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Una introducción
a la cosmovisión indígena americana
Amigo mío,
volverán de nuevo.
Por toda la Tierra
vuelven de nuevo.
Antiguas enseñanzas de la Tierra,
antiguos cantos de la Tierra
Vuelven de nuevo,
amigo mío, vuelven.
Te los doy,
y por ellos
comprenderás,
verás.
Vuelven de nuevo
sobre la Tierra.
(Caballo Loco)
Un mundo encantado,
una realidad más compleja
1
Jesús Callejo.Gnomos. Guía de los seres mágicos de España. Madrid, EDAF, 1996, pág.15.
cosmovisión andina -sobre el cual volveré más adelante- y que influyó en buena
medida en mis centros de interés. Por entonces habían llegado a mis manos las
primeras obras de Carlos Castaneda, que generaron en la década del setenta un
conflictivo debate acerca de la veracidad de lo relatado en esos primeros textos,
debate que se extendió a la propia antropología. Esa obra también tuvo en mí
una influencia muy importante, no tanto por saber si era o no cierto lo relatado
por el controvertido autor, sino porque me sentí atraído hacia la intuición de
una idea de la realidad muy diferente a la que hasta entonces yo entendía como
válida.2
Poco tiempo después, una cátedra de Antropología Filosófica de la que
participé durante dos años en la Universidad del Salvador, me hizo profundizar
en la idea del hombre en el pensamiento original americano. Investigué
entonces en fuentes, crónicas y códices pero también en historiadores de las
religiones como Mircea Eliade o Van der Leeuw y antropólogos como Paul
Radin, Jacques Soustelle, Laurette Sejourné, Walter Krickeberg y otros, que me
abrían cada vez más el panorama respecto a esas otras formas de concebir el
mundo.
Sin embargo, mi camino como antropólogo y especialmente como
etnógrafo, fue dejando en un rincón estas aproximaciones maravillosas que
tenían que ver con las profundidades del mundo indígena. Probablemente fue
la necesidad vital de bucear a fondo en la historia de las comunidades
aborígenes argentinas y, en especial, transmitir una idea distinta del papel
jugado por ellas en la construcción de nuestra sociedad, lo que me llevó a
canalizar mis estudios desde una perpectiva etnohistórica. Nunca olvidé
aquellos acercamientos a lo que tibiamente comenzaba a definir como
“cosmovisión”, pero tampoco estuvieron en un primer plano en mi desarrollo
humano y profesional, hasta que otra vez, algo sucedió.
En 1996 comencé, junto a otros colegas e investigadores, a incursionar en
2
Todavía en nuestros días la obra de Castaneda sigue despertando controversias. Más allá de
cuestionamientos que también le hago a este autor, creo que es en la estrechez de la mirada y los marcos
antropológicos pretendidamente científicos que radica gran parte del origen de aquellas controversias.
Estas suelen girar en torno a la descalificación o no del autor, entorpeciendo la realización de debates de
mayor profundidad y riqueza acerca de la naturaleza de nuestro mundo. (Ver Martínez Sarasola 2000:18-
20).
la temática del chamanismo y las plantas psicoactivas; poco después, a
principios de 1997, participé de ceremonias dirigidas por “médicos
vegetalistas” de los grupos étnicos shipibo-conibo y asháninka de la Amazonia
peruana. Esas experiencias hicieron que un telón se descorriera ante mí, como
persona y como antropólogo: finalmente entendía después de tanto tiempo
transcurrido todo lo que había sentido en mis principios en aquella comunidad
indígena del extremo norte del país. Podía revalorizar por fin al hecho
chamánico al contactar físicamente con él; me acercaba por primera vez a la
base en la que se asentaban estas impresiones y sensaciones que, todavía
atropelladas, se agolpaban dentro mío: la cosmovisión originaria.
Recién entonces pude empezar a aceptar la posibilidad de que la
naturaleza puede ser efectivamente un lugar “encantado” y sagrado; que lo que
tradicionalmente entendemos por realidad es algo mucho más complejo, con
planos y dimensiones diferentes, en donde pueden convivir multitud de seres y
situaciones extrañas y a los que se puede acceder a través de experiencias de
ampliación de conciencia que los indios –y especialmente los chamanes-
conocen a la perfección; y pude comprender que los hombres que participan de
esta cosmovisión tienen una sabiduría distinta 3.
Simultáneamente comencé el dictado de varios seminarios sobre
“cosmovisión indígena americana” en los que fui reuniendo e investigando un
conjunto de materiales que en buena medida están volcados y sintetizados en
este artículo. Finalmente, la percepción de un cambio de perspectiva en el
movimiento indígena americano respecto a la revalorización de su
espiritualidad y mis últimos trabajos de campo -especialmente en comunidades
mapuches del Neuquén durante los años 2000 y 2001- contribuyeron a mi
convicción de que la cosmovisión es la columna vertebral de las sociedades
indígenas y también, de que a lo largo de toda América podemos encontrar
múltiples puntos en común.
3
En este escrito sobrevolará permanentemente la idea acerca de qué es la realidad. Es imposible que me
detenga a profundizar en esta cuestión, pero sí quiero señalar que en los últimos tiempos muchos debates
filosóficos y en particular, epistemológicos, así como nuevas teorías y paradigmas científicos consideran
la posibilidad de que la realidad sea distinta -o al menos más compleja- a la que estamos acostumbrados a
considerar desde una visión materialista estrecha.
En las páginas que siguen voy a intentar dar algunos elementos que
abonen estas ideas, pero quiero adelantar que lo que he ido construyendo a lo
largo de estos años es un modelo provisorio consistente en tres puntos
principales: en primer lugar, la noción de que las distintas culturas indígenas
americanas presentan –más allá de las lógicas diferencias- coincidencias básicas
en sus cosmovisiones; en segundo lugar, que éstas pueden ser sintetizadas en
cinco principios o ideas centrales, que a su vez están nutridos por gran cantidad
de conceptos vitales del mundo indígena; y, en tercer lugar, que el chamanismo
juega un rol muy peculiar en la vinculación entre las comunidades y sus
respectivas cosmovisiones.
Pero antes de desarrollar la presente propuesta, haré un rápido recorrido
por algunos de los más importantes antecedentes sobre el tema.
El concepto de cosmovisión
6
Esta situación, la del encuentro de personajes clave con el investigador, y el posterior inicio de una
amistad que muchas veces puede adquirir las características de un virtual proceso iniciático, parece ser
una constante en la experiencia de muchos de los autores que se han internado en las profundidades de la
cosmovisión indígena. Como si ello fuera una condición necesaria para que las revelaciones pudieran
llevarse a cabo.
Sur). Durante la década del treinta, se destaca Standing Bear, quién escribió
cuatro libros relatando sus experiencias como miembro de la comunidad sioux.
En la más reciente generación de antropólogos culturales destacamos las
ideas de Clifford Geertz. En su clásico La interpretación de las culturas (1990,
edición original 1973), tiene un excelente capítulo sobre el ethos, la cosmovisión
y el análisis de los símbolos sagrados7.
7
“El ethos de un pueblo es el tono, el carácter y la calidad de su vida, su estilo moral y estético, la
disposición de su ánimo; se trata de la actitud subyacente que un pueblo tiene ante sí mismo y ante el
mundo que la vida refleja. Su cosmovisión es su retrato de la manera en que las cosas son en su pura
efectividad; es su concepción de la naturaleza, de la persona, de la sociedad. La cosmovisión contiene
las ideas más generales de orden de ese pueblo”(Geertz 1990:118)
8
Otra síntesis fundamental sobre la obra de Imbelloni es el trabajo de Ricardo Orta Nadal El Panorama
mental de la protohistoria en José Imbelloni (1968).
cosmovisión desde la perspectiva del chamanismo, especialmente el de la
región chaqueña (Braunstein 1974, 1997; Califano 1975; Idoyaga Molina 1998 y
Pablo Wright 1989, 1995).
Rodolfo Kusch es el otro autor a que hacemos referencia. Incansable
viajero por Perú, Bolivia y el noroeste argentino, se transformó en un conocedor
consumado del mundo andino, interrelacionando el estudio de las fuentes con
el contacto directo y constante con los pobladores quechuas y aymaras. Sus dos
obras principales, América Profunda (1962) y El pensamiento indígena y popular en
América (1966) despliegan gran parte de su andamiaje teórico, centrado en la
discusión de las categorías ser (occidental) y estar (indígena). Respecto a este
último concepto utiliza también el término utcatcha, que se traduciría en “estar
sentado”, en el sentido existencial de domicilio, de sentirse amparado en el
mundo. Utiliza en muchas de sus indagaciones al texto del cronista indio Juan
Santa Cruz Pachacuti, sabio conocedor de la cosmovisión incaica, que dejara un
famoso escrito: Relación de antigüedades deste Reyno del Pirú que se constituyó en
una de las principales fuentes para muchos autores.
Desde la antropología y en su confluencia con esta perspectiva de
análisis, encontramos a otro autor importante: Alfred Metraux, quien publicara
un libro imprescindible sobre el tema en 1967, con versión en español en 1973:
Religión y magias indígenas de América del Sur. En él se destacan sus artículos
sobre los chamanismos toba, guaraní y mapuche.
Durante la última década investigadores chilenos como Pedro Mege
Rosso y Margarita Alvarado P. -desde la mirada de la semiótica y del arte
respectivamente-9 y María Ester Grebe Vicuña (1990) desde los estudios
antropológicos sociales hacen importantes contribuciones a la cosmovisión de
los mapuches.
Desde la perspectiva de la arqueología del noroeste argentino y la
búsqueda de una intepretación para el simbolismo del arte prehispánico otros
autores han realizado importantes contribuciones (Quiroga 1977; González
1974, 1983, 1992; Pérez Gollán 1986, 1994).
9
Ver en este mismo volumen los artículos Colores aquí, simbología mapuche del color y Widün, el
mundo mapuche de la arcilla.
En 1988 el filósofo e historiador del arte Fernand Schwarz publicó El
enigma precolombino (versión original editada en Francia en 1982). Allí recorre las
tradiciones, mitos y símbolos de la América prehispánica, abrevando en Mircea
Eliade y los trabajos sobre las estructuras antropológicas del universo
imaginativo elaborados por Gilbert Durand. El resultado es un compendio más
que interesante sobre la cosmovisión indígena, logrando sintetizar y presentar
en forma ordenada muchos de sus principales temas.
En el área andina numerosos autores se han ocupado de estudiar la
cosmovisión y sus expresiones en diversos aspectos de la cultura. Algunos
estudios abordan las categorías de pensamiento andino y su manifestación en
los principios de la organización socio-política y económica, sobretodo durante
el imperio incaico (Wachtel 1973, Zuidema 1973, Murra 1975, Platt 1986, Ossio
1973, Conrad y Demarest 1990). Otros encaran específicamente la relación entre
cosmovisión y/o religión y las características de las estructuras de poder en los
Andes (Earls 1990, Rostorowski de Diez Casenco 1983). También un cuerpo
muy importante de investigaciones se ha volcado directamente al estudio del
pensamiento andino y su expresión simbólica, tanto a través de la
reconstrucción de la mitología y las formas religiosas (Krickeberg 1971; Duviols
1977a y b, Bouysse-Casagne 1988, Harris y Bouysse-Casagne 1988, Urbano
1981,1993; Pease 1985) como del arte y la arquitectura (Rowe 1962, Benson 1972,
Cereceda 1986,1988; Gisbert 1980; Arnold 1983; Concklin 1987; Berenguer 1998;
Saunders 1998). Otra obra clásica que desde el punto de vista del chamanismo
aborda la cuestión de la cosmovisión es El chamán de los cuatro vientos de
Douglas Sharon (primera edición en inglés en 1978), quien trabaja con el
curandero mestizo Eduardo Calderón Palomino, en la costa del Perú.
Finalmente, una línea de investigaciones muy interesante es la que indaga las
vinculaciones entre la cosmovisión y el conocimiento astronómico (Aveni 1980,
Zuidema 1980, Sullivan 1996).
Los estudios vinculados con las culturas selváticas comprenden, a partir
de la década del sesenta, una larga nómina de autores que investigan en el
campo de las plantas sagradas, el chamanismo y sus implicancias con la
cosmovisión indígena. Sería imposible aquí mencionar a todos, pero a modo de
ejemplo podemos destacar las publicaciones de Gerardo Reichel Dolmatoff en
Colombia, quien trabaja entre los tukano y los kogi –principalmente- con un
hito en su obra The shaman and the jaguar –a study of narcotic drugs among the
indians of Colombia (1975)- y los más recientes de Josep Ma. Fericla entre los
shuar del oriente ecuatoriano (1994) y los de Jeremy Narby para los shipibo y
asháninka de Perú (1997)10.
Cosmovisión e integración
10
Para consultar una bibliografía más completa ver en este mismo volumen los artículos Principales
Plantas sagradas de Sudamérica y Arte chamánico: visiones del universo.
Por otra parte, cuando nos referimos a “la cosmovisión”, lo hacemos en
singular. Por supuesto que entendemos que hay tantas cosmovisiones como
grupos indígenas existen, pero también creemos que desde Alaska a Tierra del
Fuego un conjunto de principios –otra vez, ideas centrales- caracterizan al
conjunto de los pueblos indios, los identifican como tales y los hace hermanar,
por sobre cualquier diferencia circunstancial. Los secretos de la cosmovisión
primordial los unifica y les otorga un nuevo sentido colectivo que hoy, en los
umbrales de un nuevo tiempo, los reposiciona en el continente con renovadas
fuerzas.
La Totalidad
Circularidad y cuaternidad
14
Estas son concepciones con un cierto grado de vigencia en nuestros días. Los huicholes de México
asumen que viven en el “centro del Universo” y que por lo tanto tienen la obligación de mantener al
cosmos en movimiento, observando los preceptos destinados para ello, al contrario de los demás pueblos
que no los cumplen. Para los kogi de Colombia, la Sierra Nevada donde habitan, es también el centro del
Universo.
15
Séjourné nos habla de una “ley del Centro”, que reuniría todos estos aspectos que mencionamos.
(1980: 101). Ver también Schwarz (1988:24-5). León-Portilla, por su parte sostiene que el concepto Ollín
es muy importante, dado que de él derivan los de y-óllotl (corazón) que literalmente significa su
movilidad, o lo que da vida y movimiento a alguien; y el de yoliztli (vida) que sería el resultado del
movimiento interior. En el plano cosmológico su interés está en ser el principio que da su nombre al
Quinto Sol, “aquel en el que hoy vivimos” (1979:386).
16
Ver cuadro de síntesis al final
Agua), destruída por un diluvio, la humanidad convertida en peces y una
pareja salvada sobre un tronco de árbol; la segunda es la amarilla (Ehekatonatiuh
o Sol de Aire), destruída por un huracán, la humanidad convertida en monos y
una pareja salvada en una gruta; la tercera es la roja (Kiyawitltonatiuh o Sol de
Fuego), destruída por una lluvia de copos de fuego, la humanidad
transformada en aves y nuevamente una pareja salvada en una gruta; la cuarta
es la negra, la humanidad destruída por el hambre y anunciada en los presagios
por una lluvia de sangre; la Quinta y última edad, asociada con el elemento
tierra -¿un terremoto?- y según la versión del Calendario Azteca, es el Sol de
Movimiento u Ollín (Schwartz 1988).
Entre los mayas, según la versión del Popol Vuh o Libro del Consejo de los
indios Quichés, en la primera edad son creados la Tierra, las bestias y los pájaros.
Estos últimos, por no nombrar a los dioses son condenados a servir como
comida; en la segunda se crean a los hombres de barro. Hablaban, pero carecían
de pensamiento y en contacto con el agua se deshacían, por lo que fueron
aniquilados; en la tercera se crean los hombres de madera, que hablaban, pero
carecían de corazón y pensamiento. Sus cuerpos se secaron por falta de sangre.
Fueron destruídos y los sobrevivientes convertidos en monos. En la cuarta,
fueron creados cuatro hombres de maíz, que eran muy inteligentes:
agradecieron a los dioses, podían entender lo grande y lo pequeño y todos los
secretos del universo. Los dioses, temiendo que fueran como ellos, les redujeron
las facultades y mientras dormían les colocaron a cuatro compañeras. Los ocho
son el origen de la actual humanidad.
La versión de El libro de los libros de Chilam Balam, plantea una primera
edad destruída por el diluvio y el hundimiento del cielo; una segunda
aniquilada por el fuego; una tercera destruída por hambre y una cuarta que es
castigada a través de la ceguera de la humanidad. Hay una Quinta Edad,
infisionada por la religión católica, de beatitud, pero que terminará con el fin
del mundo en un diluvio.
Entre los Incas, la versión del padre Salinas y Guaman Poma nos habla
de una primera edad de los Wari Wiracocha Runa (dioses gigantes), gentes
desnudas que fueron exterminadas por apartarse de Dios; una segunda edad
de los Wari Runa (gigantes), destruidos por corrupción de las costumbres; la
tercera edad de los Purun Runa, (gentes del desierto), que trajeron la metalurgia,
el tejido y las primeras casas de piedra. Fueron exterminados por la peste. La
cuarta edad, de los Auca Runa (gente guerrera), fue las de los que construyeron
los Pucará en los cerros, libraron batallas y conquistaron territorios. Fueron
aniquilados por la corrupción de las costumbres. La Quinta, de los Inca Runa, es
la generación de los incas.
En la versión de Montesinos, llamada de “la cuenta larga” por la gran
cantidad de monarcas que se consignan, también hay un correlato con las
destrucciones por los elementos: la primera (6 reyes), por la inundación
anunciada por la aparición de cometas en forma de tigre y serpiente, por las
guerras y finalmente por la rebelión de los utensilios domésticos; la segunda (10
reyes), por el fuego celeste debido a los “vicios” de los hombres; la tercera (48
reyes), por un terremoto, también anunciada por presagios en el cielo, como
cometas; la cuarta (28 reyes) aniquilada por el despoblamiento de la tierra
causado por los vicios y pecados de la humanidad.
Entre los sioux, y según la versión de Alce Negro, las edades son la del
Arco, el Fuego, la Pipa y la Piedra, las que a su vez están asociados con
diferentes aspectos de la cosmovisión 17. La pipa sagrada o calumet representa
simbólicamenta cada uno de estos aspectos y está asociada a la noción de
cuaternidad: cuatro cintas colgantes representan a las cuatro regiones del
universo, las que incluyen a cuatro espíritus que a la vez son uno, simbolizados
por la pluma del águila. Esa pluma significa los pensamientos de los hombres
que deben elevarse a las alturas, como lo hacen las águilas. En el rito del
calumet, el indio saluda al cielo, la tierra y a los cuatro puntos cardinales. 18
Entre las culturas originarias del actual territorio argentino también está
presente la idea de una sucesión de edades y sus correspondientes
destrucciones: Santa Rosa de Tastil, un pequeño poblado de kollas en la
17
Ver cuadro de síntesis al final
18
“Estas pipas representan el hombre en su totalidad, o el universo del que el hombre es un reflejo. La
cazoleta es el corazón, o centro sagrado, y cada sección de la pipa es identificada normalmente con
alguna parte del hombre. Mientras la pipa es llenada con el tabaco sagrado, se ofrecen plegarias por
todos los poderes del universo y por la miríada de formas de la creación, cada una de las cuales es
representada por un grano de tabaco. La pipa cargada, es, así, la “Totalidad”, por lo que cuando se
añade el fuego del Gran Espíritu tiene lugar un sacrificio divino en el que el universo y el hombre son
reabsorbidos en el Principio y se convierten en lo que en realidad son” (Brown 1983:44).
prepuna de la provincia de Salta, en el noroeste de Argentina, registra gran
cantidad de relatos actuales respecto a las posibles causas de la desaparición del
antigal (lugar de los antiguos), el sitio prehispánico original y que se encuentra a
poca distancia de allí 19.
También se ha registrado la presencia de esta idea de las sucesivas
destrucciones en las culturas del Chaco, como los tobas. El antropólogo
argentino Edgardo Cordeu ha elaborado un cuadro de correlaciones
cosmogónicas y apocalípticas entre las mitologías toba y peruana, encontrando
como temas comunes los cataclismos por agua, fuego, oscuridad y hambre,
trastrueque de la tierra, derrumbre del cielo y terremotos. Asimismo consigna
como presentes en ambos grupos la expectativa de futuros cataclismos (Cordeu
1970:129).
Los selk’nam de Tierra del Fuego concebían a los cielos como “las
cordilleras del infinito”: la gran cordillera resbalosa del este, era la más
importante, pero traicionera. La rodeaba un mar de agua hirviente. Moraba
Pémaulk, “el firmamento”. La del oeste constituía el centro, la matriz del viento
del oeste y la de los grandes chamanes del Viento y del Sol; en la cordillera del
sur , matriz del viento del sur, vivía Lechuza y su hermano Nieve. También
Arco Iris y la Luna, la antigua soberana chamán. En la cordillera del norte
habitaba Mar y su hermana Lluvia. A este lugar pertenecía el flamenco mítico
(Télil) y el viento del norte. A cada cielo le correspondía además un color y una
estación del año: Norte, primavera y verano, negro; Oeste, otoño, rojo; Sur,
invierno, blanco; Este, el Tiempo (las cuatro estaciones). Para los selk’nam las
cordilleras eran los cielos adonde regresaban las almas de los muertos para
fundirse con las fuerzas eternas del universo (Chapman 1986:127).
19
“No todos los testimonios coinciden, aunque en algo se está de acuerdo:el pueblo viejo y sus habitantes
desaparecieron un día de repente y por la participación activa de los cuatro elementos. (...) Para
Marcelo Arjona, el pueblo se destruyó por `el veluvio...todos han perecido,...digamos han perecido todos,
por eso debe haber tanto caláver, sería cuando el veluvio que les ha tocao a ellos´ (...) para don Nicanor
Copa uno de los más viejos habitantes del lugar (...) la causa de la destrucción fue distinta a la
mencionada por Arjona, pero igualmente violenta: `esqueleto sacaron cualquier cantidá...han muerto,
por lo´esqueleto que se ve...habrá habido un terremoto (...). La versión de José Pedro Salazar, cuidador
oficial de las ruinas, se acerca al fuego celeste o la lluvia de fuego: `fueron quemado’por el sol...porque
dicen que ante’el sol no tenía rayo’ ardiente’, que no quemaba, y era casi frío...mucho frío...es como si
habrá nacío el sol, uno’ rayo’ que ardía y quemaban...por allá se han incendiao’recién como
eran...techados con paja brava, se han incendiao’ pueblo’ integro’...por eso fue que han desaparecido en
aquella época ciudade’ integra´.” (Martínez Sarasola 1998: 451-2).
La Energía
Existe entre los indígenas la idea de una fuerza central que regula el
ritmo del cosmos; que está presente en los momentos culminantes de la vida y
la muerte; que lucha por trascender la materia y el espíritu a través de la fusión
de ambos; que recorre los misteriosos senderos de la relación armónica entre el
hombre, la naturaleza y el universo: esa idea es la energía, una fuerza
enigmática generadora de la vitalidad, en cuya dinámica están presentes tanto
la destrucción imprescindible como la creación.
Pachacutec ó Pachacuti 20 fue uno de los máximos emperadores incas, pero
a su vez su nombre fue aplicado en la cosmovisión peruana precolombina para
la noción de transformación, en el sentido de retorno a la tierra, retorno al
origen (Pacha:tierra; cutec: el retorno). Al parecer este monarca basaba su
política en tres conceptos primordiales: aiñi: reciprocidad; alpa: energía y enka:
fuerza vital. A su vez, estos principios no eran entendidos como una
especulación sino como una práctica concreta, a través de lograr un estado de
conciencia colectivo que transformara a la sociedad inca. Pachacuti, más que un
estadista aparecería así como un profeta sintetizador de los distintos estados de
conciencia, para volver a los orígenes, al propio interior, al divino origen, a
través del camino de la energía 21.
22
La acepción que le da León Portilla a este término es “el que hace el día” compuesto de tona: dar calor
y el sufijo verbal tiuh, que connota “acción extroversa”, pudiendo traducirse tona-tiuh como "el que
produce calor y luz" o sea, el día (1979:394).
También es justo consignar que no todo el mundo azteca participaba de
la idea de los sacrificios humanos. En el propio seno de la cultura existían
posiciones divergentes, destacándose aquella liderada por Tecayehautzin, señor
de Huexotzinco, que tenía una visión poética del universo y advertía que los
jefes militares de México-Tenochtitlán podían terminar sus días en la “región
del misterio”. Esta visión poética del universo -también sostenida por los reyes
de Texcoco- planteaba la fugacidad de todo lo existente, la creencia en la vida
como un sueño (“todo es como un sueño, como un plumaje de quetzal que se
desgarra”) y que la única forma de decir palabras verdaderas -conocer- era a
través de la poesía y el canto 23.
Continuando con los aztecas, el propio mito de Quetzalcoátl, la serpiente
emplumada, alude al principio energético fundamental del sostenimiento del
equilibrio y el ritmo cósmico. Quetzalcoátl era un rey puro hasta que transgrede
un tabú. Decide autocastigarse, marchándose de su reino y se inmola por el
fuego, acto a través del cuál se purifica. Su corazón se eleva al cielo y se
transforma en el planeta Venus: el fuego se ha transformado en luz.
Quetzalcoátl es por esto la divinidad rectora, una divinidad que es el arquetipo
del hombre, hecho de tierra (la serpiente) y cielo (las plumas del quetzal). O de
materia y espíritu. El mito finalmente, también tiene un mensaje que vuelve a
integrar al hombre al cosmos y que es el origen celeste del ser humano.
Quetzalcoátl, símbolo de la energía, es el dios de los vientos, al decir de
Sahagún el que “barría los caminos a los dioses de las lluvias, para que viniesen
a llover”, lo que ha sido interpretado como el soplo espiritual que permite los
nacimientos interiores (Séjourné 1979).
Esta idea de la “compensación energética” está presente en la actualidad.
Para los nahuas de la sierra, la energía disponible en el universo es finita y
circula en forma permanente por los distintos planos de la realidad. Por esta
razón el hombre está obligado a restituir periódicamente a los dioses lo que
recibe de éstos, porque de lo contrario desataría las fuerzas ocultas en su contra
(Medina 2000: 247). Ese es el sentido de los sacrificios, que aunque simbólicos,
23
Un muy interesante trabajo sobre esta línea divergente en la cultura azteca es el de León-Portilla (1970).
Aparece aquí un sutil juego entre sueño y vigilia, rozando otra vez la idea de realidad. Por otra parte esta
es una idea muy común entre los indígenas. Crazy Horse,el jefe lakota, decía que la realidad cotidiana
sólo era una sombra del mundo real, que nada más podía descubrirse en los sueños.
son restituciones de lo que se ha recibido o bien “anticipos” de lo que se espera
obtener, algo así como las “fases de un proceso de intercambio que se desea mantener
constantemente abierto” (Lupo 1995:270).
Energía y naturaleza
24
Luis Eduardo Pincén, conferencia, Buenos Aires, 29/9/1998. Respecto al concepto de Newén ó Nehuén,
algunos investigadores señalan a los propios indígenas como Nehuén Mapu, la fuerza de la tierra
(Magrassi, 1987:59). Según el werken (emisario, vocero) mapuche Ignacio Prafil, en el cielo o tierra de
arriba, existen diferentes newén: del Sol, de la Luna, de las estrellas, de los truenos, de los rayos, de los
relámpagos, de la nieve, de la lluvia; en la tierra habitan las plantas, ríos, volcanes, montañas, los cerros,
la medicina y cada uno de estos seres tienen sus propios newén; en la tierra de abajo conviven otros
newén como los menucos, los ojos de agua, las fuerzas de los volcanes, las fuerzas de los recursos
naturales. La tarea del hombre es comunicarse con los distintos newén para mantener el equilibrio natural
(Prafil, “Cosmovisión del mundo mapuche” s/f).
En las comunidades de cazadores, la presencia de los “dueños de los
animales” y todos los rituales propiciatorios asociados a la actividad cinegética
mantienen la relación armónica del hombre con su entorno natural, no
permitiéndole matar más de la cuenta . De esta manera, se sostiene un delicado
equilibrio ante el inevitable hecho de consumir las energías de la naturaleza, en
este caso la necesidad de cazar animales (Velázquez 1997:27).
Entre los sioux norteamericanos, los cuatro vientos son las potencias
productoras de las cuatro regiones del mundo y se conciben como dando vuelta
al horizonte desde donde influencian a la vida terrestre por la combinación de
sus fuerzas. El viento es la respiración cósmica y es el vehículo (hálito) de la
vida del mundo terrestre en que vivimos.
Entre los pueblos agricultores el concepto de energía está también muy
presente, como en los mayas tzotziles de Chiapas. Ellos creen en “los señores o
dueños de los cerros”, que viven en el interior de las montañas, teniendo por
guardianes a las serpientes y ranas que además cuidan a los otros animales del
monte. Desde las cumbres envían las nubes, el rayo y las lluvias. Pero además
de dioses de las lluvias, los señores de los cerros son los patrones de la energía
vital del maíz, sc’ulel isim, “el alma del maíz” (Broda 1991).
La Comunión
25
El término “participación” puede tener connotaciones valorativas logocéntricas que remiten al análisis
de mentalidades “prelógicas” como las denomina Levy-Bruhl. Por otra parte, nuestro abordaje del campo
de la cosmovisión pretende ir más allá del análisis que pudiera generarse desde una antropología
cognitiva. Intentamos aceptar que caminamos en un territorio más amplio y como tal, más misterioso que
el de las explicaciones vinculadas exclusivamente con los mecanismos de la mente. Por eso optamos por
el término “comunión”, en el sentido de una situación más relacionada con la experiencia de
consustanciación profunda con el todo. Algunos autores mencionan este término desde la antropología
(Cantoni), la fisica (Charon) y la sociología como el propio Levy-Bruhl (ver Azcuy 1999:35). Incluso
algunos escritores han utilizado recientemente este término para explicar las experiencias límite producto
de los “encuentros extraordinarios” con entidades extrahumanas (Withley Strieber. Communion, a true
story.1988. New York, Avon Books).
donde viene la Luz de la Sabiduría y a unos diez metros de la cabaña se
construye un hogar ritual llamado peta owihankeshni (el fuego sin fin) adonde se
calientan las piedras que el ayudante del oficiante del ritual va paulatinamente
ingresando a la cabaña.
Algo semejante ocurre con el hain, la gran ceremonia secreta de los
hombres y a la vez choza sagrada de los selk’nam. Esta última era circular,
construída por siete largos postes, con la entrada hacia el este. Cuatro de los
postes representaban los respectivos puntos cardinales y los otros tres eran
periféricos. La choza representaba al cosmos y las cuatros matrices (háiyen) o
lugares de la creación, que a su vez se ubicaban en los cuatro “cielos del
infinito”. Los selk’nam nombraban a los cielos como “las cordilleras invisibles del
infinito” (Chapman 1986:126-7).
De manera muy similar, la vivienda tradicional de los bribris de la costa
atlántica de Costa Rica es la réplica de la concepción del cosmos y desde ese
punto de vista constituye una clave para entender la cosmovisión de este
pueblo. Los chamanes bribris (awa o jawá) son los que conservan la memoria de
los procesos constructivos de estas viviendas, y por ende los custodios de la
simbología ancestral. Las formas, elementos estructurales y otros componentes
de las viviendas talamanqueñas "son signos materiales que reflejan el universo
abstracto y totalizador de muchos pueblos del mundo” (González Chávez y González
Vázquez 1994:13-14 ). Ver también lámina 2.
La vivienda de los nahuas es una correspondencia con el cosmos y con el
cuerpo humano: la puerta es la “boca de la casa”(caltenti) , el techo “la cabeza de
la casa” (calcuaco) y los pilares las “piernas de la casa” (calicxit) (Lupo 1995:153).
Los cuatro pilares representan a su vez los soportes del universo; el altar –sitio
de la ofrenda en la ceremonia de la inauguración- es llamado el corazón o “alma
de la casa” (calyolot) y junto con el fogón y la puerta son la totalidad
cosmológica de la vivienda (Medina 2000:245). Esta vinculación entre el cuerpo
humano y el cosmos se da en otros grupos étnicos, como entre los otomíes
mejicanos: en ellos la piel tiene su correlato en la noción del tiempo. Este se
simboliza en el proceso de putrefacción de la piel. A su vez, lá bóveda celeste
se denomina ximhoi, “la envoltura del mundo” y la misma palabra se utiliza
para designar la vegetación que cubre la tierra.
Para muchas culturas, el cuerpo humano juega un rol importante en esta
correspondencia con el cosmos, como una réplica de los misterios del universo.
En el ejemplo que presentamos anteriormente sobre los sanema, se observa que
la estructura energética del ser humano es como una metáfora del universo.
Entre los kuna de Panamá, en sus cantos sagrados sobre el origen del mundo, se
registra el concepto de cuerpo como “mesa”, desde la cual la máxima divinidad
fue elaborando las sucesivas creaciones en el tiempo primordial. Según el
testimonio del gran chamán Odis Navas: " La mesa es importante porque sobre la
mesa se crea todo. La mesa fue formada por el Creador para nosotros y sobre ella nos
creó a todos. En el centro de la mesa colocó la esencia de la mujer, es decir su órgano
genital, su vagina. La parte genital de la mujer forma una mesa y sobre ella se coloca
todo lo que es creativo...de allí sale todo a la vida.” (Velázquez 1997:23-24). Ver
lámina 4 .
Entre los sioux, existe una correlación profunda entre el universo
y el alma humana, manifestada en la intensa dinámica espiritual que se lleva a
cabo en el corazón: ”soy ciego y no veo las cosas de este mundo; pero cuando la luz
viene de arriba ilumina mi corazón y puedo ver, porque el ojo de mi corazón (chante
ishta) lo ve todo” dice el hombre de conocimiento Black Elk, mostrando que el
corazón es concebido como un santuario en cuyo centro se halla un pequeño
lugar en el que habita el Gran Espíritu y este es el ojo (ishta). Cuando el corazón
es puro, el Gran Espíritu es visto; por el contrario si no lo ve, al momento de la
muerte no podrá ir a su lado, por lo que deberá realizar peregrinaciones de
purificación a través del mundo. “Para conocer el centro del corazón en el que reside
el Gran Espíritu, debéis ser puros y buenos” -continúa Black Elk- “y vivir según la
manera que el Gran Espíritu nos ha enseñado. El hombre que, de este modo es puro,
contiene al Universo en `la bolsa de su corazón´ (chante ognaka)." (1980:24).
26
Comunicación personal del shiripiari (chamán) asháninka Juan Gilberto Flores Salazar. 2/11/1998
Cosmos, Cielos y Tierra
La sacralidad
La Naturaleza sagrada
Para los aztecas las montañas eran sagradas y también concebidas como
divinidades de la lluvia. Estaban identificadas con pequeños seres productores
de las lluvias y las tormentas, los llamados tlaloque, servidores a su vez del Dios
de la lluvia Tláloc. El Templo Mayor de Tenochtitlán tenía dos pirámides
asentadas en sendos cerros: la pirámide de Huitzilopochtli estaba sobre el
Coatepec, “el cerro de las serpientes”, lugar mítico del nacimiento del dios; la
otra pirámide, perteneciente a Tláloc, estaba sobre el Tonacatépetl, “el cerro de
nuestros mantenimientos”, relacionado mágicamente con el agua y el maíz y
era el acceso ritual al sustento humano, porque allí se alojaban en los tiempos
primordiales, los principales alimentos de la comunidad azteca (Broda 1991:
472-3).
Estos y otros cerros cumplían distintas misiones sagradas y en ellos se
celebraban rituales, como en el cerro de la Estrella (Huixachtécatl), en donde
cada 52 años se realizaba la ceremonia del Fuego Nuevo, en noviembre, cuando
la constelación de las Pléyades pasaba el meridiano a media noche.
Parecería ser que estos lugares sagrados configuraron en México un
cierto ordenamiento espacial, especialmente aquellos detectados en
Teotihuacán y Tezcoco, probablemente relacionado con el culto a la lluvia. Eran
sistemas radiales con líneas visuales que convergían desde los centros
ceremoniales hacia determinados sitios generalmente ubicados en los cerros
(Tichy 1991:456). Esta planificación espacial presenta claras similitudes con el
sistema de “ceques” (o radios con adoratorios que parten de un centro) en el
Cuzco, durante la época incaica (Zuidema 1964, 1980). Desde el Coricancha, el
Templo del Sol, partían 40 líneas de adoratorios hacia más de trescientos
lugares de culto, las huacas. “Todo era como una red mágica que mantenía la unidad
del mundo precolombino por intermedio de una ciudad-santuario.”(Kusch 1975:94).
El tema de los cerros sagrados es omnipresente en las culturas indígenas.
En los mitos de origen de los mapuche, ellos cumplen un rol central, como
salvadores de los primeros hombres: “En el inframundo debajo de las aguas,
moraba Kai-Kai-filú, la culebra enemiga. Un día, sus aguas comenzaron a subir. En los
cerros que tienden a los mundos de arriba, vivía Tren-Tren, culebra amiga de la tierra
seca, quien aconsejó a las gentes subir alas montañas. El agua subía y subía. Pero los
cerros también. Cai-cai se oía ebullir. Tren-tren se oía gotear, sobre los cántaros que
cubrían las cabezas. Algunos no pudieron salvarse. Son peces, son rocas. Quienes
estuvieron más cerca del fuego solar, cobrizos quedamos. Los que se salvaron hicieron
sacrificios; el agua calmó, se calmó: las montañas también calmaron. Quienes se
salvaron, bajaron de los cerros, se esparcieron por la Mapu (tierra), los valles poblaron.
Así nacimos los Mapuche, la `gente de la tierra´.” (Magrassi 1987:51).
En nuestros trabajos de campo entre los mapuches del Neuquén, hemos
recopilado testimonios respecto a la presencia de las montañas sagradas. El
volcán Lanín es mencionado por muchos como “el corazón del mundo” e
incluso algunos testimonios remiten a sueños premonitorios de la propia
muerte, en imágenes de ascención nocturna. Otras comunidades tienen sus
propias montañas y con gran variedad de relatos sobre ellas, incluyendo la
creencia en “la Salamanca” o lugar subterráneo donde moran fuerzas maléficas
y adonde los hombres pueden ser capturados del mismo modo que sucede en
las comunidades kollas del Noroeste y otras.
Anne Chapman recogió uno de los últimos testimonios de una
representante de la etnia selk’nam (ona) de Tierra del Fuego en el confín del
continente americano. Esa mujer se llamaba Kiepja, y era sagrada, una
chamana, habiéndole sido transmitidos sus poderes por un tío materno a través
de un sueño. Ella tenía un cántico en que mencionaba a las montañas con poder:
El círculo de la conciencia
32
En junio de 2001, la devolución de los restos del cacique ranquel Paghitruz Guor por parte de Estado
Nacional y el Museo de Ciencias Naturales de La Plata a los descendientes y a su lugar natal en Leuvucó,
La Pampa, permitió la reunión de varios representantes indígenas de todo el país, que inhumaron al jefe
indio en medio de ceremonias tradicionales que reactualizaron el espíritu comunitario.
también ofrecen la posibilidad de transitar por los diferentes planos de la
realidad: los líderes, jefes o caciques, por lo general reunían en sí, entre otras
facultades, la de conectarse en circunstancias especiales con esas otras
dimensiones y lograr la experiencia de la conciencia cósmica; ciertos ancianos o
los guías de ceremonias entre otros miembros destacados de la comunidad
también pueden en ciertas situaciones atravesar esos pasajes. También muchas
ceremonias y rituales –gran parte de las cuales hemos descripto en este artículo-
en las cuales participan buena parte de la comunidad, permiten muchas veces,
el “pasar” a otros planos y lograr así el acceso a una conciencia cósmica y
espiritual.
Pero creo que es en la concepción chamánica en donde se potencian las
máximas posibilidades del mundo indígena para transitar y guiar a los otros
miembros de la comunidad por los múltiples intersticios de la realidad. Los
chamanes son especialistas. Son herederos de una sabiduría de miles y miles de
años de antigüedad y fueron formados en medio de una rigurosa disciplina
cuya observancia es precisamente una de las condiciones para acceder a una
genuina espiritualidad33. Tienen la capacidad de curar.
Así, el chamanismo actúa de nexo en el seno de la propia cultura y a su
vez es uno de los elementos claves en los puentes que comienzan a tenderse
desde las culturas indígenas hacia Occidente, y a la recíproca, en un proceso de
apertura mutua que se está manifestando, basado en una común búsqueda de
la espiritualidad. Desde los indígenas, este camino parece expresarse en la
apertura de su cosmovisión, mientras que desde Occidente se manifiesta en la
recuperación de valores propios perdidos en algún momento de su historia, y
en el ir al encuentro de las concepciones indias en un espacio de confluencia de
saberes.
33
En muchas ocasiones la transgresión de esta disciplina le trae al chamán innumerables problemas, pero
lo más conflictivo sea quizás la disminución de sus capacidades. Es un tema central en nuestros días,
especialmente con la apertura del mundo indígena hacia los occidentales. En ese proceso, el chamán pone
en juego su propio equilibrio.
Agregaría finalmente un principio más en este complejo sistema de la
cosmovisión indígena: el equilibrio, que como hemos visto, ha estado presente
a lo largo de todas estas páginas.
El indígena tiene un particular modo de estar en el mundo, transitando
en plenitud el secreto de la vida y buscando resonar con el universo a través de
una búsqueda constante de la armonía. Ante esta situación existencial, el
equilibrio es una regla indispensable.
El hombre debe mantener una delicada interrelación con cada parte del
todo. Los ejemplos son innumerables: desde el sostenimiento del orden cósmico
a través de los sacrificios hasta el permiso que se pide al emprender un viaje,
todo en el mundo indígena se regula por esta necesidad vital del equilibrio, que
es una condición, una clave que articula los distintos principios de la
cosmovisión.
Durante mi reciente participación en el Nguillatún mapuche al que ya
hice referencia, los caballos eran constantemente vigilados durante sus
momentos de descanso cuando permanecían frente al espacio ceremonial y no
se les permitía estar “echados” porque ello “rompía el equilibrio del lugar”.
En el chamanismo es muy común la idea de que tanto el curador como el
paciente se “alinean” con las fuerzas espirituales a las cuales se demanda ayuda
en el proceso de curación; el chamán busca la generalidad de las veces “colocar”
al paciente, ubicarlo, equilibrarlo. Los recursos utilizados para ello son muchos,
destacándose el uso del tabaco, que actúa como mecanismo de limpieza y de
restauración de la persona, a través de lo que se conoce como la “soplada”. La
“mesa” que dispone el chamán con sus distintos elementos sigue un orden que
tiene que ver con el equilibrio. La búsqueda del alma extraviada como forma de
recuperar la armonía de la persona; los cánticos, danzas y ejecución de
instrumentos musicales durante la curación apuntan a la invocación de los
espíritus benéficos que acudirán en auxilio del chamán o bien para expulsar a
los malignos, pero en donde la idea es también mantener o recuperar el
equilibrio perdido.
El concepto de cosmovisión más allá de ser aún un debate abierto y en
proceso de elaboración, ha generado un cierto acuerdo en muchos autores sobre
sus alcances. Entre ellos, el de ser un campo más que fructífero para
aproximarnos al sentido del camino seguido por las culturas indígenas a través
del tiempo.
A la hora de definir una perspectiva de estudio es importante tener en
cuenta los constantes cambios en las culturas indígenas, que implican que la
cosmovisión si bien mantiene y respeta un núcleo central de ideas y principios
(López Austin lo define como “nucleo duro”) sufre lógicas adaptaciones y
recreaciones, que por otra parte es una de las explicaciones de su vitalidad.
Coincidido en este sentido con Johanna Broda cuando afirma que: "La posición
teórica que es capaz de abordar este tipo de investigaciones implica (...) no concebir las
formas culturales indígenas como la continuidad directa e ininterrumpida del pasado
prehispánico, no como arcaísmos, sino visualizar esta cultura en un proceso de
transformación y reelaboración constante que, no obstante, se sustenta en raíces muy
antiguas. La cultura indígena debe estudiarse en su proceso de transformación
continua, en el cual antiguas estructuras y creencias se han articulado de manera
dinámica y creativa con nuevas formas y contenidos. “(Broda 1995:14).
La cosmovisión indígena nutre una concepción de la vida, que se asienta
en una noción integradora de los distintos elementos que rodean al hombre. El
diálogo con esas comunidades y más especificamente con los hombres y
mujeres de sabiduría que atesoran los conocimientos que vienen desde lo más
remoto del tiempo, sean ellos líderes espirituales, chamanes, ancianos,
consejeros o artistas. “Ahora ha llegado para la etnografía el momento de establecer
un diálogo con los pueblos indios -sostiene Medina- no tanto con sus dirigentes
políticos como con sus intelectuales, aquellos especialistas poseedores del saber en el que
se fundan sus especificidades culturales y lingüisticas.”( 2000: 312). Personalmente,
también siento que es imprescindible recorrer este camino, y no sólo por la
antropología, sino por todos aquellos que perciben que ya se está transitando
una nueva fase en el encuentro de occidentales e indígenas.
Entre los mapuches se habla del fin de los cien años de silencio que se
impusieron después de la conquista militar de sus territorios por el Estado
argentino; líderes lakotas recorren el “camino rojo” y difunden sus
conocimientos entre los blancos; movimientos de afirmación étnica como el
reciente de los mayas de Chiapas incluyen en sus documentos relatos míticos
ancestrales. La apertura mutua se está produciendo. Lenta y sutilmente todavía,
pero cada vez con más firmeza.
Tal vez el profundizar en el vasto territorio de la cosmovisión indígena
sirva también como forma de encuentro y descubrimiento de los puntos en
común de la condición humana.
Quizás este camino contribuya a intentar una comunicación más fluída,
un entendimento más próximo, haciendo carne el valor de las diferencias. A
lograr algo tan simple –pero a veces tan difícil- como hacer más llevadera la
existencia, intercambiando y disfrutando del compartir ideas más sencillas,
pero no por eso menos profundas. Como esa, del chamán Xun P’ín, cuando le
decía a su ayudante que la vida era como una larga ceremonia de curación. O
aprendiendo a aceptar explicaciones que están más allá de nuestras propias
concepciones. Como cuando aquella machi contaba que su kultrun le había sido
dado en sueños desde la wenu mapu, la tierra de arriba. Y que lo había visto
lleno de estrellas.
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