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Rodríguez Farías Marcos

31-3-17
“Conferencia Sobre la Lluvia”

La fantasía puede ser vista como aquel lugar donde la realidad no existe, donde
un alejamiento de la cotidianeidad de la vida es posible, donde una persona se
puede extraviar y encontrar alivio. La lluvia, de algún modo está presente en la
vida de la mayoría de los seres humanos. A algunos les resulta fastidiosa, otros
dicen estar fascinados por ella. Es multifacética dependiendo de la situación y la
persona. Puede ser molesta si se tiene un compromiso; su tempo, regularmente
constante, la vuelve calmante en completo silencio; incluso suele promover el
despertar de recuerdos y emociones enterradas en algunas personas. La lluvia
pasa desapercibida la mayoría de las veces, la gente se acostumbra a ella, pero
de un modo u otro está ahí.
La lectura y la lluvia tienen un punto de relación; un buen libro provoca que
las ideas y pensamientos fluyan como gotas de agua, se entra en el mundo de la
fantasía, y además, puede ser relajante para algunos. La lluvia tiene la capacidad
de remontar a tiempos pasados que quedaron sellados en su presencia. En
ocasiones, acompaña instantes de pleno éxtasis o profunda tristeza; está ahí
aunque no se tenga conciencia de ella del todo. Queda plasmada en la mente
atada a un recuerdo, y su presencia puede remontar a ese lapso sin previo aviso.
La lluvia es tan impredecible como el amor. Llega siempre sin avisar, se
esté preparado o no, nunca puede controlarse ni predecirse con seguridad cuando
llegará un primer o nuevo amor, tampoco puede elegirse ni el día ni quién será.
Puede ser correspondido y traducirse en el inicio de una historia o lastimar
causando un dolor que tarda en encontrar cura. Es incontrolable, llega a dar
niveles de felicidad que no se encontrarán con facilidad en otro lado o, por el
contrario, una tristeza que marca un antes y un después en la vida, y que tampoco
se olvida. La lectura estimula el recuerdo de sucesos clave que son imborrables,
permite de cierto modo reconstruirlos y revivirlos. Si la lluvia no dejará de caer con
su pulso interminable, ni las paginas de los libros detendrán su paso, las memorias
que marcan la vida, tampoco terminarán de empapar los ojos, lo mismo de tristeza
que de alegría.

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