Está en la página 1de 4

Quito, 27 de Abril del 2045.

Para C.G.
Hola, ¿Cómo estás?
Sí, lo sé. Ha pasado tanto. Muchísimo tiempo desde la última vez que nos vimos. Los días
se van volando, jamás entiendo cómo, pero cuando Enero está despidiéndose, Diciembre
ya está saludando....
Quería saber de ti. Sé que estoy lejos, pero, he logrado escuchar un par de cosas de tu
vida. ¡Cuántos recuerdos nuevos debes tener! ¡Cuántas nuevas sonrisas! ¡Cuántos nuevos
anhelos! ¡Cuántos nuevos atardeceres!
Pero antes, siento que tengo la obligación de contarte cómo van las cosas por acá, quisiera
que con esta carta al menos te imagines cómo me encuentro.
Quisiera enseñarte tantas cosas, quisiera que vieses cada segundo desde que te fuiste. Sin
embargo, solamente podré resumir en breves oraciones lo que en general sucede.
Ha empezado a llover nuevamente. El clima está agresivo y como sabes, en estos días ya
es imposible salir con estas tormentas. ¿Recuerdas cuándo se solía caminar bajo la lluvia?
Vaya, ¡hasta romántica suena la idea! Es increíble cómo ha cambiado este planeta...
Como las lluvias son intensas y la reducción del uso de la electricidad es inusualmente alta,
he decido escribir estas líneas usando lápiz y papel. Papel del poco que me queda. Desde
hace meses que sufrimos escasez en ese sentido, he tenido que improvisar pero al fin,
puedo continuar con este mensaje.
Me he mudado recientemente. Tengo un departamento pequeño. Contraté a una empresa
para que ayude con la mudanza pero se ha retrasado más de lo previsto. He logrado sacar
los viejos muebles de la antigua casa de mis padres, aquellos desgastados color café, quizá
los recuerdes. Aún sirven. Espero me hagan compañía.
Aún conservo aquella chamarra gris que tanto usaba hace años, seguro sabes que era de
mis favoritas. He atesorado mis pertenencias de aquellos días, pero el tiempo no perdona y
ya mis viejas cosas se están quedando inservibles y en este nuevo lugar, debo empezar a
ahorrar espacio.
El edificio no es alto. Con poco más de diez pisos, hay un único elevador. Desde hace
tiempo que me es vital, subir gradas se ha vuelto un martirio. Ya ni siquiera puedo ver
tantos escalones...
Los vecinos recién me conocen, algunos son amables. La semana pasada una peculiar y
sonriente señora me dio la bienvenida. Parecía gentil. A decir verdad, parece un lugar
tranquilo. Quisiera que estuviera rodeado de árboles, en medio de un bosque silencioso,
pero ver eso en medio de esta ciudad gris, ya parece un sueño. Lamento no haber
disfrutado del verdor de los árboles cuando aún se los veía en medio de las casas.
Con suerte y mucho esfuerzo logré comprar el departamento, económicamente hablando la
vida ha golpeado duro. Hace poco he dejado de trabajar. Ha sido un calvario. Mi vida giraba
en torno a ello, pero he tenido que priorizar. Te lo contaré a detalle más adelante.
¡Pero vaya si me he desviado!
Ahora, solo quisiera dedicarte las siguientes letras...
El jueves pasado, Pablo me visitó. Me contó sobre ti...
Entiendo que estás ahora viviendo "allá". Siempre supiste dónde querías ir. Ahora sé que
lograste tu título, sé que has conseguido ganarte fama en el medio. Sé que te ha ido bien.
También me contó sobre tu familia. ¡Qué bueno que todos estén sanos y unidos!
Sabes, siempre quise que seas feliz. Ahora veo con claridad que lo eres.
Tengo una taza de café a mi derecha, un ambiente cálido y mi mente funcionando a la
perfección. Parece un buen momento para poder mencionarte lo mucho que me importas.
¿Te importa si recordamos aquellos días?
Recuerdo que éramos tan jóvenes. Recuerdo a la perfección como era tu rostro. Tu sonrisa,
tu amabilidad.
Lo tengo tan presente. Tenías el cabello recogido, un saco gris y uno de esos gorros de
invierno en la cabeza. Tenías una pulsera en el brazo derecho, una bufanda de varios
colores.
También recuerdo el lugar donde te conocí. Una calle transversal, no tenía salida. Al fondo,
había empezado una construcción, sería un edificio grande pero aún habían rastros de lo
que fue antes: varios árboles y en medio del final de la calle había una banca como si de un
lugar escondido se tratase. Habían varias casas, y recuerdo el frío que hacía. Tenía poco de
conocer a la mayoría, estaba nervioso y como de costumbre, callado.
Sabes, es extraño. No creo recordar que nuestras interacciones se hayan dado
mágicamente, ni que hayamos congeniado desde el primer momento. Pero en realidad esa
es mi idea de amor verdadero. Porque para que me hayas terminado atrapando, tuvo que
pasar un proceso largo y complejo. Es como si hubiese querido correr del destino pero ya
era muy tarde, estaba destinado a conocerte y no quererte dejar ir jamás.
Luego, los minutos se hacían horas. Cada vez que te veía me dabas un miedo increíble,
creo que siempre lo supiste. En aquel tiempo, pocas veces tuve la capacidad de seguir una
conversación contigo. Pero aún con mis inseguridades y problemas de autoestima, siempre
supiste como sacarme una sonrisa.
¿Recuerdas los viajes, los fines de semana, las canciones, los abrazos? A mí parece que
nunca se me olvidarán.
No tenía ni 15, pero parecía que ya quería sentar cabeza y estar siempre a tu lado...
Te lo iba a decir.
Muchas veces tenía lista la frase: "¡Me gustas mucho!" pero obviamente jamás la diría. No,
no tan directamente, debía ser más pausado, más inteligente, debía estar a tu altura...
Cada paso que dábamos parecía importante, pero...
Pero no pude conmigo mismo.
Es curioso. Lo que más he deseado es tener una compañía agradable que pueda
entenderme, que me apoye, que me anime a seguir aun cuando todo parezca perdido.
Siempre quise pasar una tarde de sábado contemplando el atardecer, sin pensar en lo que
sucederá mañana, recostado junto a alguien bajo la larga sombra de aquel árbol de mi
parque favorito... ¿Y lo curioso? Bueno, a pesar de querer todo eso, lo único que hice fue
alejarte...
Si bien es cierto que nunca dejé de quererte, te fuiste alejando, te fui alejando...Primero fue
un par de diferencias de cosas minúsculas, luego discusiones de nuestros sentimientos, y
todo a la postre hizo que termináramos siendo dos almas totalmente distintas... Y
empezaste la construcción tu vida:
Todos los días tengo en mi cabeza esa escena:
Había pasado ya mucho tiempo de conocernos. Teníamos 28 años. Recuerdas que
dejamos de vernos por mucho tiempo. Sin embargo y aunque cada uno moldeó su vida de
la forma en que se lo planteó, aún quedaba mucho por construir... Aquella semana te lo
pedí: "Veámonos, te invito a cenar"
No entiendo por qué aceptaste. Pasé a buscarte. Nos dirigimos directo al restaurante y
dejamos el auto un poco lejos debido a que no había estacionamientos cercanos.
Comimos, y luego volvíamos. Eran las 8 de la noche y el frío congelaba todo. Recuerdo que
estabas con un vestido marrón, unos tacos negros igual que un bolso vistoso y aquel
peinado tan tuyo. Caminábamos lento, sabiendo que era el momento para decir todo lo que
había sido de nuestras vidas:
Supe que conseguiste aquel trabajo, felicidades- dijiste con una sonrisa en tu rostro
Gracias, lamentablemente yo no he sabido mucho de ti, supongo que estás trabajando,
estudiando quizá... - te dije, pero me interrumpiste
No. Dejé el trabajo hace un par de meses...Estoy arreglando las cosas de mi boda... - dijiste
con un tono nervioso
¿Qué? - nunca había estado tan sorprendido.
Lo siento, debí habértelo contado, pero no me atrevía porque...- ahora yo te interrumpí
-¿Por qué? -
-Me voy a vivir a Italia, esta es mi última semana en el país. De hecho, mi boda será allá-
.... - me quedé pasmado.
Oye, oye. Mírame... ¿estás llorando? - me preguntaste cómo si tú tuvieras ganas de llorar
conmigo.
Me sequé las lágrimas y continué hablando:
No. No pasa nada, déjalo así. - te dije
Yo...yo sé lo que tú sentías y sientes. Pero ya ni nos conocíamos, ni nos veíamos, nunca
pudimos acercarnos, las diferencias se fueron haciendo evidentes con cada minuto que
pasábamos juntos. ¡Oye, mírame! Yo también te quise, te amé. ¡Pero tuve que continuar! - y
luego tú también empezaste a llorar.
Sabíamos que era el final. Me dolían hasta los huesos. Pasaron unos minutos...
Te quiero pedir un favor- me dijiste - prométeme una sola cosa -
-¿Qué? –
Entonces supe que me ibas a decir algo importante…No sabía a ciencia cierta si algo malo
o…algo muy malo. Parecía que era la última vez que íbamos a hablar…
Y no me equivoqué.
Entonces empezaste a hablar:
“Prométeme que te vas a casar, que vas a encontrar una mujer a la cual amar con locura, a
la cual le puedas decir todas las cosas que no te atreviste a decirme a mí, a la cual puedas
abrazar sin temor a lo que sucederá mañana. Una mujer que te entienda, que viva los
atardeceres de verano contigo, que pueda verte como tú dices verme a mí…Sabes, el amor
es lo más complicado que nos puede pasar, porque, no solo debes amar sino debes
esperar a que te amen. Perdóname por no poder corresponderte, por no poder amarte.
Pero quiero que vivas este camino lleno de espinas pero también de alegrías, quiero que
entiendas que la vida nos regala más de lo que podríamos desear, incluso cuando algunas
cosas o personas nos son arrebatadas. Prométeme que vas a esforzarte buscando a
alguien. Prométeme que los domingos por la mañana la despertarás con un desayuno y una
flor. Prométeme que le sonreirás cada noche antes de irse a dormir….
Prométeme que te vas a casar”
- Fueron las últimas palabras que te oí pronunciar-
Solo asentí con mi cabeza. Lloré como un niño...
Un auto pasó a los pocos minutos y te llevó. Supuse, tu futuro (actual) esposo. Agaché la
cabeza y fui hasta el auto. No recuerdo mucho más que una lágrima corriendo por tu mejilla,
parecías tan triste como yo…
Cuántas cosas pasaron por mi mente en esos momentos. Solo en ese momento supe
cuánto te amé.....
/***********************************************************************/
Quito, 15 de Junio del 2045.
Tenía pensado escribirte hace mucho tiempo, pero la memoria me empezó a fallar ahora
retomo estas últimas líneas… La batalla contra mi enfermedad se ha hecho muy cruel.
Apenas si tengo fuerzas para escribir, no he visto más que mi oscura habitación desde que
empezó la “fase final”
Unos días después de escribirte todo lo anterior, me desmayé súbitamente cuando
caminaba hacía un supermercado cercano. Todo pasó tan “de repente” que el relato de
aquello se vuelve casi imposible. Aun así, luego me enteré de que una buena persona me
llevó a un hospital. Desperté allí, con mucho dolor. Esa persona se llamaba Fernando. Era
un joven muy inteligente y con ganas de ayudar. Él se hizo cargo de mí. Le debo la vida.
El doctor le preguntó a Fernando por mis familiares, pero el chico estaba perdido, a duras
penas había podido averiguar mi dirección. Yo escuchaba todo, hasta que decidí intervenir:
- Solo soy yo, doc. – le dije con algo de tristeza
- Ya veo- respondió – el doctor titubeó y luego llamó a Fernando
Ambos salieron de la sala donde yo estaba hospitalizado. No sabía exactamente qué
pasaba, pero tenía un mal presentimiento…
El chico con mucho esfuerzo y valentía, me comentó la situación….
Los días posteriores, Fernando me estuvo ayudando. Recibí llamadas de familiares lejanos
que de una manera u otra se habían enterado. Sin embargo, nadie llegó.
Fernando tuvo que irse, como todos, y entonces desempolvé los diálogos olvidados para
conversar con mi soledad.
He disfrutado estos últimos días, tengo una pequeña silla que da a la ventana más amplia
de este lugar. He estado esperando con ansias el amanecer y me he quedado escuchando
viejas canciones al atardecer. He comido todo lo que he querido, he reído con los shows de
TV, he escrito mucho, me he acordado de todo lo que viví.
Solo había una cosa que debía terminar: esta carta. No podía irme sin terminarla, y quiero
que finalice así, contigo sabiendo cómo estoy estos días.
Sé que pronto te enterarás de todo esto. Pero es mejor así, no quisiera preocuparte. He
llamado a Pablo una vez más, estoy seguro que él te hará llegar esto. Creo que él está bien
enterado de mi situación, por favor, pregúntale a él de todo…
Escribí un libro acerca de todo lo resumido aquí. Es una especie de autobiografía, algún día
sé que la leerás. Es mi regalo de despedida. Pablo ha empacado la carta y se ha llevado
una caja gris sellada. Espero que tú la abras y leas todo el libro.
Ahora que tengo estos últimos momentos de fortaleza tengo que pedirte perdón.
Perdóname porque lo único que me pediste, no lo cumplí. Pude conseguir un trabajo, una
casa, un auto...pero al final, no me casé...
Te seguí amando con fuerza, con fervor, con pasión y así moriré... Incumpliendo el único
deseo que en llanto me pidió mi amada....

Adiós, no sé si para siempre, pero adiós. Y perdóname, perdóname porque aunque lo


intenté, al final..., no me casé.

También podría gustarte