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Pasando revistas por importante posturas, Juan Vicente González, se

caracterizo por ser el más grande de los románticos venezolanos. En este


orden de ideas, a finales del siglo XIX, sigue viviendo, crece y se Arriaga con
mayor fuerza los poetas románticos hispanoamericanos, destacándose para
ese entonces el venezolano Pérez Bonalde y el uruguayo Zorrilla de San
Martin.

Debe señalarse que, en Venezuela florece la biografía de José Félix Rivas. Del
mismo modo, en González como en Sarmiento, se observan los rasgos básicos
del romanticismo; no obstante, en ellos prevalece más el temperamento que de
procedimiento artístico. Regresan de la mitología de cartón y se despojan de la
receta neoclásica para revelar que les es más propio: lo individual, lo natural y
lo local. Lo que sienten y no lo que han aprendido; y en eso, aunque no lo
piensen se parecen a los españoles.

Dentro de esta cosmovisión, el romanticismo para ellos, era con la con la


liberación del neoclásico, la libertad de expresar lo propio. Su sentimiento
individual ante la fatalidad colectiva. Sin duda, las obras de Juan Vicente
González, se han profundizado de generación en generación; por ello, se dice
que es el mejor dotado en prosa sensitiva, plástica y resonante.

Su obra se reduce a la vigorosa biografía de José Félix Rivas a los esbozos


biográficos sobre Martin Tovar y los padres Alegría y Ávila, a artículos
dispersos, a las sollozantes Mesenianas y a la heterogénea montonera heroica
de sus editoriales políticos. Por consiguiente, la Mesenianas, son poemas en
prosa de tono elegíaco, en los que cantan a los grandes muertos, las
esperanzas difuntas y las desgracias de la patria. Juan Vicente González, fue
también un prisionero entre tantos desterrados, cercado siempre de sombras
aterradoras.

Para concluir, se puede decir que, las obra realizadas por González ocupan un
lugar relevante en la historia de las ideas venezolanas; además fue fiel
creyente del orden y las leyes, que no podía concebir que se hiciera
demagogia con el pueblo, y que la única manera que este mejorara su
condición era propiciando el progreso de la nación, no a los alzamientos y la
anarquía. Por ello, mucho más allá de la habitual imagen de sus resonadas
anécdotas, se ve al hombre excelentemente formado, consciente de la
importancia de la educación para la formación de buenos ciudadanos.

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