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Para ello, como hemos indicado, Benhabib aboga por la existencia de un
derecho moral fundamental, el derecho a tener derechos. Sin embargo, pese al
carácter fundamental de estos derechos, la autora explica la controversia en
torno a su justificación y contenido. Así, distintos autores como M. Walzer o J.
Rawls apelan a la existencia de un “mínimo común” dentro de los Derechos
Humanos. Sin embargo, estos estándares mínimos son también problemáticos,
puesto que darían lugar a una lista arbitraria, y seguramente breve, de derechos,
en los que según Charles Beitz quedarían excluidos los relativos a la libertad
religiosa, la igualdad para la mujer o la diversidad sexual. Además, en referencia
a las teorías defendidas por J. Rawls, Benhabib critica como éstas no garantizan
la libertad de conciencia de las religiones minoritarias que no sean la oficial del
estado.
Benhabib, por su parte, cree que el debate sobre los “estándares mínimos” ha
de reconducirse hacia una mejor comprensión de los Derechos Humanos que
permita su universalización.
Dentro de este universalismo, la autora defiende la existencia de distintos
niveles en su seno:
- Universalismo esencialista, a partir de la creencia de la existencia de una
esencia humana que define quienes somos. Creencia, que, sin embargo, es
debatida por algunos autores escépticos ante la idea de una naturaleza humana
común.
- Universalismo entendido como respeto moral.
- Universalismo jurídico, defendido por aquellos autores, que como se ha
mencionado anteriormente, recelan de la existencia de una naturaleza humana.
-Universalismo justificatorio, radicado en las diferentes estrategias de
justificación a partir del universalismo moral. Éste se basaría en la idea del igual
respeto por el otro al ser un ser con libertad comunicativa.
Estos niveles de universalismo no han de entenderse como departamentos
estancos. Así, universalismo moral y jurídico se interpenetran, ya que, como
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defiende la autora “los Derechos Humanos son principios morales (...) que
requieren una materialización en forma legal” (2008, p.189).
Respecto al carácter esencialista de estos derechos, esta concepción supera el
llamado “derecho natural” defendido por los autores del Siglo de las Luces. De
este modo, los derechos no son sobre lo que existe sino “sobre el tipo de mundo
en el que debemos razonablemente desear vivir” (2008, p 188).
Por otra parte, dentro de este carácter universalista de los Derechos Humanos,
tiene un carácter imprescindible en su justificación, el respeto a la libertad
comunicativa comprendida como la capacidad de aceptar o rechazar razones.
Esta protección de la libertad comunicativa se ha de construir desde el consenso
y la proyección hacia el futuro: “formular qué metas y fines deseamos construir y
cómo llevarlos a cabo”.
Este ejercicio de comunicación libre se articula desde dos tipos de
concepciones del otro: “el otro generalizado” y el “otro concreto”, a partir de
la reelaboración del concepto de espacio público que realiza Benhabib. De este
modo, hablamos del “otro generalizado” como la comprensión de todos los
individuos como seres que tienen los mismos derechos que deseamos
aplicarnos a nosotros mismos. Por otro lado, el punto de vista del otro concreto
entiende a cada ser humano como un individuo con caracteres
afectivo-emocionales, una historia y una identidad.
Este reconocimiento recíproco del “derecho a tener derechos” expuesto en el
párrafo anterior es fruto de la toma conciencia de los individuos a partir de
luchas políticas, movimientos sociales y procesos de aprendizaje. Por
consiguiente, no sería una esencia o naturaleza humana sino un objetivo moral
por el que pelear.
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expresa Ronald Dworkin, “los Derechos Humanos estarían a caballo entre la
moralidad y la justicia”, permitiéndonos juzgar la legitimidad de la ley” (2008,
p.196). En este sentido, cobran importancia convenciones y organizaciones
supraestatales como la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la
Convención de Ginebra, etc. como garantes del cumplimiento de los Derechos
Humanos por encima de las diferencias institucionales entre países. Benhabib,
en su defensa de un mundo de fronteras porosas defiende la existencia de una
sociedad civil global en la que “los individuos no son portadores de derechos
únicamente por su ciudadanía dentro de los Estados sino en virtud de su
humanidad sin excepción” (2008, p. 201). Así, el margen legítimo de actividad de
los estados es cada vez más limitado, pero las libertades quedan garantizadas.
Respecto a su crítica al intervencionismo en el marco de los Derechos
Humanos, Benhabib afirma que el discurso totalizador realizado desde
Occidente (nosotros-el otro) impiden el desarrollo de movimientos subversivos
que cuestionen el ejercicio del poder. Dentro del multiculturalismo, la autora
defiende que el ejercicio de los Derechos Humanos puede ofrecer variaciones
legítimas en interpretaciones y variaciones jurídicas siempre que resulten del
autogobierno.
En conclusión, los Derechos Humanos han de tener un carácter universalista
radicado en la raíz moral y en la proyección legal de los mismos que ha de ser
construido a partir del diálogo cultural a partir del ejercicio del autogobierno.
Benhabib, entiende este discurso de los Derechos Humanos como fruto de la
concienciación y del consentimiento entre individuos y excluye cualquier
principio intervencionista y rechazando la indiferencia. No podemos ser
indiferentes ante algo que nos valida y protege a todos los seres humanos.
3.- Glosario:
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a. Principio de derecho: debemos entender la libertad y la igualdad
desde la generalidad y la reciprocidad. De este modo, la libertad sólo puede
sernos restringida como individuo si dichos motivos pudiesen ser aplicados a
todos y cada uno de los individuos en la misma situación.
b. Derechos humanos: más allá de su significado iusnaturalista ilustrado,
deben ser entendidos como el igual respeto por l otro en tanto que un ser capaz
de libertad comunicativa.