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Crónica de Una Elección Anunciada
Crónica de Una Elección Anunciada
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potencial al american way of life que siempre justifica la aniquilación de any other way of
life en nombre de la libertad, la igualdad y la justicia.
Esta lógica del enemigo sospechoso es magistralmente ejemplificada por Slavoj Zizek en su
libro El sublime objeto de la ideología (1992) cuando se refiere a la construcción paranoide
del judio en la Alemania Nazi. Al respecto, Zizek muestra la eficacia del funcionamiento
ideológico incluso –y precisamente – en aquellos momentos e interacciones cara a cara de la
vida cotidiana en los que, por el funcionamiento discreto de la ideología, aquello que en la
vida real la contradice, a los ojos de los sujetos ideologizados la confirma. Para ejemplificar
lo anterior, Zizek nos refiere a una familia normal, común y corriente alemana que ha sido
vecina amigable durante años de un judío igualmente normal, común y corriente. La
convivencia diaria de dicha familia les confirma que no hay nada de malo, peligroso,
perverso o maquinador en su buen vecino, pero a penas comienzan a ver la realidad a través
de los lentes ideológicos, incluso aquello que la contradice comienza a confirmar la
ideología racista con mecanismos tales como: “mira el vecino, tan normal que parecía y
ahora resulta que es un sujeto tramposo, manipulador, intrigoso y traicionero que bajo la
apariencia de ser una buen persona se encuentra siniestramente maquinando cómo destruir la
auténtica forma de vida digna, honesta y trabajadora de la nación alemana”.
Este es justo el mecanismo ideológico que se ha venido aplicando a través de los medios de
comunicación, los ámbitos políticos y las encuestas1 al movimiento ciudadano de
regeneración nacional encabezado por Andrés Manuel López Obradro (AMLO), candidato –
como ahora le dicen – de las izquierdas; así como también para impulsar y construir la
elección “inevitable” de Enrique Peña Nieto a la presidencia y el retorno ineludible del PRI
al gobierno (un PRI que, por otra parte, no parece jamás haber dejado el poder, al menos no
la fracción que hoy más bien parece continuar la dinastía neoliberal conformada por De la
Madrid, Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto).
En este sentido las encuestas, que son más mecanismos para crear opinión que para
reflejarla, se han constituido en el medio privilegiado al que todos los contendientes deben
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Existe infinidad de estudios serios de autores reconocidos que muestran la forma como se utilizan las
encuestas más que para reflejar la opinión para hacer opinión, para crearla. Al respecto y como
pequeña muestra, basta con leer a Patrique Champage (1990) y el genial artículo de Pierre Bourdieu
La opinión pública no existe (2000).
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someterse, so pena de quedar fuera del juego político, mediante el cual imponer desde el
poder una tendencia de opinión. Tal y como lo expresa magistralmente Pierre Bourdieu,
Desde que Peña Nieto fue ungido como sucesor de Calderón (decisión que me atrevería a
decir se tomó desde que el niño del copete bonito del PRI – producto directo del grupo de
Atlacomulco y de Salinas a quienes les debe tanto su cargo como obediencia – dio muestras
de disciplina y lealtad al proyecto neoliberal del PRIAN con su apoyo incondicional a la
represión foxista de Atenco y el encubrimiento descarado de Montiel) de manera mágica se
comenzó a construir una imagen de candidato imbatible desde los más altos círculos de
poder, tanto políticos, como económicos y mediáticos. Desde entonces, se presentó a Peña
Nieto como candidato indiscutible (y conveniente, claro está) para las elecciones que ayer
llegaron a su anunciado desenlace: efigie de Delfín como pocas.
Así las cosas, desde que AMLO comenzó a despuntar, se volvió a tejer a su alrededor, como
al judío común y corriente de la Alemania Nazi, la urdimbre de la sospecha y el virus del
miedo, dirigiéndole preguntas que nunca se hizo a los otros candidatos del tipo de: -Y si
pierdes, ¿vas a respetar los resultados?; -Si ganas, ¿habrá cacería de brujas?; -¿Piensas volver
a endeudar al país como los gobiernos priístas de antaño? (curiosa pregunta esta última
cuando el sucesor de esos gobiernos es más Peña Nieto que AMLO). La cuestión es que en
este tipo de preguntas lo que menos importaba era la respuesta, la finalidad de las mismas era
desde un principio sembrar la semilla de la desconfianza y el miedo sobre las supuestamente
aviesas intenciones de un personaje tan obscuro que es capaz de cometer el sacrilegio de
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enriquecerse en el ejercicio de sus funciones y de hacer gala de frugalidad moviéndose en un
simple Tzuru. ¿Pos qué se trae este? Se cuestionan personajes – cuestionables ellos sí –que
no cuestionan en cambio todo lo por demás cuestionable de los otros candidatos, al menos no
con la misma insidia e insistencia.
Pero más que nada, lo que se fue construyendo como un fait accompli fue el triunfo de Peña
Nieto, con todo y su evidente incapacidad como estadista a la altura de la presidencia
(aunque, claro, depués de Zedillo, Fox y Calderon, el rasero no estaba muy alto que
digamos); de tal forma que, llegara como llegara él y avanzara como avanzara AMLO, se
inyectara en el imaginario público que su triunfo era nada menos que inevitable y previsible.
Así las cosas, fue evidente que en estas elecciones otra vez no hubo cambio, como no lo ha
habido desde hace ya 30 años. En ellas se confirmó el fascismo social del que habla
Boaventura de Sousa Santos, es decir, un régimen de apariencia democrática que priva a ésta
de sustancia y la refuncionaliza para cumplir de manera más eficaz que el fascismo
tradicional las funciones de dominación y control político a favor de los grupos de poder.
Simulacro de democracia vaciada de contenido y transmutada en régimen cínico de poder
por el poder.
Es decir que el régimen social al que Boaventura de Sousa Santos bautiza como fascismo
social utiliza la forma de la democracia pero vaciada de todo contenido, como un
instrumento mucho más eficaz que el fascismo tradicional para imponer el proyecto político
económico neoliberal, conservar el poder para las élites nacionales alineadas con el gran
capital nacional e internacional y mantener convenientemente a raya a las clases desposeídas
con el fin de utilizarlas como carne de cañón electoral y ejercito de reserva laboral para
reproducción de las ganancias en un etapa de crisis sistémica global.
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Como dicen Enrique Arceo y Eduardo Basualdo (2006:26),
Es esta “democracia política socialmente desarmada” la que ayer tuvo una de sus más nítidas
manifestaciones. Como dijera una joven de no más de 18 años cuando alguien le quería
rechazar un volante de AMLO pensando que era de Peña Nieto: “¡Cómo cree que voy
repartir de Peña Nieto; es hasta una contradicción biológica ser joven y apoyarlo ”.
En todo esto resulta sumamente triste la añagaza que nos han embotado a los mexicanos,
pero aún más darnos cuenta de que seguimos siendo un país en donde nunca pasa nada
suceda lo que suceda. Y esto no de manera casual, ya desde 1995 Alejandro Del Palacio
Díaz sostenía que
En el fondo del asunto actúa un factor casi invisible pero dominante en la vida
contemporánea, producto del ritmo y la velocidad del hacer social, que hace
prisioneros a los sentidos de los estímulos dirigidos, dosificados, programados y
controlados para someter al hombre a una rutina mental y física de la que no es
fácil escapar ni para quienes han hecho del pensamiento el principio rector de su
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vida: la inmediatez2 es el factor del cual se alimenta el orden establecido y
entrega la conciencia a la parálisis y la impotencia, a la incapacidad para penetrar
las apariencias y tocar los contenidos, a la incompetencia para aprehender la
substancia de que están hechos los fenómenos sociales; es la red que aprisiona el
pensamiento y lo imposibilita para la razón (…) En este ámbito es donde los
medios de difusión adquieren suma importancia y se convierten
paradójicamente, en medio de domino cuya eficiencia explica porqué se elevan a
la categoría de axioma político la afirmación de que “quien controla los medios,
gobiernaW. Su poder proviene de que expanden y configuran el campo
semántico dominante en una sociedad determinada. El lenguaje que ellos
socializan condiciona, en general, los términos de todo debate, dado que todo
campo semántico genera hábitos de pensamiento que incorporan a la inmediatez
de la realidad vivida la inmediatez de la palabra; la realidad es así la palabra en
su inmediatez, el lenguaje con el cual se identifican y confunden los hechos, con
el cual se comunican los hombres (…) Las luchas políticas empiezan como
luchas entre campos semánticos (ideológicos), como política de ideas tendientes
a penetrar las consciencias –territorios donde se desarrolla el combate –por
medio de la introyección de lenguajes que corresponden a concepciones de la
vida, más o menos conscientes, que configuran aspiraciones , valoraciones y
formas da actuar que se imponen y son impartidas (…) La vaguedad del lenguaje
cotidiano de la inmediatez, mezcla sin crítica de los términos pertenecientes a
diversos campos semánticos, origina pantanos donde la pasibilidad de diálogo es,
como lo enseña el mito bíblico, tan impensable como en Babel (…) La reducción
deliberada del lenguaje3 no tiene otra finalidad que reducir la capacidad de
pensamiento y conceptualización y establecer la uniformidad de la ambigüedad
del campo semántico4 imperante en condiciones que asegure el control según la
teoría de la información a favor de quienes detentan el poder (1995:22-28).
Si me atreví a poner una cita tan larga es que explica de manera insuperable como los medios
de comunicación condicionan, a través del dominio que ejercen en las formas de
representación de la realidad y en la introducción de las categorías y esquemas para pensarla
y representarla, la manera como la gente interpreta una realidad política que intuye falsa pero
cuyas relaciones encubiertas no logra nombrar y, por lo tanto, combatir, sometiéndose
impotentemente a los imperativos de un poder omni-abarcador que configura sus vidas
cotidianas y los somete a sus intereses en forma intelectualmente casi imperceptible pero
vivencialmente más que evidente en los dramas habituales que la gran mayoría debe pasar
para subsistir el día con día.
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Cursivas en el original.
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“Si en verdad se requieren más de 2,000 vocablos para dar cuenta de las percepciones y emociones
diarias, y un lenguaje propio para nombrar y explicar sentimientos y conceptos científicos, valores,
etc., importa más de 5,000 –propios de la función universitaria –, no es difícil inferir lo que significa
su reducción a 700, como sucedd en la práctica de los medios y los círculos políticos” (Del Palacio,
1995:27)
4
Cursivas en el original
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De esta maner se configura lo que Bourdieu llama violencia simbólica, es decir, aquél tipo de
violencia que se ejerce con la complicidad involuntaria de sus víctimas por habérseles
impuesto las categorías a través de las cuales reproducen sin saberlo las condiciones de su
opresión y, simultánemente, las que garantizan el estatus dominante de las clases
dominantes, víctimas beneficiarias de la misma estructura perceptual que las dispone a
crearse una sociodisea que hace pasar su posición dominante como producto de sus méritos
personales y de clase y no los méritos personales y de clase como productos de su posición
dominante.
La cuestión no es tanto, entonces, si ganó o no Peña Nieto, sino si alguien sinceramente cree
que lo hizo en una contienda equitativa en un país donde impera la democracia plural y
participativa. Aquí estoy seguro que la respuesta de todos y de todas partes es un rotundo no.
Y el problema es que el problema del México que queremos y que nunca termina de llegar
sigue ahí y no sólo no se resuelve sino se agrava. El retorno de Peña Nieto y el PRI al poder
–o lo que es lo mismo, la continuidad del PRI-AN neoliberal en el poder – representa el
regreso de lo peor de antes con la continuidad de lo peor de ahora. La militarización, la
escalada de violencia, el menguante y casi inexistente crecimiento económico y la creciente
desiguldad y pobreza señalan hacia el peor de los escenarios posibles.
Y sin embargo, ahí están el movimiento “Yo soy 132” y la inconformidad creciente de una
población que en las últimas dos elecciones ha votado en su mayoría contra el candidato
ungido al final como ganador. Aunque se confirmara el triunfo desde muchos puntos de vista
ilegítimo, inequitativo, parcial y despótico de Peña Nieto, hacia el que todos los aparatos de
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estado apuntan –y con él el fortalecimiento del fascismo social que vivimos ya desde hace
tiempo – resta por resolver los problemas de fondo del país cuya solución no está al alcance
de quienes nos han gobernado hasta hoy, por ser ellos la espada misma que inflingió y sigue
inflingiendo la herida por la que México se está desangrando.
Pero para ello es necesario cambiar las coordenadas desde las que se configuran las
alternativas posibles desde las cuales se puede impulsar otro proyecto de país que recupere
aquel por el que históricamente se ha luchado, pero que también históricamente no termina
por fraguar. Como en toda sociedad, los jóvenes son (somos) los que están marcando la
pauta y mostrando el camino, no hay más que seguirlos y convertirnos todos en 132.
Referencias