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1
Instituto de Geografía, Pontificia Universidad Católica de Chile (Chile) / Centro
Nacional de Investigación para la Gestión Integrada de Desastres Naturales,
CONICYT/FONDAP/15110017 (Chile). E-mail: camartinezr@uc.cl
2
Departamento de Ingeniería Civil, Universidad Católica de la Santísima Concepción
(Chile) / Centro Nacional de Investigación para la Gestión Integrada de Desastres
Naturales, CONICYT/ FONDAP/15110017 (Chile). E-mail: raranguiz@ucsc.cl
RESUMEN
Para ello, se han propuesto distintos modelos, entre los cuales destacan el de
presión y liberación (Wisner et al., 2004), el modelo vulnerabilidad-sustentabilidad
(Turner et al., 2003) y el modelo peligro del lugar (Cutter et al., 1996 y 2008).
Actualmente, los elementos incluidos en la vulnerabilidad se relacionan con la
exposición a una perturbación (estrés), la sensibilidad a dicha perturbación y
su capacidad para adaptarse; por ello, pueden tratarse desde el enfoque de la
adaptación al cambio climático (Adger, 2006; Angell & Stokke, 2014; Yoo et al.,
2014; Okey et al., 2015). Bajo el enfoque de la reducción del riesgo, esta última se
vincula estrechamente con la resiliencia social, la que suele involucrar un proceso
continuo de aprendizaje con el fin de que puedan tomarse las mejores decisiones
en el manejo del riesgo (Cutter et al., 2008; Jin & Lin, 2011).
Considerando la alta recurrencia histórica que Chile presenta ante este tipo de
amenazas (Lockridge, 1985; Lagos, 2000), sumado a los avances en el
conocimiento de los ciclos sísmicos y su relación con el potencial de daño esperado,
hace que se tengan suficientes herramientas técnico-científicas aplicables a la
planificación territorial de la zona costera (Lagos y Gutiérrez, 2005; Lagos y
Cisternas, 2008; Martínez et al., 2012). Otros factores menos conocidos, asociados
a factores de vulnerabilidad y resiliencia social comenzaron a ser estudiados más
sistemáticamente en el país a raíz de los efectos del terremoto y tsunami Mw=8.8
del 27/F de 2010, sin embargo aún es una línea de investigación incipiente, frente a
una necesidad cada vez más relevante, dada la intensa urbanización que se
presenta en la costa del país (Martínez, 2014; Rojas et al., 2014; León & March,
2014; Khew et al., 2015).
En este contexto, se evalúa el riesgo de inundación por tsunami en la localidad
de Boca Sur en la comuna de San Pedro de la Paz, Área Metropolitana de
Concepción. Esta localidad se ubica en el golfo de Arauco, en la denominada llanura
de San Pedro, es decir una planicie litoral baja con desarrollo de antiguos pantanos,
hoy urbanizados y convertidos a uso residencial. Por su cercanía a la costa y a la
desembocadura del río Biobío, hace que por su localización geográfica presente una
alta exposición al fenómeno de tsunami. La comuna de San Pedro de La Paz
presenta un crecimiento urbano notable en las últimas décadas, pasando de 80.447
habitantes a 120.000 hab. en 10 años (INE, 2012), siendo la comuna con mayor
crecimiento urbano (2,41%) en el período 1996-2007 (Baeriswyl, 2009). Por ser un
asentamiento caracterizado por bajos ingresos (17,7% de la población en
situación de pobreza) y de alta densidad poblacional, presenta condiciones de
vulnerabilidad y riesgo no evaluadas frente a potenciales tsunamis. Esta área,
aunque no fue afectada por el tsunami del 27/F de 2010, como otras localidades del
Golfo de Arauco (Llico, Tubul y Arauco), es necesario evaluar si otros escenarios
extremos pueden generar un daño potencial en la localidad para así aplicar medidas
de mitigación adecuadas y reducir el riesgo de desastre, una preocupación central a
nivel mundial e impulsada por Naciones Unidas a través del Marco de Acción
de Sendai (201 5-2030). En este sentido, la planificación para la resiliencia de la
costa se entiende como una manera viable de integrar el conocimiento de las
amenazas del lugar, las condiciones de vulnerabilidad y exposición a los
mecanismos de preparación y la planificación territorial (expansión urbana, diseño
urbano) que consideren el impacto de futuros desastres en la costa, previendo el
daño potencial, reduciendo el tiempo de la emergencia y permitiendo que el
sistema social o urbano siga funcionando. Esto último involucra rehabilitar o
mitigar situaciones de riesgo en los asentamientos costeros ya existentes, o
planificar los nuevos asentamientos considerando los peligros presentes así como
fomentar la cohesión social y la participación comunitaria como estructura
organizacional con capacidad de respuesta frente a la emergencia.
Materiales y Métodos
Figura N° 1
Área de estudio
Procedimientos
1. Análisis de peligrosidad
San Pedro de la Paz, ciudad vecina a Concepción, se emplaza en una zona sísmica
que ha experimentado grandes eventos sísmicos y tsunamis tales como los
ocurridos en 1 570, 1 657, 1 730, 1 751, 1 835, 1 960, 2010 (Aránguiz, 2010). Sin
embargo, no hay registro histórico de inundación en San Pedro de la Paz o ingreso
de agua por el río Biobío (Aránguiz & Shibayama, 2013). La presencia del cañón
submarino del Biobío y la isla Santa María juegan un rol fundamental en
la propagación de tsunamis y efecto mitigador para San Pedro de la Paz, tal como
quedó demostrado para el evento de febrero de 2010 (Aránguiz & Shibayama,
2013). Es importante destacar, además, que el tsunami de 2010 ocurrió con marea
baja, por lo tanto, la máxima inundación se vio reducida por este hecho (Aránguiz,
2010). Un estudio reciente analizó varios escenarios para la comuna de San Pedro
de la Paz, esto es, tsunamis generados por sismos de magnitudes Mw=8.8, 8.9, y
9.0 (Kox et al., 2015). Se concluyó que un escenario desfavorable corresponde a
un tsunami generado por un sismo de magnitud Mw=9.0.
Por otro lado, después del Gran Terremoto y Tsunami del Este de Japón en marzo
de 2011, los tsunamis pueden clasificarse en dos niveles según la frecuencia y
propósito del análisis (Shibayama et al., 2013). El tsunami nivel 1 (con periodo de
recurrencia de varias décadas hasta 100 años) corresponde a un evento frecuente
que es utilizado para el diseño de estructuras de protección, mientras que el
tsunami nivel 2 (con periodo de recurrencia de varios cientos o miles de años)
es utilizado con fines de evacuación (Shibayama et al., 2013). Por lo tanto,
analizando la recurrencia histórica de los eventos registrados en Chile Central, es
posible definir un tsunami generado por un sismo de magnitud Mw=9.0 como un
tsunami nivel 2. Así, en el presente estudio se analizó un escenario de estas
características agregando, además, un nivel de marea correspondiente a la máxima
pleamar en sicigia de 1.2 msnm (www.ioc-sealevel-monitorig.org) tal como lo
recomienda la Guía para determinar la Inundación Potencial por Tsunami de Japón
(MLIT, 2012).
Mo = µLWD (3)
Cuadro N° 1
Parámetros sísmicos de los cuatro segmentos que constituyen la fuente del tsunami
para un evento de magnitud Mw 9.0
Figura N° 2
Mallas de simulación numérica
Fuente: Elaboración propia
Cuadro N° 2
Niveles de peligrosidad para profundidad de flujo
2. Análisis de vulnerabilidad
Cuadro N° 3
Variables asociadas a cada dimensión de la vulnerabilidad
Cuadro N° 4
*IBS: porcentaje de pobreza por manzana (MIDEPLAN, 2002)
Fuente: Elaboración propia.
Cuadro N° 5
Matriz de riesgo de inundación por tsunami, localidad de Boca Sur
Figura N° 3
Secuencia de propagación del tsunami desde la zona de generación al golfo de
Arauco
Fuente: Elaboración propia.
Otra parte importante del área es afectada por peligro medio, alcanzando la cota de
5 msnm en Boca Sur Nuevo. Las áreas con peligro medio cubren la mitad de los
asentamientos humanos en Boca Sur Nuevo y casi la totalidad en Boca Sur Viejo.
En el caso del estero los Batros, la inundación alcanza la cota de los 5 msnm. Entre
Boca Sur Viejo y Nuevo, el cordón dunar debido a su mayor altura, disminuye la
capacidad de inundación del tsunami, generando un peligro bajo, lo mismo ocurre
en otras áreas de dunas remanentes cercanas a la desembocadura.
Figura N° 4
Mareograma sintético frente a Boca Sur (a) y profundidad de flujo en la zona de
estudio (b). M indica la ubicación del mareógrafo sintético
Figura N° 5
Áreas de peligro de inundación por tsunami, localidad de Boca Sur
Desde el punto de vista organizacional, en Boca Sur Nuevo, el 35% del total
de encuestados reconoció no saber cuáles son las instituciones ligadas al riesgo de
tsunami, 46% las reconoce pero no confía en ellas. El 19% reconoce las
instituciones y participa de ellas, siendo las más nombradas Carabineros y
Bomberos. En cambio en Boca Sur Viejo, el 63% de los encuestados indicó no
reconocer instituciones ligadas al riesgo de tsunami; el 16% reconoció instituciones
ligadas al riesgo de tsunami pero la cataloga de poco confiables y el 21% reconoció
instituciones ligadas al riesgo de tsunami siendo las más confiables Bomberos y
ONEMI.
Sus reacciones frente al evento fueron variadas, puesto que las personas de
mayor edad manifestaron no dejar sus casas por miedo al robo de sus
pertenencias, otras personas sin saber muy bien cuáles eran las zonas seguras
dejaron sus hogares y caminaron a la ruta 160, y un pequeño número de
habitantes había escuchado hablar de zonas seguras dentro de su comuna y se
dirigieron hacia ellas.
Después del 27 de febrero de 2010, por parte de las autoridades hubo un interés
en generar conciencia y conocimiento sobre una Plan de Evacuación, sin embargo
este esfuerzo no prosperó. Si bien la Municipalidad de San Pedro de la Paz generó
un mapa de zonas seguras y vías de evacuación, la población del barrio Boca Sur
no lo conoce, incluso mostrándoles el mapa ellos manifestaban no conocerlo. Por
las calles se divisa señalética de evacuación de tsunamis, y como la entrada a este
barrio es solo una calle (Av. Daniel Belmar) es lógica la vía de evacuación a la ruta
160.
Figura N° 6
Nivel de vulnerabilidad según el tipo de vivienda e Indice de Bienestar Social (IBS)
Fuente: Elaboración propia.
Figura N° 7
Nivel de vulnerabilidad física
Fuente: Elaboración propia.
Figura N° 8
Nivel de vulnerabilidad socioeconómica
Fuente: Elaboración propia.
Figura N° 9
Nivel de vulnerabilidad organizacional
Fuente: Elaboración propia.
Las áreas de riesgo alto correspondieron a una franja del litoral que se extiende
hasta unos 500 m de la playa, comprenden unos 0,54 km2 y alcanza la cota de 5
msnm (Figura N° 10). Esta franja incluye parte de la localidad de Boca Sur Viejo y
las poblaciones más cercanas a la playa en Boca Sur Nuevo (entre calle Pasaje 1 y
Av. Venus). El riesgo aquí está condicionado por las mayores alturas de flujo
generadas por el tsunami y por factores de vulnerabilidad asociados al tipo y a la
precariedad de la vivienda, así como el nivel socioeconómico de la población (IBS) y
una mala organización comunitaria para la evacuación.
Las áreas con riesgo medio abarcaron un área mayor (0,72 km2), distribuyéndose
entre la zona adyacente a la playa y al interior de la planicie litoral donde se
localizan las poblaciones de Boca Sur Viejo y Nuevo, hasta la cota de los 5 msnm.
Otro sector afectado, corresponde al estero Los Batros, hasta una distancia de 675
m de la desembocadura (5 msnm).
Figura N° 10
Áreas de riesgo por tsunami
Efectivamente esta localidad forma parte de una de las comunas con mayor
crecimiento urbano de las últimas décadas y donde grandes proyectos inmobiliarios
se han concentrado en las terrazas más altas (Lagunas Grande y Chica), sin
embargo es una las áreas con mayor inequidad social (índice de Gini de 0.541,
encuesta Casen 2006) y donde se ha producido históricamente mayor degradación
ambiental. El estudio realizado por Vásquez y Salgado (2011) establecen una
exposición a una amplia tipología de riesgos ambientales, no solo tsunami,
sino también inundaciones mareales, remoción en masa, erosión eólica y problemas
tales como contaminación por descargas de emisarios sanitarios (existen 3 en el
área) y vertederos ilegales, estos últimos fácilmente observables en la
desembocadura del río Biobío, una de las áreas húmedas más degradadas del
sector.
De la misma forma que las geoformas submarinas modifican los trenes de ondas
y su incidencia en la costa, las geoformas y los ecosistemas costeros juegan un rol
relevante en la mitigación de los impactos de un tsunami, estos ya han sido
demostrados en casos como Japón, Sri Lanka e Indonesia, especialmente a través
del rol de humedales costeros (Chen, et al., 2005; Danielsen et al., 2005: Tanaka
et al., 2007; Chatenoux & Peduzzi, 2007). Playas, dunas y humedales atenúan la
velocidad y altura de inundación y por lo tanto su poder destructivo, situación que
en el área de estudio presentan alta degradación, en especial dada la tendencia
erosiva de la costa de Escuadrón (Martínez, 2013a).
Conclusiones y recomendaciones
Notas
1
Este trabajo ha sido realizado con apoyo de los proyectos FONDECYT N° 1151367,
11140424 y FONDAP N°15110017 de la Comisión Nacional de Investigación
Científica y Tecnológica de Chile. Se agradece a la alumna tesista
Constanza Villarroel (2012) por el levantamiento de datos de vulnerabilidad en
Boca Sur, como parte de esta investigación. Artículo recibido el 30 de enero
de 2016, aceptado el 26 de abril de 2016 y corregido el 16 de junio de 2016.
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TEMA CENTRAL
2
Departamento de Geografía, Universidad de Concepción (Chile). E-
mail: carolmartinez@udec.cl
3
Centro EULA-Chile y Departamento de Geografía, Universidad de Concepción
(Chile). Becario CONICYT 2012. E-mail: ocrojas@udec.cl
4.
Departamento de Ingeniería Civil, Universidad Católica de la Santísima
Concepción (Chile). E-mail: raranguiz@ucsc.cl
5
Departamento de Geofísica, Universidad de Concepción (Chile). E-
mail: abelmonte@dgeo.udec.cl
6
Departamento de Geografía, Universidad de Concepción (Chile). E-
mail: alaltamirano@udec.cl
7
Departamento de Geografía, Universidad de Concepción (Chile). E-
mail: paulina.flores76@gmail.com
RESUMEN
Área de estudio
Figura N° 1
Procedimientos
El análisis del peligro de inundación por tsunami fue realizado a partir de los
resultados de modelamiento numérico aplicando el código NEOWAVE desarrollado
en la Universidad de Hawai (Yamazaki et al., 2010). El modelamiento numérico
requirió la siguiente secuencia de actividades:
A través del uso de registros históricos y catálogos sísmicos, se elaboró una base
de datos histórica con sismos tsunamigénicos para la zona centro-sur de Chile. Los
eventos considerados corresponden a sismos interpla-ca con magnitudes superiores
a M = 8,0 que generaron tsunamis en la costa de la región. Los eventos
seleccionados correspondieron a los de 1835 y 2010. Adicionalmente, se incluyó el
evento de 1877 ocurrido en el norte de Chile, con el propósito de establecer los
efectos de grandes eventos generados fuera de la región centro-sur pero con
impacto potencial en ella, ya que la secuencia histórica de grandes terremotos
alojados en la zona de ruptura de dicho sismo, permite asignar un periodo de
recurrencia de 121 ± 33 años (Comte y Pardo, 1991), por lo tanto, un evento de
similares características podría repetirse en un futuro cercano.
Cuadro N° 1
Para el caso del tsunami del 27/F de 2010, se consideraron estos parámetros a
partir del registro de alturas de inundación, run-up, tiempos de llegada y dirección
de propagación de las ondas del tsunami, considerando la existencia de más de una
fuente tsunamigénica. En el caso del evento de 2010, se consideró el modelo de
ruptura no homogéneo propuesto por el USGS (Hayes, 2010), el cual ha sido
validado regionalmente por Yamazaki & Cheung (2011), usando registros de las
boyas DART 32412, 51406, 3241 1 y 43412. Este modelo de ruptura utiliza 180
fallas finitas de largo y ancho fijos, pero con los demás parámetros sísmicos
variables.
Figura N°2
Se generaron cuatro grillas anidadas de diferente resolución espacial (2', 30'', 6'' y
1'') con el propósito de aplicar el modelo numérico. Las grillas de menor resolución
(2' y 30'') utilizaron bases de datos batimétricas internacionales tales como General
Bathymetric Chart of the Ocean (GEBCO) y 5-Minute Gridded Global Relief Data
Collection (ETOPO-5), mientras que la grilla de resolución 6" se basó en las cartas
náuticas del Servicio Hidrográfico y Oceanográfico (SHOA), y la de mayor resolución
utilizada en la localidad de Tubul, fue creada utilizando datos batimétricos,
topobatimétricos y topográficos de detalle obtenidos en terreno entre 2011 y 2012
mediante GPS TRIMBLE doble frecuencia y ecosonda Garmin acoplado a bote
pesquero. Estos datos fueron vinculados a vértices creados especialmente para la
zona dado que el terremoto del 27/F de 2010 destruyó la red geodésica regional.
Los levantamientos batimétricos cubrieron los ríos Tubul y Raqui, además del sector
marino adyacente a la caleta, mientras que los levantamientos topográficos
cubrieron la zona estuarial y el humedal hasta la cota de los 20 m. Para cotas
mayores se utilizaron datos topográficos extraídos de imágenes AsterGDem, con
resolución de 30 m, disponibles en: http://www.gdem.aster.ersdac.or.jp/,
generándose contornos cada 5 m.
Figura N°3
Figura N° 4
Por otro lado, para validar el tsunami de 1877 se analizó la serie de tiempo de un
mareógrafo virtual en Talcahuano, ya que existen observaciones visuales
del tsunami de 1877 en dicha localidad (Soloviev & Go, 1975). Según estas
observaciones, en Talcahuano se observó una oscilación importante del mar unas 3
horas después de ocurrido el sismo. Las observaciones visuales de esa época
indican también que en torno a las 0:30 horas (cuatro horas y media después del
sismo) el nivel del mar alcanzó 1,2 metros por debajo de la bajamar regular, esto
es, unos 1,8 metros aproximadamente, y a las 01:00 horas (5 horas después del
sismo) alcanzó los 2 metros sobre la marea máxima regular, esto es, unos 2,8
metros sobre el nivel medio del mar. Finalmente, el parámetro para medir la
intensidad y altura de los tsunamis de 1835 y 1877 se realizó a partir de run-up de
áreas máximas de inundación en conjunto con valores de series de tiempo.
Cuadro N° 2
Validación de resultados
a) Tsunami 1877
Figura N° 5
b) Tsunami 2010
Figura Nº 7
Figura N° 8
Serie de tiempo en el mareógrafo virtual frente a Tubul para los eventos de 1835 y
2010
Fuente: Elaboración propia.
Del mismo modo, la Figura N° 9 muestra la variación del nivel del mar en Tubul
para el evento de 1877 durante 10 horas. Se puede observar que la primera onda
alcanza un nivel máximo de 200 minutos (3 horas 20 minutos) después de ocurrido
el sismo. Al igual que en el caso anterior, la primera onda no es la más grande, sino
las ondas posteriores, las cuales alcanzan un nivel máximo de 2 m.
Figura N° 9
Figura Nº 10
Área de inundación por tsunami y velocidades máximas de flujo
Fuente: Elaboración propia.
Figura Nº 11
Figura Nº 12
La superficie con alta peligrosidad correspondió al 66,7% del área, dentro de la cual
se ubica la totalidad del asentamiento de Tubul (Figura N° 13).
Figura N° 13
Niveles de vulnerabilidad
Figura Nº 14
Figura N° 15
Figura N° 16
Figura N° 18
Los efectos diferenciales registrados en la costa del centro sur de Chile, generados
por el tsunami del 27F de 2010, establecieron que la configuración de la costa es un
aspecto clave a considerar en los escenarios extremos a modelar.
El tsunami del 27F utilizó los cursos locales de las pequeñas localidades costeras
(principalmente paleobahías y estuarios) para propagar la energía al interior de
estas, generando una mayor superficie inundada. Las características
geomorfológicas, en especial de la Región del Biobío, generan condiciones propicias
para recibir los impactos de estos eventos dada su herencia morfogenética donde
los procesos eustáticos y tectónicos han construido planicies de playa con depósitos
de cubierta eólica antigua sobre asentamientos humanos construidos sobre el
antiguo delta del Biobío (Isla et al., 2012) o campos dunares que protegieron
algunas ciudades costeras de efectos aún mayores como lo fue en Cobquequra,
Tirúa y Vegas del Itata. Resulta indispensable conocer estas características de la
costa con el propósito de inferir los potenciales efectos de un tsunami extremo.
Por otro lado, se sabe que el terremoto del 27F de 2010 generó cambios
morfológicos drásticos en la costa de la Región del Biobío, con alzamientos costeros
de 1,4 m en Tubul y 1,7 m en Lebu, situación que afectó a localidades ubicadas al
sur del golfo de Arauco (Quezada et al., 2010), lo que ha generado una nueva
realidad geográfica que debe incluirse al momento de efectuar modelamiento
numérico. Esta nueva realidad, en conjunto con las transformaciones territoriales
que actualmente experimentan las localidades afectadas por el sismo-tsunami del
27F, hace que permanentemente se deba modelar realidades dinámicas que hacen
que tanto la peligrosidad como la vulnerabilidad cambien en el tiempo. Tubul es,
actualmente, una de las localidades más intervenidas producto de la Reconstrucción
y se ha observado, solo en el último año, un rápido proceso de urbanización en
áreas de alta peligrosidad, así también se proyecta la construcción de una
costanera y ciclovía dentro de la zona intermareal, donde eventos comunes en el
área tales como marejadas y olas de tormentas tienen la capacidad de producir
cambios morfológicos. Uno de los principales factores que elevan la vulnerabilidad
por tsunami en Tubul es el tipo de vivienda y su materialidad, localizadas al borde
de la zona intermareal y dispuestas en parcelas irregulares, estas viviendas,
construidas en madera, de un piso y materiales ligeros, pueden ser masivamente
arrasadas cuando el tsunami desarrolla velocidades de corrientes del orden de los 2
m/s y alturas de flujo o profundidad de la inundación sobre los 2 m; así,
experiencias mundiales con eventos extremos han establecido una destrucción total
de las viviendas con alturas de flujo cercanas a 5 m y velocidades de las corrientes
de 4 m/s (Lagos et al., 2008). Los resultados del modelamiento numérico
establecieron alturas de ola de 9 m para el evento de 1835 y 6 m para el de 2010,
mientras que las velocidades de las corrientes fueron de 8m/s para el evento de
1835 y de 6m/s para 2010, lo cual elevó el riesgo debido a que la localidad está
emplazada en áreas de alta peligrosidad de inundación por tsunami.
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ARTÍCULOS
2
Laboratorio de Planificación Territorial, Facultad de Recursos Naturales,
Universidad Católica de Temuco (Chile). La autora Denis Alfaro falleció durante el
periodo de edición de este trabajo. El artículo es un reflejo de su especial interés y
preocupación por contribuir, efectivamente, al logro de la sustentabilidad en los
territorios de la Región de La Araucanía.
3
Laboratorio de Planificación Territorial, Núcleo de Investigación en Estudios
Ambientales, Facultad de Recursos Naturales, Universidad Católica de Temuco
(Chile). E-mail: fpena@uctemuco.cl
RESUMEN
Materiales y métodos
Se utilizó la base cartográfica del Instituto Geográfico Militar de Chile (IGM) escala
1:50.000 con un modelo de elevación digital de la misión SRTM (Shuttle Radar
Topography Mission) de resolución de 60 m y cartografía vectorial base
proporcionada por el Laboratorio de Planificación Territorial (LPT) de la Universidad
Católica de Temuco. La información cartográfica básica de referencia de los suelos
se obtuvo del Centro de Información de los Recursos Naturales y de la Corporación
de Fomento de la Producción (CIREN-CORFO); las coordenadas geográficas de los
centros de cultivo y de las áreas de atractivos turísticos se obtuvieron del Servicio
Nacional de Pesca (SERNAPESCA) y Servicio Nacional de Turismo (SERNATUR),
respectivamente. Para determinar las áreas de conflicto, se establecieron rangos de
protección de las actividades turísticas de 500, 1.000, 2.000 y 3.000 m establecidos
por SIGTUR (2002) para los atractivos turísticos de jerarquía local, regional,
nacional e internacional, respectivamente; estos últimos según la clasificación de la
Organización Mundial de Turismo; y en el caso de los centros de cultivo se
consideró un área de protección de 250 m. Esta información se procesó mediante la
conversión a formato raster, y su posterior confección en capas temáticas. Se
consideró la existencia de conflicto actual cuando las áreas de protección de ambas
actividades se sobreponían entre sí.
Cuadro N° 1
Estas variables se agruparon en capas, mediante una suma lineal ponderada que
permitió obtener la capa de aptitud física del territorio para la salmonicultura,
estableciendo una escala numérica que incluye las variables y rangos de valor
asociadas: Muy alta (5), Alta (4), Media (3), Baja (2) y Muy baja (1). El presente
estudio no considera la calidad de agua como criterio para la selección de los
cuerpos fluviales, dado que las características físicas y químicas de estos, se
encuentran dentro de los valores óptimos requeridos para la salmonicultura (DGA,
2004a y b; Pichara et al., 2007; Atland & Bjerknes, 2009).
Cuadro N° 2
Resultados
Figura N° 2
B: Atractivos turísticos.
Cuadro N° 3
s/r: aptitud física sin restricciones de uso c/r: aptitud física con restricciones de
uso.
Figura N° 3
Todos los sectores encuestados consideran que el territorio tiene mayor aptitud
para el turismo que para la salmonicultura y al momento de elegir entre ambas
actividades, prefieren a la primera. Ninguno de los sectores encuestados prefirió el
desarrollo de la salmonicultura como única actividad y menos del 50% (45,0%
Gobierno, 27,7% privados y 15,4% Comunidad organizada) desea que se
desarrollen ambas. Un análisis más detallado de esta información (Cuadro N° 4)
permite observar que la comunidad organizada es el grupo que tiene mayor
conocimiento de las actividades turísticas y de los centros de cultivos existentes en
su comuna (100% y 84,6% respectivamente); este sector también considera que
su territorio tiene aptitud física para ambas actividades (77% salmonicultura; 100%
Turismo), pero que estas no son compatibles entre sí (61,6%) y, en general,
prefieren que se desarrolle el turismo por sobre la salmonicultura (84,6%).
Cuadro N° 4
Cuadro N° 5
Cuadro N° 6
Discusión
Esto permite suponer que la percepción de conflicto existente a nivel local, obedece
o se ha derivado de los efectos sobre las áreas de influencia indirecta entre las
actividades acuícolas y turísticas, dado que ambas hacen usos de los sistemas
naturales (recursos hídricos) o que, de acuerdo a lo definido por Riera et al. (2006)
y Cruz (2008), obedecen a la creciente preocupación de la población por la calidad
de los recursos y la seguridad del lugar donde viven.
Conclusiones
Desde el ámbito social, los actores relevantes del territorio (gobierno, privado y
comunidad organizada) perciben que el territorio en el cual habitan posee una
mayor aptitud para las actividades turísticas que la salmonicultura y manifiestan
claramente su preferencia por el desarrollo del turismo por sobre la salmonicultura,
principalmente porque visualizan en el primero una fuente de empleo de mayor
impacto para el territorio. En contraposición, se observa en la población un bajo
nivel de conocimiento de las normativas ambientales existentes y aplicables a las
actividades turísticas y de salmonicultura, lo cual permite establecer la carencia de
aspectos fundamentales para la toma de decisiones respecto del uso racional o
sustentable del territorio.
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http://dx.doi.org/10.4067/S0718-34022008000300002
Revista de Geografía Norte Grande, 41: 23-48 (2008)
ARTÍCULOS
Tema Central
2
Instituto de Geografía, Pontificia Universidad Católica de Chile (Chile). E-
mail: bandrade@uc.cl; farenasv@uc.cl; rguijon@uc.cl
RESUMEN
Uno de los enfoques que permite abordar el tema de la coherencia entre las
características del medio natural y las actividades que en él se desarrollan
corresponde, según Andrade et al. (2000), al conjunto de procedimientos propios
del denominado ordenamiento territorial, entendido como la adecuada articulación
de la voluntad o los intereses de una comunidad humana con las potencialidades
del medio natural. El ordenamiento territorial de la zona costera plantea dificultades
particulares, ya que ella corresponde a una entidad espacial con características
propias, vinculadas a la interacción de procesos situados en la interface entre la
geósfera, atmósfera e hidrósfera, condición que le otorga características
ambientales de fragilidad y vulnerabilidad, y por otra parte, porque por naturaleza
esta zona constituye un espacio muy atractivo para diversas actividades humanas
(urbanas, industriales, turísticas, de transporte, agrícolas, acuícolas, pesqueras y
otras actividades extractivas), lo que produce la concurrencia de múltiples usos y
con frecuencia la generación de conflictos territoriales.
Por las razones expuestas, las zonas costeras representan un espacio de interés
para la Geografía, no solo por el hecho de ser espacios frágiles y por corresponder
a zonas fuertemente presionadas debido a su localización privilegiada para diversas
actividades humanas, incluido el proceso de masificación de segundas residencias,
sino también debido a la función que estos espacios tienen asignada en un
esquema de creciente integración económica planetaria, en donde las costas
representan la zona de contacto con el mundo exterior. En el caso de Chile, la zona
costera en general y la costa del denominado Chile central en particular, ha sido y
es objeto de una presión antrópica creciente. Las características geográficas de la
zona costera chilena, las crecientes actividades humanas y su impacto en ella y el
estado de la gestión, han sido descritas y analizadas en Barragán et al. (2004;
2005).
En una primera parte de este trabajo se expone una reflexión sobre el significado
de los conceptos de planificación del territorio y gestión territorial, de normas
directas e indirectas de ordenamiento territorial, de organismos centralizados y
descentralizados, y borde costero y zona costera. En la segunda parte se intenta
aclarar las múltiples interacciones, superposiciones y conflictos existentes entre los
diversos componentes de la estructura orgánica a cargo de la gestión y regulación
del espacio costero. En la tercera parte se analizan las normativas relevantes para
la zona costera en general y en la cuarta parte se evalúan los instrumentos de
planificación y de gestión territorial existentes.
Antecedentes generales
Otro aspecto básico consiste en dilucidar qué organismos tienen competencia para
intervenir en materia territorial y cuáles son sus respectivas funciones y
atribuciones, así como su grado de coordinación o coherencia en la operación con
otros organismos públicos y privados relevantes.
La institucionalidad que existe para la creación y ejecución de IPT e IGT, así como
para la administración pública en general, está constituida por servicios públicos
que se clasifican en centralizados, los que dependen directamente de la
administración del Estado (ministerios y servicios públicos generales), y
descentralizados, los que legalmente constituyen personas jurídicas distintas del
Estado y cuentan con patrimonio propio, sin perjuicio de lo cual sus políticas
generales son definidas también por el poder central. Los organismos centralizados,
para llevar a cabo sus funciones en todo el territorio nacional se subdividen o
desconcentran a distintas escalas (escala regional, provincial y comunal),
denominando a tales reparticiones regionales, provinciales o comunales, servicios
desconcentrados.
Como se señaló precedentemente, se entiende por borde costero del litoral aquella
franja del territorio que comprende los terrenos de playa fiscales situados en el
litoral, la playa, las bahías, golfos, estrechos y canales interiores, y el mar territorial
de la República, que se encuentran sujetos al control, fiscalización y supervigilancia
del Ministerio de Defensa Nacional, Subsecretaría de Marina. En consecuencia, es
en el borde costero donde se aplican de manera fundamental las normas de
ordenamiento y gestión contempladas en el ordenamiento jurídico chileno para el
litoral.
En síntesis, los organismos con competencia para la regulación y gestión del borde
costero son:
– La Armada de Chile;
– Carabineros de Chile;
– Las Municipalidades;
Del mismo modo, el establecimiento de una Política Nacional de Uso del Borde
Costero por medio de decreto supremo, si bien importante como primera iniciativa
para regular el espacio costero, es limitado desde el punto de vista de su
estabilidad legal, ya que puede quedar sometido a vaivenes políticos del gobierno
de turno más que a la voluntad política expresada a través del Poder Legislativo.
Un ejemplo de lo anterior es la norma del art. 13 del D.L. 1.939, que regula la
adquisición, administración y disposición de los bienes del Estado. Dicho artículo
establece que los propietarios de terrenos colindantes con playas de mar, ríos o
lagos deben facilitar el acceso gratuito a estos, con fines turísticos y de pesca,
cuando no existen otras vías al efecto; y regula la forma en que el intendente
regional debe fijar las vías de acceso a través de los terrenos privados, en su caso.
Sin embargo, esta disposición legal no tiene actualmente aplicación práctica y
resulta para muchos inconstitucional. Más allá del debate jurídico que se puede
desarrollar10, en el hecho no existe una solución legal al problema del acceso al
borde costero que no sea la expropiación por ley que se encuentra establecida en la
Constitución, la cual tampoco resulta viable y desemboca a su vez en la indefensión
del borde costero.
Los fines de conservación, investigación, producción, recreación y uso sustentable
de los bienes nacionales de uso público costeros, en general, no tienen prioridad en
las decisiones públicas, aun menos por la vía de la expropiación, y los propietarios
particulares prefieren muchas veces mantener el estado de cosas para evitar
intromisiones legítimas o ilegítimas en sus actividades.
b) El Decreto Ley 1.224, que crea el Servicio Nacional de Turismo (arts. 2 y 11):
señala el desarrollo de una Política Nacional de Turismo y de planes, programas y
proyectos regionales de desarrollo turístico a cargo de las direcciones regionales de
SERNATUR, así como la declaración de Zonas y Centros de Interés Turístico;
c) El Decreto con Fuerza de Ley 1.122, de 1981, del Ministerio de Justicia, que
contiene el Código de Aguas (art. 299): dispone la planificación para el desarrollo
del recurso hídrico;
Por su parte, las mismas normas anteriores y otras más establecen también IGT.
Entre ellas se pueden mencionar las siguientes:
– Decreto Supremo 1.340 bis, de 1941, del Ministerio de Defensa Nacional, que
deroga el Decreto Nº 211 de 1924, que aprobó el Reglamento de Policía Marítima y
aprueba el Reglamento General de Policía Marítima, Fluvial y Lacustre (actual
Reglamento General de Orden, Seguridad y Disciplina en las Naves y Litoral de la
República);
– Decreto con Fuerza de Ley 340, de 1969, del Ministerio de Hacienda, Ley de
Concesiones Marítimas;
– Ley 16.282, que fija disposiciones para casos de sismos o catástrofes, establece
normas para la reconstrucción de la zona afectada por el sismo de 28 de marzo de
1965 y modifica la Ley Nº 16.250;
– Decreto con Fuerza de Ley 725, de 1967, del Ministerio de Salud, que establece el
Código Sanitario;
– Decreto Ley 2.565, que sustituye Decreto Ley 701, de 1974, que somete los
terrenos forestales a las disposiciones que señala (normas sobre fomento forestal);
– Decreto Ley 3.274, que fija ley orgánica del Ministerio de Bienes Nacionales;
– Ley 18.362, que crea un sistema nacional de áreas silvestres protegidas del
Estado.
Consideraciones finales
El borde costero tal como está concebido en la legislación chilena, tiene una
extensión muy reducida sujeta a regulación específica, lo que no permite abarcar
de una manera adecuada la planificación de lo que se debería considerar una zona
costera. Para su adecuada delimitación deberían incorporarse criterios ambientales
y funcionales y no solo administrativos, que permitan determinar para cado tramo
del litoral, la extensión más adecuada para un manejo más satisfactorio. Esto no
pretende afectar ni desestabilizar la propiedad privada ni la pública, o el ejercicio de
las facultades que ellas brindan, sino asegurarlas en forma sustentable y
permanente en el tiempo. Para ello es consustancial el conocimiento científico y
técnico detallado de toda esa zona de interacción.
Notas
3
Concepto acuñado por Francisco Sabatini en discusiones desarrolladas en el marco
del proyecto “Las relaciones entre actores Institucionales y territorios: estudio
comparativo entre Francia y Chile” (Proyecto ECOS-CONICYT Nº C99H02), que se
refiere a la persistencia en el espacio de las huellas de decisiones pasadas, que por
su profundidad condicionan su desarrollo futuro.
4
La sustentabilidad entendida en el sentido que le da el “Informe Brundtland”
(Comisión Mundial del Medio Ambiente y del Desarrollo (CMMAD),
1987).
5
Actualmente se trabaja en el Estado chileno en el traspaso de la responsabilidad
de los Planes Regionales de Desarrollo Urbano (PRDU), desde el Ministerio de
Vivienda y Urbanismo a los Gobiernos Regionales, específicamente a su nueva
División de Planificación Regional, transformándolos además en Planes Regionales
de Ordenamiento Territorial (PROT).
6
El “ámbito territorial de aplicación” de una norma jurídica se refiere a la extensión
de territorio en la cual dicha norma surte sus efectos, y puede consistir en el
territorio nacional, el de una región, provincia o comuna, o aun en un área
especialmente definida por la misma norma.
7
Los conceptos legales considerados relevantes para la definición del borde costero
son: las aguas interiores, el borde costero, el fondo de mar, río o lago, la franja de
playa a cuyo uso tienen derecho los pescadores, la línea de base normal, la línea de
playa o línea de más altas mareas, el mar territorial y en menor medida el mar
presencial, la playa de mar, la porción de agua, el terreno de playa y la Zona de
Protección Costera. Las normas jurídicas de las cuales se definió dicho ámbito
territorial del borde costero son principalmente las siguientes (entre paréntesis se
indica el instrumento legal en que se encuentra establecida la norma):
– el Código Civil (DFL 1, de 2000 del Ministerio de Justicia), que contiene las
primeras normas en que se definen los conceptos de playa de mar y de mar
territorial, entre otros;
– la Política Nacional de Uso del Borde Costero del Litoral de la República (DS 475,
de 1994, del Ministerio de Defensa Nacional); y
8
La autoridad marítima se encuentra definida básicamente en el Reglamento
General de Orden, Seguridad y Disciplina en las Naves y Litoral de la República
(antiguo Reglamento General de Policía Marítima, Fluvial y Lacustre; DS 1.340 bis,
de 1941, del Ministerio de Defensa Nacional), y sus atribuciones principales se
establecen en la Ley Orgánica de la Dirección de Territorio Marítimo y Marina
Mercante (DFL 292, de 1953, del Ministerio de Hacienda). Se entiende como
autoridades marítimas: al Director General de Territorio Marítimo y de Marina
Mercante –quien es la autoridad superior–, los gobernadores marítimos y los
subdelegados marítimos (estos dos últimos se denominan genéricamente capitanes
de puerto). Los cónsules chilenos, en los casos que la ley determine, y los alcaldes
de mar se consideran autoridades marítimas para efectos del ejercicio de las
atribuciones específicas que les asigne el Director General.
9
Para consultar el significado de las siglas véase el Anexo N° 2.
10
De hecho, parte de este debate se desarrolló a través de una acción interpuesta
en 1996 ante el Tribunal Constitucional por un grupo de parlamentarios en contra
de un decreto supremo que pretendió regular la forma en que el intendente
regional debía ejercer sus atribuciones conforme al art. 13 del D.L. 1.939. La acción
se fundaba, entre otros argumentos, en la inconstitucionalidad del decreto
supremo, por atentar contra la garantía del derecho de propiedad que dispone el
art. 19, nº 24, de la Constitución Política de la República, conforme a la cual el
Estado solo puede disponer de terrenos particulares previa expropiación de ellos a
través de una ley. En definitiva, el Tribunal
Constitucional acogió la acción declarando inconstitucional el decreto supremo en
cuestión, pero sin pronunciarse sobre la constitucionalidad
del art. 13 mismo, contenido en el D.L. 1.939 (Sentencia de 02.12.1996 del
Tribunal Constitucional, rol Nº 245 y 246 (acumulados); requerimientos formulados
por diversos senadores y diputados para que el Tribunal resuelva la
constitucionalidad del Decreto Supremo Nº 1º, de 10 de enero de 1996, del
Ministerio de Bienes Nacionales, publicado en el Diario Oficial de 6 de agosto del
mismo año, de acuerdo al artículo 82, Nº 5, de la Constitución Política de la
República.
11
Entre las normas ambientales aquí referidas se consideran principalmente la Ley
19.300, sobre Bases Generales del Medio Ambiente, y los distintos reglamentos
dictados a partir de ella: del Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental (D.S. 95,
de 2001, del Ministerio Secretaría General de la Presidencia), para la dictación de
normas de calidad ambiental y de emisión (D.S. 93, de 1995, del mismo
Ministerio), el que fija el procedimiento y etapas para establecer planes de
prevención y descontaminación (D.S. 94, de 1995, del mismo Ministerio).
RESUMEN
La justicia ambiental es un concepto que se incorpora al debate ambiental a fines
de los años setenta en Estados Unidos. A partir de ese momento el concepto
evoluciona desde una demanda política a un objetivo del derecho ambiental. Los
autores que han desarrollado el tema identifican diversos elementos en este
concepto que delimitan su alcance y aplicación. En Chile se trata de una idea que
recién se está explorando y que aún no se manifiesta ni en la política ni en la
legislación ambiental nacional. En este trabajo se propone, a partir de la noción y
elementos de justicia ambiental, la elaboración de directrices para el diseño de
algunos instrumentos de gestión, tales como la planificación territorial y la
evaluación ambiental estratégica, lo que permitiría incorporar el concepto
concretamente en nuestro derecho ambiental.
ABSTRACT
1. PALABRAS PRELIMINARES
uizás la mejor forma de ilustrar de qué se trata la justicia ambiental y cuáles son
sus elementos es a través de la referencia a casos concretos. Ejemplos de
situaciones de injusticia ambiental en chile abundan. Tales son, por nombrar
algunos, la construcción de autopistas urbanas en Santiago1, la localización de
vertederos y plantas de tratamiento de aguas servidas en la novena región de La
Araucanía2, la ubicación de las plantas de la industria salmonera en la décima
región de Los Lagos3, o la zona de la quinta región correspondiente al complejo
industrial de Ventanas y Puchuncaví4. Todos estos casos reflejan de una u otra
manera una distribución inequitativa de los costos ambientales dentro de la
sociedad, la ausencia de reconocimiento de la identidad de ciertas comunidades, la
falta de acceso de las mismas a instancias públicas de participación en la toma de
decisiones que afectan su calidad de vida y una marcada falta de valorización de la
integridad de los ecosistemas.
Para explicar con mayor claridad la magnitud del problema que implica una
situación de injusticia ambiental se analizará a continuación, brevemente, el caso
de una zona de la ciudad de Santiago denominada "Rinconada de Maipú"5.
Rinconada de Maipú es una pequeña zona rural dentro de la comuna de Maipú, de
gran riqueza agrícola y en la que habitan aproximadamente tres mil quinientas
personas. Destacan dentro de este sector la existencia de dos importantes plantas
de tratamiento de aguas servidas, La Farfana y El Trebal. La primera sanea el 50%
de las aguas servidas de Santiago, y la segunda el 25%. Por otro lado, en el mismo
sector se ubica un relleno sanitario ("Santiago Poniente") que recibe cuarenta mil
toneladas de residuos sólidos domiciliarios mensuales procedentes de ocho
comunas de la capital. Por si fuera poco, los vecinos del lugar deben también
aceptar la presencia de siete empresas extractoras de áridos y las descargas
clandestinas de todo tipo de residuos en el Camino Rinconada. Los impactos
ambientales provenientes de todas estas fuentes se manifiestan en malos olores,
ruidos, contaminación del aire por material particulado, congestión vial por los
camiones de basura que transitan constantemente por el lugar y, posiblemente,
también la contaminación de las aguas subterráneas. Todos estos impactos generan
importantes consecuencias en la salud y calidad de vida de las personas que
habitan en dicha zona, fuera de eventuales daños a los terrenos agrícolas y a la
naturaleza del lugar. La situación en que se encuentra esta comunidad
evidentemente no es casualidad, sino que deriva de una serie de hechos y
autorizaciones que han permitido este proceso de concentración de fuentes
contaminantes. La comunidad ha intentado organizarse y reclamar ante las
autoridades y las empresas; sin embargo, la existencia de divisiones internas y de
diversos intereses económicos y políticos involucrados les ha impedido encauzar
sus demandas de manera efectiva. Las autoridades, locales y regionales, no
parecen haber tenido hasta la fecha un rol relevante en resolver este conflicto.
A simple vista, no cabe duda de que este caso representa una inadecuada
distribución de los costos ambientales de una sociedad, la ausencia de mecanismos
institucionales que permitan a los vecinos hacer valer sus pretensiones y derechos
y una clara falta de respeto y de reconocimiento de la identidad de una comunidad
de tradición agrícola. Cualquiera estaría de acuerdo en que aquí no se cumplen los
estándares mínimos de justicia. A contrario sensu, una situación de justicia
procuraría igualar las cargas de contaminación, el desarrollo nocivo y el
agotamiento de los recursos entre todos los miembros de una sociedad,
promoviendo una mayor participación de la comunidad en las decisiones que la
puedan afectar y generando una sociedad y una institucionalidad en que se
reconozca a todos sus miembros (individuos y comunidades), con sus diversidades,
necesidades y capacidades.
En este contexto cabe preguntarse qué es la justicia ambiental. Si bien esta noción
en Chile no forma parte del debate ambiental, autores de otras latitudes lo han
analizado y definido desde distintos enfoques y aludiendo a diversos componentes.
Por ejemplo, Bunyan Bryant distingue entre "racismo ambiental", "equidad
ambiental" y "justicia ambiental"6. La primera acepción consiste en la decisión
deliberada de situar a ciertos grupos en lugares cuyo uso no es deseado, llevando a
una exposición desproporcionada de estos grupos a riesgos ambientales. La
segunda, por su parte, consiste en la igual protección de las personas por parte de
la legislación ambiental, y la tercera, esto es, la "justicia ambiental" propiamente
tal, supone (según dicho autor) que todos tengan acceso a vecindarios seguros y
limpios, trabajos adecuados, escuelas de buena calidad y comunidades
sustentables.
Otro de los hitos que cabe destacar en este proceso lo constituye la orden ejecutiva
que el Presidente Clinton emitió en 1994 (nº 12898), titulada Federal Actions to
Address Environmental Justice in Minority Populations and Low—Income
Populations. Dicha orden estableció la obligación de que toda agencia federal debía
desarrollar estrategias para lograr la justicia ambiental, mediante por lo menos las
siguientes acciones: 1) la identificación de los efectos negativos
desproporcionadamente altos en la salud humana y el medio ambiente, de sus
programas, políticas y actividades relacionadas con grupos minoritarios o de bajos
ingresos; 2) la promoción de la aplicación de los estatutos y estándares
ambientales y de salud en áreas con población de bajos ingresos o de minorías
raciales; 3) asegurar mayor participación pública; 4) mejorar la investigación y la
información relacionada con la salud y el ambiente de las poblaciones de bajos
ingresos y grupos minoritarios; y 5) identificar modelos diferenciados de consumo
de recursos naturales dentro de las poblaciones de bajos ingresos y grupos
minoritarios18. Dentro de los aspectos más relevantes de esta orden ejecutiva
destaca el que se haya utilizado el concepto de justicia ambiental aplicándolo no
sólo a los grupos de minoría racial sino que a todo grupo de bajos ingresos. De esta
manera, se incorporó en la demanda por justicia ambiental a todos los grupos
vulnerables de la sociedad, independiente del hecho de la existencia o no de una
discriminación racial19. Evidentemente, al tratarse de una orden del gobierno la
política ambiental norteamericana incorporó este objetivo dentro de sus metas
oficiales.
Así las cosas en EE.UU., la situación en Europa fue y es diferente. A pesar de que el
derecho europeo ha sido un referente en el desarrollo del derecho ambiental
general, no ha experimentado con la misma fuerza que los EE.UU. La incorporación
de este concepto, ni la sociedad ha experimentado un movimiento social por la
justicia ambiental equivalente al del país norteamericano. Sin embargo, a partir de
la década de los 90 el debate ha adquirido mayor relevancia, en particular en el
Reino Unido20. Los antecedentes disponibles permiten establecer que así como en
EE.UU., en el Reino Unido son las comunidades más pobres las que se ven
afectadas por los niveles más altos de contaminación atmosférica, de ruido, de
agua, o tienen menor acceso a espacios verdes o seguridad en los vecindarios 21.
Sin embargo, a diferencia de los EE.UU., el debate se ha centrado más en la
situación socioeconómica de las comunidades afectadas que en su origen racial. Es
por ello que, de acuerdo con quienes han investigado el tema, no se ha vinculado el
trabajo de las organizaciones que promueven la protección del medio ambiente con
aquellas organizaciones que luchan en contra de la discriminación. Esta situación
probablemente ha generado que los instrumentos legales de la UE que permiten
velar por la no discriminación no se hayan utilizado con el objeto de promover la
justicia ambiental22. De esta manera, el debate en materia de justicia ambiental en
Europa se ha orientado fundamentalmente hacia los aspectos contenidos en
el Convenio de Aarhus sobre el Acceso a la información, la Participación del público
en la toma de decisiones y el Acceso a la justicia de medio ambiente, suscrito en
junio de 199823. Todos estos aspectos están relacionados con el ámbito
procedimental de la justicia ambiental, ámbito que por lo tanto ha sido discutido y
aplicado en la mayor parte de los países europeos. Sin embargo, con la excepción
del Reino Unido, no existe gran evidencia de un debate similar en materia de
justicia distributiva y medio ambiente24.
Por último, cabe referirse a la justicia ambiental en el ámbito global. Sin perjuicio
de que este debate ha tenido su origen a nivel doméstico en los EE.UU., también se
ha desarrollado una discusión paralela en el contexto internacional. Dicha discusión
tiene su base en los reclamos efectuados contra los gobiernos y las corporaciones
multinacionales por los abusos en que han incurrido históricamente con respecto a
los pueblos indígenas y a las condiciones de pobreza de los países en desarrollo 25.
Sin embargo, en el último tiempo el debate internacional sobre la justicia ambiental
se ha desarrollado en foros internacionales especializados, tales como aquellos
relacionados con el comercio in—ternacional26 y, fundamentalmente, en las
negociaciones que han tenido lugar en la última década con respecto al cambio
climático27. En efecto, el término de "justicia climática" es ya un concepto utilizado
comúnmente y que alude tanto a la distribución de los riesgos provenientes del
cambio climático como a la diferenciación en las obligaciones que deben asumir los
países de acuerdo con su cuota de responsabilidad en el problema 28. A su vez,
como una manifestación más de la "injusticia ambiental" se ha determinado que los
pueblos, comunidades y países más pobres serán los principales afectados por este
fenómeno, ya sea porque sus economías se encuentran más expuestas a sufrir
efectos provenientes de los riesgos naturales, como por carecer de recursos
suficientes para adaptarse y mitigar los impactos provenientes del cambio climático
en cuestión29.
La distribución de las cargas ambientales, así como de los beneficios que el medio
ambiente brinda, constituye, en realidad, una pregunta propia de lo que se
entiende por "justicia distributiva". Esta pregunta tiene cada vez más relevancia en
la medida que los bienes ambientales son más escasos y las posibilidades de cargas
e impactos sobre los mismos son, por el otro lado, cada vez mayores30.
Sin embargo, existen también otros aspectos de la justicia ambiental que escapan a
la justicia distributiva y que se han incorporado al debate por aquellos autores que
sostienen que la desproporción en las cargas ambientales constituye un efecto, y no
la causa de la injusticia ambiental, la que se manifiesta de distintas maneras y no
solamente desde la perspectiva del uso indeseado del territorio o de la inequitativa
distribución de los riesgos ambientales. En efecto, dichos autores sostienen que la
injusticia ambiental se expresa sobre todo en la ausencia de oportunidades o
"participación" política y de "reconocimiento" de los que la sufren, elementos que
de existir les permitirían desafiar los mecanismos estructurales de decisión
establecidos por la sociedad31.
Desde esa posición, Rawls argumenta que los individuos determinarían la existencia
de dos principios básicos de justicia: todos tienen los mismos derechos políticos
(libertades básicas); y la distribución de la inequidad social y económica debe
beneficiar o ser ventajosa para todos42. Este último principio parte de la base de
que las mayores ventajas de los más beneficiados por la lotería natural son
justificables sólo si ellas forman parte de un esquema que mejora las expectativas
de los miembros menos aventajados de la sociedad43. Por lo tanto, la noción de
Rawls de "justicia" como "equidad" implica entender a la justicia como las reglas
que deben aplicarse a la distribución justa de los bienes sociales, económicos y
políticos44. La importancia de la teoría liberal de la justicia es que el concepto de
equidad o distribución justa se desliga de cualquier acuerdo sustantivo sobre qué es
lo que se cree que es "bueno". Lo relevante son las "reglas" de la distribución 45. Por
lo tanto, este concepto de justicia es imparcial y más bien procedimental 46. Con
posterioridad a Rawls, diversos teóricos de la justicia han seguido el camino de
definir este concepto a partir de cómo y qué se "distribuye" para construir una
sociedad justa47.
b. El Reconocimiento
c. La Participación
d. Las Capacidades
Por último, existen también autores como Sen y Nussbaum que postulan una teoría
de la justicia que va más allá del enfoque distributivo y que sostienen que se debe
evaluar si una distribución es justa considerando cómo ésta afecta las
"capacidades", el bienestar, la posibilidad de una persona de realizarse en la
sociedad. Por lo tanto, la justicia no es sobre "cuánto" se tiene, sino que sobre "si"
se tiene aquello que es necesario para llevar una vida conforme a las propias
elecciones52.
a. Elemento Colectivo
b. Elemento Ecológico
Hasta ahora los elementos de la justicia ambiental que se han explicado se refieren
a una relación entre seres humanos. Aquellos que consideran que la justicia
ambiental incluye también la relación de los seres humanos con el mundo natural
postulan el concepto de "justicia ecológica". Para algunos autores, sin embargo, la
relación de los seres humanos con el resto del mundo natural no es un asunto de la
"justicia" sino que de la "moral" o de la "ética". El objetivo de esta parte del trabajo
es presentar los argumentos que se han esbozado para determinar si las
responsabilidades y obligaciones que se tienen con el futuro y el resto del mundo
natural pueden incluirse dentro del concepto de "justicia", y en particular de
"justicia ambiental".
Este debate tiene mucho en común y tiende a confundirse con aquel que distingue
entre aquellos que conciben el derecho ambiental desde una perspectiva
"antropocéntrica" y aquellos que lo conciben, en cambio, desde un enfoque
"ecocéntrico". Desde la perspectiva de la teoría de la justicia, estos diferentes
enfoques son esenciales54.
Sin perjuicio de lo anterior, la mayoría de los autores ecologistas van más allá y su
objetivo no consiste en hacer calzar sus demandas por justicia ecológica dentro de
los sistemas ya elaborados de la teoría de la justicia, sino que, por el contrario,
pretenden modificar el sistema liberal imperante. Según Bosselmann, existen así
algunos autores que han querido reconceptualizar la "justicia" desde su posición
ecologista59, tales como Schlosberg y el mismo Bosselmann. El primero sostiene, al
igual que lo hizo con respecto al concepto más tradicional de justicia ambiental, que
para conceptualizar una teoría que haga justicia con la naturaleza se debe ir más
allá del enfoque distributivo que la mayor parte de los autores da al concepto de
justicia. De esta manera, desarrolla nuevamente con respecto a la "justicia
ecológica" los elementos del "reconocimiento", las "capacidades" y la
"participación"60. Así extiende el "reconocimiento" de manera de incorporar en
dicho elemento al mundo natural tanto por su valor en sí mismo como por su
importancia para el mundo humano. En cuanto a las "capacidades", sostiene que
incluye todo aquello que sea necesario para el pleno funcionamiento tanto del
mundo humano como del "no humano". Es decir, dicho elemento se refiere a la
plenitud del proceso de la vida en general. Por último, con respecto a la
"participación" como elemento que permite incluir tanto el reconocimiento como las
capacidades del mundo natural no humano, sostiene la necesidad de extender la
legitimación activa, el acceso a la información ambiental y, sobre todo, la
consideración del mundo natural en el proceso humano de adopción de decisiones.
La tarea de definir "justicia ambiental" en toda su magnitud no es, por lo tanto, una
tarea fácil. Dificulta aún más el trabajo el que no sólo el concepto de "justicia" sino
que también el de "medio ambiente" sea un concepto amplio y controvertido, que
ha dado lugar a diversas teorías sobre su contenido y elementos 65. Pareciera ser
que, entonces, la intersección entre ambos necesariamente dará también como
resultado un concepto amplio y discutible66.
En todo caso no cabe duda de que, en el debate conceptual sobre los elementos de
la justicia ambiental, para todos los autores la equidad en la distribución es el
elemento crucial del concepto67. La diferencia se produce en los distintos énfasis
que algunos autores, desde sus propias perspectivas, dan a aquellos otros
elementos que consideran deben sumarse al de la distribución equitativa de las
cargas y beneficios ambientales.
Esta situación genera un vacío regulatorio en materia de uso del suelo que en la
práctica se viene a llenar con las legislaciones sectoriales respectivas. Dicho de otra
manera, debido a que el ordenamiento jurídico nacional reconoce además de las
competencias regulatorias sobre el uso del suelo una serie de competencias
sectoriales respecto del uso de determinados recursos, en aquellos casos donde no
hay norma del uso del suelo se aplica la normativa sectorial. Por otra parte, esta
misma situación produce que incluso donde sí hay norma de uso de suelo se genere
una superposición de competencias y normativas aplicables respecto de un mismo
recurso. Esto es lo que ocurre, por ejemplo, en cuanto al uso de las aguas, las
costas, las playas, todos recursos cuyo uso implica definiciones en materia de uso
del suelo. El problema es que muchas veces las decisiones son adoptadas por la
autoridad sectorial respectiva sin tener presente la multiplicidad de usos que
compiten dentro de una misma zona. De ahí que se ha sostenido que el
ordenamiento territorial nacional se ha visto afectado por "las tensiones derivadas
de la presión concurrente sobre un mismo territorio de distintos usos y
competencias de los órganos públicos"77.
La experiencia nacional en esta materia no es ajena a lo que ha ocurrido en otros
países. Así, por ejemplo, Inglaterra, que cuenta con uno de los sistemas de control
del uso del suelo más sofisticados del mundo78, ha tardado en incorporar un
enfoque integrado y coordinado en materia de planificación 79.
Sin duda es precisamente este hecho uno de los factores que ha permitido que
existan tantas situaciones de injusticia ambiental en la sociedad. Efectivamente,
uno de los riesgos ambientales que en primer lugar inciden en la vigencia de la
justicia ambiental es el de la localización de usos no deseados del suelo80. Por lo
mismo es que la regulación del uso del suelo debiera constituir un instrumento
idóneo o adecuado para hacerse cargo de este tema.
Los IPT tienen, por lo tanto, gran relevancia e inciden directamente en la calidad de
vida de la población local y en el manejo del medio ambiente de una zona. Sus
disposiciones, a su vez, van a tener efecto directamente en el crecimiento y
desarrollo de un lugar y en el manejo de las infraestructuras. De esta manera, si se
incorporaran en su elaboración y aplicación los diversos elementos de la justicia
ambiental, se favorecería que de los distintos usos que se pueden dar a un espacio
se elija aquel que permita un mejor aprovechamiento y distribución del mismo,
teniendo en cuenta sus condiciones ecológicas, sociales y económicas.
Arnold concuerda con esta idea en la medida que sostiene que es la misma
planificación del uso del suelo la que debe hacerse cargo de revertir la distribución
inequitativa de patrones de zonificación81. Este autor identifica como una de las
principales causas de la injusticia ambiental la existencia de ciertos patrones de
zonificación que son inequitativos, y que han contribuido precisamente a la
generación de la exclusión de los grupos sociales más débiles. De esta manera, en
la medida que han sido los propios instrumentos de planificación territorial (y las
decisiones judiciales que han interpretado los conflictos que han surgido a su
respecto82) los que históricamente han ido causando las actuales situaciones de
injusticia ambiental, son estos mismos instrumentos los que pueden en la
actualidad hacerse cargo de revertirla.
Para ello, se deben desarrollar ciertas directrices que tomen en cuenta los
elementos de la justicia ambiental al momento de elaborar y aplicar un IPT. Algo
así como "indicadores" de justicia ambiental. Por ejemplo, aquí se postulan los
siguientes:
– la planificación integrada del uso del territorio. Esta regla implica que los ipt
deben adoptar un enfoque integrado de la planificación, de manera de incorporar
en su elaboración los diversos usos que las políticas y legislaciones sectoriales dan
a los recursos existentes en una zona. Por ejemplo, los IPT debieran incorporar las
indicaciones en materia de usos preferentes que establecen las zonificaciones
regionales del uso del borde costero.
– la participación de la ciudadanía;
Las mayores diferencias entre la EIA y la EAE son la escala y oportunidad del
estudio, así como el grado de detalle que se requiere88. La escala es mayor en la
EAE ya que comprende varias actividades, con amplitud de alternativas, en un área
más extensa y la gama de impactos ambientales puede ser mayor. Las diferencias
de oportunidad se refieren a que el intervalo de tiempo entre el proceso de
planificación y la implementa—ción de la actividad específica que da origen al
impacto ambiental en la EAE es mayor, por lo que la incertidumbre también.
La EAE se puede aplicar ya sea a políticas o planes sectoriales (por ejemplo, una
política sobre el manejo de los recursos hídricos) o a políticas o planes que se
vayan a aplicar en un mismo espacio o región (desarrollos multisectoriales dentro
de un área geográfica)89. El primer enfoque ayuda a seleccionar el tipo de proyectos
que se buscan (en el sector hídrico, por ejemplo, hidroelectricidad vs. agricultura
vs. acuicultura vs. turismo). El segundo enfoque permite evaluar los impactos
acumulativos tanto espacial como temporalmente (considerando los impactos de
proyectos futuros, presentes y pasados).
La EAE de las políticas o planes que se aplican a una zona determinada implica la
evaluación ambiental de una planificación territorial integrada, a la que se hizo
referencia en la sección anterior. Pero la justicia ambiental no se trata sólo de
ordenamiento territorial. Por el contrario, muchos casos de justicia ambiental tienen
que ver con el uso de otros recursos distintos al suelo. Un caso paradigmático en
Chile es el de la política sectorial en cuanto al uso y aprovechamiento del agua.
– Incluir dentro del listado de políticas, planes y programas que deben someterse a
una EAE aquellos que generen riesgos o impactos sobre comunidades que
constituyen minorías étnicas y sobre comunidades de bajos ingresos;
5. CONCLUSIONES
No cabe duda que tanto en Chile como en el resto del mundo existen graves
situaciones de injusticia ambiental. En este trabajo se parte de la base de que el
derecho ambiental y los instrumentos jurídicos que lo componen constituyen uno de
los mecanismos para hacerse cargo de dicho problema.
NOTAS
1
Ver Universidad Diego Portales, Informe Anual sobre Derechos Humanos en Chile
2007. Hechos 2006. Capítulo de Medio Ambiente (Santiago, 2007), pp. 206—209.
La construcción de autopistas urbanas en Santiago se propuso como una solución
para disminuir la congestión vehicular y mejorar la calidad de vida de los habitantes
de la ciudad. Sin embargo, estas obras han causado impactos socioeconómicos y
ambientales en las comunidades aledañas a las autopistas, que han debido soportar
los costos de esta iniciativa.
2
Ver Universidad Diego Portales, Informe Anual sobre Derechos Humanos en Chile
2008. Hechos 2007. Capítulo de Medio Ambiente (Santiago, 2008), pp. 521—528.
En la novena región se han generado importantes conflictos por la ubicación de
basurales y plantas de tratamiento de aguas servidas que se han instalado al
interior o de manera aledaña a comunidades mapuches, y que benefician a
comunas de toda la región.
3
Ibíd., pp. 528—534. Los diferentes proyectos que la industria salmonera ha
desarrollado en la décima región han afectado, con particular fuerza, a ciertas
comunidades huilliche ya que se han instalado a escasos metros de sus casas
generando diversos impactos sociales y ambientales.
4
Sobre este caso de concentración de industrias y centrales termoeléctricas en una
zona, ver los trabajos publicados en Sabatini, F. y Sepúlveda, C. (eds.), Conflictos
Ambientales. Entre la Globalización y la Sociedad Civil (Publicaciones CIPMA, 1997),
pp. 107—140; 141—156 y 195—218.
5
La información que aquí se expone sobre este caso fue obtenida del análisis
realizado durante el 2007 por la Clínica de Derechos Económicos, Sociales,
Culturales y Ambientales de la Facultad de Derecho de la Universidad Diego
Portales, al cual se hace referencia en el Informe Anual sobre Derechos Humanos
en Chile 2008. Hechos 2007, pp. 510—521.
6
Citado por Helfand, G. & Peyton, J., "A Conceptual Model of Environmental
Justice", en Social Science Quarterly, Volume 80, Nº 1 (March 1999), p. 70.
7
Bulletin of the Ecological Society of America, ECO JUSTICE. Relationships of
Environmental Justice to Ecological Theory (April 2007), pp. 166—170. Aquí se
sostiene que la teoría ecológica puede ayudar a clarificar la naturaleza del espacio
en que ocurre la distribución de los beneficios y riesgos ambientales. Este
documento desarrolla en particular la relevancia de la teoría de la "perturbación"
o disturbance theory, que sostiene que ciertas perturbaciones naturales (por
ejemplo, el fuego, el viento, la lluvia) son esenciales en los ciclos de los
ecosistemas. La respuesta de los ecosistemas a estas perturbaciones es lo que se
llama la capacidad de "resiliencia". A partir de estos supuestos se puede ayudar a
explicar por qué la injusticia ambiental es persistente en ciertos espacios, y se
puede además tener antecedentes científicos que provean de información para una
adecuada planificación y manejo. Entre los antecedentes científicos que se pueden
destacar para efectos de la justicia ambiental se distinguen los siguientes: diversas
perturbaciones interactúan en los ecosistemas humanos; dichas perturbaciones son
recurrentes en el tiempo; las perturbaciones son heterogéneas espacialmente;
ciertos patrones de perturbaciones espaciales y temporales son característicos de
ciertos paisajes.
8
Ver, por ejemplo: Bosselman, K., "Ecological Justice and Law", en Richardson, B.,
& Wood, S. (eds.), Environmental Law for Sustainability (Hart Publishing, 2006),
pp. 129—163; y Schlosberg, D., Defining Environmental Justice. Theories,
Movements, and Nature (Oxford University Press, 2007).
9
Arnold, C.A., "Land Use Regulation and Environmental Justice" 30 ELR
(Environmental Law Reporter, 2000), p. 10395.
10
Shrader—Frechette, K., Environmental Justice. Creating Equality, Reclaiming
Democracy (Oxford University Press, New York, 2002), pp. 6 y ss.
11
Para efectos de este trabajo se entenderá por "carga" ambiental a todo aquello
que englobe tanto los costos y daños como los riesgos asociados al desarrollo de
actividades que generan impactos ambientales. La idea de "beneficio" ambiental,
por su parte, incluirá los servicios ambientales que un determinado ecosistema
puede prestar.
12
Hill, B., Environmental Justice, Legal Theory and Practice (Environmental Law
Institute Press, 2009), pp. 1—4.
13
Es en esta época que surgen en EE.UU. Las muy conocidas agrupaciones de
abogados ambientalistas, tales como el Natural Resources Defense Council (NRDC),
el Sierra Club o el Environmental Law Institute (ELI).
14
Traducción propia de "First People of Color Environmental Leadership Summit".
15
El listado completo de los principios se puede encontrar en la siguiente dirección
de internet: http://www.ejrc.cau.edu/princej.html.
16
Como se verá más adelante la "equidad" ambiental no es lo mismo que la
"justicia" ambiental, en la medida que este último concepto comprende a su vez
otros elementos además de la "equidad" propiamente tal.
17
Véase http://www.epa.gov/oecaerth/basics/ejbackground.html.
18
A su vez, la orden ejecutiva estableció un Grupo de Trabajo Gubernamental en
Justicia Ambiental, dirigido por el Director de la EPA e integrado por los jefes de 11
agencias federales, entre las que destacan los Departamentos de Justicia, Defensa,
Energía, Trabajo, Interior, Transporte, Agricultura, Vivienda y Urbanismo, Comercio
y Salud.
19
Fue quizás el hecho de la vinculación original en EE.UU. Entre el movimiento por
la justicia ambiental y la discriminación racial lo que permitió que este debate se
instalara con más fuerza que en los países europeos. En efecto, el origen de este
movimiento en EE.UU. Se encuentra en las comunidades de color que se ven
afectadas directamente por las situaciones de contaminación ambiental. En cambio,
la inquietud por estos temas en Europa se desarrolla a un nivel distinto,
básicamente por profesionales del medio ambiente que no se ven necesariamente
afectados por situaciones de injusticia ambiental.
20
Dobson, A., Justice and the Environment. Conceptions of Environmental
Sustainability and Dimensions of Social Justice (Oxford University Press, 1998), pp.
26—29.
21
Schwarte, C. & Adebowale, M., Environmental Justice and Race Equality in the
European Union (Capacity Global, 2007), p. 15. Disponible
en http://www.capacity.org.uk
22
Por ejemplo, en Inglaterra existe un instrumento (Race Relations Amendments
Act) que exige a todas las autoridades públicas que implementen evaluaciones de
impacto sobre la igualdad racial, con el objeto de prevenir la posibilidad de que una
política pueda afectar desfavorablemente a ciertos grupos raciales. Sin embargo,
este instrumento no ha sido utilizado para evaluar los impactos ambientales
negativos de ciertas políticas sobre grupos específicos (Ibíd.).
23
Este Convenio fue suscrito en la ciudad de Aarhus, Dinamarca, y entró en
vigencia en octubre del año 2001.
24
Sin perjuicio de que esta ha sido la tendencia, en la actualidad existen algunas
iniciativas y publicaciones que dan cuenta del debate incipiente que se está
desarrollando en Europa en esta materia. Por ejemplo, en Alemania, cabe citar
diversos artículos y un libro de Ralph Czarnecki (identificados
en http://www.ralphczarnecki.de); y en Inglaterra, recientemente fue publicado un
artículo de Jane Holder titulado "Building Spatial Europe: An Environmental Justice
Perspective", en Scott, j. (ed.), Environmental Protection: European Law and
Governance (Oxford University Press, 2009).
25
Kuehn, R., "A Taxonomy of Environmental Justice", en 30 ELR (Environmental
Law Reporter, 2000) p. 10682.
26
Un ejemplo muy claro de esta tendencia se manifiesta en las diversas
movilizaciones ciudadanas que han tenido lugar con el objeto de demandar mayor
justicia social y ambiental en el contexto de la labor de la Organización Mundial del
Comercio (OMC). Ver: Carruthers, D., "Popular Environmentalism and Social Justice
in Latin America" en: Carruthers, D. (ed.), Environmental Justice in Latin America.
Problems, Promise and Practice (The MIT Press, Cambridge Massachusetts &
London, England, 2008), pp. 11—12.
27
Ver, por ejemplo: Paterson, M., "Principles of Justice in the Context of Global
Climate Change", y Wiegandt, E., "Climate Change, Equity and International
Negotiations", ambas en Luterbacher, U. & Sprinz, D. (Eds.), International Relations
and Global Climate Change (The MIT Press, Cambridge, Massachusetts & London,
England, 2001).
28
Aquí se alude al principio de derecho internacional ambiental denominado
"responsabilidad común pero diferenciada", acuñado por la Declaración de Río de
1992 y luego en diversos tratados internacionales, tales como la Convención Marco
de Cambio Climático del mismo año y el Protocolo de Kyoto de 1997. El principio 7
de la declaración sostiene: Los Estados deberán cooperar con espíritu de solidaridad
mundial para conservar, proteger y restablecer la salud y la integridad del
ecosistema de la Tierra. En vista de que han contribuido en distinta medida a la
degradación del medio ambiente mundial, los Estados tienen responsabilidades
comunes pero diferenciadas. Los países desarrollados reconocen la responsabilidad
que les cabe en la búsqueda internacional del desarrollo sostenible, en vista de las
presiones que sus sociedades ejercen en el medio ambiente mundial y de las
tecnologías y los recursos financieros de que disponen.
29
Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático, "Informe de
Síntesis", publicado en 2007, disponible en: http://www.ipcc.ch/pdf/assessment—
report/ar4/syr/ar4_syr_sp.pdf . Por ejemplo, cabe transcribir la siguiente frase del
Informe (p. 19): "Distribución de impactos y de vulnerabilidades: Existen marcadas
diferencias entre regiones, y las de economía más débil suelen ser las más
vulnerables al cambio climático".
30
La justicia distributiva tiene que ver con la adecuada (proporcional) distribución
de los bienes y cargas sociales disponibles. Una de las consecuencias más
importantes de sostener que las cargas ambientales deben ser distribuidas
proporcionalmente entre los distintos miembros de la sociedad es que todo
tratamiento diferenciado requiere de justificación, es decir, toda distribución
desigual importará un traspaso de la carga de la prueba al discriminador. Sólo
mediante el aseguramiento de este aspecto se proveería a la gente de varias
regiones geográficas, particularmente aquellas habitadas por pobres, con la
presunción de que deben ser tratados igualitariamente. Véase Shrader—Frechette,
K., ob. cit. (Nº 10), p. 27.
31
Tales elementos (la participación política y el reconocimiento) son necesarios
para asegurar la existencia de instituciones y procedimientos que garanticen a
todas las personas la igualdad de oportunidades en la toma de decisiones. De otra
forma, las víctimas de la desigualdad de oportunidades tienen mayores
probabilidades de experimentar explotación, marginalización, impotencia y
violencia.
32
Shrader—Frechette, K., ob. cit. (Nº 10), pp. 23 y ss.
33
Véase Kuehn, R., ob. cit. (Nº 25), p. 10681 y ss.
34
Bullard, R., "Environmental Justice for All", en Unequal Protection: Environmental
Justice & Communities of Color, 1996. Citado por Kuehn, R., ob. cit. (Nº 25), p.
10683.
35
Schlosberg, D., ob. cit. (Nº 8), p. 12.
36
Traducción propia de la definición en inglés: "fair treatment and meaningful
involvement of all people regardless of race, color, national origin, or income with
respect to the development, implementation, and enforcement of environmental
laws, regulations, and policies". Definición extraída del documento elaborado por el
National Environmental Justice Advisory Council, "Meaningful Involvement and Fair
Treatment by Tribal Environmental Regulatory Programs" (November, 2004), p. 5.
Disponible
en: http://www.epa.gov/compliance/resources/publications/ej/nejusticia_ambiental
c/ips—final—report.pdf
37
A continuación las definiciones en inglés dadas por la EPA. "Fair treatment"
means that no group of people, including racial, ethnic, or socioeconomic groups,
should bear a disproportionate share of the negative environmental consequences
resulting from industrial, municipal, and commercial operations or the execution of
federal, state, local, and tribal environmental programs and policies. "Meaningful
involvement" means that: 1) potentially affected community residents have an
appropriate opportunity to participate in decisions about a proposed activity that
will affect their environment and/or health; 2) the public’s contribution can
influence the regulatory agency’s decision; 3) the concerns of all participants
involved will be considered in the decision—making process; and 4) the decision
makers seek out and facilitate the involvement of those potentially affected.En: Hill,
B., ob. cit. (Nº 12), p. 8.
38
Bullard, Dobson, Kuehn, Schlosberg, Shrader—Frechette, entre otros, se refieren
a la teoría de la justicia como el marco teórico en el que se debe analizar el
concepto de justicia ambiental. De esta manera toman como punto de partida de su
análisis lo que sostienen los teóricos de la justicia. En particular se repiten las
referencias a los trabajos de John Rawls, Iris Young, Nancy Fraser, Amartya Sen,
Martha Nussbaum y Ronald Dworkin. No es objeto de este trabajo analizar
directamente lo planteado por los teóricos de la justicia, sino simplemente indicar
su influencia en el debate en materia de justicia ambiental.
39
Citado por Schlosberg, D., ob. cit. (Nº 8), p. 12.
40
Gargarella, R., Las Teorías de la Justicia después de Rawls. Un breve manual de
filosofía política (Editorial Paidós Estado y Sociedad, España, 1999), p. 35. Una cita
textual de la obra de Rawls que hace Gargarella y permite entender mejor el
concepto de justicia de este autor es la siguiente: "El objeto primario de la justicia
es la estructura básica de la sociedad o, más exactamente, el modo en que las
instituciones sociales más importantes distribuyen los derechos y deberes
fundamentales y determinan la división de las ventajas provenientes de la
cooperación social. Por instituciones más importantes entiendo la constitución
política y las principales disposiciones económicas y sociales".
41
Ibíd., p. 37. Los "bienes primarios" de Rawls son de dos tipos: los de tipo social
(como la riqueza, las oportunidades, los derechos); y los de tipo natural (como los
talentos, la salud, la inteligencia).
42
Con posterioridad Rawls agrega a su teoría otros elementos, dentro de los que
cabe mencionar para efectos de este trabajo al llamado savings principle, al que se
hará referencia más adelante.
43
Gargarella, R., ob. cit. (Nº 40), p. 39.
44
Schlosberg, D., ob. cit. (Nº 8), p. 13.
45
Ibíd.
46
En efecto, la teoría de Rawls surge en oposición al concepto utilitarista de
"justicia" que se fija más bien en el resultado del proceso distributivo.
47
Véase Gargarella, R., ob. cit. (Nº 40).
48
Schlosberg, D., ob. cit. (Nº 8), pp. 13—14.
49
Ibíd., pp. 16—17.
50
Fraser identifica tres procesos relacionados con el "status" basados en la
ausencia de reconocimiento. Estos son: la práctica general de dominación cultural;
un modelo de no reconocimiento equivalente a ser considerado "invisible"; y la falta
de respeto o la sistemática representación en estereotipos públicos y culturales
(Ibíd.).
51
Schlosberg, D., ob. cit. (Nº 8), pp. 25—28.
52
Ibíd., pp. 29—34.
53
Ibíd., pp. 34—38.
54
Bosselmann, K., ob. cit. (Nº 8), p. 130.
55
Ibíd., p. 133.
56
Bosselmann, K., ob. cit. (Nº 8), p. 133.
57
Wissenburg, M., "An Extension of the Rawlsian Savings Principle to Liberal
Theories of Justice in General", en Dobson, A. (ed.), Fairness and Futurity. Essays
on Environmental Sustainability and Environmental Justice (Oxford University Press,
1999), p. 174.
58
Ibíd., pp. 190—196.
59
Bosselmann, K., ob. cit. (Nº 8), pp. 137—142.
60
Schlosberg, D., ob. cit. (Nº 8), pp. 129 y ss.
61
Bosselmann, K., ob. cit. (Nº 8), pp.150—155.
62
El concepto de desarrollo sustentable fue acuñado por el "Informe Brundlandt"
elaborado por distintas naciones en 1987 para la ONU. Originalmente se llamó
Nuestro Futuro Común (Our Common Future, en inglés). En este informe se utiliza
por primera vez el término definiéndolo como aquel que satisface las necesidades
del presente sin comprometer las necesidades de las futuras generaciones. Implica
un marco conceptual que en teoría da igual énfasis a la sustentabilidad ambiental y
al contexto económico y social del desarrollo.
63
Esta idea alude a la conocida discusión que enfrenta al concepto de
"sustentabilidad débil", como sería en este caso, con un concepto de
"sustentabilidad fuerte".
64
En la misma línea cabe citar lo expuesto por Vicente Giménez, T., en su artículo
"El Nuevo Paradigma de la Justicia Ecológica", en: Justicia Ecológica y Protección
del Medio Ambiente (Editorial Trotta, Madrid, 2002), pp. 66—67. Dicha autora
sostiene que "la determinación de lo justo o lo debido en cuanto objeto de la
justicia ecológica (…) requiere la configuración del ecosistema como paradigma
sociocultural, capaz de describir el conjunto de límites a las necesidades del hombre
y de la sociedad. Pero tales límites no significan un freno o una llamada a la
resignación y el estancamiento respecto a la actividad humana económica, social y
cultural, sino que consiste en el reconocimiento de los condicionamientos y las
resistencias de las realidades físicas y biológicas que han de constreñir los
proyectos de desarrollo".
65
En Chile, la Ley de Bases del Medio Ambiente (Ley Nº 19.300) de 1994 define
"medio ambiente" en su artículo 2 letra ll) como el sistema global constituido por
elementos naturales y artificiales de naturaleza física, química o biológica,
socioculturales y sus interacciones, en permanente modificación por la acción
humana o natural y que rige y condiciona la existencia y desarrollo de la vida en
sus múltiples manifestaciones. Esta definición jurídica refleja una concepción amplia
de ambiente, que incorpora el entorno artificial o construido, y el cultural, además
del entorno natural. Otras definiciones elaboran un concepto más restringido, tal
como el que da el catedrático español Ramón Martín Mateo que reduce el medio
ambiente a los tres medios ambientales a través de los que se desplaza o deposita
la contaminación, esto es, agua, aire y suelo. Citado por Bermúdez,
J., Fundamentos de Derecho Ambiental (Ediciones Universitarias de Valparaíso,
2007), p. 54.
66
Al respecto, ver Dobson, A., ob. cit. (Nº 20). El autor analiza las concepciones
que derivan de la intersección entre las distintas dimensiones de la "sustentabilidad
ambiental" y de la "justicia social". Concluye que, sin perjuicio de que las agendas
de la sustentabilidad ambiental y de la justicia social tienen objetivos diferentes,
existen puntos en que se intersectan y que permiten la formulación de una idea de
justicia ambiental que incluye la justicia respecto del mundo natural no humano.
67
Cabe señalar que no se debe confundir el concepto simplemente con una
distribución de la "contaminación existente", sino que también con el objetivo de
lograr una disminución de la contaminación. Aspecto que resalta Hill en su libro, a
través de la siguiente cita, "what is ultimately at stake in the environmental justice
debate is everyone’s quality of life. The goal is equal protection, not equal
pollution", en Hill, B., ob. cit. (Nº 12), p. 4.
68
En este sentido, véase Slater, A. & Pedersen, O., "Environmental justice: lessons
on definition and delivery from Scotland", Journal of Environmental Planning and
Management (2009, 52:6), pp. 797—812. En este artículo se analiza la evolución
que han tenido el Gobierno y el Parlamento de Escocia, en los últimos años, en
elaborar políticas y leyes que incorporan elementos sustantivos (no puramente
procedimentales) del concepto de justicia ambiental.
69
Arnold, C.A., ob. cit. (Nº 9), pp. 10395—10396. por ejemplo, en EE.UU. el
mecanismo más utilizado ha sido interponer acciones judiciales y/o reclamos
administrativos en defensa de los derechos de los afectados por este tipo de
conflictos. Situación que también se da en Chile. Por ejemplo, un caso
paradigmático en este sentido es el de la comunidad indígena Pepiukelen de
Pargua, X región de Los Lagos, que desde el año 2001 ha interpuesto una serie de
acciones judiciales con el objeto de evitar la construcción de plantas de la industria
salmonera y otros megaproyectos, dentro y en las cercanías de sus territorios
ancestrales, todas las cuales han sido desestimadas (ver el capítulo de Medio
Ambiente del Informe Anual sobre Derechos Humanos en Chile 2008. Hechos 2007,
de la Facultad de Derecho de la Universidad Diego Portales).
70
Ibíd., p. 10404.
71
Ibíd. La definición en inglés es: "A comprehensive, coordinated and continuing
process, the purpose of which is to help public and private decision makers arrive at
decisions which promote the common good of society".
72
Ibíd.
73
Holder, J. & Lee, M., Environmental Protection, Law and Policy, Second Edition,
Text and Materials (Cambridge University Press, 2007), pp. 522 y ss.
74
DFL Nº 458 de 1976 (modificada por última vez mediante Ley Nº 20.218 de
2007) y DS Nº 47 de 1992 del Ministerio de Vivienda y Urbanismo (modificada por
última vez mediante DS Nº 143 de 2007).
75
Artículo 28, Ley General de Urbanismo y Construcciones.
76
Al respecto ver: Cordero, E., "El derecho urbanístico, los instrumentos de
planificación territorial y el régimen jurídico de los bienes públicos", en Revista de
Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso XXIX (Valparaíso, Chile,
2º semestre 2007), pp. 269—298.
77
Ibíd., p. 271.
78
Al respecto ver una explicación sobre la legislación inglesa en materia de "town
and country planning" en: Bell, S. & McGillivray, D., Environmental Law, Sixth
Edition (Oxford University Press, 2006), pp. 441—506.
79
Recién lo ha incorporado en el 2004 mediante el Planning and Compulsory
Purchase Act, que implica una modificación del tradicional sistema de planificación
inglés (Town and Country Planning Act).
80
Esta situación en inglés es conocida como locally unwanted land uses, o LULU’s.
81
Arnold, C.A., ob. cit. (Nº 9), pp. 10398 y ss.
82
Cabe mencionar la famosa sentencia de la Corte Suprema de EE.UU. en el
caso Village of Euclide, Ohio v. Ambler Realty Co. de 1926, que dio lugar al
término "Euclidean Zoning". Esta sentencia respaldó la constitucionalidad de la
zonificación, instrumento diseñado para separar los diferentes usos de suelo
considerados como incompatibles. Sin embargo, la aplicación de este instrumento
dio lugar a un patrón del uso del suelo que generó segregación socioeconómica o
racial en los EE.UU. (Ver Salkin, P., "Environmental Justice and Land Use Planning
and Zoning", en Government Law Center of Albany School, Government Law
Online, Spring 2004, p. 438). Por su parte, la jurisprudencia chilena en materia de
uso del suelo no ha tenido consecuencias relevantes en torno a las situaciones de
injusticia ambiental. Una excepción la constituye la sentencia de la Corte Suprema
(Rol Nº 1219, de fecha 22 de junio de 2009) que acogió un recurso de protección
por vulneración al derecho a vivir en un medio ambiente libre de contaminación, en
relación al otorgamiento de una autorización ambiental a una termoeléctrica
(Campiche) en la zona de Ventanas. La Corte sostiene que la eliminación ilegal de
un uso de suelo para áreas verdes en una localidad afectada por altas emisiones de
contaminantes provoca un menoscabo evidente en el entorno de quienes recurren.
83
Para ilustrar este punto cabe transcribir una cita de Arnold, que sostiene: "land
use planning and regulation foster choice, self—determination, and self—definition
for local neighborhoods, not paternalism that insists that there is a single correct
environmental justice goal" (Arnold, C.A., ob. cit. (Nº 9), p. 10427).
84
Clark, B.D., "Alcance y objetivos de la Evaluación Ambiental Estratégica",
en Estudios Públicos, 65, (verano 1997), Santiago, Chile, p. 2.
85
Holder, J. & Lee, M., ob. cit. (Nº 73), pp. 597 y ss.
86
Clark, B.D., ob. cit. (Nº 84), pp. 4—6.
87
Al respecto ver: Bermúdez, J., ob. cit. (Nº 65), pp. 205—206.
88
Clark, B.D., ob. cit. (Nº 84), pp. 7—8.
89
Ibíd., pp. 15—17.
90
Bauer, C., Contra la Corriente. Privatización, mercados de agua y el Estado en
Chile (Lom Ediciones, 2002), p. 57.
Wickstrom, S., "Cultural Politics and the Essence of Life: Who Controls the
91
Water?", en: Carruthers, D., ob. cit. (Nº 26), pp. 291—294.
92
El proyecto de Ley que crea el Ministerio, el Servicio de Evaluación Ambiental y la
Superintendencia del Medio Ambiente, Boletín Nº 5.947—12, ingresado el 3 de julio
de 2008 a la Cámara de Diputados, y que actualmente se encuentra en segundo
trámite constitucional, incorpora la Evaluación Ambiental Estratégica, pero con
carácter voluntario. Solo se mantiene obligatorio para los IPT. Así, agrega un
artículo 7 bis a la Ley 19.300 que señala: Se someterán a evaluación ambiental
estratégica las políticas y planes de carácter normativo general, así como sus
modificaciones sustanciales, que tengan impactos sobre el medio ambiente o la
sustentabilidad, que el Presidente de la República, a proposición del Consejo de
Ministros, señalado en el artículo 72, decida.
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Benoît Delooz1
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Docteur en Droit public de l’Université de Toulouse 1 Capitole y Doctor en Derecho
por la Universidad de Chile. Profesor de Derecho público en el Instituto de
Investigación en Derecho (IID), Universidad Autonoma de Chile -. Dirección postal:
Pedro de Valdivia 425, Providencia. Dirección electrónica:
benoit.delooz@uautonoma.cl. Este trabajo constituye el artículo introductorio del
proyecto de investigación Fondecyt Iniciación Nº 11160082, Teoría y práctica
jurídica de la Acción Territorial Conjunta, del cual el autor es investigador
responsable.
RESUMEN
ABSTRACT
INTRODUCCIÓN
1. NOCIÓN
La noción de ATC no existe como tal, en derecho positivo chileno, pues solo
encontramos una referencia remota al concepto en el artículo 110 de la Ley
Orgánica Constitucional de Gobierno y Administración Regional (LOCGAR, en
adelante), que menciona las “acciones municipales conjuntas”1. Algunos autores la
han evocado de manera incidental 2, o con referencia expresa al régimen municipal.
Así, se afirma que “la multiplicidad de organismos públicos que intervienen en la
satisfacción de las necesidades de la población, redunda en la imperiosa necesidad
de una acción conjunta, coordinada y coherente, que permita la gestión eficiente y
ordenada de los recursos públicos acorde con el principio de unidad de acción” 3. Por
su parte, el Informe de Comisión Asesora Presidencial en Descentralización y
Desarrollo Regional de 2014 menciona la acción común en dos oportunidades: a
propósito de la igualdad horizontal territorial, y del principio de coordinación.
Señala -parafraseando el artículo 72 inc. 5 de la Constitución francesa- que “cuando
el ejercicio de una competencia requiera de la acción concertada de varias
entidades territoriales autónomas, la ley debe posibilitar que dichas entidades
organicen las modalidades de su acción común”4. Tal similitud autoriza una
remisión a la experiencia francesa, pues como disposición constitucional es objeto
de la labor legislativa, administrativa, jurisdiccional y doctrinal. En este sentido, la
noción de articulación de las competencias5 o de acción común6 toma cada día más
fuerza. La ATC se sitúa a la intersección de las diferentes ramas del derecho público
(constitucional y administrativo) y, de manera general, se refiere al ordenamiento
(y desarrollo) territorial 7, y a sus ramas principales que son el derecho urbanístico y
la planificación territorial socioeconómica8, sin olvidar las consideraciones
medioambientales9.
2. FUNDAMENTOS
Los fundamentos de la ATC conducen a una reflexión sobre el ejercicio mismo del
poder. De manera esquemática, o se aboga por algunas prácticas que tienen que
ver -en lo esencial- con la subsidiariedad, es decir que cada responsable solo
debería intervenir si nadie está mejor posicionado que él (hemos visto las
dificultades materiales como normativas). O el conjunto de los poderes públicos
responsables actúan mediante convergencia, para contribuir a la obra común para
la cual los ciudadanos solicitan y exigen cada vez más participación. Hoy,
administrar el territorio supone estrategias que implican comprender, vivir y actuar
en conjunto.
Para vivir juntos, se impone una lógica de solidaridad, la cual puede ser tanto
natural como voluntaria, y creada por ley. En el primer caso, hablamos de las dos
colectividades públicas que se constituyen, o para la vida cotidiana (los municipios),
o para la cohesión de un modelo de sociedad política (el Estado). En el segundo, se
considera una aproximación voluntaria de la solidaridad para gestionar los servicios
públicos y son constituidas por la CPR o la ley: se tratará de ET intermediarios
(regiones) o fórmulas de cooperación (áreas metropolitanas, asociaciones y
fundaciones municipales y regionales).
Fiel a los objetivos de cohesión y coherencia, la LOCBGAE dispone que los órganos
de la Administración del Estado deberán cumplir sus cometidos coordinadamente y
propender a la unidad de acción, evitando la duplicación o interferencia de
funciones. El término mismo de coordinación es recogido por la propia CPR 38 y los
cuerpos legislativos más importantes, como por leyes sectoriales39. Por su parte, el
Diccionario de Administración pública chilena la define como la “actividad destinada
a integrar y armonizar los recursos y actividades hacia el logro de los objetivos
propuestos”40. Resulta que es “una necesidad derivada de la propia estructura del
Estado que, aun siendo descentralizada, constituye una unidad, correspondiendo
por tanto a este la labor de coordinación”41. Además, la CPR señala primero, que es
un deber constitucional del Estado asegurar “la coordinación y control de las
acciones relacionadas con la salud”42; luego, una técnica de gestión de la
Administración centralizada, puesto que el Presidente puede “encomendar a los
Ministros coordinar la labor que corresponde a los Secretarios de Estado y las
relaciones del Gobierno con el Congreso Nacional”43. Pero es también un deber de
gestión de la administración desconcentrada, puesto que “al intendente le
corresponderá la coordinación, supervigilancia o fiscalización de los servicios
públicos creados por ley para el cumplimiento de las funciones administrativas que
operen en la región”44; y, en fin, una técnica de gestión de la Administración
descentralizada que permite que la ley establezca “fórmulas de coordinación para la
administración de todos o algunos de los municipios, con respecto a los problemas
que les sean comunes, así como entre los municipios y los demás servicios
públicos”45. Pantoja identificó el principio de coordinación como uno de los dos
grandes principios originarios junto con el de competencia de la organización de la
Administración46. Sin embargo, a mi juicio, la coordinación es una competencia -
como lo demuestran los ejemplos precedentes- y resulta artificial aquella distinción.
Lo anterior se confirma si entendemos que “jerarquía y tutela administrativa, como
principios o conceptos sintéticos que resumen y dan sentido a un conjunto de
técnicas relacionales bien conocidas, están siendo sustituidos por los de dirección y
coordinación”47. En el campo intraadministrativo, es decir, en el seno de una misma
administración, la coordinación de los servicios se hace normalmente mediante la
vía jerárquica y no necesita, en rigor, considerar las preocupaciones personales de
los subordinados.
Ahora bien, la noción de coordinación como la de tutela traducen un poder jurídico
(de coordinación, de tutela), esto es, una competencia. Eso significa que, conforme
a los principios de la tutela, pero sobre todo al principio de derecho público de
competencias, la competencia de coordinación debe estar expresamente
atribuida48. Siguiendo el paralelo con la tutela, el poder de coordinación supone la
alteridad, y su utilización dentro de una misma persona jurídica es incongruente,
pues para ello existen las circulares y el poder jerárquico en sus diferentes
manifestaciones49. Tampoco puede (o no debería) ser utilizado para disminuir la
autonomía de los ET, es decir, ejercer controles de legalidad y/o de oportunidad,
para corregir una acción o sustituir la inacción de las autoridades coordinadas. En
ese sentido, es cuestionable el artículo 10 LOCM que reconoce a un órgano
desconcentrado del Presidente de la República (el gobernador provincial) un poder
de substitución a la inacción o la mala voluntad de las municipalidades, pues señala
que “la coordinación entre las municipalidades y entre estas y los servicios públicos
que actúen en sus respectivos territorios, se efectuará mediante acuerdos directos
entre estos organismos. A falta de acuerdo, el gobernador provincial que
corresponda dispondrá las medidas necesarias para la coordinación requerida, a
solicitud de cualquiera de los alcaldes interesados. En todo caso, la coordinación
deberá efectuarse sin alterar las atribuciones y funciones que correspondan a los
organismos respectivos”.
Ya al fin del siglo XIX, Maurice Hauriou había percibido el estrecho vínculo entre el
procedimiento jurídico que constituye el contrato y la descentralización. Mas, en sus
comentarios del fallo Administration des Pompes funèbres61, señalaba la relación
entre una cierta profundización de la descentralización y la multiplicación de los
acuerdos concluidos entre administraciones para asegurar la marcha de los
servicios públicos. Hoy, el contrato está en todas partes de la Administración62. Eso
tiene múltiples causas, pero no es fácil identificarlas todas, como tampoco
jerarquizarlas63. Eso sí, explican el uso de técnicas más o menos contractuales y
más o menos incluidas en el vocablo de “contractualización”. Se puede decir que se
trata de una noción sin contenido jurídico preciso, pero es preferible al de
contratación pública. Las dos nociones no son equivalentes. El contrato es el acto
mediante el cual dos o varias partes se comprometen una respecto a la(s) otra(s),
con creación de obligaciones a cargo de al menos una de las partes64. La
contractualization no solo evoca el acto jurídico, sino también una actividad o un
modo de relación entre diferentes personas. Es una forma de institucionalización
del contrato, una generalización de la relación contractual.
Los contratos entre Estado y ET son múltiples y autorizados por la propia CPR 68, las
leyes orgánicas municipales69y regionales70. A modo de ejemplo, cuando el traspaso
de competencias del gobierno central a los GORE, a que se refiere el artículo 67
pueda operar por la vía de un convenio, este será celebrado entre el gobierno
regional y el ministerio respectivo, debiendo suscribirlo, además, el Ministro del
Interior71. En materia de política económica y urbanística, los CP, como herramienta
financiera, intervienen como instrumentos de la política económica del Estado.
En cuanto a esa última, hemos visto que el artículo 115, inc. 3 CPR se aplica a las
relaciones entre Estado, regiones y municipios. Las relaciones entre regiones y las
relaciones entre municipios fluyen a menudo de los acuerdos de cooperación
institucional, pero no siempre. Así de los CP, pero es también -por ejemplo- el
artículo 4 LOCM relativo al conjunto de las competencias no exclusivas, que estas
“podrán desarrollar, directamente o con otros órganos de la Administración del
Estado”.
Lo que está nítidamente confirmado por el art. 8 LOCM, según el cual “para el
cumplimiento de sus funciones, las municipalidades podrán celebrar convenios con
otros órganos de la Administración del Estado en las condiciones que señale la ley
respectiva, sin alterar las atribuciones y funciones que corresponden a los
municipios. Asimismo, a fin de atender las necesidades de la comunidad local, las
municipalidades podrán celebrar contratos que impliquen la ejecución de acciones
determinadas”.
La Administración central debe respetar la autonomía de los ET, pero también debe
fomentar la expresión de intereses. La elección del conjunto de las autoridades
administrativas, es reforzada por los mecanismos de participación ciudadana. En lo
que nos interesa, la participación seguramente implica la transparencia y la
publicidad, pero importa también una “procedimentalización” general de las
relaciones sociales. Esta puede ser considerada desde el punto de vista de la
ciudadanía, como el de los actores públicos. Estos últimos nos interesan aquí más
por razones vinculadas a las modalidades de dicha participación ciudadana. En el
caso de una participación individual, corresponde más a una preocupación “egoísta”
y no colabora a la definición y la aplicación de las políticas públicas territoriales. En
el segundo caso, los ciudadanos sí pueden intervenir en ellas y se inscribe en un
movimiento general de participación colectiva o difusa. Si bien puede derivar del
principio constitucional de “participación ciudadana en la vida nacional”80, ha sido
transcrita en la LOCGBAE81 mediante el título IV “De la participación ciudadana en
la gestión pública”82. Podemos destacar en particular el deber de cada órgano de la
Administración del Estado de establecer las modalidades formales y específicas de
participación que tendrán las personas y organizaciones en el ámbito de su
competencia83. Estas disposiciones están recogidas en las normas sectoriales, sobre
todo en el ámbito municipal y medioambiental. Al respecto, se deberá establecer en
cada municipalidad, una ordenanza relativa a las modalidades de participación de la
ciudadanía local84. De ese modo, poco a poco, se inscribe la participación ciudadana
en la formulación de normas generales y abstractas85. Sin embargo, tenga o no
fuerza vinculante86, la participación ciudadana está canalizada por los íteres
procedimentales definidos por los poderes públicos, lo que, en definitiva, remite a
problemas de competencia de los actores públicos. Los trámites procedimentales
articulan la “participación” de los distintos órganos administrativos sobre una
determinada materia y según el alcance de su competencia. El procedimiento, como
instrumento técnico, facilita la intervención -a veces abrumadora- de varios actores
públicos, con o sin participación ciudadana, mediante la articulación de diversas
herramientas, como son los informes previos, las aprobaciones, o las consultas, etc.
Los trámites de procedimiento administrativo son herramientas de coordinación y
de cooperación administrativa, en el sentido que la ley general en la materia, la
LOCGBAE, impone hacer efectivo el principio de coordinación administrativa 87. En
virtud de este, “los órganos de la Administración del Estado deberán cumplir sus
cometidos coordinadamente y propender a la unidad de acción, evitando la
duplicación o interferencia de funciones”88.
Quizás, el concepto convenio tiene por objeto superar lo que puede tener de rígida
la noción de contrato. La “contractualización” busca borrar las reminiscencias a la
idea de jerarquía entre entes públicos o cualquiera idea de oposición si se trata de
asociar a la vez entes públicos y personas privadas. Evoca una ideología igualitaria
y consensual. Añora también la alianza para lograr un objetivo común, la
solidaridad entre los socios. Así, los CP cumplen una doble función, como
instrumento de financiamiento y como acuerdo de gobernanza multinivel 108. Pero
esa tendencia plantea algunos problemas político-jurídicos.
En fin, los CP muestran como la vía contractual puede ser un medio -desviado, pero
eficaz- de control del Estado sobre los ET. Primero, es el Estado que fija la lista de
las materias o ámbitos contractualizables. De cierta manera, se podría decir que
el Estado tiene la posibilidad de condicionar sus créditos de inversión privilegiando
al final, los ET que aceptaran espontáneamente participar plenamente al
financiamiento de los proyectos del Estado.
CONCLUSIÓN
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*
Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Chile. Correo
electrónico: eduardo.cordero@ucv.cl
*
Abogada, Doctora en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid.
Dirección Correo electrónico: ivargasd@hotmail.com
RESUMEN: Este trabajo tiene por finalidad analizar los antecedentes y
fundamentos de la Evaluación Ambiental Estratégica (EAE) en nuestro
ordenamiento y su aplicación a los instrumentos de planificación territorial a partir
de su regulación legal y reglamentaria reciente, así como de la jurisprudencia
administrativa emanada de la Contraloría General de la República. Los autores
sostienen que la EAE constituye un instrumento necesario e idóneo, cuyas
dificultades en su implementación no se deben al marco jurídico vigente.
ABSTRACT: This paper reviews the background and purpose of the Strategic
Environmental Assessment (SEA) in our legal system and its application to urban
planning, from its recent legal and statutory regulations, as well as administrative
interpretation of the Contraloría General de la República. The authors argue that
the SEA is a necessary and appropriate instrument, and the difficulties in the
implementation can`t be attributed to the legal framework currently.
I. INTRODUCCION
Ahora bien, la definición de EAE más extendida es la entregada por Therivel, según
la cual la EAE sería un proceso formalizado, sistemático y global para evaluar los
impactos ambientales de una política, plan o programa, así como sus alternativas,
incluida la preparación de un informe escrito sobre los resultados de esa evaluación
y el uso de los mismos para la adopción de decisiones públicas respecto de las
cuales se debe rendir cuenta3. Por su parte, y desde una perspectiva más jurídica,
Jacquenod de Zsögon la define como el procedimiento administrativo sistemático y
reglado mediante el cual se pueden identificar, valorar y comunicar las previsibles
consecuencias ambientales que determinadas políticas, planes o programas podrían
provocar4.
En la doctrina chilena también se ha seguido una línea similar. Así, Guerrero Valle
sostiene que se trata de un procedimiento administrativo orientado a apoyar la
toma de decisiones de naturaleza estratégica, traducidas en políticas, planes e
instrumentos de ordenamiento territorial, constituyéndose de esa forma, en un
proceso de identificación, análisis y evaluación previa de impactos de naturaleza
estratégica5.
Por nuestra parte, coincidimos con Verheem y Tonk en el sentido de que a pesar de
utilizarse diferentes definiciones, la doctrina está de acuerdo en un concepto
general de EAE: se trata de un proceso estructurado y proactivo para fortalecer el
papel de las cuestiones ambientales en la toma de decisiones estratégicas. Las
diferencias podrían encontrarse en los distintos enfoques, como por ejemplo en su
apertura (con o sin la participación del público en general), su ámbito de aplicación
(con o sin la descripción obligatoria de alternativas) o su intensidad y duración
(desde un día hasta varios anos)6.
Por otra parte, si bien la EAE es definida como un procedimiento, aquello no la priva
de la condición esencial, esto es, ser un instrumento de gestión ambiental 7. En este
sentido, debemos tener presente que tal evaluación se inserta dentro del diseno o
preparación de la respectiva política, plan o programa de carácter normativo
general, que a su vez, suele tener un procedimiento propio.
La EAE será obligatoria en los casos previstos directamente por la ley y podrá ser
aplicable también a otras situaciones, conforme a lo que disponga el Presidente de
la República09. Así, por la vía reglamentaria es posible ampliar su aplicación,
otorgando un mayor grado de discrecionalidad a la autoridad, aunque sujeta a los
límites que impone el propio legislador (carácter normativo general), con lo cual se
da cierta flexibilidad y permite adaptarse a las nuevas necesidades de evaluación
ambiental10.
Ahora bien, un primer grupo está constituido por aquellas políticas y planes de
carácter normativo general respecto de las cuales siempre procederá la EAE,
incluyendo sus modificaciones sustanciales. Se trata en este caso de diversos
instrumentos de incidencia territorial y que se enumeran por la ley, a saber: los
planes regionales de ordenamiento territorial o PROT, planes reguladores
intercomunales, planes reguladores comunales y planes seccionales, los planes
regionales de desarrollo urbano, las zonificaciones del borde costero y del territorio
marítimo y el manejo de cuencas. Asimismo, procederá la evaluación en caso de
que tales instrumentos sean reemplazados o sistematizados11. Además, dentro de
este grupo, debemos distinguir entre aquellos que cuentan con regulación legal,
como sucede con todos los instrumentos de planificación territorial previstos en la
Ley General de Urbanismo y Construcciones (LGUC)12, respecto de aquellos que
carecen de dicha regulación y que solo son previstos por el artículo 7o bis como
instrumentos futuros, como el PROT y los planes de manejo de cuencas.
En este caso resulta de interés determinar qué debe entenderse por "políticas y
planes de carácter normativo general" . Si seguimos el sentido natural y obvio de
estos términos se puede decir que una "política de carácter normativo general"
sería aquella que contemple las orientaciones o directrices que regirán la actuación
de una entidad pública en un asunto o campo determinado, la que deberá ser
aprobada mediante un instrumento jurídico con fuerza obligatoria de carácter
general15. A su vez, "plan de carácter normativo general" correspondería al
conjunto de pasos o etapas ordenadas anticipada y sistemáticamente para dirigir y
encauzar la actuación de una entidad pública en orden a un objetivo o fin
determinado, la que igualmente deberá ser aprobada mediante un instrumento
jurídico con fuerza obligatoria de carácter general 16. Así también lo ha entendido la
Contraloría al senalar que no puede considerarse una política o plan de carácter
normativo general un acto administrativo que regula una situación particular y
concreta17.
En cuanto a las etapas que comprende la EAE, es muy interesante el análisis que
realiza Brian D. Clark al indicarnos que en primer término se debe tener una visión
preliminar para establecer si se requiere o no de EAE (screening), para luego
identificar los problemas y alternativas claves que deben ser abordados en la
evaluación desde la perspectiva ambiental (scoping). Acto seguido, se debe
levantar la información básica para describir el medio ambiente existente (línea de
base) y que permite determinar los cambios que se podrían presentar en el caso de
que se implemente. Esto permitirá determinar los impactos ambientales
considerando su magnitud y forma, para luego hacer una evaluación de los mismos.
Con ello, se elabora un informe destinado a la autoridad que debe adoptar la
decisión, así como a la ciudadanía que participará en el proceso. Luego dicho
informe deberá ser objeto de una revisión por un órgano independiente,
terminando con la adopción de la decisión y su posterior monitoreo22.
A) ETAPA DE DISEÑO
Deben participar en esta etapa, junto con la entidad que elabora la política, plan o
programa, los demás organismos de la Administración del Estado que estén
vinculados a la materia, con el fin de garantizar una actuación coordinada de las
entidades públicas en los proyectos afectados por el instrumento en preparación 24.
Tratándose de la EAE obligatoria, siempre se deben considerar los instrumentos
relacionados con la capacidad vial elaborados por la autoridad competente.
B) ETAPA DE APROBACION
Esta etapa se inicia con el anteproyecto, continúa con el informe ambiental el cual
debe remitirse al Ministerio del Medio Ambiente para sus observaciones, sigue con
la consulta pública y culmina con la resolución de término25.
Una vez que se han recibido estas observaciones, el anteproyecto debe someterse a
consulta pública por el organismo responsable de la elaboración. La forma en que
debe realizarse dicha consulta pública está regulada de forma pormenorizada en el
Reglamento27. En cualquier caso, dicha participación ciudadana debe ser
contemplada en la resolución definitiva, la que deberá indicar la consulta pública
realizada y la forma en que ella ha sido considerada, como se senalará más
adelante.
Esta etapa de aprobación culmina con una resolución del órgano responsable, la
que deberá cumplir con las exigencias que se senalan a continuación.
La resolución de término del proceso la EAE dará cuenta de que se hayan cumplido
con las etapas y requisitos que se exigen para esta evaluación, desde la etapa de
diseno a la de aprobación, incluyendo la participación de otros organismos
estatales, la consulta pública realizada así como la forma en que ha sido
considerada, entre otros aspectos.
Por último, se debe tener presente que existen muchos de estos instrumentos que
contienen decisiones estratégicas y que fueron sometidos al SEIA. En este supuesto
el artículo 2o transitorio del Reglamento del SEIA establece que para tales efectos,
"se considerarán evaluados estratégicamente, de conformidad a lo establecido en el
párrafo 1o bis, del Título II de la Ley [19.300], los planes calificados mediante el
Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental de manera previa a la entrada en
vigencia de la Ley N° 20.417, así como los planes que se encuentren vigentes
desde antes de la dictación de la referida Ley N° 19.300".
La entrada en vigencia del reglamento que debía complementar las normas sobre
EAE planteó también algunos problemas. En primer término, se debía establecer si
la ausencia de regulación reglamentaria enervaba la vigencia de las normas legales
sobre EAE. En segundo lugar, en caso de que no fuese así, había que determinar
las normas que resultaban aplicable en este caso.
Cabe recordar que una situación similar se presentó respecto del SIEA, cuyo
reglamento no fue dictado sino hasta 1997, esto es, tres anos después de la
entrada en vigencia de la Ley N° 19.300 del ano 1994. En dicha oportunidad la
Contraloría sostuvo que mientras no se dictara dicho reglamento el SIEA no podría
entrar en vigencia36. Sin embargo, en este caso se llegó a una solución distinta. La
Contraloría ha sostenido en sus dictámenes la plena vigencia de la EAE, la cual
debe ser aplicada por la autoridad competente desde la entrada en vigencia de la
Ley No 20.417, aun cuando no se haya dictado el reglamento. Así, este vacío
normativo se trató de superar con la aplicación supletoria de la Ley N° 19.880 37.
Sin embargo, esta interpretación no fue una solución pacífica, ya que no había
pleno acuerdo entre las autoridades administrativas38. A su vez, algunos autores
entendieron que la regulación del procedimiento de la EAE no podía ser especificada
a través de una norma distinta de la potestad reglamentaria del Presidente de la
República, lo cual excluiría la aplicación supletoria de una norma de rango legal
como lo es la Ley No 19.88039.
En nuestra opinión, la solución dada por Contraloría fue la correcta no solo desde la
perspectiva de las normas aplicables, sino también en relación con la efectiva
vigencia de la ley. Además, la propia Contraloría ha sostenido que los reglamentos
no tienen la capacidad de desplazar la aplicación de la Ley No 19.880, la cual en
estos casos se aplica de forma directa40. Con menor razón sería posible afirmar que
la ausencia de reglamento también impide su aplicación41.
Por su parte, se debe destacar el rol del Ministerio del Medio Ambiente, que pasó de
una función de evaluador técnico a una de colaborador técnico, que opera a
solicitud del órgano responsable y, especialmente, en los aspectos que se senalan
por el artículo 6°, letra a) del Reglamento, lo que parece más adecuado, dejando
las observaciones a la oportunidad procesal correspondiente, esto es, al momento
de revisar el informe ambiental del anteproyecto respectivo. En lo que respecta a
los demás órganos participantes, se ha eliminado la posibilidad de excusarse de
participar en la EAE, considerándose que los "organismos participantes" deben ser
convocados obligatoriamente, conforme al artículo 10 del Reglamento, sin perjuicio
de la convocatoria facultativa de otros órganos.
La Ley establece los actos que se encontrarán sujetos a EAE, a partir de una regla
general (políticas y planes de carácter normativo general), para luego indicar
expresamente determinados instrumentos que deberán someterse a este
procedimiento. Una característica común de todos estos actos es que se trata de
instrumentos de incidencia territorial que materialicen una determinada política
pública en una dimensión espacial. A su vez, también dentro de ellos es posible
encontrar diferencias. En efecto, por una parte están los instrumentos de
planificación territorial previstos en la LGUC (planes regionales de desarrollo
urbano, intercomunales, comunales y seccionales) que cuentan con una acabada
regulación tanto en la LGUC como en su Ordenanza General, además de una
aplicación asentada durante varías décadas desde su regulación a partir de 1929.
En cambio, la zonificación del borde costero y del territorio marítimo encuentra
como principal instrumento una política aprobada mediante decreto supremo, sin
que exista regulación legal específica. Por su parte, los PROTs y los planes de
manejo de cuencas carecen de toda regulación.
Si bien este trabajo tiene por objeto analizar los instrumentos de planificación
territorial previstos en la LGUC, vamos a hacer una breve referencia a estos
instrumentos carentes de regulación legal específica.
No obstante lo anterior, algunos actores públicos y privados han entendido que este
instrumento se podría disenar e implementar en Chile sin necesidad de una
regulación legal específica. Así, el Gobierno Regional de Aysén aprobó en el ano
2006 un reglamento regional marco de planificación de Aysén 45. En dicho cuerpo
normativo se consideró al PROT como una figura distinta de los instrumentos
regulados en la Ley General de Urbanismo y Construcciones. En la misma línea, la
Subsecretaría de Desarrollo Regional, a través del Departamento de Políticas de
Descentralización de la División de Políticas y Estudios, publicó en febrero del ano
2010 un estudio sobre el PROT, dando cuenta de sus principios orientadores,
condiciones que debe cumplir, resultados esperados, estructura y contenido,
partiendo de la base de que este instrumento habría sido creado por la citada Ley
No 20.41746. De hecho, a la fecha se están sometiendo a EAE 16 proyectos de
PROTs, de los cuales dos han tenido un avance sustantivo47.
Para tal efecto se creó una Comisión Nacional de Uso del Borde Costero (CNUBC)
que le corresponde proponer una zonificación de los diversos espacios que
conforman el Borde Costero del Litoral de la República. A su vez, en virtud de lo
establecido en un Instructivo presidencial de 1997, esta entidad se desconcentra
territorialmente en Comisiones Regionales de Uso del Borde Costero (CRUBC), que
son creadas por resolución de los Intendentes50.
Conforme a estas normas, once zonas costeras del país han sido objeto de
zonificación al amparo de estas normas, siendo declaradas de uso preferente
(portuario o turístico); reservadas para determinados usos o, en su caso, calificadas
como zonas protegidas. Sin embargo, si bien constituye un aspecto positivo la
zonificación del borde costero, existen serios reparos en relación a la ausencia de
una regulación legal de esta materia y el carácter estrictamente asesor de las
CNUBC y CRUBC sin potestades o atribuciones públicas directas. Además, aquello
hace que la zonificación del borde costero adquiere el carácter de plan indicativo y
no vinculante, siendo desplazado ante otras regulaciones, como sucede con los
Instrumentos de Planificación Territorial, vgr. PRDU, PRI, PRC, salvo en aquellos
casos excepcionales previstos por la ley51.
En definitiva, el valor que tiene la zonificación del uso del borde costero es limitado
y su eficacia es secundaria frente a otros instrumentos de zonificación, como son
los PRDU, PRI y PRC. Ahora bien, y sin perjuicio de lo senalado, ante la ausencia de
una regulación legal acabada, la incorporación de estos instrumentos a la EAE
constituye un avance importante al momento de formular una política pública en
relación a la zonificación de nuestro litoral.
En este caso, el análisis de las cuencas desde una perspectiva territorial guarda
estrecha relación con los crecientes problemas ambientales, sociales y económicos
que se producen como consecuencia del desabastecimiento hídrico en un número
importante de zonas del país, una sequía prolongada, el cambio de patrones de
precipitación, el deterioro de los glaciares, la conflictividad por el agua, la
sobreexplotación y subutilización de los recursos hídricos, y la afectación de
hábitats y nichos ecológicos relevantes vinculados a una cuenca 56. En todo caso lo
que se gestiona o se maneja no es la cuenca en sí misma ni los elementos que lo
componen, sino que las intervenciones del ser humano sobre ellos, especialmente
la actuación de los órganos y servicios públicos, que requiere sercoordinada.
También el ingreso de Chile a la OCDE ha sido importante, ya que dentro de las
recomendaciones que se formularon se senaló expresamente la necesidad de
"desarrollar un enfoque integrado de gestión de cuencas para mejorar el manejo de
los recursos hídricos y forestales y para proporcionar servicios ambientales con más
eficiencia"57, lo que también era consecuencia de recomendaciones formuladas en
diversas instancias a nivel internacional58. Así, en el ano 2007 se aprobó una
"Estrategia de Gestión Integrada de Cuencas Hidrográficas" con un componente
institucional (Consejo Ministerial, Secretaria Técnica y Organismos de Cuencas), un
componente instrumental (Plan de Gestión de Cuencas) y un componente de
información (monitoreo y línea de base económica, social y ambiental), además de
implementar su aplicación en tres cuencas piloto (río Copiapó, río Rapel y río
Baker), pero en que definitiva no mantuvo continuidad 59.
Es por esta razón es que a partir del ano 2013 se ha previsto que la regulación de
estos espacios se enmarque en el PROT, el cual debiera considerar cuatro
componentes básicos: componente rural, componente urbano, componente costero
y componente hidrográfico60, a pesar de los reparos que plantea un instrumento
que carece de regulación legal y que es de una lenta elaboración. En todo caso, la
planificación a nivel de cuencas constituye una necesidad que debe ser enfrentada
en el máximo nivel normativo, especialmente frente a un sistema en la asignación y
gestión de los recursos hídricos que no considera necesariamente estos
elementos61.
Tal planificación se plasma, por una parte, en los PRDU que orientan el desarrollo
de los centros urbanos en las regiones, fijando los roles de los centros urbanos, sus
áreas de influencia recíproca, relaciones gravitacionales, metas de crecimiento,
entre otros aspectos. Su confección corresponde a las Secretarías Regionales de
Vivienda y Urbanismo, de acuerdo con las políticas regionales de desarrollo
socioeconómico, debiendo sus disposiciones incorporarse en la planificación inferior,
esto es, en los planes reguladores metropolitanos, intercomunales y comunales 63.
Por su parte, tanto los PRI como los PR metropolitanos tienen por objeto hacer
efectiva la planificación urbana intercomunal y están constituidos por un conjunto
de normas y acciones para orientar y regular el desarrollo físico del área -urbana y
rural- correspondiente a diversas comunas que, por sus relaciones, se integran en
una unidad urbana64.
A su vez, los PRC hacen efectiva la planificación urbana comunal, cuyo objeto es
promover el desarrollo armónico de ese territorio, en especial de sus centros
poblados en concordancia con las metas regionales de desarrollo económico-social
y están constituidos por un conjunto de normas varias que, entre otros aspectos, se
refieren al uso del suelo o zonificación, fijación de límites urbanos, densidades y
determinación de prioridades en la urbanización de terrenos para la expansión de la
ciudad y demás aspectos urbanísticos65.
Por último, los Planes Seccionales tienen por objeto la realización de los estudios
más detallados que la aplicación de un Plan Regulador Comunal requiera, pudiendo
fijar, por ejemplo, la zonificación detallada, las áreas de construcción obligatoria, de
remodelación, conjuntos armónicos, terrenos afectados por expropiaciones. La
confección de tales planes será procedente de acuerdo con los criterios que al
efecto establece la ley66.
Otro problema se presentó con aquellos instrumentos que fueron sometidas al SEIA
con fecha posterior a la introducción de la EAE. En este caso la Contraloría decidió
resolver el problema aplicando el principio de buena fe, senalando que su Dictamen
N° 78.815, de 28 de diciembre de 2010, solo era aplicable hacia el futuro, no
afectando los instrumentos de planificación territorial que habían sido sometidos al
SEIA después de la entrada en vigencia de la Ley N° 20.417, de 2010, pero antes
del Dictamen N° 78.815, de 201070.
De este modo, respecto de los planes ingresados al SEIA después del 26 de enero
del 2010, pero antes del 28 de diciembre de 2010, hay que distinguir entre los que
han obtenido una Resolución de Calificación Ambiental (RCA) antes de esta última
fecha y los que no. En el primer caso, conforme a lo aclarado por la Contraloría,
dichos planes no se encuentran obligados a obtener la EAE. En el segundo caso,
estando pendiente su aprobación en el SEIA, no será exigible la EAE, toda vez que
ello significaría trasgredir el amparo que el principio de buena fe brinda a las
reparticiones públicas que actuaron conforme al criterio sostenido a la data por la
autoridad ambiental. Distinto es el caso de los instrumentos ingresados al SEIA
después del 28 de diciembre de 2010, los cuales deben ser sometidos a la EAE.
Posteriormente, se confirmó que según lo dispuesto por el inciso tercero del artículo
primero transitorio de la Ley N° 20.417, los proyectos o actividades sometidos al
SEIA previo a la publicación de dicha ley -esto es, antes del 26 de enero de 2010-,
se sujetarían en su tramitación y aprobación a las normas vigentes al momento de
su ingreso, razón por la cual los instrumentos de planificación territorial ingresados
al SEIA antes de dicha ley no están obligados a someterse además a la EAE71.
Por último, también se dejó establecido que dicho criterio es igualmente aplicable a
los proyectos en que el titular es del sector público y que los instrumentos
ingresados al SEIA por la autoridad que tiene a su cargo la planificación territorial
antes del dictamen, podían ser evaluados solo por este medio, confirmando la
aplicación del principio de buena fe72.
Por otra parte, la Contraloría también ha establecido una regla muy importante
respecto de la fundamentación para justificar la exclusión de la EAE: la autoridad a
cargo de la planificación territorial debe justificar, de manera suficiente, que las
modificaciones que efectúa a los planes no tienen el carácter de sustanciales, para
de este modo poder omitir la EAE75. Así, por ejemplo, la autoridad debe acreditar
suficientemente que la ampliación del límite de extensión urbana no tiene el
carácter de modificación sustancial76, lo mismo que las medidas que aumentan la
densidad y el coeficiente de constructibilidad77. Además, se ha establecido un
estándar de fundamentación más elevado, no aceptando meros enunciados o
justificaciones que no tengan un carácter sustancial 78.
VII. CONCLUSIONES
Ahora bien, las cuestiones prioritarias que se presentarán con esta nueva normativa
dicen relación con la aplicación de sus disposiciones a los instrumentos que se
encuentren pendientes de evaluación al momento de su entrada en vigencia, que
de forma adecuada es abordada por sus disposiciones transitorias85, lo que no es
óbice al planteamiento de alguna discusión respecto de su alcance y de la
existencia de futuros pronunciamientos de la Contraloría sobre la materia. Por otra
parte, tampoco es posible discutir la validez de los instrumentos aprobados bajo el
régimen establecido por los criterios de Contraloría y la práctica normativa, aunque
sus futuras modificaciones sustanciales necesariamente deberán ser sometidas a la
EAE conforme lo dispuesto en el nuevo reglamento.
NOTAS
*
Abogado, Doctor en Derecho, Profesor de Derecho Administrativo de la Pontificia
Universidad Católica de Valparaíso, Chile. Dirección Postal: Brasil No 2950,
Valparaíso. Correo electrónico: eduardo.cordero@ucv.cl Este trabajo es parte de
una investigación fi nanciada por FONDECYT referida al proyecto La revisión de las
bases dogmáticas del derecho urbanístico chileno. Propiedad, urbanismo y
regulación de las actividades económicas No 1130956.
**
Abogada, Magíster en Derecho Público por la Pontifi cia Universidad Católica de
Chile, Doctora en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid. Dirección
Postal: Brasil No 2950, Valparaíso. Correo electrónico: ivargasd@hotmail.com
Dalal-Claytony Sadler (2005) pp. 44-52, y Wood y Dejeddour (1992) pp. 3-22.
2
3
Therivel et al. (1994); también en Therivel y Paridario (2002) p. 4. Asimismo vid.
Clark (1997) pp. 1-22, en particular p. 4.
7
Varela del Solar (2012) pp. 302-303. Al respecto, recuérdese que el propio
legislador ha incorporado la normativa de la EAE en el Título II de la Ley No 19.300,
relativo a los instrumentos de gestión ambiental, párrafo 1° bis.
8
Sobre estos principios vid. Guerrero Valle (2012) pp.105-106, y Carrasco Quiroga
(2012) pp. 426-428.
9
Artículo 7° bis de la Ley N° 19.300.
10
Carrasco Quiroga (2012) p. 423. Este autor sostiene que se estaría
"deslegalizando un asunto que requiere mayores precisiones legales". En todo caso,
el Tribunal Constitucional ha aceptado esta técnica legislativa. Cfr.Cordero (2009)
pp. 409-440.
11
El Reglamento de la EAE, define en su artículo 4°, letra i) lo que debe entenderse
por instrumentos de ordenamiento territorial para los efectos de la EAE, incluyendo
aquellos instrumentos enumerados por el artículo 7° bis de la Ley N° 19.300.
13
Vid. Dictamen N° 73.497, de 2012. Por otra parte, los proyectos de reglamentos
consideraron la posibilidad de un "sometimiento voluntario" a la EAE, lo que fue
finalmente eliminado en el reglamento vigente.
14
La Directiva 2001/42/CE, del Parlamento Europeo y del Consejo de 27 de junio
de 2001, relativa a la evaluación de los efectos de determinados planes y
programas en el medio ambiente, al definir en su artículo 2°, letra a), los planes y
programas que deben evaluarse, hace referencia a que estos pueden emanar de
autoridades de diverso nivel (nacional, regional o local), ser adoptados mediante un
procedimiento legislativo o ser exigidos por disposiciones legales, reglamentarias o
administrativas; agregando en su artículo 3° los sectores en los cuales la
evaluación ambiental estratégica de los planes y programas es obligatoria.
15
Sobre los términos política, plan, normativo y general vid. Real Academia
Espanola de la Lengua (2012). También Quijada (1994).
16
En similares términos vid. Jiménez Bueso (2014).
17
Dictamen No 73.497, de 2012.
18
Sobre los términos modificación, modificar y sustancial, vid. Real Academia
Espanola de la Lengua (2012).
19
Artículo 31 del Reglamento de EAE.
20
En este sentido se puede consultar el trabajo hecho por la Subsecretaría de
Desarrollo Regional (2009) p. 14, así como el trabajo de May (2003) pp. 223-224.
23
Artículo 7o bis de la Ley N° 19.300.
24
Artículos 10, 11, 19, 21 del Reglamento para la EAE.
25
Artículos 21 y ss. del Reglamento para la EAE.
27
Véanse Artículos 24 y 25 del Reglamento para la EAE.
28
Artículo 7° quáter de la Ley N° 19.300. Esta materia se desarrolla en el artículo
26 del Reglamento.
31
En este sentido, durante la discusión del proyecto de la Ley N° 20.417, se valoró
como un avance notorio, serio y responsable la introducción de la EAE. Cfr.
Discusión en Sala, Cámara de Diputados, Legislatura 357, Sesión 20, de fecha 28
de abril de 2009, pp. 511, 520 a 521, y Discusión en Sala, Senado, Legislatura 357,
Sesión 63, de fecha 10 de noviembre de 2009, p. 1886.
33
Esta norma se complementa con el artículo 15 del Decreto N° 40, de 2013, del
Ministerio del Medio Ambiente, que aprueba el Reglamento del Sistema de
Evaluación de Impacto Ambiental, la cual reproduce íntegramente el mencionado
artículo 8o.
35
Cfr. Cordero (2009) pp. 409-440. Vid. Dictamen N° 97.773, de 2014.
36
Dictamen N° 29.333, de 1996.
38
Dictamen N° 78.815, de 2010.
39
Es la tesis de Guerrero Valle (2012) pp. 109, 113 y 115.
41
Vid. Dictamen N° 39.348, de 2007. En el mismo sentido vid. Carrasco Quiroga
(2012) p. 429.
42
Esto obedecería a que la nueva autoridad ambiental habría estimado necesario
revisar nuevamente su contenido. Cfr. Troncoso Tirapegui (2014).
43
Se debe tener presente que la ordenación del territorio es un concepto distinto de
la función específica que en materia de ordenamiento territorial se asigna a los
gobiernos regionales, contenido en el artículo 17 LGAR. La ordenación del territorio
responde a una tradición europea que aspira a plasmar espacialmente las políticas
económicas, sociales, culturales y ecológicas. A su vez sus objetivos están
centrados en tres puntos: desarrollo económico y equilibrado de las regiones,
mejoramiento de la calidad de vida de las personas y la protección del medio
ambiente. Todo esto se engloba bajo la idea de una utilización racional del
territorio, lo cual exige una planificación como instrumento necesario y esencial. En
tal sentido, la Carta Europea de Ordenación del Territorio de 1983 la define como:
"la expresión espacial de la política económica, social, cultural y ecológica de toda
sociedad. Es a la vez una disciplina científica, una técnica administrativa y una
política concebida como un enfoque interdisciplinario y global, cuyo objetivo es un
desarrollo equilibrado de las regiones y la organización física del espacio según una
estrategia global". Vid. Pérez (1997) p. 24, y Parejo Alfonso(1998) pp. 305 y ss.
44
Mensaje Presidencial 128-3586 de 8 de abril de 2008. Actualmente se está
tramitando como Boletín No 5872-06 en la Comisión de Gobierno, Descentralización
y Regionalización del Senado, desde el 30 de junio de 2008, sin que tenga
urgencia.
45
Resolución No 46, de 2006, del Intendente Regional. No obstante lo anterior, la
Contraloría General de la República ha sido categórica en senalar que este
instrumento no tiene existencia legal en Chile y que su eventual implementación
sobrepasa las facultades de los gobiernos regionales. Cfr. Dictamen No 59.316, de
2006.
46
Subsecretaría de Desarrollo Regional (2010). El texto fue elaborado en el período
2009-2010 por especialistas del Departamento de Políticas Públicas y
Descentralización de la Subdere, de la Universidad de Chile y de Cepal. Hay una
segunda edición del ano 2011 que se puede consultar en
http://www.subdere.gov.cl/sites/default/files/documentos/articles-
83896_recurso_1_1.pdf
47
Corresponde a los PROTs de las Regiones de Tarapacá y del Maule. Se puede
consultar en http://eae.mma.gob.cl/index.php/ficha
48
Cfr. Plan Regional de Desarrollo Urbano, II Región, aprobado por resolución No 7,
de 1 de marzo de 2005 (DO. de 10 de junio de 2005); y el Plan Regional de
Desarrollo Urbano de la Región de Coquimbo, aprobado por resolución No 14, de 09
de marzo de 2006 (DO. 19 de diciembre de 2006).
50
En el ano 1997 se dictó el Instructivo Presidencial No 1, que consideró la creación
de las CRUBC, sujetas a una resolución del Intendente Regional. Durante el mismo
ano se constituyeron las diversas comisiones a nivel regional y su funcionamiento
quedó sujeto a un Oficio del Gabinete del Presidente No 001, del mismo ano. Este
fue modificado el 28 de febrero de 2005.
51
Al efecto podemos mencionar dos casos: i) cuando en virtud de normas legales -
especialmente contenidas en tratados internacionales- el Presidente de la República
puede declarar un área marina y costera protegida; y ii) cuando la ley
expresamente lo ha dispuesto, como ocurre con la Ley No 18.892, General de Pesca
y Acuicultura, cuyo texto refundido, coordinado y sistematizado se encuentra en el
Decreto Supremo No 430, de 2001, del Ministerio de Economía, Fomento y
Reconstrucción. Al efecto, su artículo 2 No 57 define la zonificación del borde
costero, haciendo una referencia expresa a la PNUBC. A su vez, el artículo 67 del
mismo cuerpo legal establece que la zonificación del borde costero es vinculante al
momento de otorgar una concesión de acuicultura. Se debe senalar, en todo caso,
que estas disposiciones fueron introducidas por la Ley No 20.434, de 8 de abril de
2010. La razón se encuentra en los pronunciamientos de la Contraloría General de
la República en relación al otorgamiento de concesiones de acuicultura. El ente
contralor senaló expresamente que la zonificación del borde costero no era una
norma que pudiera condicionar el otorgamiento de dichas concesiones, dada su
naturaleza. Véanse, entre otros, dictámenes N°s. 23.897, de 27 de junio de 2002, y
865, de 7 de enero de 2005.
52
Esta primera perspectiva se puede ver en Francke Campana (2002) p. 6.
Cfr. Heatchcote (2009).
53
55
Subsecretaría de Desarrollo Regional (2013).
57
Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos y Comisión Económica
para América Latina y el Caribe (2005) p. 68.
58
Así, en la Conferencia Internacional de las Naciones Unidas sobre Gestión
Integrada de Recursos Hídricos celebrada en Tokio, Japón, en diciembre de 2004 y
en el Foro Mundial del Agua, celebrado en Ciudad de México el 22 de marzo 2006.
62
Sobre la planificación territorial y la jurisprudencia de la Contraloría vid.
Contraloría General de la República (2012). También se puede ver Cordero (2007)
pp. 269-298, y Rajevic Mosler (2001) pp. 81-100.
63
Artículos 30 al 33.
64
Artículos 34 al 40.
65
Artículos 41 al 51.
66
Artículo 46.
Cfr. Toledo Tapia (1996) p. 64, donde se explica que el texto citado de la letra h)
67
del artículo 10 de la Ley N° 19.300 fue producto de una indicación de los senadores
Diez, Pinera y Siebert, la que fue finalmente aprobada por la Cámara de Diputados.
68
Dictamen N° 78.815, de 2010.
69
Circular Ord. No 0254, DDU 247, de 8 de abril de 2011.
Dictamen N° 41.275, de 2011. Cfr. Carrasco Quiroga (2012) pp. 434-435, quien
70
71
Dictamen N° 65.497, de 2011.
72
Dictamen N° 78.248, de 2011.
73
Esta Guía, conocida como la DDU 247, suscrita por las Ministras de Medio
Ambiente y Vivienda y Urbanismo, ha sido ampliamente difundida a través de la
Circular Ordinario N° 254, de 8 de abril de 2011, de la División de Desarrollo
Urbano, del Ministerio del rubro, encontrándose disponible electrónicamente en el
portal del Ministerio de Medio Ambiente, http://portal.mma.gob.cl/evaluacion-
ambiental-estrategica/. En todo caso, dicha guía fue dejada sin efecto por la
Circular Ord. No 0551, DDU 298, de 9 de diciembre de 2015, por la entrada en
vigencia del nuevo reglamento
75
Dictamen N° 145, de 2013.
76
Dictamen N° 6.271, de 2013, observación N° 24.
77
Dictamen N° 17.486, de 2013, observación N° 2.
79
Para la jurisprudencia reciente que aplica los criterios jurisprudenciales
comentados, véanse los Dictámenes N°s.70.559, de 2012; 74.747, de 2013;
83.151 y 99.760, de 2014.
80
Artículo 29 del Reglamento para la EAE.
81
Dictámenes N°s. 48.885, 49.074 y 66.458, todos de 2013, y los Dictámenes N°s.
1.765, 11.429 y 30.171, todos de 2014.
Cfr. Dictámenes N°s. 14.462, 30.171, 39.390 y 64.423, todos de 2014. Sobre los
82
84
En ese caso se discutió el carácter vinculante de la participación ciudadana en las
EAE. Cfr. Historia de la Ley No 20.417, Biblioteca del Congreso Nacional, pp. 752-
790.