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Sesboue EUCARISTÍA - DOS GENE RACIONES PDF
Sesboue EUCARISTÍA - DOS GENE RACIONES PDF
ANTES DE 1960
Los años 1945-1950 estuvieron igualmente marcados por los primeros debates entre
católicos sobre la comprensión de la presencia real de Cristo en la eucaristía. Entonces
fueron lanzados los términos de "transignificación" y de "transfinalización": partían de
una intuición justa pero resultaban insuficientes para dar cuenta de la realidad del
"cambio" operado en la celebración eucarística y expresado por el término técnico, a
menudo mal comprendido hoy, de "transubstanciación". Se sabe que Pío XII veía en
este nuevo vocabulario el peligro de reducir la presencia de Cristo en la eucaristía "a
una especie de simbolismo", entendido en un sentido débil.
En 1965, antes incluso del final del concilio, Pablo VI publicaba su encíclica Mysterium
fidei. Después de haber insistido sobre el valor de las fórmulas dogmáticas, articulaba
así la relación de la cruz y de la eucaristía: "Por el misterio eucarístico, el sacrificio de
la cruz, consumado una vez por todas en el Calvario, es hecho presente (repraesentari)
de modo maravilloso; es siempre recordado (in memoriam revocari)". Estas expresiones
merecen atención: Pablo VI se muestra ahí muy atento a dar cuenta del carácter
sacrificial de la misa sin menoscabar la unicidad del sacrificio de la cruz. El segundo
sacrificio hace sacramentalmente presente al primero del que es memorial. Veremos
pronto la gran fecundidad teológica y ecuménica de esta noción bíblica. Por otra parte
Pablo VI sitúa la presencia real de Cristo en la eucaristía como una presencia
substancial, en el conjunto de las diversas presencias reales de Cristo en su Iglesia: por
la oración de ésta, por la predicación del evangelio, por la autoridad de los pastores, por
la celebración de los sacramentos. Comentando el término de "transubstanciación",
precisa que las especies eucarísticas reciben una nueva significación y una nueva
finalidad por el hecho mismo de que ellas contienen una realidad nueva de orden
ontológico. Puesto que la Iglesia ha creído siempre que por las palabras de la institución
de la última Cena Jesús nos daba verdaderamente su cuerpo y su sangre, sacó la
consecuencia de que este pan y este vino habían sido objeto de un "cambio" muy real
(era la palabra de los Padres de la Iglesia), aunque sólo accesible a la fe (En 1967, en
Eucharisticum Mysterium, se recuerda en particular que "el fin primordial de la
conservación" de las especies es "la administración del Viático; los fines secundarios
son la distribución de la comunión fuera de la misa y la adoración de N.S.J.C.". Así
pues la adoración es la consecuencia de la conservación de las especies para la
comunión de los enfermos. Igualmente los fieles deben recordar que "esta presencia
deriva del sacrificio y tiende a la comunión a la vez sacramental y espiritual" (cfr. n. 49-
50).
Muy recientemente, el papa Juan Pablo II ha enviado a los obispos una carta sobre el
misterio y el culto de la santa eucaristía. Su fin es subrayar el vínculo entre la eucaristía
y el ministerio sacerdotal, la relación entre eucaristía e Iglesia (las fórmulas del P. de
Lubac son citadas) y la dimensión "sagrada", entendida en un sentido específicamente
cristiano, de sacrificio. Citando una fórmula de la tradición griega sobre la identidad y la
unicidad concreta del sacrificio de hoy y del sacrificio de la cruz, el texto repite, a su
vez, que la eucaristía hace "presente este único sacrificio de nuestra salvación".
Entre las investigaciones bíblicas, unas son más teológicas y otras más históricas. Entre
las primeras coloco la obra de Max Thurian (L'eucharistie), que ha llegado a ser una
especie de clásico. Porque este libro de "teología litúrgica" es también un "esfuerzo de
teología bíblica", organizado alrededor de la categoría de memorial que juega hoy un
papel central en la exposición doctrinal de la eucaristía. El Exodo habla ya de me morial
a propósito de la institución litúrgica de la primera Pascua, es decir, la celebración anual
de la liberación del país de Egipto (12, 14). Otra tradición del Exodo subraya el carácter
sacrificial de este memorial, pues es memorial de un sacrificio. El rito del cordero
pascual "es el sacrificio de la Pascua para Yahvé que ha pasado de largo ante las casas
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de los israelitas en Egipto" (12, 27). Ahora bien, Jesús dice, a su vez, en el momento de
la institución de la eucaristía, inscrita en un clima de celebración pascual: "Haced esto
en memoria mía (memorial, anamnesis)" (Lc 22, 19). El término "memoria" tiene el
riesgo de ser aquí insuficiente, pues evoca normalmente una relación subjetiva al
pasado, una "conmemoración". Ahora bien el memorial tiene una realidad objetiva: en
virtud de la orden de Jesús, que es al mismo tiempo una promesa, el acontecimiento se
hace presente a través de la celebración litúrgica. Se trata del acontecimiento de Jesús,
su vida, su muerte y su resurrección, es decir, del misterio de su paso (Pascua) al Padre.
Memorial de un sacrificio, y por lo tanto memorial sacrificial, la eucaristía es realmente
sacrificio, pues "el sacrificio de la cruz está sacramentalmente presente en la eucaristía
por el poder del Espíritu Santo y de la Palabra"; en otros términos, la eucaristía es "el
sacramento del sacrificio". Y porque el memorial es la presencia del sacrificio,
comprende también la presencia personal de Jesús (su cuerpo y su sangre) en el acto
mismo en el que él se da. Como se ve, la categoría de memorial reconstruye la unidad
de la doctrina eucarística y constituye un elemento capital de reconciliación ecuménica
entre la tradición católica que ha mantenido siempre la realidad sacrificial de la
eucaristía y la tradición protestante apegada a la unicidad del sacrificio de la cruz.
Cuando te aproximes, no avances las palmas de las manos extendidas, ni los dedos
desunidos; sino haz de tu mano izquierda un trono para tu mano derecha, pues ésta
debe recibir al Rey, y, en el hueco de tu mano, recibe el cuerpo de Cristo, diciendo:
"Amén" (V, 21).
Suplicamos al Dios filántropo que envíe el Espíritu Santo sobre los dones aquí
depositados, para hacer el pan cuerpo de Cristo, y el vino sangre de Cristo; pues todo
lo que toca el Espíritu Santo, queda santificado y transformado (V, 7).
Que el acto de cambio del pan y del vino en el cuerpo y sangre de Cristo sea atribuido al
poder del Espíritu, invocado por la Iglesia sobre las ofrendas, es un dato general de la
tradición antigua. Es hoy objeto de un redescubrimiento, cuyo alcance ecuménico es
grande entre Oriente y Occidente. Los ortodoxos han visto con alegría la revalorización
de la epíclesis en las plegarias eucarísticas. Este punto litúrgico es también
teológicamente importante: evita toda confusión en los sacramentos entre lo que es el
orden de la acción todopoderosa de Dios y lo que es el orden del ministerio de la
Iglesia.
La teología
K. Rahner y E. Schillebeeckx han retomado, cada uno por su parte, el análisis de los
documentos oficiales y de las actas del concilio de Trento, a fin de dar mejor cuenta de
la naturaleza y de la intención de su enseñanza. Los dos autores, que escriben con una
preocupación ecuménica, sitúan el término técnico de transubstanciación en el
movimiento de las afirmaciones conciliares. Rahner ve ahí una explicación lógica de las
palabras de Jesús en la Cena: la palabra "transubstanciación" no dice nada que no esté
en ellas, pero garantiza que se las tome efectivamente en serio. El autor subraya toda la
parte que queda abierta a la discusión, tanto al nivel de la comprensión de la substancia
como al del cómo de la transubstanciación. Schillebeeckx muestra, con una gran
pertinencia, los tres niveles de las afirmaciones dogmáticas de Trento: 1) hay presencia
real del cuerpo y de la sangre de Cristo en la eucaristía, porque Jesús, en el gesto del
don del pan y del vino, ha dicho: "esto es mi cuerpo, esto es mi sangre"; 2) tomando esta
palabra en serio, la Iglesia ha confesado siempre un "cambio" del pan y del vino en el
cuerpo y la sangre de Cristo; 3) este cambio es llamado muy convenientemente
"transubstanciación". Así el tercer nivel aparece como la expresión rigurosa y técnica,
recibida de la teología medieval, y la garantiza en el orden del lenguaje de los dos
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niveles precedentes. En el período de luchas doctrinales que fue el siglo XVI, la palabra
jugó el papel de estandarte reagrupando a todos los que querían ser fieles a la Iglesia
católica.
Sobre la base de un acuerdo en la fe cada vez más amplio, dos puntos doctrinales y un
punto práctico presentan aún dificultad: por una parte, la cuestión de la permanencia de
la presencia eucarística después de la celebración y la del ministerio ordenado de
presidencia sobre la que hay que lamentar un cierto estancamiento; por otra parte, el
problema de la hospitalidad eucarística que sigue siendo considerada desde perspectivas
incompatibles.
Conclusión
Como se puede ver, el balance doctrinal y pastoral de este largo esfuerzo es muy rico:
de acuerdo con el movimiento litúrgico y con una sensibilidad nueva del pueblo
cristiano, la reflexión teológica se ha aproximado a sus fuentes bíblicas; ha descubierto
la intimidad de la relación entre eucaristía e Iglesia; ha rehecho alrededor de la categoría
de memorial la unidad del sacrificio y del sacramento; ha vuelto a tomar conciencia de
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