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El dragón

Grande, no grande, enorme ya sea en tierra, agua o aire. Una de las razas más
viejas en la historia de la mitología. Afortunado es quien lo llega a ver sin que éste
le demuestre sus feroces habilidades, o también es posible quedarse paralizado al
ver esos ojos secos y fríos.

Siempre solo, afilando sus garras de león, como espadas, listas para usarse. El
dragón, tiene un gran ojo de águila y alas de águila también, puede volar a
grandes alturas y si ve una liebre, no lo piensa dos veces y en un parpadear la
liebre se encuentra en su espacioso estómago. Obviamente su piel es tan tersa
como la de un cocodrilo, una víbora o cualquier reptil así que es recomendable
tocarla si se espera un gran escalofrío. Para combatirlo se ha demostrado que no
debe existir miedo alguno, se necesita una lanza envenenada y un hombre
valiente y de gran corazón.

Pocos son los que cuentan con estos requerimientos, por lo que lo mejor es nunca
entrar a su cueva porque es muy celoso con sus tesoros y además dejarlo en paz
y esperar a apagar el fuego de la siguiente ocasión que de una visita a la aldea.

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