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1906 Sordera y Ruido de Oídos 1906 PDF
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Mi gabún, el bastón y ei sombrero, pronto negra, st-ntarse a su escritorio, llamóle don Ignacio Junto al
pronto. sus'O, le ofreció una silla, y después de echar llave fi la-
Y mientras esto decía, despojábase de la bata, se res- ]-tii"erta, sentóse á su vez y clíjole en voz baja y misteiiosa,
tregraba las manos y brillaban felinamente sus ojos en el lH:ro con tono enfático:
medio de las lentes. —¡Mi querido don Ruperto! v a p a r a quince años que
Entró ú. poco la negra con los objetos pedidos, vistió es usted el hombre de confianza, más aun, el alma de raí
uno, caló otro y empuñó el tercero y salió íi la calle con estudio, y es ya tiempo de que agradecido me preocupe
su paso figil y aires de ufanía. de su porvenir.
Grande ú inesperado ¿ixito obtuvo en esta p r i m e r a Inclinóse confundido ante este exordio el pasante Díaz,
etapa de su empresa. Cabalmente lindando con los fondos no porque no creyese que eran muy merecidos los elo-
de la mansión de los Linares, había una casita pequeña gios que le tributaba su principal, sino porque lo habían
y de pobre apariencia, cuyo dueño, según voz. que reco- tomado de sorpresa, porque nunca se figuró que fuera
rrió de los vecinos, hacía más de un capaz el procurador Robledo de tan-
año tenia sin alquilar. P r e g u n t a r el ta sinceridad. Y aun oyéndolo, du-
nombre y domicilio de é^te, correr daba si había oído bien', y como lo
i\ su casa', tratarla, alquilarla, p a g a r conocía ¿i fondo, se decía intrigado:
un trimestre adelantado, tomar el —Mucho ha de necesitar de mi.
recibo, apoderarse de la llave, vol- ¡ Y a ve bien el lector que entre
ver i'i la casa, penecr-ar en ella, exa- bobos iba el juego!
minarla, escudriñarla y quedar com- E r a el pasante aquel digno discí-
pletamente satisfecho fué un record pulo de tal catedrático, solamente
batido en menos de una hora por que la aventajaba en el arte de ha-
aquel activísimo personaje, r a r o en cerse el tonto, lo que no era poco,
aquella ¿poca de apatía é indolen- de tal modo que por casi tal lo te-
cia, propia de las épocas en que pesa nía el mismo Robledo á pesar de su
sobre los pueblos la bochornosa at- malicia y perspicacia, razón por la
mósfera del despotismo. cual se decidió á hacerle su confi-
Al día siguiente, cuando Ruperto dente en la a v e n t u r a y á llevarlo
Díaz, su pasante, entró como de cos- como peón.
tumbre al despacho donde desde Aceptó Díaz con decidido entu
tantos años a t r á s , era colaborador siasmo la propuesta de su patrón en
de los teje manejes de don Ignacio, todas sus condiciones, y entre las
no pudo menos que sorprenderse de que el secreto absoluto era la pri-
la risueña é inusitada amabilidad mera y la vigésima parte del prove-
de éste. Y como ladino que era, se cho la última, no sin haberse asom-
preguntó p a r a su coleto: brado v deslumhrado antes con el
— ¡Negocitc tenemos! relato de la existencia del ingente y
Y no se equivocó más que en el escondido tesoro.
diminutivo, como se lo declaró á sí
mismo pocos momentos después, pues {Concluirá.)
n e g o c i ó n y enorme, debiera d e
haber dicho. Pero no adelantemos
los sucesos. Sin dejarlo siquiera sentóse á su vez y díjole . • Dih. de Pclács.
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