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Concilios Ecuménicos

Definiciones, Personajes, Herejías

Concilios Ecuménicos
La Iglesia ha tenido 22 Concilios Ecuménicos, sin contar el de los Apóstoles
en Jerusalén.

1- Concilio de Nicea (año 325).. Convocado por la autoridad del Papa San
Silvestre y bajo la ejecutoria del mismo emperador Constantino. Este Concilio
condenó la herejía de Arrio que negaba la divinidad de Jesucristo y su
consustancialidad con el Padre. Ver: Homoousion. Formuló el "símbolo niceno" o
Credo.

««Creemos en un solo Dios Padre omnipotente... y en un solo Señor Jesucristo Hijo


de Dios, nacido unigénito del Padre, es decir, de la sustancia del Padre, Dios de
Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no hecho,
consustancial al Padre...»» (Denzinger - Dz 54).

2- Concilio Primero de Constantinopla (año 381). En tiempo del Papa San


Dámaso, se ocupó de las herejías de los mecedonianos, eunomianos o anomeos. Se
perfeccionó el símbolo niceno, que por esto lo llamamos el credo "niceno-
constantinopolitano".

3- Concilio de Éfeso (año 431). Convocado por el Papa San Celestino I y


presidido por el Patriarca Cirilo de Alejandría, ese Concilio condenó la herejía
cristológica y mariológica de Nestorio y proclamó la maternidad divina de María, La
Theotokos. El símbolo de Efeso precisa que las dos naturalezas, humana y divina de
Cristo, están unidas sin confusión y por lo tanto María es verdaderamente “Madre
de Dios”.

4- Concilio de Calcedonia (año 451). Bajo la autoridad del Papa San León I el
Magno, este Concilio trató de las herejías de quienes negaban a Jesucristo las
naturaleza divina o la humana o las confundían. Ver: Nestorianismo

5- Concilio Segundo de Constantinopla (año 553). Convocado por la autoridad


del Papa Virgilio, condenó la herejía de los "tres capítulos", confirmando la doctrina
de los concilios anteriores sobre la Trinidad, la divinidad de Jesucristo y maternidad
divina de María. Condenó el Monofisismo

6- Concilio Tercero de Constantinopla (del año 680-681). Con el Papa San


Agatón, condenó solemnemente la herejía de quienes admitían en Cristo una sola
voluntad (monotelitas). Como curiosidad, este concilio no tuvo reparos en condenar
por nombre, y sin vacilaciones, al papa de Roma Honorio por “seguir como propias
las opiniones heréticas del monotelismo”

7- Concilio Segundo de Nicea (año 787) Este Concilio, convocado por la


autoridad del Papa Adriano I, afrontó la doctrina de los iconoclastas y definió la
legitimidad del culto a las imágenes sagradas.

8- Concilio Cuarto de Constantinopla. Convocado por el Papa Adriano II en el


año 869 duró hasta el siguiente y tuvo como principal tema la condenación del
patriarca Focio, autor del cisma oriental.

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9-Concilio Primero de Letrán (del año 1123-1124). Convocado por el Papa


Calixto II, fue muy accidentado por lo que duró hasta el siguiente año. Celebrado
en el tiempo de la lucha de las investiduras, se ocupó de ellas, lo mismo que de la
simonía, el celibato y el incesto.

10- Concilio Segundo de Letrán (año 1139). Este Concilio convocado por le
Papa Inocencio II, afrontó el delicado asunto de los falsos pontífices, de la simonía,
la usura, las falsas penitencias y los falsos sacramentos.

11- Concilio Tercero de Letrán (año 1179). . Bajo el Sumo Pontífice Alejandro
III, se ocupó nuevamente de condenar la simonía.

12- Concilio Cuarto de Letrán (año 1215). Bajo la autoridad del Papa Inocencio
III, este Concilio condenó las herejías de los Albingenses, del Abad Joaquín de Fiori,
los Valdenses,etc.

13- Concilio Primero de Lyon (año 1245). Este Concilio en realidad no abordó
asuntos dogmáticos, sino problemas morales y disciplinares de la Iglesia.

14- Concilio Segundo de Lyon (año 1274) Convocado por el Papa Gregorio X,
trató de unificar la Iglesia griega, separada de Roma desde el cisma oriental.

15- Concilio de Viena (1311-1312). Este Concilio, convocado por Clemente V,


se ocupó de los errores de los beguardos y beguins, de Pedro Juan Olivi (doctrina
de la pobreza extrema). Abolió la orden de los Templarios.

16- Concilio de Pisa (1394). Fue convocado por el Papa Martín V, sólo se
clausuró cuatro años después. Condenó los errores de Wicleff, Juan Hus, etc. Se
ocupó también de los asuntos provocados por el cisma de Occidente.

17- Concilio de Costanza (año 1417). Fue convocado por el Papa Martín V, sólo
se clausuró cuatro años después. Condenó los errores de Wicleff, Juan Hus, etc. Se
ocupó también de los asuntos provocados por el cisma de Occidente.

18- Concilio de Florencia (1431). Convocado por Eugenio IV, duró hasta 1445.
Logró la unión de los armenos y jacobitas con la Iglesia de Roma.

19- Concilio Quinto de Letrán (año 1512). Convocado por León X, tuvo como
tema central la reforma de la Iglesia.

20- Concilio de Trento (año 1545-1563). Este Concilio fue inicialmente


convocado por Pablo III para tratar el problema de la escisión de la Iglesia por la
reforma protestante. Se ocupó de innumerables temas doctrinales, morales,
disciplinares, de acuerdo con la problemática presentada por el protestantismo. El
Decreto sobre la justificación, el de los Sacramentos, el de la Eucaristía, el Canon
de la Sagradas Escrituras, etc., son entre otros, los más sobresalientes, amén de
infinidad de disposiciones disciplinares.

21- Concilio Vaticano Primero.. Convocado por el Papa Pío IX en 1869, sesionó
hasta Septiembre de 1870, cuando hubo de interrumpirse por la toma de Roma por
las tropas de Garibaldi, el 20 de Septiembre. Este Concilio afrontó los temas
fundamentales de la fe y constitución de la Iglesia. Como definiciones más famosas,

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se encuentran la potestad del Romano Pontífice y su infalibilidad cuando habla "ex


cathedra".

22- Concilio Vaticano II (1962-1965). Convocado por Juan XXIII, quien lo


anunció desde Enero de 1959, tuvo cuatro sesiones, la primera de las cuales
presidió, en el otoño de 1962, el mismo Juan XXIII, quien falleció el 3 de Junio de
1963. Las otras tres etapas fueron convocadas y presididas por su sucesor, el
Pontífice Pablo VI.

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Arrianismo y semiarrianismo
El arrianismo tomó su nombre de Arrio (256-336) sacerdote de Alejandría y después obispo
libio, quien desde el 318 propagó la idea de que no hay tres personas en Dios sino una sola
persona, el Padre. Jesucristo no era Dios, sino que había sido creado por Dios de la
nada como punto de apoyo para su Plan. El Hijo es, por lo tanto, criatura y el ser del Hijo
tiene un principio; ha habido, por lo tanto, un tiempo en que él no existía. Al sostener esta
teoría, negaba la eternidad del Verbo, lo cual equivale a negar su divinidad. A Jesús se le
puede llamar Dios, pero solo como una extensión del lenguaje, por su relación íntima con Dios.

Admitía la existencia del Dios único, eterno e incomunicable; el Verbo, Cristo, no divino sino
pura creatura, aunque más excelsa que todas las otras y escogido como intermediario en la
creación y la redención del mundo. Aunque Arrio se ocupó principalmente de despojar de la
divinidad a Jesucristo, hizo lo mismo con el Espíritu Santo, que igualmente lo percibía como
creatura, e incluso inferior al Verbo.

Arrio, tras formarse en Antioquía, difunde sus ideas en Alejandría, dónde en el 320, Alejandro,
obispo de Alejandría, convoca un sínodo que reúne más de cien obispos de Egipto y Libia, y en
el se excomulga a Arrio y a sus partidarios, ya numerosos. No obstante, la herejía continúa
expandiéndose, llegando a desarrollarse una crisis de tan grandes proporciones, que el
Emperador Constantino el Grande se vio forzado a intervenir para encontrar una solución.
Fue el Concilio de Nicea, el 20 de mayo del 325 D.C., donde el partido anti-arriano bajo la guía
de San Atanasio, diácono de Alejandría, logró una definición ortodoxa de la fe y el uso del
término homoousion (consustancial, de la misma naturaleza) para describir la naturaleza de
Cristo:

««Creemos en un solo Dios Padre omnipotente... y en un solo Señor Jesucristo Hijo de Dios,
nacido unigénito del Padre, es decir, de la sustancia del Padre, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios
verdadero de Dios verdadero, engendrado, no hecho, consustancial al Padre...»» (Manual de
Doctrina Católica Denzinger - Dz 54).

Fueron condenados los escritos de Arrio y tanto él como sus seguidores desterrados, entre
ellos Eusebio de Nicomedia. Aunque no era arriano, Constantino gradualmente relajó su
posición anti-arriana bajo la influencia de su hermana, quien tendía simpatías arrianas. A
Eusebio y a otros se les permitió regresar y pronto comenzaron a trabajar para destruir lo
hecho en el Concilio de Nicea. Por los manejos de Eusebio de Nicomedia, Constantino intento
traer a Arrio de regreso a Constantinopla (334-335) y rehabilitarlo, pero murió antes de que
llegara. Aprovechando la nueva situación, el partido arriano fue ganando terreno y logró el exilio
de San Atanasio, quien ya era obispo de Alejandría, y de Eustaquio de Antioquía. Avanzaron
aún más durante el reinado del sucesor de Constantino en Oriente, Constancio II (337-361),
quien dio un apoyo abierto al arrianismo.

En el año 341 se celebró un Concilio en Antioquía, el cual no fue reconocido como concilio
ecuménico y fue encabezado por Eusebio de Nicomedia. Este Concilio aceptó varias
afirmaciones heréticas sobre la naturaleza de Cristo. La oposición fue tal en Occidente, que
Constancio II, emperador de Oriente, y Constante, de Occidente, convinieron en convocar un
Concilio en Sárdica en el 343, donde se logró el regreso de Atanasio y su restauración como
obispo de Alejandría, así como la deposición de sus sedes de muchos obispos arrianos.

Tras la muerte de Constante y el advenimiento de Constancio como único emperador en el año


350, los arrianos recuperaron mucho de su poder, generándose persecuciones anticatólicas en
el Imperio. Durante este período se dio el momento de mayor poder y expansión de la herejía
arriana con la unificación de los diversos partidos en el interior del arrianismo en el año 359 y
su máximo triunfo doctrinal en los concilios de Seleucia y Arimino.

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Cuando parecía humanamente que la fe católica se perdía, las cosas se volvieron en contra del
arrianismo. Constancio murió en el año 361, dejando al arrianismo sin su gran protector. Más
adelante los semiarrianos, escandalizados por la doctrina de sus copartidarios más radicales,
empezaron a considerar la posibilidad de algún arreglo.

Bajo el gobierno del emperador Valentiniano (364-375), el cristianismo ortodoxo fue


restablecido en Oriente y Occidente, y la ejemplar acción de los Padres Capadocios (San
Basilio y San Gregorio Nacianceno) condujo a la derrota final del arrianismo en el Concilio
de Constantinopla en el año 381.

La herejía no moriría aun por siglos y crecería en algunas tribus germánicas que habían sido
evangelizadas por predicadores arrianos, las cuales la traerían de nuevo al Imperio en el siglo
V con la invasión de Occidente. Aunque todavía se encuentran grupos de cristianos-arrianos en
el Oriente Medio y el Norte de África, el arrianismo profesado como tal desapareció hacia el
siglo VI.

Como ocurre con otras herejías, hay siempre quienes, sin definirse herejes, sostienen todavía
esos errores. Se trata de una batalla por la verdad en la que el espíritu del error no se da por
vencido.

Los semiarrianos, también llamados homousianos, ocupan un lugar intermedio entre los
arrianos radicales o anomeos que predicaban una clara diferenciación entre el Padre y el Hijo,
y la fe ortodoxa del Concilio de Nicea. Ellos asumen el término homoiousios, pero en el sentido
de similitud y no de consustancialidad. Resaltan, pues, simultáneamente similitudes y
diferencias entre el Padre y el Logos

Homoousion
Consustancial, de la misma naturaleza. Para describir la naturaleza de Cristo, la misma
que la del Padre.

Etim.: Del griego, homoousion (homos, mismo, y ousia, esencia), en latin: consubstantialem, de
una esencia o naturaleza). Esta palabra fue utilizada dogmáticamente en el Concilio de Nicea
para expresar la divinidad de Cristo en respuesta a la herejía arriana "Homoousion" era antes
utilizada por los filósofos para significar "de la misma naturaleza". En el concilio se utilizó de
una manera mas completa para significar "de una y la misma substancia".

Anterior al Concilio de Nicea, Tertuliano ya había utilizado el equivalente latino de homoousion.


Dionisio de Alexandría usó la palabra homoousio en su carta a Dionisio de Roma (Athan., "De
dec. Syn. Nic.", xxv, 26) y en otras ocasiones.

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Credo de los Apóstoles y Credo de Nicea-Constantinopla


El Credo de los apóstoles es una fórmula de Fe en doce artículos que contienen las doctrinas
fundamentales del cristianismo. La Tradición reconoce a los Apóstoles como los autores (ya sea en
sustancia si no en las mismas palabras).

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Credo de los Apóstoles Credo de Nicea-Constantinopla

Creo en Dios, Padre Creo en un solo Dios, Padre


Todopoderoso, Todopoderoso, Creador del cielo y de la
Creador del cielo y de la tierra. tierra, de todo lo visible y lo invisible.

Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo


Creo en Jesucristo, su único Hijo, único de Dios, nacido del Padre antes de
Nuestro Señor, todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz,
Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado, de la misma
naturaleza del Padre, por quien todo fue
hecho; que por nosotros, los hombres, y
por nuestra salvación bajó del cielo,

y por obra del Espíritu Santo se encarnó


que fue concebido por obra y de María, la Virgen, y se hizo hombre;
gracia
del Espíritu Santo,
nació de Santa María Virgen; y por nuestra causa fue crucificado en
tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue
padeció bajo el poder de Poncio sepultado,
Pilato, fue crucificado, muerto y
sepultado, y resucitó al tercer día, según las
Escrituras,
descendió a los infiernos,>>
al tercer día resucitó de entre los y subió al cielo, y está sentado a la
muertos, derecha del Padre;
subió a los cielos
y está sentado a la derecha de y de nuevo vendrá con gloria para juzgar
Dios, a, vivos y muertos, y su reino no tendrá
Padre todopoderoso. fin.
Desde allí ha de venir a juzgar Creo-en el Espíritu Santo, Señor y dador
a los vivos y a los muertos. de vida, que procede del Padre y del Hijo,
que con el Padre y el Hijo recibe una
Creo en el Espíritu Santo, misma adoración y gloria, y que habló por
los profetas.

Creo en la Iglesia, que es una, santa,


católica y apostólica.
Confieso que hay un solo Bautismo para el
la santa Iglesia católica, perdón de los pecados. Espero la
la comunión de los santos, resurrección de los muertos
y la vida del mundo
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne
y la vida eterna. Amén.

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Nestorianismo

Nestorianismo, herejía del siglo V, enseñaba la existencia de dos personas


separadas en Cristo encarnado: una divina (el Hijo de Dios); otra humana (el hijo
de María), unidas con una voluntad común. Toma su nombre de Nestorio, patriarca
de Constantinopla, quien fue el primero en difundir la doctrina.

Síntesis de los errores del nestorianismo:

 El hijo de la Virgen María es distinto del Hijo de Dios.


 Así como de manera análoga hay dos naturalezas en Cristo, es necesario
admitir también que existen en Él dos sujetos o personas distintas.

 Estas dos personas se hallan ligadas entre sí por una simple unidad
accidental o moral.

 El hombre Cristo no es Dios, sino portador de Dios.

 Por la encarnación el Logos-Dios no se ha hecho hombre en sentido propio,


sino que ha pasado a habitar en el hombre Jesucristo, de manera parecida a
como Dios habita en los justos.

 Las propiedades humanas (nacimiento, pasión, muerte) tan sólo se pueden


predicar del hombre Cristo; las propiedades divinas (creación, omnipotencia,
eternidad) únicamente se pueden enunciar del Logos-Dios; se niega, por lo
tanto, la comunicación entre ambas naturalezas.

 En consecuencia, no es posible dar a María el título de Theotokos (Madre


de Dios), que se le venía concediendo habitualmente desde Orígenes. Ella no
es más que "Madre del Hombre" o "Madre de Cristo". Ver: Madre de Dios >>

Se opusieron al nestorianismo importantes prelados, encabezados por San Cirilo


de Alejandría. La herejía fue condenada y la doctrina aclarada en el Concilio de
Éfeso en el año 431:

««...habiendo unido consigo el Verbo, según hipóstasis o persona, la carne animada


de alma racional, se hizo hombre de modo inefable e incomprensible y fue llamado
hijo del hombre, no por sola voluntad o complacencia, pero tampoco por la
asunción de la persona sola, y que las naturalezas que se juntan en verdadera
unidad son distintas, pero que de ambas resulta un solo Cristo e Hijo; no como si la
diferencia de las naturalezas se destruyera por la unión, sino porque la divinidad y
la humanidad constituyen más bien para nosotros un solo Señor y Cristo e Hijo por
la concurrencia inefable y misteriosa en la unidad... Porque no nació primeramente
un hombre vulgar, de la santa Virgen, y luego descendió sobre ÉL el Verbo; sino
que, unido desde el seno materno, se dice que se somatizó a nacimiento carnal...
De esta manera [los Santos Padres] no tuvieron inconveniente en llamar madre de
Dios a la santa Virgen»» (Dz 111)

Además, en el Concilio de Calcedonia en el año 451 declaró:

««Ha de confesarse a uno solo y el mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, el mismo
perfecto en la divinidad y el mismo perfecto en la humanidad, Dios

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verdaderamente, y el mismo verdaderamente hombre de alma racional y de


cuerpo, consustancial con el Padre en cuanto a la divinidad, y el mismo
consustancial con nosotros en cuanto a la humanidad, semejante en todo a
nosotros, menos en el pecado (Hebr. 4, 15); engendrado del Padre antes de los
siglos en cuanto a la divinidad, y el mismo, en los últimos días, por nosotros y por
nuestra salvación, engendrado de María Virgen, madre de Dios, en cuanto a la
humanidad; que se ha de reconocer a uno solo y el mismo Cristo Hijo Señor
unigénito en dos naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación,
en modo alguno borrada la diferencia de naturalezas por causa de la unión, sino
conservando, más bien, cada naturaleza su propiedad y concurriendo en una sola
persona y en una sola hipóstasis, no partido o dividido en dos personas, sino uno
solo y el mismo Hijo unigénito, Dios Verbo Señor Jesucristo...»» (Dz 148).

Nestorio contó con el apoyo de varios obispos orientales que no aceptaron las
condenaciones y rompieron con la Iglesia formando una secta independiente; pero
finalmente fue desterrado en el año 436 al Alto Egipto.

Monofisismo

Herejía desarrollada por el monje Eutiques (m. 454). Se propagó principalmente


entre los siglos V y VI.

Enseñó que solo había una naturaleza en la persona de Cristo, la divina. Se


oponía a la doctrina del Concilio de Calcedonia (451) sobre las dos naturalezas
de Cristo. Surge en parte como una reacción contra el nestorianismo.

A pesar de haber sido condenado en el Segundo Concilio de Constantinopla


(553), el monofisismo encontró apoyo en Siria, Armenia y especialmente entre los
cristianos coptos en Egipto en dónde todavía existe incluso con una estructura
ordenada en las Iglesias Armenias y Coptas entre otras.

Monotelismo

Herejía del siglo VII que sostenía que Cristo posee dos naturalezas pero una
sola voluntad. La herejía es un intento de reconciliar las ideas de la herejía
monofisita con la ortodoxia cristiana. El emperador Heracleo (610-641), en un
encuentro con los monofisitas, formuló que Cristo tendía dos naturalezas pero una
sola voluntad. Esta idea recibió apoyo del patriarca de Constantinopla, Sergio. Este
punto de vista fue condenado posteriormente por la Iglesia de Occidente, lo cual
generó un resquebrajamiento con la Iglesia de Oriente. San Máximo el Confesor
escribió una refutación teológica del monotelismo, en la cual sostuvo que la
voluntad era una función de la naturaleza y no de la persona. El Monotelismo fue
condenado definitivamente por el Tercer Concilio de Constantinopla (680), en el
cual se afirmó ««dos voluntades naturales o quereres y dos operaciones naturales,
sin división, sin conmutación, sin separación, sin confusión»» (Dz 291).

Maniqueísmo

Maniqueísmo es una religión fundada por el sabio persa Mani (o Manes) (c. 215-
275), considerado por sus seguidores como divinamente inspirado.

Comenzando en el siglo III se extendió a través del oriente y en muchas partes del
Imperio Romano.

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Los maniqueos —a semejanza de los gnósticos y los mandeos— eran dualistas:


creían que había una eterna lucha entre dos principios opuestos e irreductibles, el
bien y el mal, que eran asociados a la luz (Ormuz) y a las tinieblas (Ahrimán)

Los maniqueos creen que el espíritu del hombre es de Dios pero el cuerpo del
hombre es del demonio. En el hombre, el espíritu o luz se encuentra cautivo por
causa de la materia corporal; por lo tanto, creen que es necesario practicar un
estricto ascetismo para iniciar el proceso de liberación de la luz atrapada.
Desprecian por eso la materia, incluso el cuerpo. Los «oyentes» aspiraban a
reencarnarse como «elegidos», los cuales ya no necesitarían reencarnarse más.

Buda y otras muchas figuras religiosas habían sido enviadas a la humanidad para
ayudarla en su liberación espiritual.

En la práctica, el maniqueísmo niega la responsabilidad humana por los males


cometidos porque cree que no son producto de la libre voluntad sino del dominio
del mal sobre nuestra vida. Por esto consideraban al pavo su animal sagrado,
porque sus colores en el plumaje revelaban los distintos estados espirituales por el
que pasaba el cuerpo para lograr purificarse y transformarse en el espíritu divino.

ICONOCLASTA
Etim.: del griego. eikon (imagen) + klaein (romper)

Los movimientos iconoclastas rechazan como superstición el uso de imágenes


religiosas y aboga por que se destruyan. Se originó con el crecimiento del Islam,
religión que considera idólatras a todas las imágenes sagradas. La presión del Islam
sobre los políticos precipitó la crisis.

Los iconoclastas destruían las imágenes y perseguían a quienes las venerasen.

La primera fase de los ataques ocurrieron con el emperador León el Isauriano en


el año 726 y terminó con el Segundo Concilio de Nicea en el 787, el cual definió
que las imágenes pueden ser expuestas y veneradas legítimamente porque el
respeto que se les muestra va dirigido a la persona que representan.

La segunda fase comenzó con el emperador León V el Armenio y terminó cuando


la Fiesta de la Ortodoxia fue establecida en el año 842 bajo la emperadora Teodora.
San Juan Damasceno y la emperadora eran los principales defensores de las
imágenes sagradas.

La Reforma Protestante reanudó los ataques contra la veneración de imágenes y


reliquias por considerarla supersticiosa. El Concilio de Trento reiteró la aprobación
católica a la veneración de las imágenes.

Cisma de Focio

El Cisma de Focio tuvo lugar en el siglo IX cuando regía la sede romana el Papa
Nicolás I (858-867) y era Patriarca de Constantinopla el obispo San Ignacio, elegido
el 4 de julio del año 847 por los monjes.

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Abad de uno de los innumerables monasterios de Constantinopla, en la fiesta de


Epifanía del año 857 negó públicamente la sagrada comunión a un tío del
emperador Miguel III el Beodo porque vivía licenciosamente con su propia nuera.
Enfadados, el Emperador y su ministro Bardas lo depusieron y desterraron el 23 de
noviembre del 858 y nombraron como nuevo patriarca a un erudito escritor laico de
su Corte, oficial mayor de su guardia, Focio, que en cinco días recibió todas las
órdenes sagradas de manos de un obispo suspendido y poco amigo del depuesto
patriarca. Quiso Focio, pese a tantas irregularidades, recibir la confirmación del
papa Nicolás I, que había sido puesto al corriente por el depuesto San Ignacio. El
papa envió a Constantinopla a sus legados con instrucciones de deponer a Focio y
restituir a Ignacio, pero fueron ganados a su causa por el habilísimo Focio ("el
hombre más artero y sagaz de su época: hablaba como un santo y obraba como un
demonio") y lo confirmaron como Patriarca de Constantinopla en un Sínodo habido
en la ciudad el año 861. El papa los excomulgó, y también al emperador y al
discutido patriarca Focio, con lo que éstos rompieron con el Papa y rechazaron su
primacía para las cuestiones de fe declarando a Focio Patriarca Universal, de forma
que el ilegítimo patriarca excomulgó también al papa Nicolás I y le depuso
teóricamente de la silla de Pedro.

El Cisma de Focio fue breve (duró del 858 al 867) porque, al ser derrocado el
emperador Miguel III por el macedonio Basilio I, Focio fue depuesto y restituido en
la sede constantinopolitana el legitimo patriarca Ignacio, con lo que las iglesias de
Oriente y Occidente se reconciliaron efímeramente; Focio fue encerrado en un
monasterio donde murió en 886. La importancia del Cisma de Focio deriva de que
abonó el terreno como precedente para el ya definitivo Cisma de Oriente que
separó la Iglesia católica romana de la Iglesia ortodoxa.

Simonía

Simonía, es la compra o venta ilícita de lo que es espiritual por bienes materiales.


Incluye cargos eclesiásticos, sacramentos, reliquias, promesas de oración, la gracia,
la jurisdicción eclesiástica, la excomunión, etc. La palabra simonía deriva de un
personaje de los Hechos de los Apóstoles llamado Simón el Mago, quién quiso
comprarle al apostol Simón Pedro (Hechos, VIII.9-21), su poder para hacer
milagros y conferir, como ellos, el poder del Espíritu Santo (Hch 8:9-24), lo que le
supuso la reprobación del Apóstol: ¡Que tu dinero desaparezca contigo, dado que
has creído que el don de Dios se adquiere a precio de oro!. El papa Gregorio VII
(1020-1085), el monje cluniacense Hildebrando de Soana, acabó con la venta de
cargos eclesiásticos durante la llamada Querella de las Investiduras.

Desde el siglo IX gran número de abades y obispos fueron obligados a integrarse


en el sistema feudo-vasallático. Los señores consideraban que las iglesias y sus
bienes pertenecían a su propio patrimonio. Los príncipes otorgaban la investidura
episcopal y decidían a qué señores pertenecían las parroquias rurales. Así se hizo
práctica común el hecho de otorgar las parroquias a los curas por ellos elegidos que
se atribuyeron una parte (cada vez más importante) de los dineros y donativos
agrícolas dados por los feligreses para mantener al clero.

El sistema fue confirmado en 962, después de que el emperador Otón I de


Alemania, obtuviera del Papa Juan XII, la prerrogativa de designar a los Papas. El
emperador Enrique IV fue el protector y el gran beneficiario de este abuso: La
investidura de laicos incompetentes como prelados, simonía y nicolaísmo.

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Los reyes y los príncipes territoriales (condes y duques), exigieron también el


servicio armado de los prelados. Así, algunos prelados se convirtieron ellos mismos
en señores, obteniendo beneficio de la acuñación de monedas y ejerciendo el
derecho de bando (poder señorial en la Edad Media).

Explotaron todos los medios posibles para acrecentar su poder: Jugaron con el
miedo al infierno, arrebataron los dones, y vendieron los sacramentos. Los cargos
episcopales y eclesiásticos vendidos fueron objeto de un verdadero tráfico. Así se
establecieron muchas de las dinastías de obispos.

Cátaros o Albigenses

El catarismo es la doctrina de los cátaros, un movimiento religioso de carácter


gnóstico que se propagó por Europa Occidental a mediados del siglo X, logrando
asentarse hacia el siglo XIII en tierras de Languedoc (sur de Francia), donde
contaba con la protección de algunos señores feudales vasallos de la corona de
Aragón.

Los llamados cátaros eran un movimiento religioso-cultural, propulsor de un nuevo


orden social a partir del desarrollo individual. Desde sus fundamentos se oponían a
la Iglesia Católica, a su doctrina, la cual negaba la posibilidad a los hombres de
alcanzar un estado de desarrollo espiritual fuera de las instituciones católicas y sin
la guía de un representante de la iglesia. La iglesia cátara fue uno de los numerosos
movimientos sociales que intentaron romper con esta hegemonía eclesiástica e
instaurar un nuevo orden, por lo que fue perseguida. Ya por el siglo XII, este
movimiento tomó fuerza y comenzó a ganar muchos devotos, por lo que la Iglesia
Católica intentó suprimirlo, debido a que los veían como rivales de mucha
peligrosidad.

Con influencias del maniqueísmo en sus etapas pauliciana y bogomila, el catarismo


criticó las prácticas y la visión de la jerarquía de la Iglesia Católica, que en
respuesta lo consideró herético.

Tras una tentativa misionera, y frente a su creciente influencia y extensión, la


Iglesia terminó por invocar al uso de la fuerza, con el apoyo de la corona de
Francia, para lograr su erradicación a partir de 1209 mediante la Cruzada
albigense. A finales del siglo XIII el movimiento, reprimido con violencia por la
Inquisición y debilitado, entró en la clandestinidad, pero desde la segunda mitad del
siglo XX, el catarismo es objeto de investigaciones y de un esfuerzo por integrar su
recuerdo a la identidad de las regiones donde se encontraba su foco central de
influencia: el Languedoc y la Provenza, regiones del "Midi" o tercio sur de Francia.

Paulicianos

Agrupación cristiana que aparece en la zona de Armenia en el Siglo VII después de


Cristo y que se desarrolla en Anatolia y los Balcanes en los siglos posteriores
alcanzando gran predicamento y siendo los antecesores de los bogomilos.

El origen de los paulicianos es oscuro solo se sabe que se les encuentra por primera
vez en la zona de Armenia alrededor del año 650. Algunas fuentes dan como como
fundador a Costantino de Manamali nacido cerca de la ciudad siria de Samosata.

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Los paulicianos transcurren sus primeros años con un silencio en la fuentes. Se


sospecha que en esa época consiguieron una audiencia considerable en la zona del
alto Eufrates y la Anatolia oriental, tanta que influyeron en la política religiosa de
Leon III. Las campañas en Siria y Armenia de su hijo Constantino V los llevo hacia
los Balcanes como Stratiotas ya sea por deportación o como tropas fieles. Durante
la época Iconoclasta se les favoreció moderadamente. Restaurado el culto a los
iconos el favor se disipó y dada su heterodoxia cristológica empezaron a ser
perseguidos, o al menos importunados.

En esa época su líder era Sergio que llevó a cabo una importante política de
proselitismo. Los emperadores de la segunda época Iconoclasta no rebajaron la
persecución hacia los paulicianos lo que le llevó a huir hacia la Armenia oriental
controlada por el Califato Abbasí y haciendo causa común con ellos. Karbeas (un
antiguo funcionario, huido tras las persecuciones), sucesor de Sergio, estableció un
estado pauliciano en esta zona. Es en esta época cuando el paulicianismo adquiere
el tono maniqueo por el que serán conocidos (un maniqueísmo muy atemperado, si
bien parecen que afirmaban que la materia era obra de Satanás, esto no les lleva a
una critica-condena del matrimonio y la procreación y posiblemente no eran tan
ascetas rigurosos como lo eran en Bizancio).

Bogomilos

Corriente religiosa cuyo origen se remonta al siglo X en la región de Tracia (actual


Bulgaria, Rumelia y norte de Grecia), así como en Bosnia.

La palabra "bogomilo" significa "querido o amado de Dios" y proviene de la


combinación de dos palabras de origen eslavo: bog, que significa "dios", y mil,milo,
que significa "querido". Algunas otras versiones de la etimología suponen que el
término deriva de su principal patriarca, llamado Bogomil, aunque si bien se
observa esta segunda posible etimología no contradeciría a la anterior, ya que
Bogomil equivale al nombre Teófilo y este en griego significa amigo de Dios.

En el año 864, el soberano (jan) búlgaro Boris I es bautizado por los ortodoxos
griegos, comenzando así la Iglesia Ortodoxa su misión de conversión por todo el
territorio búlgaro. Sin embargo, por aquella época ya habían penetrado diferentes
credos y creencias animistas paganas que iban a hacer difícil la evangelización
ortodoxa de tales territorios. De esta forma, los paulicianos, que huían a Bulgaria
tras la destrucción por parte de las tropas bizantinas de su capital Tefricia (872) en
Capadocia y la erradicación del paulicianismo en Asia Menor reforzada mediante las
deportaciones que efectuó Iōhanēs Tzimiskes desde el oriente de Anatolia hacia los
themas de Tracia, encuentran un caldo de cultivo ideal para la expansión de sus
ideas dualistas.

Fue un sacerdote búlgaro, apodado a sí mismo Bogomilo, quien, a finales del siglo
XI, aunó todas las ideas y creencias heréticas que se extendían por Tracia en aquel
momento, dando así origen a los bogomilos y al bogomilismo.

Negaban el nacimiento divino de Cristo, la coexistencia personal del Padre, del Hijo
y del Espíritu Santo.

Sostenían la concepción dualista maniquea del origen del mundo. En realidad creían
que Dios había tenido dos hijos: Satán y Miguel. El mal y el bien, respectivamente.

Negaban la validez de las ceremonias y los sacramentos cristianos.

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Los milagros hechos por Jesús eran interpretados en un sentido espiritual, no como
hechos materiales reales.

El bautismo sólo se debía practicar a las personas adultas, sin agua ni aceite, sino
por la autorrenuncia, las plegarias y el cantar de himnos.

Habían de instruirse los unos a los otros, y no tenían sacerdotes especiales.


Rezaban en casa, no en edificios religiosos.

Se conocieron dos ramas principales, una —la más puritana— recibió el nombre de
"albanesa" por el hecho de que gran parte de sus integrantes se retiraba a vivir en
las zonas montañosas, la rama menos estricta se ha conocido con el nombre de
"garatense".

Tras ser prácticamente exterminados en Tracia —principalmente por orden de los


emperadores bizantinos— muchos se refugiaron en el país actualmente conocido
como Bosnia, donde llegaron a ser la mayoría de la población merced a que su
territorio era un área tapón entre la zona de influjo de la iglesia católica apostólica
romana al oeste y la de la llamada iglesia ortodoxa griega al este, en efecto, los
bogomilos bosnios se encontraban entre los croatas católicos y los serbios
ortodoxos.

Al producirse la invasión turca otomana a la península de los Balcanes en el siglo


XV, gran parte de los bogomilos se aliaron con los turcos ante los cristianos. A
partir de entonces, la mayoría de los bogomilos se convirtió consensuadamente al
islam sunnita.

Por otra parte -siempre durante el medioevo, ya desde el siglo X- los bogomilos
realizando misiones en Italia fomentaron la llamada creencia patarina, mientras que
en Occitania y el noreste de España influyeron para que allí se instaurara y
prosperara la creencia -muy afín al bogomilismo- de los cátaros.

Como los bogomilos, los cátaros solían rechazar el matrimonio y consideraban al


mundo actual como un producto del mal, de modo que solían practicar el celibato o
formar comunidades en las cuales era frecuente el celibato. Esto dio pábulo a la
difamación, según la cual los "bogómilos" eran homosexuales "sodomitas" (al punto
que al ser ellos —llamados por confusión frecuentemente "búlgaros"— luego tal
apodo pasó a ser la etimología de la palabra bujarrón o buharrón).

Joaquín de Fiore

Beato Joaquín de Fiore(1135-1202) fue abad y monje italiano nacido en Calabria en


la Edad Media.

De origen humilde, fue un sabio autodidacto que posteriormente fue escritor


experto en temas de teología y filosofía. Entre 1156 y 1157, mientras viajaba por
Palestina, tuvo una experiencia mística en el Monte Tabor luego del cual obtuvo el
don de la exégesis. En 1159 ingresó a la orden cisterciense y en 1188 el Papa lo
liberó bajo petición propia de sus obligaciones como abad.

Con sus discípulos, fundó una comunidad monástica en 1196 (con aprobación del
papa Celestino III). Pese a ser un buen abad y a sus debates teológicos, también se
distinguió por sus profecías, fundadas en la exégesis bíblica, gracias a la

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hermenéutica postulando la historia del mundo en tres eras distintas, una por cada
persona de la Trinidad.

Defendió una concepción histórica de Dios y la Humanidad, en la cual la historia


concluye con una renovación espiritual de la Iglesia, convirtiendo el mundo en un
monasterio único que estaría habitado por monjes espirituales ideales. Afirmó que
el fin del mundo estaría previsto para 1260.

Murió el 30 de marzo de 1202, fue uno de los influyentes proféticos y teológicos, no


solo en el campo del catolicismo sino del protestantismo y en el desarrollo de las
predicciones de Nostradamus.

En el IV Concilio de Letrán (1215-16), se condenaron algunas de sus opiniones


respecto a la Trinidad, la creación, Cristo Redentor y los Sacramentos; sin embargo
no se atacó a su persona, pues ya se había extendido la fama de santidad entre el
pueblo. En 1220 el papa Honorio III lo declaró perfectamente católico y mandó
divulgar esta sentencia. Los seguidores de Joaquín de Fiore enviaron una relación
de milagros atribuidos a él, con vistas a la canonización.

El culto como beato se estableció espontáneamente. En 1688 fue incluido como


beato en las Acta Sanctorum de los Bolandistas. En 2001 fue reabierto su proceso
de canonización y la petición de nombrarlo Doctor de la Iglesia.

Sus ideas sobre la historia nacen de una interpretación mística; ve en sueños un


instrumento musical anómalo. Para él la historia de la humanidad es un proceso de
desarrollo espiritual, que pasa por tres fases:

Edad del Padre

Edad del Hijo

Edad del Espíritu Santo

En esta concepción hay una plasmación de la Trinidad en el tiempo y cada edad


repite los acontecimientos ocurridos en la anterior, siendo casi todos los hechos
muy parecidos entre las tres edades. Este autor está formulando la idea de que se
puede conocer el futuro, y así poder profetizar el fin del mundo. Estas cosas las
volverán a plantear Karl Marx o Comte, aunque suprimiendo el elemento divino.

Cada una de las tres edades tiene unas características propias y una evolución:

La Edad del Padre abarca desde la Creación hasta el nacimiento de Cristo. Es una
edad dominada por el miedo al castigo y las figuras importantes de esta etapa son
los profetas.

La Edad del Hijo, que empieza con el nacimiento de Cristo, está dominada por el
sentimiento de fe y sus figuras importantes son los sacerdotes. Joaquín de Fiore
vivió en esta época.

La Edad del Espíritu Santo, que comienza con el Milenio. Es una edad en la que
domina la fraternidad en Cristo, es una época en la que no habrá guerras ni
enemistades y las figuras importantes serán los monjes.

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Este historiador sabe que en aquella época se encontraban al final de la Edad del
Hijo por el método histórico que utiliza. Él asegura que todas las edades tienen el
mismo número de años, aunque el Antiguo Testamento no nos dice cual es este
número, pero podemos deducirlo por las generaciones que hay desde Adán a Jesús,
que son 42 (14+14+14) y por el momento en que empieza la Edad del Hijo
(nacimiento de Cristo). Entonces él multiplica 42 por 30, que establece como la
media de años que dura una generación. Le da como resultado el año 1260. Y por
eso, los años anteriores a este hubo flagelantes y todo tipo de devotos que salían a
la calle por el temor de la venida de ese año. Cuando la profecía no se cumplió,
otros autores empezaron a aplazarla, sumando además de estas cantidades, la
edad de Cristo o ampliando el número de años por generación.

El momento cumbre de la historia no está en el pasado, sino en el futuro. Esta es


una época de numerosas fundaciones monásticas, que creen saber el momento
exacto en que va a aparecer la tercera Edad, por medio de la búsqueda histórica.
Muchas de estas ideas no fueron originales de Joaquín de Fiore, sino que se pueden
encontrar en el libro de Daniel, pero la innovación del autor está en unirlas a una
historia por etapas.

Bolandistas

Se designa con el nombre de bolandistas al grupo de colaboradores jesuitas que


prosigue la obra hagiográfica iniciada en el siglo XVII por el Padre Jean Bolland
(1596 - 1665) en Amberes, dedicada a la recopilación de todos los datos posible
sobre los santos católicos.

Fue su precursor Heribert Rosweyde (1564-1629), que en 1607 publicó en Amberes


Fasti Sanctorum.

Al comenzar la magna colección Acta Sanctorum (Actas de los Santos), al Padre


Bolland se le asignaron dos colaboradores: primero Godfrey Henschen or
Henschenius (1601-1681) y, en 1659, Daniel van Papenbroeck or Papebrochius
(1628-1714); tal grupo inicial fue bautizado muy pronto con el nombre de
bolandistas, perdurando hasta hoy dicha designación y su obra. El grupo se crea
con la finalidad científica de recoger y someter a examen crítico toda la literatura
hagiográfica existente, valorando las fuentes relativas a los santos incluidos en los
martirologios, distinguiendo los datos históricos de los legendarios, de forma que se
pudiera llegar a una historia y espiritualidad de los santos y beatos reconocidos por
la Iglesia.

Valdenses

La Iglesia Valdense, surgida en el siglo XII, es actualmente considerada como


una iglesia evangélica o protestante, movimiento al que se unió en el siglo XVI.

Precursores. Los historiadores católicos y protestantes no concuerdan en cuanto a


los orígenes de los valdenses. Los primeros consideran a los valdenses como un
fenómeno aislado que surgió repentinamente a fines del siglo XII bajo la dirección
de un francés de Lyón llamado Vaudes, Valdés, Waldo o Pedro Valdo. En cambio,
muchos protestantes afirman que los valdenses constituyen un eslabón en la
cadena continua de disidentes que surgieron entre la época del emperador
Constantino (siglo IV) y los reformadores protestantes del siglo XVI. Algunos
historiadores protestantes opinan que el nombre de valdense, aplicado también a
los procedentes del país de Vaud, se deriva de la palabra latina vallis, que significa

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"valle", y se refiere al hecho de que aquellos disidentes a quienes se perseguía con


persistencia como herejes se vieron obligados a refugiarse en los valles alpinos de
Francia e Italia. La verdad parece ser que Valdo y sus seguidores llegaron a ser el
punto de reunión para grupos similares de perseguidos por la iglesia católica,
algunos de los cuales habían estado en las sombras por largo tiempo.
Evidentemente, la separación de la Iglesia Ortodoxa en el siglo VII ya había creado
en la Iglesia primitiva un cisma, aun cuando el protestantismo no comulgue en casi
ninguna de las ideas de esta iglesia.

En este sentido, los mismos Valdenses primitivos (previos a la Reforma


Protestante) se consideraban a sí mismos como un remanente fiel de la verdadera
Iglesia Cristiana tras la época del Papa Silvestre (314-335 d. C.).

Pedro Valdo. La leyenda dice que Valdo era un comerciante adinerado de Lyón
que estaba casado y tenía dos hijas. Siendo hombre devoto y católico practicante,
tras la muerte repentina de un conocido pidió a un amigo teólogo que le diera
consejo de las Escrituras en cuanto a lo que debía hacer para agradar a Dios. En
respuesta, su amigo citó Mateo 19:21, donde Jesús dijo al joven rico: "Si quieres
ser perfecto, ve, vende tus bienes y da a los pobres y tendrás tesoro en el cielo y,
ven, sé mi seguidor".

La leyenda continúa diciendo que Valdo tomó a pecho este consejo. Así, después de
proveer para el sustento de su esposa y colocar a sus dos hijas en un convento,
comisionó a dos sacerdotes, Etienne d'Anse y Bernard Ydros, para que tradujeran
los Evangelios y otros libros de la Biblia al idioma vernáculo —el occitano— que se
hablaba en las regiones de la Provenza y el Delfinado (actualmente, el sudeste de
Francia). Entonces distribuyó el resto de sus posesiones entre los pobres y se puso
a estudiar la Palabra de Dios. Además, predicó en las calles de Lyón, invitando a los
habitantes a que despertaran espiritualmente y regresaran al cristianismo según él
lo entendía en las Escrituras. Se dice que ponía énfasis en la declaración de Jesús:
"No podéis servir a dos amos, a Dios y al Dinero" (Mateo 6:24, Lucas 16:13).

Puesto que Valdo había sido bien conocido como próspero hombre de negocios,
muchas personas le escucharon y pronto tuvo un grupo de seguidores. Les alegró
oír el mensaje consolador de la Biblia en su propio idioma, pues hasta entonces la
iglesia católica romana no había consentido que se tradujera la Biblia a otro idioma
con la excepción del latín, alegando el alto costo, pues copiar a mano cada Biblia le
tomaba a un monje toda su vida. Muchas personas convinieron en renunciar a sus
bienes y dedicarse a enseñar la Biblia en el idioma de la gente común. Se les llegó
a conocer como los "Pobres de Lyón". Para ellos, cualquier cristiano, fuera
hombre o mujer, podía predicar siempre y cuando tuviese suficiente conocimiento
de las Escrituras.

Esta predicación laica hizo que en 1179 el papa Alejandro III, al que el propio
Valdo había apelado, prohibiese a Valdo y sus seguidores predicar sin el permiso
del obispo local. El obispo Bellesmains de Lyón rehusó dar su consentimiento por
considerar que se estaba predicando un evangelio diferente. Los registros históricos
indican que, ante esta proscripción, Valdo respondió a la jerarquía usando las
palabras de Hechos 5:29: "Tenemos que obedecer a Dios como gobernante más
bien que a los hombres".

Valdo y sus asociados continuaron predicando pese a la amenaza de excomunión y


persecución. Así, el papa Lucio III los excomulgó en 1184 y el obispo de Lyón los
expulsó de la diócesis.

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El edicto de excomunión, que se extendió contra ellos en el año 1181, les obligó a
salir de Lyón, lo que fue beneficioso para su causa. Pedro Valdo llegó hasta Polonia
en la misma frontera de Rusia, donde murió el año 1217 después de cincuenta y
siete años de predicación de las doctrinas valdenses.

Los valdenses en España. Los valdenses recorrieron con ánimo misionero el sur
de Alemania, Suiza, Francia y llegaron a España, donde formaron grupos de
cristianos disidentes de Roma en las provincias del norte y sobre todo en Cataluña.

El hecho de que dos concilios y tres reyes se hayan ocupado de expulsarlos de


España demuestra que su número tenía que ser considerable.

El clero, impotente para detener el avance y, alarmado, pidió al papa Celestino III
que tomase medidas contra este movimiento. El papa mandó un delegado en el año
1194, que convocó la asamblea de prelados y nobles en Mérida, asistiendo
personalmente el mismo rey Alfonso II de Aragón, quien dictó el siguiente decreto:

"Ordenamos a todo valdense que, en vista de que están excomulgados de la Santa


Iglesia, son enemigos declarados de este reino y tienen que abandonarlo, e
igualmente todos los estados de nuestros dominios. En virtud de esta orden,
cualquiera que desde hoy se permita recibir en su casa a los susodichos valdenses,
asistir a sus perniciosos discursos o proporcionarles alimentos, atraerá por esto la
indignación de Dios Todopoderoso y la nuestra; sus bienes serán confiscados sin
apelación y será castigado como culpable del delito de lesa majestad; además
cualquier noble o plebeyo que encuentre dentro de nuestros estados a uno de estos
miserables sepa que si los ultraja, los maltrata o los persigue, no hará con esto
nada que no nos sea agradable".

Desde entonces, la persecución se hizo sentir con violencia, y en una sola ejecución
114 valdenses fueron quemados vivos y sus cenizas echadas al río Ter en Gerona.
Sin embargo, muchos lograron esconderse y seguir secretamente su predicación en
el reino de León, Vizcaya y Cataluña, pues al contrario de lo que decretaba la orden
real, los veían con costumbres austeras y anunciando de manera sencilla y llana el
Evangelio, y hasta se menciona al obispo de Huesca, uno de los más notables
prelados de Aragón, como protector decidido de los perseguidos valdenses.

Pero las persecuciones contra ellos no cesaron, llegando a su apogeo por el año
1237, cuando 45 fueron arrestados en Castellón y 15 de ellos quemados vivos en la
hoguera.

Expansión de los valdenses en Europa. Como consecuencia de las


persecuciones, estos disidentes del siglo XII se refugiaron en los Alpes y por toda la
Occitania, y enseñaban la Biblia a medida que iban de un lugar a otro. Sin duda se
toparon con otros grupos disidentes, como los seguidores de Pedro de Bruys y
Enrique de Lausana. Al cruzar los desfiladeros de los Alpes en dirección al norte de
Italia, entraron en contacto con otros grupos de disidentes que existían en los
valles del Piamonte y de Lombardía. Estos grupos de orientación bíblica, que luego
llegaron a conocerse por toda Europa como valdenses, deben distinguirse de otros
grupos considerados heréticos, como los cátaros o albigenses, cuyas doctrinas
estaban más basadas en el gnosticismo que en la Biblia.

Los registros históricos muestran que, a principios del siglo XIII, podían hallarse
valdenses no sólo en el sur de Francia y el norte de Italia, sino también en el este y

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norte de Francia, Flandes, Alemania, Austria y hasta en Bohemia, donde se dice


que Valdo murió en 1217.

Desde el año 1200 hubo en Alsacia y Lorena tres grandes centros de actividad
misionera. En Metz, el barba (pastor) Crespin y sus numerosos hermanos
confundían al obispo Beltrán, quien en vano se esforzaba por suprimirlos. En
Estrasburgo, los inquisidores mantenían siempre el fuego de la intolerancia contra
la propaganda activa que hacía el barba Juan y más de 500 valdenses que
componían la iglesia perseguida de aquella ciudad.

En Bohemia, donde Pedro Valdo terminó sus días, los resultados de la obra
misionera valdense fueron fecundos y es muy probable que las prédicas valdenses
influyeran sobre el sacerdote católico checo Jan Hus y dieran así origen a la iglesia
de los husitas.

A mediados del siglo XIII, el inquisidor de Passau —Baviera— nombraba 42


poblaciones donde los valdenses habían echado raíces; y en Austria, el inquisidor
Krens hacía quemar a principios del siglo XIV 130 valdenses. Se cree que el número
de ellos en Austria no bajaba de 80.000.

En Italia, los valdenses estaban diseminados y bien establecidos en todas partes de


la península. Tenían sedes en las grandes ciudades y un ministerio itinerante
perfectamente organizado. En Lombardía, los discípulos de Arnaldo de Brescia, gran
opositor del papa a pesar de que nunca llegó a separarse de la Iglesia Católica
Romana, y fue quemado vivo en el año 1155, se unían fácilmente a los valdenses
cuando éstos les predicaban el Evangelio. En Milán poseían una escuela que era
centro de una gran actividad misionera.

En Calabria se establecieron muchos valdenses del Piamonte en el año 1300 en


Fuscaldo y Montecarlo. Habían conseguido cierta tolerancia y les permitían celebrar
secretamente sus cultos con tal de que pagaran los diezmos al clero.

En tres de los valles del Piamonte, Lucerna, Perusa y San Martín, los valdenses
formaron pueblos enteros en las primeras décadas del siglo XIII. Perduran
comunidades valdenses en los valles orientales de los Alpes Cotios, en especial en
la cuenca alta del río Dora Riparia, teniendo sus principales centros en las ciudades
de Oulx y Susa. Por ese motivo, estos pequeños valles del Piamonte son conocidos
como Valvaldenses o Valles Valdenses, hablándose allí aún el occitano e incluso el
arpitano.

Estos datos históricos que poseemos de la abundante literatura producida por los
valdenses prueban que el protestantismo —aún sin ese nombre— tuvo un origen
anterior a Lutero: casi 200 años antes de que se produjese el movimiento espiritual
de la Reforma existían ya muchos cristianos que no comulgaban con los dogmas de
la Iglesia Católica Romana. Reinerius, inquisidor de Passau en el siglo XIII, dijo de
los valdenses:

"Entre todas las sectas que existen o que han existido, no hay ninguna más
perniciosa para la iglesia que la secta de los Lyoneses; y esto por tres razones: La
primera por su gran antigüedad, pues algunos dicen que los valdenses se remontan
al tiempo de Silvestre y hasta hay quien asegura que al tiempo de los apóstoles. La
segunda porque es la más extendida y apenas si hay un país donde no exista esta
secta. La tercera razón es que, mientras todas las demás sectas despiertan horror y
la repulsa de sus oyentes por sus blasfemias en contra de Dios, esta demuestra una

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gran semblanza de piedad; tanto que sus adherentes viven justamente delante de
todos los hombres y creen en todos los artículos del Credo, respetando en todo a
Dios: Solamente blasfeman de la Iglesia y del clero romanos; por esto tan grandes
multitudes de laicos les prestan atención"

y en otra ocasión:

"Los herejes valdenses se distinguen por su comportamiento y el habla. Son


impasibles y sensatos. No se esfuerzan en llamar la atención con vestidos
extravagantes o indecorosos. No son comerciantes con el fin de evitar mentir, jurar
o engañar. Viven únicamente del trabajo artesano de sus manos. También sus
maestros son tejedores y zapateros. No acumulan riquezas, sino que se contentan
con lo necesario para vivir. Comen y beben con moderación, no frecuentan posadas
ni van a bailes u otros lugares de mala reputación. Son lentos para la ira. Son
trabajadores, se dedican a aprender y a enseñar. Les reconocerán por su manera
de hablar: con cordura y veracidad. No difaman, no hablan con palabras vulgares o
vacías. Evitan toda expresión que pueda ser mentirosa o de juramento. No dirán
'sinceramente' o 'de verdad', sino que se limitarán a decir 'sí' o 'no'. Según ellos
hacen así porque Jesús lo ordenó en Mateo 5:37". Passauer Anonymus

Articulación con la Reforma. El maestro valdense alemán Federico Reiser


abandonó en 1426 el pacifismo valdense y se unió al ejército taborita que avanzó a
Viena y en 1431 fue ordenado como ministro husita de la Palabra. Él y su esposa
Ana Weiler fueron ejecutados en Estrasburgo en 1458, pero su influencia se
extendió a muchos valdenses italianos y franceses de los Alpes, que llegaron a
sentirse identificados con el husismo taborita, y en 1483 se levantaron contra el
duque Carlos I de Saboya. En cambio, algunos valdenses de la época, como el
hermano Lucas de Praga, se unieron a los husitas moderados.

En 1526 se celebró en Laus un sínodo, en el cual se discutieron las ideas de la


Reforma protestante. Una opinión sostenía mantener los vínculos con los husitas;
otra, acercarse a la Reforma suiza y otra a Lutero. El barba Martín Gonin difundió
los escritos de Lutero y encabezó al sector partidario de unirse al protestantismo y
distanciarse de los husitas.

El sínodo de Merindol (Provenza) en 1530 se orientó hacia los reformadores suizos.


Luego en el sínodo de Chanforan en 1532 y a propuesta de Jorge Morel, adoptó una
nueva confesión de fe acorde con la Reforma suiza. Se apartó de esta decisión una
minoría dirigida por Daniel de Valencia y Juan de Molines; congregaciones del valle
del Po, Calabria y Apulia tampoco aceptaron la decisión del sínodo y en algunos
casos se unieron al movimiento anabaptista. Sin embargo, la mayoría de los
valdenses se unieron después al protestantismo, al considerar que en lo
fundamental compartían la misma fe.

En época reciente, el ya fallecido papa Juan Pablo II pidió perdón a los valdenses en
una reunión que tuvo con ellos en Asís[cita requerida].

Doctrinas de los Valdenses. Los valdenses primitivos rechazaban la adoración o


veneración de imágenes, la transubstanciación, la existencia del Purgatorio, la
adoración o veneración a María, las oraciones a los santos, la veneración de la cruz
y de las reliquias, el arrepentimiento de última hora, la necesidad de que la
confesión se haga ante sacerdotes (ellos practicaban un tipo de confesión ante Dios

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guiados por sus “barbas” o predicadores intinerantes), las misas por los muertos y
las indulgencias papales. Además, rechazaban como ajenos al Evangelio el
bautismo de infantes (aunque no todas las congregaciones valdenses, lo que plugo
mucho a Lutero que sí estaba por el bautismo infantil), la pena de muerte (aunque
en esto hay muchas dudas, ya que plantearon estas cuestiones a los Reformadores
del siglo XVI) sobre si era o no lícita la pena de muerte y si les era lícito lit. "matar
a los infiltrados que les denunciaban y entregaban al "Anticristo" -para ellos la
iglesia Romana-" , el uso de armamentos y la participación en guerras.

Sin embargo, en lo referente al celibato del clero, algunos valdenses anteriores a la


Reforma protestante estimaban que para ser parte del cuerpo de predicadores
itinerantes (o “barbas”) había que vivir una vida célibe, por lo que se abstenían de
relaciones sexuales y del matrimonio. Tenían también -como ellos mismos
documentan- un grupo de mujeres vírgenes dedicadas al Señor. Tras el concilio que
se planteó para abrazar o no la Reforma en el siglo XVI del que se da cuenta arriba,
rechazaron el celibato obligatorio como "doctrina diabólica".

Los predicadores itinerantes o “barbas” eran escogidos de entre los fieles Valdenses
(principalmente gente de muy humilde extracción y campesina), a los que se les
apartaba durante los meses de invierno para enseñarles a leer y escribir, y tenían
que aprender de memoria el Evangelio de Mateo y el de Juan, así como las
epístolas universales y las paulinas pastorales (a Tito, Timoteo, etc.) para lo cual
tardaban alrededor de dos años. Posteriormente, según alguna fuente, se
apartaban durante dos años en un lugar secreto del norte de Italia donde hacían
voto de castidad, tras lo cual pasaban a formar parte del cuerpo de los “barbas”.

Si bien antes de abrazar la reforma practicaban de una manera muy sencilla los 7
sacramentos de Roma, pues practicaban una especie de confesión con los “barbas”,
la imposición de manos, oraciones a ciertas horas y otros, posteriormente por
influencia de los reformadores del siglo XVI aceptaron sólo dos: el bautismo,
"abierta confesión de nuestra fe y del cambio de nuestra vida", y la comunión o
Cena, en que con fe, amor y autoexamen, recibimos el pan y el vino, ya que
nosotros también llegamos a ser parte del cuerpo y sangre de Cristo".
Consideraban el matrimonio como "bueno, santo e instituido por Dios, de manera
que a nadie se debe prohibir casarse" (en alusión a la prohibición católica del
matrimonio de los sacerdotes y al rechazo de los cátaros a la sexualidad y la
procreación), aunque estimaban la castidad como un don que, como hemos
comentado, sólo practicaron, antes de la Reforma, algunos de los predicadores
valdenses.

Los valdenses rechazaron el ejercicio por parte de la iglesia de poder estatal, de


jurisdicción temporal, la imposición de la fe a la fuerza o la dominación por las
armas. También rechazaron el uso de imponentes y elegantes edificios religiosos.
Hacían un alegato particular a la renuncia de los bienes materiales en favor de los
menos privilegiados, como lo hizo su fundador.

En su obra de predicar, los valdenses primitivos enseñaban la Biblia y daban mucha


importancia al Sermón de la montaña y al Padre nuestro, en los cuales se muestra
que el reino de Dios es lo que se debe buscar principalmente y lo que se debe pedir
en oración (Mateo 6:10,33). Sostenían que cualquier cristiano, fuera hombre o
mujer, que poseyera suficiente conocimiento de la Biblia estaba autorizado para
predicar la "buena nueva" (el Evangelio). Además, consideraban a Jesús como el
único mediador entre Dios y el hombre. Puesto que Jesús había muerto una vez
para siempre, sostenían que un sacerdote no podía repetir este sacrificio

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celebrando una misa. Los valdenses primitivos conmemoraban la muerte de Cristo,


tal como lo hacen hoy en día, utilizando pan y vino como símbolos.

Los valdenses primitivos sostenían que no era necesario ir a una iglesia para adorar
a Dios. Celebraban reuniones clandestinas en establos, hogares particulares y
dondequiera que pudieran hacerlo. Durante estas reuniones estudiaban la Biblia y
preparaban nuevos predicadores, los cuales acompañaban a los más
experimentados. Viajaban por parejas de granja en granja y, cuando estaban en los
pueblos y aldeas, iban de casa en casa. El libro de consulta intitulado Dictionnaire
de Théologie Catholique en un artículo que, por lo demás, no favorece a los
valdenses, declara:

"Desde la más tierna edad, sus hijos empezaban a aprender los Evangelios y las
Epístolas. La predicación de sus diáconos, sacerdotes y obispos consistía
principalmente en citas de la Biblia".

Beguinas

Las beguinas eran una asociación de mujeres cristianas, contemplativas y activas,


que dedicaron su vida, tanto a la defensa de los desamparados, enfermos, mujeres,
niños y ancianos, como a una brillante labor intelectual que ahora empieza a ser
conocida. Organizaban la ayuda a los pobres y a los enfermos en los hospitales, o a
los leprosos. Trabajaban para mantenerse y eran libres de dejar la asociación en
cualquier momento para casarse.

Organización. No había casa-madre, como así tampoco una regla común, ni una
orden general; sino que cerca de los hospitales o de las iglesias donde establecían
sus viviendas en sencillas habitaciones donde podían orar y hacer trabajos
manuales, cada comunidad o beguinage, estaba completa en sí misma, y
organizaba sus propia forma de vida con el propósito de orar y servir como Cristo
en su pobreza.

Una carta de 1065 menciona la existencia de una institución similar al beguinaje de


Vilvoorde en Bélgica. Desde la región de Lieja el movimiento se difundió desde el
siglo XII rápidamente por Holanda, Alemania, Francia, Italia, España, Polonia y
Austria. Algunos beguinages, como los de Gante y Colonia llegaron a contar con
miles de integrantes. El extenso renacimiento religioso que originaron los
beguinages, también trajo sociedades similares para los hombres, los Begardos.

Entre las beguinas más ilustres vale la pena recordar a María de Oignies, a
Lutgarda de Tongeren, a Juliana de Lieja y a Beatriz de Nazaret, autora de Los siete
grados del Amor. Se considera que las beguinas, junto con los trovadores y
Minnesänger, fundaron la lengua literaria flamenca, francesa y alemana.
Participaban en la apertura del saber teológico a los laicos, arrancándolo del latín
clerical y vertiéndolo a las lenguas vulgares. La traducción de obras del místico
alemán Johannes Eckhart y la divulgación de su propia obra le costó la hoguera en
1310 a Margarita Porete, autora de El Espejo de las Almas Simples que dice:

Teólogos y otros clérigos / no tendréis el entendimiento / por claro que sea vuestro
ingenio / a no ser que procedáis humildemente / y que amor y fe juntas / os hagan
superar la razón, /pues son ellas las damas de la casa.

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Decadencia. La condena de Margarita fortaleció a los enemigos de las beguinas y


a instancias del Papa Clemente V fueron condenadas por el Concilio de Viena en
1312, que decretó que "su modo de vida debe ser prohibido definitivamente y
excluido de la Iglesia de Dios"; pero esta sentencia fue mitigada por Juan XXII en
1321, quien permitió que las beguinas continuaran con su estilo de vida, ya que
"habían enmendado sus formas".

Posteriormente las autoridades eclesiásticas tuvieron frecuentes roces con las


beguinas y begardos. Durante el siglo XIV los obispos alemanes y la inquisición
condenaron a los begardos y varias Bulas se emitieron para someterlos a la
disciplina papal.

El 7 de octubre de 1452 una Bula del papa Nicolás V fomentó el ingreso de las
beguinas a la orden carmelita. Para colmo, Carlos el temerario, duque de Borgoña,
decretó en 1470 que gran parte de los bienes de las beguinas pasaran a manos de
las carmelitas. De una u otra forma se presionó a las beguinas a ingresar a una
comunidad de monjas o a disolverse. En el siglo XVI la desconfianza en las
beguinas creció, pues fue frecuente que se unieran a la Reforma, especialmente al
anabaptismo.

En el siglo XVIII más medidas se tomaron para refrenar a las beguinas. Sin
embargo, aún había beguinas en Bélgica en el siglo XX.

Templarios u orden del Temple

La Orden de los Pobres Caballeros de Cristo (latín: Pauperes commilitones Christi


Templique Solomonici), comúnmente conocida como los Caballeros Templarios o la
Orden del Templo (francés: Ordre du Temple o Templiers) fue una de las más
famosas órdenes militares cristianas.[3] Esta organización se mantuvo activa
durante poco más de dos siglos. Fue fundada en 1118 por nueve caballeros
franceses liderados por Hugo de Payens tras la Primera Cruzada. Su propósito
original era proteger las vidas de los cristianos que peregrinaron a Jerusalén tras su
conquista.

Aprobada de manera oficial por la Iglesia Católica en 1129, la Orden del Templo
creció rápidamente en tamaño y poder. Los Caballeros Templarios empleaban como
distintivo un manto blanco con una cruz roja dibujada. Los miembros de la Orden
del Templo se encontraban entre las unidades militares mejor entrenadas que
participaron en las Cruzadas.[4] Los miembros no combatientes de la orden
gestionaron una compleja estructura económica a lo largo del mundo cristiano,
creando nuevas técnicas financieras que constituyen una forma primitiva del
moderno banco,[5] [6] y edificando una serie de fortificaciones por todo el
Mediterráneo y Tierra Santa.

El éxito de los templarios se encuentra estrechamente vinculado a las Cruzadas; la


pérdida de Tierra Santa derivó en la desaparición de los apoyos de la Orden.
Además, los rumores generados en torno a la secreta ceremonia de iniciación de los
templarios creó una gran desconfianza. Felipe IV de Francia, considerablemente
endeudado con la Orden, comenzó a presionar al Papa Clemente V con el objeto de
que éste tomara medidas contra sus integrantes. En 1307, un gran número de

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templarios fueron arrestados, inducidos a confesar bajo tortura y posteriormente


quemados en la hoguera.[7] En 1312, Clemente V cedió a las presiones de Felipe y
disolvió la Orden. La brusca desaparición de su estructura social dio lugar a
numerosas especulaciones y leyendas, que han mantenido vivo el nombre de los
Caballeros Templarios hasta nuestros días.

John Wickliffe

John Wickliffe. apellidos alternativos; Wiclef, Wyclif, Wycliff, o Wickliffe; n. 1320,


Hipswell, Ipreswell, Inglaterra - m. 31 de diciembre de 1384, Lutterworth,
Inglaterra) fue un traductor, teólogo y reformista inglés, que fundó el movimiento
que se conoce como Lolardos y considerado por muchos autores como el padre
espiritual de los husitas y, en última instancia, de los protestantes. También fue
una de las primeras personas en realizar una traducción de la Biblia directamente
del latín conocida como la Vulgata a una lengua vernácula, en este caso el inglés en
1382.

Biografía. Su vida se sitúa en la Inglaterra del siglo XIV, donde, tras su formación
personal, accederá a la cátedra de Teología en la universidad de Oxford. Al acabar
con su formación, usó sus contactos personales para acceder en 1378 a la Corte
Inglesa, siendo el protegido personal del Duque de Lancaster y tutor personal del
rey Ricardo II de Inglaterra de 1367 a 1400.

Es en esa época donde inicia sus críticas radicales y polémicas hacia la institución
eclesiástica, evitando, en varias ocasiones, y gracias a sus contactos, ser procesado
personalmente, por su catalogación de "anticristo" por el propio pontífice romano.

El 19 de febrero de 1377, Wiclif fue llamado por el obispo de Londres, Guillaume


Courtenay, para que expusiera su doctrina. El interrogatorio se terminó cuando,
Jean de Gand, que había acompañado a Wyclif, se encontró en medio de una
refriega con el obispo y su entorno. El 22 de mayo de 1377, el Papa Gregorio XI
publicó numerosas bulas acusando a Wyclif de herejía. En el otoño de ese mismo
año, el Parlamento le pidió explicaciones sobre el carácter legal de la prohibición
hecha a la Iglesia de Inglaterra acerca de transferir sus bienes al extranjero por
orden del Papa. Wyclif confirmó la legalidad de dicha prohibición y, a principios del
1378 fue convocado de nuevo por el arzobispo de Canterbury, Simon de Sudbury.
Wyclif recibió sólo una pequeña sanción gracias a sus relaciones privilegiadas con la
Corte.

En lugar de retractarse, en 1378 niega la transubstanciación en la eucaristía, lo cual


crea un profundo escándalo en la sociedad inglesa, que le supuso su expulsión
definitiva de la corte y de su cátedra universitaria.

Durante el año 1378, Wyclif y sus amigos de Oxford empezaron la traducción al


inglés de la Vulgata, desafiando la prohibición de la Iglesia. En 1379, Wyclif repudió
la doctrina de la transubstanciación (cambio de la sustancia del pan y del vino en la
sustancia del cuerpo y la sangre de Jesucristo). Esta toma de posición tan atrevida
suscitó tal reprobación que Jean de Gand le retiró su apoyo. Wyclif envió, a partir
de 1380, a sus discípulos, a los que llamaban los pobres predicadores, a las
ciudades para que dieran a conocer sus tesis religiosas igualitarias. Los
predicadores se encontraron, en todas partes, con una gran audiencia y Wyclif fue
acusado de sembrar el desorden social. Sin embargo, él no se implicó directamente
en la sublevación de los campesinos en 1381, aunque es probable que sus doctrinas
influyeran en ellos. En mayo de 1382, Couternay, nombrado arzobispo de

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Canterbury, llevó a Wyclif ante un tribunal eclesiástico que le condenó por hereje y
determinó su expulsión de Oxford. Wyclif se retiró a su parroquia de Lutterworth.

El duque de Lancastrer, el pueblo londinense y, durante un tiempo, las órdenes


mendicantes sostuvieron sus ideas que fueron propagadas por Inglaterra por los
predicadores itinerantes. Sus ataques contra el papado le costaron la condena de
Roma y, en 1384, Wyclif murió totalmente solo.

En 1382 el entonces Arzobispo de Canterbury, Courtenay reúne un sínodo para


analizar detenidamente las teorías de Wycliff, que son definitivamente condenadas
como heréticas, y nuevamente, gracias a sus contactos, se salva de la cárcel, en un
momento en que sus seguidores, los lolardos, empiezan a surgir.

A John Wycliffe, el Concilio de Constanza le declaró culpable de herejía en 1414 y


se ordenó la quema de sus libros, así como la exhumación de su cuerpo y la quema
de sus huesos, cuyas cenizas serían tiradas al río Swift a su paso por Lutterworth.

Sus últimos años. El que Wiclef todavía siguiera viviendo en libertad tiene que
atribuirse al apoyo continuo de algunos de sus poderosos amigos, y a la actitud del
parlamento, que todavía no se había convertido en lacayo del nuevo arzobispo.
Wiclef centralizó sus actividades en Lutterworth y continuó escribiendo e inspirando
a sus seguidores. Fijó su atención particularmente en las acciones del obispo de
Norwich, cierto Henry le Spencer, quien se había distinguido durante la revuelta de
los campesinos por su valor y dirección en el logro de la derrota inicial de los
rebeldes en Norfolk.

Este obispo, orgulloso de su reputación recién ganada, decidió participar en el


Cisma Papal. En 1383 obtuvo de Urbano VI (papa en Roma) una bula que le
autorizaba a organizar una cruzada en contra de Clemente VII (papa en Avignon-
considerado antipapa por la ICAR). Rápidamente reunió un ejército por medio de
prometer absolución y dar cartas de indulgencia a los que sirvieran bajo su mando.
Wiclef ya se había expresado claramente sobre el cisma, y su próximo paso fue
escribir un tratado intitulado “Against the War of the Clergy” (Contra la guerra del
clero). Comparó el cisma a dos perros que estuvieran peleando por un hueso.
Sostuvo que toda la disputa era contraria al espíritu de Cristo, pues tenía que ver
con ganar poderío y una alta posición en el mundo. Dijo Wiclef que el prometer a
alguien el perdón de pecados por participar en tal guerra tenía base en una
mentira. Más bien, éstos morirían como incrédulos si caían en un combate que de
ningún modo era cristiano. La cruzada fue un terrible fracaso, y el obispo
anteriormente orgulloso regresó a Inglaterra avergonzado.

Antes, en 1382, Wiclef había sufrido un ataque apoplético que lo había dejado
parcialmente incapacitado. Dos años más tarde un segundo ataque lo dejó
paralizado y sin habla. Murió unos cuantos días después, el 31 de diciembre de
1384, y fue enterrado en el patio de la iglesia de Lutterworth, donde sus restos
permanecieron sin ser tocados por más de 40 años.

Entonces, en 1428, hubo un acontecimiento raro y asombroso. En conformidad con


el decreto del Concilio de Constanza emitido 14 años antes, la tumba de John Wiclef
fue abierta. Sus restos fueron exhumados y quemados, y las cenizas fueron
llevadas al pequeño río Swift, que fluía cerca. Allí las cenizas fueron esparcidas
sobre las aguas para que flotaran corriente abajo al río Avon, luego al Severn y
finalmente al mar. Los que ejecutaron este acto no le atribuyeron ningún

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significado simbólico. Sin embargo, los que quisieron consolarse por esta acción de
venganza la interpretaron de manera simbólica.

Legado. Tras su muerte, sus enseñanzas se expandieron con rapidez. Su Biblia,


que apareció en 1388, se repartió profusamente por medio de sus discípulos. Sus
obras influyeron de manera inequívoca en el reformador checo Jan Hus y en los
anabaptistas, así como en la sublevación que él promovió contra la Iglesia. Martín
Lutero reconoció, asimismo, la influencia que Wyclif ejerció en sus ideas.

En mayo de 1415, el Concilio de Constanza condenó las herejías de Wyclif y ordenó


que su cuerpo fuera exhumado y quemado. Este decreto se llevó a cabo en 1428.

El pensamiento de Wyclif representó una ruptura total con la Iglesia, en la medida


en que él afirmaba que existía una relación directa entre los hombres y Dios, sin la
intromisión de la iglesia. Ateniéndose a las escrituras, Wyclif pensaba que los
cristianos tenían derecho a dirigir sus vidas sin la intervención del Papa o de sus
prelados. Wyclif puso en cuestión las numerosas creencias y prácticas de la Iglesia,
juzgándolas contrarias a las Escrituras. Condenó la esclavitud y la guerra,
defendiendo la idea de que la clerecía cristiana tenía que seguir el ideal de la
pobreza evangélica, predicada por Cristo y sus apóstoles.

Jan Hus (Juan Huss)

Juan Huss. (1370, Hussenitz, Bohemia del Sur - † 6 de julio de 1415, Constanza,
Alemania) fue un teólogo, filosofo, reformador y predicador checo, que se
desempeñó como maestro en la Universidad Carolina de Praga. Sus seguidores se
conocen como Husitas.

Hijo de un campesino pobre que murió tempranamente, fue criado con mucho
esfuerzo por su madre. Se le dio la mejor educación que permitían sus
circunstancias; y habiendo adquirido un buen conocimiento de los clásicos en una
escuela privada en la provincia de Bohemia donde adquirió el titulo de Bachiller en
Divinidad en 1398, se le admitió en la universidad de Praga por caridad, donde
pronto dio pruebas de su capacidad intelectual, y donde se destacó por su diligencia
y aplicación al estudio.

Martirio de Juan Hus. Hus fue ordenado sacerdote en 1400 y nombrado


predicador, primero en la Iglesia de San Miguel y luego en la Capilla de Belén en
1402, donde se predicaba exclusivamente en checo. Allí fustigaba la relajación
moral del clero. Participó en el movimiento político-social surgido de la escuela de
predicadores de Milia de Kromeriz, que defendían un retorno al cristianismo
primitivo y oposición a la jerarquía. En 1401 obtuvo el cargo de Decano de la
Facultad de Arte y Filosofía, y para 1409 fue nombrado rector de la Universidad de
Praga.

Hus impulsó desde 1408 un movimiento cristiano basado en las ideas de John
Wycliff. Sus seguidores fueron llamados Husitas y se multiplicaron en momentos en
que la Iglesia católica sufría la crisis del llamado Cisma de Occidente, cuando
ejercían dos papas, a los que en 1409 se agregó un tercero, Alejandro V, que
condenó el movimiento husita y excomulgó a Jan Hus. Convocado el Concilio de
Constanza con el fin de reunificar a la Iglesia católica, Hus acudió a defender sus
puntos de vista, pero fue condenado allí a morir en la hoguera y el 6 de julio de
1415 fue quemado vivo.

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Antes de ser quemado, Hus dijo las siguientes palabras al verdugo: " Vas a asar un
ganso (hus significa ganso en lengua bohemia), pero dentro de un siglo te
encontrarás con un cisne que no podrás asar." Se suele identificar a Martín Lutero
con esta profecía (102 años después clavó sus 95 tesis en Wittenberg), y
comúnmente se lo suele identificar con un cisne.

Monumento a Juan Hus. Hus fue un precursor del protestantismo. Sus escritos le
ganaron un lugar importante en la literatura checa. Juan Hus estudió en la escuela
de Latín en Praga y gracias a esto introdujo los símbolos diacríticos en la escritura
de la lengua checa, especialmente el Háček con lo que cada sonido podía ser escrito
mediante un único símbolo y se simplificaba la escritura.

A Jan Hus se le ha dedicado un conjunto escultórico en la Plaza de la Ciudad Vieja


(Staroměstské náměstí) de Praga.

Las decretales pseudo-Isidorianas y el papado

Las decretales de pseudo-Isidoro o falsas decretales son “cartas apócrifas


papales contenidas en una colección de leyes canónicas compuestas alrededor de la
mitad del siglo nueve” (Catholic Encyclopedia: False Decretals)

Según la Catholic Enciclopedia (http://www.newadvent.org/cathen/05773a.htm )


está formada principalmente por:

(1) Una lista de sesenta cartas apócrifas o decretos desde el papa Clemente (siglo
I) hasta Melquíades (siglo IV).

(2) Un tratado sobre la Iglesia Primitiva y sobre el Concilio de Nicea (325) seguido
de cánones históricos e interpolaciones.

(3) Cartas de los obispos de Roma desde Silvestre (siglo IV) hasta Gregorio II (siglo
VIII)

A principio del siglo noveno los obispos francos acudieron a León II y éste se negó a
sancionar la interpolación del “filioque” en el Credo nicenoconstantinopolitano, ya
que, decía que no se atrevía a ponerse en un plano de igualdad con los Padres del
Concilio reunido en el año 381.

Poco después, a mediados del siglo IX, apareció una composición llamada
decretales isidorianas, las cuales cambiaron para siempre la constitución y el
gobierno de la Iglesia. Como Johann Joseph Ignaz von Döllinger (historiador del
siglo XIX católico) dice en “El papa y el concilio” (anterior al Vaticano I) “sería difícil
hallar en toda la historia otra falsificación que haya obtenido tanto éxito a pesar de
su tosquedad evidente”. Fue desenmascara esta falsificación en el siglo XV (seis
siglos después de su composición), pero, pese a ello, los frutos de las falsificaciones
no se purgaron, sino que se mantuvieron como si no se hubiera descubierto la
farsa.

Döllinger lo explica así:

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El propósito inmediato del recopilador de esta falsificación fue proteger a los


obispos contra sus metropolitanos y otras autoridades, para asegurarles impunidad
absoluta y la exclusión de toda influencia del poder secular. Este fin iba a ser
conseguido mediante un aumento tal del poder papal que, a medida que estos
principios penetraban gradualmente en la Iglesia, y eran seguidos con todas sus
consecuencias, ésta asumió necesariamente la forma de una monarquía absoluta
sujeta al poder arbitrario de un solo individuo y así se colocaba el fundamento del
edificio de la infalibilidad papal; primero, por el principio de que los decretos de
cada Concilio requieren la confirmación papal; segundo, por la afirmación de que la
plenitud del poder, incluso en materias de fe, reside en el Papa sólo, quien es
obispo de la Iglesia universal, mientras que los demás obispos son sus siervos. Von
Döllinger, El Papa y el Concilio, Capítulo III, Sección VII.

Así, coherentemente se derivó en la teoría de la infalibildad pontificia; ya que,


según las decretales Félix I dijo que “La iglesia romana permanece hasta el fin libre
de la mancilla de la herejía” (op.cit.)

Döllinger apunta:

Todos los estudiantes eruditos de la antigüedad eclesiástica y de las leyes


canónicas, hombres como De Marca, Baluze, Coustant, Berardi, Zallwein, etc,
estaban de acuerdo en reconocer que el cambio introducido por las seudo-
isidorianas fue sustancial y desplazó el antiguo sistema del gobierno de la Iglesia
para traer uno de nuevo en su lugar.

Nicolás I (858-867) convirtió el canon 17 de Calcedonia, que prohibía la apelación a


Roma mediante la tergiversación del mismo en un canon que dijese que “todo el
clero de Oriente y Occidente tenía derecho a apelar a Roma, haciendo al Papa juez
supremo de todos los obispos y clero de todo el mundo (op. Cit) ”

Apunta Döllinger:

Nicolás dijo que el singular debía entenderse como el plural «dioceseon», y que el
«primate» significaba el Papa; algo que en Constantinopla apenas consideraron
digno de una respuesta.

Sobre este tema escribió al Emperador Carlomagno y a todos los obispos francos.
Poco tiempo después, cuando los obispos francos aceptaron los documentos falsos
Nicolás dijo que la iglesia romana “había preservado todos esos documentos
durante mucho tiempo, y con gran honor, en sus archivos, afirmando además que
cada escrito de un Papa, incluso si no formaba parte de la colección Dionisiana de
cánones, obligaba a toda la Iglesia” (Op. Cit.). En consecuencia, en un sínodo en
Roma en el 863 se anatematizó a todos los que rechazaran recibir la enseñanza de
un Papa. Nicolás, apoyándose en la falsificación, concluyó que los decretos de los
concilios dependían del visto bueno del papa, algo que a ojos de los orientales no
era más que una fantasía.

Poco a poco se fue formando un sistema de leyes de la Iglesia, sobretodo por parte
de Anselmo de Lucca, sobrino del Papa Alejandro II, entre los años 1080 y 1086.
Nuevas falsificaciones e interpolaciones iban surgiendo para legitimar la nueva
constitución monárquica de la Iglesia, con el cardenal Deusdedit. Todo esto culminó
en el Dictatus Papae de Gregorio VII que, entre otras proposiciones:

1. Que la Iglesia Romana ha sido fundada solamente por Dios.

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2. Que solamente el Pontífice Romano es llamado "universal" con pleno derecho.

3. Que él solo puede deponer y restablecer a los obispos.

[..]

9. Que todos los príncipes deben besar los pies solamente al Papa.

10. Que su nombre debe ser recitado en la iglesia.

11. Que su título es único en el mundo.

[..]

19. Que nadie lo puede juzgar.

20. Que nadie ose condenar a quien apele a la Santa Sede.

21. Que las causas de mayor importancia, de cualquier iglesia, deben ser sometidas
a su juicio.

22. Que la Iglesia Romana no ha errado y no errará jamás, y esto, de acuerdo al


testimonio de las Sagradas Escrituras.

23. Que el Pontífice Romano, si ha sido ordenado luego de una elección canónica,
está indudablemente santificado por los méritos del bienaventurado Pedro nos lo
testimonia san Ennodio, obispo de Pavía, con el consentimiento de muchos Santos
Padres, como se encuentra escrito en los decretos del bienaventurado papa Símaco.

24. Que bajo su orden y con su permiso es lícito a los súbditos hacer acusaciones.

25. Que puede deponer y restablecer a los obispos aún fuera de una reunión
sinodal.

26. Que no debe ser considerado católico quien no está de acuerdo con la Iglesia
Romana.

El pseudo-Isidoro escribió que el papa Julio (siglo IV) dijo a los obispos orientales
que: “La Iglesia de Roma, por un privilegio singular, tiene el derecho de abrir y
cerrar las puertas del cielo a quien lo desee”, este pasaje “fue convertido en un
decreto especial o capítulo en los nuevos códigos” (Op. Cit.)

La fórmula bíblica de “atar y desatar” se había convertido en “un tesoro de cámara,


de derechos y pretensiones” (Von Döllinger, op. Cit).

Cita:

Si Gregorio, que fue notoriamente el primero en lanzarse a la empresa de destronar


reyes, quería deponer al Emperador germano, decía: «A mí es dado poder de atar y
desatar en la tierra y en el cielo». ¿Tenían que ser liberados los súbditos de sus

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votos de fidelidad?, lo hacía en virtud de su poder de desatar. ¿Quería disponer de


las propiedades de otros pueblos?, declaraba, como lo hizo en el Sínodo romano de
1080: «Deseamos mostrar al mundo que podemos dar o quitar, a nuestra voluntad,
reinos, ducados, condados, en una palabra, las posesiones de todos los hombres;
porque podemos atar y desatar». De la misma manera, un dicho atribuido a
Constantino en el Concilio de Nicea, conservado en una leyenda recopilada por
Rufino, fue ampliado hasta que fue moldeado en una perfecta mina de pretensiones
elevadísimas. De acuerdo con esta fábula, Constantino quemó las acusaciones que
los obispos tenían unos contra otros y que le habían sido sometidas a su
consideración, diciendo en alusión a un versículo del Salterio, que los obispos eran
dioses, y ningún hombre podía atreverse a juzgarles. Nicolás I citó esto al
Emperador Miguel. Anselmo adaptó la historia en su colección, que Graciano siguió
y Gregorio mismo encontró como clara evidencia de que el Papa, el obispo de los
obispos, estaba colocado en una majestad inalcanzable sobre todos los monarcas
de la tierra. Por cuanto, este pasaje en Anselmo y Graciano se refiere al Papa y no
a los obispos, como aquel a quien Constantino llamó dios, de este modo se ha
entendido y explicado desde entonces.

Incluso se falsificaron textos de Padres de la Iglesia. A San Agustín se le hizo decir


que “Pertenecen a los escritos canónicos aquellas epístolas que la Santa Sede ha
emitido” de modo que “así pasó a los teólogos y canonistas medievales, quienes
generalmente derivaban todo su Conocimiento de los Padres de pasajes
coleccionados por Pedro Lombardo y Graciano, de modo que creían realmente que
Sea Agustín había colocado las cartas decretales de los Papas en igualdad con la
Escritura” (Op. Cit.). En el siglo XV, cardenales como Torquemada y Cayetano se
fiaron de este supuesto testimonio de Agustín para decir que todas las afirmaciones
papales estaban exentas de error, como las Epístolas apostólicas.

Un teólogo latino, dominico seguramente que había vivido entre los griegos
compuso falsos pasajes de Concilios y Padres griegos (Crisóstomo, los dos Cirilos).
En 1261 se presentó este documento a Urbano IV quien los citó en su carta al
Emperador Miguel Paleólogo. Quería probar mediante ellos que “el trono Apostólico”
es la única autoridad en materia de doctrinas. Urbano envió el documento a Santo
Tomás de Aquino, el cual lo insertó y citó en su obra contra los griegos:

Cita:

Santo Tomás, que no sabia el griego, y, educado en el sistema gregoriano, derivaba


todo su conocimiento de la antigüedad eclesiástica de Graciano, se encontró de
pronto en posesión de este «tesoro» de testimonios de gran peso de los primeros
siglos, que no dejaron ninguna duda en su mente de que 105 grandes concilios, y
los más influyentes obispos y teólogos de los siglos cuarto y quinto habían
reconocido en el Papa al infalible monarca que gobernó a toda la Iglesia con poder
absoluto. Por consiguiente hizo lo que los escolásticos no habían hecho nunca
antes, introdujo la doctrina del Papa y de su infalibilidad, tal como la encontró en
esos espurios pasajes, y a menudo con sus mismas palabras, en el sistema de la
«Shola»: un paso cuya gravedad y resultados son incalculables.

Asimismo, el historiador resume las conclusiones de Tomás respecto a todas las


cartas que él creía ciertas y que eran espurias:

Cita:

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Cristo ha conferido a Pedro toda su plena autoridad, y así es el Papa solamente el


que manda, ata y desata. Todos estamos bajo él como si fuera Cristo mismo, y lo
que decreta debe ser obedecido. Porque «Cristo esta plena y completamente con
cada Papa en sacramento y autoridad». La Sede Apostólica, gobierna,
permaneciendo inalterable siempre en la fe de Pedro, mientras que otras Iglesias
están deformadas por el error, y así la Iglesia Romana es el sol del cual todas
reciben su luz. Un Concilio deriva toda su plena autoridad del Papa; él tiene el
derecho de establecer una nueva confesión de fe, y todo aquel que rechaza su
autoridad es hereje, porque pertenece al Papa solamente el decidir en cada
cuestión doctrinal.

Concilios Ecuménicos. Página 31 de 31

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