y sus conocidos.
Un trabajo así tiene sus satisfacciones, aparte de sus relaciones científicas.
«El mayor estudio del hombre es el hombre». A la mayoría de nosotros nos gusta
«estudiar la naturaleza humana» y nos enorgullecemos un poco de nuestra sagaci-
dad «catalogando» a la gente que encontramos por un estudio de su fisiognomía,
su aire, etc. El prescriptor homeópata encontrará ventajoso cultivar el arte del
análisis psicológico, y bien puede enorgullecerse de esto cuando sea capaz de hacer
esta parte de su trabajo médico sistemáticamente también.
Por descontado que el examen físico de un paciente también se hará com-
pleta y sistemáticamente, y los hallazgos serán añadidos al registro. Como esta
cuestión no está dentro del alcance de este trabajo, no le concederemos una mayor
atención.
El autor sentirá que ha cumplido su propósito si ha conseguido imprimir en
los lectores la necesidad y las ventajas de hacer siempre un examen completo y
sistemático, y de conservar los registros escritos completos. Nada conduce más
firmemente al honor y reputación profesional y al éxito en la práctica. Una repu-
tación honestamente merecida de hacer exámenes cuidadosos, de «tomarse interés
en el caso», de ser siempre completo y esmerado, es uno de los activos más
valiosos que un médico puede tener, y que puede ser legítimamente capitalizado en
su beneficio económico.
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1'0501.06k HOMEOPÁTICA
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P0501.06 íA HOMEOPÁTICA
Elegir la potencia
Ahora bien, ¿hay alguna enseñanza que nos ayude a elegir la mejor potencia
para un caso dado? Hay poca enseñanza pero muchas opiniones. Profesionales que
públicamente hacen ostentación de su liberalidad en esta cuestión, con demasiada
frecuencia descubriremos, en un conocimiento más íntimo, que practican un obs-
tinado exclusivismo en el uso de alguna potencia particular, generalmente una muy
baja o muy alta, y critican duramente a aquellos que difieren de ellos. Esto es
lamentable, porque tales profesionales indudablemente se privan ellos mismos y a
sus pacientes de muchos agentes curativos que están fácilmente a su alcance.
La serie de potencias ha sido comparada a la escala musical, «Un artista
experto puede, desde luego, construir una armonía con las diferentes vibraciones
de la misma cuerda; pero qué armonía más bella y perfecta podía construir median-
te una apropiada combinación de todos los sonidos que puede ser Sacados de su
instrumento». (Guernsey)
En general se puede afirmar que cualquier enfermedad curable puede ser
curada por cualquier potencia, cuando se administra el remedio indicado; pero la
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EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA
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POSOLOGIA HOMEOPÁTICA
y característicos.
Todos los narcóticos, como Bell., Stram., u Opium, por ejemplo, en crudo
y dosis masivas, actúan de una forma igualmente estupefaciente, provocando la
muerte por apoplejía o parálisis; todos los drásticos producen vómito y purga, etc.
Sólo en dosis pequeñas o potenciadas sus diferencias más características de acción
se hacen aparentes.
«Por dilución y sucusión continua,» dice Jahr, «los remedios no se hacen
más fuertes ni más débiles, sino que sus peculiaridades individuales se desarrollan
cada vez más»; en otras palabras, su esfera de acción se amplía, como se repre-
senta por los círculos concéntricos.
La repercusión práctica de esto sobre la elección de la potencia o dosis,
según Jahr, es la siguiente: En un caso dado, donde los síntomas no están clara-
mente desarrollados y hay una ausencia o escasez de rasgos característicos, o
donde dos o tres remedios parecen más o menos igualmente indicados, la suscep-
tibilidad y la reacción pueden ser consideradas como bajas. Damos, por lo tanto,
el remedio que parece más similar, en una potencia baja (tercera a veinte). Pero
cuando los síntomas de un caso indican claramente un remedio, cuyos síntomas
característicos corresponden estrechamente a los síntomas característicos del caso,
damos altas potencias -treinta, doscientas, mil, o más altas, según el grado de
confianza del prescriptor y el contenido de su botiquín.
Podemos modificar ligeramente el consejo de Jahr sugiriendo que, cuanto
más clara y positivamente, los síntomas más finos, más peculiares y más caracte-
rísticos del remedio aparezcan en un caso, mayor el grado de susceptibilidad y más
alta la potencia.
Esta regla cubre más puntos de los requisitos que se van a establecer después
de lo que parece a primera vista. El tipo de caso (será descrito después) que
requiere bajas potencias para su curación, no presenta, por regla general, los mati-
ces más finos y característicos de los síntomas que caracterizan los casos que
requieren altas potencias; así que podemos juzgar con bastante seguridad el gra-
do de susceptibilidad del paciente por el carácter y lo completo de los sínto-
mas.
Debe tenerse en .cuenta, sin embargo, la diferente capacidad de los exami-
nadores. Un hombre de aguda percepción, preciso, esmerado, concienzudo y bien
preparado, verá muchas cosas en un caso que otro no tan dotado no verá.
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POSOLOGÍA HOMEOPÁTICA
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II GENIO DE LA HOMEOPATÍA
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POSOLOGíA /10MEOPÁTICA
fueron interrumpidas tan pronto como su acción terapéutica completa estuvo esta-
blecida.
Alrededor de un mes después, fue necesario repetir la medicación,, en dosis
más pequeñas, unas cuantas veces, por un ligero retorno de algunos síntomas,
debido a un sobresfuerzo.
Este paciente no fue curado, en el sentido de que las válvulas estructuralmente
dañadas de su corazón fueran restauradas, pues eso es imposible. Pero la acción de
la droga indicada fue curativa en su naturaleza, tanto como fue posible, su vida fue
salvada y prolongada, y él fue restablecido hasta un punto de bienestar y utilidad,
cuando de otro modo habría muerto.
Digitalis en dosis materiales fue homeopática a su estado, sintomática y
patológicamente, y ninguna otra droga podría sustituirla en ese estadio de la enfer-
medad. Ningún otro medicamento de ningún tipo se dió.
En contraste con este caso, 'y como una ilustración más de la necesidad de
estar preparado para utilizar la escala entera de potencias, se presenta el siguiente
caso de la práctica del autor.
La paciente era una joven de dieciocho años, en los últimos estadios de una
enfermedad de corazón incurable. Había estado en tratamiento alopático más de un
año, empeorando inexorablemente. Cuando el autor la vió por primera vez estaba
confinada en una silla, incapaz de acostarse o permanecer en cama. Existía edema
generalizado, ascitis e hidrotórax. La orina estaba casi completamente suprimida,
sólo eliminaba alrededor de un litro en veinticuatro horas. La taquicardia y la
disnea eran de lo más angustioso y la muerte parecía inminente. La historia y
anamnesis de su caso revelaban síntomas inequívocos de Calcárea. Se le dió una
dosis única de Calcárea Carb. C.M., Fincke. La reacción y respuesta al remedio
fueron sorprendentes. En cuarenta y ocho horas la orina comenzó a segregarse
copiosamente. En varios días pasó de tres litros y medio a cuatro litros y medio
diarios. La hidropesía rápidamente desapareció y pronto fue capaz de acostarse y
dormir cómodamente. En unas cuatro semanas fue capaz de salir a pasear en un
coche y no mucho después estuvo andando. Vivió trece meses con relativa como-
didad y bienestar y luego murió bastante repentinamente de fallo cardíaco, después
de un ligero sobresfuerzo.
Estos dos pasos representan los extremos de los recursos terapéuticos al
alcance del profesional homeópata.
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U. GENIO DE IA HOMEOPATÍA
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POSOLOGIA HOMEOPÁTICA
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EL GENIO DE LA HOMEOPATIA
Repetición de dosis
Queda hablar de una de las más importantes cuestiones conectadas con el
tema general de la posología homeopática: la repetición de la dosis. El manejo del
remedio, con respecto a la potencia y a la dosificación, es casi tan importante como
la selección del remedio misma. La selección del remedio difícilmente puede de-
cirse que está terminada hasta que se haya decidido la potencia y la dosis. Estos
tres factores, remedio, potencia y dosificación, están necesariamente implicados en
la operación de prescribir. Ninguno de ellos puede tomarse con indiferencia ni ser
desatendido.
La primera cuestión con que nos enfrentamos es si dar una dosis o dosis
repetidas. La segunda cuestión es, si damos una dosis, ¿cuándo deberemos repetir-
la? Tercero, si damos dosis repetidas, ¿con qué frecuencia deberemos repetir las
dosis y cuándo pararemos de dosificar?
Muchos prescriptores expertos comienzan el tratamiento de prácticamente
todos los casos dando una dosis única del remedio indicado y esperando la reac-
ción. Este es un método casi ideal -para prescriptores expertos. ¡Por supuesto todos
nosotros esperamos llegar a ser prescriptores expertos y por tanto aceptaremos esto
como nuestro ideal!
La enseñanza habitual de Hahnemann, resultado de su larga y rica experien-
cia, era dar una dosis única y esperar su acción completa. La sabiduría de esta
enseñanza ha sido ampliamente confirmada desde su tiempo por muchos de sus
seguidores. La duración de acción de un remedio que acitía (y sin otras conside-
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l'( )S( 110MEOPÁTICA
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EL GENIO DE I.A HOMEOPATÍA
repetición de la dosis) han de ser determinados siempre por el curso más o menos
agudo de la enfermedad Y por la naturaleza del remedio empleado. La dosis del
mismo medicamento ha de repetirse varias veces, si es necesario, pero sólo hasta
que sobrevenga la recuperación, o hasta que el remedio deje de producir mejoría;
en este período el resto de la enfermedad, habiendo sufrido un cambio en su grupo
de síntomas, requiere otro medicamento homeopático.» Estudiar también Párr. 249-
252.
La dosis única del remedio indicado, repetido siempre que cese la mejoría,
en tanto los síntomas nuevos o modificados no indiquen un cambio de remedio, se
adapta a todos los casos, pero especialmente a los casos crónicos y a casos agudos
tales que puedan verse frecuentemente y ser vigilados de cerca. La naturaleza y el
progreso de la enfermedad determinarán, bajo esta regla, con qué frecuencia debe
repetirse la dosis. Se pueden presentar casos, no obstante, que no puedan vigilarse
tan de cerca como quisiéramos. Podemos no tener la posibilidad de visitar al
paciente frecuentemente, ni permanecer con él el tiempo suficiente para observar
el período completo de la acción del remedio. En tales casos es permisible, y
realmente necesario, ordenar una repetición de dosis estableciendo intervalos de
una, dos o tres horas, hasta que se sienta o se vea la mejoría, o quizás hasta nuestra
próxima visita. En tales casos es conveniente indicar que el medicamento sea
interrumpido tan pronto como el paciente esté mejor, dando alguna instrucción
sencilla al que lo cuida sobre lo que constituye un signo fiable de mejoría, según .
la naturaleza del caso.
Si el paciente está tan grave como para necesitar dosis a intervalos de menos
de una hora, es el deber del médico permanecer con el paciente y enjuiciar su
estado y progreso por él mismo, a menos que esté absolutamente seguro del reme-
dio, o esté en comunicación telefónica con el caso.
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POSOUXIIA HOMEOPM'ICA
paciente.
Al decidir la cuestión de si el remedio ha actuado o no, debemos tener
cuidado de no dejarnos despistar por las opiniones o prejuicios del paciente o sus
acompañantes. Algunos pacientes, habiendo centrado toda su atención e interés en
un síntoma particular, que ellos consideran como de máxima importancia, afirma-
rán que no ha habido ningún cambio; que no están mejor, o incluso que están peor
que antes de tomar el remedio. Esas afirmaciones deberían tomarse con gran pre-
caución y deberíamos pasar a revisar la historia punto por punto con cuidado. No
es necesario contrariar al paciente asegurando malhumoradamente que debe estar
equivocado, sino que podemos expresar nuestro pesar o simpatía y luego tranqui-
lamente preguntarle por cada síntoma en particular. Encontraremos frecuentemente
que el paciente ha mejorado en muchos aspectos importantes, aunque su síntoma
favorito (frecuentemente estreñimiento) continúe todavía inmodificado.
La acción de un remedio se manifiesta por cambios en los síntomas del
paciente. Del carácter de esos cambios depende nuestro posterior curso de actua-
ción. Un remedio muestra su acción: 1. produciendo nuevos síntomas; 2. por la
desaparición de síntomas; 3. por el aumento o agravación de síntomas; 4. por la
mejoría de síntomas; 5. por un cambio en el orden y dirección de los síntomas.
I. Un remedio inadecuadamente elegido puede cambiar el estado de un
paciente hipersensible, produciendo nuevos síntomas no relacionados con la enfer-
medad y perjudiciales para su bienestar. Estos son síntomas patogenéticos. Su
aparición indica que el remedio no está curando al paciente, sino meramente ha-
ciendo un ensayo. Se requiere la interrupción y un antídoto.
2. Un remedio correctamente elegido, dado en una potencia demasiado baja
o a veces demasiado alta, o en demasiadas dosis, puede causar una agravación de
los síntomas existentes tan severa como para poner en peligro la vida del paciente;
especialmente si el paciente es un niño o una persona sensible y si un órgano vital,
como el cerebro o los pulmones, está afectado. Belladona a la tercera o sexta
potencia, dada en dosis demasiado frecuentes en un caso de meningitis, por ejem-
plo, puede causar la muerte por sobreactuación; mientras la treinta o doscientos
dada en una dosis única, o en dosis repetidas sólo hasta que se note algún cambio
de síntomas, curará rápidamente. Phosphorus 3' o 6a en la neumonía, en circuns-
tancias similares, puede rápidamente causar la muerte. Las bajas potencias de
medicamentos que actúan profundamente son peligrosas en tales casos, en propor-
ción a su semejanza con los síntomas.
Mientras más precisa la selección del medicamento, mayor debe ser el cui-
dado ejercido para no dañar al paciente prescribiendo potencias demasiado bajas y
dosis demasiado numerosas. La medicación debería ser detenida a la primera apa-
rición de tales agravaciones. Debería administrarse un atitídoto si no disminuyen
rápidamente. El prescriptor descuidado raramente reconoce tales agravaciones.
Cuando advierte los síntomas habitualmente los atribuye al curso natural de la
enfermedad o le llama una «complicación».
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El, GENIO DE LA HOMEOPATIA
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11)SOLOGÍA HOMEOPÁTICA
La ley de Dosificación
Resumiendo la cuestión, parece que la ley de dosificación está contenida en
la ley de los semejantes, o ley de equivalentes; ambas expresiones son meras
paráfrasis de la ley de Acción Mutua, conocida también como tercera ley del
movimiento de Newton.
La ley podía ser formulada así: La dosis curativa, como el remedio, debe ser
similar en cantidad y calidad a la dosis del agente morb(fico que causó la enfer-
medad.
Von Grauvogl dice: «La única y simple pregunta puede ser sólo ¿qué can-
tidad de una sustancia es necesaria para inducir ese contramovimiento químico o
físico en cualquier parte enferma del organismo, el cual es de igual intensidad, y
dirección opuesta, a aquel (movimiento) que es inducido por la causa morbífica,
para controlar ésta iiltima inmediatamente, o al menos retrasarla, y luego, por
repetición, eliminarla?» Expresada de esta forma, la cuestión se conforma al prin-
cipio fundamental de la homeopatía, Similia Similibus Curantur, que es una
formulación, en términos equivalentes, de la tercera ley del movimiento, «acción
y reacción son iguales y opuestas.» Grativogl viene a decir que «la tarea es sólo
descubrir el equivalente de movimiento entre la cantidad de movimiento excitada
por la materia mórbida, y la cantidad de movimiento que hemos de oponerle
mediante alguna droga.» «Para la solución de este problema», dice, «tenernos la
ley natural, de acuerdo con la cual la cualidad contiene la medida del movimiento
y del contramovimiento, y de ahí, para la finalidad terapéutica, la dosis correcta
puede y debe ser nada más que esa cantidad de la indicada cualidad (o remedio)
que es igual a la cantidad de fuerza de la causa de la enfermedad y cualitativamente
va contra su curso y movimientos. Poseemos así, en la misma dosis, o cantidad dé
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POSOLOGÍA HOMEOPÁTICA
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El.. GENIO DE LA 1-10Mg0PA1'iA
curarán todas las formas de enfermedad en todas las personas. Todas las potencias
son necesarias para la curación de la enfermedad, y cualquier potencia puede ser
necesaria en Un caso dado.
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LA POTENCIACION Y LA DOSIS
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El. GENIO DE LA HOMEOPATÍA
Mediante este proceso, los más virulentos y mortales venenos, incluso los
venenos de serpientes, no sólo se hacen inofensivos, sino que se transforman en
benéficos remedios curativos. Sustancias que son medicinalmente inertes en su
estado natural crudo, tales como los minerales, el carbón, o el lycopodium, se
hacen así activas y eficaces para curar al enfermo. Otras drogas, más o menos
activas en su estado natural, ven exaltadas sus cualidades medicinales y su esfera
de acción ampliada al ser sometidas a este proceso.
La enumeración aritmética de las partículas o proporciones en que la
potenciación se supone que divide una cantidad dada de la droga es insuficiente y
engañosa. Los hechos tienden a mostrar que el resultado del proceso no es sólo una
división de la materia en partículas, sino una serie de diferenciaciones y progresiones
mediante las cuales tiene lugar 1111(1 sucesiva reproducción o propagación de las
propiedades medicinales de la droga. Los poderes y cualidades de la droga son
progresivamente transferidos al medio diluyente. Reconociendo este hecho, Garth
Wilkinson propuso llamarlas «transmisiones».
Fincke explicó la acción y eficacia de las dosis infinitesimales aplicando la
«ley de la cantidad mínima», descubierta por Maupertuis, el gran matemático fran-
cés, y aceptada en ciencia como un principio fundamental del universo. Este prin-
cipio es formulado así: «la cantidad de acción necesaria para efectuar cualquier
cambio en la naturaleza es la menor posible». .
«De acuerdo con este principio general», dice el Dr. Fincke, «el momento
decisivo es siempre un mínimo, un infinitesimal». Y para nuestra terapéutica se
percibirá que la menor posible es siempre la potencia más alta suficiente para
producir reacción y efectuar la curación, siempre que la selección del remedio sea
homeopáticamente correcta. «La ley de la acción mínima (Maxima Minimis) pa-
rece ser un complemento esencial y necesario de la ley de los semejantes (Sandia
Similibus) y estar coordinada con ella».
«De acuerdo con este principio, las propiedades curativas y la acción del
remedio homeopático están determinadas por su preparación y aplicación; en otras
palabras, la cualidad de la acción de un remedio homeopático está determinada
por su cantidad. Consecuentemente, la ley de la acción mínima debe ser recono-
cida como el principio posológico de la homeopatía».
La potenciación y la dosis mínima es un asunto sobre el que es extremada-
mente fácil formarse nociones apresuradas e incorrectas -ninguna cuestión en ho-
meopatía lo es más. Es una de las cuestiones sobre las que la mentalidad médica
ordinaria parece tener una peculiar inclinación natural a formarse opiniones sin el
debido conocimiento y examen -en una palabra, prejuicios. Se puede decir, no
obstante, que cuando la filosofía de la homeopatía se ha comprendido, y su método
de seleccionar el remedio curativo se ha dominado, la decisión en cuanto a la dosis
puede dejarse con seguridad a juicio individual, basado en la observación y la
experiencia. La gama completa de potencias está y debería estar abierta a cada
persona. El principiante no tiene por qué temer más a una potencia treinta que a
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I.A II)ITNciAcióN Y LA 1)0515
una tercera, cuando ha decidido el remedio similar; pues puede estar seguro de
esto: ninguna curará si ito está indicado. Nadie puede disimular su deficiencia.,
como correcto prescriptor aumentando el tamaño o - la frecuencia de las dosis.
La idea • de la potenciación;o dinamización, como a veces se le llama, no
surgió, como Minerva, «completamente armada y desarrollada, del cerebro de su
padre»; ni la idea fue, como Minerva, «inmediatamente admitida a la asamblea de
los dioses». Tuvo un crecimiento gradual, un desarrollo. En algunos otros aspectos,
la idea, sin embargo, fue como Minerva. «El poder de Minerva,» nos dijeron, «fue
grande en el cielo; podía arrojar los truenos de Júpiter, prolongar la vida de los
hombres, conceder el don de la profecía y era la única de todas las divinidades
cuya autoridad e importancia eran iguales á las de Júpiter».
Las mentes más grandes y penetrantes de la homeopatía, las mentes que han
poseído una visión en el más alto grado, han reconocido siempre la importancia
vital y la relación fundamental de la doctrina de la pótenciación con la homeopatía.
Es al mismo tiempo la parte más vital y't la más vulnerable, ercoraz6n 'mismo de
la homeopatía.
Para citar sólo uno de los muchos autores, el 'Prof. Samuel A. Jones de Ann
Arbor, hace tanto corno en 1872, cuando era editor del American Homoeopathic
Observer, escribió estas proféticas palabras, que se han cumplido literalmente desde
entonces: «Guardemos nuestra herencia homeopática lo más celosamente. Los
ensayos sobre la persona sana, el simillimun como remedio, el remedio único, la
dosis reducida, pueden sernos y nos serán escamoteados uno por uno y bautizados
con nuevos nombres para ocultar el robó. ¿Qué será de la homeopatía?. Vivirá a
pesar de ellos, en la posología de Hahnemann. Precisamente los infinitesimales,
que muchos están tan dispuestos a desechar, es todo lo que salvaremos.»
Esto es sólo el reconocimiento de que, en sus aspectos más elevados, la
doctrina y el hecho de la potenciación es uno de esos «misterios de fe» que han
sido siempre la fuerza, y al • mismo tiempo la debilidad, de cada gran iglesia o
escuela de pensamiento; la fuerza porque en sus más altos y amplios logros ejercen
los más altos poderes de la mente humana; la debilidad porque son los más expues-
tos a la malinterpretación y perversión.
Podemos contar con que siempre nuestros enemigos descubrirán y atacarán
la parte más vital y débil de nuestras defensas. La prueba de esta afirmación está
en el hecho de que la doctrina de la potenciación y la dosis, infinitesimal han sido
siempre el punto central de ataque a la homeopatía por parte de sus enemigos.
La homeopatía no fue creada por el descubrimiento de la ley de los seme-
jantes. Mucho antes de Hahnemann, desde Hipócrates, hubo vislumbres de la ley,
y algunos trataron de hacer uso de ella terapéuticamente; pero todos fracasaren a
causa de su incapacidad para graduar y adaptar apropiadamente la dosis. El prin-
cipio del similia no fue de ninguna utilidad práctica hasta que el principio relacio-
nado de la potenciación y la dosis mínima fue descubietio. Y no lo fue hasta que
a Hahnemann, anticipándose en cien años a las modernas concepciones de materia
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su grado de dilución, de modo que pudiera repetir o repasar sus pasos, inventó o
adoptó la escala centesimal de medición. inmediatamente tuvo ya en su mano los
medios de resolver el problema en el que tantos otros antes que él habían fraca-
sado.
Había ideado un procedimiento, extremadamente sencillo, por el cual, con
Sólo un mortero y pistilo, una serie de pequeños frascos de vidrio y una pequeña
cantidad de azúcar de leche, o de agua pura o alcohol, podía no sólo modificar las
sustancias tóxicas haciéndolas inofensivas, sin destruir sus poderes curativos, sino
desarrollar y medir la energía medicinal latente inherente a las sustancias inertes
hasta el punto deseado.
Sustancias que eran completamente inertes (fisiológica o patogenéticamente)
en su estado natural, tales como los minerales, el carbón y el lycopodium eran, por
el nuevo proceso inventado de trituración, solución y posterior potenciación líqui-
da, desarrolladas hasta convertirse en medicamentos de notable poder.
La homeopatía, como arte práctico, se hizo así posible y Hahnemann sobre-
pasó a Hipócrates, a Galeno y a todos los demás competidores, dejándolos muy
atrás.
Y todo esto se produjo por la invención de tina simple escala matemática de
medidas. Esto es tan simple que sólo muy pocos, incluso todavía, comienzan a
captar su tremendo significado. Uno de los mayores físicos que hayan existido,
después de reflexionar sobre esto, dijo que la teoría de la potenciación de Hahnemann
podría finalmente llevar a una concepción completamente nueva de la constitución
de la materia. Y así ha sido. «El átomo duro, macizo, material» de Newton, e
incluso el átomo de los físicos posteriores, no es más que una última concepción.
Esto ha dado lugar al corpúsculo eléctrico inmaterial, o electrón, infinitamente más
pequeño y más activo que el átomo.
Históricamente, la potenciación homeopática es un desarrollo de procedi-
mientos farmacéuticos muy antiguos y comunes. H mortero y el pistilo son tan
antiguos como la medicina. Las sustancias minerales e inorgánicas son comúnmen-
te preparadas para uso terapéutico mediante métodos no sólo estrechamente aná-
logos, en su primera etapa, al método homeopático, sino que tienen su origen en
la misma necesidad fundamental: a saber; la necesidad de hacer tales sustancias
solubles, capaces de ser fijadas por los absorbentes y captadas por los nervios
sensitivos del organismo vivo. Metales como el mercurio, el plomo y el hierro son
completamente inertes medicinalmente, hasta que han sido sometidos a cierto pro-
ceso, físico o químico, por el que su masa se rompe y se vuelven solubles, y su
energía medicinal latente de este modo liberada. No importa qué nombre demos a
tal proceso, es esencialmente una potenciación; y la potenciación homeopática es
ni más ni MOHOS que un proceso fisico por el cual la energía dinámica, latente en
las sustancias crudas, es liberada, desarrollada y modificada para ser utilizadas
mito medicamentos.
Hahnemann, reconociendo que la acción terapéutica de una droga es la di-
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nes definidas; una manipulación bajo condiciones que están enteramente bajo con-
trol y tan simples que un niño podría llevarlas a cabo.
3. El producto resultante es estable, o puede hacerse así fácilmente; de hecho
es casi indestructible; y la experiencia de un siglo, en su uso según los métodos y
principios homeopáticos, ha probado ser eficaz y fiable en el tratamiento de todas
las formas de enfermedad susceptibles de medicación.
4. El proceso es prácticamente ilimitado. La potenciación del medicamento
mediante este método puede ser llevada a cualquier punto deseado o requerido.
Discutir sobre una cuestión que puede ser establecida inmediatamente me-
diante la prueba efectiva de la experiencia es una pérdida de tiempo y energía, pues
nada se gana con ello y al final debemos recurrir a la comprobación por la expe-
riencia. Repasar las teorías, especulaciones, cómputos matemáticos, ilustraciones
de analogías y comparaciones con procesos similares, usados en artes y ciencias
afines, presentados por autores y querellantes, discutiendo los pros y los contras de
la teoría de la potenciación desde que fue propuesta por Hahnemann, podría ser
interesante para algunos, pero probablemente nadie que se haya permitido estar
prejuiciado contra las altas potencias homeopáticas se convencería por todos los
argumentos expresados.
Pero cuando un investigador sincero ve a un experto examinar y prescribir
en un caso, bajo los métodos y principios enseñados en el Organon y presencia los
efectos terapéuticos de las diferentes potencias, ha visto una demostración que
puede repetir por sí mismo, hasta que se convence de que Hahnemann estaba en
lo cierto cuando decía: (Párr. 279) «La experiencia prueba que la dosis de un
remedio homeopáticamente seleccionado no puede ser reducida tanto como para
ser inferior en fuerza a la enfermedad natural, y perder su poder de extinguir y
curar al menos una parte de la misma, siempre que la dosis, inmediatamente des-
pués de ser tomada, sea capaz de causar una ligera intensificación de los síntomas
de lo enfermedad natural similar.»
Los resultados del uso de medicamentos potenciados han llevado a compe-
tentes estudiosos de los principios y concienzudos practicantes de los, métodos de
la homeopatía, a subir gradualmente en la escala de potencias, hasta que muchos
han llegado a usar con mayor frecuencia las potencias más altas. Esto es porque
han visto que actúan más suavemente, más profundamente, más rápidamente y más
a fondo que la droga cruda o las bajas diluciones, en la gran mayoría de los casos;
y porque es imposible curar ciertas formas de enfermedad sin ellas.
Ya hemos visto cómo la idea de la potenciación se hizo práctica por la
invención de lo que esencialmente fue una nueva aplicación mecánica, la escala
centesimal de medición, exactamente igual que la realización mecánica de los
procesos matemáticos de adición, sustracción, multiplicación y división se hicieron
posibles mediante el invento de la regla de cálculo.
Desgraciadamente, cuando este descubrimiento fue anunciado por primera
vez, la atención se focalizó inmediatamente sobre la cuestión de la cantidad, más
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LA PDIENCIACIDN Y LA DOSIS INFINITESIMAL
que sobre la cualidad, la proporcionalidad y las leyes de relación, bajo las que
actúan los medicamentos homeopáticos. Los objetores enseguida comenzaron a
hacer cálculos aritméticos de la cantidad de droga original que se encontraba en las
distintas potencias, y a asombrarse por el tamaño de los denominadores de las
fracciones vulgares que se suponía que expresaban esa cantidad. Para expresar
aritméticamente la fracción de la gota original de «tintura madre» contenida en una
gota de la trigésima potencia centesimal, se necesitaba un numerador de uno, sobre
un denominador de uno con ¡sesenta ceros detrás!
Que una cantidad tan infinitesimal de medicamento pudiera tener algún efec-
to era para algunos impensable. Así, meramente a causa de una aparente improba-
bilidad, basada en un razonamiento a priori, sin experimentación, surgió la oposi-
ción a la nueva doctrina.
Nunca se le ocurrió a tales mentes estudiar las leyes de relación, ni cercio-
rarse experimentalmente si tal potencia realmente actuaba cuando se daban relacio-
nes apropiadas con el organismo vivo. Rehusaron someterlo a la prueba efectiva de
la experiencia. Para una mente científica tal objeción no es digna de consideración.
La objeción de «improbabilidad» en materia de hechos es siempre pueril. Sobre
tales fundamentos cada invento notable del último siglo hubiera sido rechazado.
¿Qué más improbable que la afirmación de que un hombre, sentado en su oficina,
pudiera conversar audiblemente con su amigo a tres mil millas a través del conti-
nente? Pero ahí está el teléfono sobre su escritorio para demostrarlo.
La eficacia de las potencias homeopáticas no ha de ser determinada por
cálculo, sino por prueba efectiva sobre el organismo vivo. Si uno desea convencer-
se de que hay poder en la trigésima potencia de Arsénico, que ponga diez gotas de
ella en medio litro de agua y comience a tomar dosis de una cucharada cada tres
horas. Una prueba convincente de su poder se experimentará dentro de tres días.
Para la mente del matemático, el astrónomo, o el físico moderno, acostum-
brados a pensar en términos de lo infinitesimal, tales cantidades no presentan
dificultades, pero para la mente acientífica, con su tosca concepción de la consti-
tución de la materia, son impensables e increíbles. No se les ocurrió a los objetores
mirar la cuestión desde el punto de vista de /as leyes de relación bajo las que
actúan tales poderes y cantidades, ni sus prejuicios les hubieran permitido someter
la cuestión a la simple comprobación del experimento práctico, por el que podría
haber sido establecido entonces. La homeopatía, por lo tanto, casi desde el princi-
pio, encontró dificultado su progreso por un prejuicio meramente basado en una
aparente improbabilidad.
El descubrimiento del análisis espectral, que revela la presencia de la droga
hasta la doceava potencia centesimal, concede a las cantidades infinitamente pe-
queñas una significación aún no plenamente reconocida en su referencia a la ho-
meopatía; pero incluso éste, mientras ha confirmado el hecho de la presencia de la
droga, no explicaría la re/ación de sustancias imponderables con el organismo
vivo.
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LA POTENCIACIÓN Y EA 1)0515 INFINITESIMAL
tierra que toca, pero es necesario, para su funcionamiento y existencia, que este
mínimo esté presente en el sitio mismo.»
Incluso el suelo mismo sólo puede recibir y producir sus componentes quí-
micos en forma de solución. Como Liebig dice, «Si el agua de lluvia, que contiene
amoníaco, potasa, ácido fosfórico, ácido silícico, en estado de solución, entra en
contacto con el suelo, esas sustancias abandonan la solución casi inmediatamente;
el suelo se las apropia del agua. Si el suelo no poseyera esa propiedad, esas tres
principales sustancias nutritivas no podrían ser retenidas por la tierra.»
De este modo Liebig, el gran adversario de la homeopatía, involuntariamente
da testimonio de la verdad de la doctrina que excitaba especialmente su ira. Tes-
timonios similares abundan en todas las parcelas de la Ciencia hasta el día de hoy
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EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA
de sustancias inorgánicas, sin embargo, para ser asimilables por el organismo vivo,
y se vuelven así por una especie de potenciación natural. Podemos hacernos una
idea de la importancia relativa de esos grados de potenciación para el organismo
vivo recordando que un hombre puede vivir cuarenta días sin alimento, de cinco
a diez días sin agua, pero no puede vivir diez minutos sin aire.
Entre cada uno de los cuatro reinos de la naturaleza, mineral, vegetal, animal
y espiritual, hay un abismo a atravesar; así que el organismo representativo de cada
reino consiste en lo que podríamos llamar la maquinaria necesaria para transformar
el material del reino inmediato inferior en lo semejante a su propia sustancia.
En todas estas transmisiones, transformaciones y progresiones es discernible
la operación del principio del similia. También vemos la operación de la ley de
potenciación, pues cada paso o grado de avance de una forma o estado de existen-
cia más bajo a otro más alto es, en realidad, una potenciación -un desarrollo de los
poderes y cualidades inherentes de los elementos. Bajo el poder transformador de
la vida en la hoja de hierba, la molécula inerte de sílice es elevada del reino
inorgánico al orgánico, y ella misma se convierte en materia viva. Las fuerzas que
estaban latentes en lo inorgánico se hacen activas y radiantes en lo orgánico. La
gravitación, la cohesión y la afinidad química, que mantienen la sílice en su poder,
se someten a la química de la vida. Igual ocurre cuando la suculenta hoja de hierba
es comida, digerida y asimilada por la oveja o el buey, o cuando el nutritivo grano,
o vegetal o fruta es asimilado por el hombre. El proceso de transformación de lo
más bajo a lo más alto es siempre esencialmente una potenciación, regulada por el
similia y mediada por lo infinitesimal. De este modo, lo que nosotros llamamos
materia «muerta» o inanimada, por potenciación se convierte en materia viva; pues
cada partícula de sustancia inorgánica' asimilada por el organismo vivo ya no está
muerta, sino viva y sujeta a las leyes de la vida.
De un modo similar, las sustancias que en su estado natural son inasimilables
por el organismo vivo, como los minerales o las sustancias tóxicas o destructivas
son, mediante la potenciación mecánica homeopática, convertidas en un caso en
solubles, homogéneas y asimilables, y en el otro caso, no sólo en inocuas, sino
efectivamente benéficas para el fin de la curación, cuando se prescriben
homeopáticamente. Vienen a ser para el organismo enfermo lo que el alimento es
para el organismo sano; esto es, reconstructivas, en cuanto satisfacen una necesidad
orgánica, restablecen el orden y la armonía en las funciones desordenadas y per-
miten una reanudación del funcionamiento normal.
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LA POTENCIACIÓN Y LA DOSIS INFINITESIMAL
cibidas con incredulidad y ridiculizadas. Tal modo de proceder era contrario a las
costumbres y creencias predominantes. Era inútil puntualizar que las curaciones así
efectuadas lo eran por remedios únicos, en lugar de las mezclas de uso común; que
el remedio para cada caso era seleccionado bajo la guía de un nuevo principio en
medicina; y que los remedios eran preparados por un nuevo procedimiento, por el
cual sus poderes curativos eran condicionalmente muy aumentados. El llamamiento
de Hahnemann a la profesión médica a comprobar el nuevo método y publicar los
resultados al mundo encontró una activa oposición. Le fue prohibido practicar y
fue expulsado de su hogar por una persecución implacable. La oposición comen-
zada en ese tiempo no cesó nunca, y la doctrina y práctica tuvieron que hacer su
camino contra obstáculos que hubieran sido insuperables para hombres que no
hubieran estado firmemente convencidos de que estaban defendiendo una gran y
preciosa verdad.
El uso de la dosis infinitesimal en homeopatía fue resultado de la experien-
cia, pero como doctrina, tiene su fundamento en la verdad encarnada en las teorías
científicas modernas de la conservación de la energía y la indestructibilidad de la
materia.
En la doctrina de la conservación de la energía, la física enseña que la suma
total de la energía del universo ni disminuye ni aumenta, aunque puede asumir
diferentes formas sucesivamente. La física, en la ley de la conservación de la
materia, enseña que la materia, como tal, es indestructible y que la cantidad total
de ésta en el universo sigue siendo la misma, independientemente de las innume-
rables transformaciones y permutaciones que constantemente tienen lugar en sus
elementos componentes.
Matemáticamente, no puede asignarse ningún límite a la divisibilidad de la
materia. Es imposible alcanzar una división tan fina como para ser incapaz de
posterior subdivisión. La parte más pequeña concebible contendrá siempre algo de
la sustancia original y, consiguientemente, algo de sus poderes y cualidades. No
puede ser posible que se convierta en nada.
La experiencia práctica con las altas potencias homeopáticas en el tratamien-
to del enfermo confirma estos postulados fundamentales de la ciencia. Las más
altas potencias preparadas por el procedimiento hahnemanniano de dilución, o por
cualquier modificación de ese procedimiento, se han mostrado capaces de producir
una reacción curativa en el enfermo, cuando el remedio era homeopático al caso.
Hahnemann enseñó, hace más de un siglo, que «el efecto de una dosis
homeopática es aumentado, incrementando la cantidad de líquido en el que el
medicamento está disuelto previamente a su administración». Un reciente estudio
científico de disoluciones, al desarrollar en el laboratorio la teoría de la disociación
molecular, ha verificado la observación, y confirmado y ampliado la teoría de
Hahnemann.
Según la más reciente teoría de la disociación molecular, una sustancia química
cuando se disuelve se disocia en partes más pequeñas que los átomos de los cuales
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El. GENIO DE I,A HOMEOPATÍA
estaba compuesta. Esas partículas son llamadas iones. Se ha demostrado que mien-
tras más diluida está la solución, mayor es el mímero de iones y menor el de
átomos. La completa ionización v la disociación absoluta sólo son posibles en
dilución infinita.
Las siguientes afirmaciones fueron hechas para el autor por J.D. Burby,
químico del Electrical Testing Laboratories de Nueva York.
«La teoría de la disociación electrolítica o, simplemente, la teoría de la
ionización, fue propuesta en su forma completa por Arrhenius para explicar irre-
gularidades en el comportamiento osmótico de ciertas sustancias, principalmente
ácidos, bases y sales inorgánicos. La teoría brevemente es esta:
«Todas las sustancias que pertenecen a la clase de las que disueltas en agua
conducen la electricidad son, disueltas en un disolvente disociador, disociadas en
iones». Tales sustancias son llamadas electrolítos. Debe tenerse en cuenta particu-
larmente que el paso de una corriente eléctrica a través de tal solución no es la
causa de la disociación, sino al contrario, la disociación tiene lugar cuando la
sustancia entra en disolución, y es a causa de que la solución contiene iones por
lo que conducirá la electricidad.
Considerando el lado cuantitativo de la teoría, sólo es necesario decir que el
grado de disociación o ionización es una función de la dilución. Cuánto mayor es
la dilución mayor es el grado de ionización, hasta que a dilución infinita la ionización
es completa.
Además, la reactividad de los electrolítos en una solución diluída se mide
por el grado a que están ionizados. Cada sustancia tiene la propiedad de disociarse
hasta un punto determinado cuando la solución tiene una cierta concentración. Así
si- soluciones equimoleculares de ácidos clorhídrico, nítrico, sulfúrico y fluorhídrico
se comparan respecto a la velocidad de reacción con una segunda sustancia, se
encontrará que el orden en el que se situan a este respecto será una medida del
grado a que están ionizadas.
Podría parecer, según esto, que la velocidad de todas las reacciones entre
electrolítos es mayor mientras mayor es la dilución, y esto es así con ciertas
restricciones. Teóricamente, la reactividad relativa es la mayor a dilución infinita
porque entonces el grado de ionización es el mayor. Prácticamente, sin embargo,
hay un límite para esto, porque después que se ha alcanzado un cierto grado de
dilución, la reactividad efectiva se hace demasiado pequeña para hacer de momen-
to.
Se debería tener en cuenta además que la teoría de la ionización se aplica
particularmente a ácidos, bases y sales inorgánicos, y que la mayoría de los com-
puestos orgánicos están muy poco disociados, como nosotros entendemos la
disociación. También, otros disolventes, además del agua, actúan como disolventes
disociadores, y entre otros se pueden mencionar el amoníaco líquido, el dióxido de
azufre líquido, y ciertos disolventes orgánicos».
En química, una molécula se define como la parte más pequeña de una
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EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA
exterior lo que es necesario, no sólo para su propia existencia, sino también para
su cooperación con otras y para la autoconservación del organismo. Así, la sangre
asimila oxígeno del aire; el ojo, luz; el oído, sonido; la nariz, materia olfatoria; la
lengua, materia gustativa; el cerebro y los nervios, fósforo, etc.; la mente (o pen-
samiento) las operaciones de otras mentes por medio de los sentidos, y así suce-
sivamente; el organismo continuamente asimila del planeta y del universo mientras
dura. Por consiguiente el organismo entero es el producto de la asimilación de
materia, y su acción es el resultado de la potenciación de materia. Y lo mismo la
enfermedad. Y lo Mismo la salud. Y lo mismo toda la vida.»
«El hipotético éter es, posiblemente, materia desmenuzada infinitesimal,
formando, come si dijéramos, el reservorio de las altas potencias recpwridas para
la asimilación universal u homeosis, que continuamente está llevando adelante y
mediando en toda la vida en el mundo.»
Estas palabras fueron escritas en 1865 -hace mas de cincuenta años. ¿No
aumenta nuestro respeto y reconocimiento por nuestro Dr. Fincke como filósofo al
descubrir que Sir Oliver Lodge, el principal filósofo y científico de Gran Bretaña,
sustancialmente confirma sus opiniones en su trabajo «The ether oí space», publi-
cado en 1909?
Lodge dice: «Muchas veces se hace la pregunta, ¿es material el éter? Esto
es en gran parte una cuestión de palabras y de conveniencia. Indudablemente, el
éter pertenece al universo material o físico, pero no es materia ordinaria. Preferiría
decir que no es «materia» del todo. Puede ser la sustancia o el sustrato, o el
material de que está compuesta la materia, pero sería confuso e inconveniente no
ser capaz de distinguir entre materia por una parte y éter por otra. Si usted hace
un nudo en un trozo de cuerda, el nudo está compuesto de cuerda, pero la cuerda
no está compuesta de nudos. Si usted tiene un anillo o espiral de humo en el aire,
la espiral está hecha de aire, pero la atmósfera no es una espiral.
«La distinción esencial entre materia y éter es que la materia se mueve, en
el sentido de que tiene la propiedad de la locomoción y puede efectuar impacto y
bombardeo; mientras el éter es tenso y tiene la propiedad de ejercer tensión y
retroceso. Toda la energía potencial existe en el éter. Puede vibrar y puede rotar,
pero con respecto a la locomoción es estacionario -el cuerpo más estacionario que
conocernos; absolutamente estacionario, por así decir; nuestro patrón de reposo.
Todo lo que nosotros mismos podemos efectuar, en el universo material, es alterar
el movimiento y configuración de masas de materia. (...)
«Pero ahora viene la pregunta. ¿Cómo es posible que la materia esté formada
de éter? ¿Cómo es posible que un sólido esté hecho de un fluido? Un sólido posee
las propiedades de rigidez, impenetrabilidad, elasticidad y otras semejantes; ¿cómo
pueden ser imitadas por un fluido perfecto, como deber ser el éter?
La respuesta es que pueden ser imitadas por un fluido en movimiento; una
afirmación que podemos hacer con confianza, como resultado de una gran parte del
trabajo de Lord Kelvin.
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IA UN< IA IflIN INI . INI I LSIMAI
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EL POTENCIAL DROGAL
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Et. GENIO DE LA DOMEOPATIA
mina, por la diferencia de sus valores en los puntos vecinos, la intensidad y direc-
ción de la fuerza que actúa a través de la región. Su variación de un punto a otro
constituye o al menos mide fuerza, siendo la ley que un cuerpo material siempre
tiende a moverse en la dirección de potencial creciente y una carga eléctrica po-
sitiva en la de potencial decreciente. La función en el primer caso es llamada
potencial gravitatorio, y en el último potencial eléctrico, que se toma como de
signo algebraico opuesto.
El potencial eléctrico, que determina el flujo de electricidad, ha sido com-
parado a la ten/penalti-a, que de modo similar rige el flujo de calor. El potencial
debido a la atracción de la tierra de la misma manera determina nivel, que rige el
flujo de agua.»
A esto podemos quizás añadir ahora que el potencial drogal, debido a la
atracción del organismo vivo, determina, de manera similar, la dirección y tipo de
acción de la droga prescrita o tomada.
¿No hemos sugerido aquí, con esta contribución de una ciencia afín, un
Posible medio de medir el poder y la acción de las dosis infinitesimales de medi-
camento en el organismo vivo? En la experimentación fisiológica tenemos que
tratar con el organismo vivo, energetizado por un poder que ejerce una fuerza
análoga, si no idéntica, a la electricidad -pero que, en sus manifestaciones físicas,
está demostrablemente regida por las leyes del movimiento. Esta fuerza debería ser
medible por los métodos y patrones usados en física.
Hay una sugerencia para nuestros investigadores. Que dejen a un lado por
un tiempo sus infructuosos estudios de sueros, vacunas y microorganismos, y
dediquen su atención a la cuestión de la energía vital manifestada en los organismo
vivos. Que aprendan cómo medir las acciones y reacciones de ese poder, entidad
y principio fundamental llamado Vida, del mismo modo que el científico en elec-
tricidad mide la fuerza de la que se ocupa en su parcela.
La idea de un potencial droga!, análogo al potencial eléctrico y gravitatorio,
no ha sido nunca propuesta antes, al menos que yo sepa; pero me parece suscep-
tible de ser desarrollada matemáticamente por alguien competente. Es presentada
aquí meramente como una sugerencia, que puede llevar al descubrimiento de un
nuevo medio de medir la energía dinámica y el modo de acción de los medicamen-
tos homeopáticos potenciados.
Algo determina la intensidad y dirección de la fuerza de una droga que actúa
dentro de su esfera en el organismo vivo; y su variación de un punto a otro, o de
una condición o estado a otro, podría permitir medir matemáticamente su fuerza.
si tal medida fuera deseable con algún propósito.
¿Una droga cruda, en dosis masiva, no actúa bajo la misma ley que un
cuerpo material y tiende a moverse en la dirección de potencial creciente? ¿Y una
dosis infinitesimal no obedece a la ley que hace a una carga eléctrica positiva
tender a moverse en la dirección opuesta, hacia un potencial decreciente, y así
efectuar la curación de la enfermedad? Sabemos que la dirección de acción de la
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EL POTENCIAL DROGA!.
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EL GENIO DE LA HOMEOPATiA
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EL POTENCIAL DROGAL
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LA LOGICA DE LA HOMEOPATIA
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EL GENIO DE I.A HOMEOPATÍA
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I,A I .(X iICA 1)1.: I,A {10ME0PATÍA
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U. GENIO DE I .A HOMEOPATÍA
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LA LÓGICA DE LA HOMEOPATÍA
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tU (111N10 DE LA HOMEOPATÍA
«Al principio esas ideas son particulares, pero después la mente une aquellas
que son similares, o que concuerdan en algún aspecto, en clases. Esto se llama
generalización. Para expresar esto ya no decimos este o ese cuerpo, sino cuerpo;
,t1i chaqueta, camisa, pantalón, etc., sino ropa.»
Para comprobar sus aptitudes a este respecto, una vez di en una clase supe-
rior de estudiantes de medicina una lista de prendas y les pedí generalizarlas: sólo
oao, (.11 una clase de alrededor de treinta, fue capaz, sin pensar, de contestar co-
~atocine « ¡ropa!»
l'ara mostrar que todo razonamiento es, en última instancia, deductivo, True
iii ih,t las siguientes ilustraciones: «Yo infiero que el calor, en tal grado COMO para
provocar una subida del mercurio en el termómetro hasta el punto que marca cien
grados centígrados, siempre causará que el agua hierva; en otras palabras, se ha
probado por inducción que es una ley de la naturaleza el que cien grados centígra-
dos cause que el agua hierva.
«Entonces la conclusión no se ha sacado de numerosos ejemplos del hervor
del agua, sino con unos cuantos ejemplos combinados con el principio de que
causas semejantes producirán efectos semejantes; pues si este principio no fuera
'orto, cuarenta mil ejemplos del agua hirviendo no probarían que en otro caso
',corriera. Pero ahora yo se que causas semejantes producirán efectos semejantes y
por observación, que cien grados centígrados ha causado una vez o dos que el
agua hierva. Admitidas las premisas la conclusión es ineludible; y hacer esto es
simplemente afirmar algo de una clase, luego referir lo individual a esa clase, y
Iiivro afirmar lo mismo de lo individual.» «Entonces la primera premisa es el
owcipio general, que es intuitivamente cierto. La única cuestión está en la segun-
da premisa; es decir: si cien grados fue la causa del hervor en los ejemplos obser-
vados.»
«La proposición de que todo razonamiento es deductivo puede demostrarse
por un argumento similar, usando otro principio intuitivo: ningún suceso ocurre sin
una causa.
«Cada caso de inducción correcta se efectúa sobre la misma base y del
mismo modo. Es, por tanto, evidente que la inducción no es una excepción a la
regla de que la inferencia es siempre de los generales a los particulares, y no de
Inc particulares a los generales.
«El razonamiento por analogía procede del mismo modo; la diferencia está
Sólo en el carácter de la primera premisa, que es que causas similares probablemen-
te van a producir efectos similares, o que las cosas que concuerdan en ciertos
atributos o relaciones probablemente van a concordar en algunos otros atributos o
relaciones.»
Es evidente que, para razonar, la mente debe tener algunas ideas y juicios
generales que son concebidos intuitivamente, y no formados por mera adición o
generalización; pues nada se gana haciendo una clase de individuales o particula-
res, y luego sacando uno o más cada vez.
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LA LÓGICA DE LA HOMEOPATÍA
Algunos de los más tempranos son: Todo cuerpo está en el espacio. Ningún
suceso ocurre sin una causa. Causas materiales semejantes producen efectos seme-
jantes.
«Es competencia de la psicología explicar bajo qué circunstancias esas ideas
primarias son dadas por los sentidos, la conciencia y la razón; pero la lógica asume
su existencia como base indispensable de la inferencia, y su cometido apropiado es
explicar de qué manera inferimos un juicio de otro».
«El proceso de razonar, cuando es completo, resulta ser simplemente esto:
Se predica algo, esto es, se afirma o se niega de una clase; se afirma que un
individuo pertenece a esa clase, y luego, naturalmente lo mismo puede ser afirma-
do o negado de ese individuo.»
Cuando el estudiante percibe que el cimiento de la homeopatía es sólido
concreto, compuesto de la roca sacada de los duros hechos, unida por el cemento
de un gran principio natural, ha captado un importante aspecto de la cuestión. Pero
cuando levanta sus ojos a la superestructura y ve que está unida a los cimientos,
y ensamblada en todas sus partes por un armazón de lógica, ha tomado posesión
de la llave que no sólo le permite la entrada al edificio, sino que le abre la puerta
de cada habitación dentro de él.
Jevons dice acertadamente: «Es verdad que no podemos usar nuestros ojos
u oídos sin obtener algún tipo de conocimiento, y las bestias pueden hacer lo
mismo. Pero lo que da poder es el conocimiento más profundo llamado Ciencia.
La gente puede ver, oír, y sentir toda su vida sin enterarse realmente de la natu-
raleza de las cosas que ve. Pero la razón es el ojo de la mente y nos permite ver
por qué son las cosas, y cuándo y cómo los sucesos pueden hacerse ocurrir o no
ocurrir. El lógico se esfuerza por aprender exactamente qué es esta razón que hace
el poder de los hombres. Todos debemos razonar bien o mal, pero la lógica es la
ciencia de razonar y nos permite distinguir entre el buen razonamiento, que lleva
a la verdad, y el mal razonamiento, que cada día sumerge a la gente en el error y
el infortunio.»
De ahí el valor y la necesidad para el médico del estudio de la lógica
inductiva como una ciencia distinta.
El análisis del Organon de Hahnemann, así como de la historia de la homeo-
patía y la vida de su fundador, demuestran claramente que la homeopatía es un
producto de la lógica inductiva aplicada al objeto de la medicina. Esto es, de hecho,
el primero así como uno de los más brillantes ejemplos de la aplicación del método
inductivo a la solución de uno de los mayores problemas de la humanidad; a saber,
el tratamiento y curación de la enfermedad.
Su principio básico, la ley de los semejantes, oscuramente percibida e inten-
tada establecer de varias formas o referida como una posible ley terapéutica por
Hipócrates, Nicandro, Xenócrates, de las escuelas griegas; Varrón, Quinto Sereno,
Celso y Galeno, de las escuelas romanas; Basilio Valentin, un monje benedictino
de Erfurt, 1410; Paracelso, en el siglo dieciséis y otros, fue concebida por Hahnemann
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EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA
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I .A l.Ú(ICA DE IA HOMEOPATÍA
todos adecuadamente conducidos bajo las reglas y por los métodos de la lógica
aplicada.
Como se aplican en el examen de un paciente, los principios de la lógica
inductiva llevan al examinador primero a recoger todos los hechos de un caso y a
completar cada síntoma mediante un cuidadoso interrogatorio de su origen, su
causa o causas excitantes y ocasionantes; su historia y duración; sus relaciones con
otros síntomas; y sus modalidades o circunstancias y condiciones modificantes.
La lógica pues, mediante el proceso de análisis, síntesis, comparación y
generalización, hace posible determinar el valor e importancia relativos, desde el,
punto de vista del prescriptor, de cada síntoma. Así suministra los medios para
descubrir «los síntomas característicos», que son de tanta importancia en el estudio
del caso.
«Síntomas característicos»
Los síntomas característicos son síntomas generales, o generalizaciones,
inferidas o deducidas de síntomas particulares por el proceso lógico de generalizar.
Mediante la generalización sabemos lo que es cierto de muchas cosas dife-
rentes; aquello en que concuerdan o tienen en común.
Considerando los síntomas de Pulsatilla, por ejemplo, encontramos que con-
cuerdan en que todos empeoran en una habitación caliente o mejoran al aire libre.
«Agravación en una habitación caliente» por tanto es un «keynote», un «caracte-
rístico», o un «general» de Pulsatilla. Estos términos se usan para describir o
epitomizar esos .rasgos peculiares que caracterizan al paciente como individuo;
hechos que son ciertos del caso como un todo; o de numerosos síntomas particu-
lares del caso, considerados como grupo. En otras palabras, «característicos» son
los factores individualizantes de un caso o un remedio. Son los puntos que nos
permiten diferenciar entre casos y remedios parecidos. Después de deducir los
rasgos generales de un caso o remedio dado y agruparlos lógicamente, determinan-
do así su individualidad, estamos en condiciones de compararlo con otros remedios
o casos relacionados parecidos para su clasificación, la selección del remedio cu-
rativo, o cualquier otra finalidad.
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El. GENIO DE LA HOMEOPATIA
síntoma con síntoma. Pero en ese caso estaríamos trabajando sólo con particulares,
ninguno de los cuales, tomado aisladamente, revela la individualidad de la enfer-
medad o del remedio. (Hempel)
Cada enfermedad es el resultado de la acción sobre el organismo vivo, de
algún agente o influencia individual definido, específico, de fuera, y los fenómenos
de su acción como un todo toman característica generales individualizantes. Me-
diante ellos identificamos, denominamos y clasificamos las enfermedades así como
los medicamentos. Los nombres neumonía, difteria, sarampión, viruela, fiebre ti-
foidea, y muchos otros, representan formas patológicas que son, en sus rasgos
generales característicos, constantes en todas las edades y 'países. Deben su exis-
tencia a causas que son constantes, aunque los síntomas particulares y las condi-
ciones de sus manifestaciones pueden variar en casos individuales y en diferentes
períodos. No debemos perder de vista este hecho esencial: que los síntomas pato-
lógicos en 'enfermedades definidas, derivan su significado y valor relativo de su
conexión con una condición o estado patológico general definido, exactamente
igual que los síntomas patogenéticos derivan su significado y valor de una droga
individual definida, cuya acción sobre la sustancia vital ellos manifiestan y expre-
san.
Para reconocer esas formas patogenéticas y patológicas, por tanto, recurri-
mos a los procesos de la lógica inductiva; a saber, observación y recopilación de
hechos o fenómenos particulares, de cuya consideración llegamos a una concep-
ción de la naturaleza y carácter individual de los grupos por el proceso de gene-
ralización.
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I.A 1/1:, I,A 1101'1'1E01'Kit\
clasificación de los síntomas. Una prescripción sólo puede hacerse sobre aquellos
síntomas que tienen su contrapartida o similar en la materia médica.
Un síntoma quirúrgico o diagnóstico puede quizás elaborarse o interpretarse
en los términos de la materia médica, pero a menos que esto pueda hacerse no es
de ningún valor para el prescriptor. Es enteramente una cuestión de interpretación
y clasificación. Dados todos los hechos averiguables de un caso (la totalidad nu-
mérica), el representante de cada parcela de la medicina selecciona, define e
interpreta aquellos hechos que son útiles para él, de acuerdo con las demandas de
su propia parcela; ya sea que haya varios individuos actuando, o un individuo
actuando en varias competencias.
Individualización
El trabajo práctico del prescriptor al construir la totalidad o «caso» y selec-
cionar el remedio está regido en todo por el principio lógico de individualización.
Esto se aplica igualmente en los tres apartados de su trabajo.
I. El examen del paciente. Este debe ser conducido de forma tal como para
extraer todos los hechos del caso. Cada síntoma, en la medida de lo posible, debe
completarse en los tres elementos de localización, sensación y modalidad, o con-
diciones de existencia.
2. El examen de la historia sintomática del paciente, o el «estudio del caso».
Este debe hacerse de tal manera como para determinar qué síntomas representan
lo que es curable por medicación, bajo la ley de los similares; en otras palabras,
determinar, en cada caso particular, qué síntomas tienen una contrapartida en la
materia médica.
3. El examen de la materia médica, por medio de índices, repertorios, etc.,
con el fin de descubrir ese remedio que, en su sintomatología, sea más similar a
los síntomas del paciente individual, •en un momento particular.
Individualizar es conferir características particulares, distinguir. Seleccionar
o señalar como individual; destacar sus propiedades peculiares; particularizar; ca-
racterizar.
«Individualización» ha sido el estribillo del mensaje de cada gran maestro
desde Hahnemann. Pero con demasiada frecuencia han omitido o han fracasado al
exponer los principios sobre los que se basa el proceso de individualización. Han
presentado casos ilustrando su propio método personal de seleccionar el remedio
curativo, con el que han obtenido resultados maravillosos; pero no nos han MOs-
tracio completamente sus procesos mentales internos. Han formulado ciertas reglas,
pero pocas o ninguna de esas reglas son de aplicación general. Nosotros somos
como el hombre de Missouri, «queremos que se nos muestre». Queremos saber el
«por qué» así como el «cómo». Queremos principios así como reglas.
No era porque no quisieran, ni que no intentaran revelar el secreto de su gran
habilidad y capacidad como prescriptores. A algunos de sus estudiantes más próxi-
mos, por quienes tenían una especial simpatía, al menos parcialmente han conse-
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EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA
guido impartir su secreto. Es probable, sin embargo, que la mayoría de esos estu-
diantes recibieran más por absorción inconsciente o por intuición que por enseñan-
za verbal directa. Es dudoso que ellos mismos reconocieran e identificaran siempre
el proceso mental por el que realizaban su trabajo. Si lo hacían, han olvidado
niencionarlo.
La simple, incluso trivial como parece, omisión de mencionar una cosa o un
proceso, una vez conocido o usado, lleva a un casi interminable problema y con-
fusión. En sus repercusiones es a veces trágico. «Un nombre», dice curiosamente
Hobbes, «es una palabra tomada a placer para servir como una pequeña marca que
puede hacer surgir en nuestra propia mente un pensamiento semejante a algún
pensamiento que tuvimos antes y, que siendo pronunciada a los demás, puede ser
para ellos un signo de qué pensamiento el que habla tuvo antes en su mente». Los
nombres entonces son artificios para economizar lenguaje. Pero ésta no es su única
función. Mediante ellos somos capaces de afirmar proposiciones generales; de
afirmar o negar algún predicado de un número indefinido de cosas a la vez. (Mill)
Si nos hubieran dicho nuestros profesores de materia médica y terapéutica,
simplemente, que estaban usando la facultad lógica en su trabajo; la facultad por
la que razonamos sobre hechos y proposiciones; y que los principios que los
guiaban eran los de la lógica aplicada, nos hubieran dirigido entonces a la ciencia
que, por encima de todas las demás, tiende a elucidar los problemas que nos
encontramos a cada paso en nuestra carrera médica y nos hubieran evitado tantear
mucho en la oscuridad.
Para realizar acertadamente los diferentes procesos que configuran el trabajo
del prescriptor homeópata, debe usar su razón de una manera científica, es decir,
lógicamente; pues la lógica es la ciencia de razonar.
Estas cosas parecen perogrulladas hasta. que observamos el trabajo del
prescriptor ordinario y descubrimos que en lugar de hacer esto, está meramente
utilizando su memoria de unos cuantos hechos y unas cuantas reglas inadecuadas
o erróneas que ha escogido. Esto es empirismo, no ciencia. En un arte que tiene
que ver con la salvación de la vida humana, esto es un crimen.
La ciencia es la aplicación de los principios al arte y a la vida. Los principios
son deducidos de los hechos mediante el ejercicio de la razón. El razonamiento se
conduce con arreglo a leyes fijas, las cuales es tarea nuestra aprender y aplicar.
Aprender cómo razonar científicamente sobre los hechos de su parcela es tan
esencial para el médico homeópata como lo es para cualquier otro científico.
Los grandes artistas médicos, hombres corno Hahnemann, Boenninghausen,
Hering, Lippe, Dunham, Wells, Guernsey, Fincke, tenían mentes lógicas, y utiliza-
ban los métodos y procesos de la lógica aplicada, quizás sin darse cuenta de que
lo estaban haciendo. Fueron grandes por sus dotes naturales como por sus logros.
El valor especial de su trabajo para nosotros, en conexión con esto, estriba no en
el gran número de característicos e indicaciones particulares para el tratamiento
que ellos descubrieron y publicaron; ni en sus valiosos manuales y repertorios; sino
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LA LÓGICA DE LA HOMEOPATIA
El arte de generalizar
El análisis, la comparación, la clasificación y la generalización son los pro-
cesos lógicos mediante los cuales el artista homeópata logra su propósito, que es
la individualización del caso y la selección del remedio similar para el mismo.
De esos procesos, la generalización, siendo la síntesis o suma de los resul-
tados del trabajo precedente, es tal vez el más importante. Ciertamente es el menos
comprendido y el más descuidado en la práctica ordinaria, y no obstante sin él es
imposible hacer un buen trabajo.
Lo mayor incluye lo menor. Los generales son más importantes que los
particulares al construir un caso y como base para prescribir. Los generales, que
incluyen y derivan de los particulares, constituyen la única base fiable de una
prescripción curativa. La generalización, por lo tanto, es una de las más importan-
tes funciones realizadas por el prescriptor homeópata al seleccionar el medicamen-
to curativo.
Mill, en su Tratado sobre lógica, dice: «Una verdad general no es sino un
agregado de verdades particulares; una expresión comprehensiva por la cual un
número indefinido de hechos individuales son afirmados o negados a la vez.» Una
generalización es el proceso de obtener un concepto, regla o ley general de una
consideración de hechos o fenómenos particulares. Una generalización no es posi-
ble hasta que la mente ha captado y asimilado todos los particulares que entran en
su formación. Entonces toman forma e individualidad y son vistos como un todo.
La mente reconoce y quizás nombra la identidad, o describe sus características en
una frase comprehensiva. Los detalles entran en generalizaciones menores, y las
generalizaciones menores en una mayor, hasta que el concepto todo inclusivo o
principio se ve y se formula. Tal es &milla Similibus Curantur, una de las gene-
ralizaciones de mayor alcance hechas por la mente del hombre. Su ámbito nadie
lo ha abarcado aún. Tenemos una clara comprensión de su aplicación a la curación
del enfermo por el uso de medicamentos, pero de su aplicación en el dominio de
la ética, por ejemplo, con el que obviamente está relacionado, sólo hemos comen-
zado a tener un indicio.
El valor de una generalización depende primarkunente de los datos de los
que está sacada. Hemos visto que estos deben ser precisos y completos. Constan-
temente se está cometiendo el error de intentar generalizar a partir de datos insu-
ficientes, incorrectos o apresuradamente recogidos. Esto es tan cierto del médico
homeópata que irrumpe en la habitación del enfermo, hace unas cuantas preguntas
apresuradas, mira la gráfica de la enfermera y hace una «prescripción instantánea»,
como lo es del patólogo que salta a la conclusión de que los microbios son la causa
última de la enfermedad porque no ha conseguido ver con su microscopio lo que
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EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA
Síntomas generales
El paciente a veces generaliza correctanzente partes de su propio caso. Esto
puede hacerlo de manera totalmente inconsciente, como cuando refiere ciertos
síntomas o condiciones de síntomas para su conciencia interior diciendo, «me
siento» así y de esta manera, «estoy peor en tiempo lluvioso»; «estoy triste, o
deprimido, o fácilmente encolerizado», según pueda ser el caso.
Casi todos los síntomas mentales son generales, porque los estados mentales
sólo pueden ser expresados en términos generales.
Psicológicamente una emoción o una pasión tal como cólera, pena o celos,
es un estado de conciencia complejo en el cual una o más formas de sensibilidad
excitada se expanden, se hacen sensuales y se refuerzan por mezcla de diferentes
sensaciones periféricas u orgánicas, que han surgido por algún sentimiento prima-
rio. El proceso por el que nos hacemos conscientes de la emoción concreta resul-
tante y le damos un nombre, es esencialmente una generalización, efectuada
subconscientemente. Por esta razón, los síntomas mentales, cuando aparecen en el
registro de un caso, son siempre del rango más alto como material para la gene-
ralización final y para completar la totalidad sobre la que se basa la prescripción.
Las cosas más íntimas e interiores; las cosas que se encuentran más cerca del
corazón del hombre; las cosas que tocan y expresan los centros de la vida, están
entre los generales.
Expresiones u observaciones que reflejan el estado mental del hombre, sus
humores, sus pasiones, sus miedos, sus deseos y aversiones, son todos generales,
porque expresan al hombre mismo y no meramente una parte u órgano. «La mente
es el hombre».
Síntomas que expresan las acciones subconscientes o involuntarias de la
mente, tales como la forma de dormir, posiciones peculiares o inusuales adoptadas
durante el sueño o la enfermedad, el carácter de los sueños o del delirio, son
generales.
«Las modalidades, o condiciones de agravación y mejoría, aplicadas al caso
como un todo, o al paciente mismo, son generales de alto rango.» (Kent)
Los síntomas particulares, o aquellos que expresan el sufrimiento de alguna
parte, órgano o función del cuerpo tienen una doble utilidad. Son los datos de los
que se sacan los síntomas generales; y son a veces los factores diferenciales entre
dos o más remedios obtenidos por exclusión en la comparación de los síntomas
generales.
«Los particulares que están incluidos en generales, pueden ser dejados de
lado. Nada en los particulares puede contradecir o contraindicar los generales fuer-
temente marcados, aunque pueda parecerlo. «Agravación por el calor» excluirá
Arsénico de cualquier caso.» (Kent) (Excepto una cierta forma de cefalea, que es
aliviada por aplicaciones frías.)
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I A I úGI(A 1)11 I.A IIONIEOPATÍA
Graduación y agrupamiento
De la correcta generalización depende todo acertado trabajo como prescriptor
homeópata. La mera comparación mecánica de un síntoma particular con otro es
apenas mejor que la «prescripción patológica». El simillimun raramente se hallará
por uno de estos métodos. También podía un general esperar ganar una batalla
intentando dirigir cada soldado de su ejército contra cada soldado del ejército
enemigo. Debe graduar y agrupar a sus hombres en compañías, sus compañías en
regimientos, sus regimientos en brigadas y el conjunto en un gran ejército, y dirigir
sus movimientos como un todo. El soldado individual es la unidad de fuerza, pero
las unidades deben ser concentradas, graduadas e instruidas según principios cien-
tíficos hasta que actúen como un solo hombre. Esto da lo que los franceses
significativamente llaman «espíritu de cuerpo». El ejército de individuos entonces
llega a tener una individualidad como ejército, un espíritu y una finalidad que
impregna el conjunto. De manera parecida deben los síntomas de una experimen-
tación, o de un caso de enfermedad, ser graduados, agrupados y estudiados, hasta
que la individualidad del remedio o del caso aparezca precisa y clara ante la mente.
El estudio de la materia médica y el estudio de la enfermedad son conduci-
dos de una manera similar, pues son homólogos. La materia médica es un facsímil
de las enfermedades de la humanidad en todas sus fases y rasgos.
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EL GENIO DE LA HOME.OPATIA
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LA LÓGICA DE LA HOMEOPATÍA
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El. GENIO DE LA 110MEOPA1IA
La Ley de Causalidad
La ciencia de la lógica tiene una importante relación con la medicina en
cuanto a asignar las causas de la enfermedad, sobre lo que, en la medida de lo
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IA LÓGICA IA HOMEOPATIA
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EL GENIO DE LA HOMEOPATÍA
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GEN l() I .A I 101111i0PATJA
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EL DESARROLLO DE LA FILOSOFIA
HAHNEMANNIANA EN LA SEXTA EDICION
DEL «ORGANON»
Cuando se anunció que la tanto tiempo esperada Sexta Edición del «Organon»
de Hahnemann estaba al fin disponible y a punto de ser publicada, fue grande la
curiosidad por parte de sus actuales seguidores para ver qué cambios, adiciones o
desarrollos se habían incorporado en ella.
¿Qué cuestiones habían interesado y ocupado más la mente del viejo maestro
durante los últimos años de su larga vida? ¿Qué cuestiones había considerado él
como las más importantes y necesarias de posterior aclaración? ¿Había cambiado
su forma de pensar respecto a alguno de los principios fundamentales de su filo-
sofía? ¿Había formulado nuevas teorías? ¿Había cambiado su método de aplicar los
principios que había establecido en anteriores ediciones?
La especulación sobre esas preguntas era corriente. Hubo algunos, como el
que escribe, que creyó que se encontrarían algunos cambios en las reglas prácticas
y métodos, que habían resistido la prueba de más de un siglo de experiencia y
probado su permanente valor en la curación de innumerables casos de enfermedad.
Esperaban que los cambios consistirían en un posterior desarrollo y aclaración de
aquellas teorías y conceptos que constituían las últimas adiciones anteriores a sus
sistema -cuestiones abstrusas que no aparecían o eran sólo ligeramente tocadas en
las primeras ediciones; cuestiones, por ejemplo, como las de la vitalidad, el dina-
mismo y la potenciación, que eran las últimas desarrolladas e introducidas en el
«Organon».
Esta conjetura resultó ser correcta, y es bueno para el mundo médico que así
fuera. Nunca fue Mayor que ahora la necesidad de que a los médicos se le recor-
dara, como por una voz del mundo celestial, que hay algo más vital y más impor-
tante para ellos y para la humanidad sufriente que la materia y el materialismo; que
los gérmenes y los germicidas; que los sueros y vacunas; que la mecánica y los
mecanismos; que los procesos y productos patológicos.
Ese «algo» es un conocimiento y comprensión más completos de la natura-
leza espiritual de la vida o mente en el organismo; de la vida o mente como poder
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EL DESARROLLO DE LA FILOSOFÍA HAHNEMANNIANA EN LA SEXTA EDICIÓN DEL «ORGANON»
medicinal, y dar un impulso a los estudios biodinámicos, que han adquirido ímpetu
continuamente desde entonces.
Cuando Hahnemann, después de formular sus principales conceptos de Vida
o Mente en su relación con el organismo físico, comenzó a experimentar con la
acción de las drogas en sujetos sanos, observando los fenómenos tanto subjetivos
como objetivos, abrió un nuevo campo de investigación y puso los cimientos para
una verdadera ciencia y arte de la medicina y la psicología. A partir de ese momen-
to, y por primera vez, el hombre podría ser estudiado y tratado científicamente
como individuo, en todas sus acciones y reacciones personales y peculiares.
La filosofía de Hahnemann se basa e incluye no sólo las acciones y reaccio-
nes fisiológicas y patológicas del hombre corno organismo físico, sino como ser
espiritual y psíquico; para ello incluye y utiliza los fenómenos mentales, subjetivos
y funcionales como se desarrollan bajo la influencia de agentes higiopoyéticos y
patogenéticos. A este respecto la homeopatía difiere radicalmente y es infinitamen-
te superior a todos los demás sistemas terapéuticos; y esto es únicamente porque
reconoce la Vida o Mente como una entidad; como el poder o principio espiritual
primario que crea y sostiene al organismo físico y es la causa primaria de todas sus
acciones y reacciones. Su principio operativo es la ley universal de Acción Recí-
proca, de otro modo conocida corno ley de equilibrio, compensación, ritmo, pola-
ridad, vibración o acción y reacción, todas las cuales significan un principio operativo
igual en los terrenos físico, mental y espiritual. En su manifestación es esencial-
mente la Ley del Amor, pues es siempre benéfica, siempre creativa, siempre
armonizadora. De ahí, que el practicante consecuente de la homeopatía nunca use,
y no tenga necesidad de usar, ningún agente irritante, debilitante, depresor, infectante,
intoxicante o perjudicial de cualquier tipo en el tratamiento del enfermo, ni violar
la integridad del cuerpo introduciendo forzadamente agentes medicinales que no
sea por los orificios y vías naturales.
La homeopatía lleva a cabo sus fines y consigue sus propósitos mediante el
LISO de drogas únicas, simples y puras; refinadas y privadas de sus propiedades
perjudiciales e intensificado su poder curativo por procesos farmacodinámicos de
fraccionamiento, trituración, solución y dilución mecánicos según una escala; en
dosis mínimas o infinitesimales, administradas por boca; habiendo sido selecciona-
do el remedio por comparación de los síntomas del enfermo con los síntomas de
drogas producidos por pruebas en sujetos sanos; bajo el principio de síntoma-
semejanza, como se enuncia en las máximas, «Similía Similibus Curantur. - Simplex,
Simile, Minimum.»
Esto es la homeopatía en una nuez. Es una cáscara que algunos encuentran
difícil de romper, pero cuando se rompe se descubre que está repleta de dulce y
sana carne, sin gusanos dentro.
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EL GENIO DE LA 110MEOPATFA
o principio, ente espiritual que se manifiesta en y a través del organismo físico, del
cual es el arquitecto y constructor, así como el inquilino.
Cualquier cosa que tienda a arrojar luz sobre la conexión entre mente y
cuerpo; que amplíe o clarifique nuestras concepciones de qué es la Vida y cómo
construye su casa, o realiza sus funciones; que amplíe nuestro conocimiento de las
relaciones entre los distintos órganos y sistemas de órganos del cuerpo físico; que
tienda a mostrar cómo el organismo vivo actúa y reacciona bajo la influencia de
los agentes externos o internos -mentales, psíquicos o físicos-; es importante, e
importante en el más alto grado, porque la profesión médica en conjunto ha des-
cuidado e ignorado en gran parte estos aspectos de la cuestión y ha considerado al
hombre como un mero mecanismo movido únicamente por fuerzas físicas -y lo ha
tratado de acuerdo con ello. De esta concepción errónea surgen los más evidentes
errores, los más flagrantes abusos y los más trágicos resultados en el tratamiento
médico y quirúrgico hoy día.
Hahnemann, al final de su vida, con maravillosa visión y extraordinaria
presciencia, fijó su atención principalmente sobre los aspectos espirituales y diná-
micos de la medicina. De ahí que veamos que los cambios, adiciones y desarrollos
de la Sexta Edición del «Organon» tratan principalmente de esos temas. Los que
permanecieron más en su mente. A los que dedicó su más profundo y maduro
pensamiento. Evidentemente él consideró los resultados de su pensamiento lo su-
ficientemente importantes como para justificar una nueva y, como el la llamó «más
probablemente la última» edición de su inmortal obra maestra, «El Organon».
El dinamismo, la Fuerza Vital, la Potenciación y la Dosis Infinitesimal:
Alrededor de estos tres temas se han centrado las más acaloradas controversias y
las críticas más mordaces en la historia de la homeopatía; y estos son los temas
tratados de nuevo en la Sexta Edición del «Organon». Pues durante más de un siglo
se ha lidiado la batalla entre los «dinamistas» y los «materialistas» -los «dinarnistas»
siempre en minoría, pero invencibles. Sus cabezas «ensangrentadas pero no
doblegadas». Las «líneas» intactas. Sus trincheras son profundas y bien protegidas.
Sus víveres y municiones están siendo constantemente repuestos y su armamento
mejorado por los últimos hallazgos y conclusiones de la ciencia moderna, cuya
tendencia en conjunto es hacia la confirmación de las conclusiones dinámicas a las
que llegó Hahnemann.
El invento del telégrafo, el teléfono, la dinamo eléctrica, el aparato de rayos
X, el fonógrafo, el telegráfono, la radio, el descubrimiento del radium, etc; los
avances hechos en el estudio y utilización de los aparatos electrónicos e jónicos y
de los coloides y soluciones en general -el nuevo dinamismo- todos ellos han sido
logrados en física a través de la aplicación de los mismos principios dinámicos que
Hahnemann fue de los primeros en reconocer su aplicación general, y el primero
en emplear en la medicina y terapéutica modernas.
A Hahnemann pertenece el honor de haber sido el primer médico en conec-
tar la biología y la psicología con la física en un sistema práctico de terapéutica
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INDICE ANALITICO
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ley de, 187, 190 Generalista, 153. 154
Dosis, efectos opuestos de grandes y pequeñas, 59, 60. 168 Generalización, principios de la, 234
fisiológicas, 168 Generalizaciones, síntomas característicos son, 225
Dranettizar la materia médica, 232 Generalizar, arte de, 229
Droga', enfermedad, 108. 144 trabajo repertorial, 233
potencial, 212, 214 «Genio del remedio... 143
Drogas e idiosincrasias, 106, 114 Gonorrea, supresión de. 124
Dunhairt. Carroll, 27 Graduación y agrupamiento de síntomas, 231
«Dynamis. la», 38. 61 Grandes y pequeñas dosis, efectos opuestos de. 59, 168
Grauvogl, 19 • 24, 200
Edad del paciente. 175 sobre la ley de dosificación, 187 - 189
Efecto del remedio, cómo juzgar el, 184 - 187 Guernsey, Henry N., 145
Electiva, afinidad, 214 «Guerra de los mudos». 17
Eléctrica, analogía de la vida, 64
Electricidad. 195 Halmemann, su mayor descubrimiento. 38
Electrones. 205 un sustancialista, 34
Embolos, 99 principios de ir:1Mo de. 37
litterson. Ralph Waldo, 219 descubrimiento de los gérmenes del cólera, 70
Inipirismo. 214 Hábito y ambiente, 176, 179
Endotoxinas. problema de las, de Ewing, 80 Hall, A. Wilford, 207
Enfermedad, causas de. 47 Hektoen. Ludwig, 92
definición, 44 Hering, C., 110, 149
crónica, 87 - 91 Hipodérmica, aguja, 117
definición de Hahnemann, 73. 74 Historia familiar. 163
naturaleza de, 68 Historias clínicas, 162
como proceso y producto, 44 Hobbes, sobre los nombres, 228
Ensayos sobre la persona sana, 215 Holmes, Oliver Wendell, 113
Entidad, la Vida como una. 40. 66 Homeópata, disposición del. 14
Entozoos, 48 Homeopatía, un arte. 24
Errores de prescripción, 144 confirmada por la biología, 59
Esciolistas médicos. 60 cualificaciones para la práctica de la, 14
«Escribas y fariseos*, 133 definición de. 13. 25 - 27
Especialidades, 154 fundada en leyes de la vida y el movimiento, 38
Especialistas y especialismo, 54. 55 perversiones de la, 15
Específicos para la enfermedad. 93, 214 principios operativos de la, 28
Espectral, análisis, 199 superioridad de la, 119
Espíritu homeopático, el. 15 una ciencia experimental, 27
«Espiritual», uso de la palabra por Hahnemann, 61 Homeopático. validez de la ley, 15
Estimulantes y depresores, 82 Honestidad en la práctica, 134
Eter, 206. 208, 209 Hyosciamus, ensayo involuntario de. 128
y energía. 65
Evasivas de los biólogos y físicos, 41, 66, 67 Ideal, nuevo, de Hahneinann, 115
Ewing. Prof. James. 80 Idealismo, 32
Examen del paciente, 123, 153 - 165 Idiosincrasia y enfermedad drogal, 106 • 114
homeopático. finalidad del, 160 Imagen de la enfermedad, 142
físico, 156 «Imitación de la naturaleza», no arte. 116
Expectante, tratamiento, inadecuado, 119 «Improbabilidad» en ciencia, 199
Expendida, la prueba de la dosificación, 198 Indicaciones para el remedio, más importantes, 155
Experimentadores, diarios de. 143 Indisposiciones y el segundo mejor remedio, 127 - 135
Experimental, la homeopatía como una ciencia, 27 Individuales, responsabilidades, 17
Individualización, 51. 52, 181
Fenómenos, orden de sucesión de los. 235 lógica, 227
FkliCillg, enfermedades, 90 Inductiva, Lógica, definición, 220
Finales, productos. 121 Filosofía, de Bacon, 34
Fineke, B., 192. 207 Inductivo. método. en ciencia, 220
Fisiológica, acción, de las drogas. 169, 170 Ineptos, médicos, 61
dosis. 49 Infinita, dilución, 204
Formas fijas de enfermedad, 22 Infinitesimales, 192
Fuerzas, mutables e inmutables, 20 • 23 Inflamaciones, 82
Función y órgano. 44 Inmunidad verdadera, 85
Fundamentales, conceptos, 25 Inorgánicas, sustancias, relación con organismos vivos, 201
Futuro de la homeopatía, 135 Intensidad de la enfermedad, 180
Intercurrentes, remedios, 182
General, avances en medicina. 59 Interpretaciones generales de la naturaleza, 19 - 30
Generales, síntomas. 230 Ionización, 68, 191, 204
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J.D. Burby sobre, 204 Morfología, la nueva, 122. 123
Morfológico. desequilibrio, 108
Jahr, sobre las potencias, 174, 175 Movimiento, definición, 38
Jesús usó un placebo, 133 Musser, J.H., 58
Jevons, 217, 223, 235
Jones, Prof. Samuel A., sobre posología, I93 Naturaleza, ejemplos de homeopatía en la, 117
«Jourdain, monsieur'., 217 interpretaciones generales de la, 19 - 30
«Juego limpio». el, 134 Negativos, síntomas generales, 231
Newton, Sir Isaac. 26
Kelvin. Lord. 205, 208 sobre la constitución de la materia, 194
'.Keynote, sistema de,» 145 Nihilismo terapéutico, 57, 58
Klebs-LoeMer, bacilos de, 72 Noeggerath, 90
Koch, 69 - 71, 106 Nombres, 228
Nosodes. 182
Langley, Lord. 205 Novum Organum. Bacon. 35
Latencia, doctrina de, 97 Nuez, homeopatía en una, 241
Lenguaje de la materia médica, 151
Lepra, 97, 98 Objetivos. síntomas, 140
I.ey de curación, existencia implícita, 121 Objeto de la prescripción, 44, 45
Ley, definición de. 26 Obligaciones del homeópata, 134
pruebas de validez de una, 26 Observación del paciente, 164
Leyes de la naturaleza. Grativogl sobre, 19 Ocupacionales, enfermedades, 89, 96
Lewes, George Henry, 40 Oposición a la verdad, 13
Liebig, 200 Opuesta, acción, de grandes y pequeñas dosis, 59, 1()8
Limitación de pensamiento, 39 Orgánico, control, 64
Lippe, Adolph, sobre prescripción, 146 Organismo, desarrollo del, 39
Lodge. Sir Oliver, 206. 209 Organizaciones, peligro de las, 16
Lógica Formal, 218, 219 Organon de Hahnemann, un producto inductivo, 223
en homeopatía, 217 sexta edición, 239
Inductiva, 219, 220 Osler, 57, 100
relación con la enseñanza. 228 Ozanam, 200
relación con la práctica, 224
Luininffero, éter, 195 Paciente, ganar la confianza del, 156
la historia del, 156
McConkey, T.G., 91, 93, 100 observación del, 164
Maestro, quién es un, 13 Paliativo, tratamiento, 49, 50
Marzinowsky, 100 Parasitarias, enfermedades, 93, 96
Materia Médica, dramatizar la. 232 Pa«, Diccionario Médico de, 90
homeopática, la, 141 Particulares, síntomas, 230
lenguaje de la, 151 Pastear, 69 - 71
Materia, nuevas concepciones de la. 196 Patogenética, acción, de las drogas, 169
Materia y Energía, 65 Patología general, 87 - 114
Materialismo, 31, 39, 87 «Patológica, unidad». 225
Mecánicas, condiciones, 74 Patológicas, condiciones, .176
Mecánico, tratamiento, 121 Pensamiento. limitación de, 39
Medicamentos, modificación de, proceso hahnemanniano, 197 «Pequeñas dosis», 167
Medicina, estado de la, en tiempos de Hahnemann, 35 «Perdido, encontrarse», Ill
Medición, escala de, 196, 215 Personalidades, grandes, 13
Mejoría de síntomas, 141 Personificación de remedios, 232
Memoria, prescriptores usando la, 228 Perversiones de la homeopatía, 15
Memorizar síntomas, 231 Pfund, (de la John Hopkins University), 206
Mentales, estados, generalización, 233 Placebo, doctrina del, 131
Metafísico, pensamiento, legitimado, 40 uso del, 111, 133
Miasmas crónicos, 89, 94 Posologfa homeopática, 167 - 190
Mill, J.S., 220, 229, 235 Potencia y fuerza, distinción entre, 38
Mínima, ley de acción, 192 Potenciación homeopática, definición, 191
«Mínimo plus», ley de, 85 en la naturaleza, 201, 202
Misión del médico, 36 fundamento científico de la, 202
Misterio en la naturaleza, 210 límites matemáticos, 203
Mutables e inmutables, fuerzas en el organismo vivo. 20. 23 origen de In, 193, 194
Modificación de los medicamentos, proceso hahnemanniano, última visión de Hahnemann, 240
197 Potencial, teoría del, 211
Moeller, 100 Potencias, 191
Moisés. 97 elección de. 173
Moliere, 217 escala de trabajo de, 173
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Pottenger, P.M., 53 Subjetivos. síntomas. 139
Prejuicios, libertad de, 158 «Subproductos». 112
Prescripción, errores de. 144 Sucesión de fenómenos, 235
objeto de la, 44, 45 Suero y vacunoterapia, 59, 80
punto de vista lógico en la, 228 Sugestión terapéutica, 85
Primaria, entidad, 39 Supresión de la enfermedad, 75
y secundaria, acción de las drogas. 168 malos resultados de la, 124
Primarios y secundarios, síntomas. 44 Suprimidas, enfermedades. 113
«Principios, no precedentes», 116 síntomas, reaparición de, 114
Principios y organizaciones, 16 Susceptibilidad, 72, 77, 79, 81
Problemas de la homeopatía, 14 modificación de la, 174. 180
Procesos y productos, 44 mórbida, 114
Psora, 89. 96, .97 del paciente, 174
y tuberculosis, identidad de, 100 Sustancialismo, 32, 88
no una discrasia, 93 Sustancialista. Hahnemann un, 34
Pureza de práctica, 135 Swift, Dean, 98
246
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El ideal hahnemanniano de curación por medicación,
según el principio de síntoma-semejanza, en gran parte per-
dido de vista durante un tiempo en los deslumbrantes logros
de la cirugía moderna y la investigación de laboratorio, ha
pasado a través de un periodo de abandono y oscuridad.
Pero ya hay signos de un resurgir de esta gran verdad, como
ciencia, en sus más amplios logros, comenzándose a co-
rrelacionar los resultados de su trabajo. La tendencia de
todo el pensamiento médico moderno es hacia la confirma-
ción y aceptación de los postulados y principios fundamen-
tales enunciados primeramente por Hahnemann. La homeo-
patía está siendo redescubierta gradualmente por la ciencia
moderna.
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