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PROLOGO. Las corrientes poéticas y artísticas de nuestra época se han ve¬nido caracterizando por una proliferación desorbitada de propó¬sitos y realizaciones. No es que semejante pluralidad constituya una riqueza digna de loa. Al contrario, lo que se está manifestando allí, es cierto incontenible afán nihilista que tiende a hacer tabla rasa de todo cuanto se haya creado en el pasado y, en especial, de ese privilegio humano por el cual somos cada uno de nosotros una imagen y semejanza de Dios. Este privilegio francamente ennoble¬cedor es nuestra condición espiritual, que nos constituye como una especie de isla dentro del mar del Universo visible, o bien, como la cumbre privilegiada de una alta montaña, y que se proyecta en el orden de nuestras actividades por la voluntad y la razón; en otros palabras, por la facultad intelectiva y por la capacidad de determinarnos a nosotros mismos en la esfera de acciones propia¬mente humanas. ¿Adónde han conducido y en qué han fructifi¬cado estas tendencias tan dispares y tan contradictorias entre sí? Pues a aquello que plasmó ese baturro inmortal que fue Francisco de Goya en uno de sus aguafuertes, que lleva por título El sueño de la razón engendra monstruos. Sí. Goya tenía razón. El sueño de la razón engendra mons¬truos. Nos lo viene diciendo nuestra experiencia cotidiana desde hace muchas décadas. Pero existen dos maneras de hacer soñar a la razón, aunque valdría mejor decir, que se trata de dos fases de un solo y mismo proceso. Estas etapas son: la de desvincularla de su objeto connatural que es la realidad o la verdad, y la de someterla al influjo tiranizante de las potencias inferiores de nuestra personalidad, es decir, el hacerla caer de ese trono benéfico en que la ha establecido Dios con el fin de que vaya orientando y rigiendo todas nuestras restantes facultades y, por lo mismo, el cortar violentamente los vínculos que la unen con la inteligencia infinita que es manantial de toda verdad y de toda existencia. Las corrientes artísticas que espiritualmente pertenecen al mundo moderno, al mundo estético que se ha constituido en el ámbito de nuestra civilización cristiana y occidental revelan un claro e indiscutible ateísmo. Ostentan un humanismo que, lejos de ennoblecer las condiciones típicamente humanas de espiritualidad y racionalidad, las privan de su desarrollo normal, que sólo puede lograr sumergiendo sus raíces en las aguas vivificantes de la Gracia. Porque no nos engañemos: desde que el pecado original dejó a la naturaleza humana herida y menoscabada, resultará imposible para nosotros, por más esfuerzos que hagamos, alcanzar la normalidad en un clima exclusivamente natural. Tal es el misterio de la Sobrenaturaleza. Gratuita por definición y, por ende, trascendente a cualquier esfuerzo de cualquier criatura, resulta a la postre restauradora de una normalidad que, por creación, debió el hombre alcanzar en virtud de sus facultades naturales. Ese carácter gratuito, por inescrutable designio de Dios, viene así a erigirse, bajo cierto aspecto, como un complemento que perfecciona en modo exclusivo nuestra naturaleza racional. ...
Título original
Arte y subversión: arte, mistificación, política - Alberto Boixadós
PROLOGO. Las corrientes poéticas y artísticas de nuestra época se han ve¬nido caracterizando por una proliferación desorbitada de propó¬sitos y realizaciones. No es que semejante pluralidad constituya una riqueza digna de loa. Al contrario, lo que se está manifestando allí, es cierto incontenible afán nihilista que tiende a hacer tabla rasa de todo cuanto se haya creado en el pasado y, en especial, de ese privilegio humano por el cual somos cada uno de nosotros una imagen y semejanza de Dios. Este privilegio francamente ennoble¬cedor es nuestra condición espiritual, que nos constituye como una especie de isla dentro del mar del Universo visible, o bien, como la cumbre privilegiada de una alta montaña, y que se proyecta en el orden de nuestras actividades por la voluntad y la razón; en otros palabras, por la facultad intelectiva y por la capacidad de determinarnos a nosotros mismos en la esfera de acciones propia¬mente humanas. ¿Adónde han conducido y en qué han fructifi¬cado estas tendencias tan dispares y tan contradictorias entre sí? Pues a aquello que plasmó ese baturro inmortal que fue Francisco de Goya en uno de sus aguafuertes, que lleva por título El sueño de la razón engendra monstruos. Sí. Goya tenía razón. El sueño de la razón engendra mons¬truos. Nos lo viene diciendo nuestra experiencia cotidiana desde hace muchas décadas. Pero existen dos maneras de hacer soñar a la razón, aunque valdría mejor decir, que se trata de dos fases de un solo y mismo proceso. Estas etapas son: la de desvincularla de su objeto connatural que es la realidad o la verdad, y la de someterla al influjo tiranizante de las potencias inferiores de nuestra personalidad, es decir, el hacerla caer de ese trono benéfico en que la ha establecido Dios con el fin de que vaya orientando y rigiendo todas nuestras restantes facultades y, por lo mismo, el cortar violentamente los vínculos que la unen con la inteligencia infinita que es manantial de toda verdad y de toda existencia. Las corrientes artísticas que espiritualmente pertenecen al mundo moderno, al mundo estético que se ha constituido en el ámbito de nuestra civilización cristiana y occidental revelan un claro e indiscutible ateísmo. Ostentan un humanismo que, lejos de ennoblecer las condiciones típicamente humanas de espiritualidad y racionalidad, las privan de su desarrollo normal, que sólo puede lograr sumergiendo sus raíces en las aguas vivificantes de la Gracia. Porque no nos engañemos: desde que el pecado original dejó a la naturaleza humana herida y menoscabada, resultará imposible para nosotros, por más esfuerzos que hagamos, alcanzar la normalidad en un clima exclusivamente natural. Tal es el misterio de la Sobrenaturaleza. Gratuita por definición y, por ende, trascendente a cualquier esfuerzo de cualquier criatura, resulta a la postre restauradora de una normalidad que, por creación, debió el hombre alcanzar en virtud de sus facultades naturales. Ese carácter gratuito, por inescrutable designio de Dios, viene así a erigirse, bajo cierto aspecto, como un complemento que perfecciona en modo exclusivo nuestra naturaleza racional. ...
PROLOGO. Las corrientes poéticas y artísticas de nuestra época se han ve¬nido caracterizando por una proliferación desorbitada de propó¬sitos y realizaciones. No es que semejante pluralidad constituya una riqueza digna de loa. Al contrario, lo que se está manifestando allí, es cierto incontenible afán nihilista que tiende a hacer tabla rasa de todo cuanto se haya creado en el pasado y, en especial, de ese privilegio humano por el cual somos cada uno de nosotros una imagen y semejanza de Dios. Este privilegio francamente ennoble¬cedor es nuestra condición espiritual, que nos constituye como una especie de isla dentro del mar del Universo visible, o bien, como la cumbre privilegiada de una alta montaña, y que se proyecta en el orden de nuestras actividades por la voluntad y la razón; en otros palabras, por la facultad intelectiva y por la capacidad de determinarnos a nosotros mismos en la esfera de acciones propia¬mente humanas. ¿Adónde han conducido y en qué han fructifi¬cado estas tendencias tan dispares y tan contradictorias entre sí? Pues a aquello que plasmó ese baturro inmortal que fue Francisco de Goya en uno de sus aguafuertes, que lleva por título El sueño de la razón engendra monstruos. Sí. Goya tenía razón. El sueño de la razón engendra mons¬truos. Nos lo viene diciendo nuestra experiencia cotidiana desde hace muchas décadas. Pero existen dos maneras de hacer soñar a la razón, aunque valdría mejor decir, que se trata de dos fases de un solo y mismo proceso. Estas etapas son: la de desvincularla de su objeto connatural que es la realidad o la verdad, y la de someterla al influjo tiranizante de las potencias inferiores de nuestra personalidad, es decir, el hacerla caer de ese trono benéfico en que la ha establecido Dios con el fin de que vaya orientando y rigiendo todas nuestras restantes facultades y, por lo mismo, el cortar violentamente los vínculos que la unen con la inteligencia infinita que es manantial de toda verdad y de toda existencia. Las corrientes artísticas que espiritualmente pertenecen al mundo moderno, al mundo estético que se ha constituido en el ámbito de nuestra civilización cristiana y occidental revelan un claro e indiscutible ateísmo. Ostentan un humanismo que, lejos de ennoblecer las condiciones típicamente humanas de espiritualidad y racionalidad, las privan de su desarrollo normal, que sólo puede lograr sumergiendo sus raíces en las aguas vivificantes de la Gracia. Porque no nos engañemos: desde que el pecado original dejó a la naturaleza humana herida y menoscabada, resultará imposible para nosotros, por más esfuerzos que hagamos, alcanzar la normalidad en un clima exclusivamente natural. Tal es el misterio de la Sobrenaturaleza. Gratuita por definición y, por ende, trascendente a cualquier esfuerzo de cualquier criatura, resulta a la postre restauradora de una normalidad que, por creación, debió el hombre alcanzar en virtud de sus facultades naturales. Ese carácter gratuito, por inescrutable designio de Dios, viene así a erigirse, bajo cierto aspecto, como un complemento que perfecciona en modo exclusivo nuestra naturaleza racional. ...
Nilda S. Redondo
Conti
yel PRT:
ote de.Hard Cont ye PRT rte ysubwersin,
cies Amina. Enero de 2004
Dito imgresin Nexold Nip
ISBN 887-1082.06.1
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HAROLDO CONTI Y EL PRT: ARTE Y SUBVERSION
Indice Tematico:
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Leon,
Comentarios inicales,
Primera hipéesis,
“aol y ls luck del pueblo,
Euper,
EL Mayo det '68,
Los inlets y el compromiso plc,
1968: Declaracib general de congreso culural de La Habana,
1974: "Compa as Inch del pcb,
A Hacldo Conti,
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Sadest (1962),
Alreddor dea jul (1967),
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Mascaré (1975),
Haroldo Cony el PRT,
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‘Mascaro la evolu de os vagabundos,
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La preeptiva de Cuadernos de Cultura,
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Julio Conia
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Bl sureaismo,
Sarre y mayo de 68,
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‘LePiee Paolo Pasolini:
(Chicos del Arye,
Cos, 1968-197,
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