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Por contestar su celular, hombre muere

atropellado
Delfino, quien intentaba cruzar una calle, se distrajo al contestar su
celular y fue embestido por una combi en la colonia Muzquiz; murió en el
lugar

Foto: Jacobo Arellano


Una llamada al celular distrajo los pasos de Delfino "N", quien perdió sin vida entre las
llantas de un transporte público luego de ser embestido en calles de la colonia
Muzquiz, en el municipio de Ecatepec.
Alrededor de las 8:00 horas de ayer, el hombre de 56 años intentaba atravesar la
calle Valle de Guadiana, casi esquina con Avenida Central, cuando su camino fue
frenado por una combi de pasajeros que salía de la base del metro Muzquiz.
Testigos de los hechos aseguraron que mientras cruzaba la calle el hombre contestó
una llamada en su celular, lo que provocó que Delfino se despistara en su andar.
SALIÓ A TODA VELOCIDAD DE LA BASE
En el momento que el peatón se distrajo, una combi de la ruta 54, placas 764595J, salió
a toda velocidad de la base y al dar la vuelta para tomar la calle Valle de Guadiana se
encontró con Delfino.
El chofer del transporte público ya nada pudo hacer para evitar embestir al hombre
y pasó por encima de su cuerpo.
Tras el accidente, el conductor responsable bajó de su unidad y al ver al hombre entre
las llantas prefirió correr hasta perderse entre las calles de la colonia.
Paramédicos de Protección Civil del municipio de Ecatepec llegaron para auxiliar a la
víctima, pero ya nada pudieron hacer, pues ya no presentaba signos vitales.
Autoridades mexiquenses continuarán con las investigaciones hasta dar con el
paradero del conductor responsable del homicidio.
Peritos judiciales realizaron el levantamiento del cadáver y lo trasladaron al anfiteatro
del Centro de Justicia, donde se tomó conocimiento del deceso.

La asunción de Barack Obama

Un encuentro con la historia. Barack Obama es el primer presidente


afroamericano de Estados Unidos.

La ceremonia de investidura de Barack Obama como presidente de EEUU concluyó hoy,


en torno a las 17.30 horas GMT, en un ambiente de emoción y júbilo por parte de los
cientos de miles de personas que se congregaron frente al Capitolio.

Obama juró ante el presidente del Tribunal Supremo John Roberts, en tanto que el
vicepresidente Joe Biden lo hizo ante el juez del Supremo John Paul Stevens.
Obama se dirigió por primera vez como presidente a la nación para reclamar, en estos
tiempos de crisis económica y guerras en el exterior, una nueva "era de
responsabilidad", para hacer frente a los retos.

En su discurso de investidura, reconoció que los desafíos que afronta el país son
nuevos, pero no ocurre lo mismo con los valores para salir adelante".

Citó, en concreto, "el trabajo duro y la honestidad, el coraje y el juego limpio, la


tolerancia y la curiosidad. Todos estos -dijo- han sido la fuerza callada de nuestro
progreso a través de la historia".

Tras la ceremonia, que concluyó con la interpretación del himno nacional, Obama y su
familia participarán en un almuerzo con los congresistas en el Capitolio, en el que el
menú se ha inspirado en los gustos de Lincoln a base de sopa de marisco, faisán y
pastel de manzana.

Después, a las 14.30 hora local (19.30 GMT), Obama se desplazará en limusina a la
Casa Blanca en un desfile en el que participarán más de 90 bandas de música, carrozas
y grupos comunitarios.

Tradicionalmente el presidente recorre el último tramo y entra en la Casa Blanca a pie,


que se convertirá en su residencia oficial durante los próximos cuatro años.

Obama, acompañado de George W. Bush, llegó al Capitolio a las 11.00 horas (16.00
GMT) para la ceremonia de jura que lo convirtió en el 44 presidente de Estados Unidos.

La ceremonia de investidura, que fue seguida en directo en Washington desde el Mall,


el largo parque situado frente al Capitolio, reunió una muchedumbre que podría
alcanzar los dos millones de personas.

El presidente electo hizo el corto recorrido entre la Casa Blanca y el Capitolio, de algo
más de dos kilómetros, en el mismo vehículo que George W. Bush, seguidas de cerca
por otro vehículo en el que iban con Laura Bush y Michelle Obama.

La ciudad está rodeada por impresionantes medidas de seguridad y, aunque el día es


soleado, el frío es muy intenso. No se espera que el termómetro supere en ningún
momento los 0 grados centígrados.

El centro de Washington es hoy prácticamente peatonal y sólo se accede mediante el


metro, que experimenta una actividad febril y muchos retrasos.

La ceremonia estuvo amenizada con actuaciones musicales, una de ellas a cargo de


Aretha Franklin, la lectura de poemas e invocaciones religiosas, como la que realizara
Rick Warren, quien tiene a su cargo una de las mayores congregaciones del país.
GENTE / CASAS REALES

Los príncipes de Luxemburgo contraen matrimonio religioso

La novia, de 28 años, pertenece a una de las familias aristocráticas más antiguas de


Bélgica

AGENCIAS
Día 20/10/2012 - 13.15h
La novia llega a la Catedral de Nôtre-Dame del brazo de su hermano

Guillermo y Stéphanie, príncipes de Luxemburgo, se han dado el sí quiero en la


Catedral de Nuestra Señora, en una ceremonia religiosa oficiada por el Arzobispo Jean-
Claude Hollerich, y en la que se han congregado las casas reales reinantes y no
reinantes de todo el mundo.[Consulta aquí las imágenes de la llegada de la novia a la
catedral].

La novia llegó sonriente y puntual en el extrañamente soleado día de otoño que luce en
Luxemburgo a bordo de un automóvil Daimler DS 420 de color azul, comprado por la
Familia Gran Ducal.

Stéphanie, hija de los Condes de Lannoy de Bélgica, es princesa de Luxemburgo desde


este viernes, coincidiendo con el enlace civil con Guillermo, el heredero del Gran
Ducado. La joven, de 28 años, entró a la catedral de la mano de su hermano mayor y
heredero al título de Conde de Lannoy, Jehan, y nada más llegar al altar besó a su
padre.

Stéphanie ha optado por un vestido clásico de color champán, velo de cinco metros de
tul y una tiara de 260 brillantes que pertenece a la familia de la novia y es obra de la
firma Althenloh de Bruselas. El traje, de Elie Saab, con bordados de oro, de corte barco
al frente, un gran escote en la espalda y manga larga francesa. Según ha informado el
Gran Ducado a los centenares de periodistas acreditados al enlace de todo el mundo,
para elaborar el vestido se han empleado 3.200 horas de trabajo para los bordados y
700 horas de costura.

Guillermo, de uniforme militar, ha guiñado el ojo a su princesa cuando ha llegado al


altar por la misma alfombra roja que recorrieron sus padres, Enrique y María Teresa,
Grandes Duques de Luxemburgo en su enlace en 1981.
La composición que ha abierto la ceremonia, que ha durado más de dos horas, es
"Grosser Gott" de compositor Ignaz Franz. Durante la ceremonia se han leído, entre
otros textos, la carta de San Pablo a los Corintios y el evangelio de Jesucristo según San
Mateo.

El Arzobispo ha iniciado su homilía con una oración en recuerdo de la recientemente


fallecida madre de la novia, la condesa Alix della Faille de Leverghem. La imagen de
Nuestra Señora de Luxemburgo en la catedral está también decorada con un velo para
honrar a la condesa ausente y en ella se ha depositado el ramo de novia.

La ceremonia se ha oficiado en los idiomas del Gran Ducado (francés, alemán y


luxemburgués) además de en inglés y flamenco. En la celebración televisada, los
ciudadanos han podido escuchar a la princesa en su ya bien aprendido luxemburgués.

Una de las invitadas que más se emocionaron con la ceremonia fue Paola de Bélgica,
que no pudo contener las lágrimas ante la boda de la joven condesa belga, de una de
las familias más aristocráticas del país y a la que considera prácticamente de la familia.

Los Príncipes de Asturias se han sentado junto a los herederos de Bélgica, Felipe y
Matilde.

Los príncipes ya estaban casados

La pareja ya se dio el sí quiero civil el jueves en un acto en el Ayuntamiento de la


capital oficiado por el alcalde, Xavier Bettel, que tuvo unas palabras de recuerdo en la
ceremonia para la recientemente fallecida madre de la novia, la condesa Alix della
Faille de Leverghem.

El novio, de 30 años, el mayor de cinco hermanos, es el heredero del trono desde el


año 2000, coincidiendo con la coronación de su padre, el Gran Duque Enrique I de
Luxemburgo.

La novia, de 28 años, pertenece a una de las familias aristocráticas más antiguas de


Bélgica y ha renunciado a la nacionalidad belga en el matrimonio civil celebrado hoy
mismo en el Ayuntamiento de la capital del Gran Ducado.
Homicidio por encargo

Una verdad que nunca se encontró. Las primeras sospechas hablaron de un homicidio
por encargo. Policía y Justicia nunca dieron a conocer la profundidad de las
investigaciones. La causa estaría en punto muerto.

El viernes 24 de enero de l997, los habitantes de Pergamino y Colón se conmovieron.


En la vecina ciudad, nunca se había registrado una crónica policial de estas
características. El reloj de la Confitería “El Sol”, propiedad de la víctima, marcaba las
0.26. Un Fiat bordó se detuvo a tres metros de una mesa que era compartida por
“Pancho” Torrecilla y Faustino Paz. El vehículo quedó en marcha y se apearon dos
individuos que sin mediar palabras dispararon a mansalva con un revólver calibre 38 y
una pistola 9 milímetros encamisada.

El pergaminense muerto recibió dos balas en su cuerpo. Uno ingreso en la zona


inguinal y en su trayectoria interesó las vértebras lumbares. El asesino disparó
caminando. El segundo fue a quemarropa y explotó debajo de la axila perforando en su
trayectoria la vena aorta, y rompiendo la décima vértebra lumbar, alojándose en el
hemitórax derecho. Por su parte, Faustino Paz recibió un disparo en su pierna derecha.

La profesionalidad de los ejecutores fue sobresaliente. La sangre fría del homicida que
en medio de una calle muy concurrida necesitó solo dos balas para matar a Torrecilla
ello demuestra su profesionalidad. Por su parte, llamó la atención que el segundo
malviviente disparó al aire para distraer a los transeúntes, para atemorizarlos y
paralizarlos. Una metodología muy “fina” usada en atentados callejeros por
malvivientes con alta escuela. Los asesinos tuvieron certeza y lograron confusión en el
escenario del atentado.

El comisario mayor de la ex Región VII de San Nicolás, Héctor Enrique Penini, en una
conferencia de prensa brindada en Pergamino el jueves 30 de enero de l997
argumentó: “ El homicidio nos ha llamado la atención debido a sus características”. El
uniformado realizó comentarios sobre la forma en que actuaron los asesinos y su
profesionalidad, que podrían vincularse con un crimen por encargo. Pocos meses
después, llegó un anónimo a manos de los investigadores que según dijeron podría
esclarecer el hecho que había conmovido a Pergamino. Nunca se supo las conclusiones
a los que llegó la pesquisa. Las versiones extraoficiales hablaban sobre datos precisos,
presuntos homicidas y monto pagado para realizar la ejecución. La verdad nunca llegó
a pesar de consignarse a 15 hombres para buscar datos, indicios y precisiones. Las
hipótesis fueron muchas. Los “off the record” hablaban de posibles vinculaciones con el
juego clandestino y una guerra entre mafias.

La verdad o la mentira esta bien oculta y los actores fueron los protagonistas de una
trama siniestra.

(Crónica del Semanario Colón)

miércoles, 27 de julio de 2011

El cordel en mi cuello
A veces los dedos mayor y pulgar resbalan por ambos lados de los cristales para
desparramar el líquido limpiador, en un movimiento horizontal que luego da paso a un
papel absorbente que secan las últimas gotas. Otro día, es un pañuelo el que se
desplaza despacio por los dos vidrios buscando más transparencia, quitando manchas
y sombras grises.

La limpieza de mis lentes es una rutina que me acompaña varias veces al día, como
parte de una tarea de mantenimiento. Ellos cuelgan de mi cuello desde hace cuatro
años; esa tarde cansado de que las letras del diario se esfumen ante mi mirada,
caminé hasta el oculista que llega al pueblo todos los martes, o casi todos.
Me atendió después de una espera entre medio de silencios, revistas viejas apiladas en
una mesa bajita y personas que hablaban entre susurros, como si estuvieran en un
velorio. A mi turno, el hombre, con su chaqueta blanca desabrochada, me hizo sentar y
colgó un cartel con letras de distinto tamaño para probar lo que ya sabía.

En un breve trámite, el oculista -bajo, casi calvo y gordo- con más pinta de cocinero de
fonda que de profesional de la oftalmología, me sentenció a vivir con los anteojos. Para
escribir, leer, atender el celular o sintonizar la radio. Con una sola palabra que sonó a
nombre de mujer: Presbicia, me recordó mi edad y llamó al próximo paciente.

Con la receta en la mano, llena de palabras ilegibles, en cinco días obtuve mis primeros
lentes. Probé marcos y patillas. Algunos redondos, otros, más ovalados, asomaron en
mi cara que se reflejaba en un espejo de tres tramos colocado encima de un mostrador.
Ya sea, con marco dorado o plateado, supe que serían parte de mí para siempre. Y así
sucedió.

Cada noche, cuando termino la lectura quedan encima de la mesa de luz, arriba de
algún diario o un libro. Los dejo con las patillas abiertas y el cordel negro colgando,
cerquita de reloj y el velador. Por la mañana se donde ubicarlos. Entre dormido los
tomó y los apoyó en el mueble del baño; luego pasan a la mesa de la cocina. Es una
rutina para poder hallarlos con facilidad y no olvidarlos antes de salir a trabajar.

Su ayuda aparece apenas necesito calentar el café en el microondas o para abrir el


paquete de galletitas Lincoln, a través de una tirita de celofán que no encuentro. Es
una recordación cotidiana de que el tiempo se consumió mi vista.

La mayor comprobación llega cuando olvido los lentes y llegando al diario comienzo a
sentirme disminuido, casi inútil. Por eso guardo en un cajón de mi escritorio esos
anteojos baratos, endebles, descartables, que un día compré en un polirrubro para salir
del apuro y que me vendieron en un estuche ordinario.
Esos lentes que aparecen salvadores de vez en cuando, son un mal muleto de los
titulares. Al finalizar el día de trabajo, durante la cena, viene mi pequeña revancha
personal: me quito los lentes con ambas manos, tomándolos de las patillas casi a la
altura de los cristales, los elevó por encima de mi cabeza, pliego sus patas y enrolló el
cordel.

Por algún rato estarán allí, solitarios, en el mueble ubicado en el esquinero del
comedor, o en el mantel que cubre la mesa rectangular. Será el rato en que mi nariz no
sienta la presión de su calce.
A pesar de su simpleza - armazón metálica, solo recubierta con plástico al final de las
patillas, para calzar con suavidad en las orejas- de vez en tanto necesitan un servicio
de mantenimiento. Es el momento de actuar del óptico del pueblo que, sin lentes, toma
un diminuto destornillador y ajusta los cuatro tornillos milimétricos que regulan la
apertura. Después con las dos manos encuadra los lentes. Toda la tarea no lleva más
de cinco minutos hasta que vuelven a mis ojos para ver cómo se sienten.
Los lentes solo se sumergen en la oscuridad bajo situaciones especiales. Fiestas o
salidas, en que decido que solo me acompañen guardados en un bolsillo de la camisa o
de alguna campera y dejen de colgar de mi cuello.

En las vacaciones, es el momento en que más me alejó de ver parte de la vida a través
de cristales con aumento. Es el tiempo del descanso físico y mental. El período en que
mi pensamientos se alivianan, se aleja de las noticias que me apabulla escribir todos
los días y pienso en otras cosas. Pienso, por ejemplo, en el puto oculista con pinta de
cocinero que me condenó una tarde de martes a que de mi cuello cuelgue un cordel
con cristales para enfocar mejor mi vida.

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