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Por su parte, la compra de WhatsApp fue una jugada maestra de Zuckerberg, a pesar
de que le costó en 2014 casi 22.000 millones de dólares, la compra más cara
de breve historia, que comenzaba en el lejano 2004. Esta aplicación de mensajería
instantánea (que hoy utilizan 1.300 millones de personas en todo el mundo y está
en auge, sobre todo, en países en vías de desarrollo) es una inversión a largo plazo
que ya empieza a mostrar sus «patitas» por debajo de la puerta: a principios de este
año, WhatsApp Business, la versión para conectar directamente clientes y empresas,
fue lanzada a bombo y platillo; a lo que no se le dio tanta «música» fue al cambio de
los términos de privacidad.
«WhatsApp está trabajando para encontrar maneras útiles para que nuestros
usuarios se conecten con empresas en WhatsApp para recibir información sobre
pedidos, transacciones y citas, notificaciones de entrega y envío, actualizaciones de
productos y servicios, mensajes de mercadotecnia, listados de directorios de negocios
para descubrir negocios en WhatsApp, [y otros contenidos patrocinados /
anuncios de estas empresas]», aseguraba en la «letra pequeña», aunque también
se indicaba que sería el propio usuario quien podría gestionar qué información quería
dar a estos terceros.
¿Qué comparten Facebook, WhatsApp e Instagram?
Una vez que se conoce quién es el encargado de recopilar todos estos datos, la nueva
duda que surge es: ¿comparten entre sí la información? Este punto es uno de
los más controvertidos. La teoría dice que no, y la práctica está penada por ley. Este
fue uno de los puntos más controvertidos para la compra de WhatsApp, sobre todo
para la Unión Europea, que miró con recelo e investigó el posible conflicto de
intereses.
Aunque la compañía consiguió hacerse con la aplicación de mensajería instantánea,
en los últimos seis meses ha recibido de la Agencia Española de Protección de
Datos dos multas precisamente porcompartir información sin el consentimiento de
los usuarios. Esta situación «colaborativa» es posible gracias a la interconexión de
datos: Facebook pide el número de móvil, con lo que puede relacionar perfiles y
cuentas de WhatsApp. Por su parte, es más sencillo crear una cuenta en Instagram si
se inicia sesión con la cuenta de Facebook: solo les separa un «clic».
Lealtad, buena fe y juventud
«En general los usuarios confiamos en las empresas porque tenemos unas
expectativas de uso razonable de nuestros datos. Y solo cuando vemos un mal uso de
nuestra información, retiramos nuestro permiso inicial, porque presuponemos la
buena fe de primeras», explica Borja Adsuara, jurista experto en derecho digital.
Señala que el principio de lealtad se encuentra recogido en la Carta de Derechos
Fundamentales de la Unión Europea «y estaría por encima del Reglamento
General de Protección de Datos (RGPD)», que entró en vigor en 2016 pero que
no es de obligado cumplimiento hasta el próximo mes de mayo, para cuando las
empresas tecnológicas como Facebook deben haber adaptado sus políticas de
privacidad.
«Imagina que un tal Mark se mete en tu pandilla de amigos; mientras habláis, él va
apuntando todo lo que decís en una libreta y llega el día en que vende esa información
a empresas para que os manden propaganda política. ¿Qué pensaríais? Que ha
traicionado vuestra confianza. Esto es lo que ha pasado con el escándalo de
Cambridge Analytica», ejemplifica Adsuara.