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Experimentos para Volverse Loco
Experimentos para Volverse Loco
La cárcel de Stanford
U n o s i b a n a j u g a r a s e r g u a r d i a s y o t r o s a s e r p r e s o s . Philip
Zimbardo, psicólogo de la Universidad de Stanford, contrató en
1971 a un grupo de 24 estudiantes universitarios. Todos ellos,
según un estudio previo, emocionalmente estables. Así que un buen
día carceleros y delincuentes llegaron al que iba a ser su hábitat: un
espacio de 10,5 m en el sótano del edificio de Psicología. Como
escribió Zimbardo: “Se mandó desnudar a todos los presos, se les
roció con un preparado despiojador y se les hizo estar de pie y
solos, en cueros, durante cierto tiempo en el patio del sótano.
Después de darles el uniforme y tomarles una fotografía, se llevó a
cada uno a su celda y se les ordenó estar callados”. Les dieron un
número. Los guardias, también voluntarios y emocionalmente
estables, decidieron por su cuenta que si un preso se portaba mal,
perdería un privilegio (como hablar con otros). Y fueron
aumentando los castigos: les prohibían comer, dormir o les
obligaban a estar incomunicados. A las 48 horas, algunos presos
intentaron amotinarse. Varios presos empezaron a padecer
pensamiento desorganizado y síntomas de depresión. Así que
Zimbardo canceló el experimento a los seis días. Tenía previsto que
durara dos semanas.
¿ Q u é q u e r í a n i n v e s t i g a r ? Por qué muchas personas son tan
sádicas en algunas situaciones. Que los presos se convirtieran en
números permitió que los vigilantes sintieran que tenían delante a
un ser que era menos persona. Deshumanizaron a los presos y les
despojaron de sus derechos.
A prisión por un verbo
Imagina que tu futuro depen de de la memoria de un test igo.
¿Quieres saber si sus recuerdos son fiables? A mediados de la
década de 1970, los psicólogos estadounidenses John Palmer y
Elizabeth Loftus pusieron en marcha este experimento. Siete
personas veían los mismos vídeos sobre siete accidentes de tráfico.
La clave era la pregunta que les hicieron después de verlos. Los
investigadores tenían la hipótesis de que el verbo usado en la
cuestión podía desempeñar un papel fundamental en la respuesta
que dieran los testigos.
Por tanto, formularon la misma pregunta con cinco verbos
diferentes: “¿A qué velocidad iba el coche cuando se
estrelló/chocó/se cruzó/colisionó/entró en contacto?” Esta es la
velocidad media a la que iba el coche según las respuestas de los
voluntarios en función del verbo: estrellarse (65,65 km/h), chocar
(63,23 km/h), cruzarse (61,30 km/h), colisionar (54,71 km/h) y
entrar en contacto (51,17 km/h). Cuanto más suave era el verbo,
más lento iba el auto.
¿ Q u é q u e r í a n i n v e s t i g a r ? Las distorsiones de nuestra memoria.
¿Cuántas personas están en la cárcel por un error de memoria de un
testigo? Según el presidente de la Asociación Americana de
Psicología Legal, Gary L. Wells, las malas identificaciones causan
el 80% de las condenas erróneas en Estados Unidos.
Aterrorizar a un niño
¿Qué pasaría si a un niño qu e no le tiene miedo a las rat as
blancas le presentamos una y al mismo tiempo hacemo s un
r u i d o m u y f u e r t e ? En 1919 John B. Watson, psicólogo de la
Universidad Johns Hopkins y uno de los padres del conductismo,
se hizo esta pregunta.
Para su investigación eligió a Little Albert, un niño de un año, sano
y feliz, que no le temía a estos roedores.
En su experimento, cada vez que el pequeño Albert se acercaba a
acariciar a la rata, Watson provocaba un ruido muy intenso.
Tiempo después, el niño lloraba asustado cuando veía a la rata
blanca, a pesar de no escuchar ningún ruido.
¿Cuál era el propósito?
¿Recuerdas el famoso experimento del perro de Pavlov? Sí, aquel
que llevó a cabo a principios del siglo XX el psicólogo ruso Iván
Pavlov. Consistía en hacer sonar una campana cada vez que le
presentaba comida a un perro. El perro salivaba por la comida.
Pero en su mente fue asociando la comida al sonido de la campana.
Y finalmente, salivaba con solo oír el sonido de la campana.
Watson tuvo la cruel idea de ponerlo en práctica con un niño.
Monos ejecutivos
Para este experimento u t i l i z a r o n s e i s m o n o s r h e s u s , especie muy
común en estas investigaciones porque su comportamiento y
emociones son muy similares a los humanos.
Los primates estaban encerrados por parejas en diferentes jaulas. Y
recibían descargas eléctricas durante dos sesiones de seis horas
cada una y un par de veces al día. Un miembro de cada pareja
podía accionar una palanca para impedir las descargas. Algunos
aprendieron a hacerlo. Pero, ¿ q u é l e s p a s ó ? Todos los que
aprendieron a accionar la palanca desarrollaron una úlcera
gastrointestinal.
¿ Q u é s e q u e r í a i n v e s t i g a r ? Lo malo que es el estrés. Joseph
Brady, el psicólogo estadounidense que realizó esta prueba en
1958, bautizó a los participantes como “monos ejecutivos”. Y
demostró que el estrés nos puede enfermar. En este caso,
ocasionado por saberse responsables de poder evitar las descargas
eléctricas.
Enemigos y amigos
En 1954, el psicólogo Muzafer Sherif, considerado uno de los
fundadores de la psicología social, tuvo la idea de llevar a dos
grupos, cada uno de 11 niños, a un campamento de verano en
Oklahoma, Estados Unidos.
Los menores no se conocían entre sí. Uno de los grupos era el de
las Águilas y el otro el de las Serpientes de Cascabel. Para
empezar, no mantuvieron contacto entre ellos. Realizaban
actividades como montañismo. De este modo, los niños fortalecían
los vínculos con los miembros de su grupo. Pero pasados unos
días, Sherif puso a competir a los dos equipos en actividades
deportivas. La rivalidad era atroz. Algunos niños, incluso, robaban
víveres del equipo contrario.
Sherif se planteó que quizá e r a t a n f á c i l e n f r e n t a r a d o s g r u p o s
c o m o r e c o n c i l i a r l o s . Llevó a cabo actividades no competitivas
para calmar los ánimos. Nada. Así que se le ocurrió plantearles un
reto que les afectara a ambos. Averió el camión que llevaba la
comida al campamento. Así que si querían cenar esa noche, los dos
grupos tenían que empujar el camión. Y lo hicieron en equipo. Otro
día, el psicólogo cortó el suministro de agua. En unas horas, ambos
grupos
se habían organizado y consiguieron arreglar el problema.
¿ Q u é q u e r í a n i n v e s t i g a r ? Dinámicas entre grupos rivales. Y qué
fácil es hacer las paces cuando hay intereses comunes. Como
escribió Sherif: “La hostilidad desaparece cuando los grupos se
unen para alcanzar metas dominantes, que son reales y apremiantes
para todas las personas en cuestión”.
Resistir la tentación
Paciencia” y “niños” son dos palabras que no suelen ir juntas. Pero
en 1968 el psicólogo Walter Mischel, de la Universidad de
Stanford, en Estados Unidos, quiso poner a prueba el autocontrol
de varios infantes. El experimento fue el siguiente: los niños
entraban en la sala en la que estaba el científico. Este les señalaba
una golosina que había dejado encima de la mesa. Los niños, claro,
abrían los ojos como platos. Pero el investigador les decía que
tenía que salir un momento. Y que si a su vuelta no se habían
comido el dulce, les daría otro. Algunos niños lograban reprimirse
(se tapaban los ojos, por ejemplo, o se ponían a cantar para
distraerse), algunos aguantaban un rato, y otros se lanzaban por la
golosina enseguida.
¿ Q u é q u e r í a n i n v e s t i g a r ? La importancia del autocontrol. Walter
Mischel realizó un seguimiento de los chicos que habían
participado en su experimento durante varios años. Y descubrió
que aquellos que habían sido pacientes y resistieron la tentación
obtenían puntuaciones por encima de la media en una prueba de
aptitud escolar. Además, sus padres decían que tenían más
autoestima.
Es decir, la capacidad de tolerar la frustración en la infancia es un
buen termómetro de la salud mental en la edad adulta.
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