tan siquiera, somos arena con memoria. No somos lluvia y si somos una gota mojada somos una gota con memoria, no somos caminos y si somos camino somos sendero con recuerdos. Hay plazas donde jugaba nuestra infancia, soldaditos de plomo que nunca mataron a nadie, hay galerías con espejos y sombras y una mujer esperando la llegada del esposo que se perdió entre las balas, que se perdió entre las sombras, que quiso volver gateando entre la noche como un niño que regresa de un sueño.
Luis Calfuquir Villalón de origen mapuche
soñaba con la noche y los espejos y las fotografías rotas que le quedaban de su amor que le quedaban de sus hijos, pero el fuego era tan cruel que le dañaba las pupilas, que le arañaba el corazón, el corazón con que vivía. Nunca se murió tranquilamente cuando carabineros de Pitrufquén lo sacaron de su casa, esa noche había hecho el amor y creía que iba a cantar una canción mapuche en el paraíso, pero le quemaron el pecho con cigarrillos y sangraba por la boca como hoy sangra en mi recuerdo, no hay olvido. Entonces en la madrugada soñó con palomas y quiso tocar el mar, pero sus manos no se mojaban, quiso mirarse en un espejo y su rostro era arena del tiempo, espero el amanecer entre las ramas con su pecho golpeado y cicatrices en el alma. En el último momento miró las fotografías de sus padres en el sur de Chile, en el último momento con palomas, una aves araucanas, con gnuillatún, quiso decir un garabato, pero sólo le salió espuma, quiso hablar con la muerte pero se había olvidado del lenguaje, entonces levantó una bandera ultrajada y pudo cantar una canción a medias tintas. Ahora Calfuquir estás en cada hoja, en cada palmo que nuestros ojos miren, yo te traigo una paloma para que puedas soñar con una bandera blanca en cualquier madrugada. No somos rio, pero somos agua que fluye con memoria.