Está en la página 1de 1

2 DE AGOSTO DE 1810

Los detalles Ruiz de Castilla, quien


estaba recién instalado en el poder,
traicionó su palabra y desató una feroz
persecución en contra de quienes
habían participado en la revolución del
10 de agosto de 1809, capturando a un
gran número de ellos y encerrándolos
en los calabozos del cuartel Real.
Cansados de estos abusos, formaron
nuevos comités para defensa de los
vecinos y prepararon un plan para liberar a los prisioneros.
Llegado el 2 de agosto, poco antes de las dos de la tarde, seis hombres armados con
cuchillos vencieron la guardia del cuartel real y entraron a los corredores y al patio
de la planta baja, dirigiéndose denodadamente a cumplir su principal objetivo: liberar
a los próceres.

Tomados por sorpresa, los soldados españoles no ofrecieron resistencia; pero después
reaccionaron y dispararon un cañón, barriendo con casi todos los atacantes.
Seguidamente bajaron a los calabozos donde permanecían encerrados los patriotas e
iniciaron la matanza.

Sin piedad fueron masacrados


Salinas fue degollado en su cama, más allá cayeron Ascázubi y Aguilera; Quiroga
murió altivo desafiando con la mirada a un soldado que, haciendo caso omiso de las
súplicas de las dos hijas del patriota que habían logrado escabullirse entre la
confusión, le descargó furiosamente un golpe de sable sobre la cabeza.

Nombres escritos con sangre


Ahí, en los oscuros calabozos, entre carreras, disparos, olor a pólvora y sangre, gritos
de horror y frases de valor, fueron despedazados el patriota Juan Pablo Arenas, el
teniente coronel Juan Salinas, el teniente coronel Antonio Peña; el capitán José
Vinueza, el joven teniente Juan Larrea, y otros cuyos nombres escribieron con su
sangre la historia de la asonada quiteña.

Registra la historia que muy pocos lograron salvar su vida en uno de los hechos
tristes de los inicios del Ecuador independiente.

También podría gustarte