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El medio ambiente que nos arropa ya no aguanta más
maltrato y saqueo por parte de una cultura absurda, con-
sumista, sin límite, egoísta, narcisista hasta la ruina, ena-
morada de sí misma y del dinero, que en su afán por devo-
rar se está devorando a sí misma.
Y con ella jala al desastre al propio planeta y a todos
los que en él crecemos y en el que somos lo que somos.
La segunda bestia, tan inclemente como la anterior,
es la indiferencia o la abierta hostilidad y la agresión con
que un mundo privilegiado se comporta frente a las otras
tres cuartas partes de la humanidad: los despojados, los
perseguidos, los abandonados que huyen de la guerra, la
sequía, las inundaciones, la violencia y el hambre, desbor-
dando los caminos de la Tierra en una infinita caravana;
que echan mano de sus últimas fuerzas para llegar hasta
unas puertas que se les cierran en las narices, y hasta las
fronteras de naciones más favorecidas, que responden con
balas, alambradas, desprecio, insultos, deportaciones,
campos de concentración y muerte.
Hablamos de verdaderos genocidios: pueblos enteros
empujados a la extinción ante los ojos indiferentes o ira-
cundos de quienes se consideran dueños absolutos y exclu-
yentes de la seguridad, el bienestar y la riqueza.
La tercera bestia de rabia y sangre es el regreso del
fascismo. Hay quienes llaman neofascismo, protofascismo
o ultraderecha a este fenómeno que renace con alevosía en
las cuatro esquinas del planeta.
Yo, por mi parte, prefiero dejar a un lado prefijos y
eufemismos y llamarlo por su nombre puro y duro: fas-
cismo.
Hoy resurge con una fuerza inusitada esta marea ne-
gra y ponzoñosa, directa o indirectamente alimentada por
la política de Donald Trump.
A nosotros, los mexicanos, nos ha caído el mal fario
de tenerlo por vecino: un vecino prepotente e impositivo,
cavernario, xenófobo y machista, cuyos actos atrabiliarios
y cuyas declaraciones incendiarias desde la presidencia de
Estados Unidos han hecho que mucho de sus fanáticos en
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el mundo se quiten la máscara, pierdan el pudor, ganen
descaro y arrojo y den rienda suelta a la voluntad de rabia
y violencia que hasta hace poco tenían más o menos con-
tenida o camuflada.
Nuestro nuevo gobierno mexicano, al que le auguro
buen viento y buena mar en estos días de inauguración de
su mandato, tendrá que lidiar con el iracundo vecino del
Norte y su andanada fascista, haciendo un auténtico des-
pliegue de honor, valor, soberanía, imaginación y habili-
dad diplomática.
Turquía se ha convertido en el gendarme de las fron-
teras de Europa, impidiendo que los inmigrantes pasen al
otro lado.
No debemos permitir que México cumpla ese ruin papel
con respecto a Estados Unidos.
Permítanme formular aquí un resumido recuento de
algunas de las patas que le han ido saliendo al fascismo
de nuevo cuño.
Son manifestaciones en muy diversos ámbitos e in-
tensidades, pero con claros elementos en común:
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no sólo en ellos, algunos países han encontrado el deposi-
tario de su odio.) Continúo con las características comu-
nes:
– racismo,
– homofobia,
– islamofobia,
– antisemitismo,
– autoritarismo,
– sexismo y machismo,
– chovinismo,
– fanatismo religioso,
– ataques a los medios informativos y acoso o muerte
de sus profesionales,
– desprecio por las instituciones democráticas y, al
mismo tiempo, utilización de éstas como palanca de as-
censo al poder.
El caldo de cultivo que le sirve al fenómeno de radi-
calización hacia la extrema derecha es la circunstancia de
que las políticas neoliberales han ensanchado de manera
brutal el abismo entre una minoría de ricos y una inmensa
mayoría de pobres.
– La gran oleada de inmigración de las últimas déca-
das.
– La alarma ante la crisis del medio ambiente, de la
cual andan culpando a la sobrepoblación de desposeídos.
– Y por último, los efectos de la gran recesión que se
avecina.
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Empecemos el recuento por los propios Estados Uni-
dos, en donde se han multiplicado los ataques y atentados
en contra de demócratas, islámicos, integrantes de la di-
versidad sexual, negros, latinos, judíos, mujeres, periodis-
tas e inmigrantes.
Sigamos por Brasil, en donde ha ganado la Presiden-
cia por escaso margen el ex militar Jair Bolsonaro, parti-
dario de la tortura, el crimen y demás métodos de la dic-
tadura que añora y a la que representa.
En España, VOX, un grupo de franquistas hasta hace
poco minúsculo, se expande, gana escaños y extiende su
política de alianzas.
En Italia, el primer ministro Matteo Sallvini, vicepre-
sidente, ministro del Interior y hombre fuerte del gobierno
en curso, ejerce la violencia de palabra y obra para impedir
que los inmigrantes lleguen a ese país o para expulsarlos.
En Francia, Marine Le Pen moderniza y depura la tra-
dición fascista de su padre para conservar sus esencias y
sus objetivos.
En Finlandia el llamado Partido de los Auténticos Fin-
landeses se ha dado a conocer con actos de violencia ra-
cista.
En Grecia la organización Amanecer Dorado retoma
el mito de la pureza racial e incorpora en su acción a ele-
mentos paramilitares.
Hungría es la cuna del Jobbik, grupo ultranacionali-
lsta, antisemita, paramilitar y adepto a la simbología nazi.
En Alemania gana terreno el NPD, partido racista y
antijudío, que niega el holocausto y protagoniza brotes de
violencia en contra de extranjeros.
En Austria gobierna la coalición formada por los con-
servadores y el fascista Partido de la Libertad.
Y hasta aquí esta enumeración de casos tan alarman-
tes y significativos como indeseables.
En México, por fortuna, el panorama que hoy se nos
abre va en sentido opuesto y podría significar el afianza-
miento de la democracia. Ojalá.
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Muchos en el resto del mundo han puesto su mirada
en este país con una enorme esperanza.
Ha llegado al poder un incansable luchador que, con
la población a su favor, arrasó en casi todo el país. No ha
tenido esta gloria otra nación, como dice el letrero lumi-
noso que corona la Basílica de Guadalupe en la Ciudad de
México.
Esa indiscutible y grandiosa votación marca la fuerza
de López Obrador, pero también podría marcar su debili-
dad. Más de medio país le dio su sufragio. Pero el país so-
mos todos, todos es una multitud variopinta y cada uno
de sus integrantes pedirá la palabra a voz en cuello, cada
cual reclamando sus asuntos, tenga derecho o no, tenga
razón o no.
En la actualidad yo vivo en la actualidad en Cataluña,
en los Bajos Pirineos, alejado de la política y el periodismo,
y regresé a México para estar al lado de Andrés Manuel
López Obrador el día en que recibió el mandato de la na-
ción.
Esta Patria mía, tan deshilachada, tan pobre, tan sa-
queada, con tanto político corrupto y con tanto muerto re-
gado por su territorio.
Y ahora, para colmo, con un enloquecido presidente
de Estados Unidos que en su delirio magno, canalla y fas-
cista, quiere que sus tropas disparen a los migrantes si
uno de ellos hace ademán de lanzar una piedra a través
de la línea divisoria; que disparen a los inermes desde ese
territorio que alguna vez fue nuestro y que nos fue arreba-
tado.
Este reconocimiento que hoy me honra quiero com-
partirlo con todos ustedes y dedicarlo a este México de
hoy, con la alegría y la esperanza de que logre afianzarse
en la libertad, la igualdad y la justicia.
Pero también la quiero dedicar a todos los periodistas
muertos en nuestro país, que están sembrados a lo largo
y ancho de toda la República, a ellos más que a nadie.
Yo sé que habrá que hacer procuración para que este
Gobierno asuma siquiera un poco de las tesis del Informe
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MacBride para ayudar a los medios y que no se consuman
en el hambre y se riegue la publicidad a todos, menos a
uno, a dos, etcétera; sin un acoso universal para que haya
uniformidad ¡caramba! no tantos privilegios, tanto dinero
regado.
Que los muros que levantemos en esta Patria mía no
sean para separar a los pueblos sino murallas de valor y
buen juicio que nos protejan del embate y el yugo de todo
fascismo.
Que Andrés Manuel López Obrador, un demócrata
que llega al poder en una elección sin paralelo y después
de una vida de lucha, cumpla con estos objetivos.
Y que la sociedad mayoritaria, vigilante, crítica y so-
lidaria que se ha manifestado en estos meses mantenga a
raya a las bestias que mencioné y que no permita una re-
caída en el abismo.
Muchas gracias.
Cura, amigo de toda la vida, y que juntos desmonta-
mos cuando se quería asesinar al obispo de Chiapas, él y
yo fuimos autores de eso.