Está en la página 1de 1

No pude abrazarte, no pude besarte, no pude decirte cuánto te amaba y te amo.

Pero sé que lo sabes. No pude estar a tu lado cuando marchaste a mejor vida… nunca se
sabe cuándo termina la vida de una persona, y no esperaba que la tuya se fuese estando
yo tan lejos.

Una lágrima cae cuando te recuerdo en mi niñez, fuiste lo mejor para mí.
Nuestras largas conversaciones nunca las olvidaré.

Tus consejos, nunca los dejaré y seguiré dando ejemplos de amor y bondad, como tú los
diste en la vida a todo aquel que lo necesitaba.
No quiero llorarte porque te amo. Porque solamente se fue una parte de ti, la que yo
podía tocar.

Cerrando los ojos puedo acariciar tu alma, y recordarte tal como eras:

El mejor papi del mundo.


El mejor amigo que uno pueda tener.

Nada de lo que me enseñaste quedará en el vacío, estas no serán las últimas palabras que
escribo para ti, siempre te escribiré, recordándote, y será como estar leyéndolo en tu
presencia.

Dios está en medio de nosotros, sólo hay separaciones de cuerpo, nuestros corazones
jamás han estado más unidos que ahora.

Las lágrimas caen…


por impotencia, por lejanía, por no haber podido abrazarte y decirte, cuanto te amaba.

No voy a ir en contra de la voluntad de Dios, porque soy cristiana como tú, y acepto los
designios del Señor. Quiero que te lleves esta carta hasta donde estás, al lado de nuestro
Señor. Y cuando un día no tengas nada que hacer, léela, y sonríe, que tu niña siempre será
tu niña. Y tú siempre serás mi papito querido.

Pero hoy tu espíritu está en nosotros, conmigo.


Te siento en mi corazón, vives en él, y así será eternamente.

También podría gustarte