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La huella del canibalismo y el suicidio en El esposado

(Ensayo)
Por: Elizabeth Guerra Paz

El protagonista de esta novela, Pedro Urbina presenta su historia dentro del marco del siglo XVII
como una serie de viajes dentro de un gran viaje: zarpar de España al Nuevo Mundo, a América
que representa para el personaje la oportunidad de ascender en la escala social. Ya en territorio
americano y con mayor precisión, en tierras colombianas, denominación que recibirán años
después, Pedro Urbina vive disimiles aventuras pero en este ensayo se centrará solo en las que
vivió al ser parte del ejercito encargado de dominar a los “indios pijao” para relacionarlas con el
problema de la identidad del protagonista que se aborda en la totalidad de la obra.

El Esposado permite realizar una lectura siguiendo la analogía del camino en el que se
hallan unas huellas dejadas con o sin intención por el autor para que el lector se dé a la tarea de
desenmarañar entre la maleza y encontrar las adecuadas para descifrar en algo el sentimiento del
autor al crear su obra. En este sentido, se proponen unas huellas: el canibalismo y el suicidio que
guiarán de alguna manera el recorrido y la interpretación de esta obra.

Sólo para quien se pone en marcha y busca el camino adecuado, la huella guarda relación
con el buscar y el rastrear, que se inicia con el descubrimiento de la huella. Esta es la manera
de hacerse con una dirección primera, y algo se desvela. Adónde la huella pueda llevar es
algo que se mantiene todavía abierto. Uno se deja guiar, intentando no perder la huella y
mantener la dirección. Si se pierde la huella se pierde el camino. En este caso, uno se
encuentra perdido y no sabe por dónde seguir. Hay que volver a buscar y retomar de nuevo
la huella. Al final, en torno a la huella se constituye, desde el momento en que ocupa el
lugar del signo, un campo de acción muy particular. La huella se va desarrollando. Si se
sigue muy a menudo acaba transformándose en camino. El final del camino puede
mantenerse desde luego en la incertidumbre. (Gadamer, 1995 p. 100)

Canibal deviene de la palabra caniba del Taino, lengua de los pueblos originarios y
asentados en lo que se conoce hoy como Isla La Española, que para los Caribes significaba audaz,
valiente y para los Arawak, sus adversarios, enemigo. Los caribes como estrategia de guerra y para
demostrar su capacidad bélica arrebataban a los niños de sus enemigos y los devoraban como una
forma de exterminio y dominación total del adversario. En América hasta la llegada de los
españoles existió la antropofagia como estrategia de guerra y en su forma ritual como ofrenda a los
dioses de algunas culturas indígenas. |

Este es una dato que equilibra la balanza sobre la leyenda negra de la conquista española y
es un punto digno de analizar en El Esposado, cuando Pedro Urbina junto a su amigo Arnalde en
una incursión a un caserío pijao descubren en un bohío, restos de huesos pequeños con carne
adherida, ellos concluyen que este hallazgo confirma los rumores sobre el canibalismo de los pijao
y reafirma su temor a ser presos de los indígenas que devoran hombres, el mayor temor al que se
enfrenta el hombre, afirma el narrador. Finalmente, Arnalde es llevado preso por los pijaos en una
emboscada que estos le hacen al ejército español. Pedro Urbina nunca olvidaría la última mirada
de auxilio de su amigo y el aterrador e imaginable fin que le esperaba a manos de los pijaos.

Era tan fuerte la impresión que causaba en Pedro Urbina el último recuerdo de su amigo
Arnalde que desaparecía en él, el deseo sexual por las mujeres indígenas capturadas. Lo anterior,
trae a la memoria el mito de Cronos hijo del dios del cielo Urano y de la diosa de la tierra gea; era
el dios de los dioses que devoraba a sus propios hijos ocultos en el vientre de su madre Rea. Hasta
que ella en vez de darle a su hijo Zeus para que lo devorase, le dio una piedra, así Zeus logra crecer
en secreto y ya adulto con la ayuda de varios gigantes y ciclopes logra derrotar a su padre y hacerle
vomitar a sus hermanos.

Este mito, según el psicoanálisis puede interpretarse como el deseo del hijo de ser querido
por el padre pero ante el temor de ser rechazado su deseo se convierte en odio. Es así que Pedro
Urbina como español civilizado decide odiar a las mujeres de esta tribu incluso a la “pieza” con la
que es premiado al derrotar a los pijaos; Alina una bella indígena de larga cabellera azabache que
aprende a cocinar los platillos favoritos de su amo y conserva un lugar de predilección en su lecho.

Pedro Urbina pese al gran afecto que le inspira Alina nunca la considera una mujer digna
de ser su esposa por eso se casa con una blanca, Andrea Erazo. Un día ya casado, Pedro llega al
lecho de Alina donde la rechaza con violencia, ella no soporta ya no ser la preferida de su amo y
decide suicidarse. Pero antes de lo ocurrido, es precisamente ella quien aclara el hallazgo en un
bohío que pertenecía a unos esclavos de la mina que administraba Pedro de Urbina donde el
observa unos huesos similares a los encontrados en territorio de los pijaos. Alina le explica que no
era huesos de niño sino de mono que ella los reconocía porque en su tribu también los consumían.
La figura de Alina representa en la actualidad la imagen del indígena al que se le ha
impuesto de muchas maneras la mirada del mundo de los occidentales, pero que sigue rezagado y
continua siendo visto por los otros con desconfianza, como extraño en su propia tierra, en ocasiones
superviviendo con sus tradiciones y lengua, en otras despojándose de ellas para asumir las
costumbres de los mestizos pero nunca puede estar a su misma altura porque no tiene las
condiciones de acceso a la educación o etno-educación o a los servicios vitales como el agua
potable. De ahí que sigan siendo víctimas de unos pocos funcionarios que le dan un manejo
corrupto a los contratos de alimentación escolar donde los niños se mueren de desnutrición como
es el caso de la población indígena de la Guajira.

En Colombia la construcción de identidad es un tema problemático llevamos la marca de


ser hijos no reconocidos del padre que se percibe como una imagen difusa, borrosa, a veces es el
español al que se le indilga la pobreza de la tierra, otras veces es el negro que todavía sigue aislado
en los palenques a merced del foráneo que llegue a ofrecerle un poco de riqueza a cambio de su
propio cuerpo y en otras ocasiones es el indígena que es tenido en cuenta en ocasiones sólo como
elemento exótico.

Mientras tanto, el colombiano actúa como un cronos que devora a sus propios hijos,
mestizos que se ven entre ellos mismos con desconfianza, con odio. Un país donde los niños
mueren de hambre, de maltrato, de abuso, de pobreza.

Referencias

Gadamer, (1995). El giro hermenéutico. Madrid: Ediciones Cátedra.

Pineda, (2011). El esposado. Bogotá: Fundación literaria Común Presencia

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