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Crónica de una elección anunciada

El nuevo fascismo social y la democracia im-perfecta


del México neoliberal
Mauricio Márquez Murrieta

En la Polonia de la era comunista dos soldados aguardan el toque de queda.


Al ver pasar a un transeúnte al otro lado de la calle uno
de los soldados le dispara y lo mata, ante lo que el otro dice:
-¿Por qué lo has matado si faltan 10 minutos para el toque de queda?
-Lo que sucede es que lo conozco y sé donde vive; no iba a llegar a su casa a tiempo.

En su libro, El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial (1998),


Samuel Huntington expone la sospechosa pero aparentemente premonitoria tesis –publicada
por primera vez en 1993 – de que las luchas del futuro ya no serían luchas ideológicas sino
luchas entre diversos y a veces antagónicos proyectos civilizatorios. En una primer lectura
esta visión parecía prefigurar el mundo post-ideológico en una forma bastante exacta, sin
embargo, algo incomodaba en ella y era que parecía ser una visión demasiado ad hoc a la
nueva situación mundial después de la caída del Muro de Berlín y del súbito
desmoronamiento de la Unión Soviética; con lo que más que una premonición el libro de
Huntington aparecía como un programa político que justificaba el nuevo intervencionismo
estadounidense ante la desaparación del comunismo como enemigo conveniente que había
venido funcionando durante los anteriores 40 años.

Lo que es de resaltar aquí, es la forma de justificar, prefigurar y configurar ideológica y


artificialmente, desde los más altos círculos de poder, una amenaza objetiva y real –como
catedrático en Harvard, Huntington era considerado dentro de los denominados think tanks
norteamericanos – que despierta y azuza las sospechas y la desconfianza en las hasta ese
momento medianamente “legítimas” manifestaciones culturales de los otros, sean estos
musulmanes, hispanos, nor-coreanos, wet backs mexico-centro americanos o comunistas
trasnochados devenidos en mafias traficantes de drogas, armas o cualquier otra “amenaza”

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potencial al american way of life que siempre justifica la aniquilación de any other way of
life en nombre de la libertad, la igualdad y la justicia.

Esta lógica del enemigo sospechoso es magistralmente ejemplificada por Slavoj Zizek en su
libro El sublime objeto de la ideología (1992) cuando se refiere a la construcción paranoide
del judio en la Alemania Nazi. Al respecto, Zizek muestra la eficacia del funcionamiento
ideológico incluso –y precisamente – en aquellos momentos e interacciones cara a cara de la
vida cotidiana en los que, por el funcionamiento discreto de la ideología, aquello que en la
vida real la contradice, a los ojos de los sujetos ideologizados la confirma. Para ejemplificar
lo anterior, Zizek nos refiere a una familia normal, común y corriente alemana que ha sido
vecina amigable durante años de un judío igualmente normal, común y corriente. La
convivencia diaria de dicha familia les confirma que no hay nada de malo, peligroso,
perverso o maquinador en su buen vecino, pero a penas comienzan a ver la realidad a través
de los lentes ideológicos, incluso aquello que la contradice comienza a confirmar la
ideología racista con mecanismos tales como: “mira el vecino, tan normal que parecía y
ahora resulta que es un sujeto tramposo, manipulador, intrigoso y traicionero que bajo la
apariencia de ser una buen persona se encuentra siniestramente maquinando cómo destruir la
auténtica forma de vida digna, honesta y trabajadora de la nación alemana”.

Este es justo el mecanismo ideológico que se ha venido aplicando a través de los medios de
comunicación, los ámbitos políticos y las encuestas1 al movimiento ciudadano de
regeneración nacional encabezado por Andrés Manuel López Obradro (AMLO), candidato –
como ahora le dicen – de las izquierdas; así como también para impulsar y construir la
elección “inevitable” de Enrique Peña Nieto a la presidencia y el retorno ineludible del PRI
al gobierno (un PRI que, por otra parte, no parece jamás haber dejado el poder, al menos no
la fracción que hoy más bien parece continuar la dinastía neoliberal conformada por De la
Madrid, Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto).

En este sentido las encuestas, que son más mecanismos para crear opinión que para
reflejarla, se han constituido en el medio privilegiado al que todos los contendientes deben

1
Existe infinidad de estudios serios de autores reconocidos que muestran la forma como se utilizan las
encuestas más que para reflejar la opinión para hacer opinión, para crearla. Al respecto y como
pequeña muestra, basta con leer a Patrique Champage (1990) y el genial artículo de Pierre Bourdieu
La opinión pública no existe (2000).

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someterse, so pena de quedar fuera del juego político, mediante el cual imponer desde el
poder una tendencia de opinión. Tal y como lo expresa magistralmente Pierre Bourdieu,

Un sondeo de opinión o encuesta es un instrumento de acción política cuya


función más importante es imponer la ilusión de que existe una opinión pública
como mera suma de opiniones individuales. Para él esta forma de entender la
cuestión da por sentada la idea de que existe algo que sería una especia de
“media de las opiniones”, cuando en realidad la “opinión pública” es un sistema
de fuerzas, de tensiones, entre grupos de presión. He aquí el efecto fundamental
de la encuesta de opinión: constituir la idea de que existe una opinión pública
unánime y, así, legitimar una política y reforzar las relaciones de fuerza que la
sostienen o la hacen posible (Bourdieu, 2000).

Desde que Peña Nieto fue ungido como sucesor de Calderón (decisión que me atrevería a
decir se tomó desde que el niño del copete bonito del PRI – producto directo del grupo de
Atlacomulco y de Salinas a quienes les debe tanto su cargo como obediencia – dio muestras
de disciplina y lealtad al proyecto neoliberal del PRIAN con su apoyo incondicional a la
represión foxista de Atenco y el encubrimiento descarado de Montiel) de manera mágica se
comenzó a construir una imagen de candidato imbatible desde los más altos círculos de
poder, tanto políticos, como económicos y mediáticos. Desde entonces, se presentó a Peña
Nieto como candidato indiscutible (y conveniente, claro está) para las elecciones que ayer
llegaron a su anunciado desenlace: efigie de Delfín como pocas.

Dicha imagen de invencibilidad, tanto como la postulación de una candidata


convenientemente inadecuada del PAN, era necesaria para contrarrestar cualquier
contingencia que pudiera surgir de un apoyo masivo ciudadano al Movimiento de
Regeneración Nacional (Morena) y a AMLO, a fin de salvaguardar para las oligarquías el
proyecto de nación que las tiene a ellas como únicas beneficiarias.

Así las cosas, desde que AMLO comenzó a despuntar, se volvió a tejer a su alrededor, como
al judío común y corriente de la Alemania Nazi, la urdimbre de la sospecha y el virus del
miedo, dirigiéndole preguntas que nunca se hizo a los otros candidatos del tipo de: -Y si
pierdes, ¿vas a respetar los resultados?; -Si ganas, ¿habrá cacería de brujas?; -¿Piensas volver
a endeudar al país como los gobiernos priístas de antaño? (curiosa pregunta esta última
cuando el sucesor de esos gobiernos es más Peña Nieto que AMLO). La cuestión es que en
este tipo de preguntas lo que menos importaba era la respuesta, la finalidad de las mismas era
desde un principio sembrar la semilla de la desconfianza y el miedo sobre las supuestamente
aviesas intenciones de un personaje tan obscuro que es capaz de cometer el sacrilegio de

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enriquecerse en el ejercicio de sus funciones y de hacer gala de frugalidad moviéndose en un
simple Tzuru. ¿Pos qué se trae este? Se cuestionan personajes – cuestionables ellos sí –que
no cuestionan en cambio todo lo por demás cuestionable de los otros candidatos, al menos no
con la misma insidia e insistencia.

Pero más que nada, lo que se fue construyendo como un fait accompli fue el triunfo de Peña
Nieto, con todo y su evidente incapacidad como estadista a la altura de la presidencia
(aunque, claro, depués de Zedillo, Fox y Calderon, el rasero no estaba muy alto que
digamos); de tal forma que, llegara como llegara él y avanzara como avanzara AMLO, se
inyectara en el imaginario público que su triunfo era nada menos que inevitable y previsible.

Así las cosas, fue evidente que en estas elecciones otra vez no hubo cambio, como no lo ha
habido desde hace ya 30 años. En ellas se confirmó el fascismo social del que habla
Boaventura de Sousa Santos, es decir, un régimen de apariencia democrática que priva a ésta
de sustancia y la refuncionaliza para cumplir de manera más eficaz que el fascismo
tradicional las funciones de dominación y control político a favor de los grupos de poder.
Simulacro de democracia vaciada de contenido y transmutada en régimen cínico de poder
por el poder.

Y es que la democracia contemporánea mexicana se asemeja más a lo que Boaventura de


Sousa Santos bautizó muy acertadamente “el nuevo fascismo social”, el cual

No se trata, como entonces, de un régimen político sino de un régimen social y


de civilización. El fascismo social no sacrifica la democracia ante las exigencias
del capitalismo sino que la fomenta hasta el punto en que ya no resulta necesario,
ni siquiera conveniente, sacrificarla para promover el capitalismo. Se trata, por lo
tanto, de un fascismo pluralista y, por ello, de una nueva forma de fascismo
(2007:311).

Es decir que el régimen social al que Boaventura de Sousa Santos bautiza como fascismo
social utiliza la forma de la democracia pero vaciada de todo contenido, como un
instrumento mucho más eficaz que el fascismo tradicional para imponer el proyecto político
económico neoliberal, conservar el poder para las élites nacionales alineadas con el gran
capital nacional e internacional y mantener convenientemente a raya a las clases desposeídas
con el fin de utilizarlas como carne de cañón electoral y ejercito de reserva laboral para
reproducción de las ganancias en un etapa de crisis sistémica global.

4
Como dicen Enrique Arceo y Eduardo Basualdo (2006:26),

Boaventura de Sousa Santos indica que recorre el mundo la amenaza de que, a


medida que la democracia pierde su capacidad de redistribuir riqueza social, nos
encaminemos hacia sociedades políticamente democráticas y socialmente
fascistas. “El nuevo fascismo no es así un régimen político; es, antes que ello, un
régimen social, un sistema de relaciones sociales extremadamente desiguales que
coexiste, de manera cómplice, con una democracia política socialmente
desarmada”.

Es esta “democracia política socialmente desarmada” la que ayer tuvo una de sus más nítidas
manifestaciones. Como dijera una joven de no más de 18 años cuando alguien le quería
rechazar un volante de AMLO pensando que era de Peña Nieto: “¡Cómo cree que voy
repartir de Peña Nieto; es hasta una contradicción biológica ser joven y apoyarlo ”.

Y es que, precisamente – y sin descalificar a cualquier persona joven o no que


verdaderamente convencida haya optado por Peña Nieto – el derroche de recursos, el
cinismo, la falta de respeto por la democracia misma, el tráfico de influencias, el despliegue
amenazante de la violencia bruta y el uso político descarado de la pobreza para inducir el
voto por medio del más descarado y viejo estilo clientelar y corporativo, ofende hasta a los
niños, como mis hijos, de 7 y 12 años, quienes desde hace años observan con esa capacidad
crítica que todos tenemos a esa edad y que se termina por domesticar después de los 18, el
uso descarado, cínico y sin escrúpulos del poder por parte de los gobiernos panistas y –hay
que decirlo – sobre todo priístas, quienes tienen secuestrados los estados que gobiernan y han
impulsado las candidaturas más siniestras y cuestionables a lo largo y ancho del país;
candidaturas de personas cuyos únicos méritos es haber servido al –y haberse servido de –
fascista social que hoy pretende perpetuarse sin haberse realmente ido.

En todo esto resulta sumamente triste la añagaza que nos han embotado a los mexicanos,
pero aún más darnos cuenta de que seguimos siendo un país en donde nunca pasa nada
suceda lo que suceda. Y esto no de manera casual, ya desde 1995 Alejandro Del Palacio
Díaz sostenía que

En el fondo del asunto actúa un factor casi invisible pero dominante en la vida
contemporánea, producto del ritmo y la velocidad del hacer social, que hace
prisioneros a los sentidos de los estímulos dirigidos, dosificados, programados y
controlados para someter al hombre a una rutina mental y física de la que no es
fácil escapar ni para quienes han hecho del pensamiento el principio rector de su

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vida: la inmediatez2 es el factor del cual se alimenta el orden establecido y
entrega la conciencia a la parálisis y la impotencia, a la incapacidad para penetrar
las apariencias y tocar los contenidos, a la incompetencia para aprehender la
substancia de que están hechos los fenómenos sociales; es la red que aprisiona el
pensamiento y lo imposibilita para la razón (…) En este ámbito es donde los
medios de difusión adquieren suma importancia y se convierten
paradójicamente, en medio de domino cuya eficiencia explica porqué se elevan a
la categoría de axioma político la afirmación de que “quien controla los medios,
gobiernaW. Su poder proviene de que expanden y configuran el campo
semántico dominante en una sociedad determinada. El lenguaje que ellos
socializan condiciona, en general, los términos de todo debate, dado que todo
campo semántico genera hábitos de pensamiento que incorporan a la inmediatez
de la realidad vivida la inmediatez de la palabra; la realidad es así la palabra en
su inmediatez, el lenguaje con el cual se identifican y confunden los hechos, con
el cual se comunican los hombres (…) Las luchas políticas empiezan como
luchas entre campos semánticos (ideológicos), como política de ideas tendientes
a penetrar las consciencias –territorios donde se desarrolla el combate –por
medio de la introyección de lenguajes que corresponden a concepciones de la
vida, más o menos conscientes, que configuran aspiraciones , valoraciones y
formas da actuar que se imponen y son impartidas (…) La vaguedad del lenguaje
cotidiano de la inmediatez, mezcla sin crítica de los términos pertenecientes a
diversos campos semánticos, origina pantanos donde la pasibilidad de diálogo es,
como lo enseña el mito bíblico, tan impensable como en Babel (…) La reducción
deliberada del lenguaje3 no tiene otra finalidad que reducir la capacidad de
pensamiento y conceptualización y establecer la uniformidad de la ambigüedad
del campo semántico4 imperante en condiciones que asegure el control según la
teoría de la información a favor de quienes detentan el poder (1995:22-28).

Si me atreví a poner una cita tan larga es que explica de manera insuperable como los medios
de comunicación condicionan, a través del dominio que ejercen en las formas de
representación de la realidad y en la introducción de las categorías y esquemas para pensarla
y representarla, la manera como la gente interpreta una realidad política que intuye falsa pero
cuyas relaciones encubiertas no logra nombrar y, por lo tanto, combatir, sometiéndose
impotentemente a los imperativos de un poder omni-abarcador que configura sus vidas
cotidianas y los somete a sus intereses en forma intelectualmente casi imperceptible pero
vivencialmente más que evidente en los dramas habituales que la gran mayoría debe pasar
para subsistir el día con día.

2
Cursivas en el original.
3
“Si en verdad se requieren más de 2,000 vocablos para dar cuenta de las percepciones y emociones
diarias, y un lenguaje propio para nombrar y explicar sentimientos y conceptos científicos, valores,
etc., importa más de 5,000 –propios de la función universitaria –, no es difícil inferir lo que significa
su reducción a 700, como sucedd en la práctica de los medios y los círculos políticos” (Del Palacio,
1995:27)
4
Cursivas en el original

6
De esta maner se configura lo que Bourdieu llama violencia simbólica, es decir, aquél tipo de
violencia que se ejerce con la complicidad involuntaria de sus víctimas por habérseles
impuesto las categorías a través de las cuales reproducen sin saberlo las condiciones de su
opresión y, simultánemente, las que garantizan el estatus dominante de las clases
dominantes, víctimas beneficiarias de la misma estructura perceptual que las dispone a
crearse una sociodisea que hace pasar su posición dominante como producto de sus méritos
personales y de clase y no los méritos personales y de clase como productos de su posición
dominante.

De esta manera, en el simulacro de elecciones que tuvimos este simulacro de domingo en


este simulacro de democracia, fue la continuación de un simulacro de gobierno
representativo donde todo mundo sabe que nada es como es pero, como en el cuento de Ibsen
del Traje nuevo del Emperador, todos salvo los niños hacemos como que vemos lo que
sabemos que no vemos por el simple hecho de que sabemos bien que no está ahí pero que
preferimos hacer como que vemos, para no salirnos del confort de la pasividad y pretender
que lo está para no vernos forzados a salir del simulacro de vida que todos estos simulacros
juntos van forjando, y actuar en un país donde nada pasa suceda lo que suceda, pero donde
también, como vaticinara sombríamente Porfirio Díaz en el Ypiranga al momento de su
destierro definitivo por el país, nada sucede hasta que sucede.

La cuestión no es tanto, entonces, si ganó o no Peña Nieto, sino si alguien sinceramente cree
que lo hizo en una contienda equitativa en un país donde impera la democracia plural y
participativa. Aquí estoy seguro que la respuesta de todos y de todas partes es un rotundo no.
Y el problema es que el problema del México que queremos y que nunca termina de llegar
sigue ahí y no sólo no se resuelve sino se agrava. El retorno de Peña Nieto y el PRI al poder
–o lo que es lo mismo, la continuidad del PRI-AN neoliberal en el poder – representa el
regreso de lo peor de antes con la continuidad de lo peor de ahora. La militarización, la
escalada de violencia, el menguante y casi inexistente crecimiento económico y la creciente
desiguldad y pobreza señalan hacia el peor de los escenarios posibles.

Y sin embargo, ahí están el movimiento “Yo soy 132” y la inconformidad creciente de una
población que en las últimas dos elecciones ha votado en su mayoría contra el candidato
ungido al final como ganador. Aunque se confirmara el triunfo desde muchos puntos de vista
ilegítimo, inequitativo, parcial y despótico de Peña Nieto, hacia el que todos los aparatos de

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estado apuntan –y con él el fortalecimiento del fascismo social que vivimos ya desde hace
tiempo – resta por resolver los problemas de fondo del país cuya solución no está al alcance
de quienes nos han gobernado hasta hoy, por ser ellos la espada misma que inflingió y sigue
inflingiendo la herida por la que México se está desangrando.

Sólo un no rotundo, contundente y, al mismo tiempo, pacífico, puede llegar a modificar el


escenario sombrío que parece prefigurarse, no por un inexistente peligro de desestabilización
por parte de la izquierda que digan lo que digan y pésele lo que les pese, se ha comportado
en todo momento dentro de los causes pacíficos e institucionales; sino por la continuidad en
el poder de los que, cual Mussolini en la Italia fascista de los años 20, sólo buscan el poder
para tener el poder y nada más.

Pero para ello es necesario cambiar las coordenadas desde las que se configuran las
alternativas posibles desde las cuales se puede impulsar otro proyecto de país que recupere
aquel por el que históricamente se ha luchado, pero que también históricamente no termina
por fraguar. Como en toda sociedad, los jóvenes son (somos) los que están marcando la
pauta y mostrando el camino, no hay más que seguirlos y convertirnos todos en 132.

Referencias

Arceo Enrique y Eduardo Basualdo


2006 “Documento inicial: los cambios de los sectores dominantes en América
Latina bajo el neoliberalismo”. En : Neoliberalismo y sectores dominantes
Tendencias globales y experiencias nacionales. Buenos Aires, Clacso.
Bourdieu, Pierre
1989 La nobless d’etat. Grandes écoles et esprit de corps. En: Paris, Les Éditions
de Minuit, Col. Le sens commun.
2000 “La opinión pública no existe”. En: Cuestiones de sociología. Madrid,
Editorial Itsmo.
Champagne, Patrique
1990 Faire l’opinion. Le nouveau jeux politique. En : Paris, Les Éditions de Minuit,
Col. Le sens comun.
De Sousa Santos, Boaventura
2007 Conocer desde el Sur. Para una cultura política emancipatoria. En : La Paz,
CLACSO, CIDES - UMSA, Plural editores.
Huntington, Samuel
1998 El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial. En :
Buenos Aires-Barcelona México, Paidos.
Zizek, Slavoj
1992 El sublime objeto de la ideología. En: México, Siglo XXI

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