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Henri Lefebvre

EL DERECHO A LA CIUDAD
' Prólogo de Mario Gaviria

-,---ory

ed iciones península*'*'
lndice

Prólogo .

Advertencia . 15

Industrialización y urbanización: primeras apro-


ximaciones 17
*Ja filosofía y la ciudad 45
Las ciencias parcelarias y la realidad urbana . 55
-.-.Filosofia de la ciudad e ideología urbanística 59
Especificidad de la ciudad: la ciudad y la obra . ó3
Continuidades y discontinuidades . 69
Niveles de realidad y de análisis . 77
Ciudad y campo 87
En las proximidades del punto crítico 91
Sobre la forma urbana . l0s
El análisis espectral 113
El derecho a la ciudad . t23
¿Perspectiva o prospectiva? 141
La realización de la filosofía . 16l
.fesis.sobre la ciudad, lo urbano y el urbanismo . ló5
Prólogo
l.t¡ ctliei(rn ot.iginal Íi¿rncesa fue- publieada pt'r Editions Anthrop<l.;, de París, con
cl tltr¡lo t.e dri.,¡t u la ville. c¡ Editions Antlrropos. l9t'8.
'l rlrluccirin dc .1. Ci<lNzlt-lz - PUFYo {,$ un ui o -ü"'j'

u-r if,;i
.'i '
y critica
La aportación de Hcrll"i Lcfebvre a la teoría
1..:,
1l
a ser apreciada en su justa
clo la viia urbana comienza
El pre-
,r*¿ia" por los estudiost-rs interesados en el tema' impor'
,"ni" fiüto es el trabajo de r:eflexión crítica más aíros' de la
tante desde tu upu.i.iO", hace más de-veinte
tuncionalismo de
Carta de Atenas. S,lp"tu'y desborda el
queda-yl u9-u"-
i'sta; la obsesión opJracional de los.CIAM
de la Car-
;";;;á;, urrti"rruau. Las consecuencias nefastas
i"'t" pá*fben fisicamente en los barrios dormit'¡rios de
iut"gtu"á"s ciudades de todo el mundo' él se de-
Henri Lefebvre,-Lut*itto revisionista' como anterior
fi";, ;; conocido pr:incipalmente porprofundizar
su trabajo
y expo-
iéSg, orientado principalmente a
^ los temas del pensamiento marxtsta
ner que el stalinis-
mo había dejado ;^il;;;bra' El to"c"pto de Aliena-
del fin del
ción, de Totalidad, i" f" forma burocrática' por él sacados
Estaclo, el concepto J"-id"otogía' fueron
a la luz sistemáticla;;"1;' Ahára bien' la de la realidad
reflexión- dia-
léctica en el caso de Lefebvre no se aparta
en ningún -o.rr"rr*. E"a ti"tt'tpre alérta
al peligro de la
50 reali-
*"tofiti*. Hasta -itud d" !9: años Campan'
"rp"""i""i¿" de Socic¡logía Rural: La Vallée de
,u-t*Uujo.
entre otros.
Impulsado por las dificultades de puesta en'.marcha
inte'
Cubierta de Jordi Fornas.
de una praxis marxista en la producción agraria'
Primera edición: julio de 1969. ,..táo por el probl"rnu, no resuelto por los,t"t?l'r^*
extinción de la oposición entre el carn-po la
Segunda edición: octubre de 1973. y, cruoao'
'l'cicera edición: febrero
('uarta edición: junio de l9?8.
de 1975.
el autor realiza trabajos directos sobre la realroaq
propiedad ¿e esia edición (incluidos la traducción y el diseiio de la cubierta)
rural.
de ma-
Según él mismo ha dicho en varias ocasiones'
tldicions 62 sla., Provenqa 278. Barcelona 8.

la vez seria e irónica, poco a poco fue llegando a


Irrtpreso en Lito-Fisan. Jaime Piquet 7. Barcelona. ,r""u-i
-"ott"trtión en'
I)t:p(rsito legal: B. 19495-1918. i" de que la extilrción de las diferencias
I S llN : 84-297-09 I 6-9.
trc lr.¡s campesinos y los habitantes ttrbanos llegaría por c:stiman que el caos urbano es consecuencia de Ia mezcla
dcsaparición de los primeros. clc esas f^unciones. Para que la ciudad ideal estructural-
Bn Ios países buiocráticos de consumo dirigido todc funcionalista sea perfectamente clara, ordenada y com-
parece indicar que tenía razón. Esta realidad le fue lle prcnsible (es decii dominable) los autores de la Carta
vando a interesarse por la vida urbana, por la ciudad, gi rlcciden separar cada uno de los espacios en que se rea-
gantesco laboratorio de la historia (Marx). A ello con- lizan dichás funciones. Ello darla algo que en principio
iribuyó, al azar, la aparición de gas natural en la región a todos'los ciudadanos puede parecer bien hasta que se
cle los Bajos Pirineoi Franceses. Junto al yacimiento de vcn los resultados práctico-sensibles' En una zona se tra-
Lacq la empresa pública decide crear la Ciudad Nueva baja, en otra se habita, en otra se compra, en otra se
de Mourenx; alli se albergará la población laboral reque- apiende y divierte y entre todas ellas se circula constan-
rida por la energía del substlelo. Lefebvre, gue ha nacido tcmente, obsesivamente. La separación de funciones allí
y pasa los veranos a pocos kilómetros de allí, la ve surgir clonde se ha llevado a rajatabla ha llevado a la destruc-
Lntre los pinos de las faldas de la montaña que él cono' ción de la vida urbana. Lo más urbano, la calle, el cuar-
ce palmo a palmo. Durante varios años va constantemen- lo de estar de la ciudad, es odiado por la Carta' La calle
te á observui lu. innovaciones Que aparecen a medida que t:s peligrosa, nociva, multifuncional, tierra de todos y de
se va construyendo y habitando el nuevo Mourenx' Han uuái", áebe desaparecer, dice la Carta' En adelante los ha-
pasado casi ties lusiros y la crítica a la ideología urba' bitanies irán de ningún lado a ningún otro por sendas
.rl.ti.u, a la tecnocracia áe lo urbano, es aquí planteada vcrdes y puritanas, decimos nosotros' La calle muere con
con la máxima aproximación que permite la posesión de la uparicion del bloque abierto y la idea simplist-a de zo'
conceptos extraídos de la tradición metodológica de na unifuncional. A estas conclusiones críticas llega Le-
Marx. febvre en 1959: ha procedido con idas y venidas del con-
A través del análisis crítico de la Carta de Atenas, cepto a la realidad. La desaparición de un elemento de
expuesto en los cursos de Sociología de la Vida Urbana la totalidad, la calle, modifica el sistema urbano' El em-
de la Universidad de Estrasburgo, Lefebvre desmonta al nleo de la dialéctica crltica, de conceptos teóricos, le lle-
final de la década del 50 el andamiaje teórico que justi' va a tesis cada día más aceptadas. Está en eI buen ca-
ficaba los criterios de Planeamiento de las Grandes Urba- mino; otros investigadores van a acompañarle' Asl,- Jane
nizaciones Francesas. La trampa de la Carta está en que Jacobs, trabajando a partir del análisis inductivo de ca-
parte de una definición funcional de las necesidades hu- sos particulaies y concretos de la realidad americana, va
ji"gá"ao u pu.".idu, tesis. Su libro, La vida y muerte de
manas que reduce caricaturalmente la vida' Esta es algo
más que habitar, trabajar, circular, cultivar el cuer-po y lal grandei ciudades,* odiado por los urbanistas en ac-
el espíritu. El análisis funcionalista manifiesta su inca- tivol complementa desde el caso concreto lo que- Lefebvre
pacidad para alcanzar la totalidad. El homo urbanicus nu án.máao desde los conceptos generales y abstractos'
es algo más complejo que cuatro necesidades simplistas, La autora expone un método de investigación: oCuan'
las cuales dejan fuera el deseo, lo lúdico, lo simbólico, lo do se trata de comprender a las ciudades, creo que los
imaginativo, entre otras necesidades por descubrir. Los hábitos de pensamiénto más importantes son los siguien-
deseos ni siquiera se puede pensar en enumerarlos; son tes: a) p"ttiut siempre en estructuras en movimiento' en
ilimitados, surgen a medida que la sociedad desarrolla
las fuerzas productivas. Una vez simplificadas las funcio- * Publicado en el número 7 de esta misma colección'
(Na
nes urbanas, los Arquitectos reunidos en los CIAM ta dcl Editor.)

6
procesos en curso; b) trabajar inductivamente, razonan-
<Se reconoce hoy, en una escala cadavez mayor, que
do de Io particular a Io general, y no al revés; y c) bus-
ciertos ingredientes esenciales faltan en las ciudades ar-
car indicaciones o señales singulares, distintas a la gene-
tificiales. Comparadas con las ciudades antiguas, que han
ralidad y que hagan referencia a muy pocas cantidádes,
ya que ellas nos revelarán las cantidades "promedio" ma-
adquirido la patina de la vida, nuestras tentativas mo-
yores que están efectivamente operando.o Es un pequeño dernas para crear ciudades artificialmente se han tra-
ducido en fracasos totales.,
manifiesto contra el estructuralisrno imperante la ro.
"noficial- Al hablar de artificiales se refiere el autor a ciudades
ciología urbana americana, por una persona que
mente no es ni sociólogo ni urbanista. No obstante, Jane
o barrios nuevos que han sido creados deliberadamente
por arquitectos y urbanistas, o sea, que han sido planea-
Jacobs tiene una insuficiencia metodológica con relación
dos y ejecutados. Refiriéndonos al urbanismo español hay
a Lefebvre, que tal vez viene dada por la presión sociál que pensar principalmente en los barrios periféricos de
que cae sobre los intelectuales americanos: no hacer re-
Ias grandes ciudades; ahí no puede decirse que la Carta
ferencias a Ia estructura política y social americana. Esto
de Atenas se haya aplicado de manera sistemática ni ge-
Io advierte desde las primeras páginas de su libro. Expo- neralizada. Hay muchos proyectos inspirados en ella,
ne Ia inseguridad y el peligro de las grandes ciudaáes pero construidos y ufuncionandoo no pasarán de un cen-
americanas, donde hay zonas en que los habitantes se
tenar de barrios e4 todo el país. La mayor parte de la
sienten angustiados entre desconocidos. Esta dramática expansión del tejido urbano se ha hecho prolongando las
situación tiene una historia, unas causas, pero Jane Ja- calles existentes o bien construyendo sin planeamiento
cobs estima innecesario considerarlas: uEn las motiva- riguroso previo. Por ejemplo, el concepto de barrio y de
ciones de Ia delincuencia y el crimen hay sin duda un unidad de vecindad, etc.. no se aplica oficialmente hasta
sustrato de profundas y complicadas presiones sociales. la l,ey del Suelo en 1958 y el Plan Nacional de la Vi-
En este libro no entraremos a especular sobre estas pro- vienda en 19ó1. La mayoría de las expansiones urbanas
fi,rndas razones...> Durante toclo Ál capítulo e*pondrá un
deian en España la planta baia libre para que sea ocu-
profundo análisis de la calle, cuyos él".rr".rto, y funcio- pada por otrcs usos que la vivienda. Esto, unido a su ele'
nes adecuadamente distribuidos pueden s".u.riir". vada densidad, hace que la mayoría de los barrios nue-
cierta probabilidad la seguridad. En nrr"riru opinión"on Ia r¡os españoles sean multifuncionales y rnás animados que
solución de los problemas sociales por el urbanismo no las grandes urbanizaciones franceses, por eiemplo. Claro
es ni deseable ni posible. La autora publicaba su libro en
está, los problemas que se plantean por la falta de equi-
1961, v siete años después ha sido condenada a un mes
pamientos colectivos y los que se planteará,n por inexis-
de prisión por manifestarse contra la guerra del Viet- tencia de un aparcamiento por vivienda, deberá ser teni-
nam. Probablemente en sus nuevos trabáios Ie será más do en cuenta a la hora de comparar. iQué prefieren los
difícil separar la forma urbana del contenido de las rela_ usuarios? ¿Animación o equipamientos? Ahora bien, las
ciones entre los hombres.
críticas de Lefebvre, Jacobs o Alexandel' se plantean al
En 1965 un estructuralista crítico como el arquitecto verdadero nivel y rigor hoy necesarios, a nivel de la teo-
Christopher Alexandre, publica su premiado e imprescin_ ria pura. Claro está, es difícil encontrar realizaciones cn
dible artículo La ciuclad no es tut drbol. A partir de la el rnundo en que todos los criterios funcional-estructura-
teoría de los c_onjuntos llega a las mismas tesis que Le_ listas hayan sido aplicados. Por esta razón la crítica co-
lebvre y Jane Jacobs. La crítica del urbanis-o mete una cierta reducción a la que hay que añadir el
-od"*o
ha llegado a un punto que expone muy bien Alexandre: factor de que tratándose de ciudacles nuevas, la historia
8
no ha podido todavía plasmarse en Ia forma urbana. No
obstante, hay ejemplos de urbanizaciones en que no fal- ttn conflicto abierto entre Ia sociología empírica y Ia
tan los equipamientos: las New Towns inglesas. las libro Crítica urba-
.sociología crítica. Lefebvre dice, en su
nuevas ciudades de Israel, Sarcelles en Francia (hoy ya tta de la vida cotidiana, "que la capacidad de investiga-
equipada casi enteramente). A pesar de los equipamien- ción del sociólogo está ligada a su capacidad de invención
tos, Ia ausencia de vida urbana es bastante manifiesta. dc hipótesis,. Eso le lleva a valorar la Utopía como fuer-
za primordial para la imaginación racional. A la induc-
Hay un eiemplo de construcción esmerada que es signi-
c'irin y deducción añade Ia transducción, proceso mental
ficativo: la nueva ciudad israelí de Ashdod. Situada a (tue va de lo real (dado) a lo posible (virtual). A este
40 kilómetros al sur de Tel-Aviv, con puerto importante,
aspecto redescubridor de Ia imaginación, Lefebvre añade
con verdaderas zonas industriales funcionando, con ex-
la crítica, actitud bastante ausente de la sociología inte-
celentes playas, con zonas rigurosamente separadas, con
grada. No es posible nningún conocimiento en el cam-
espacios verdes por doquier, con (estructura en árbol", po de las ciencias humanas sin una doble crítica, la de
con todos los elementos que parece requerir una ciudad. la realidad a superar así como la de los conocimientos
La hemos visitado acompañados de mister Perlstein, el adquiridos y de los instrumentos conceptuales del cono-
urbanista que la ha concebido v que la está realizando. cimiento a adquiriro.
Ashdod tiene 10 años de vida física y carece todavía de La aportación de Lefebvre a la crítica del urbanismo
vida urbana. Sus habitantes van a buscarla a la síntesis sc halla, además de en este .libro aquí prologado, en tra-
mundial de Dizenghof Road o a la divertida Alhenbi bajos anteriores sueltos y dispersos. He aquí una recopi-
Street en Tel-Aviv. lación de los más interesantes:
Efectivamente, es mtis fácil construir ciudades que vi-
da urbana. La separación funcional destruye la compleji uRevue FranEaise de Sociologier, Les nour)eaLrx ensenx-
dad de la vida. Alexander concluye:
"En todo objeto or-
ganizado, Ios primeros signos de destrucción
bles. I. 7960.
inminente <Revue Franqaise de Sociologie,r, Utopie experimentale,
son Ia subdivisión extrema y Ia disociación de elementos pour ut7 nouvel urbanisme, París, 19ó1. II. 3.
internos.> nArchitecture d'Aujourd'huio, núm. 132, París, junio 19ó7.
EI trabajo de Lefebvre no se detuvo en la crítica del nCahiers du Centre d'Etudes Socialisteso, núm. 72-73,
funcionalismo. A diferencia de los autores citados, plan- Parfs, septiembre 19ó7.
tea Ia crítica de la ideología urbanística, que encubre una uScience et Avenir>, Une mutation: I'hontme des ttilles,
estrategia de clase. nLa ciudad es la proyección de la so- núm. 19ó, París, mayo 19ó3.
ciedad global sobre el terreno,, dice Lefebvre. Los con- Stt'ucture, Forme, Fonction, Lausana, 1964.
flictos entre clases y las contradicciones múltiples se uUtopie No. 2n (en prensa), La rechet'che interdisci,pli-
plasman en Ia estructura y forma urbana. Este plantea- naire en urbanisme. Ed. Anthropos.
miento es analizado en detalle por Manuel Castells, so- Les journées nationales d'études sur les parcs naturels
ciólogo español, en un artículo sobre bibliografía comen- regionaux. Colloque de Lurs. Documentation Fran-
tada de Sociología Urbana aparecido en la revista <So qaise. París, 1966.Intervenciones diseminadas a lo lar-
ciologie du Travail,,, París, 1957. El escrito, excelente, es go del coloquio.
una pieza fundamental que pone en su justo valor la so- Prefacio al libro de Hauuonr y RavmoN L'habitat pa-
ciología urbana empírica, carente de conceptos riguro- villonnaire, París, 196ó. Centre de Recherches en Ur-
sos y, sobre todo, de hipótesis imaginativas. persiste hoy banisme.
10
11
(:apitulcr VI de su libro Introductit¡n a Ia rnoderttité. É.di' t'it:ndo más compleja una praxis que necesariamente re'
tions du Minuit, París, 19ó2. sulta ambigua,
Iil concépto de oGhetto del Ocion con que Lefebvre
Además existen textos rnuy interesantes cn los últimos ¡rone de manifiesto la especialización funcional del terri-
libros de Henri Lefebvre. La vida urbana es tratada prin' iolio a escala mundial, zonas de turisrno (las ciudades
cipalrnente en: .y urbanizaciones de alta rnontaña y mar), está insuficien-
rcrncnte desarrollado para el lector español. España, en
Position contre les teatocrates. É.d. Gonthier. París, 1967. sus costas, ha generaclo una macroorganización especiali-
I-a vie quotidienne dans Ie ntr¡nde moderne. Ed. Gal- z¿rcla en el ocio europeo. Ello está en contradicción con
Iimard; colección nldéeso, París, 19ó8' la economia urbana española. Mientras hay un nnillón de
i¡partamentos y residerlcia-s secundarias inocupados du'
Estamos realizando la recopilación de todos estos tra- rante diez meses al año, hay varios millones de españo-
bajos dispersos, que será objeto de otro libro y que com- lcs alojados en infraviviendas. Mientras está urbanizada
pletará ciertos aspectos esquemáticamente tocados aquí. (luz, agua, pa,vimentación)
-sin la costa en urbanizaciones ina-
La reflexión Ce Lefebvre está en permanente evolu- .'abables y apenas edificaciones habitadas, las perife'
ción, los conceptos son constantemente sometidos a crí- rias congestionadas de las grandes ciudades españolas,
tica a medida que la base práctico-sensible (ei centralis- habitada; por el proletariado, están sin alcantarillado,
mo urbano, el tejido urbano) evoluciona. ¡ravimentación, esctrelas, etc... Estas y otras contradiccio'
La aplicación, a partir del capítulo I de El capital, de ¡rcs abiertas y conocidas de todos no son recogidas en
l\4arx, de los conceptos de Valor de Uso y de Valor de cste libro; al igual que la nacionalización del suelo, Le'
Cambio a 1o urbano (considerado como una forma identi- I'cbvre, las da por evidentesn no necesitadas de comen'
ficable a Ia mercancÍa) abre un camino ¡nr:y rico a la in' t¿rrio.
vestigación. La segregación urbana considerada como Su preocupación fundamental está a nivel de trans-
proyección sobre el tereno de la división social del tra- formación profunda y total de la vida cotidiana y de la
bajo, muestra la imposibilidad de crear una sociedad lorma y estructura urbana en.,que aquélia se habrá de
integrada por vías del urbanismo. El concepto de obra, desarrollar necesariamente. La población mundial, la es-
la apropiación de la ciudad como obra por el habitante pañola a plazo medio, será en su casi totalidad urbana.
de la urbe, sigue las huellas de Hegel, el imprescindible, llay que pensar que el número de españoles que viven e¡r
que consideraba a la ciudad como obra total, freas urbanas aumenta anualtnente en unos ó00.000. Ello
"la más lleva consigo el uhacer ciudad, cada día. AIgo parecido
bella obra de arte de la historia de la humanidad".
Et. derecho a Ia Ciu.dad expone una reflexión teórica ¿r hacer una ciudad nueva como Valencia cada año. Esto
a partir de Francia, de París, que sirve de laboratorio puede durar quince o veinte años. La teoría y la tecni-
v atalaya de observación al sociólogo francés. Ahora bien, ca urbanística española no están capacitadas para llevar
ia realidad del lector de habla española difiere en algu- a cabo Ia tarea con cierta armonía. El planeamiento ur'
nos aspectos, Ia escasa importancia que se da en el libro bano es aparentemente fácil. Se dice cómo deben ser las
a la Reforma Agraria en relación con la lteforma Urbana ciudades sin haber profundizado en el análisis de cómo
(revolucionaria) no es significativa sino para ciertos paí- son.
ses como Francia. En España o en Hispanoamérica, Re- A nivel de la práctica urhana se agrava la contradic-
forma Agraria y Urbana se plantean sirnultáneamente ha- ción entre las necesidades sociales crecientes que piden

l2 l3
satisfacción en los equipamientos urbanos colectivos y Advertencia
la implantación acelerada de una sociedad burocrática
de consumo dirigido, al menos en las grandes ciudades nl-as grandes cosas hay que callarlas o hablar
españolas. El desarrollo desigual, los desequilibrios de la de ellas con grandeza, es decir, con cinismo e
nación, se agravan; en la mitad sur de España (coexls- inocencia... Tod¿r la belleza, toda la nobleza que
ten> los ghettos turísticos del ocio con el latifundio agra- hemos prestado a las cosas reales o imaginarias,
rio en el que perdura el subdesarrollo y la vida arcaica. las reivindicaré como propiedad y producto del
Estas y otras contradicciones no parece que puedan hombre...,
Fsoenrco NrsrzscHr
ser resueltas por vía burocrática. El derecho a la vivien-
da, el derecho a la naturaleza, el derecho a la vida urba-
na para todos, acabarán siendo inscritos en los Derechos
Humanos. Este escrito tendrá una forma ofensiva, que para al-
Memo GevrRre gunos resultará incluso agresora. ¿Por qué? Porque muy
Cortes (Navarra), agosto 1968 posiblemente todos los lectores tendrán en su mente un
conjunto de ideas sistematizadas o en vías de sistemati-
zación. Todos los lectores, cabe imaginar, estarán bus-
cando, o habrán ya encontrado, un usistemau' El Sistema
cstá de moda, tanto en el pensamiento como en las ter'
minologÍas y el lenguaje. Y, sin embargo, todo sistema
tiende a ensimism¿r la reflexión, a cerrar el horizonte.
Este escrito pretende romper los sistemas, y no para
substituirlos por otro sistema, sino pata abrir el pensa-
nriento y la acción hacia unas determinadas posibilida'
des, de las que mostraremos su horizonte y su ruta. El
pensamiento que tiende a la apertura sostiene bataila con-
tra una forma de reflexión que tiende hacia el forma-
lismo.
El Ilrbanismo está de moda; casi tanto como el sis-
tema. Las cuestiones y reflexiones urbanísticas transcien-
den los círculos de técnicos, especialistas, y de intelec-
tuales que se pretenden vanguardistas. A través de ar-
tículos periodísticos y escritos de alcances y ambiciones
distintas, pasan al dominio público. Simultáneamente, el
urbanismo se transforma en ideología y práctica. Y, sin
cmbargo, las cuestiones relativas a la ciudad y a la reali-
dad urbana no son del todo conocidas. No han tomado
todavía, en el nivel político, la importancia y el sentido
que tienen en el nivel del pensamiento (la ideología) y en
el de la práctica (mostraremos en páginas posteriores
t4 15
funciouamiento y en Industrialización U urbanización:
una estrategia urbana que está ya en
;;;t; EsTe librito tó u" prop-one solamente pasar por Pr¡rneras aProximaciones
el tamiz de Ia "r¡iicu las ideólogías yconsiste
actividades que
en intro'
conciernen al urualismo' Stt objátivo
ducir estos pr"ut"*ur-"" ru conciencia
y pasarlos a los
programas Políticos.
De la situación leórica y prácti'ca' y de los
problemas
Para presentar y exponer la "problemática urbanao
problem¿itica- rJati"ou a la ciudad v a la realidad sc impone un punt; de partida: el proceso de industria-
v
-lap"ír^utrlaáJ"t a" la- vida urbana, para comenzar' adop- li,zacián. Sin lugar a duáas, este proceso es el motor
de
nuna visión de
taremos lo que u"iuno se denoÁinaba las transformacione, de la sociedad desde hace siglo y
caballero andante>. meclio. Distinguiendo entre inductor e inducido' podría-
mos situar cómo inductor al proceso de industrializa'
ción, y enumerar entre los inciucid<¡s a los problemas re-
lativoi al crecimiento y planificación, a las cuestiones
q"; ;;""i"rnen a la ciuáaá y al desarrollo de la realidad
,i.Uutu, y, Por último, a la importancia creciente del ocio
y de las cuestiones referentes a la uculturao'
Le industrialización caracteriza a la ciudad moderna'
Ello no implica irremisit'rlernente los términos de o socie-
áud i.tau.tialn, cuando se pretende definirla' No obstan-
te, aunque entre los efectos inducidos figuren Ia urbani-
zac\ón y la problemática de lo urbano, sin figurar entre
las causas o razones inductoras, hasta tal punto se acen-
túan las preocupaciones que estas palabras evocan que
podríamoi definir como sociedad urbana a la realidad so-
.iul t nuesrro alrededor. Esta definición reproduce un
aspecto de imPortancia caPital.
La industrillización nos ofrece, pues, el punto de par'
tida de la reflexión sobre nuestra época. Y ello porque
la ciudacl preexiste a la industrialización. observación
en sí perogrullesca pero cuyas implicaciones no han si-
do foimuládas plenamente. Las más eminentes creacio-
nes urbanas, lai obras más ohermosaso de la vida ur-
bana (nhermosas>, decimos, porque son obras, rnás que
'industriali
productos), datan cle épocas ante¡iores a la
zación. I{ubo, en efecto, la ciudad orientai (vinculada al
rnodo cle producción asiático), la ciudad antigua (griega
y romana, vinculada a la posesión de esclavos), y más
IICS 44
17
t6
tarde la ciudad medieval (en una situación compleja: in- Rcalidad compleja, cs decir, contradictoria. Las ciu.
sertada en relaciones feudales, pero en lucha contra el d¡rtlcs medievales, en la. época
feudalismo de la tierra). La ciudad oriental y la antigua
á" ,r, apogeo, centralizan
lu los grandes diiigentes úp;;á;;;ü
fueron esencialmente políticas; la ciudad medieval, sin 'iqueza;
rncnte gran parte de estas riquezas"mpll"ñ
perder el carácter político, fue principalmente comercial, en la ciudid que do-
¡¡¡i¡lan. Al mismo tiempo, el cápitalismo comercial
artesana, bancaria. Supo integrar a los mercaderes, hasta y ban-
r'¡¡r'io ha convertido, ya para enton"er, en móvil
entonces casi nómadas, y relegados del seno de la ciudad. (¡tcza, y ha constituido circuitos de a la ri-
cambio, ,"a". q"u
Con los inicios de la industrialización, cuando nace ¡rr":r'rniten la transmisión del dinero. Cuando esta a piru
el capitalismo concurrencial, con la aparición de una lo. dc entrar-en juego la industrialización
con el ;¿J;-
burguesla específicamente industrial, la ciudad tiene ya ¡¡.¡inio de la burguesÍa especifica (los <empresarioso),
una pujante realidad. En la Europa occidental, tras la ca- la
lit¡ucza ha cesado-de ser principalmente inmobiliaria.
si desaparición de las ciudades antiguas a lo largo de la La
¡x'oducción agrÍcola no ei doninante, como no lo es la
descomposición de la romanidad, la ciodad recupera su r¡r¡¡robiliaria. Las tierras escapan a los f""áuI",
empuje. Los mercaderes, más o menos errantes, eligieron ,\¿rr a manos de capitalistas urbanos ;;r; *
para centro de sus actividades lo que subsistía de los enrique"ie;r- i;
cl comercio, la banca, la usura. A consecuencia de eito,
antiguos núcleos urbanos. Inversamente, puede suponer- lu a5esisd¿du en su conjunto, que comprends lu
se que estos núcleos degradados cumplierofl la función cl campo y Ias instituciónes qui reglamentan las relacio_ "i"duá,
de activantes en lo que restaba de economía de trueque, r¡cs ambos, tiende a constituise como retículo d,e
sostenida por mercaderes ambulantes. En detrimento de -entre
riudade,s, con una cierh división del trabajo (té""i;;,
los feudales, las Ciudades, a partir del creciente exceden- t'i'l y políticamente) entre estas ciuda¿ei ;
te de la agricultura, acumulan riquezas: objetos, tesoros, "om""üd*
l)or carreteras, vías fluviales y marítimas, relaciones
capitale5 virtuales. Nos encontramos, pues, en estos cen- cG.
¡¡rcrciales y bancarias. cabe imaginar que ra
tros urbanos, con una gran riqueza monetaria, obtenida division áel
trabajo entre las ciudades ,ro ,"iíu t" Uarta"te p"j;r;;
mediante la usura y el comercio. En ellos, el artesanado, como para determinar asociaciones-
una producción muy distinta de la agricultura, prospera. 't.¡'sciente
.y poner fin a ri'alidades y competencias. un sistema "rtubl",
Las ciudades apoyan a las comunidades campesinas y a lrano.tal -uo llegó a instauiarse. Sobre la base
ur-
la franquicia de los campesinos, sin vacilar, por otra par- ,r."rr"ioou¿u
sc c^rigió el estado, poder centralizado.
te, en sacar provecho a su favor. Son, en resumen, cen- y cfecto de es_ra particular centralidad,Una ci"¿ud,ta"ra
tros de vida social y política donde se acumulan no sólo irupone sobre las otras: la capital.
ú dei;;a;;-;;
riquezas, sino conoclmientos, técnicas y obras (obras de Semejante proceso se desarrolla muy diferentemente
arte, monumentos). Este tipo de ciudad es en sí misma
y et país dá H""aÁ, r"j.-
obra y esta característica contrasta con la orientación :i1_I^,"l¡1_tl"ryiul.Fr.u":ia
tcrra, .España.pa-Ciudad predomina pero sin embaieo
irreverqible al dinero, al comercio, al cambio, a los pra no es ya, como dn la Antigüedad,
dacfos.\p,n efecto, la obra es valor de uso y el producto,
podrá_
rurs distinguir pues tres términos:"ciudad_estadoo.
socieda¿, grtu¿o, ói,r-
valor de cambio. p,l uso de la ciudad, es decir, de las tlad. En este sistema urbano, cada ciudad ti";;;;;;
'calles y plazas, los edificios y monumentos, es la Fiesta
tituirse en sistema ensimismado, cerrado,
(que consume de modo improductivo riquezas enorrnes,
en objetos y dinero, sin otra ventaja que la del placer y el
".rrpfo.. i"
ciudad consgrva un carácter orgánico a" óo*"rfi¿uJ'o.,]
lc viene del pueblo: I que se tráduce ü;E;;;"T;;
prestígio/a corporativptla vida comunitaria (que "; comport¿ asam-
l8
19
lc In or*"nización corporativa, que paraliza las iniciati-
bleas generales y parciales) en nada impide las luchas
de
"ei-"onttuiió. ms violentos contrastes entre rique' v¡rs del capitalismo bancario y comercial. La organiza-
;1.*" gremial no reglamenta solamente un oficio. Cada
poderosos y oprimidos'
á-" oá¿"t, los conflictos entreCiudad t'i<'rn
ni Ia contribución organización grerniai entra cn un sistema orgánico, el
; iññ ni la afección a la
En el marco urbano' las sistcma gremial reglgmenta la repartición de actas y ac;
;;ü-;h belleza de la obra"
lividades eq$ esoacio urbano (calle y barrios) y el tiern,
ilh;; áe-fa"ciones, gmpos y clases refuerzan el senti- ¡ro urbanó'(horarios, fiestas). Este coniunto tiende a fi
mientodepertenencia.Losenfrentamientospolíticos.en" iarse en uná estnrctura inmutable. De ahí resulta que
tre el minuta popolo, el popolo grasso' Ia aristocracia u l;r industrialización supone la ruptura de este sistema
otlgutqt iu, tienen la Ciudad como terreno, como empeño' rrrbano. La industrialización implica la desestructura.
Esios g*pot rivalizan en amor a su ciudad' Los que cirin de las estructuras establecidas. Los historiadores
poseen-riqueza y poder, pol ju parte, se sienten conti' (<lcsde Marx) han puesto en evidencia el carácter estan.
nuamente amenarádos. Justifican su privilegio ante la r'o de los gremios, Queda quizá por demostrar la tenden-
mediante suntuosos dispendios de su fortu'
"."r""1á"¿ cia de todo ei sisterna urbano a una especie de cristali
,r"i á¿ifi"lor, fundaciones, palacios, embellecimjentos, znción y fi.iación. Allá donde este sistema se consolidó,
ii"rtrr. C."riene subrayar esta pararloja, este hecho fue. his.
frubo un retraso del capitalismo y la industriaiización: en
il.it" -"f esclarecido: las sociedadesobras' Ilfás tarde, la
muy opresivas
Alemania, en ltalia, Retraso cargado de consecuencias.
iá" r""u creadoras y rnuy ricas en Hav pues una cierta discontinuidad entre Ia naciente
de productos reemplazó la producción - de
"r"4""!"i0" iuclustria y sus condiciones históricas" No se trata ni de
;b;r- ; rehciones sociales afectas a estas obras, sobre l¡¡s mismas cosas ni de los mismos hombres. La extensión
to$ ; la ciudad. cuaúdo la explotación reemplaza a la
, onresión. la capacidad creadora desaparece. I-a nociÓn nrodisiosa de los intercambios, de la economía moneta-
ria, de Ia producción de mercancías, del umundo de Ia
'ro'i.*u de ucreación> se paraliza o degenera, miniaturi-
el .hacero y 1á oc.reatividad' (el uhágalo Vd.,' rnercancíao que resultaría de la industrialización, impli-
'r.t'
\,
\ en (:A una radical mutación. El tránsito del capitalismo co-
"¿"J"u"
.;-r J;, "i".¡ gtto upo.tu argumentos para aptrntalar esta
y ta reatidad urbana son revelodoras de rnercial y bancario, así como el de la producción artesa-
I il;-"rrtt¡udad nal a la producción industrial y al capitalismo compe-
;;l;; d" uso. El t¡alor de cambio,la generalización de,lu
i"r""i"i" por obru de Ia industrialización, tiendenurbano'a des' titivo, viene acompañado de una crisis gigantesca que
la ciudad y la realidad Ira sido bien estudiada por los historiadores, salvo qui-
truir, subordindndosela, zás en lo relativo a Ia Ciudad v al
r"togiot del valor de usó, gé¡menes de un predonúnio La industria naciente tiende a "sistema
urbanor.
virtual v de una revalorización del uso. implantarse fuera de
I-a ia;iór. de estos conflictos específicos se ejerce en las ciudades. lo cual no constituve, por lo demás, una ley
el sistema urbano que pretendemos analizat entre el absoluta: ninguna ley es completamente general y ab-
u"lo, de uso y el vaior de cambio¡ entre Ia movilización s<¡luta. Esta implantación de empresas industriales, en
rrn principio esporádicas v dispersas, depenclió de múlti-
de la riqueza (en dinero, en papel) y la inversión impro'
á""tiu" in la ciudad, entre la acumulación de capital y ¡rles circunstancias, locales, regionales y nacionales. por
su derroche en fiestas, entre la extensión del territorio ciemplo, la imprenta, al parecer, ha pasado de manera
lrelativamente continúa, en el marco urbano, del estadio
dominado y las exigencias de una organización severa
artesanal al empresarial. Lo contrario ocurre con las ac-
áe este teintorio que contorna la ciudad dominadora'
Esta ultima se protege contra toda eventualidad median tividades textíIes, rninero-extractívas, y metalúrgicas. La

20 ?l
industria naciente se instala cerca de las fuentes de ener' rlo como (conurbaciónu). rnteresarfa considerar más am-
gfa (rfos, bosques, más tarde carbón), de los medios de plinmente el deterioro de la centralidad y del carácter
iransporte (rlós y canales, más tarde ferrocarriles), de rrrhano en estas ciudades.
Ias materias primas (minerales), de las reservas de mano EI proceso nos aparece ahora, para el análisis, en toda
de obra (el artesanado campesino, los tejedores y herre- xtr complejidad, complejidad que el término rindustria-
ros, proporcionan una mano de obra ya cualificada)' liznciónn apenas revela. Esta óomplejidad se manifiesta
Estas circunstancias permiten aún en la actualidad, e¡t cuanto se cesa de pensar, por una parte, a partir de
en Francia, la existencia de numerosos centros textiles t'rrtegorías de,empresa y, por otra, a pirtir de cifras glo-
(valles normandos, valles de los Vosgos, etc') que so- b¡rlcs de producción (tantas toneladas de carbón, d" ice-
breviven a veces difícilmente. ¿,rcaso no resulta notable rtr), s5 decir en cuanto la, reflexión distingue inductor de
gue una parte de la metalurgia pesada esté establecida lnclucido, al observar Ia importancia de los fenómenos
en el valle del Mosela. entre dos antiguas ciudades' Nan' lnclucidos y su interacción con los inductores.
cy y Metz, los únicos verdaderos centros urbanos de puede prescindir de Iá ciudad antigua
. \" -industriaprecapitalista),
esta región industrial? (preindustrial, pero, para ello, debe colis-
Las ciudades antiguas son, al mismo tiempo, mer- lituir aglomeraciones en las que el carácter urbano se
cados, fuentes de capital disponible, centros donde se rlcteriora. ¿No es quizá éste el caro de Estados Unidos
gestionan estos capitáles (bancos), residencias de los di y América del Norte, donde las uciudadeso en el sentido
iigentes económicós y poiíticos, reservas de mano de (lue se da a_ e-sta palabra en Francia y Europa son poco
obra (es decir, los centros donde puede subsistir ese numerosas (Nueva york, Montrea.l, San Francisco)? Sin
uejército de reserva del proletariadon, como dice Marx, embarg,o, donde un retículo de antiguas ciudades pre-
que presiona sobre los salarios Y permite el incremento existe, la industria lo toma al asalto. Se apodera del re
áe la plusvalía). Además, la Ciudad, como el taller, per' tfculo, lo remodela de acuerdo con sus necesidades. Asi_
mite la concentración de los medios de producción (úti' rnismo, ataca a la Ciudad (a cada ciudad), le presenta
les, materias primas, mano de obra) sobre un limitado t'ombate, la toma, la arrasa. Adueñándose' de ios anti-
espacio. guos núcleos, tiende a romperla. Ello no impide Ia
ex-
Como la implantación fuera de las ciudades no re- tcnsión del fenómeno urbano: ciudades y aglomeracio-
sultara satisfacioria para los nempresariosn, la indus- ncs, ciudades obreras, barrios periféricos (cJn el apén-
tria, cuando le es factible, se acerca a los centros ur' rlice de suburbios allá donde Ii industrialización no al-
banos. fnversamente, la ciudad anterior a la industria' c.anza a ocupar y fijar la mano de obra disponible).
lización acelera el proceso, sobre todo en cuanto per- Nos encontramos ante un doble proceso, o, si se pre_
mite el rápido incremento de la productividad. La Ciu- ficne, ante un proceso con dos urpe"ios, indusírializaóión
dad ha desempeñado, pues, un importante papel en el y urbanización, crecimiento y deiarrollo, producción
eco.
take off (Rostow), es decir, en el despegue de la indus- nómica y vida social. [,os dos (aspectosD d" ert" proceso
tria. Las concentraciones urbanas han acompañado las son inseparables, tienen unidad, pero sin embárgo el
concentraciones de capitales en el sentido de Marx. A par- proceso es conflictivo. Históricamente, entre la ."Jidad
tir de entonces, la industria produciría sus propios cen- rrrbana y Ia realidad industrial hay un vicylento
tros urbanos, es decir, ciudades y aglomeraciones indus- FI proceso adquiere,- por su puit", una complejiáad "froq"".
triales ora pequeñas (Le Creusot), ora medianas (Saint' tanto mayor de aprehender cuanto que la indusiriali-
Etienne), en ocasiones gigantescas (El Rhur, considera- zación no sólo produce empresas (obreros y jefes
ae em-
I
22 23
I
y finan- rl;r una masiva extensión de la ciudad y la urbanización
presa) sino oficinas diversas' centros bancarios (cn cl sentido amplio del término) con poca industiali
cietos, técnicos Y Políticos'
-';;"';;;;"dialéctico z;¡<:ión. E,se seria el caso de Toulouse. E,se es el caso ge-
dista de ser esclarecido v' pa-
hoy pro' rrcral de las ciudades de América del Sur y Africa, cer'
,AJu*""te, dista de estar terminado' Todavía cnclas por un contorno de suburbios. En estas regiones
voca situaciones .,problemáticas>' Aquí nos contenta-
v nafses, las estructuras aqrarias antiguas se disuelven
mos con citar algunos ejemplos' En, Venecia' la
poora-
v los campesinos desposeídos o arruinados huyen a las
;l¿; ;;;"; abanJona ta ciuáad por la aglom.eración.in- cir¡clades en busca de trabaio y subsistencia. Estos cam-
dustrial (Mestre), que, sobre el continente' la cluplrca' ¡rt'sinos proceden de sistemas de explotación destinados
Esta ciudad entre üs'ciudades, una de las más hermo- ¡r <lesanarecer por el iuego de los pr.ecios mundiales, que
,u, q.r" las épocas preindustriales ¡os han legado-'-"-'t1á debido ¡k:pende estrechamente de los países y <polos de cre-
amenazada no tantá por el deterioro material t'imiento> industriales. Estos fenómenos deponden a su
cuanto por- el
al mar -¿"o al hundimiento del terreno vcr. de la industrialización.
J*oáo los habitantes' En Atenas, una industrializa-
En la actualidad, pues, se agudiza un proceso indu-
ción relati',ru*"rrt"- "ásiáerable ha airaído a lacampesi-
capital
a los cido oue cabe denominar uimplosión-explosiónu de la
;lr^h;titantes de ciudades pequeñas, ciudad. El fenómeno urbano cubre una gran oarte del
nos. La Atenas modema no tiene nada en común
con
desmesurada- tcrritorio en los grandes países industriales. Cruza ale'
la ciudad untiguu, rlc"bierta, absorbida' (ágora' acro-' rrcmente las fronteras nacionales: la Meealópolis de la
mente extendidá. Los monumentos y lugares lirrrotla Cel Norte se extiende desde el Ruhr hasta el mar,
solo
polis) que permiten reencontrar la ciudad antlgua y r: incluso hasta las ciudades inglesas y desde la región
estética con'
representan ya un lugar de- peregrinación parisina a los países escandinavos. Este territorio está
sumo turístico. y, .in "mbutgo, el núcleo org4nizativo cr¡ntenido en un teiido urbano cada vez más tupido, aun-
de ba'
de la ciudad continú?-t'y p"á"'oso' Su contorno (lue no faltan diferenciaciones locales ni un conside-
rrios recientes y semisubuibios, poblados de personas
r'¡rble srado de división (técnica v social) del trabaio en
;;:;ñ;;r-y d"tooganiza-das, le confiere un poder ex'
per- lrrs regiones, conglomeraciones v ciudades. Al mismo tiem-
orUit^ttté. La giganteña aglomeración casi informe peo- lro, dentro de esta malla e incluso fuera, las concentra-
*itu'á io. por&-dor", de lós centros de decisión las
ciones urbanas s,e hacen gigantescas; la población se aba-
;;;p.*u. politi"ut, sobre todo porqu-- la eco¡omía de
rrota alcanzando densidades inquietantes (por unidad
!ri" párt deplnde estrechamente de este circuito: po'r
espe-
este ,le superficie o de habitación). Al mismo tiempo, tam-
;;l;"í¿; inmobiliaria, ucreación" de capitales
capitales en la construcción' bir5n, muchos núc,leos urbanos antiguos se deterioran, es-
sistema, inversión de estos
Es éste un circuito frágil que.en tallan. I-os habitantes se desplazan hacia lejanas uerife-
f-mi slcesivamente puede romperse.y que define ,yl riars, residenciales o productivas. En los centros urbanos,
óualquier instante ':!-: las oficinas reemplazan a las viviendas. A veces (en los
de uibanización sin industrialización, o con débll rnous-
Iistados Unidos) estos centros son abandonados a .,los po-
trialización pero con una rápida extensión de la aglome- jnmue- y pasan a conve,rtirse en ghettos para los desafor-
ración y la especulación, so6re los terrenos los
y bresu,
lunados. A veces, por el contrario, las personas de me-
bles. El circuito mantiene, así, una prosperidad ficticia'
Bt ftutt"iu, podríarnos citar numerosas ciudades que le- .ior situación conservan fuertes posiciones en el cora-
zón de la ciudad (alrededor de Central Park, en Nueva
cientemente han q""aua" sumergidas por la industriali-
York; en Maráis, en París).
zación: Grenoble, Dunkerque, etc' En otros ejemplos se
25
24
Examinemos ahora el teiido urbano' Esta metáfora los nservicios>. Entre los elementos del sistema de va-
no es lo bastante clara. Más que un tejido desplega- Iores, citaremos el ocio a Ia manera urbana (bailes, can-
do sobre el territorio, estas palabras designan una cier- c'iones), las costumbres, la adopción rápida de las mo-
i" ptotit"."ción biológica y una especie de red de mallas clas. Y también, las preocupaciones por la seguridad, las
desiguales que deja escapar a sectores más o menos cxigencias de previsión relativas al porvenir; en resumen,
exteisos; aláeas o"pueblos, regiones enteras' Si estudia' una racionalidad difundida por la ciudad' Generalmen-
mos los fenómenos a partir de la perspectiva del cam' lc, la juventud, un grupo de edad, contribuye activamen-
po y de las antiguas estructur,as agrarias, podremos ana- lcr a esta rápida asimilación de cosas y representaciones
iir". ,r' movimiénto general de concentración: de la po- vcnidas de la ciudad. Trivialidades sociológicas, si se
y pequeñas o grandes ciu- <¡uiere, pero que conviene recordar para mostrar sus im-
üi""i¿" en los burgoJ en las
dades, de la propiedad-y de la explotación, de la organi- ¡rlicaciones. Entre las mallas del tejido urbano, persis'
zación de transportes á intercambios comerciales' etc' tcn islotes e islas de ruralidad npuran, territorios a me-
Ello aboca a un tiempo al despoblamiento v a la pérdida nrldo pobres (no siempre), poblados de campesinos de
cdad, omal adaptadosn, despojados de todo lo que cons-
de lo caracterfstico óampesino en los pueblos' que con-
tinúan siendo rurales, perdiendo lo que constituyó la tituyó la nobleza de la vida campesina en las épocas de
antigua vida campesina: artesanado, pequeño comercio la más grande miseria y opresión. La relación nurbani-
clad-ruralidadu, no desaparece por tanto; por el contra-
locai. Los antiguos (modos de vidao se pierd-en-en el fol-
klore. Si analizamos el fenómeno a partir de'las ciuda- rio: se intensifica. Ello ocurre incluso en los palses más
industrializados. Esta relación interfiere con otras re-
d"r, ," observa la extensión no sólo de periferias densa- presentaciones y otras relaciones reales: ciudad y cam-
,rr"ttt" pobladas sino de retículos (bancarios, comercia- po, naturaleza y ficticidad, etc. Aquí y allá las tensiones
les e industriales) v de lugares de habitación (residencias
sc convierten en conflicto, los conflictos latentes se agu-
secundarias, espacios y lugares de ocio, gtc')'
dizan; aparece entonces a plena luz lo que se ocultaba
Et tejido urbano púede distinguirse utilizando el con- bajo el "tejido urbano,.
cepto dé ecosistema) unidad coherente constituida alre-
de'dor de una o varias ciudades, antiguas o recientes.
Por otra parte, los núcleos urbanos no desaparecen,
roldos por el tejido invasor o integrados a su trafna.
Pero esta descripción corre el riesgo de deiar al margen
no Estos núcleos resisten, transformándose. Continúan sien'
r lo esencial. Eñ efect<i; el interes del 'tejido-urbánoo omanerh do centros de vida urbana intensa (en París, el Barrio La-
L
"" ;; ñi;; ;; Lorfología. Es el armazón de una
tino). Las cualidades estétiaas de estos núcleos antiguos
jde viviro más o menos-intensa o desagradada: la sociedad
desempeñan un importante papel en su mantenimiento.
i urbana.r-Sobre Ia base económica del ntejido urbanoo
*riparer$n fenómenos de otro orden, de otro nivel, de No solamente contienen monumentos, sedes de institu-
-el ciones, sino espacios adecuados para fiesta5, desfiles, pa-t
la vida social y ocultural,,. La sociedad y la vida urbana,
seos, esparcimientog,*JEl"núcléo"urbano pasa a ser asíi
conducidas por el tejido urbano, penetran en el -campo' productE'clé óoiilumo de alta calidad para los extranjeros,{
Semejante manera de vivir implica sistemas de fines
turistas, gentes venidas de la periferia, suburbanos. Sc'i
y sistlmas de valores. Los elementos más conocidos del brevive gracias a egla doble función; lugar de consumo y:
,irt"-u urbano de fines son el agua, !a electricidad, el consumq de lugar.'iDe este modo, los antiguos centros en'
gas (butano en el campo), acompañad". 991- coche, la
tran más ióncretaiilente en el cambio y el valor de cam-
ielevisión, los utensilios de plástico, el mobiliari,o nmo-
bio sin perder valor de uso en razón de los espacios ofre-
derrlou, lo que implica nuevas exigencias en lo relativo a
27
26
l¡r ciudad antigua (preindustrial, precapitalista), pero
ciclcs a actividades específicas. Fasan a ser centros de ('rt curso de transformación y de nueva elaboración. En
consurno. El resurgirniento arqüitectónico y urbanístico f ir práctica, el núcleo urbano (parte esencial de la imagen
del cmtro comerciai sólo da uná versión mustia y mutila- y cl concepto de la ciudad) se 'resquebraja, y, sin embar-
áa de lo que fue el núcleo de la ciudad antigua, .a la vez go, se mantiene; desbordado, a menudo deteriorado, a
comercial, religioso, intelectual, político, económico
(pro
vcccs en descomposición, el núcleo urbano no ciesapare-
ductivo). La náción la y imagen del centro comercial se
t'c. Si alguien proclarna su fin y reabsorción en la malla,
remontan en realidad a la Edad Media' El centro corner-
llcl'cnderá un postulado y una afirmación sin pruebas.
cial corresponde a la pequeña v mediana ciudad medie- Asinrismo, si alguien proclama la urgencia de una resti-
r"i. p".. hoy, el valoi de cambio se impone hasta tal
trrción o reconstitución de los núcleos urbanos, continua-
punto sobre el uso "Estay el valor de uso que poco a poc-o su-
r h sosteniendo un postulado y una af;rmación sincera,
pues, nada de
i.l*" este último. que noción no tlene, a nuestra época' a ¡rueva y bien definida, a la manera que el pueblo dejó na-
áriginal. La creación corresponde ccr la ciudad" Y, sin embargo, su reino parece acabar,
sus"tendencias, a su horizonte (amenazador), ¿es otra cos-a
-oi" centro, que reúne- la ¿r no ser que se afirme aún más fuertemente como centro
centro de decisiones? Este tlc poder"..
"l
io.L""i¿" v la información, las capacidades de organiza-
Hasta ahora hemos mostrado el asalto de la industria-
ción y de decisiones institucionales, aparece ."o1"-tl Pt:: lit,ación a la ciudad, y hemos esbozado un cuadro dramá-
la
vecto en vías de realización de una nueva c€ntralrdad' tico de este proceso, considerado globalmente. Esta tenta-
d,el poder. Conviene que concedam-os tra mayor atención
a
justifica' tiva de análisis podría dejar creer que nos encontramos
y a la práctica que denota y ;lute un proceso natural, sin intenciones, sin voluntades
"r-r"'-n""pto,
Nos encontramos pues, en realidad' ante varios térmi- l)cro, aunque algo hay de esto, una visién así quedaría
nos (al menos tres) en complejas relaciones' detinibles l¡'uncada. En un proceso semejante, intervienen activa-
por oposiciones de término a término, pero no ^F:lio:: rncnte, voluntariamente, clases o fracciones de ciases diri-
(la
po, oposiciones. Tenemos mralidad y urbanrd-ad qcntes que poseen el capital (los medios de producción) y
"ituu
lociedad uibana)' Tenemos ei teiido urbano' conductor
controlan no solamente el empleo económico del capital
áe esta urbanidad, v la centralidad, antigua, renovada-o .y las inversiones productivas sino la sociedad entera,
nueva. De ahí una inquietante problemática' sobre todo nrcdiante el empleo de una parte de las riquezas produ-
a una síntesis' de
*"náo t" pretende pát"t del análi,sis(normativon)' t'idas en la ucultura>, el arte, el conocimi.ento, la ideolo-
las experiencias a un proyecto (a lo ¿Es
gía. Al lado de los grupos sociales dominantes (clases o
proii-
nrecisó (pero, ¿qué siinifica este térrnino?) dejan lracciones de clases), o mejor aún, frente a éstos, está la
ferar espontáneamente al tejido? ¿Conviene capturar es- clase obrera: el proietariado, también él dividido en es-
ta fuerza, orientar esta vida extraña, salvaje v ficticia a lratos, en grupos parciales, en tendencias diversas, según
\a vez? ¿Cómo fortificar los centros? ¿Es útil? ¿Es ne- las ramas de industri.a, las tradiciones locales y nacio-
cesario? Y, ¿oué centros, qué centralidad? ¿Qué hacer fi- llales.
nalmente de las islas de ruralidad? A mediados del siglo xrx, la situación es, en París,
De este modo se entrevé, a través de los problemas aproximadaffrente la siguiente: la btrrguesía dirigente, cla-
bien diferenciados y de la problemática de conjunto, /a se no homogénea, ha conquistado la capital de la lucha
irisis de Ía ciud.ad. Crisis teórica y práctica. En la teoría, de alto nivel. Como testimonio, aparecen todavía hoy
el concepto de la ciudad (de la realidad urbana) se com- de rnanera sensible, el Marais: barrio aristocrático an-
po.t" á"'n"chos, representaciones e imágenes tomadas de
29
28
a la tendencia de la capital ¡religro que las jornadas de junio de 1848 evidenciaron,
r"es de la revolución (pese
'áerivar y (luc sería confirmado por la Comuna. Se elabora, pues
v ¿" It gente rica a hacia el oeste)' barrio de
El tercer estado, en al' vnir cstrategia de clase, que apunta a la remodelación de
iurii"", i residencias particulares.
período balzaquidno lrr ciudad, prescindiendo de su realidad, de su vida propia.
durante
;;""t ¡J."nas de añds, cierto número el
un de magníficas l,ir vida de París adquiere su mayor intensidad entre
:;^ñ"¿;. Jel barrio;
pof talleres' lfl48 y Haussmann: no la .,vida, parisinao, sino la vida
resiáencias desaparecen; otras, son ocupadas
r¡¡'bana de la capital. Entonces entra en la literatura, en
tiendas; los paiques y jardines son reemplazados por
ir poesía, con una pujanza y unas dimensiones gigantes-
casas de vecindad, comercios y almacenes, y empresas'
f

y t ts. Luego, terminará. La vida urbana supone encuentros,


ia flat¿aa burguesa, la avidez por ventajas visibles lugar lr¡¡rfrontaciones de diferencias, conocimiento y reconoci-
t*iUt", en las "áU"r se instalan en poco tiempo en de ttticnto recíprocos (lo que se incluye dentro del enfren-
ffl;b"lüzi y del lujo aristocrático-' Sobre los muros l¡r¡nicnto ideológico y político), maneras de vivir, pat-
fufurui. pueden leerse las luchas de clases y el o-dio entre /r'nrs que coexisten en la Ciudad. A lo laigo del siglo xrx,
clases, ia mezquindad victoriosa' Sería imposible hacer lrr democracia de origen campesino cuya ideología ani-
más perceptiblé esta paradoja de la historia, que en -par' r¡¡Ó a los revolucionarios, hubiera podido transformarse
te esiapa u n¡ut*. Lá burguesía progresista, tomando a c¡r democracia urbana. Este fue, y continúa siendo para
,t., el crecimiento económico, dotada de instrumen- l¡r historia, uno de los sentidos de la Comuna. Como la
"t"ntu
tos ideológicos aptos para este crecimiento racional que rlcrnocracia urbana amenazaba los privilegios de la nue-
va hacia li demoóraciá y reemplaza la opresión por -la
la-ex-
va clase dominante, ésta irnpidió su nacimiento. ¿De qué
plotación, no crea ya cuanto clasq reemplaza obra
"tt rrrirnera? Expulsando del centro urbano y de la ciudad
el sentido de la obra'
ior Lf práducto. Qúienes conservan ruisma al proletariado, destruyendo la uurbanidado.
novelistas y pintores, se consideran y so Primer acto. El barón Haussmann, hombre de este
"o-p.üdidos
sienien uno burgue5g5'. En lo que respecta, a los opreso- l'lstado bonapartista que se erige por encima de la socie,
,"r, u los amos áe sociedades anteriores a la democracia rltrd para tratarla cínicamente como botín (y no sola-
buiguesa reyes, señores- y- emperadores-' r¡¡ente como empeño de las luchas por el poder), reem-
-prÍncipes,
eilol sl tuvieron ei sentido de gusto de la obra, en pa-rti- ¡rlaza las calles tortuosas pero vitales por largas aveni-
cular en el campo arquitectónico y urbanlstico' I-a obra rlls, los barrios sórdidos pero animados por barrios abur-
responde más al valoi de uso que al valor de cambio' grresados. Si abre bulevares, si modela espacios vacíos, no
bespués de 1848 la burguesia francesa, sólidamente Io hace por la belleza de las perspectivas, sino para (cu-
asentaáa en la ciudad (París), posee en ella sus medios de lrrir París con las ametralladoraso (Benjamin péret). El
acción, bancos en el Estado, y no solamente residencias' t úlcbre barón no disimula sus intenciones. Más tarde, se
Pero la burguesía se ve cercada por la clase obrera' Los irgladecerá a Haussmann el haber abierto parís a la cir-
-acuden,
campesinos se instalan alrededor de las ubarre' ctrlación. Pero no eran estos los fines y objetivos.del
.rr,n, lu, puertas, la periferia inmediata. Antiguos obre- uurbanismoo haussmanniano. Los espacios libres tienen
ros (de los oficios artesanos) y nuevos proletarios pene- rr¡r sentido: proclaman a voz en grito la gloria y el po-
tran hasta el corazón de la ciudad, habitan en ínfimos tlcrío del estado que los modela, la violencia que en ellos
alojamientos, pero también en casas de vecindad, en las
¡lucde esperarse. Más tarde, se operan transvases hacia
q,ré lor pisos lnferiores son ocupados por gente-de po' otras finalidades que justifican de una manera distinta
sición holgada, y los superiores por obieros. En este los ajustes en la vida urbana. Debe advertirse que Hauss-
..desordenJ' los obreros arnenazan a los ya instalados,
.\ -, ¡-r ." 4 ioJ

t,i tl !' .k- r 3l


30 u"E
que rrrralr. La estrategia no ha orientado en menor medida
mann no ha alcanzado su objetivo. uno de los logros cstc proceso.
;i;;;" t" sentido a ia Comuna de París (1871)-fue el re'
obreros re- I|strategia de clases tipica, pero, ¿significa esto una
;;;;; ñt la fuerza al centro urbano de los reconquista srrccsión de actos concertados, planificados, con un solo
chazad'os a los arrabales y la periferia' su
objetivo? No. El carácter de clase aparece especialmen-
¿e ta Ciudad, ese bien entre lós bienes, ese valor' esa tc profundo, sobre todo, porque varias acciones concer_
obra que les habla sido arrebatada' lrrdas, alnque polarizadas sobre varios objetivos, han
Seiundo acto. El objetivo estratégico sería alcanza' rcnvergido hacia un resultado final. For descontado, to-
d. ;;?;;á muttiobra mucho más extensa y de-resulta" (los esos notables no se proponían abrir una vía a la
dos aún más importantes' En la segunda mitad del
si- es-
ricos, o ¡rcculación. Algunos de ellos, hombres de buena volun_
nit, o"ttottas iniluyentes.. es decir l9-der93os,
tad, filántropos, humanistas, dan muestra incluso de de-
;;J;;; ; ,tn tieápo, ideólogos unas veces (Le PIav)
(católica scar lo contrario. Pero no por ello han frenado la movi_
de concepciones mu! marcadas pol.lu religión
lización de la riqueza inmobiliaria alrededor de la Ciu-
;;;;a;ti*te), hábil-es hombres políticos otras (pertene' clad, el ingreso en el cambio y el valor de cambio, la res_
.iJ"* y que no constituyen por de- tricción de.. suelo y alojamiento. Ello, con las implicacio_
^i-c"áiro-d"t"cha)
;; ; grupo únic<¡ y coirerente, en resumen' cuyo
algunos
éxito' es nes especulativas. No se proponían desmoralizar a la cla_
,.notableJ", iescubren una noción nueva,
sería cuenta de la se obrera sino; por el contrario, moralizarla. Entendían
¿*oir, su rlalización sobre el terreno, que implicar a los-obreros (indivíducs y farnilias) en
iir nepturica. Los notables conciben el habitat.Ilasta en-
una una jerarquía muy diferenciada de la que reina en la em_
lqn6ss-uhabitaro era participar en una vida social' en presa,- la d-e propiedades y propietarios, casas y barrios,
puebio o ciuclad. La vida urbana martifesta'
sería benéfico. Querían atribuirles otra función, otrc, es-
"ot"""i¿u¿,
Uu c,atldad entre otras, este atributo. Se prestaba tatuto, otros roles que los afectos a su condición de pro_
"rtu permitía a los ciudadanos habitar' De este mo-'
a habitar, ductores asalariados" De este modo, pretendían asignar_
¿o, foi ,rioitul"t habitan mientrds salvan la tierra' mien- les una vida cotidiana mejor que la del trabajo. ni es_
iiuu a los dicses... mientras conducen su propio t9 1nodo, imaginaron con el habitat el acceso a ia propie_
"tp"tun
ser en iu pr"r"*ución y eI consurno"''' Así habla del he-
el filósofo Heidegger- (Es- dad. Operación ésta de extraordinaric¡ éxito, p"r" u
a" hábitar, poéticámente,
sus consecuencias políticas no siempre hayan sido ias
irr"
ii¡s conférencZ.s, pp. 177-178). Las mismas cosas' fuera
"no
que presumieran los promotores. Así sucede siempre que
"t
vu ¿" la filosofía y-áe la poe¡ía, han sido dichas socio-
es alcanzado un resultadcl, previsto o imprevisto, cónsciin_
íágl;u*""te (en ei lengua¡e 99 lu prosa dei mundo)' A
te o inconsciente. Ideológica y prácticamente, la socie_
nñ"r del sigl,o xrx, los Nótables aíslan una función' Ia dad se orienta hacia probiemai distintos a los de la pro_
r"pu.u" del-conjunto extremadamente complejo que la ducción. La conciencia social, poco a poco, va cesandó de
ciudacl era y continúa siendo, para proyectarll sobre el tomar corno punto de, referencia la producción, para cen_
i"ti""o, sin por ello restar relevancia a la sociedad' a la trarse alrededor de la cotidianidaá, d"l consüno. Con
q"" f"óifituri ,rrru ideología, una. práctica, signific¿"9g- la implantación de suburbios se esboza un proceso, que
Ii de esta manera. Es cierto que los suburbios han sido descentra la Ciudad. El proletariado, separaáo de la Ciu_
creados bajo ia presión de las circunstancias para respon- dad, terminará por perder el sentido de ia obra. Apartado
der al ciego empuje (aunque motivado y orientado) d9 de los p"-di9f de producción, disponible a parr# d" ;;
la industrial¿aciOn, al advenimiento masivo de campesi sector de habitat para actividades ésparcidas, cleiará atro-
nos canalizados hacia los centros urbanos por el <éxodo
ftcs4l .3
32
fiar en su conciencia la capaciad creadora' La concien- llt¡clrÍa decirse que la función pública asume lo que
cia urbana va a disiParse' Ir¡rsta cntonces entiaba en una ecottomía de mercado.
una
Con la creación dll suburbio se inicia en Francia Slr¡ duda. Pero no por ello el alojamiento se convierte en
ori"rriu"iOt urbanística incondicional enemiga de la,Ciu- un scrvicio público. El derecho al alojamiento aflora,
bajo
áuá. puru¿oja singular. Durante decenas de años' ¡rur' írsí decir, en la conciencia social. Se hace reconocer
f. irr-n"priUiica, alarecen textos autorizando y reglamen- rh' hccho, en la indignación que los casos dramáticos le-
il¡; pabellones y las parcelaciones' Al- virrrlan, en el descontento que la crisis engendra. Sin em-
lrirrg<), no es reconocido formal y prácticamente; es reco-
rededor de la ciudad se instala una periteria desuroanr-
"t'r,rbutUio-áe
;;;t ,in dependiente de la ciudad' En efec- rror:ido, por el contrario, como apéndice a los nderechos
"-Uutgo
;;, l;t'"..tbrrrburr6"5o, los habitantes de las viviendas in- rlcl hombre". La,construcción que el Estado ha tomado a
ár"i¿""f* suburbanas' no cesan de ser urbanos incluso ttll cargo no transforma las orientaciones y concesiones
;i ;i;;á"" "or,"i"n"iu'de ello y se creen cercanos a la ntkrptadas por la economía del mercado. Como Engels
y
el sol la vegetación' Para subrayar la para- nrrlicipara, la cuestión del alojamiento, incluso agravada,
á.:", p"¿ila hablárse dJ urbanización desurbanizante y
"uitruf"t., ¡rolíticamente sólo ha desempeñado un papel secunda-
r ro. Los grupos y partidos de izquierda se han limitado
desurbanizada.
Esta extensión, precisamente por sus excesos' -se fr"e- ¡r l'cclamar umás alojamientos>. Por otra parte, las ini-
nará a sí misma. Ei movimiento por ella desencadenado r'rirl.ivas de los organismos públicos y semipúblicos no han
rrrurt.a a la burguesía y a los estratos acornodados' que rirlo guiadas por una concepción urbanística, sino, sim-
instalan suburbios resiáenciales' El centro de la ciudad ¡rlcmente, por el propósito de proporcionar el mayor nú-
;;-;;;i; en provecho de las oficinas' El conjunto comien- rrrero posible de alojamientos lo más rápidamente posi-
r" ""tá"""s a debatirse en lo inextricable' Pero el pro- lrlc y al menor costo. Los nuevos conjuntos autosuficien-
It's estarán marcados por su carácter funcional y abs-
ceso aún no ha terminado.
Tercer acto. Después de la última guerra' todos ad- lracto. Hasta ese punto ha llevado Ia burocracia de Esta-
que el cuadró se modifica en función de urgen- rlrr a su forma pura el concepto de habitat.
"iert"n¿" iresiones diversas: crecimiento demográfico' el:n- Esta noción, la de habitat, continuaba siendo <incier-
"i"., á" la industrialización, aflujo de provinciales a Pa-
p":.j l¡r>. Los núcleos de pabellones individuales permitían va-
ii* I-" crisis de alojamiento confesada, reconocida'-la-evo- riantes, interpretaciones particulares o individuales del
i""i""" hacia la catástrofe, con riesgos de agravar si' lrabitat. Una especie de plasticidad permitía modificacio-
i"u"iá" política todavía inestable' Las uurgenciaso des- rrcs, apropiaciones. El espacio del pabellón jar-
-cerca, per.
bordan üs iniciativas del capitalismo y de la empresa rfín, rincones diversos y disponibls5-, al habitarlo,
nprivadan, que, por lo demás, no se interesa por la cons- r¡ritía un marco de iniciativa y libertad limitada pero
trucción u ü qú* considera insuficientemente rentable. rcal. La racionalidad estatal va hasta el extremo. En el
El Estado no puede ya contentarse con reglame-ntar las ¡ruevo conjunto * el habitat se instaura en estado puro,
p"t""f*i"""t i t" cónstrucción de complejos de pabe- suma de presiones. El gran conjunto realiza el concepto
ifo".t. con lucirar (mal) qontra la especulación inmobilia' <le habitat, como dirían algunos filósofos, excluyendo el
ria. A través de urbanismos interpuestos, toma a su car- habitar: la plasticidad del espacio, el modelamiento de
g; f; construcción de alojamientos' Se inicia el período cste espacio, la apropiación de sus condiciones de exis-
i" iot (nuevos barrios autosuficientes> y de las <nue- *
vas ciudadeso. Conjunto: barrio autosuficiente.

34 35
modo' la co-
tencia por los grupos e individuos' De este frrntos, que salta a la vista. Esta oposición tiende a cons-
;iát""tíJ funciones, prescripciog:t' "*!l:: llluir un sistema de signi-ficaciones urbano incluso en la
ü;i;*p" rígiáo que se inscribe y se significa en este
"oto'pr"iu rlt'surbanización. Cada sector se define (en y a través de
habitat. lu conciencia de los habitantes) por relación al otro, por
al- rrr contrariedad al otro. Los habitantes apenas tienen
El habitat del núcleo de pabellones l-ra proliferado'
extenolen- t'onciencia de un orden interno en su sector, pero los re-
rededor de París en las comunas suburbanas'
d;á; ;""era desordenada el dominio edificado' Una so- rirlcntes en los conjuntos se consideran y perciben nno
Ia ley rige este crecimiento urbano y no urbano a la vez: ¡xrbcllonariosr. Y recíprocamente. En el seno de la opo-
iu del suelo' Los intersticios dejados por rición, Ias gentes de los grandes conjuntos se instalan en
"Jp""-"f^ción sin vacíos han sido-colmados por los lt lógica del habitat y las gentes de los pabellones en lo
"rt"-ir""i*iento
Erandes coniuntos. A la especulación del suelo'
mal com- itrraginario del habítat Los unos guardan la organización
;;;id",-; uiu¿io Ia especi:lación de pisos cuando éstos r';rcional (en apariencia) del espacio. Los otros, la pre-
óU:"to de copropiedad' De este modo se asegura- scncia del sueño, de la naturaleza, de la salud, al margen
"r""
ü;;";ü áel valoi dé cambio la entrada del alojamien- rlc Ia vida malsana v desagradable. pero la lógica áel
to en Ia riqueza mobiliaria y del suelo urbano' una
vez h¿rbitat sólo se per"ibe a tiavés de su relacióri con lo
desaparecidas las restricciones' irrraginario y. lo imaginario por su relación con la ló,.
lu realidad urbana por la dependencill"t- , gica..Las personas se iepresentan a ii mismal a través
al centro, los núcleos periféricos son urbanos' Si rlt' de lo que carecen o creen carecer. En esta
se aquello
=í;á;ii""
necto I
ffiñ"-;i;;á"i "rU""" porperiferia,una relación perceptible.(le- , rt'lación, lo imaginario ocupa la posición de fuerza." So- i,

sible) entre centrutidud y los núcleos periféri' : brcdetermina a la lógica: el hecho de habitar se percibe
:;;t,á"^á"oriuu"itudos.'y se puede afirmar que se
<la
ha
'¡r,rr referencia a los pabellones, tanto en unos como en
()lros (las gentes de los pabellones añoran la ausencia i
urbarririi"an de los giandes conjuntos
"á"""p"iá" encarnizado con la ciudad y lo urbano p1ra rlt: uná lógica del espacio, mientras que la de los con-
literalmente
;;;iñ;;ñ- ro¿u'ru l"uii¿"¿ urbana nercenti!]e !9t:ll:] irrntos acusan la falta de no conocer la alegría pabello
hu á"rupurecido: calles, pla7a , monumentos' espaclos rraria). De ahí los sorprendentes resultados de las encues-
sicnificativos. Hasta @l bistrot) ha suscitado el re- l¡rs. Más del 80 por ciento de los franceses aspiran al
"t "ufé
;;fi;tt";il á"-lot <conjuntistas)), sY gustg-por.el asce- rrloiamiento de vivienda individual y una considerable ma-
sido pregi-
,irÁá, ," reducción del irabitar al habitat. Ha de Ia reali
voría se declara <satisfecha" de los conjuntos. Un resul-'
so oue fueran ttutiu-"ifin en su destrucción l:rdo que aquf no interesa. Conviene tan sólo subrayar
i""¿=irtüJ"" t""tlur" para que aparezca la eriigencia.
de r¡rre la conciencia de Ia ciudad y de Ia realidad urbani se
visto ttrofia tanto en unos como en otros, hasta su desapari-
una restitución. Tímidu-"it", léntamente' hemos
Ll café, el centro comercial' Ia caile' t'i<'rn. La destrucción práctica y teórica (ideológica) de la
entonces ,"upur""".-lla*ados
los equipa*ierrto, culturales' en resumen' al- t'iudad no puede, por Io demás, evitar dejar un enorme
*to, elimentos de la realidad urbana' vacfo. Ello, sin contar los problemas administrativos, y
"-;; *o¿o, el orden urbano se descompone en dos otros de más difícil solución, cada vez. para el análisii
ti;;; "ti";abellones y conjuntos.'-.Pero legibilidad
no h1v- sociedad
sobre
crftico, el vacío importa menos que la situación conflic-
tiva caracterizada por el fin de la ciudad y la extensión
il ;rd"", significadó, perleptibilidad,
insinúa un orden: la rlc Ia sociedad urbana, mutilada, deteriorada, pe¡o real.
t"r."tto. EI desorden-suburbano
"i
ó;;i;td de los sectores de pabellones v de los con- Los suburbios son urbanos, en una morfologíá disocia-

36 37
y escisión entré los ele- t¡na racionalidad nueva diferente de la racionalidad ela-
da, imperio de Ia separación la
unidad y simulta' lrorada por los filósofos desde Grecia.
mentos de Io q,r" il" "'"udó como La Razón filosófica proponía definiciones (discutibles,
neidad.
crltico puede dis- ¡reiro pivoteadas en razonamientos bien elaborados) del
Desde esta perspectiva, el análisis Itornbre, el mundo. la historia, la sociedad. Su generali-
ti";;;;* p"iioaot (qu,e n9 coinciden exactamente con
antes es- z¡¡ción democrática dio lugar acto seguido a un raciona-
del drama de la ciudad en tres actos lismo de opiniones y actitudes. Cada ciudadano tenla, o
"l-i"""tt*
bozado). sr: presumÍa que tenía, una opinión razonada sobre cada
Primet período' La industria y,el Droceso de indus'
-tit"if"" i" t*fi¿u¿ urbana plgelis- hccho y cada problema que le concernla; esta sensatez
trialización asaltan o práctica v la ideolo' rt'chazaba lo irracional; una razón superior deberla salir
tente, hasta ¿estruirla *"áUttt" la lle rlc la confrontación de ideas y opinio4es, una sabidurla
gía y extirpu.fu ¿" lu realidad' I-a industrialización'
se comporta como ¡¡cneral incidente en la voluntad general. Inútil insistir en
vada según una estrategia-f-e clase'
á"1" ?t"fia"'d urbana: la economía in'
las dificultades de este racionalismo clásico, ligadas a las
ootencia negativa dificultades políticas de la democracia, las difióultades
dustrial niega lo social urbano' al primero)' prácticas del humanismo. Durante el siglo xrx, y sobre
Segundo petíoio (en parte- yuxtapuesto se ge- lodo durante el xx, la racionalidad organizadora adquie-
Lá sociedad urbana
La urbanización se "*ti"ttd"' reconocer en su des' rc forma, que opera a los diversos niveles de la realidad
neraliza.La realidJd;;ü;" se hace como rea- s<¡cial. ¿Procede de la empresa y la gestión de las unida-
;;;tó" y a través de esta misma destrucción'gue la sociedad total des de producción? ¿Nace al nivel del estado y la planifi-
lidad socio""orromiJ l"-d"t""b'e ciudad y la centra- c:ación? Lo importante es que constituye una razón analf-
corre el riesgo a" á"t"*ponerse si la esencial ticallevada a sus últimas consecuencias. Parte de un aná-
lidad le faltan; h;-á;;;r;tecido un ,dispositiío v del lisis metódico de los elementos, lo más sutil posible (de
para la urbanizacfu;;d"tfi";áá a" la iroducción
una operación productora, de una organización económi-
consumo' (no sin ca y social, de una estructura o una función). A conti-
Tetcer Período. Se reencuentra o se reinventa nuación, subordina estos elementos a una finalidad. ¿De
que la práctica lu, sufran su destrucción)
"o"""pciones la centralidad' clónde sale la firtalidad? iQuién la formula? ¿Quién la es-
"
la realidad, r-,.U",t"] é" i"i"tttu restituir
tipula? ¿Cómo y por qué? Este es el fallo y la perdición
gue ha desapare-cido la estrategia de
iQuiere esto decir A las de este racionalismo operativo. Los que lo sostienen pre-
clases? No es ;"tpi;e"t"' se ha modificado' tenden d.educir la finalidad del encadenamiento de las
"tr;
;rg""; ""rrtruuáuá"t', a la descomposición de los cen-
operaciones. Y, sin embargo, nada hay de eso. La finali-
i** .*tituye ahora el centro de decisión'
reflexión urbanlstica' tlad, es decir la totalidad y la orientación de la totali-
De este ,ttoa"^"u"" t t""u"" la
dad, se decide. Decir que proviene de las mismas opera-
sucesora de un sin reflexión' Los amos' anta'
"tUuttit*o de una teoría ciones supone encerrarse en un cfrculo vicioso: la anate.
ño, reyes y p¡,'"ip"t' no tuvieron.necesidad lnla analítica aparece entonces como su propio objetivo,
urbanista otr^ t"t calles' Bastaba con la pre- su propio sentido. La finalidad es objeto de decisión. Es
;tó";;"il""ul. "riU"ii"""t tol1e los amos' v también' con
":"I"11 para que las \na estrotegra, justificada (más o menos) por una ideolo-
la presencia de una'"ivilización y un estilo pleblg- se invir' gía. EI racionalismo que pretende deducir de sus pro-
de este
;oi;;;;;""¿*i"t-a"l trabajo- pondrla fin a esta pios análisis el objetipo que estos análisis persiguen, es a
tieran obrur. El-páríodo blrgués su vez una ideología. La noción de sistema recubre a la
"r,milenaria. Al mismo tiempo' Áste perlodo aporta
tradición
39
38
crítico'.el sistema se revela rtucir en términos de operaciones gráficas: ver, sentir
de estrategía. Ante el análisis ^á"átion
(finalidad decidida)' bnio la punta del lápiz, dibujar.
estrategia, ," d"ru"ü t"*t Se distinguirá pues:
proyecciones éstas ff;;;;;;;;;"
de la sociedad en la
han sido tomadas' Ya a) El urbanismo de los hombres de buena volunta{
que tales decisione"s (rrquitectos, escritores). Sus reflexiones y sus proyectos
"tit"i¿gi""t
antes hento, d"*o'i'uáo "¿áo la estratesia
de clases ha
urbana' irnplican una cierta filosofía. Generalmente, están vincu-
orientado el análisis;; ;;;
áL ta r""utidad
lrrclos a un humanismo: al antiguo humanismo clásico y
su destrucción Y su restitución' del racionalismo libcral. Ello no va exento, sin embargo, de una buena do.
Sin embarg., d;i;;i p""to de vista sis de nostalgia. Se quiere construir ua escala humanau
t""ii"iri^, J?"r,tltua" 'obt"un el terreno de los procesos
caos' En esa urealidado ¡rara ..los hombresr. Estos humanistas se presentan a un
examinados sólo representa ticmpo como médicos de la sociedad y creadores de rela-
suburbanas y te-
;;;;b;*an de *u""'u crítica -zonas no reconocen estos <'i<rnes sociales nuevas. Su ideologia, o, meior aún, su
;td";;L'a;o-y rli"t"ot subsistente5-' propia existencia' An' i<lcalismo, con frecuencia procede de modelos agrarios,
'.;:;.il;;u.'tá. "o"¿icic'nes de su
desorden' Tan sólo (lue su reflexión ha adoptado de manera irreflexiva: el
te ellos aparecen ¡lreblo, la comunidad, el barrio, el Ciudadano, al que se
'¿lt-át"ttudicciórry-áominar (por el pen'
Ia razón dialéctica, ;;;1;l;, puede rlotará de edificios cívicos, etc. Se pretende copstruir edi-
samiento reflexionairt";-;;;G
práctica) procesos múlti'
f icios y ciudades (a escala humana,', (a su medidau, sin
il*-l;, n"tadójicamente,éncontradictorios'
esta confusión ca6tica? De es'
.'oncebir que en el mundo moderno el uhombreo ha cam-
¿Cómo poner otá"" biado de escala y que la medida de antaño (pueblo, ciu-
te modo plantea J;I-;a el racionalismo de la or'
es normal' ácómo instituir' tlad) se transforma en desmedida. En el meior de los ca-
l""irá"i¿ti;;t; desoiden no
*iÁ-n nlrmalidad? Inconoebible' Es' s<rs, esta tradición aboca a un formalismo ladopción de
lo baio título ¿" modelos que no tienen ni contenido ni sentido) o a un ¿s-
de la sociedad moder'
i:;;##;-;';;ñ;'l Éf
'*ái"o enfermo' ¿Con teticismo (adopción de antiguos modelos por su belle
na ve en sí al *ái; del espacio social El raciona' za, que se arroian como pasto para saciar los apetitos
qué finalid"di ¿.Ou"- remedioi La coherencia' rle los consumidores,
en la realidad
lismo insta*rará oie;**;;á lu "oh"tt'ciaa su acción' Es' b) El urbanismo de los administradores vinculados
;;;i;; i; q"" tut"tt" 1' q"" de se ofrece
no advertir que la co- al sector público (estátal). Este urbanismo se cree cien-
te racionalirtu "oi.""- "i*rí"ü" q1' lffico. Se funda, ya sobre una ciencia, ya sobre investi-
ü;";;;;.r,ru fo'mu, Y, Pór tanto.' máslaque "tt del ha'
lógica 'uo raciones que se pretenden sistemáticas (pluri o multidis-
medio, q.r. t"r*i,'l';'1o'''i't"m'tizar ciplinarias). Este cientifismo que acompaira a las formas
bitat, subyacente ut d"totd"n e partidaincoherencia aparentes'
de sus actuacio' cfeliberadas del racionalismo operativo tiende a descui-
que va a tomar tüto f""'o de clar lo que llaman <factor humanou. También él está divi-
nes coherentes ha]cü li "ttt"t"""ia de
lo real' De hecho'
unitaria en la reflexión urba' clido en tendencias. A veces, a través de una ciencia sg,
;;h^t;;;-;;t"h;l;i"a oaprehendibles por su relación meiante, una técnica se impone, convirtiéndose en pun-
na, sino varias t""a"nliut to de partida; generalmente, se trata de una técnica de
a este rucionalisál-áp"tá"io"ul' Entre eitas tendencias'
del racionalis' circulación, de comunicación. Se extrapola a partir de una
unas se afirman en cóntra, otras ¿ favor Ello inter' ciencia. de un análisis fragmentario de la realidad con-
;;, ;i-d; trlevan a formulaciones, extremas'
se ocuroan. d¡ siderada. Las informaciones o las comunicaciones son op
fiere con tu t*rra",ii" l"""t"t de los -que pueden tra' timizadas en un modelo. Este urbanismo tecnocrático v
urbanismo u *Áprád". más que lo que
"o
4I
4A
ü ü il:¡i.3.'l
sistematizado, con sus mitos y su ideologia (a sabeJ, Ia dad de consumo se traduce en órdenes: orden de sus
primariedad de la técnica), no dudarla en arrasar lo que elementos sobre el terreno, orden de ser felices. Este
queda de la Ciudad para dejar-sitio a los automóviles' es el marco, el decorado, el dispositivo de vuestra feli-
á lu, a las'informaciones ascendentes cidad. Si no sabéis aprovechar la ocasión de aceptar la
"om,roicacionei,
y descendentes. Los modelos elaborados sólo puede'n en- felicidad que se os ofrece para hacer vuestra felicidad,
iru,. la práctica tachando de la existencia social las es porque... ¡Inútil insistir!
"r,
mismas ruinas de lo que la Ciudad fue. A través de las diversas tendencias se perfila una €s-
A veces, por el contrario, las informaciones y los co- trategia global (es decir, un sistema unitario y un urba-
nocimientos-anallticos procedentes de diferentes ciencias nismo ya total). Unos harán entrar a la sociedad de con-
son orientados hacia una finalidad estética' Pero se con' sumo dirigida en la práctica y la concretizarán sobre el
cibe menos una vida urbana a 'partir'de infarmaciones terreno. Construir¡in no sólo centros comerciales sino
s;obre la sociedad que una centralidad ürbana que dispon- centros de consumo privilegiados: la ciudad renovada.
ga de informaciones facilitadas por las cimcias de Ia Impondrán, haciéndolo .legible", una ideología de la fe-
íociedad..'Estos dos aspectos se confunden en la concep- licidad gracias al consumo, y la alegría gracias al urba-
ción de los centros di decisión, visión globa! ésta en la nismo adoptado a su nueva misión. Este urbanismo pro.
que el urbanismo, ya unitario a su manera, aparece vlncu- grama una cotidianidad generadora de satisfacciones
fááo u una filosofá, ,rtu concepción de la sociedad' a (sobre todo para las mujeres que aceptan y participan).
,rtru " (es decir a un sistema global y
política El consumo programado y cibernetizado (previsto por
total)."tt.utegia los computadores) se convertirá en regla y norma para
El urbanisrno de-los promotores' Estos c-onciben toda la sociedad. Otros, edificarán los centros decisio-
"l
u ."áúr"" pára el mercado, óon propósitos de lucro' y nales, concentrando los medios de poder: información,
ello sin diJimularlo. Lo nuevo y reciente es que ya no formación, organización, operacióD. O, también, repre-
venden alojamientos o inmuebles, sino urbanismo' Con sión (coacciones, entre ellas la violencia) y persuasión.
(ideologla, publicidad). Alrededor de estos centros, en
á- r- i¿".ltgía, el urbanismo se convierte en valor de
cambio. El proyecto de los promotores se presenta co-n orden disperso, de acuerdo con las norrnas y presiones
previstas, se repartirán sobre el terreno las periferias, la
l,rs ali"ient"t d" lugar v ocasión privilegiados: -lugar de
dicha en una vida cotidiana milagrosa y maravillosamen' urbanización desurbaniza&a. Todas las condiciones se
i" i.urrrfo.-ada. Lo imaginario del habitat se inscribe en reúnen asl para un dominio perfecto, para una refinada
U f¿gi"" del habitat y sir unidad da una práctica social explotación de la gente, a la que se explota a un tiempo
.rrre ño tiene necesidad de sistema. De ahí esos textos pu'
como productores, como consumidores de productos, co.
blicita:.'ios ya famosos y que merecen pasar- a la posteri- mo consumidores de espacio.
dad porqué en ellos la publicidad pasa a ideología' Pa¡- La convergencia de estos proyectos arrastra los ma-
'".tti"ndra un ttt"uó arte de viviro, un <nuevo-estilo yores peligros. Plantea'políticamente el problema de la
ly ff
sociedad urbana. Es posible que de estos proyectos naz-
áe vida"l La cotidianidad parece un cuento de hadas'
*Colgar el abrigo en el vestíbulo de la entrada Y. Ja más can nuevas contradicciones que estorben la convergencia.
ügeró, salir a sirs asuntos después de haber confiado los
Si se constituyera una estrategia unitaria y ésta tuviera
,.,íRor'a los Jardines de Infancia de la galería, reunirse
éxito, nos encontraríamos quizás ante lo irreparable.
con las arnigas, tomar algo juntas en el drugstare"'> He
aqul realizaáa la imagen de la alegría de vivir' La socie'

42 43
La filosoffa g la ciudad

Después de esta puesta en perspectiva y de esta ovi-


sión de caballero andante> conviene cargar el acento
sobre algunos aspectos determinados, algunos problemas
cspecíficos. El punto de partida para dar al análisis un
criticismo radical, para profundizar en la problemática
urbana, será la filosofía. Lo que, sin duda, sorprenderá
a muchos. Y, sin embargo, a lo largo de las páginas pre-
cedentes, ¿acaso no ha sido ya frecuente esta referencia
a la filosofía? No se trata de iresentar una-t'ilosofía de Ia
ciudad, sino, por el contrario, de refutar semejan te ac-
titud, devolviendo al conjunto de las filosofías su lugar
cn la historia. Nuestro propósito está en presentar un
proyecto de síntesis y totalidad que la filosofía como
tal no puede realizar. Después de esto, vendrá el examen
de Io analítico, es decir, de los esclarecimientos o recor-
tes de la realidad urbana por las ciencas parcelarias. Al
rechazar proposiciones sintéticas basadaS sobre los re-
sultados de estas ciencias especializadas, particulares y
parcelarias, estaremos en condiciones de planfear mejor
términos políticos- el problema de la síntesis. A
-enlargo
lo de este recorrido, reencontraremos rasgos que
ya han sido significados, problemas que ya han sido for-
muiados, y que reaparecerán con una claridad mucho
mayor. En particular, la oposición enh:e valor de uso (la
ciudad y la vida urbana, el tiempo urbano) y valor de
cambio (los espacios comprados y vendidos, la consu-
rnición de productos, bienes, lugares y signos) nos apa-
recerá en toda su desnudez. i
Para la mediación filosófica que buscaba una totali-
dad mediante la sistematización especulativa, es decir
para la filosofía clásica, desde Platón a Hegel, la Ciudad
fue, mucho más que un tema secundario, un objeto en-

45
tre otros. Los lazos entre el pensamiento filosófico y la cir'¡n del trabajo según los instrumentos y las habilidades
vida urbana se descubren claramente a la reflexión, sin (rlivisión técnica). La división social del trabajo entre la
que por ello desaparezca la necesidad de explicitarlos. r'ir:dad y el campo corresponde a la sepa¡ación entre el
Para los filósofos y para la filosofía, la Ciudad no fue lrabajo material y el trabajo intelectual, y, por consiguien-
una simple condición objetiva, un contexto sociológico, lc, cntre lo natural y lo espiritual. A la ciudad incumbe
un dato exterior. Los filósofos han upensadoo la Ciudad; rl trabajo intelectual: funciones de organización y direc-
han llevado al lenguaje y al concepto la vida urbana. ci<in, actividades políticas y militares, elaboración del co-
Dejaremos de lado las cuestiones que plantean la ciu- rrr¡cimiento teórico (filosofía y ciencias). La totalidad se
dad óriental, el modo de pi-oducción a'siático, las re' tlivide; se instauran separaciones; entre ellas la separa-
laciones uciudad-campo" dentro de este modo de produc- t'ión entre Physis y Logos, entre teoría y prácticd, y, yd
ción y, finalmente, la conformación, con base a todo esto, rfcntro de la práctica, las separaciones entre praxis (ac-
de las ideologías (filosofías). Consideraremos únicamente ción sobre los grupos humanos), póiesis (creación de
la ciudad antigua (griega o romana) de la que parten las obras), téchne (actividad armada de técnicas y orientada
sociedades y las civilizaciones llamadas uoccidentales>. hacia los productos). El campo , a la vez realidad práctica
Esta ciudad generalmente resulta de un gi-ggqi-qglg, es .y representación, aportaría las imágenes de la naturale-
decir de la reunión de varios pueblos o triL'rñ-ésiátileci' za, del ser y de lo original. La ciudad aportaría las imá-
dos sobre un territorio. Esta unidad permite el desarro- gcnes del esfuerzo, de la voluntad, de la subjetividad, de
llo de la división del trabajo y de la propiedad mobilia' la reflexión, sin que estas representaciones se disocien
ria (dinero) sin destruir, no obstante, la propiedad co' de actividades reales. De la confrontacién de estas imá-
lectiva, o mejor aún, ucomunitaria" del suelo; de este genes nacerían grandes simbolismos. Alrededor de la ciu-
modo, se constituye una cornunidad en cuyo seno una dad griega, por encima de ella, el cosmos se configura,
minoría de ciudadanos libres ostentan el poder frente a como espacios ordenados y luminosos: jerarquía de lu-
los otros miembros de la ciudad: mujeres, niños, escla- gares. La ciudad italiota tiene por centro un agujero sa-
vos, extranjeros. La ciudad vincula sus elementos aso- grado-maldito, frecuentado por las fuerzas de Ía -muerte
ciadós a la forma de propiedad comunal (upropiedad pri- y- de la vida: tiempos tenebrosos de esfuerzos y pruebas,
vada común>, o <<apropiación privativa") de los ciudada' el mundo. En la ciudad griega triunfa, no sin licha, el
nos activos, que se oponen a los esclavos. Esta forma de espíritu apolíneo, el símbolo luminoso de la razón que
asociación constituye una democracia, pero los elemen- c¡rdena. Por el contrario, en la ciudad etrusco-romina
tos de esta democracia están estrechamente jerarquiza- triunfa el lado demoníaco de lo urbano. pero el filósofo
dos y sometidos a las exigencias de unidad de la ciudad y la filosofía intentan (in-ventar) o crear la totalidad.
misma. Es la de,mocracia de la no libertad (Marx). A lo El filósofo no admito la separación; únicamente no con-
largo de la historia de la ciudad antigua, la propiedad cibe que el mundo, la vida, la sociedad, el cosmos (y más
privada pura y simple (de dinero, suelo, esclavos) se con- tarde la historia) no puedan constituir un Todo.
solida, se concentra, sin abolir los derechos de esta ciu- La filosofía nace, pues, de la ciudad con la división
dad sobre el territorio. del trabajo y sus múltiples modalidades. La filosofía, a
La separación de la ciudad y el campo tiene lugar su vez, se convierte en actividad propia, especializada.
entre las primeras y fundamentales divisiones del tra- Pero, sin embargo, no recae en lo parcelario. De hacerlo,
bajo, con la repartición de los trabajos según sexos y se confundiría con la ciencia y las ciencias, también ellas
edades (división biológica del trabajo), con la organiza' nacientes. De la misma manera que el filósofo rehúsa

46 47
entrar en las opiniones de los artesanos, soldados, poll ¿rañadirse la organización de la Ciudad misma: un cen-
ii"ár, r""haza lás razones y argumentos de los especia- tro privilegiado, núcleo de un espacio político, sede del
ii;ñ. 5,, ittt"t¿t fundamental ! su fin es la Totalidad' Logos y regido por el Logos ante el que los ciudadanos
i"u."t"¿u o creada por el sistema, a saber, Ia unidad de son (igualesu, teniendo las regiones y las delimitaciones
pensamiento y ser, de discurso y acto, de naturale'9..y de espacio una racionalidad justifrcada ante el Logos (pa-
i"ff-á*i0", de mundo (o cosmos) y realidad humana' ElIo ra y por él).
no excluye, sino que por el contrario incluye, la medita- EI Logos de la Ciudad griega no puede separarse del
ción sobie:las diférencias (entre el Ser y el pensamiento' Logos filosófico. La obra de la ciudad se continúa y se
entre lo que viene de la naturaleza y lo que viene de la concantra en la obra de los filésofos, la cual recoge las
ciudad, eic.). Como dijera Heidegger, el Logos (elemen- opiniones y avisos, las obras diversas, las reflexiona en
to, medio, mediación y, para los filósofos y la vida urba' una simultaneidad, y reúne ante estos filósofos las dife-
na, fin) fue simultáneamente: poner delanteu reunir y co- rencias en una totalidad: lugares urbanos en el cosmos,
ger, para luego recoger y recogerse, hablar y decir, ."*p* tiempos y ritmos de la ciudad en los del mundo (e inver-
i"t. io reunión es la cosecha ó incluso su cumplimiento' samente). Y cuando la filosofÍa lleva la vida urbana, la
*Se buscan las cosas y se las devuelve. Allá domina la de la Ciudad, al lenguaje y al concepto, incurre en una
puesta en abrigo teguio, y con ésta domina a su vez el historicidad superficial. En verdad, la ciudad como emer-
cuidado de conservir... iu-"ot"cha es en sí y anticipada- gencia, lenguaje, mediación, sale a la luz teórica gracias
mente una selección de aquello que necesita un abrigo al filósofo y a la filosofía.
seguro.D De este modo, la cosecha es a un tiempo pen' Después de esta primera exposición del vínculo inter-
slmiento. Lo que reunido, es puesto en reserva' Decir es no entre Ciudad y F-ilosofía saltamos a la Edad Media
el acto captadb que reúne. Eilo supone la presencia de occidental (europea). En la Edad Media, el proceso par-
.alguienrr,-ante, p-or y para quien se enuncia el ser de lo te del campo. La Ciudad romana y el Impeiio han iido
q,rJ hu sido así iográaó. Esti presencia se produce en Ia destruidos por las tribus germánicas, al mismo tiempo
claridad (o, como Heidegger d-ioe, en la uno ocultaciónu) comunidades primitivas y organizaciones militares. De
(Véase Essais et confériices, le Logos, pp' 25I y s') La esta disolución de la soberanía (ciudad, propiedad, rela-
Ciudad ligada a la filosofía reúne, pues, en y por su lo- ciones de producción) resulta la propiedad feudal del
gos, las riqr.t"tut del territorio, las actividades dispersas-y suelo; los siervos reemplazan a los esclavos. Con el rena-
iá"'p"ttottus, la palabra y loá escritos (de los -que cada cimiento de las ciudades nos aparece, por una parte, la
uio anticipa el recoger y la recolecta). Hace simultdneo organización feudal de la propiedad y de la posesión del
lo que, y dé acuerdo con la naturaleza, ocu' suelo (manteniendo las comunidades carnpesinas una po-
y "tt-"I
rre transcurre, "u*po,
se reparte según ciclgs y ritmo.s' 4t",*: sesión costumbrista y los señores la propiedad que más
y pono bajo su guarda <todoo. Si la filosofía y la ciudad tarde se denominaría <eminenter) y, por otra, una orga-
rJtt uto"iádas dé este modo en eI Logos (la Razón) n-a- nización corporativa de los oficios y de la propiedad ur-
ciente, ello no acontece dentro de una subjetividad a la bana. Esta doble jerarquÍa, aunque dorninada en sus ini-
manera del cogito cartesiano. Si constituyen un siste- cios por la propiedad señorial del suelo, contiene la con-
ma, no Io hacen de la manera habitual ni en la acep- dena _de esta propiedad y de la supremacÍa de la riqueza
ción corriente del término. inmobiliaria. De ahí, un conflicto profunCo, esenciaf a la
A esta unidad primordial de la forma urbana y de su sociedad medieval. ..La necesidad de asociarse contra el
contenido, de la forma filosófica. y de su sentido, vienc pillaje de los caballeros, a su vez asociados, la falta de

48 HCS 44 .4 49
lia y los estados (oficios, corporaciones), el del arte y
mercados comunes en una época en la que lo industrial la estética, etc.
era artesano, Ia concurrencia de siervos que' tras
su lrDe-
cre' Para Hegel, la filosofía y lo ureal, (práctico y social)
iu"iOtt, afluían a las ciudades en las que las riquezas no son, e, mejor aún, han dejado de ser, exteriores el uno
;;;;;i; feudal total, hicieron nacer las cor-
nl otro. Las separaciones desaparecen. La filosofía no se
poracionesl Lo, p"q,reños -capitales lentamente economi'
"tganización
contenta con reflexionar (sobre) lo real, con intentar la
iados por artesanoi aisladosl v b estabilidad del núme' conjugación de lo real y lo ideal; se realiza realizando lo
;; ¡; Sstos en el seno de una población creciente' desa-
y aprendices, Io que ideal: lo racional. Lo real no se contenta con dar pretex-
rrollaron el sistema de compañeros to a la reflexión, al conocimiento, a la conciencia. Y, a
jerarquía
estableció en las ciudades una -condiciones' seme3ante a^la
la filosofía lo largo de una historia que tiene un sentido -que tie-
á"f (Marx) En estas ne esté sentido-, se convierte en racional. De este modo,
"u-po'u
subordinada a la teología: la filosofía abandona
""-¿" (teólogo) re- lo real y lo racional tienden el uno hacia el otro; cada
ü_- _"¿iá"ión sobre la ciudad. El filósofo uno por su lado, marchan hacia su identidad (así reco-
lle*iottu sobre Ia doble ierarquía y la conforma' respe-
nocida). Lo racional es esencialmente la Filosofía, el sis'
;¡; o descuidanclo los conflictos' jerarquía de lasy dis-
Los símbolos no-
tema filosófico. Lo real es la sociedad y el Derecho y
;iÑ relativos al cosmos (espacio,
el Estado, que cimienta el edificio coronándolo. En el Es-
tancias en ese espacio) y al mundo (ndeveniru- de Ias tado moderno, por consiguiente, el sistema filosófico se
r"Utiu""iut acabaáas, jerárquías en el tiempo' descenso convierte en real; en la filosofía de Hegel lo real se pre'
á caída, ascensión o redenci-ón) desdibujan Ia.conciencia senta como racional. El sistema tiene doble faz: filosó'
de la ciudad. A partir del momenlo donde no hay
ya dos
la tierra' la orga- fica y política. Hegel sorprende el movimiento histórico
sino tres jerarquías (la feudalidad de
de este paso de lo racional a lo real e inversamente. Es'
tirá"iott órpoiativa, el Rey y su aparato de Estado)' la
clarece la identidad en el instante mismo en que la histo-
reflexión recupera una diménsión crítica., EI filósofo y la
ya que optar entre el diablo y ei ria la produce. La filosofía se realiz¿. En Hegel, como
iil,osofia, no teniendo Marx advirtió, se da a un tiempo devenir filosofía del
Señor, se reencuentran. Pero, pese a ello' la filosofía no
mundo y devenir mundo de la filosofía. Primera conse'
reconócerá su vínculo con la cludad' Este racionalismo' cuencia: imposible ya la escisión entre filosofía y rea'
u o"" la subida del capitalismo (comercial y.ban- lidad (histórica, social, política). Segunda consecuencia:
""t"
iu.io, luigo industrial) va acompañada de la del raciona- el filósofo pierde toda independencia; realíza una fun'
lismó, esé racionalismo prende, bien en el Estado' bien ción pública, como los otros funcionarios. La filosofía
en el individuo. y el filósofo se integran (por mediación del cuerpo de
En el apogeo de la elaboración filosófica (especulati' funcionario y la clase media) en esta realidad racional
va, sistemáti*, contemplativa), para Hegel, la .unidad del Estado, p€ro no ya en la Ciudad, que fue solamente
i" c.sa párfecta, alaber la ciudad griega, y la ld.ea' Cosa (perfecta, es cierto, pero cosa desmentida por una
""i."
o,r" u.tittt" a ia sociedad y al Estado, ha sido irremedia- racionalidad más elevada y más total).
ülemente truncada por él devenir histórico' En la so- Es sabido que Marx ni refutó ni rechazó la afirmación
ciedad moderna, el Estado se subordina sus elementos
y
Esta, no obstante' den- hegeliana esencial, la de que la"filosofía se realiza. El fi'
materiales y por tanto la Ciudad' lósofo ha perdido su derecho a la independencia frente a
tro del sistema total, permanece como un cierto subsis' la práctica social, en la que se inserta. Existen claramente
tema, filosófico-político, junto con el-sistema de las nece' devenir-filosofía del mundo v devenir-mundo de la filo-
ri¿"J*t, el de lós derechos y los deberes, el de la fami-
51
50
{}tttd,ii?
sofía, en simultaneidad, y por tanto, existe tendencia (:iLrdad? Una relación ambigua. Los filósofos contempo-
hacia la unidad (conocimiento y reconocimiento de la t'i'rneos más eminentes no encuentran en la Ciudad sus te-
no separación). Y, sin embargo, Marx rechaza el hegelia- rnas. Bachelard ha dejado páginas admiqables consagra-
nismo. La historia no termina. La unidad no está alcan- tl¿rs a la casa. Heidegger ha meditado sobre Ia Ciudad
zada, ni las contradicciones resueltas' La filosofía no va griega y el Logos, sobre el templo griego. Sin embargo,
a realizarse en y por el Estado y con la burocracia como Iirs metáforas que resumen el pensamiento heideggeria-
apoyo social. Esta misión histórica está reservada al pro- no no vienen de la ciudad sino de una vida originaria
létaiiado: sólo él puede poner fin a las separaciones (a y anterior: los <pastores del 5g¡r, los ocaminos foresta-
las alienaciones). Su misión tiene un doble aspecto: des- lc:s". p¿¡sge como si Heidegger tomara sus temas de la
truir la sociedad burguesa construyendo otra sociedad; Mansión y de la oposición entre el Permanecer y el Errar.
ábolir la especulación y la abstracción filosóficas, la con- l-a reflexión llamada <existencialistau, por su parte, se
templación y la sistematización alienantes, para realizar f'unda, más que en una realidad práctica histórica y so-
el proyecto filosófico del ser humano. Las posibilidades r:ial, en la conciencia individual, en el sujeto y las prue-
de la clase obrera no resultan de un juicio moral o filo- bas de la subjetividad.
sófico sino de la industria, la producción industrial, de No está demostrado, sin embargo, que la filosofía
su relación con las fuerzas productivas y el trabajo. Hay haya dicho su última palabra en lo que a la ciudad res-
que subvertir el mundo: la conjunción de lo racional pecta. Por ejemplo, se puede concebir perfectamente una
y lo real habrá de operarse en otra sociedad. clescripciór¡ 't'enomenológica de Ia vida urbana. O cons-
En esa perspectiva, la historia de la filosofía en rela- lruir una semiología de la realidad urbana que sería pa-
ción con la de la ciudad, lejos de haber alcanzado su per- ra la ciudad actual lo que el Logos fue en la ciudad grie-
fección, apenas está esbozada. En efecto, esta historia ga. Sólo la filosofía y el filósofo proponen una totalidad:
implicaría igualmente el análisis de tesis en las que la Ia búsqueda de una concepción o una visión global. El
emergencia se vincula en la representación de la natura- solo hecho de considerar .la ciudad", ¿acaso no supone
leza y la tierra a la agricultura, a la sacralización del sue- ya prolongar la filosofía, reintroducir la filosofía en la
lo (y a su desacralización). Unos puntos de emergencia ciudad o la ciudad en la filosofía? Es cierto que el con-
se desplazan, una vez planteados, para aparecer a veces cepto de Totalidad corre el riesgo de quedar vacío, si
lejanos (en el tiempo y en el espacio). Puntos de impu- sólo es filosófico. De este modo, se formula una proble-
tación e impacto, condiciones, implicaciones y consecuen- mática que no se reduce a la de la Ciudad, sino que con-
cias no coinciden. Los temas se enuncian e insertan en cierne al mundo, la historia,
contextos sociales y categorías diférentes a los que mar- "el hombreo.
Por otra parte, ha habido pensadores contemporá-
caron su nacimiento, suponiendo ya que quepa hablarse neos que han reflexionado sobre la ciudad; más o menos
de ..categorías". La problemática urbana, por ejemplo la confesadamente se pretenden filósofos de la ciudad. Con
que se refería al destino de la ciudad griega, utilizó para este título, estos pensadores quieren inspirar a arquitec-
definirse o disimularse temas cósmicos anteriores o exte- tos y urbanistas y realizar el vínculo entre las preocupa-
riores a esta ciudad, visiones del devenir cíclico o de la ciones urbanas y el viejo humanismo. Pero estos filóso-
inmovilidad oculta del ser. Estas advertencias tienen la fos quedan cortos de miras. Los filósofos que pretenden
finalidad de mostrar que la relación considerada no ha <p€ns&r> la ciudad y aportar una filosofía de la ciudad
tenido todavía una formulación explícita. prolonganclo la filosofía tradicional discurren sobre ula
En la actualidad, ¿cuál es la relación entre filosofía y esencia> o sobre la ciudad como (espíritu), como uvida'
qt
53
o (impulso vitalr, como ser o utodo orgánicou' En rezu- Las ciencias parcelarias
*"rr, iltu, oe"". iu tratan como sujeto, otras como sis- g la realidad urbana
teme abstracto. Lo que a nada conduce' De ahl, una doble
conclusión. En primer lugar, la historia del pensamiento
filosófico puede y debe sér reconsiderada a partir de su
relación cán la ciudad (condición y contenido de este pen-
samiento). Es ésta una de las puestas en perspectiva de A lo largo de siglo xrx, se constituyeron, contra la
esta historia. En segundo lugai, esta articulación figura filosofía que se esforzaba por abarcar lo global (ence-
en la problemáti"u 1" la filosofía y la ciudad (conoci- rrando en su sistematización racional una totalidad real)-,
miento, formulación de la problemática urbana, noció-n las ciencias de la realidad social. Estas ciencias fragmen-
de este marco, estrategia a concebir). Los conceptos fi- tan la realidad para analizarla, cada una con su método o
losóficos no tienen naáa de operativo y sin embargo si- métodos, su sector o su ámbito de la realidad. Al cabo de
túan la ciudad y lo urbano la sociedad entera- cG' un siglo se continúa todavía discutiendo para saber si
-y
mo unidad, poi encima y más allá de fragmentaciones estas ciencias aportan esclarecimientos diferenciados so-
analíticas. Ló que aquí sé enuncia sobre la filosofía y su bre una realidad unitaria, o si la fragmentación analltica
historia podría igualmente afirmarse sobre el arte y su' que operan corresponde a diferencias objetivas, articu-
historia. laciones, niveles, dimensiones.
No puede pretenderse que la ciudad haya escapadtl a
las investigaciones de historiadores, economistas, dem&
grafos, sociólogos. Cada una de estas especialidades apor'
ta su contribución a una ciencia'de la ciudad.
Se ha comprobado y verificado ya que la historia per'
mite elucidar la génesis de la ciudad y sobre todo permi-
te delimitar mejor que ninguna otra ciencia la proble'
mática de la sociedad urbana. fnversamente, está fuera
de dudas que el conocimiento de la realidad urbana pue'
de proyectarse sobre lo posible (o las posibilidades) v no
solamente sobre lo realizado o el pasado. Si se quiere
construir en centro comercial o cultural que responda a
necesidades funcionales y funcionalizables, el economis-
ta tendrá su palabra que aportar. En lo analítico de la
realidad urbana intervienen el geógrafo, el climatólogo, el
botánico. El medio, concepto global y confuso, se frag'
menta según las especialidades. Los cálculos matemáti-
cos aportan indicaciones indispensables sobre el futuro y
las condiciones del futuro. Y, sin embargo, ¿qué reúne
estos datos? Un proyecto o, dicho de otro modo, una es-
trategia. Por otra parte, una duda subsiste e incluso se

))
54
(organismo social". Así, el organicismo, evolucionismo,
confirma. iEs Ia ciudad esta suma de lndices e indicio-
res, de variables y parámetros, de correlaciones; esta y continuismo han dominado las representaciones de la
de hechós, de descripiones, de análisis- frag- ciudad elaboradas por especialistas que se crelan sabios
"oi!""i6"
mentarios porque fragmentan? Estos cortes analíticos y solamente sabios. Filósofos sin saberlo, saltaban de
-de Io parcial a Io global, y, también, del hecho al dere-
no carecen riqor, piro, co*o ha sido dicho' el rigor
es inhabitable. El problema coincide con la interrogación
cho, sin legitimar sus pasos.
ee;al planteada por las ciencias esoecializadas' Por un ¿FIay un dilema? ¿Un callejón sin salida? Sí y no. Sí:
i"áá, f. global gue se orienta tan sólo hacia trna actitud una barrera se interpone, un vacío se forma, No: habrfa
qr. ,"..ré.da curiosamente la de las filosofías, cuando no que franquear el obstáculo porque hay una práctica de
Js abiertarnente filosófica. Por otro, el parcial; datos más origen reciente, que bordea ya e,l problema especulativo o
.**"t"* pero dispersos. ,;Puede sacarse de las que ciencias Ios datos parciales del problema real y que tiende a con-
parcelarias una ciencia de la ciudad? No más una vertirse en global, reuniendo todos los datos de la expe-
ii"t"i" unitaria de la sociedad, o del o de la riencia y del conocimiento, es decir, el urbanismo. No se
"hombren' por
realidad humana y social. Un concepto sin contenido trata de una visión filosófica de la praxis, sino del he-
un lado. un contenido o contenidos sin concepto por cho de que el pensamiento llamado urbanístico se trans-
;i;.. O bien, se declara que (la ciudadn, la realidad ur- forma en práctica a nivel global. Desde hacc algunos
bana en cuanto tal, no áxiste, sino únicamente existen años, el urbanismo desborda las técnicas y aplicaciones
series de correlaciones. Se suprime este <<tema>' o bien
parciales (reglamentación y administración del espacio
rá-"t"ti"tia afirmando la existencia de lo global; t9 h3- edificado) para convertirse en práctica social que con-
a é1, se le contorna, bien partiendo de cierne e interesa al conjunto de la sociedad. El examen
extrapolaciones en ttotttb." de una disciplina' bien -apo-
"ár.u."r"^mientos crítico de esta práctica social (cargando, naturalmente,
yándose en una táctica ointerdisciplinaria"' No se llega el acento en la crítica) na puede impedir a la teoría re-
a abarcarlo, a no ser mediante un quehacer que trans- soh¡er una di't'icultad teórica planteada por el hecho de
cienda los recortes. de que Ia teoría misma se separaba de Ia práctica.
Visto de cerca, se advierte que los especialist-as qu: En cuanto prdctica social (en lo que se convierte sin
han estudiado la realidad urbana han introducido ca,si haber alcanzado un nivel de elaboración y acción que
siempre una representación global (salvo en el caso de sólo puede alcanzar, por otra parte, a través de la con-
un positivismo lógicamente extremista). Difícilmente pue' frontación de estrategias política.s), el urbanismo ha su-
clen prescindir de una síntesis, contentándose con una perado el estadio inicial, el de la confrontación y de la
..r-" de conocimientos, cortes y montajes de la realidad comunicación de expertos, el de la reunión de análisis
,ttUutt". En su calidad de especialistas, se creen legitima- parcelarios, en resumen, lo que se denomina lo interdis-
dos para ir desde sus análisis a la síntesis final' cuyo ciplínario. O bien el urbanismo se inspira en su prácti-
prinóipio inspiran desde su. especialidad' Se consideran ca de conocimientos parciales que apli,ca, o bien pone en
ohombres de síntesis, por vía de una disciplina o una acción hipótesis o proyectos a nivel de una realidad glo-
tentativa interdisciplinaria. Las más de las veces' conci- bal. En el primero de los casos, la aplicación de cono.
ben la ciudad (y la sociedad) como un organismo' Los cimientos parciales consigue resultados que permiten de-
historiadores han referido estas entidades, las ciudades' terminar la imposibilidad relativa de estos conocimien-
a una ..evolución> o a un udesarrollo históricon' Los so- tos; estos resultados presentan vacíos y lagunas que per-
ciólogos las han concebido como <ser colectivoo, como miten precisar experimentalmente, sobre el terreno, lo
ril
56 57
rtl
oue falta. En el segundo, el fracaso
(o el éxito) permite Filosoffa de la ciudad
áiscernir qué hay de ideológico en las prgsuqosuones'
y e ideologfa urbanfst¡ca
global'
;;";;;;;;t- q"e á"n""n éstás a nivelde la actividad de-
se- trata'
i e;, en efecto, de un examen críticoen la p-alabra de los
i;;i""d;*;;bu"i.Áo" v no de creer efectos de sus
,rt¡u"ittut ni admitir sín discusiones-los las incongruen-
;;;;;;i"i""es y decisiones' En particular'
iiuJ V distorsiones entre prác1ica y teoría (ideología)' Para formular la problemática de la ciudad (para enun-
y pasan u pfi- ciar los problemas, relacionándolos) es, pues, convenien-
árrtr"""orrocimientos parciales resultados'
ñ", pturro en lugar de disimulárse' Al mismo tiernpo' la te distinguir claramente:
y
i"i".iog..ión sobre el uso los usuarios pasa también
a primer plano. a) los filósofos y las filosofías de la ciudad que defi-
nen a ésta especulativamente como globalidad, de-
finiendo el homo urbanicus bajo el mismo tftulo
que el hombre en general, el mundo o el cosmos,
la sociedad, la historia;
b) los conocimientos parciales que interesan a la ciu-
dad (sus elementos, sus funciones y estructuras);
c) las aplicaciones técnicas de estos conocimientos (en
un cierto contexto: en el marco fijado por decisio-
nes estratégicas y políticas);
d) el urbanismo como doctrina, es decir como ideolo-
gía, en cuanto interpreta los conocimientos parcia-
les, y justifica lad aplicaciones, elevándolas (por ex-
trapolación) a una totalidad mal fundada o mal ie-
gitimada.

Los aspectos o elementos que este análisis distingue


no se dan en las obras separadamente; se cruzan, refor-
zándose o neutralizándose. Platón propone un concepto
de la ciudad y una ciudad ideal en el Critias; en La repú'
blica y en Las leyes, la utopía'platónica se matiza de
análisis muy concretos. Asimismo, en Aristóteles, en los
escritos politicos que estudian las constituciones en las
ciudades griegas y particularmente Atenas'
En la actualidad, Lewis Mumford, G. Bardet, entre
otros, todavía imaginan una ciudad compuesta no ya de
ciudadanos sino de ciudadanos libres, liberados de la di-
visión del trabajo, de las clases sociales y de la lucha
59
58
li- en especulaciones que a menudo se revisten de científicas
de clases constituyendo una comunidad, asociadosmo-
y-
De este sólo porque integran algunos conocimientos reales'
üt"-""r" para la iestión de esta comunidad'de la ciudad En cuánto al urbanismo como ideología, ha recibido
;;;";;;;'tilá.oto"r, componen -el rnodelo xx según la formulaciones cada vez más precisas. Estudiar los pro-
ideal. S* representán la iibertad en el siglo
griega (singularmente retocada por blemas de circulación, de transmisión de órdenes en la
iiU"rr"á de ia ciudad
-
gran ciudad moderna, conduce a conocimientos reales y
poseía la liber-
;;;^ iá;.i;gla: sólo ta' ciida¿ "ó-o talPiensan por iécnicas de aplicación. Declarar que la ciudad se define
i"á, v no lós individuos y los -grupos)' de la ciudadtan- an- como red de circulación y comunicación, como centro
;;]"'.i;;;d moder'a t"Éútt el-módelo
-iá""tifi"ua
a a la .i"aua ideal v racional a la vez' de informaciones y decisiones, es una ideología absolu-
;t;;, ta; esta ideología procedente de una reducción-extrapo-
Éi ago.u, lugar y tiÁUoto de una democracia limitada lación particularmente arbitraria y peligrosa se presen-
, for" ciudadános, que excluía a mujeres, ciudad esclavos y ex-
la perma- ta como verdad total y dogma, utilizando medios terro'
tranjeros, puru ttu cierta filosofía de
ristas. Conduce al urbanismo de tuberías, viales, y cálcu-
;;;;;;J símbolo de la sociedad urbana en general'
los que se pretende imponer en nombre de Ia ciencia y
E*irupotu"ión típicamente icleológica' A esta ideología' par- el rigor científico, cuando no por medios peores.
estos'filósofos dL la ciudad añaden conocimientos Esta ideología tiene dos aspectos solidarios: un as-
propiamente ideológica, consi-ste en
.iuf".; la operación lo pecto mental, Lrn aspecto social. Mentalmente, implica
i"f ialto) de lo parcial a,lo global' de elemen-
una teoría de la racionalidad y la organización cuya for-
iuf'u lo'total, de lo relativo a lo absoluto' Por lo que
"i-p*.
del mulación podemos remontar en las cercanías de 1910,
,"rO.* a ie'Corbusier, cuando describe la relación con con ocasión de una mutación de la sociedad contemporá'
it"Uiiu"t" y el habiiat úrbano con la naturaleza' el
cíclico v los ritmos nea (inicio de una crisis profunda y de tentativas de re-
.i t"f y el árbol, con el tiempo
solver esta crisis por métodos de organización, prime-
del cosmos, ." ,o*pórta como filósofo de la ciudad' A
"i.",
ro a escala de empresa, luego a escala global. Socialmen"
esta visi¿n metafísióa añade indiscutibles conocimientos te, será la noción de espacio la que se presente en pri-
cono-
;;tt"lot-ptobl"mas reales de la ciudad moderna' una ideolo- mer plano, relegando al olvido el tiempo y el devenir.
que dan Lna práctica urbanista v
"i-i""tot
ni t""óionalismo ."átt"" así la sociedadprescritasurbana a la El urbanismo como ideología forrnula todos los proble-
mas de la sociedad en cuestiones de espacio y transpo-
"i".
!i".".jo" de algunas funciones previstas y so'
ne en términos espaciales todo lo que viene de la his'
bre el terreno por la arquitectura' Semejante arquitecto ptl":i toria, de la conciencia. Ideología que se desdobla en se-
,e-considera uhombre de síntesis", pensador y guida, Puesto que la sociedad rlo funciona de un modo
derr-
cante. Cree y quiere crear las relaciones humanas satisfactorio, ¿por qué no una patología del espacio? En
,ri¿rrdol"r, su marco y su ambientación' El
"ót "ibiendo punto de esa perspectiva, no se concibe la prioridad casi oficial-
Arquitecto, en una perspectiva que toma como mente reconocida del espacio.sobre el tiempo como un
referencia horizontes bien. conocidos por el
pensamien-
índice de patología social: como un síntoma entre otros
iá, ." percibe v concibe como Arquitecto del Mundo' ima- de una realidad que engendra enfermedades sociales. Por
gen humana de Dios creador. el contrario, se representan espacios malsanos y espacios
'- fi filosofía de la ciudad (o si se quiere la ideologla
sanos. El urbanista sabría distinguir los espacios enfer-
urbana) nació como supraestructura de una socreoac mos de los espacios vinculados a la salud mental y so-
en cuYas estructuras entraba un cierto tipo de ciudad; cial, generadores de esta salud. Médico del espacio, ten-
iilototía, preciosa herencia del pasado' se prolonga
I
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It

li
ó0 fir,tit1? 61
dría capacidad para concebir un espacio social armo- Especificidad de la ciudad:
nioso, norrnal y normalizante. Su función se reduciría la ciudad g la obra
por tanto a acordar a este espacio (que se encuentra co'
mo por azar identificado al espacio de los geómetras,
al dé las topologías abstractas) las realidades sociales
preexistentes.
Es indispensable la crítica radical tanto de las filo-
sofías de la ciudad como del urbanismo ideológico, so- La filosofía de la ciudad respondía a cuestiones plan-
bre eü plano teórico y sobre el plano práctico. Esta cri- teadas por la práctica social en las ciudades precapita-
tica puéde presentarse como una operación de salubridad listas (o preindustriales, si se prefiere esta terminología).
pública. Su realización, sin embargo, no puede darse sin El urbanismo como técnica y como ideología responde a
largas investigaciones, sin análisis rigurosos, sin un estu- las demandas procedentes de esta vasta crisis de la ciu-
dio paciente de los textos y los contextos. dad ya señalada, que se anuncia desde el alba del capi-
talismo competitivo (con la industria propiamente di-
cha) y no cesa de agudizarse. Esta crisis a escala mun-
dial hace aparecer nuevos aspectos de la realidad urba-
na. Ilustra lo que fue poco o mal comprendido; desvela
lo que había sido mal percibido. Obliga a reconsiderar no
sólo la historia de la ciudad y de los conocimientos so-
bre la ciudad, sino la historia de la filosofia y la del ar-
te. Hasta estos últimos tiempos, el pensamiento teórico
se representaba la ciudad como una entidad, como un
organismo o un todo entre otros (y esto en los mejores
casos, cuando no se la reducía a un fenómeno parcial, a
un aspecto secundario, elemental o accidental, de la evo-
lución y de la historia). En ella se veía, así, un simple
resultado, el efecto local, reflejo puro y simple de la
historia general. Estas representaciones, que entran en
clasificaciones y pueden recibir nombres conocidos (or-
ganicismo, evolucionismo, continuismo) han sido denun-
ciadas precedentemente. No contenían un conocimiento
teórico de la ciudad y no conducían a este conocimien-
to; peor todavía, bloqueaban la investigación a un nivel
bastante bajo, ya que, más que conceptos y teorías, eran
ideologías.
Sólo en la actualidad comenzamos a aprehender la
especificidad de la ciudad (de los fenómenos urbanos).
La ciudad mantuvo siempre relaciones con la sociedad
L en su conjunto, con su composición y funcionamiento,
i

il 63
62
rtl
producción de la ciudad y relaciones sociales en la ciu-
con sus elementos constitutivos (campo y agricultura, dad, ello no es otra cosa que prodpcción y reproduccién
poder c¡fensivo y defensivo, poderes políticos, estad,os., de seres humanos por seres humanos, mejor aún que
Ltc.¡, con su historia. Cambia, pues, cuando la sociedad producción de objetos. La ciudad tiene una historia; es
it conjunto cambia. Sin embargo, las transformacio' obra de una historia, es decir de personas y grupos muy
"tt
nes de la tiudad no son los resultados pasivos de la glo'
determinados que realizan esta obra en condiciones his-
balidad social, de sus modificaciones. La ciudad clepende
de in- tóricas. Las condiciones, que sirnultáneamente permiten
también, y no menos esencialmente, de relaciones
y delirnitan las posibilidades, no bastan nunca para ex-
mediatez, de vinculaciones directas entre las personas
plicar lo que nació de ellas, en ellas, por ellas. Veamos
y grupos que componen la sociedad (familias, cuerpos la ciudad que creó la Edad Media occidental. Animada
brganiradoi, oficios y corporaciones, etc.); no se reduce y dominada por mercaderes y banqueros, esta ciudad fue
ya- a la organización de estas relaciones inmediatas y di-
su obra. ¿Puede el historiador concebirla como un sim-
iectas, ni sus metamorfosis a sus cambios- Se sitúa en ple objeto de tráfico, una simple ocasión de lucro? En
un punto medio, a mitad de camino de lo que se llama absoluto, precisamente lo contrario. Estos mercaderes y
ordán próximo (relaciones de individuos en grupos más banqueros actuaban para promover el cambio y generali-
o menos extensos, más o meno organizados y estructura- zarlo, para extender el dominio del valor de cambio y,
dos, relaciones de estos grupos entre sí) v orden leiano, sin embargo, la ciudad fue para ellos, mucho más que
el de la sociedad, regulado por grandes y poderosas ins- valor de cambio, valor de uso. Estos,mercaderes de las
tituciones (Iglesia, Estado), por un código jurídico forma- ciudades italianas, flamencas, inglesas y francesas, ama-
lizado o no, por una ,,cultura, y por conjuntos simpli- ban a su ciudad como a una obra de arte, ornada por to-
ficativos. El orden lejano se instituye en este nivel "su- das las obras de arte. De manera que, paradójicamente,
perioru, es decir, dotado de poderes. Se impone. Abstrac-
la ciudad de los mercaderes y banqueros continúa siendo
io, formal, suprasensible y trascendente en apariencia, para nosotros el tipo y el modelo de una realidad urbana
no es concebible fuera de las ideologías (religiosas, poé- en la que el uso (el goce, la belleza, el respeto a los
jurídicos. Este-or-
-te principios morales y prácticosensible,
ticas). Comporta lugares significativos) predomina todavía sobre el lucro
den lejano próy"cta en la realidad y el beneficio, sobre el valor de cambio, los mercados y
e, incribiéndose en ella, se hace visible. En el orden pró-
s,t'_s exigencias y presiones. Al mismo tiempo, la riqueza
ximo y por este orden, persuade, 1o que completa 5¡r P9 debida al comercio de mercancías y dinero, el poder del
der de constricción. Se vuelve evidente por y en la oro, el cinismo de este poder, se inscriben también en
inmediatez. La ciudad es una mediación entre las me- esta ciudad y le prescriben un orden. De suerte que para
diaciones. Conteniendo el orden próximo, lo mantiene;
algunos, incluso bajo este titulo, continúa siendo mode-
mantiene asimismo las relaciones de producción y propie-
dad, y es el lugar de su reproducción. Contenida en el
lo, prototipo.
orden lejano, lo sostiene, lo encarna, lo proyecta sobre Si aceptamos el término uproducción> en un sentido
un terreno (el término) y sobre un plano, el de la vida amplio (producción de obras y producción de relaciones.
inmediata; lo inscribe, 'lo prescribe, Io escribe, texto en sociales), hubo en efecto en la historia producción de ciu-
un contexto más extenso e inaprehendible en sí salvo pa- dades, al igual que hubo producción de conocimientos,,
ra la reflexión. cultura, obras de arte y civilización, y como hubo natu-
De este modo, la ciudad es obra, rnás próxima a la ralmente producción de bienes materiales y de objetos'
práctico-sensibles. Estas modalidades de Ia producción
obra de arte que al siemple producto material. Si hay
64 HCS 44 .5 é5
no s€ disocian, lo que autoriza a confundirlas, reducien- La consideración de la ciudad como obra de determi-
do las diferencias, La ciudad fue y continúa siendc¡ ob- nados (agentesD históricos y sociales nos lleva a una cui-
jeto, pero no lo es a la manera de un objcto manejable, dadosa distinción entre acción y resultado, grupo (o gru-
instnimental determinado: este lápiz, esta hoja de papel' pos) y s r, uproducto>, lo que no implica su séparación.
Su objetividad u uobjetalidadu podría acercarse más bien {o ,huy obra sin sucesión regulada de actos y áccie¡¡g5,
a la áel lenguaie que los individuos o grupos reciben de decisiones y conductas, sin mensajes y sin tOdigo. No
antes de modificarlo, o ? la de Ia lengua (una lengua hay obra tampoco sin cosas, sin una maieria a *ód"lur,
determinada, obra de una sociedad determinada, babiada sin una realidad práctico-sensible, sin un espacio, sin
por unos grupos determinados). Podría también compa- una (naturalezarr, Jin cumpo y sin'medio. Las iela"iones
iarse esta-oobjetalidad" a la de una realidad cultural, sociales se logran a partir de lo sensible; no se reducen
como eI libro escrito, mejor que al antiguo objeto abs- a este mundo sensible,. y sin embargo no flotan en el
tracto de los filósofos o al objeto inmediato y cotidiano. aire, no se pierden en la transcendencia. Si la realidad
Será preciso, además, tomar precauciones. Si comparo social implica formas y relaciones, si no puede conoebir-
la ciudad a un libro, a una escritura (a un sistema se- se de manera homóloga al objeto aislado, sensible o téc-
miológico), no por ello tengo derecho a olvidar su carác- nico, no por ello subsiste ésta sin vinculaciones, sin un
ter de mediación. No puede separarla ni de su conteni- encaje en los objetos, en las cosas. Insistamos en este
do ni de aquello que la contiene, aislándola como un punto, rnetodológica y teóricamente importante. Será
'sistema completo. A lo más, en el mejor de los casos, pues oportuno y razonable que distingamos entre mor-
Ia ciudad constituye un subsistema, un subconjunto. En fología material y morfología social. euizá convendría
este libro, con esta escritura, se manifiestan formas y es- que introdujéramos aquí una distinción entre la ciudad,
tructuras mentales y sociales. Y, sin embargo, el análi- realidad presente, inmediata, dato práctico sensibl", uí-
sis puede alcanzar este contexto a partir del texto, pero quitectónico, y, por otra parte, lo urbano, realidad so.
el contexto no está dado. Para alcanzarlo, se impondrán cial compuesta por relaciones a concebir, a construir o re-
operaciones intelectuales, quehacer progresivo de la re- construir por el pensamiento.
flexión (deducción, inducción, traducción, y. transduc- , Sin embargo, esta distinción resulta peligrosa y la
ción). En este texto escrito, la Ciudad, la totalidad no denominación propuesta no carece de riesgos. Lo urbano
se presenta en lo inmediato. Hay otros niveles de reali- así designado da la impresión de prescindir del suelo
dad que no transpqrentan (no son transparentes) por de- y la morfolbgía material, de dibujarse según el modo de
finición. La ciudad escribe y prescribe,, es decir, signifi- existencia especulativo de entidades, espíritus y almas,
ca: ordena, estipula. ¿Qué? Descubrirlo le corresponde a sin mácula de vinculaciones e inscripciones, en una es-
la reflexión. El texto ha pasado por las ideologías, y a pecie de transcendencia imaginaria. Si se adopta esta ter-
su vez las orefleja". El orden Iejano se proyecta en/so- minología, las relaciones entre nla ciudado y ulo urbanoo
bre el orden próximo. Sin embargo el orden próximo no deberán determinarse con el mayor cuidádo, evitando
refleja en la transparencia el orden lejano. Este último tanto la separación como la conftisión, la metafísica, la
subordina para sí a lo inmediato a través de las media- reducción a la inmediatez sensible. La vida urbana, la
ciones; no se entrega. Es más, sin descubrirse, se disimu- sociedad urbana, en una palabra, .,lo urbano, no pueden
la. Es esta su forma de operar, sin que ello nos dé dere- ¡irescindir de una base práctico-sensible, de una morfo-
cho a hablar de una transcendencia del Orden, 1o Glo- logía. O la tienen, o carecen de ella. Si no la tienen, si
bal o lo Total. olo urbanou y la sociedad urbana se conciben sin esta

66 67
base es porque son perceptibles como posibilidades' por' Continuidades g discontinuidades
que las virtualidades de la sociedad real persiguen pg{
ásí decir su incorporación y su encarnación a través del
pensamiento urbJnístico y el conocimiento: a través de
nuestras ureflexiones". Si no las encuentran, estas posi-
bilidades perecen; están condenadas a desapaiegel. 1!-o
urbanoo no es un alma, un espíritu' una entidad filo- El organicismo con sus implicaciones, es decir, el evo-
sófica. luciorrismo simplificador de muchos historiadores v el
continuismo simplista de muchos sociólogos, ha enmas-
carado los caracteres específicos de la realidad urba-
na. Los actos o acontecimientos (productoresn de esta
realidad, considerada como formación y obra social, es-
caparon al conocimiento. Producir, en este sentido, no
es otra cosa que crear: sacar a la luz ualgoo que no exis-
tía antes de la actividad productora. Desde hace tiempo,
el conocimiento vacila ante la creación. 0 bien la ciea-
ción parece irracional, espontaneidad que surge de lo
desconocido y lo incognoscible, o bien es negada y lo que
nace es reducido a lo que preexistía. La ciencia se pre-
tende ciencia de determinismos, conocimiento de presio-
nes. Abandona a los filósofos la exploración de los naci-
mientos, de los fallecimientos, de las transiciones, de las
desapariciones. Los que discuten la filosofía abandonan
por este hecho la idea de creación. El estudio de estos
fenómenos urbanos se liga al plantearniento de estos obs-
táculos y dilemas, a la solución de esos conflictos inter-
nos a la razón cognoscitiva.
historia y la sociología concebidas así, según mo-
- Laorganicista,
_
delo no han sabido tampoco apreciar las
diferencias, ni en el pasado, ni en lo actual. En detrimen-
to de estas diferencias, y en detrimento de la creación,
fueron operadas reducciones abusivas. El vínculo entre
estas operaciones reductoras es fácilmente aprehendi-
ble. Lo ,específico huye ante los esquemas simplificado-
res. A la luz un poco turbia que proporcionán crisis
múltiples y entrecruzadas (entre ellas la de la ciudad v
lo urbanc), entre las fisuras de una .realidado q.re
harta frecuencia se considera llena conno un huev:o o"onco-
mo una página totalmente escrita, el análisis puede ya

69
percibir por qué y cómo determinados procesos globales s'lutas. Por consiguiente, el estudio de las articulaciones
(económicos, sociales, políticqs, culturales) han confor- .lrtre los niveles de la realidad permite evidenciar las
mado el espacio urbano y modelado la ciudad, sin que <listorsiones y desequilibrios entre estos niveles, pero no
de estos procesos derive inmediata y deductivamente anquilosarlos.
la acción creadora. En efecto, si han influenciado los La ciudad se transforma no sólo en razón de oproce-
tiempos y los espacios urbanos ha sido perrnitiendo in- sos globales" relativamente continuos (como el crecimien-
troducirse en ellos a grupos, tomarlos a su cargo, apro- to de Ia producción material a lo largo de las épocas con
píarlos; y ello inventando, esculpiendo el espacio (para sus consecuencias en los cambios. o el desarrollo de la
emplear una metáfora), adoptando unos ritmos' Estos racionalidad) sino en función de modificaciones profun-
grupos han aportado innovaciones en la manera de vi' das en el modo de producción, en las relacion"J u".--
vir, de tener una familia, de criar y educar a los niños, po-ciudad", en las relaciones de clase y de oropiedad. El
de permitir a las mujeres un puesto mayor o menor, de proceder correcto consiste aquí en pár". de los conoci-
utilizar o transmitir la riqueza. Estas transformaciones mientos más generales a los que contiernen los procesos
de la vida cotidiana modificaron la realidad urbana sin y discontinuidades históricas, a su proyección y refrac-
nor ello apartarse de las motivaciones de ésta. La ciudad ción en Ia ciudad, e inversamente, Ln pasar dé conoci-
fue a la vez lugar y medio, teatro y empeño de estas in- mientos particulares y específicos relativos a Ia realidad
teracciones complejas. urbana a su contexto global,
La introducción de discontinuidades temporales Y es- ciudad y lo urbano no pueden comprenderse sin
paciales en la teoría de la ciudad (y de lo urbano), en .las La
instituciones salidas de reláciones de clase a"
Ia historia y la sociología, no otorga derecho a su abuso. piedad- La ciudad, a su vez, obra y acto perpetubs, V Or*
dá lu_
Sería ilícito sustituir, por separaciones, organicismo y gar a instituciones específicas: municipalei. Las institu-
continuismo, consagrándolos por la teoría. Si la ciudad ciones més generales, las que proceden del Estado, de la
aparece como un nivel específico de la realidad social, relieión v de Ia icleología dominantes, tienen su sede en
los procesos generales (de los que los más importantes Ia ciudad política, militar, religiosa. En ella coexisten con
y accesibles fueron la generalización de los intercambios Ias instituciones propiamente urbanas, administrativas,
comerciales, la industrialización en semejante marco glo- culturales. De ahí, algunas continuidades notables a tra_
bal, la constitución del capitalismo competitivo) no se vés de los cambios de Ia sociedad.
desarrollaron por encima de esta mediación específica. Es sabido que hubo, y continúa habiendo, la ciudad
Por otra parte, el nivel de relaciones inmediatas, perso- oriental, expresión v proyección sobre el terreno, efecto
.nales e interpersonales (la familia, el vecindario, los ofi' v causa, del modo de producción asiático; en este modo
cios y corporaciones, la división del trabaio entre los de producción, el poder estático asentado
oficios, etc.) sólo se separa de la realidad urbana median- orEaniza económicamente una zana agraria más "" tuo .i"J"J
menos
te una abstracción; la progresión correcta del conoci- ext-ensa, rige y controla las aguas, el -riego, el drenaie,
la
miento no puede cambiar esta abstracción en seoaracio- rrtilización del suelo, ,"..rrn"rr, Ia produc"i¿n asri";I".
nes. La reflexión carga el acento sobre las articulaciones "., hubo ,rrru
En Ia era de la esclavitud organizadora
r-rara que los seccionamientos sigan a las articulaciones, la violencia y por la racionalidad
"i,rd"djuriái;_ ;"i
v no para desarticular lo real. La regla metodolóeica -por
área agrícola circundante pero que minab""r, p.opiu ü"-
consiste, pues, en evitar la confusión en una continuidad se al reemplazar los campósinos libres (prooietario.j
nn.
ilusoria así como las separaciones o discontinuidades ab- propiedades de tipo latifundista. En dcid""t"
rr"u"-i"
70
7l
ciudad medieval, solidaria del modo de producción feudal, recientemente inventar el centro comercial. Su concep-
en el que predominaba considerablemente la agricultu- ción progresaba: La centralidad comercial aportabu ,tnu
r", p".ó tambi¿n lugar de comercio, teatro de la lucha de diferencia, un enriquecimiento al espacio deinudo, redu-
clases entre la burguesía naciente y la feudalidad de la cido a las funciones de habitación, y, sin embargo, estos
tierra, punto de impacto y palanca de la acción estatal urbanistas, simplemente, reencontraban la ciudad medie-
(real). Én fin, en Oócidente, en América del Norte, hubo val,_ despojada de su relación histórica con el campo, de
y hay la ciudad capitalista, comercial e industrial, marca- Ia Iucha entre burguesía y feudalismo, de Ia relación
da en mayor o menor grado por el Estado político cuya política con el Estado real y despótico, reducida por tan-
formación acompañó al ascenso del capitalismo y con la to a la unifuncionalidad de los intercambios locales.
oue supo hacerse la burguesia pata dirigir el conjunto Formas, estructuras, funciones urbanas (en la ciudad,
de la sociedad. en las relaciones de la ciudad con el territorio por ella
Las discontinuidades no se sitúan únicamente entre influido o dirigido, en las relaciones con la sociedaa y
las formaciones urbanas, sino tarnbién entre las rela' el Estado) actuaron unas sobre otras y se modificaroni
cione$ sociales más generales, entre las relaciones inme- un movimiento que el pensamiento puede hoy recons-
diatas de los individuos y los grupos (entre los códigos truir y controlar. Toda formación urbana conoció una
y los subcódigos). Sin embargo, la ciudad medieval per- extensión, un apogeo, una decadencia. Sus fragmentos y
dura desde hace casi ocho siglos. La explosión actual de despojos sirvieron acto seguido paraf en otras formacio.
la gran ciudad tiende a disolver núcleos urbanos de ori' nes. La Ciudad, considerada en su movimiento histórico,
gen medieval; estos últimos persisten en muchas ciuda- en su nivel específico (por debajo y más allá de las trans-
des medias o pequeñas. Numerosos centros urbanos que formaciones globales, pero por encima de las relaciones
en la actualidad protegen y perpetúan la imagen de la inmediatas localmente arraigadas, vinculadas frecuente-
centralidad (que sin ellos hubiera desaparecido) se re- mente a la sacralización del suelo y por tanto durables
montan a la más alta antigüedad, lo que explica la ilu- y casi permanentes en apariencia) ha pasado por perlo-
sión continuista, la ideología evolucionista, sin por ello dos críticos. En el tiempo y en el espacio se suceden
legitimarlas. Esta ilusión y esta ideología han enmasca- disoluciones de estructuras y reestructuraciones, siempre
rado el movimiento dialéctico en las metamorfosis de traducidas sobre el terrenoj inscritas en lo práctico-sen-
la ciudad y lo urbano, y, singularmente, en las relacio' sible, escritas en el texto urbano, pero derivando de una
nes (continuidad-discontinuidadr. A lo largo del desarro' procedencia distinta: de la historia, del devenir. y ello
llo, algunas formas se tornan funciones y entran en ¿s- no de lo suprasensible, sino de otro nivel. Las ciudades
tructuras que las recuperan y transforman. De este mo- fueron ma,rcadas por actos y agentes locales, pero tam-
do, la extensión de los intercambios comerciales a par- bién por las relaciones impersonales de proáucción y
tir de la Edad Media aboca a esta notable formación: propiedad, y por consiguiente de clases y luchas de clá-
a la ciudad comercial (integrando completamente a los _se;
y, subsiguientemente, por las ideologías (religiosas, fi-
mercaderes, establecida alrededor de la plaza, del mer- losóficas, es decir, éticas y estéticas, jurídicas,*"t".).'Lu
cado). Desde la industrialización, estos mercados locales proyección de lo global sobre el terreno y sobre el plano
v localizados conservan una sola función en la vida ur- específico de la ciudad sólo se efectuó a través de me-
bana, en las relaciones de la ciudad con el contorno cam- diaciones. La ciudad, mediación a su vez, fue el lugar,
pesino. Una forma, convertidq en función, entra en nue' el producto de las mediaciones, el terreno de sus iti-
vas estructuras, Sin embargo, los urbanistas han creldo vidades, el objeto y el objetivo de sus proposiciones. En

72 73
el texto urbano se transcribieron procesos globales.y En cada período crítico, cuando el crecimiento es-
relaciones generales única y exclusivamente a través de pontáneo de la ciudad se estanca v se detiene el desarro-
las ideologías, interpletadas por tendencias y estrategias IIo urbano orientado y marcado -por las relaciones so-
políticas. De ahí la dificultad --sobre la que conviene ciales hasta este momento dominantes, aparece entonces
ya ahora insistir- de concebir la ciudad como un siste' Ia reflexión urbanística. Esta reflexión, iíntoma de mu-
ma semántico, semiótico o semiológico, a partir . de la tación más que de racionalidad en ascensión continua
lingüística, el lenguaje urbano o la realidad urbana con- o de armonía interior (pese a que las ilusiones sobre es-
siderada como conjunto de signos. A lo largo de su pro- tos puntos se reproduzcan regularmente), mezcla la filo-
yección sobre un nivel específico, el código general de la sofía de la ciudad a la búsqueda de una terapéutica, a
sociedad se modifica; el código específico de lo urbano Ios proyectos de acción sobre el espacio urbano. Con-
es una modulación, una versión, una traducción de aquel, fundir esta inquietud con la racionalidad y la organiza-
incomprensible sin el original y sin los orígenes. En ción constituye la ideología antes denunciada. A través
efecto, la ciudad se lee porque se escribe, porque fue de esta ideología se abren penosamente camino los con-
escritura. Sin embargo, no es suficiente examinar este ceptos y Ia teoría.
texto sin recurrir al contexto. Escribir acerca de esta En este punto, convendría definir ya la ciudad. Si es
escritura o este lenguaje, elaborar el metalengüaie de la exacto que el concepto se separa poco a poco de las ideo-
ciudad no supone conocer la ciudad y lo urbano. El con- logías que le sirven de vehículo. debe foimularse a lo lar-
texto, lo que hay bajo el texto a descifrar (la vida coti- go de este proceso. Nos proponemos pues aquí una pri-
diana, las relaciones inmediatas, lo inconscient" ds "lo mera definición de la ciudad como proyección de Ia so-
urbanoo, lo que apenas se dice y, menos aún, se descri- ciedad sobre el terreno, es decir, rro rolurrr"rrte sobre el
be, lo que se oculta en los espacios habitados vida espacio sensible sino sobre el plano específico percibido
sexual y familiar- y apenas se manifiesta cara-la a cara), y c-oncgbido por el pensamiento, que áetermina la ciu_
lo que hay por encima de este texto urbano (las institu- 4u4 V lo urbano. Las lagunas de esfa definición han que-
ciones, las ideologías), no puede descuidarse a la hora de dado evidenciadas por largas controversias. En primer
traducir la información. Un libro no basta. Bien estará Iugar, exige precisiones suplementarias. Lo que ie ins-
que lo leamos y releamos. Aún mejor, que nos remonte- cribe se proyecta no es únicament" ,, o.á"r, lejano,
-y-
mos a una lectura crítica. Al conocimiento le planteará una globalidad social, un modo de producción, un
preguntas: "¿Quién y qué? iCómo? éPara qué? ¿Para general; es también un tiempo, o mejor aún tiempor, "ddigo
,It-
quién?> Estas preguntas anuncian y exigen la restitu- mos. La ciudad se escucha como una música, de^la mis-
ción del contexto. La ciudad no puede pues concebirse ma manera que se lee como una escritura discursiva. La
como z.¿n sistema significativo, determinado y ensimis- definición, en segundo lugar, exige complementos. Saca
mado en cuanto sistema. La consideración de los niveles a la luz ciertas diferencias histórilas y genéricas o gené_
de la realidad impide, aquí como en otras partes, esta ticas, pero deia de lado otras diferencias actualesi en-
sistematización. Sin embargo, la Ciudad tuvo la singular tre lo-s tipos de ciudad resultantes de la historia, entre
capacidad de apoderarse de todas las significaciones para los efectos de Ia divisién del trabajo en las ciúdades,
decirlas, para escribirlas (estioularlas y entre las relaciones persistentes ociuáad-territorior. Ello
"significarlaso),
incluyendo las procedentes del campo, de la vida inme- autoriza otra definición que no destruye quizá la pri_
diata, de la religión y la ideología política. Las ciudades, mera: Ia ciudad como coiiunto de difeíencio,
los monumentos y las fiestas tuvieron este valor. cíudades. Pero también ésta resulta insuficiente."rlr"-li,
Al car-
74 1)
gar el acento sobre las particularidades más que sobre Niveles de realidad U de análisis
las generalidades, descuida las singulariclacles de la vida
urbana, Ias maneras de vivir de la ciudad, cl habitar pro-
piamente dicho. De ahí, otra definición por la pluralidad,
la coexistencia y simultaneidad en lo urbano de patterns
(la vivienda-pabellón, el gran conjunto, la copropiedad,
el alquiler, Ia vida cotidiana y sus modalidadcs en los in- Las consideraciones precedentes bastan para demos-
telectuales, los artistas los comerciantes los obreros etc.) trar que el análisis de los fenómenos urbanos (de la mor-
Estas definiciones (relativas a los niveles de la rea- fología sensible y social de la ciudad, o, si se prefiere, de
lidad social) no pretenden ser exhaustivas y no excluyen Ia ciudad, Io urbano, y su conexión), exige el empleo de
otras definiciones. Si algún teórico viera en la ciudad el todos los instrumentos metodológicos: forma, función,
lugar de confrontaciones y relaciones (conflictivas) entre estructura; niveles, dimensiones, texto, contexto, campo
deseo y necesidad, entre satisfacción e insatisfacción, si y conjunto, escritura y lectura, sistema, significante y
fuera hasta describir la ciudad .6¡¡s "lugar del deseor, significado, lenguaje y metalenguaje, instituciones, etc.
estas determinaciones serían examinadas y tomadas en Es sabido por otra parte que ninguno de estos términos
consideración. No es cierto que sólo tengan un sentido permite una rigurosa pureza, que no es definible sin am-
limitado al dominio de una ciencia parcelaria, la psico- bigüedades y que no escapa a la polisemía. Así sucede
logía. Es más, habría que cargar el acento sobre el papel con la palabra forma, que adquiere significados diversos
histórico de la ciudad: aceleración de procesos (el cam- para el lógico, el crítico literario, el esteta, el lingüista.
bio y el mercado, la acumulación de conocimientos y ca- El teórico de la ciudad y lo urbano dirá que estos
pitales, la concentración de estos capitales) y lugar de términos se definen como -t'orma de Ia simultaneidad,
revoluciones. En la actualidad, la ciudad moderna, al canpo de encuentros y cambios. Esta acepción de la pa-
convertirse en centro de decisión, o, mejor aún, al agru- labra "forman habrá de precisarse. Así sucede también
par los centros de decisión, intensifica, organizándola, la con el término función. El análisis distingue entre fun-
e@lotación de la sociedad entera (no sólo de la clase ciones internas de la ciudad, funciones de la ciudad en
obrera sino de las otras clases sociales no dominarrtes). cuanto al territorio (campo, agricultura, pueblos y co-
Ello significa, no que la ciudad sea lugar pasivo de la trnarcas, ciudades más pequeñas y subordinadas en un
producción o Ia concentración de capitales, sino que nlo retículo) y, finalmente, las funciones de la ciudad
urbanoo interviqne como tal en la produción (en los me- cada ciudad- en el conjunto social (división técnica -dey
dios de producción). social del trabajo entre las ciudades, retículos diversos
de relaciones, jerarquías administrativas y políticas). Lo
mismo respecto a las estructuras. Tendríamos la estruc-
tura de la ciudad (de cada ciudad, morfológica y social-
mente, topológica y tépicamente),, luego la estructura ur-
bana de la sociedad y, por último, la estructura social de
las relaciones ciudad-campo. De ahí, el entrecmce de
determinaciones analíticas y parciaies, y las dificultades
de qna aoncepción global.
Aquí, como en otras partes, confluyen de ordinario

76 77
/rcs términos, cuyas relaciones conflictivas (dialécticas) A este nivel, la ciudad se manifiesta como un agm-
se disimulan bajo las oposiciones de término a término. pamiento de grupos, con su doble morfología (práctico-
Tenemos el campo, la ciudad, y la sociedad con el Esta- sensible o material por una parte, sc¡cial por otra. Tiene
do que la dirige y domina (lo que no está exento de re- un código de funcionamiento cuyo cje scrían institucio-
laciones con la estructura de clases de esta sociedad). nes particulares, como la municipalidad cc¡n sus servi-
Tenemos también, como se ha intentado demostrar, los ,cios y sus problemas, sus canales de información, sus re-
procesos generales (globales), la ciudad como especifici- tículos, sus poderes de decisión. Sobre este plan se pro-
dad y nivel intermedio, luego, las relaciones de inmedia- yecta la estructura social, lo que no excluye los fenóme-
tez (vinculadas a una manera de vivir, de habitar, de nos propios de una ciudad determinada, y las manifes-
modular lo cotidiano). Ello exige ahora definiciones más taciones más diversas de la vida urbana. paradójicamen-
precisas de estos niveles, que no quisiéramos separar ni te, considerada a este nivel, la ciudad se compone de es-
confundir, pero cuyas articulaciones y desarticulaciones, pacios inhabitados e incluso inhabitables: edificios públi-
proyecciones del uno sobre el otro y diversas conexiones cos,. monumentos, plazas, calles, vacíos grandes o pe-
,conviene mostrar. queños. Hasta ese punto es cierto que oel habitatu no
El nivel más elevado se sitúa a la vez por encima de constituye la ciudad, y que la ciudad no puede definirse
la ciudad y en la ciudad. Lo que no simplifica el análisis. por esta función aislada.
La estructura social figura en la ciudad, y en ella se hace A nivel ecológico, el habitar se hace esencial. La ciu-
sensible y significa un orden. Inversamente, la ciudad dad envuelve el habitar; la ciudad es forma, envoltura,
es un fragmento del conjunto social; transluce, porque de este lugar de vida
"privadao, 11sg^¿a y meta de retícu-
las contiene e incorpora en la materia sensible, a las los que permiten las informaciones y transmiten las ór-
instituciones e ideologías. Los edificios reales, imperia- denes (imponiendo al orden próximo el orden lejano).
les, presidenciales, (son,> parte de la ciudad: la parte po- Dos enfoques son posibles. El primero va de lo más
lítica (capital). Estbs edificios no coinciden con las ins- general a lo más singular (de las instituciones a la vida
tituciones, con las relaciones sociales dominantes. Y, sin cotidiana) y descubre la ciudad como plano específico y
embargo, esta relaciones actúan sobre ellos, y de ellos como mediación privilegiada (relativamente). El segun-
representan la eficacidad y la (presencia, sociales. En su do parte de este plano y construye lo general destacando
nivel específico, la ciudad contiene así la proyección de elementos y significaciones en lo observable urbano. Esta
estas relaciones. Como precisión, e ilustrando con un forma de proceder tiene por objetivo alcanzar, sobre lo
caso particular ese ariálisis, tenemos que en París el or- observable, lo "privado', la vida cotidiana disimulada:
den social se represent'a al nivel más elevado en/por el sus ritmos, sus ocupaciones, su organización espacio-tem-
Ministerio del Interior, al nivel específico por la Prefec- poral, su ocultura, clandestina, su vida"subteriánea.
tura de Policía,y también por las comisarías de barrio, En cada nivel se definen isotopías: espacio político,
sin olvidar los diversos organismos de policía que ac- religioso, cultural, comercial, etc. Por relación a.ésas iso-
túan sea a escala global, sea en la sombra subterránea. topías, los otros niveles se definen corno heterotopías.
La ideología religiosa se significa a escala superior por la Sin embargo, en cada nivel se descubren oposicionei es
catedral, por las sede de los grandes organimos de la paciales que entran en esta relación: isotopía-heteroto-
Iglesia, y también por las iglesias, las parroquias, ias di- pía. Por ejemplo, la oposición del
"habitat> colectivo y
versas inversiones locales de la práctica religiosa insti- {, el "habitat, de pabellones. Los espacios sobre el planó
tucionalizada. ,t específico pueden clasificarse también según este criterio

78 79
dad transmite. El orden lejano se proyecta en el orden
de la isotopía-heterotopía, constituyendo la ciudad ente- próximo. Este orden lejano no es nunca o casi nunca uni-
ra la isotopía más exte-nsa, englobando a las otras o, glo-
bal aún, superponiéndose a las otras (a los subconjun- iario. Está el orden religioso, el político, el moral, cada
uno de ellos apoyándose en una ideologla, con sus impli-
tos espácialós á ta vez subordinados y constitutivos)' Se-
caciones polítñas. Entre estos órdenes, la ciudad r-ealiza
me;anie clasificación por oposiciones no olvidará el aná'
lisis de los niveles, ni el del movimiento de conjunto con en su pláno una unidad o, mejor aún, un simbolismo'
Los disimula, y vela sus rivalidades y conflictos tornán-
sus aspectos conflictivos (relaciones de clases entre dolos irnperiosos. Los traciuce en consignas de acción, en
otros). En el nivel ecológico, el del uhabitar>, se cons-
empleos del tiempo. Con el empleo del tiempo, estipula
tituyen conjuntos significativos,, sistemas parciales de (significa) una jerarquía minuciosa de lugares, instantes,
sign-os, de l-os que "él mundo del pabellóno ofrece un
ocupaciones, personas' Además, ia ciudad refracta estos
ca-so particularmente interesante. La distinción de nive-
les (y cada nivel a su vez implica niveles secundarios) impirativor en un estilo, admitiendo que exista vida ur-
tiene una utilida.d superior en el análisis de relaciones bana original. Un estilo así se caracteriza como arqui-
esenciales, por ejemplo, para comprender cómo los va- tectónico y deriva del arte y del estudio de las obras de
lores ..de'páb"Uótt', en Francia, se convierten en punto arte.
de referenóia para la conciencia social y los "valoresD so- La semiología de la Ciudad tiene, por tanto, un inte-
bre los otros tipos de habitación. El análisis de las re- rés teórico y p.áctico superior. La ciudad emite y recibe
laciones de inclusión-exclusión, de pertenencia o no per- mensajes. Estos mensajes se comprenden o no se corn'
tenencia a determinado espacio de la ciudad, es el único prenden (se codifican y descodifican, o no). Puede, pues
que permite abordar estos fenómenos de gran importan- aprehendérsela según los conceptos procedentes de la
cia para la teoría de la misma. lingüística: significante y significado, significación y sen-
Étt .t plano específico, la ciudad puede dominar sig- tido. Sin embargo, sólo con las mayores reservas y pre-
nificaciones existentes, políticas, religiosas, filosóficas. cauciones puede considerarse a la Ciudad como un sis-
Las asume para decirlas, para exponeilas por vía -o tema (sistóma único) de significaciones y sentidos, y por
voz* de loi edificios, monumentos, y también por las tanto de valores. En la ciudad, como en tantas otras co-
calles y plazas, por los vacíos, por la teatralización es- sas, hay varios sistemas (o si se prefiere, varios subsis-
pontánea, Ios encuentros que en ellos se desenvuelven, temas). Es más, la semiología no agota la realidad prác-
sin olvidar las fiestas, las ceremonias (con los lugares tica e ideológica de la ciudad. La teoría de la ciudad
cualificados y apropiados). Al lado de la escritura está como sistemi de significaciones tiende hacia una ideolo-
la palabra de lo urbano, aún más importante' Fstas pa- gía, separa .,lo urbanoo de su base morfológica de la
lab'ras dicen la vida y la muerte, la dicha o la desgracia' fráctica social, reduciéndolo a una relación nsignifican-
La ciudad tiene esta capacidad que la hace conjunto sig- ie-significadoo, y extrapolando a partir de significacio-
nificativo. Sin embargo, para apoyar una advertencia nes iealmente percibidas. Esta teoría adolece de una gran
precedente, la ciudad no realiza esta tarea grac-iosa ni ingenuidad. Por cierto que sea que un pueblo bororo
uslgnificau, y qLre la ciudad griega está cargada de- sen-
iratuitamente. Ni se le exige asj. El esteticismo, fenóme- tidá, ¿vamos i construir vastos puebios bororos llenos
ño de decadencia, llega tarde: lo mismo que el urbanis-
mo. Son órd^enes que, en forma de significaciones, en de signos de la modernidad?, o bien, ¿vamos a restit]rir
el aspecto de la simultaneidad y de los encuentros, en la el ágára con su sentido en el centro de ia ciudad
forma finalmente de un lenguaje y una escritura, la ciu' nueva?

Ilcs i4 .6 8l
80
,l

El fetichismo de la relación formal nsignificante-sig- tiples niveles y dimensiones. Tcnclríamos, así, la palcrbra
nificadou comporta inconvenientes aún más graves' Acep- de la ciudad: lo que ocurrc y tr¿rnscurre cn la calle, en
iu-putiuu-ente la ideología del-consumo dirigido' o' peor las plazas, en los vacíos: lo quc allí sc clicc. Tcndríamos
aún, contribuye a el'la. En la ideología del consumo en
y también la lengua de la ciudad: las particularidades de
oiealn (enre comillas), el consumo de signos esta ciudad determinada que se expresan cn los discur-
"il""t"*o
desempeña un papel cada vez mayor' El fetichisrno no sos, los gestos, los vestidos, las palabras y el empleo de
."p.iá" el coniumo de espec-táculos <püroS>r' sino sin acti- la.s palabras por los habitantes. Tendríamos el laryuaie
viáad, sin participación, sin obra ni producto' que
urbano, al que podemos considerar como lenguaie de
se añade a ésta, y se superpone como una sobredetermi- connotaciones, como un sistema secundario, y derivado
naci¿n. nUo p"t-ite quá li publicidad de bienes de con- al interior del sistema denotativo (por emplear aquí la
sumo se convierta en él principal bien de consumo y tien- terminología de Hjemslev y Greimas) y por último ten-
da a incorporarse al arte, la literatura, la poesía' y a :u- dríamos la escritura de la ciudad: lo que se inscribe y
;Ñ;;t"t utilizándolas como retóricas' De este modo' se prescribe en sus rnuros, eir la disposición de los luga-
ie convierte en la ideología misma de esta sociedad; cada res y su encadenamiento, en resumen, el empleo del tiem-
oobjetou, cada obienn sJdesdobla en una realidad y una po en la ciudad de los habitantes de la ciudad.
imagen, que a su vez constituye parte esencial del con- El análisis semiológico debe distinguir además el ni-
,lr-o. Se consumen signos al igual que objetos: signos vel de los semantemcts o elementos significantes (líneas
d" futi"idud, de satisfácción, de poder, de riqueza' de derechas o curvas, grafismos, formas elementales de las
ciencia, de tecnologia, etc. La p-roducción de estos signos entradas, puertas y ventanas, rincones, ángulos, etc.); el
r" i"t"btu en la prádicción gtóbal y desempeñ^ Pt- papel nivel de los morfemas u objetos significantes (inmuebles,
irrt"g.uáo. capital en relación a las otras actividades so- calles, etc,), y, por último, el de los conjuntos significa-
cialJs productoras u organizadoras' El signo se compra tivos o superobjetos, y por tanto la ciudad.
V t" ué"¿"; el lenguaje ie convierte en valor
de cambio' Habría que estudiar cómo se significa la globalidad
Las significacioneJ de esta sociedad son así, bajo la apa- (semiología del poder); cómo se significa la ciudad (es
y
riencii de signos significaciones en general, entrega- ésta Ia semiología propiamente urbana); y cómo se sig-
das al Por óonsiguiente, el que concibe a la nifican las maneras de vivir y habitar (semiología de la
"otrtioo.
y
ciudad a la realidad urbana como sistema de signos' vida cotidiana, del habitar y dol habitat). No hay que
implícitamente entrega éstas al consumo como objetos confundir la ciudad en cuanto que capta y expone las
integralmente consumibles: como valor de cambio en significaciones venidas de la naturaleza, del país, y del
estaáo puro. Esta teoría, al cambiar los lugares en sig- paisaje (por ejemplo: el árbol) con la ciudad en cuanto
tto, y uuloo"r, lo práctico sensible en signifi-caciones for- lugar de consumo de signos. Ello equivaldría a confun-
males, cambia también a aquel que percibe éstos
-en
dir la fiesta con el consumo ordinario.
puro consumidor de signos. El París bis o el tercer Pa- No olvidemos las dimensiones. La ciudad tiene una
rís concebidos por los prornotores acaso no sean otra dimensión simbólica; los monumentos, pero también los
cosa que centros de consumo promovidos a un grado su- vacíos, plazas y avenidas, simbolizan el cosmos, el mun-
perioi por la intensidad del consumo de signos'- La se- do, la sociedad, los intereses, el Estado. Tiene una di-
miologia urbana, de perder su ingenuidad, corre el riesgo mensión paradigmdtica; implica y muestra oposiciones,
de ponerse a su servicio. el dentro y el fuera, el centro y la periferia, lo integrado
Y qt" el análisis semiológico debe distinguir múl' a la sociedad urbana y lo no integrado. Posee, finalmen-
"t
82 B3
tc, la dimensión sintagmática; ligazón dc eletnentos, ar- irnl¡list¿rs de la realidad urb¿ina (quc allrLlpan los datos
f r-agrncntarios de los arquilcctos) c:onslittryan un sisterna
ticulación de isotopías y heierotopías.
A su nivel específico, la ciudad, en cuanto que es ca- rlc signiiicaciones un poc() clifi:r'cntc, al c¡rrc t:rmbicrn de-
paz de reflejar, de exponer los otros subsistemas, y de rrominan urLranismo, y cuy¿r pr'()gr'¿ullir('irir.l con[í¿rn a las
aparecer como un (rnundo), como una totalidad única rnilquinas.
en la ilusión de lo inrnediato y lo vivido' se presenta co- El análisis crítico disipa cl privilcgio cle l<¡ vivickr cn
mo subsistema privilegiado. En esta capacidad residen la sociedad urbana. Far"a cl , lo vivido es únicarnentc un
precisamente el encanto, la tonicidad, la tonalidad pro- "planor, un nivel y, sin cntbargo, el análisis no hace
pias de la vida urbana. Pero el análisis disipa esa impre- ctrcsaparecer este plar-ro. Al modo de un libro, existe.
sión y revela varios sistemas ocultos en la ilusión de uni- ¡.Quién lee este libro ¿rbicrto? ¿Quién recorre esta escri-
cidad. El analista no puede permitirse el lujo de compar- tura? NIo es un (terna> bien definido y, sin embargo, una
tir esta ilusión y consolidarla manteniéndose en el plano sucesión de actos y cncuentros constituye sobre este pla-
de ulo urbanor, en lugar de discernir en él los aspectos no mismo la vida urbana, e olo urbanor. Esta vida ur-
de un conocimiento más extenso. lrana intenta volver los mensajes, órdenes, presiones ve-
Todavla no hemos terminado el inventario de los sub' nidas de lo alto contra sí mismas. Intenta apropiarse el
sistemas de significaclones, y, por ccnsiguiente, de lo que tiempo y el espacio imponiendo su juego a las dominacio-
el análisis semir:lógico puede aportar al conocimiento de nes cle éstos, apartándoles de su meta, trampeando. Más o
la ciudad y lo urbano. Si consideramos los sectores de rnenos, interviene también en el nivel de la ciudad y de
pabellones y los (nuevos conjuntoso, sabemos ya que la manera de vivir. Lo urbano es así, más o menos, obra
cada uno de ellos constituye un sistema (parcial) de sig- de ciudadanos, en vez Ce imposición como sistema a este
nificaciones, y que, a partir de su oposición, se establece ciudadano: igual que un libro ya terminado.
otro sistema que sobredetermina a cada uno de ellos.
Ello perrnite percibir y concebir a los habitantes de los
pabellones en la imaginación dei habitat, y perrnite que
los aconjuntosu establezcart la lógica del habitat y se per'
ciban según esta racionalidad impositiva. Al misrno tierl-
po, e inmediatamente, el sector de pabellones se convierte
en el punto de referencia pcr el que se aprecian el ha-
bitat y la cotidianidad, a los que la práctica reviste
de lo imaginario y de signos.
Entre los sistemas de significaciones importaría es-
tudiar con la nlayor atención (crítica) el de los arqui'
tectos. Sucede con frecuencia que individuos de talento
creen concebirse en el seno del conocimiento y la ex-
periencia cuando sirnplemente permanecen en el seno de
un sistema de grafismos de proyección sobre el papel, de
visualizaciones. No es pues imposible, al tender los ar-
quitectos por su parte hacia urr sisterna de significa.cio-
nes al que con frecuencia titulan uurbanismon, que los
óf,
84

I
Ciudad U campo

I'l

Un tema del que a superevaluaciones y ex-


-gracias
trapolaciones- se ha usado y abusado, a saber (natura-
lcza y cultura,, deriva de la relación de la ciudad-campo
a la que falsea. En esta relación hay tres términos. En
la realidad actual hay asimismo tres términos (rurali-
clad, tejido urbano, centralidad) cuyas relaciones dialéc-
ticas se disimulan bajo las.oposiciones de término a tér-
mino, manifestándose, sin embargo, al mismo tiempo en
estas oposiciones. La naturaleza como tal escapa a la
acometida de la acción racionalmente proseguida, tan-
to a la dominación como a la apropiación. Más exacta-
mente, permanece fuera de estas acometidas; (es> lo
que huye; sólo alcanzable por lo imaginario, cuando se la
persigue se pierde en el cosmos, o en las profundidades
subterráneas del mundo. El campo, por su parte, es lu-
gar de producción y obras. La producción agrícola hace
nacer productos; el paisaje, por contra, es obra. Esta
obra emerge .de una tierra lentamente modelada, vincu-
lada originariamente a grupos que la ocupan por sacra-
lización recíproca, más tarde profanada por la ciudad
y la vida urbana (que captan esta sacralización, la con-
densan, y, finalmente, la disuelven en el transcurso de
las épocas, absorviéndola en la racionalidad). ¿De dónde
proviene esta antigua consagración del suelo a tribus,
pueblos, naciones? ¿De la oscura y amenazadora presen'
cia-ausencia de la naturaleza? ¿De la ocupación del suelo
que excluye de este suelo poseído a los extranjeros? ¿De
la pirámide social, que tiene su base en este suelo y exi-
ge múltiples sacrificios para el mantenimiento de un
edificio amenazado? Lo uno no impide lo otro. Lo esen-
cial es el movimiento complejo rnediante el que la ciudad
política utiliza el carácter sacro-maldito del suelo, a fin
de que la ciudad económica (comercial) lo profane.
87
La vida urbana comprende mediaciones originales l;r t'irr<l¿rd, centro de acumuiacioncs clc czl¡iital, cede lngar
entre la ciudad, el campo, la naturaler,a. Así sucede con ;¡ lirt'lnas más sutiles de dominacirin y cxplotaci,on, convir-
el pueblo, cuya relación con la ciudad, en la historia y lirinrlose la ciudad en centro drr tlccisir'rr y, iiparcntcrnen-
en lo actual, dista de se,r enteramente conocida. Así suce- tt', c!t: asociación. Como quicra qrrc [trcsc, la cirrclad en
de con los parques, jardines, aguas cautivas. Estas me- t,x¡xtnsión ataca al can:tpo, Io cc¡rroc, l¡i disr"rc:lvc. Y cllo
diaciones no se comprenden sin los simbolismos y repre- no cstá exento de los paraclóiicos efectos ¿rntcs scñalados.
sentaciones (ideológicos e imaginarios) de la naturaleza y La vida urbana penetra er-r la vicla campesina desposcyón-
el campo como tales por los ciudadanos. rkrla de sus elementos traclicionales: artesanado, peque-
La reiación ciudad-campo ha cambiado profuridarnen- ños centros que desaparecen a beneficio de los centros
te a lo largo del tiempo histórico según las épocas y los rrrbanos (comerciales e inclustriales, retículos de distri-
modos de producción: unas veces ha estado marcada por bución, centros de decisión, etc.). Los pueblos se rurali-
un conflicto radical: otras, ha estado calmada y cercana zan perdiendo lo específico campesino. Adaptan su mar-
a una asociacién. l¿fás aún, en una misma época se ma- cha a la de la ciudad pero resistiendo o replegándose
nifiestan relaciones muy diferentes. Así, en la feudalidad a veces ferozmente en sí mismos.
occidentai, el señor territorial amenazaba a la ciudad re' ¿Terminará el teiido urbano, de mallas rnás o nlenos
naciente, en la que los mercaderes encontraron un punto clistantes, por cubrir con su filamentos todc¡ el territorio
de confluencia, su puerto de contactos, el lugar de su de los países industrializados? ¿Se operará de este mo-
estratesia. La ciudad replica a esta acción de ia señoría do la superación de la antigua oposición ciuclad-camuo?
inmobiliaria, dando ltrgar a una lucha de clases, ya laten- Cabe imaginarlo, aunque no sin reservas críticas. Si se
te, ya violenta. La ciudad se libera, no sin integrarse al denomina así a una confusión generalizada en la que el
convertirse en señoría villana, pero integrándose en el Es- camDo se pierde en el seno de Ia ciudad y la ciudacl ab-
tado monárguico (del que constituía condición esencial). sorbe al campo extraviándose en é1, esta confirsión pu-e-
Poncontra, en la misma época, v siempre que sea.facti- rle refutarse teéricamente y la teoría refirta toda estrate-
hle hablar de feudalismo islámico, el "señor> reina so' sia basada en esta concepción del teiido urbano. Los
bre la ciudad artesana y comerciante y, por tanto, sobre ueógrafos han encontrado un neolosismo para así desig-
r,na campiña circundante frecuentemente reducida a huer- nar esta confusión, aunque feo, significa.tivo: lo nurba-
tos. a cultivos exiguos y lirnitados. En una relación de noo. En esta hipótesis, la expansión cle la ci¡rdad y de Ia
este tipo, no hay germen ni posibilidad de lucha de cla- urbanización haría desaparecer Io urbano (!a vida urba-
ses. Lo que, de particla, priva a esta estructura social de na), Io sue parece inadmisible. Dicho de otro rnodo, la
dinarnismo y porvenir histórico, no sin por ello conferir- strperación de la oposición no puede concebirse corno
le otros encantos: los de una exquisita urbanidad. La una neutralización recíproca. Ninguna razón teórica per-
lucha de clases, creadora, productora de obras v de rela- mite admitir la desaparición de la centralidad a lo largo
ciones nuevas, no se libra de una cierta barbarie que de una fusión de la sociedad urbana con el campo. La
marca a Occidente (inciuidas las más nhermosaso de sus or¡osición nurbanidad-ruralidado se acentúa en lusar de
ciudades). desaparecer, mientras se atenúa la oposición campo-ciu-
En Ia actualidad. la relación ciudad-campo se trans- dad. Hay desplazam.iento de la onosición y del conflicto.
forma, y esta transformación constituye un aspecto im- Por si fuera poco, como es sabido, a escala mundial, el
Dortante de una mutación general. En los países industria- conflicto ciudad-campo dista de estar resuelto. Si admi-
les, la antigua explotación del campo circundante por tirnos que la separación y la contradicción ciudad-cam-

88
t!
¡
¡
po (que envuelve Ia oposición de los dos términos sin re' En las proximidades del punto crltlco
duciise a éstos) forma parte de la división del trabajo
social, será preciso admitir que esta división no está su-
perada ni dominada. Ni mucho menos. Como tampoco
lo está la separación de naturaleza y sociedad de lo ma-
terial y lo intelectual (espiritual). En la actualidad, la
.,tperatión ha de efectuarse forzosamente partiendo de
Ia oposición teiido urbano - centralidad. Ello supone in- Como hipótesis, tracemos de izquierda a derecha un
vención de nuevas formas urbanas. cje desde el cero de urbanización (inexistencia de la ciu-
Por lo que respecta a países industriales, es llcito dad, predominio total de la vida agraria, de la produc-
concebir ciudades policéntricas, centralidades diferencia- ción agrlcola, del campo) a Ia urbanización cien por cien
(absorción del campo por la ciudad, predominio total de
das y renovadas e incluso centralidades rnóviles (cultu-
rales, por ejemplo). La crítica del urbanismo en cuanto Ia produción industrial incluso en agricultura); este es-
quema abstracto deja momentáneamente entre paréntesis
ideología puede dirigirse a una u otra determinada con-
cepción de la centralidad (por ejemplo, la identificación las discontinuidades. En cierta medida, nos permitirá si-
olo urbanoo y los centros de decisión e informa- tuar los puntos críticos, es decir, los mismos cortes y
"¡¡¡s
ción). La idea directriz sería: ni ciudad tradicional (se- discontinuidades. Nos apresuraremos a marcar sobre el
parada del campo para dominarlo mejor), ni megalópolis eie bastante cerca del punto de partida, la ciudad po-
sin forma y <tejido>, sin trama ni cadena. La desapari- lítica (efectlvamente realizada y mantenida en un modo
ción de la centralidad no se impone ni teórica ni prácti- de producción asiático), que organiza, dorninándolo, un
camente. Una única cuestión se plantea: "¿A qué formas contorno agrario. Un poco más lejos, marcaremos la apa-
sociales y políticas, a qué teoría, se confiará la realiza- rición de la ciudad comercial, que comienza relegando el
ción sobre el terreno de una centralidad y un tejido reno- comercio a la periferia (heterotopía de los arrabales, fe-
vados, Iiberados de sus degradaciones?n rias y mercados, lugares asignados a los metecos, a los
extranieros especializados en los cambios) y que a con-
tinuación integra el mercado integrándose a su vez a una
estructura social fundada sobre el cambio, las comunl-
caciones amplificadas, el dinero y la riqueza mobiliaria.
A continuación vendría un punto crítico decisivo en el
que la importancia de la producción agrícola retrocedc
ante la importancia de la producción artesana e indus-
trial, del mercado, del valor de cambio, del capitalismo
naciente. Ese punto crítico se sitúa en la Europa occi-
dental del siglo xvr aproximadamente. Muy cerca está el
advenimiento de la ciudad industrial, con sus implica-
fr ciones (éxodo a la ciudad de poblaciones campesinas des-
i,
poseldas y desagregadas, período de las grandes concen-
traciones urbanas). La sociedad urbana se anuncia mucho
tiempo después de haberse inclinado la sociedad en sll

90 9l
fl'
I
1
coniunto al lado de lo urbano (de la dolminación urba-
nivcl generai (escala de la adecuación del territorio, de
na).-Entonces viene el período en el que la ciudad en ex-
la producción industrial planificada, de la urbanización
pansión prolifera, produce periferias lejanas (arrab-ales), global), pasando por la ciudad y lo urbano. Dejamos en-
invade Faradójicarnente, en cste período en tre paréntesis la mediación, y omitimos ei nivel espe-
"l "u*po.
aue la ciudad se extiende desmesuradamente, la forma cffico. ¿Por qué? Por razones profundas, que derivan an-
(morfología práctico-sensible o rnaterial' forma de la vi- tes que nada del desconocimiento del punto crítico.
cla urbaná) d-e la ciudad tradicional estalia. E,l doble pro-
Flanificación racional de la producción, adecuación
ceso (industrialización-urbanización) produce cl doble rrro-
del territorio, industrialización y urbanización globales,
vimiento: explosión-implosión, condensaciórr-dispersión son aspectos esenciales de la osocialización de la socie-
(estallido) ya rnencionado. La problernática actual de la dad". Detengámonos un instante en estas palabras. Una
ciudad y la realidad urbana (de lo urbano) se sitúa pues tradición rnarxista con ribetes reforrnistas las emplea pa-
alrededor de este punto cr'ítictl. ra designar la cornplejificación de la sociedad y las re-
laciones sociales, la ruptura de los compartimentos, la
{ multiplicidad creciente de conexiones, comunicaciones,
Ciudad Ciudad Ciudad
crítico
t informaciones, el hecho de que la divisién técnica y social
política comercial industrial del trabajo que se acentúa implique una unidad mayor de
las ramas de la industria, funciones del mercado y de la
doble proceso rnisma producción. Esta formulación insiste en \os cam-
(industrialización bios y lugares de cambio, carga el acento en la cantidad
y urbanización) <ie cambios económicos y deja Ce lado la cualidad, la dife-
rencia esencial entre valor de usc y valor de cambio. En
Los fenómenos que se desarrollan en torno de la si- esta perspectiva, los cambios de mercancías y bienes de
tuación de crisis no ceden en complejidad a los fenóme- consumo nivelan los cambios directos, a los que impo-
nos físicos que acompañan Ia travesía del muro del so' nen su ritmo: las cornunicaciones que no pasan a tra-
nido (simplé metáfoia). Se podría tarnbién considerar vés de redes constituiclas, a través de las instituciones
(es decir en el nivel uinferior>, las relaciones inmedia-
nor analogía lo que acontece cerca de un punto- de in- tas; en el nivel <superiorr, las relaciones políticas que
flexión dJuna Con este objetivo anáiisis en
"rr.uo.
la vecindad del punto crítico- ha sido
-el
intentado va an- resultan del conocimiento). Al continuismo reformista re-
tes reunir el material conceptual indispensable. El co- plica la tesis del riiscontinuismo y voluntarismo revolu-
nocimiento que descuidara esta situación recaerla en la ci.onario radical: para que el carácter social del trabajo
especulación ciega o en la especialización miope' productivo suprirna las relaciones de producción vincu-
Un emplazamiento erróneo de i<¡s puntos críticos, cor- ladas a la propiedad privada de estos medios de produc-
tes y lagunas, podría acarrear consecuencias tan graves ción, se impone una ruptura, un concepto. Pero la tesis
como la negligencia organicista, evolucionista o continuis- de la "socialización de la sociedad', interpretación evo-
ta. En la aitualidad, tanto el pensamiento sociológico v lucionista, continuista y reformista, adquiere otro senti-
la estrategia política como la reflexión llamada urbanísti- do si se observa que estas palabras designan in-
-mal,
ca tienden a saltar del nivel del habitat y el habitar cornpletarnente- le urbanización de la sociedad. La mul-
(nivel ecológico, el del alojamiento, del inmueble, del con- tiplicación y la complejificación de los cambios en el
to*o, y, po; consiguiente, competencia del arquitecto) al sentido amplio del término no pueden proseguirse sin
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92 .dl
93

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la existencia de lugares y momentos privilegiados, sin rcsidenciales, con su problemirtica rclación con la vida
que estos lugares y mcmentos de encuentros se liberen urbana.
de las presiones del mercado, sin que antcs sea domeña- ¿Cómo reunir los elcmcntos de scr.ncjantc compara-
da la ley del valor de cambio y modificadas las relacio- ción? En Estados Unidos. las clilicult¿rclcs dc la adminis-
nes que condicionan el beneficio. Hasta cntonces, la cul- tración federal, sus altercados cr¡n las cr-¡munidades loca-
tura se disuelve, convirtiéndose en objeto de consumo, lcs, las modalidades del <gobierno urbano, compartido
ocasión de beneficio, producción para el mercado; lo entre el manager, el boss político, el alcalde y su munici-
ocultural, disimula más de una trampa. Hasta el momen- palidad, no se explican de la misma manera que los con-
to, la interpretación revolucionaria no ha tenido en cuen- flictos de poder (de administración y de jurisdicción) en
ta estos elementos nuevos. ¿No podría quizás suceder Europa y en Francia. Aquí, la industrialización con sus
que, al definir más rigurosamente las relaciones entre in- consecuencias pone sitio a núcleos urbanos que se re-
dustrialización y urbanización en la situación de crisis, montan a épocas precapitalistas o preindustriales y los
es decir rayanos al puntos crítico, contribuyéramos a su- hace volar en estallidos. En los Estados Unidos, el nú-
perar la contradicción del continuismo y el discontinuis- cleo urbano apenas existe en algunas ciudades privi-
mo absoluto, del evolucionismo reformista y de la revo- legiadas; sin embargo, las comunidades locales tienen
lución total? Si pretendemos superar el mercado, la ley garantías jurídicas mayores y poderes más extensos que
del valor de cambio, el dinero y el beneficio, será segu- en Francia, donde la centralización monárquica se opu-
ramente preciso definir el lugar de esta posibilidad: la so desde muy pronto a estas olibertades" urbanas. En
sociedad urbana, la ciudad como valor Ce cambio. Europa, como en otros sitios, no cabe atribuir dificulta-
Paradoja de esta, situación critica, dato central del des que son a la vez diferentes y comparables al mero
problema: la crisis de la ciudad es mundial" Esta crisis crecimiento cuantitativo de las ciudades o a simples cues-
se presenta a la reflexién corno un aspecto dominante de tiones de circulación. En todas partes, y se mire por don-
la mundialidad en marcha, con el mismo tÍtulo que la de se mire, la sociedad en su conjunto aparece en entre-
técnica y que la organización racional de la industria. dicho, de uno u otro modo. La sociedad nmodernau tal
Sin embargo, las causas prácticas y las razones ideoló- como es, preocupada sobre todo (a través de las ideolo-
gicas de la crisis varían segrin los regírnenes políticos, gías y los hombres de Estado) de adecuar la industria y
según las sociedades, e incluso según los países implica- de organizar la empresa, muestra pocos síntomas de po-
dos. Un análisis crítico de estos fenómenos sólo podría der aportar soluciones a la problemática urbana y ser ca-
legitimarse comparativamente, pero, sin embargo, faltan paz de actuar de otro modo que mediante pequeñas me-
muchos elementos de esta comparación. Países en vías didas técnicas que prolongan el estado actual. En todas
de desarrollo, grado de atraso desigual; países capitalis- partes, la relación entre los tres niveles de análisis cita-
tas altamente industrializados; países socialistas, tam- dos se torna confusa y conflictiva con el elemento di-
bién ellos desigualmente desarrollados... en todos ellos, la námico de la contradicción en variación acorde al concep-
ciudad, morfológicamente, estalla. La forma tradicional to social y político. En los países denominados (en vías
de la sociedad agraria se transforma pero de manera di- de desarrollor, la disolución de lá estructura agraria em-
ferente. En una serie de países mal desarrollados, el cha- puja hacia las ciudades a campesinos desposeídos, arrui-
bolismo es un fenómeno característico, mientras que en nados, ávidos de cambio; la chabola les acoge y desem-
los países altamente industrializados lo es la prolifera- peña el papel de mediador (insuficiente) entre el campo y
ción de la ciudad en tejidos urbanos, arrabales, sectores la ciudad, la producción agricol a y \a industria; a menu-

94 95
do, se consolida y ofrece un sucedánco dc vida urbana'
visto aquí, y,apenas ven ahora otra cosa, este solo pro-
miserable pero intensa, a los que albcrgu' E1 otros pai
blcma. Cuando los problemas de conjunto han emerlido
ses, en particular en los países,socialis[as, el crecimien-
con el nombre de urbanismo se lcs ha subordinado a
;"-rrrtair. planificado atiae a las ciudades la manc de la organización general de la industria. La ciudad, ata-
cada a un tiempo por arriba y por debajo, se acomoda
obra reclutáda en el campo, y ello es la causa de la su-
perpobiación, la construcción de barrios o (sectoresD re- a la empresa industrial; figura en la planificación corno
engranaje; se convierte en dispositivo rnaterial,. capaz de
sidenciales, cuya relación con la vida urbana no siernpre
organizar la producción, controlar la vida cotidiána de
se discierne. En resumen: una crisis mundial de Ia agri-
los productores J el consumo de los productos. Relegada
cultura y -y de la vida campesina tradicional
acompaña'
al rango de medio, extiende la prográmación del tadá de
subyace agraYa a una crisis rnundial de la ciudad tra-
a escala planetaria se produce' conzumidores y consumo; sirve para regular, ajustar la
dicibnal.-Uná mutación
producción de mercancías y la destrucción de-los pro-
El viejo oanimal ruralo y el animal, urbano (Marx), si- ductos por la actividad devbradora denominadu u"oir,r.-
multáneamente, desaparecen. ¿.Pero, dejan lugar al "hom-
bren? Este es el problema esencial. La dificultad mayor,
mo". Sólo t€nía y tiene sentido como obra, como fin,
como lugar de goce libre, como campo del valor de uso;
teórica y prácticá, deriva de que la urbanización de la
en otro caso se la expone a presiones, a imperativos de
sociedad industrializada es imposible sin el estallido de
io que denominamos todavía 'ciudado. Puesto que la so' "el equilibrio> en condicionei expresamente limitativas;
es simplemente el instrumento dé una urbanización que
cieáad urbana se constituye sobre las ruinas de Ia ciudad,
en sus no consigue, por lo demás, consolidarse determinarido
¿cómc¡ aprehender los fenómenos en su amplitud,
múltiple; contradicciones? Ahí está eL punto crítico' La sus condiciones de estabilidad y equilibrio; en esta or-
los tres (proceso global de industria- ganización las necesidades individuáles, inventariadas v
clistiniión de niveles
lización y urbanización; sociedad urbana y plano espe- teleguiadas se satisfacen aniquilando objetos inventaria-
cífico de la ciudad; modalidades del habitat y moduiacio- dos cuya probabilidad de duración (la obsolescencia) es
lo 'urbano) tiencie a difurninarse, a su vez objeto de ciencia. Antaño, la Razón tuvo en la
nes de lo cotidiarro en
como se difumina ia distinción ciudad-campo' Y, sin em- ciudad su lugar de nacimiento, su sede, su hogar. Fren_
bargo, esta diferencia de los tres niveles se impone más te a la ruralidad, una vida campesina presa de ia natura-
que nunca para evitar ccnfusiones y malentendidos, pa- leza, la tierra sacralizada y llena de iuerzas oscuras, la
ra combatir las estrategias que encuentran en esta con- urbanidad se afirmaba razonable. Hoy, la racionaliáad
pasa (o parece pasar, o pretende pasai) lejos de la ciu-
vuntura una ocasión favorable, disolviendo lo urbano en
ia planificación industrial o/y en Ia habitación. dad, por encima de ella a escala áel territorio nacional
Así es. Esta ciudad que atraviesa tantas vicisitudes y
o el continente. Rechaza la ciudad como momento, como
elemento, como condición; sólo la admite como útil v
metarrrorfosis, desde sus núcleos arcaicos que apenas se
apartaron del pueblo, esta forma social admirable, esta dispositivo. En Francia y en otros países, el racionalii-
ot.u pot exceléncia de la praxi.s y la civilización, se des- mo burocrático del Estado y el de la organización indus_
hace y rehace bajo nuestros ojos. En un principio, Ios trial, apoyado por las exigencias de la gran empresa, van
problémas de Ia ciudad estuvieron disimulados, y lo es- en este sentido. Simultáneam,ente, se impone un funciona_
tán todavía, por el problema del alojamiento y su ur- lismo simplificador y unos marcos sociales que desbor-
gencia en las condici<.rnes del crecimiento industrial. Los dan lo urbano. Bajo pretexto de organización, el or-
ganismo desaparece por Io que el organicismo fruto de
iácticos políticos, atentos sobre todo a lo inmediato, han
Itcs 4,t . 7
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96
los filósofos aparece como modelo ideal. La ordenación rentes de Ia ciudad tradicional. La sociedad urbana, por
de uzonaso y <áreas> urbanas se reduce a una yuxtapo' disolución de esta ciudad, sometida a presiones que no
sición sobre. el terreno de espacios, de funciones, de ele- puede soportar, tiende pues a fundirse en Ia ordeñación
mentos. Sectores y funciones están estrechamente su' planificada del territorio, en el ote¡ido urbanou deter-
bordinados a los ientros de decisión. La homogeneidad minado por las presiones de la circulación, y, por otra
termina con las diferencias procedentes de la naturaleza parte, en unidades de habitación como sectores de pabe-
(espacio), del contorno campesino (territorio y terruño), Ilones y ugrandes conjuntos>r. La extensión de la ciudad
de-la historia. La ciudad, o lo que de ella queda, es p,roduce el arrabal; más tarde, el arrabal engulle al nú-
construida o remodelada como si se tratara de una suma cleo urbano. Los problemas han sido invertidos, cuando
o' cornbinatoria de elementos. Y, sin embargo, desde no desconocidos. ¿No sería más coherente, más racio-
el momento en que la combinatoria es concebida, perci- nal y más agradable ir a trabajar a los arrabales y habi-
bida y prevista como tal, las combinaciones se disciernen
-las tar en Ia ciudad, en vez de ir a trabajar a la ciudad, habi-
mal; diferencias se pierden en la percepción de su tando en un arrabal poco habitablel La gestión centra-
conjunto. De manera que, por mucho qu9 s-e busque ra- lizad,a de las (cosas) y de la <cultura> iñtenta prescin-
cionalmente la diversidad, estas diversidades aparecen dir de este escalón intermedio, la ciudad. Es más: el Es-
recubiertas por una impresión de monotonía que termi- tado, los centros de decisión, los poderes ideológicos,
na con ellas, tanto si só trata de a[ojamientos, como de económicos y políticos, no son capaces de considerar sin
inmuebles, de centros denominados urbanos o de áreas una desconf.ianza creciente esta forma social que tiende
organizadas. Lo urbano, no concebido como tal sino ata' a la autonomía, que sólo puede vivir específicamente, que
caáo de frente y de través, corroído, roído, ha perdido s€ interpone entre ellos y habitante>, trabajador pro-
los rasgos y características de la obra, de la apropia' ductivo, obrero o no, pero "el
hombre y ciudadano al miimo
ción. Só1o las presiones se proyectan sobre el terreno, tiempo. ¿Cuál es para el poder, desde hace un siglo, la
en un estado dé dislocación permanente. Por parte de la esencia de la ciudad? Es ferrnento, cargado de aciivida-
habitación, el recorte y la disposición de la vida cotidia- des sospechosas, de delincuencias; es hogar de agita-
na, el uso masivo del automóvil (medio de transporte ción. El poder estatal y los grandes interéses econémi-
uprivadou), la movilidad (por lo demás, frenada e insu- cos difícilmente pueden concebir estrategia mejor que
fiiiente), la iniluencia de los mass-media' han desgajado la de desvalorizar, degradar, destruir la sociedad urba-
del espacio y el territorio a individuos y grupos (f1mi' na. En los procesos en curso, encontraríamos determi-
lias, cuerpos organizados). Las relaciones de vecindad se nismos, estrategias, espontaneidades y actos implicados.
atrofian, el bariio se desmorona; las personas (los uha' Las contradicciones subjetivas e ideológicas, las inquie-
bitanteso) se desplazan en un espacio que tiende a la tudes <humanistas> estorban, pero no detienen, estal ac-
isotopía geométrica, lleno de consignas y señales donde ciones estratégicas. La ciudad impide a las potencias que
no tiénen ya importancia las diferencias cualitativas de manipulen a su antojo a ciudadanos, individuos, grupos,
los lugares e instantes. Proceso inevitable de disolución cuerpos. Por consiguiente, la crisis de la ciudad se vincu-
de lal antiguas formas, cierto es, pero que produce el la, no a la racionalidad en cuanto tal, definible a partir
escarnio, la miseria mental y social y la pobreza de la de la tradición filosófica, sino a formas determinadas
vida cotidiana, puesto que nada ha reemplazado a los de Ia racionalidad: estática y burocrática, econémica, o,
símbolos, las apropiaciones, los estilos, los monumen- mejor aún, ueconomista>, encontrando en el economis-
tos, los tiernpos y ritmos, los espacios calificados y dife- mo una ideología dotada de un aparato. Esta crisis de Ia

98 99
tendencia a la destrucción de la ciudad, tendencia a Ia
ciudad va acompañada en mayor o menor grado en to- intensificación de lo urbano y de Ia problemática urbana.
das partes de unl crisis de las instituciones urbanas (mu- Este análisis crítico exige un complemento decisivo.
nicipales) debida a la doble presión del estado y la em- Atribuir la crisis de la ciudad a la racionalidad rlgida,
presa industrial. Unas veces el Estado, otras la empresa, al _productivismo, al economismo, a la centralización pla-
en ocasiones los dos (rivales competitivos, pero a me' nificadora preocupada sobre todo del crecimiento, r l"
nudo asociados) tienden a acaparar las funciones, atri- burocracia estatal y empresarial, no es falso. pero este
butos, prerrogativas, de la sociedad urbana. En algunos punto de vista no supera completamente el horizonte del
países capitalistas, la (empresa) privada sólo deja al racionalismo más clásico, el del humanismo liberal. Es
Éstado, a las instituciones, a los organismos "públicos', rrreciso que vaya más lejos, que se imponga proponer la
aquello que rechaza tomar a su cargo por demasiado forma de una sociedad urbana nueva fortificando este
oneroso. gennen, ulo urbano), eü€ se mantiene en las fisuras del
Y, sin embargo, sobre este fundamento que se des- orden planificado y programado. Si se quiere concebir
morona, la sociedad urbana y ulo urbanou persisten e un "hombre urbanon que no se parezca ya a las imagine-
incluso se intensifican. Las relaciones sociales continúan rfas del humanismo clásico, la elaboración teórica debe-
ganando en complejidad, multiplicándose, intensificán' rá afinar los conceptos. Hasta este día, en la teorla como
áore, u través de las contradicciones más dolorosas' La en_ Ia prácticá, el doble proceso de industrialización y
forma de lo urbano, su razón suprema, a saber, la simul' .urbanización no ha sido domeñado. La enseñanza de
taneidad y la confluencia, no pueden desaparecer. La rea- Marx y del pensamiento marxista, incompleta, ha sido des-
lidad urbana, en el seno mismo de su dislocación, P€r- conocida. Para el mismo Marx, Ia industrialización con-
siste y se identifica en los centros de decisión e informa' tenfa en sl su finalidad, su sentido. Ello ha dado lugar,
ción. Los habitantes (¿cuáles?; encomendamos la res- por ende, a Ia disociación del pensamiento marxista en
puesta a encuestas y encuestadores) reconstituyen cen' economismo y filosofismo. Marx no ha mostrado (en su
iros, utilizan lugares para restituir los encuentros, aun época no podía hacerlo) que la urbanización v lo urba-
irrisorios. EI uso (el valor de uso) de los lugares, de los no contienen el sentido de Ia industrialización. No ha vis-
monumentos, de las diferencias, escapa a las exigencias to que la producción industrial implicaba Ia urbaniza-
del cambio, del valor de cambio. Es este un gran j-9ego ción de Ia sociedad y que el dominio de las potencialida-
que transcurre bajo nuestros ojos, con episodios- diver- des de Ia industria exigfa conocimientos espécíficos rela-
,lo, sentido no es siempre evidente. La satisfacción tivos a la urbanización. La producción industrial, áes-
"ryo
de las necesidades elementales no llega a acallar la insa' pués de un cierto crecimiento, produce la urbanización,
tisfacción de los deseos fundamentales (o del deseo fun- permite las condiciones y abre las posibilidades de ésta.
damental). Lo urbano, al mismo tiempo que lugar de en- La problemática se desplaza y se convierte en problemá-
cuentro, convergencia de comunicaciones e informacio' tica del desarrollo urbano. Las obras de Marx (en par-
nes, se convierté en lo que siempre fue: lugar de-deseo, ticular EI Capital) contenían preciosas indicaciones'so-
desequilibrio permanente, sede de la disolución de nor- bre Ia ciudad y, sobre todo, sobre las relaciones históricas
maliáades y presiones, momento de lo lúdico y lo im- entre. ciudad y campo. Pero no plantean el problema ur-
previsible. É." -o*"nto llega hasta-la implosión-explo- bano-. pn la época de Marx, sólo fue plantejdo el proble-
tiOn d" las violencias latentes bajo las terribles presio- ma del aloiamiento, estudiado por Engels. y, sin embar-
nes de una racionalidad que a su vez se identifica con lo go, el problema de la ciudad desbordá inmensamente al
absurdo. De esta situación nace la contradicción crítica:

100
10r
del alojamiento. Los límites del pensamiento marxista ni un sistema entre los sistemas o pqr debajo de otros
apenas han sido comprendidos. Partidarios, adversarios, sistcmas. Es una forma mental y social, la de la simulta-
han creado la confusión asimilando mal los principios neidad, de la conjunción, de la convergencia, del encuen-
metodcrlógicos y teóricos de este pensamiento. Ni la crf- tro (o, mejor aún, de los encuentros). Es una cualidad
tica de derechas ni la de izquierdas han señalado los lo- que nace de las cantidades (espacios, objetos, produc-
gros y los límites del mismo. Estos límites no han sidc. tos). Es una diferencia o, mejor aún, un conjunto de di-
todavía superados por un dépassement que, en vez de re- ferencias.
"Lo urbano> contiene el sentido de la produc-
chazar, profundizara los logros. El sentido implícito de ción industriai, al igual que la apropiacidn contiene el
la industrialización ha sido, pues, más explicitado. Este sentido de la dominación técnica sobre Ia naturaleza qrre,
proceso no ha recibido, en la reflexión teórica, su sen- sin aquélla, rayarla en lo absurdo. Es ln campo de rela-
tido. Es más: se ha buscado este sentido en otra parte, ciones que comprende, en particular, la relación del tiem-
o bien se ha abandonado el sentido y la búsqueda del po (o de los tiempos; ritmos cfclicos y duraciones linea-
sentido. les) con el espacio (o los espacios: isotopías-hetereto-
La "socialización de la sociedado, mal comprendida plas). Lo urbano, en cuanto lugar de deseo y vinculación
por los reformistas, ha cortado el camino a la transforma- de tiempos, podrla presentarse como significante, cuyos
ción urbana (en, por, para la ciudad). No se ha com- significados (es decir, las nrealidadeso práctico-sensibles
prendido que esta socialización tiene por esencia Ia ur- que permitirfan realizarlo en el espacio, con una base
banización, Pero, iqué se ha usocializadorr? Signos, al morfológica y material adecuada) buscamos en este ins-
abandonarse éstos al consumo: signos de la ciudad, de lo tante.
urbano, de la vida urbana, así como signos de la natu- El doble proceso (industrialización-urbanización), fal-
raleza y de,l campo, o los de la alegría y la felicidad, sin to de una elaboración teórica suficiente, ha sido escin-
que una práctica social efectiva haga entrar <lo urbano> dido y sus aspectos separados y por tanto condenados al
en lo cotidiano. La vida urbana entra en las necesidades absurdo. Este proceso, si fuera aprehendido por una ra-
sólo a retrrJcesos, a través de la pobreza d,e las necesida- cionalidad superior (dialéctica) y concebido en su duali-
des sociales de la usociedad socializada>, a través del dad y sus contradicciones, no caería en el error de deiar
consumo cotidiano y sus signos propios en la publici- de lado lo urbano. Por el contrario: Io comprend¿. ño
dad, la moda, el esteticismo. De este modo se concibe, conviene, pues, incriminar a la raz6n, sino a un cierto ra-
en este nuevo momento del análisis. el movimiento dia- cionalismo, a una racionalidad cerril y a los llmites de
léctico que arrastra formas y contornos, determinismos esta racionalidad. EI mundo de la mercancía tiene su
y presiones, servidumbres y aportaciones, hacia un ho, lógica inmanente, la del dinero y el valor de cambio ge-
rizonte sombrío. neralizado sin lfmites. Una forma así, la del cambio y-la
'for-
La vida urbana, la sociedad urbana y olo urbanou, equivalencia, sólo indiferencia puede tener ante la
desgajadas por una cierta práctica social (cuyo análisis ma urbana; reduce la simultaneidad y los encuentros a
continuará) de su base morfológica medio minosa, y a Ia de los cambistas, y el lugar de enculntro a aquel en el
la búsqueda de una nueva base: así se presentan las pro- que se cierran el contrato o casi contrato de cambio
ximidades del punto crítico. Lo nurbanoo no puede defi- equiválente: el mercado. La sociedad urbana, conjunto
nirse ni como prendido en una morfología material (so- de actos que se desarrollan en el tiempo, que privilógian
bre el terreno, en lo práctico-sensible), ni como capaz un espacio, el cual a su vez los privilegia, alternaiiva-
de desprenderse de ésta. Y no es una esencia intemporal, mente significantes y significados, tiene una lógica dife_

102 r03
rcnte: la de la mercancía. Es otro munclo' Lo urbano se
Sobre la forma urbana
funda sobre el valor de uso. El conflicto no puede evi-
tarse. Por si fuera poco, la racionalidad econornista y
productivista, que piet.ttd" propulsar fucra de toda li
mitación la próducción de productos (de objetos cam'
biables, de valor de cambio) suprimien'Jo la obra, esra
racionalidad productivista se presenta como conocimien- La ambigüedad (o rnhs cxactamente la pctlisemía,^la
to cuando, trabada a su esencialismo, contiene un com-
otra cosa que ideolo- ¡rluralidad Je significacioncs) de este término, l¿ "for-
;;""";" iáeológico. Quizás no sea ina', ha sido ya ieñalada. De hecho, apenas hubiera sido
gía, valorizandó las presiones, las qrre vienen de deter-
necesario: la ambigüedad salta a la vista. Es una poli-
iri.ti.*o, existentes, las de la producción industrial y semía muy semejante a la de los términos nfunción',
del mercado de productos, las que vienen de su fetichis- <estructura>, etc. Sin embargo, no podemos aceptar sin
mo del progru*á. La ideología hace pasar estas presio- más esta situación, y no dar un paso adelante' ¡Cuán-
nes realés por racionaies. Una racionalidad así tiene mu- tas personas creen haberlo dicho y resuelto todo, sim-
cho de ofensivo' El peor peligro que acusa proviene-de plemente empleando una de estas palabras fetiches! La
q"á p.*t""de ser y =" era sintética' Pretende abo-
pluralidad y la confusión de los sentidos sirven a la au-
"ottiid
á lu síntesis y formar nhombres de síntesisu (sea a
"u, partir una ciencia, sea' fi' iencia de pensamiento y a esa pobreza que se considera
pái,it á"1; filosofía, sea a de
a sí misma riqueza.
ialmente, a partir ninterdiscipli-
^ésta de una- investigación
Para elucidar la significación del término, sólo, hay
naria,). Éero es una ilusión ideolégica' ¿Quién -tie-
ne deíecho de síntesis? No, indiscutiblemente, un fun- una vía: partir de su acepción más abstracta' Sólo la
que cumple esta función de forma abstracción científica, distinta de la abstracción verbal
cionario de la síntesis
garantizada por las instituciones. Tampoco aquel q.ue y sin contenido, opuesta a la abstracción especulativa,
pantir un análisis o varios análisis' Sólo permite definicionés transparentes. P,ara definir la for-
E*trupolu a de
práctica de realización tiene el derecho de ma hay que partir, por tanto, de la lógica formal -y de
iu lógico-matemáticas. No para aislarlas y
"upu"iAud
reunir los elementcs teóricos de la síntesis, efectivamen- 1",
"sir,tóturás
fetichizarlas, sino, por el contrario, para sorprender ,su
te. ¿;Es éste papel del poder político? Quizás, pero no
de cualquier fuerza política: no del Estado político coTg relación con lo oreál,. Esto no irá exento de dificultades
institución o,suma de instituciones, no de hombres del e inconvenientes. La transparencia v la claridad de la
Estado en cuanto tal. Esta interrogación sólo permite abstracción <pürá> no son accesibles a todos. La mayo'
resoonderla el examen crítico de las estrategias ' Lo ur' ria d.e las personas se comportan, en relación con esta
bano só\o puede confiarse a una estrategia que- pusiera luz de la abstracción, como ciegos o miopes' Para apre-
en primer bluttt Ia problemática de Io urbano, la inten- hender lo abstracto, se precisa una ocultura', y mucho
sificación de la vida urbana, la tealización efectiva de más aún para ábordar las inquietantes fronteras que dis-
la sociedad urbana (es decir, de su base morfológica, ma' tinguen y unifican a un tiempo 1o concreto y lo abstrac-
terial, práctico-sensible)' to, el conocimiento y el arte, las matemáticas y la poe-
sía. Fara elucidar la significación de la palabra nforma'
nos veremos, pues, obligados a partir de una teoría muy
general, muy abstracta, la teoría de las 'formas, rayana
105
104
a una teoría filosófica del conocimiento, a la que prolo- Así sucede también con el pcnsamiento en el acto de
ga pero de la que sin embargo difiere considerablemen- reflexionar. La reflexión ticnc contcnidos extremaclarñen-
te, pu€s es ella misma quien designa sus propias con- te diversos: objetos, situacir¡ncs, aclividaclcs. Dc esta di-
diciones históricas y nculturales> por una parte, apoyán- versidad emergen algunos ámbilos m/rs o mcnos ficti-
dose, por otra, en difíciles consideraciones lógico-mate- cios o reales: ciencia, filosolía. artc. Estos obictos múl-
máticas. tiples, estos ámbitos dc númcro bastante Iimitado, deri-
Procederemos escalonadamente, y examinaremos, pri- van de una formulación, Ia lógica. La reflexión se codi-
meramente, una oformao socialmente reconocida, por fica según la forma cornún a todos los contenidos, que
ejemplo el contrato. Hay una gran diversidad de contra- nace de sus diferencias.
tos: el contrato de matrimonio, el contrato de trabajo, La forma se desgaja del contenido o, mejor aún, de
el contrato de compra-venta, etc. Los contenidos de los los contenidos. Asf liberada, emerge pura y transparen-
actos sociales definidos como contractuales son por tan- te: inteligible. Tanto más inteligible cuanto más filtrada
to muy diferentes. Unas veces se trata de regular las rela- ha sido de cóntenidos, cuanto más opuran. Pero, sin em-
ciones entre dos individuos de diferente sexo (y entonces bargo, paradójicamente en ésta su pureza, carecen de exis-
la relación sexual pasa a segundo plano en su reglamen- tencia. No es real, no existe. Al desgajarse del contenido,
tación social, que atiende a los bienes y a la transmisión la forma se desgaja de Io concreto. Cumbre o cima de
de bienes a los hijos y herederos). Otras veces se trata de lo real, clave de lo real (de su penetración por el conoci-
regular Ias relaciones entre dos individuos diferentes en miento, de la acción gue Io modifica) se sitúa fuera de
estatuto social e incluso clase social: empresario y em- ello. Desde hace dos mil años, los filósofos intentan com.
pleado, patrono y obrero. Otras, es objeto de contrato prender.
someter a regularidad social la relación entre vendedor y La filosofía, sin embargo, aporta los elementos teóri-
comprador, etc. Sin embargo, estas situaciones particula- cos de este conocimiento. El proceder se ajusta, en este
res tienen un rasgo común: la reciprocidad en la acepta' caso, a fases distintas, con un obietivo estratégico. Con-
ción constituida e instituida socialmente. Cada parte se viene aprehender, a través del movimiento de la reflexión
compromete ante la otra a cumplir un determinado que purifica las formas y su propia forma, que codifica
tipo de acciones estipuladas explícita o implícitamente. y formaliza, el movimiento inherente v disimulado de la
Es además sabido que esta reciprocidad comporta una relación entre forma y contenido. No hay forma sin con-
parte de ficción, o, mejor aún, que una vez concluida la tenido, como es imposible un contenido sin forma. Lo
reciprocidad resulta ficticia, cuando no cae en la estipu- que el análisis se ofrece es siempre una unidad de forma
lación contractual y bajo el peso de la ley. La recipro- v contenido. El análisis romoe la unidad. Hace aDarecer
cidad sexual entre los esposos se torna ficción social mo- la pureza de Ia forma, y la forma nos reenvía al conte-
ral (el "deber conyugalo). La reciprocidad de compromi- nido. La unidad, indisoluble v sin embargo quebrada por
so entre patrono y obrero establece a éstos sobre el mis- el análisis, es conflictiva (dialéctica). A su vez, el pensa-
mo plano sólo ficticiamente. Y así sucesivamente. Sin miento nos devuelve de la forma transparente a la opa.
embargo, estas ficciones tienen una existencia y una in- cidad de los contenidos, de la substancialidad de estos
fluencia social. Sort los contenidos diversos de una for' contenidos a la inexistencia de la forma (pura>, en un
ma jurídica general, con la que operan los iuristas y que movimiento sin reposo, cuando no momentáneo. Sin em-
entra en una codificación de relaciones sociales: el códi- bargo, por una parte Ia reflexión tiende a disociar las
go civil. formas (y su propia forma lógica) de los contenidos, cons.

10ó 107
tituyendo (esencias> absolutas, instituyendo el reino' de clla, y sin embargo en la tautología encuentra su punto
las esencias. Por otra parte, la práctica, el empirismo, dc partida y retorno). Esta tautología cs, cn cfecto, todo
tiende a verificar contenidos, a contentarse con la verifi- Io que hay de común en todas las ¡lroposiciones, que por
cación, a posarse en la opacidad de los contenidos di- lo demás nada tienen de c<-¡mún l¿t una con la otra en cuan-
versos, aceptados en sus diferencias. La forma lleva así to a contenido, en cuanto a dcsigr-rado (dcsignatum, se-
una (existenciao doble. Es y no es. Sólo tiene realidad ñalado). Esta tautología A : A es el ccntro vacío de subs-
en los contenidos, y sin embargo se desprende de ellos. tancia de todos los enunciados, de todas las proposicio-
Tiene una existencia mental y una existencia social. El nes, como Wittgenstein ha mostrado.
contrato, mentalmente, se define por una forma muy pró- Socialmente: El acuerdo y las convenciones de acuer-
xima a la lógica: la reciprocidad. Socialmente, esta for- do a uno y otro lado de malentendidos. La posibilidad
ma regula innumerables situaciones y actividades, a las imposible de hacer efectiva, de detenerse para definir
que confiere una estructura, mantiene e incluso valortza, todo, decirlo todo y comprenderse según las reglas del
pues como forma comporta una evaluación y arrastra un acuerdo. Pero también el verbalismo, la verborrea, las re-
consensus. En cuanto a la fqrma lógico-matemática, su peticiones, la pura palabrería. Incluso también los pleo-
existencia mental es evidente. Menos evidente es ya que nasmos, los círculos viciosos, los tópicos vacíos (entre
comporte una ficción: el hombre teórico, desencarnado, ellos los grandes pleonasmos sociales, por ejemplo la bu-
puramente ser reflexivo. En cuanto a su existencia so- rocracia, que para mantener la forma burocrática engen-
cial. convendría demostrarla cuidadosamente. A esta for- dra burocracia; las lógicas sociales, que tienden a su puro
ma, en efecto, se refieren múltiples actividades sociales: mantenimiento hasta destruir su contenido y destruirse
enumerar, delimitar, clasificar (objetos, situaciones, ac- de este modo, mostrando su vacío).
tividades), arganizar racionalmente prever y planificar, e
incluso programar.
La reflexión que prolonga (con términos nuevos) la II. Forma matemdtica
larga meditación y problemática de los filósofos puede
elaborar un cuadro de formas. Es una especie de tabla Mentalmente: La identidad y la diferencia, la igualdad
para descifrar las relaciones entre lo real y el pensamien- en la diferencia. La nominación (de elementos de un con-
to. Este cuadro (provisional, revisable) va de lo más abs- junto, etc.). El orden y la medida.
tracto a lo más concreto, y, por consiguiente, de lo menos Socialmente; Las reparticiones y clasificaciones (en
a lo más inmediato. Cada forma se presenta en su do- el espacio, generalmente privilegiado bajo este titular, pe-
ble existencia. mental y social: ro también en el tiempo). El ordenamiento. La cuantifi-
cación y la racionalidad cuantitativa. El orden y la me'
dida subordinándose a los deseos y al deseo, a la cuali-
dad y las cualidades.
I. Forma lógíca

Mentalmente: Es el principio de identidad: A : A. III. Forma del lenguaie


Es la esencia vacía, sin contenido. En la absoluta pure-
za, es la transparencia suprema (difícil de aprehender, Mentalmente: La coherencia, la capacidad de articular
pues la reflexión no puede ni retenerla ni mantenerse en elementos distintos, de confiarles significaciones y senti-

108 109
dos, de emitir y descifrar mensajes según convenciones VII. Forma escrituraria
codificadas.
Socialmente.' La cohesión de las relaciones, su subor- Mentalmente: La recurlcncia, la f iiación sincrónica de
dinación a las exigencias y presiones de la cc¡hesión, la ri- lo que ha transcurrido cn cl ticrmpl¡, cl rcltorno hacia
tualización de las relaciones, su formalización y codifi- atrás y la ascensión a lo largo dcl dcvcnir f i.iado.
cación. Socialmente.' La acumulación en el tiempo con obaseo
a la fijación y la conservación de lo adquirido, la presión
de lo escrito y de las escrituras, el terror ante lo Escrito
IV. Forma del cambio y la lucha del Espíritu contra la Letra, la Palabra, con-
tra lo Inscrito y lo Prescrito, del Devenir contra lo In-
Mentalmente: La confrontación y la discusión, la com- mutable y lo consolidado (lo reificado).
paración y el prorrateo (de actividades, de necesidades,
de productos del trabajo, etc.), en resumen, Ia equiva-
lertcia. VIII. Forma urbana
Socialment¿.' El valor de cambio, la forma de la mer-
cancía (desprendida, formulada, formalizada por Marx en Mentalmente: La simultaneidad (de acontecimientos,
el capítulo I de El capital, con referencia implícita a la de percepciones, de elementos de un conjunto en lo
lógica formal y al formallsmo lógico-matemático). n real u).
Socialmente.' El encuentro y la conjunción de lo que
existe en los alrededores, en uel medio, (bienes y produc-
V. Formn contractual tos, actos y actividades, riquezas) y por consiguiente la
sociedad urbana como lugar socialmente privilegiado, co-
ent alment e : La reciprocidad.
M. mo sentido de actividades (productoras y consumidoras),
Socialmente: La codificación de las relaciones socia- coÍlo encuentro de obra y producto"
les basadas en un compromiso mutuo.

Dejaremos de lado la repetición a la que algunos (en-


VI. Forma del objeto (prdctico'sensible) tre ellos Nietzsche) han considerado como forma supre-
ma, como forma existencial o forma de la existencia.
Mentalmente: El equilibrio interno percibido y conce. Es casi evidente que en la sociedad denominada rno-
bido como propiedad oobjetivau (u objetal) de todos y derna, la simultaneidad se intensifica, se densifica, y que
cada uno de los objetos. La simetría. las capacidades del encuentro y la conjunción se refuer-
Socialmente: La espera de este equilibrio y esta si- zan. Las comunicaciones se aceleran hasta la cuasi-íns-
metría, exigida por los obietos o desmentida por ellos tantaneídad. Las informaciones afluyen y se difunden a
(comprendiendo entre estos objetos los (seresD vivos y partir de esta centralidad, ascendentes o descendentes"
pensantes, así como los objetos sociales como casas, edi- Aquí se da un aspecto ya subrayado de la o socialización
ficios, utensilios, instrumentos, etc.). de la sociedadu (con las debidas reservas en cuanto al
carácter "reformista" de esta formulación conocida).
Es igualmente evidente que en estas mismas condi-

ll0 ill
ciones la dispersión crece: la división del trabajo es lle' El análisis espectral
vada a las úliimas consecuencias, con segregación de gru-
pos sociales y separaciones materiales y espirituales' Es-
ias dispersion"t iólo son conseguibles y apreciables por
relereicia a la forma de la simultaneidad. Sin esta for-
tu, lu dispersión y la separación son pura y simplemen-
te apercibidas, aceptadas, sancionadas, como hechos. De
este modo, la forma permite designar el contenido o, me- En realidad, esta racionalidad limitada a la que ve-
jor aún, los contenidos. El movimiento, en su emergen- mos en acción en la práctica (incluido el urbanismo apli-
iia, hace aparecer un movimiento oculto, el movimiento cado) se ejerce sobre todo según las modalidades de una
dialéctico (conflicto) del contenido y de la forma ur- inteligencia analítica muy avanzada, muy armada, dota-
bana: la problemática. La forma en Ia cual se inscribe es- da de grandes medios de presión. Este intelecto analíti-
ta problernática plantea cuestiones que se inscriben en co se reviste de privilegios y prestigios de la síntesis, y,
la misma. ¿Ante y para quién se establece la simultanei' de este modo, disimula lo que recubre: las estrategias.
dad, la conjunción de los contenidos y de la vida ur- Cabe imputarle su perentorio cuidado por lo funcional, o,
bana? mejor aún, por lo uni'funcional, así como la subordina'
ción de detalles minuciosamente contabilizados a la re-
presentación de una globalidad social. De este modo, de-
saparecen las mediaciones entre el conjunto ideológico
que se toma por racional (técnica o económicamente) y
las medidas detalladas, objetos de táctica y previsión.
Esta puesta entre paréntesis de mediaciones teóricas y
prácticas, sociales y mentales, no está ausente de humor
negro en una sociedad en la que los intermediarios (co'
merciantes, financieros, publicitarios, etc.) detentan in-
mensos privilegios. Y es que lo uno cubre a lo otro. Y
así es como entre lo global (que planea por encirna del
vacío) y lo parcial se abre un abismo, manipulado, re-
primido, sobre el que gravitan las instituciones.
Lo que sacarnos aquí a discusión no es una <globali-
dado incierta sino una ideología y la estrategia de clase
qüe utiliza y sostiene esta ideología. Al uso ya mencio-
do de la inteligencia analítica añadiríamos también la
extrema parcelación del trabajo y la especialización lle
vada a sus últimos límites (entre ellos los estudios es-
pecializados de los urbanistas), así como la proyección
sobre el terreno de lo elementos de la sociedad, después
de una especie de análisis (espectral)'. La segregación
debe ser puesta en claro con sus tres aspectos, simul'

112 IICS 4.f- 8 113


táneos unas veces, sucesivos otras: epontdneo (proceden- sas sociales y polÍticas. En el plano teórico, el pensa-
te de lo ingresos y las ideologías); voluntario (es decir, miento analÍtico se para, se recorta. Cuando pr"t""O" ui-
estableciendo espacios separados); programado (bajo el canzar una síntesis, fi'acasa. Social y pollticámente, Ias
plumaje de ordenación y pian). estrategias de clase (inconscientes o cbnscientes) apun-
Iqdiscutiblemente, en todos los países a las tendencias tan a la segregación.
segregacionistas se oponen fuertes tendencias. No puede . E1 un país dernocrático,-los poderes públicos no pue-
den decretar públicamente la ségregación como tal.'por
afirmarse que la segregación de grupos, etnias, estratos
y clases sociales provenga de una estrategia constante ello, con frecuencia adoptan uná iáeologiu h"-ñrt,"u
y uniforme de los poderes, ni que haya que ver en ella que s€ torna en utopÍa en el sentido más anticuado,
cuan-
la proyección eficaz de Ias instituciones, la voluntad de cto no en demagogia. La segregación se extiende
hasta
Ios dirigentes. Es más, hay voluntades y acciones con- en los sectores de la vida que estos poderes pú_
certadas que intentan combatirla. Y, sin embargo, preci- ^sóciál
blicos rigen, más o.menos fácilmenje, más o-*"rro, ¡i.o_
samente ahí donde la separación de los grupos sociales no Iundamente, pero siempre.
aparece sobre el terreno con una evidencia clamorosa, El- Estado y la Empresa, a mi entender, se esfuerzan
aparecen al examen una presión en este sentido e indi- por absorber la ciudad, por suprimirla como tal. El Es-
cios de segregación. EI caso límite, el resultado final, es tado procede más bien por arriba y la Empresa Dor
el ghetto. Observemos que existen varios ghettos y tipos abajo (asegurando la habitación y la iunción á" rr"ui-rá,
de ghettos: los de judíos y los de negros, pero también en las ciudades obreras y conjuntos de una <socied.ad.r,
los de intelectuales y los de obreros. A su modo, tambiún dominando también el ocio, e incluso la cultura fu .p.ol
los barrios residenciales son ghettos: a estos ghettos de la moción socialu). El Estad-o y la Empresa, peseVa ,rrs di
riqueza acuden personas de alto nivei de rentas o poder ferencias y a veces confliitos, hacia Ia se-
para autoaislarse. El ocio tiene sus ghettos. Allá donde gregación. "orriu".g"ri
hubo una acción concertada que intentó barrer capas -Dejamos abierta la cuestión de saber si ras formas
sociales y clases, rápidamente una decantación espontá- políticas de,l Estado (capitalista, socialista, ;;;";i;;i;;
nea separó a éstas. El fenómeno de la segregación debe etc.) engendran o no estrategias diferentes para con la
analizarse según diversos índices y criterios: ecológicos ciudad. Por el momento, no intentaremos ,ib". dó;de,
(bidonville.s, barraquisrno, podredumbre del corazón de cór.no, e-1 euiénes y con quiénes se elaboran estas
estia-
la ciudad), formales (deteriorización de los signos y sig- tegias. Nos limitamos a verifi,car estrategias, observán-
nificaciones de la ciudad, degradación de .lo urbanou dolas como orientaciones significativas. ias'segregacio_
por dislocación de sus elementos arquitectónicos), socio- nes que destruyen morfológicamente la ciudad uá"r,u-
Iógicos (niveles de vida y modos de vida, etnias, culturas zan la vida urbana no pueden pasar como efectó i
¿" -u-
y subculturas, etc.). res o- de coyunturas locales. contentémonos con indicar
Las tendencias antisegregacionistas serían más bien que el carácter democrático de un régimen se rnide po.
r,
ideológicas. Unas veces se apoyan en el humanismo libe- actitud hacia la ciudad, las nlibertaáes' urbanur, iu,*
ral, otras en Ia filosofia de la ciudad, considerada como lidad urbana, y por consiguiente hacia la
(tema> (comunidad, organismo social). te será, seguramente, uno de los criterios"egregiiid;.;;
,ñaJi-po.turr-
Pese a las buenas intenciones humanistas y las buenas tes a retener. Por 19 respecta a la ciudad y i,., pro_
_eue
voluntades filosóficas, la práctica tiende a la segrega- blemática, es esencial. Farta-todavía distinguir" ;r!-"r
ción. ¿Por qué? Por razones teóricas y en virtud de cau- poder político y las coacciones sociales capaóes de
anular
n4 r15
los efectos de la voluntad (buena o mala) de los pblíti Iidad productivista que tiende a suprimir Ia ciudad en el
cos. Por lo que respecta a la Empresa dejaremos igual- nivel de la planificación general, Ia reencuentra en el
mente abiertá la prégunta. ¿Cuáles son las relaciones en' plano del consumo organizado y controlado, del merca-
tre la racionalidah en general (ideología y práctica),'en- do vigilado. Los poderes, tras haberla marginado, en el
tre la planificación (general y urbana), por una parte' nivel de las decisiones globales, Ia reconstituyen en el
y la gestión racional de las grandes empresas? Emitamos, nivel de las ejecuciones, de las aplicaciones. De ahl
rit una hipótesis, una guía para la investiga- resulta, suponiendo que pueda comprenderse la situación
ción."'-bu.go,
La rácionalidad d* lu empresa implica un análisis en Francia y otros lugares, una increÍble maraña de me-
llevado al extremo de los trabajos, operaciones, y concate- didas (todas razonables), reglamentos (todos ellos muy
naciones. Es más, las razones y causas de una estrate- elaborados), coacciones (todas motivadas). El funciona-
gia de clases se juegan hasta apurar-:e- en la empresa ca- miento de la racionalidad burocrática se pierde en sus
presuposiciones y consecuencias, que lo desbordan, sin
iitulittu. Hay poi tinto una probabilidad muy grande de
que la en cuanto tal siga el sentido de la se- conseguir refrenarlas. Conflictos y contradicciones rena-
gregación "mpieta
éxtrema, de que actúe en este sentido e inter- cen plagados de actividades .estrtcturantes> y acciones
ve.tgu en la presión social, cuando no en la decisión' (concertadasn destinadas a suprimirlos. Aouí se hace ma-
Ét nsta¿ó y la Empresa pretenden acaparar las fun- nifiesto sobre el terreno lo absurdo del racionalismo li-
ciones urbanai, asumiilas y asegurarse su control des- mitado (cerrado) de la burocracia y la tecnocracia. Aquf
truyendo la forma de lo urbano. ¿Pueden hacerlo? Est<¡s se aprehende la falsedad de Ia ilusoria identificación"en-
objltivos estratégicos, ¿no superarán acaso sus fuerzas, tre lo racional y Io real en el Estado, y la verdadera iden-
con¡ugadas o no? Serían del mayor interés investigacio- tidad entre lo absurdo y un cierto racionalismo" auto-
n"r-tób." este punto. La crisis de la ciudad, cuyas con- ritario.
diciones y modalidades se descubren Poco a poco, va,pa- En nuestro horizonte, la ciudad y lo urbano se perfi-
reja a uná crisis de las instituciones a escala de la ciudad, lan como objetos virtuales, como proyectos de una re-
de la jurisdicción y de Ia administración urbanas. EI Es- constmcción sintética. El análisis crítico constata el fra-
tado ásume más y más bajo su control todo aquello caso de un pensamiento analltico y no crítico. ¿Qué re-
que derivaba del nivel caracterlstico de la ciudad (mu- tiene de la ciudad, de lo urbano, esta práctica analftica
nicipalidad, gastos e inversiones locales, escuelas y prc cuyos resultados podemos verificar sobre el terreno? As-
grutirat escoláres, universidades, etc.) y que-ahora se ins- pectos, elementos, fragmentos. Bajo los oios, exhibe el
iitucionaliza en el marco global. Por todo ello la ciudad, espectro, el análisis espectral de la ciudad. Cuando ha-
como institución específica, tiende a desaparecer, lo cual blamos de análisis espectral entendemos en estas pala-
la destruye en cuanto obra de grupos originales,- a su vez bras una acepción casi literaria, y no una metáfora. Ante
específieós. Sin embargo (pero esto debe ser probado Po-r la vista, baio nuestras miradas, tenemos *el espectro, de
irivestigaciones de sociologia jurídica, económiba, ad- Ia ciudad, el de la sociedad urbana y quizás el de la socie-
ministátiva, cultural), d,pueden las instancias y poderes dad a secas. Si el espectro del comunismo no atosiga ya
superiores prescindir de esta apoyatura, de esta media- a Europa, la sombra de la ciudad, la añoranza de lo que
cién, la ciudad? ¿Pueden abolir lo urbano? La vida co- murió porque lo mataron, el remordimiento incluso, han
tidiana, regida poi instituciones que la reglamentan des- reemplazado al antiguo atosigamiento. La imagen del in-
de arriba, ionsolid.da y orientada por múltiples presio- fierno urbano que se nos pnepara no es menos fascinante,
nes, se constituye precisamente a este nivel. La raciona' y las gentes se vierten en raudales en las ruinas de las ciu-

11ó l17
dades antiguas para consumirlas turísticamente, creyen- Io. EI único que quizás tendría este clcrecho sería el fi-
do así consolar su nostalgia. Ante nosotros se extienden lósofo, de no haber ya demostrado la filosofla a lo largo
como un espectáculo (para espectadores (inconscientes> de los siglos su incapacidad para alcanzar totalidadás
de lo que tienen ante su (conscienciau) Ios elementos de concretas (pese a que siemprc apuntara a la totalidad y
la vida social y de Io urbano: disociados, inertes. Ante se planteara las cuestiones globales y generales). La po-
nosotros, <<conjuntos" sin adolescentes, sin personas de sibilidad y la exigencia de una síni'esis, la oricntación
edad. Ante nosotros, mujeres soñolientas: sus maridos hacia el ob'ietivo de con.jugar lo que se presenta disper-
en tanto trabajarán lejos, para volver hastiados. Ante so, disociado, separado, dentro de la forma de la simul-
nosotros, sectores de pabellones que forman un micro- ten,eidad y de los encuentros, sólo puede se encomen-
cosmos y, pese a ello, continúan siendo urbanos porque dada a una praxis, cuyas condicionés están por deter-
dependen de los centros de decisión y porque en ningún minar.
hogar falta televisión. Ante nosotros, una vida cotidiana Tenemos, pues, ante nuestra vista, proyectadas separa-
recortada en fragmentos: trabajo, transporte, vida priva- damente sobre el terreno, a los grupos, etnias, edades y
da, ocio. La separación analítica ha aislado a estos frag- sexos, actividades, trabafos, funciones, conocimientos.
r-entos como si se tratara de ingredientes y elementos Tenemos todo lo necesario para crear un mundo, una
químicos, o materiales bmtos (cuando, por el contrario, sociedad urbana o nlo urbanoo desarrollado. pero este
son resultado una larga historia e imbrican una apro- mundo está ausente; esta sociedad está ante nosotros
'ile
piación de Ia materialidad). Pero aún no hemos termina- únicamente en estado de virtualidad. Corre el riesgo de
do. Ante nosotros, el ser humano, desmembrado. disocia- nerecer siendo sólo germen. En las condiciones existen-
do. Ante nosotros, Ios sentidos, el olfato, el gusto, la vis- tes, antes de nacer, moriría. Las condiciones que hacen
ta, el tacto, el oído, los unos atrofiados, los otros hiper- surgir las posibilidades pueden también mantenerlas en
trofiados. Ante nosotros, la percepción, la inteligencia el estado virtual, en la presencia-ausencia. euizás aquí
y la razón funcionando separadamente. Ante nosotros, resida la raíz del drama, el punto de emergencia de las
la palabra y el discurso, lo escrito. Ante nosotros, la co- nostalgias. Lo urbano obsesiona a los que viven en la
tidianidad y la fiesta, esta última moribunda. Evidentí- carencia, en Ia pobreza, en la frustración de los posibles
simo, urgentísimo, imposible seguir asl. La síntesis se que sólo como posibles perrnanecen. De este modo, Ia
inscribe pues en la orden del día, en ia orden del siglo. integración y la participación obsesionan a los no parti-
Pero, al intelecto analítico esta síntesis se le presenta cipantes, a los no integrados, a los que sobreviven entre
únicamente como combinatoria de elementos separados. los fragmentos de la sociedad posible y las ruinas del pa-
Y, sin embargo, la combinación no es nunca síntesis. La sado: excluidos de la ciudad, a las puertas de olo ur-
ciudad y lo urbano no se reconstituyen a partir de signos banoo.
de Ia ciudad, de los semantemas de lo urbano, y eso que EI carnino recorrido se jalona de contradicciones en-
la ciudad es un conjunto significativo. La ciudad no es tre lo total (global) y lo parcial, entre el análisis y la
únicamente un lenguaje, sino una práctica. Nadie pues, síntesis. Es ésta una noticia que se descubre, alta y pro-
y no tememos repetirlo y subrayarlo, está canacitado funda, que no interesa ya a la teoría, sino a la prácti-
Dara pronunciar esta slntesis, para anunciarla. El soció- ca. Una misma prdctíca social, la de la sociedad actual
logo o el animador social, ni más ni menos que el ar- (en Francia, segunda mitad del siglo xx), ofrece al aná-
quitecto, el economista, el dernógrafo, el lingüista, el se- lisis crítico un doble carácter que no puede reducirse a
miólogo. Nadie tiene ni el poder ni el derecho de hacer- una oposición significante, pese a que significa.

118 119
Por una parte, esta práctica social cs integrativa. Per- convierte asimismo en tema obscsivo, cn una aspiración
sigue integrar sus elementos y aspectos cn un todo co sin meta. EI término nintcgrnci<inD consid(:rado en acep-
herente. La integración se realiza a difercntes niveles, se- ciones muy diversas, ap¿\r-ccc c:n los lcxt()s (pcri<idicos,
gún moclalidades diversas: Por el mercado, cn el (mun- Iibros, y también discursos) c()n una f'r.t'c:rrcncia tan gran-
do de la mercanclao, dicho de otro modo, por el consu- de que es ya indicio de algo. Por una partc, cstc tórmi-
mo y la ideología del consumo; por la .,culturaD presen- no designa un conceplo quc concierne v ccrca Ia prhcti_
tada corno unitaria y global; por los *valoresr, entre ca social, denunciando una estrategia. por otra partc cs
ellos el arte por la acción del Estado, incluida la con- f un connotador social, sin concepto, sin obietivo ni obie-
ciencia nacional, la de las opciones y estrategias políti- { tividad, y gue revela una obsesién: la de integrarse (a
cas a escala del país. Esta integración apunta primera- esto, a aquello: a un grupo, a un conjunto, a un todo).
mente a la clase obrera, pero también a la intelligentsia iPodría ocurrir de otro modo en una sociedad que su-
y los intelectuales, a pensamiento crítico (sin excluir el Derpone el todo a las partes. la sfntesis al análisis, la co-
marxismo). El urbanismo podría fácilrnente hacerse esen- herencia a la incoherencia, la organización a la disloca-
cial a esta práctica integrativa. ción? Esta dualidad constitutiva con su contenido con-
Al mismo tiempo, esta sociedad practica la segrega' flictivo, se descubre precisamente partiendo de la ciu-
ción. Esa misma racionalidad que se pretende global (or- dad y de la problemática urbana. ¿Con qué resultados?
ganizadora, planificadora, unitaria y unificante) se cc¡n- *

Sin ningnna duda, fenómenos paradóiico s de inteeracíón
cretiza en el nivel analítico. Proyecta sobre el terreno desintesrante que atentan en particular a la realidad ur-
la separación. Tiende (como en Estados Unidos) a com- bana. Ello no quiere decir que esta ciudad se desinte-
ponerse de ghettos o de parkings, el de los obreros, el gre, caiga a pedazos. No. Funciona. ¿Cómo? ¿por qué?
áe los intelectuales, el de los estudiantes (el campus), el Ello constituye a su vez un problemu, pn", qúiere iam-
o los de los extranjeros, sin olvidar el ghetto de los ocios bié_n decir que este funcionamiento no puede ir sepa-
o de la ncreatividad,, reducida a la miniaturización y rado de un malestar enorme: su obsesión.
al nhágalo usted mismoo. Ghetto en el espacio y ghetto Otro tema obsesivo: Ia participación (vinculada a la
en el tiempo. En la representación urbanística, el término integración). Pero no se trata de una simple obsesión.
zoning irnplica ya separación, segregación, aislamiento, En la práctica, Ia ideologla de la particioación permitc
en los ghettos ordenados sobre el territorio. En el pro obtener al menor costo la aquiescencia de personas in-
yecto, el hecho se convierte en racionalidad. teresadas e implicadas. Después de un simulacro más o
Esta sociedad se pretende y se cree coherente' Per' rnenos extremado de información y actividad social, vuel-
sigue la coherencia, vinculada a la racionalidad, conside- ven a su tranquila pasividad, a su retiro. No está claro
rada a la vez como característica de la acción eficaz (or- que Ia participación real y activa tenga ya un nombre.
ganizadora), como valor y criterio. La ideología de la co' Se denomina autosugestión. Lo cual plantea otros proble-
herencia descubre al examen una incoherencia oculta mas.
y sin embargo escandalosa. La coherencia quizás no sea Fuerzas muy poderosas tienden a destruir la ciudad.
otra cosa que la obsesión de una sociedad incoherente Ante nosotros, un cierto urbanismo proyecta sobre el te-
que busca su vía hacia la coherencia queriendo detener- rreno la ideología de una práctica qúe apunta a la muer-
se en la situación conflictiva, desmentida, nacida como te de la ciudad. Estas fuerzas sociales v politicas arrasatl
tal. nlo urbanoo en formación. Este germen, a su manera
Y no es ésta la única obsesión. La integración se muy poderoso, ¿puede nacer en las fisuras que aún sub.

t20 t2l
sisten entre estas masas: el Estado, la Empresa, la Cul- El derecho a la ciudad
tura (que deja perecer a la ciudad, ofreciendo al consu-
rno su imagen y sus obras), la Ciencia o, mejor aún, la
cientificidad (que se pone al servicio de la racionalidad
existente, que la legitima)? ¿Podrá la vida urbana reco-
brar e intensificar las casi desaparecidas capacidades
de integración y participación de la ciudad, que no son
estimulables ni por vía autoritaria, ni por prescripción La reflexión teórica queda restringida a redefinir las
administrativa, ni por intervención de especialistas? Así formas, funciones, estructuras de la ciudad (económicas,
se formula el problema, teóricamente capital. El senti- políticas, culturales, etc.), así corno las necesidades so-
do político de la segregación como estrategia de clases ciales inherentes a la sociedad urbana. Hasta el momen-
está pues claro, haya o no un <sujeto> de esta segrega- to sólo han sido investigadas, y, .por otra parte, más bien
ción reconocible por el análisis, y sea ésta o no resul- manipuladas que efectivamente conocidas y reconocidas,
tado global de una serie de acciones no concertadas por las necesidades individuales con sus motivaciones marca-
efecto de una voluntad. Para la cla:e abrera, víctima de das por la sociedad llamada de consumo (la sociedad bu-
la segregación, expulsada de la ciudad tradicional, pri- rocrática de consumo dirigido). Las necesidades sociales
vada de la vida urbana actual o posible, se plantea un tienen un fundamento antropológico; opuestas y comple-
problema práctico y por tanto político. Y ello, aun cuan' mentarias a un tiempo, corhprenden la necesidad de se-
do no hubiera sido planteado políticamente, y pese a puridad y la de apertura, la de certidumbre y aventura,
oue la cuestión del alojamiento enmascarara hasta el mo- Ia de organización del trabajo y la de juego, las necesi-
mento, para sí y sus representantes, la problemática de dades de previsibilidad v de imprevisro, de unidad v de
la ciudad y lo urbano. diferencia, de aislamiento y de encuentro, de cambios
y de inversiones, de independencia (cuando no de sol+
dad) y comunicación, de inmediatez y perspectiva a lar-
go plazo. El ser humano tiene también la necesidad de
acumular energías y Ia de gastarlas, e incluso derrochar-
las en el juego. Tienenecesidad de yer, de oír, de tocar,
de gustar, y la necesidad de reunir estas percepciones
en un .,mundon. A estas necesidades antropológicas ela-
boradas socialmente (es decir, unas veces separadas, otras
reunidas, acá comprimidas y allí hipertrofiadas) se aña-
den necesidades específicas que no satisfacen los equi-
pos comerciales y culturales más o menos parsimoniosa-
mente tenidos en consideración Dor los urbanistas. Nos
referimos a la necesidad de actividad creadora, de obra
(no sólo de productos y bienes materiales consumibles),
de necesidades de información, simbolismo, imaginación,
actividades lúdicas. A través de estas necesidades esoe.
cíficas vive y sobrevive un deseo fundamental, del que

t22 t23
para turistas y para el estcticism<¡, /rvidos de espectácu-
son manifestaciones particulares y momenlos, que supe- los y de lo pintoresco. Incluso pu¡'a los que buscan
ran en mayor o *"tot grado la divisi(¡n parcelaria de comprenderla cálidamentc, la citrclacl cst¿i mucrta. Sin
los trabajos, el juego, la sexualidad, los actos corpora- embargo, olo urbanoD pcrsisl-c, cn cst¿tclo clc actualidad
les como el depártJ, la actividad creadora, el arte y el dispersa y alienada, de gcrmcn, clc virtualiclacl. Lo que la
conocimiento. For úitimo, la necesidad dc la ciudad y la vista y el análisis percibcn sobrc el tcrrcno puedc pa-
vida urbana sólo se expresa librementc cn las perspec- sar, en el mejor de los casos, por la sombra de un ob-
tivas que aquí intentan desprenderse y abrir el horizonte' jeto futuro en la claridad de un sol de levante. Imposible
''"' Las nécesidades urbanas específicas consistirán
segura-
de lugares cualificados, lugares de concebir la reconstitución de una ciudad antigua: sólo es
mente en necesidades
y encuentros, lugares en los que el cam- posible la construcción de una nueva ciudad, sobre nue-
simultaneidad
bio suplantarii al valor de cambio, al comercio y al be- vas bases, a otra escala, en otras condiciones, en otra
sociedad. Ni marcha atrás (hacia la ciudad tradicional)
neficio. iNo será también necesidad de un tiempo para
estos encuentros, estos cambios?
ni huida adelante, hacia la aglomeración colosal e in'
En la actualidad sólo en esbozo podría hablarse de forme: ésa es la norma. En otros términos, por lo que
una ciemcia analitica de la ciudad, rtecesaria' Conceptos respecta a la ciudad, el objeto de la ciencia no está dado.
v teorías. en los inicios de su elaboración sólo pueden El pasado, el presente, lo posible, no se separan. El pen-
áuunt^, con la realidad urbana en formación, con la pra- samiento estudia simplemente un obieto virtual. Y ello
.ris (práctica social) de la sociedad urbana' Actualmen- impone procederes nuevos.
te, ei rebasamiento de las ideologías y prácticas que ob- El viejo humanismo clásico ha terminado hace ya
turaban el horizonte, que sólo eran embudos de estran- tiempo, y mal, su carrera. Está muerto. Su cadáver, mo-
gulamiento del saber y la acción, que marcaban un um- mificado, embalsamado, es gravoso y hiede. Ocupa mu-
Úral a franquear, no se efectúa sin dificultades' chos lugares, públicos o no, transformados así en cemen-
La ciencia de la ciudad tiene la ciudad como objeto' terios culturales bajo las apariencias de lo humanol mu-
Esta ciencia utiliza métodos, procedimientos y conceptos seos, universidades, publicaciones diversas. ,\ ello habría
tomados de las ciencias parcélarias' La síntesis se le es- que añadir las ciudades nuevas y las revistas de urbanis-
capa doblemente' En primer lugar, en cuanto síntesis
que mo. Con este embalaje se cubren trivialidades y super'
s"'qrr"t.iu total y tilne que ieducirse, a partir.de la ficialidades; "a medida humana", como se dice. Mientras,
analítica, a una sistematización y una programaclon es- a nosotros nos toca ocuparnos del resto, y crear oalgoo
tratégicas. Seguidamente, porque el objeto' en cuanto a la talla del univenso.
realiiad .o-fl"tudu, se descompone' El conocimiento Este viejo humanismo encontró la muerte en las gue-
tiene ante sí, para descomponerla y recomponerla ^a par- rras mundiales, durante el aumento demográfico que
tir de fragmentos, a la cildad tristórica ya modificada' acompaña a los grandes exterminios, ante las exigencias
Como texto social, esta ciudad histórica no conserva
ya brutaies del crecimiento y la competición económica, y
nada de serie coherente de prescripciones, de un empleo bajo la presión de técnicas mal domeñadas' No es ni
del tiempo vinculado a símbolos, a un estilo' Este texto .t.tá id"oiogía, apenas un tema para discursos oficiales'
se aleja. Reviste las apariencias de un documento' de Recientemente, como si la rnuerte del humanismo clá-
una exposición, de un museo' La ciudad históricamente sico se identificara con la del hombre, gritos exaspera-
iát*udu se deja de vivir, se deja de aprehender p-rácti- dos han sido lanzados: nDios ha muerto, el hombre tam-
;;;;1", y q""au sólo como objeto de consumo cultural bién.,, Estas fórmulas, difundidas en libros de éxito, apro-

124
t25
vcchadas por u¡la publicidad poco responsable, nada tie' gia se atenúa y cada vez nos volvclnos rncnos para vol-
rren de rlLtevo. I-a mediatización nietzschcana comenzó ver a ver su forrna extendida por cl carnino. E,sta era la
hace casi un siglo, cuando la guerra de lB70-71, rnal pre- ideología de la burguesía libcral. Sc inclin¿rba sobre el
sagio para Europa, su cultura y su civilización. Cuando pueblo, sobre los sufrimicntos humanos. Cubría y sos-
ruietzJche anunciaba la muerte de Dios y la del hombre, tenía la retórica de las almas hermos¿rs, dc Ios grandes
no dejaba un vacío profundo; este vacío n<, lo colrnaba sentimientos, de las buenas conciencias. Sc componía de
con i.deas brillantes, con ei lenguaje y la lingüística. Tarn- citas grecolatinas salpicadas de judeo-cristianismo. Un
bién anunciaba al superhombre, en cuyo advenimiento cóctel horrendo, un mejunje para hacer vomitar. Sólo
creía. Dejaba atrás el nihilismo que diagnosticaba. Los alguno5 intelectuales (de nizquierdao... pero iquedan to-
autores que usan con un siglo de retraso la moneda de te davía intelectuales de derecha?) que ni son revoluciona-
soros teóricos y poéticos nos sumergen de nuevo en el ni- rios ni abiertamente reaccionarios, ni dionisíacos, ni apo-
hilismo. Desde Ñietzsche, los peligros del Superhombre líneos, mantienen la afición a esta bebida triste.
han aparecido con una evidencia cruel' Por otra parte,-al Debemos ptres tender y esforzarnos hacia un nuevo
ohombre nuevo)) que se ve nacer de la producción indus- humanismo, hacia una nueva praxis y un hombre dis-
trial y de la racionalidad planificadora en cuanto tal, sim- 1 tinto, el de la sociedad urbana. ¿Cómo? Escapando a los
plemónte, ha decepcionado demasiado.'Una última vía se
I
mitos que amenazan esta voluntad, destmyendo las ideo:
bbre, la de la sociedad urbana y lcl hurnano como obra logías que falsean este proyecto y las estrategias que
en esta sociedad que sería obra y no producto' O eso, o
h apartan este trayecto. La vida urbana todavía no ha co-
la superación del viejo .animal social' y del üombre de menzado. En la actualidad, concluimos el inventario de
{ los despojos de una sociedad milenaria en la que el cam-
la ciudad antigua, el animal urbano, hacia el hombre ur-
bano, polivalente, polisensoríal, capaz de reiaciones com- po ha dominado a la ciudad, cuyas ideas y (valores>,
plejas-y transparentes con *el mundoo (el contorno y él
ü cuyos tabúes y prescripciones eran en gran parte de ori-
rniimo); o bien el nihilismo. Si el hombre ha muerto, ü gen agrario, de dominante rural y nnaturalo. Del océano
¿para quién entonces vamos a construir? ¿Cómo cons' campesino emergían apenas ciudades esporádicas. La so-
.'¡

truirl Foco importa que la ciudad haya o no desapare- ciedad rural era (todavía lo es) la de la no abundancia,
cido, que sea preciso (pensarla> de nuevo, reconstruirla la penuria, la privación aceptada o rehusada, las pro.
sobre nuevos fundamentos, o bien rebasarla.-Poco im- hibiciones que organizan y regulan las privaciones. Tam-
porta que reine el terror, que sea o no lanzada la bom- bién fue, por otra parte, la de la Fiesta, pero este aspec-
ba atómica, que el planeta Tierra explote o no. ¿Quién to, el mejor, no ha sido retenido y es a él a quien debe-
importa? ¿Quién piensa? ¿Quién acttta? ¿Quién habla mos resucitar y no a los mitos y límites. Advertencia
toáavía y para quién? Si el sentido y la finalidad desapa- decisiva: la crisis de la ciudad tradicional acornpaia a
recen, si ni siquiera podemos ya declararlos en una pra' la crisis mundial de la civilización agraria, igualmente
rls, nada tiene ni importancia ni interés. Y, si las capa- tradicional. Una y otra van unidas, e incluso coinciden-
cidades del nser humanoo, la técnica, la ciencia, la ima- tes. A (nosotros> correspdnde resolver esta doble crisis,
ginación, el arte, o su ausencia se erigen en potenc!'as sobre todo creando con la ciudad nueva la vida nueva en
áutónomas, y el pensamiento en reflexión se contenta
t la ciudad. Los países revolucionarios (por tanto la UnSS
con esta comprobación, la ausencia de <sujetos'), ¿qué
i.l
1l
diez o quince años después de la Revolución de Octu-
replicar?, hacer? bre) han presentido el desarrollo de la sociedad basada
¿qué
-humanismo
^
El viejó se aleja, desaparece. La nostal'
I en la industria. Pero sólo lo han presentido.

in; t27
no supone b) La utopla experimental. En la actualidad, ¿quién no
En las frases precedentes, el unosotros> Ni eI arqui- es utopista? Sólo los practicistas estrechamente es-
los intereses.
-er"á" I"u ,""i¿fó*. Designa.a
ni Jl sociólogo' ni el economista' pecializados que trabajan por encargo sin someter
ffi;;i-;i .rruuttitiu, de la nada por al menor examen crftico las normas y condiciones
ni el filósofo o et poiitito pueden iacar
Para precisar diría-
estipuladas, sólo esos personajes poco interesantes
decreto formas y t!ü"iott"i "tl"uut' escapan al utopismo. Todos son hoy utopistas, in-
;;;-il;f g:'
urqúit""lo, al igual que,el sociólogo' ":socra' cluidos los prospectivistas, los planificadores que
I-as relaciones
tu"" fát p"derei de un taumaturgo' proyectan el París del año 2000, los ingenieros que
il^;]"-, ;rea ni el uno ni elaotró. En determinadas con-
han fabricado Brasilia, y así sucesivamente. Pero
ilüieli;;otuul"i áv"au" las tendencias a formular- hay varios utopismos. El peor es sin duda el que
"tJnicamente la vida social (ra pra-
;i;-;;;;'-1át*u). poderes" o no calla su nombre, el que se reviste de positivismo,
.ris) en su capacrdáa gtoUut posee estos tomadas se-
el que, con este título, impone las condiciones más
los posee. Las personas antes mencionadas' el camino; duras y la ausencia de tecnicidad más irrisoria.
paradamente o en equipo, pueden allanar
formas' Y
i""¿"" iáÁuién propóner' ensayar'.Iapreparar
experiencia adgui-
La utopía, por necesidad, tiene que ser considerada
i;;?;'ü Játi"'roáo)los inventariar experimentalmente, estudiando sobre el terreno sus im-
ñ;';;; i"cción de fracasos' avudar al alumbra' plicaciones y consecuencias. E,stas pueden sorprender.
il;;á;lo-posible mediante una mayéutica nutrida de dCuáles son, cuáles serán los lu-gares con éxito social;
ciencia. cómo detectarlos, con qué criterios; qué tiempos, qué
En este punto conviene señalar la urgencia 4: "lu in- ritrnos de vida cotidiana se inscriben, se escriben, se pres-
trurifot*u"i¿r, d"l proceder-y la instrumentalización
en otros criben en estos espacios <con éxito>, es decir, favorables
;;i;."'¡.,;É. Utilizanáo formulaciones empleadas a la felicidad? Esto es lo que interesa. Otros pasos inte-
hr;;;; ¿tultan indispensables determinados procederes lectualmente indispensables: discernir, sin disociarlos,
ÁEntales todavía poco familiares' los tres conceptos teóricos fundamentales, a saber, la
estructura, la función, la forma. Conocer su alcance, sus
intelectual que
La transducción' Es una operaciónque
a) difiere de la áreas de validez, sus límites y relaciones recíprocas; sa-
puede proseguirse metódicamente v ber que constituyen un todo, pero que los elementos de
inducción V iu ¿"¿""ción clásicaJ' isi
comq de' la
del sim- este todo tienen una cierta independencia y una autono-
construcción Je omodelos', de la si¡nulación' mía relativa; no Car privilegio a uno de ellos, pues ello
La transducción' a par-
oi" """""iado de hipótesis' a la realidad así co- sería ideología, es decir un sistema dogmático y cerrado
il i; t"f;rmaciones- relativás de significaciones: el estructuralismo, el formalismo, el
mo de piáUf"mática planteada por esta reali' funcionalismo. Utilizarlos alternativamente, sobre una
""u
dad, elabora y constru.ye t11r objeto teorlco'
r¡n oDJe-
base igualitaria, para el análisis de lo real (análisis que
lJ-'pái¡utr. ia transducción supone Yi,-t:,"!!T:
utrlrzado y ras
nunca llega a ser exhaustivo ni a dejar residuo). Así
incesante entre el marco conceptual como para la operación denominada ntransduccióno.
observaciones empíricas. Su ieoría
(metodología)
Comprender que una función puede realizarse mediante
determiñadas operaciones mentales espon' estructuras diferentes, que entre los términos no hay
"o"i"r*u
,e*"t á"f urbanista, el árquitecto, el sociólogo' el vínculo unívoco. Que función y estructura se revisten de
p.illll A filósofo. Introduce el rigor en la inven- forma que los descubren y los disimulan; que la triplici-
iiOt, y el conocimiento en la utopía'
HCS a{.9 129
128
clad de estos aspectos constituye un <modo>, que es más elaboración. Sólo es co,c:cbiblc c^ cua'tc¡ implicación
que estos aspectos, elementos y partes' práctica de una teoría conr¡rlcta rlc la cirrcl¿rcl y lo urba_
Entre los útiles intelectuales de que disponemos, hay no que superara las cscisionc:; -y s(.1):u.¿rcit.¡¡rcs actuales.
uno que no merece ni el desdén ni el privilegio, del. ab- En particular, la escisióll crrtr.c lil,sr¡f ía cle l¡ ciuclar,l v
solutó, el de sis/ema (o más bien subsistema) de signi- ciencia (o ciencias) dc la c'it¡cl¿rcl, crrr'c p,r'cirrl y gtob^Í.
ficaciones. En este trayecto puedc' f igtr.ur' los ¡r'.rycr:t,s Jr.b*a.rísti-
Las políticas tienen sus sistemas de significaciones cos actuale!, pero sólo ¿r lr.¿rvós dc una.l-íti.a sin r.cposo
a sus es- de sus implicaciones iclcrológicas y estr.atégicas.
-las
idéologías- que -y les permiten subordinar por ellos
trategias loJ actos aconie.imientos sociales . Suponiendo que sca l¿rctiblc definir nuestrr¡ objeto,
lo urbano, delante dc la r.cl lcxión, de nuestra reflexión de
influidos.
El humilde habitante tiene su sistema de significacio- hoy, no estará nunca p¡-cricntc por entero ni será plena-
nes (o más bien su subsistema) a nivel ecológico' El he- mente actual. Aún nrírs cluc cualquier otro objeto, pos"e
cho de habitar en uno u otro sitio comporta la recep- un carácter de totalidacl cxtrcrnadamente complejo, a la
ción, la adopción, la transmisión de un sistema determi' vez como acto y poteltcia, quc apunta a una investigación,
nado, por el del habitat de pabellones' El sis- que poco a poco sc descubre y que sólo ientamente se
tema d-e "J"mplo,
significaciones del habitante proclama sus-pasi- ; agotará, o quizás nunca. Tomar este <objetoo cclmo real,
vidades y irrt actividades; es recibido, pero modificado presentarlo como verdadero, es una ideología, ,ru ope-
por la práctica. Es Percibido' I ración mitificadora. El conocimie'tc¡ debe téner
Los arquitectos parecen haber establecido y dogm-a- ta un número consicierable de métodos para aprehender ".r ".rérr-
tizado un conjunto de significaciones. mal explicitado este objeto, ¡l rto fi.jarse en un solo modo ,i" op".ur.
en cuanto tal y confiado a diversos vocablos: nfuncióno, Los recortes analíticos perseguirán lo más cerca pósible
.,formarr, (estructurao, o, mejor aún, funcionalismo, for' a las articulaciones internas de esta (<cosa)) que no es una
malismo, estructuralismo. Lo elaboran partiendo- 1o. de cosa; a su vez, irán seguidos por reconstrucciones nunca
significaciones percibidas y vividas por los que habitan terminadas. Descripciones, análisis, tentativas de síntesis,
siño del hecho de habitar, interpretado por ellos. Es ver- no pueden aparecer nunca ni como exhaustivas ni como
bal y discursivo, con tendencia al metaienguaje. Es gra- definitivas. Será preciso hacer entrar en acción a todas
fismo y visualización. Desde el momento en que estos las nociones, a todas las baterias de conceptos: forma,
arquitectos constituyen un cuerpo social, desde el mo estructura, función, nivel, dimensión, variables deperu
rn*to que se vinculan a instituciones, su sistema tiende a dientes e independientes, correlaciones, totalidad, conlun-
ensimismarse, a imponerse, a eludir toda crítica. Preciso to, sistema, etc. Aquí, como en otras cuestiones, pero aún
sería formular este sistema, con frecuencia erigido en más que en éstas, el residuo adquiere una importancia
urbanismo mediante extrapolación, sin más procedimien- primordial. Cada <objeto, construido sera a su vez so-
to ni precaución. metido al examen crítico. En la medida de lo posible,
Viitualmente existe ya la teoría a la que sería lícito será realizado y sometido a verificación experimental. La
denominar (urbanismoo, QUe iría al encuentro de las sig- ciencia de Ia ciudad necesita un período histórico para
nificaciones de la antigua práctica denominada "habitaro constituirse y para orientar la práctica social.
(es decir, lo humano) que añadiría a estos hechos par- Esta ciencia, aunque necesaria, no. es suficiente. Al
ciales una teoría general de los tiempos-espacios ttba' misrno tiempo que su necesidad, percibimos sus límites.
nos, que indicaría una práctica nueva derivativa de esta La reflexión urbanística propone el establecimiento o la

130 t3t
(localizadas) muy ori'
plo. Desde problemas de propiedad inmobiliaria a proble-
reconstitución de unidades sociales mas de segregación, cada proyecto de reforma urbana
er;ii¿l, Ñtc.rtatiráaat y centralizadas' con unas vincu- pone en entrecush6 las estlrcturas, las clc la sociedad
una uniclad urba-
laciones y tensiones q"L i"ttutlecieran existente, Ias de las relacioncs inmediatas (i¡rclividuales)
complejo, no sin estruc-
na dotadl de un ordán interior y cotidianas, pero tambiC'n las que sc prctcnclc imponer
tura pero con una estructura maleable,Y-lT ill"T3"tl; por vía coactiva e institucional a lo quc quccla de reali-
apunta -ar
Más toncretamente, la refiexión sociológrca daci urbana. La estratcgia dc renovacir'tn urbana, refor-
conocimiento y a ía reconstitución de las capacidades
de mista en sí, se torna oforzosamente> revolucionaria, no
il;;s;';' d;1o ;;b;no así como a las condiciones por la fuerza de las cosas sino porque va en contra las
q.rté.1?? Con una condi-
la participacion práciica. ¿ror y cosas establecidas. La cstrateeia urbana fundada en la
ción: no privar nunca a éstas tentativas parcelarias' prácti- ciencia de la ciudad tiene neóesi,lad de apoyo social y
;;'1";;.-parciales, de la crítica' la verificación fuerzas políticas para operar. No actúa por sí sola. No
ia,'EIla preccuPación global' puede dejar de apoyarse en la presencia y la acción de ia
^conocimiento puede, pues, construir y proponer
clase obrerl, I" ürri.u capaz dó poner fin a rura segrega-
.*oá"torr. Cada uobjeto) es en este senticlo' simplemen- ción dirigida ess¡gi¿lmente conira ella. Sólo esta clase
i"l.- t"t¿elo de t"uii.lud urbana' Y, sin embargo' s€lne' en cuanto tal puede contribuir decisivamente a la recons-
podrá ser manejadi,ll3^llt1;
i;;i;-.realidad' ni¡nca instmmental' Ni siquiera para el trucción de la centralidad destruida por la estrategia de
i*".u adquirirá rango
que la segregación y reencontrada baio la amenazaclora forma
más operativo conoJimiento' iQuién no desearía de los (centros de decisión>. Esto no quiere decir que
volvi.era a lo que fue: acto y obra un
de pensa-
"i"4"¿ la clase obrera vaya por sí sola a hacer la sociedad ur-
miento cornplejo? Pero, en tanto, nos mantenemos en bana, sino que sin ella nada es posible. Sin ella, la inte-
,tiuel d" iot votos y aspiraciones, y s-in - deterrninar gración carece de sentido y Ia desintegración, bajo la
"i
una Lstrategia urbana. Esta última no puede ignorar'
por
otra' conoclmlen- máscara y la nostalgia de la integración, co¡tinuará. Es-
una parte, estrategias existentes y'Por to no es sólo una opción, sino un horizonte que se abre
iár u¿q"iiiclos: ciéncia de la ciudad, conocimiento orien- o se cierra. Cuando la clase obrera calla, cuando no ac-
;;á;i; planificación del crecimiento y.jerarquÍa el domint: $"1
uestrategia> dice de las túa y no puede cumplir lo que la teorla define cr)mo
desarrollo. Quien dlce su nmisión históricar, faltan entonces ei .,sujeto> y el
variables a tomar en consideráción, de las que-alg¡rnas
.,objeto". El pensamiento reflectivo ratifica esta ausen-
tienen una capaciCad estratégica, perteneciendo otras cia. Eso quiere decir que conviene elaborar dos series
una
;il;i;-""te ainivel táctico, es decir, constituyendo sobre de proposiciones:
;;;;;;tceptible de realizar esta estrategia .el
terreno. Sólo grupos, clases o fracciones de clases socia- * a)
dJ iniciati,oas revolucionarias pueden t-om.ar Un programa político de reforma ttrbana, reforma no
i"r definida por los marcos y posibilidades de la socie-
"upu""ty ll"rrut hasta su plena realización las solucio-
""
;;t ""á"t"
; los problemas urbanoi; la ciudad renovada será la dad actual, no sujeta a un (realismor, pese a estar
oUrt ¿* f,r"rru, sociatet y políticas' En primér lu- basada en el estudio de realidades (dicho de otro
"itu, deshacer las estrategias y las-.ideologías modo: la ref6¡¡¡¿ asÍ concebida no se limita al con-
;;; t" precisa
áominuntes en la sociedad actual. Nada modifica la si- formismo). Este programa tendrá, pues, un carácter
i"""io" que haya varios grupos o -varias estrategias con singular e incluso paradójico. Será establecido para
Jiu"rg"n"ii"s entre el estátisrno y lo privado, por ejem- su propuesta a las fuerzas politicas, es decir, a los

r32 133
partidos. Puede añadirse incluso quc scrá sometido a medio, a largo plar.<t, r'olrslitrrycn<lo r.slas riltimas la
preferentemente a los partidos udc izquierdao, nos estrategia urbana propiarnt'nlt' <lit'lrlr.
referimos a formaciones políticas qlrc rcpresentan o La sociedad en la c¡rrc vivirrros l)iu'('('(. ol it.ntacla a la
quieren representar a la clase obrcra. Pero no será plenitud, o al menos a lo ¡rlt'no (olllt'los y bit'rrt:s drrra-
establecido en función de estas fucrzas y formacio- bles, cantidad, satisfaccirin, r'lrt'iorr;rlirlrr<l). I)t' lrt'r.lro, ¡rcr-
nes. Con relación a ellas, tendrá un c¿rrácter especí- mite abrirse un vacío cr¡los:rl; ('n rlsl('v:rt'ío st'agilan las
fico, que deriva del conocimiento. Tendrir pues una ideologías, que invadc ll bnnla clc l¿r rr:ltil-ica. IIno clc
parte científica. Será propuesto (presto a ser modi- los mayores designios <¡ru.' ¡-lrrcclc prop()ncrs(: t:l ¡-rcnsa-
ficado por y para los que lo tomarán en considera- miento activo, fruto rlt' l:r cs¡rcculaci<in y la contcmpla-
ción). Que las fuerzas políticas acepten stls respon- ción, y también dc rccr¡r'lcs fragmentarios y conocimicn-
sabilidades. En este dominio, que compromete el tos parcelarios, consislt' cn colmar cste vacío, y no so-
porvenir de la sociedad rnoderna y el de los produc- Iamente con el lcngrrair'.
tores, la ignorancia y el desconocimiento involucran En un período cn cl qrrc los ideólogos discurren pro-
responsabilidades ineludibles ante la historia. * fusamente sobrc las e-.slnrcluras, la clesestructuración de
la ciudad manifiesta la pr,:rfunclidad dc los fcnómcnos de
b)" Froyectos urbanísticos muy osados, que incluyan desintegración (social, ctrltural). Esta socicdad, conside-
nmodelosr, formas de espacio y tiempos urbanos, rada globalmentc, aparccc r:rulr:riz.ada. Entrc los subsis-
sin preocuparse de su carácter realizable actualmen- temas y las estr-uctllras consoliclaclas por divcrsos me-
te o no, utópico o no (es decir, proyectos lúcida- dios (coacción, terror, pcrsuasión iclcológica) hay crá-
mente "utópicoso). No parece que estos modelos teres, a veces abismos. Estos vacíos no son fruto del
puedan resultar, bien de un simple estudio de las azar. Son también los lrrgares cle lo r;osible, del cual con-
ciudades y los tipos urbanos existentes, bien de una tienen los elementos, flotantes o dispersos, pero no la
simple combinatoria de elementos. Las formas de fuerza capaz de conjugarlos. Es más: las acciones estruc-
los tiempos y del espacio serán, salvo experiencia turantes y el poder del vacío social tienden a impedir
contraria, inventadas y propuestas a la práctica. Que la acción v Ia simple presencia de una fuerza así. Las
Ia imaginación se despliegue, no lo imaginario que instancias de Io posible sólo pueden realizarse en el cur-
permite la huida y la evasión que sirve de vehículo so de una metamorfosis radical.
a Ias ideolosías, sino Io imaginario que se invierte En esta coyuntura, la ideología pretende dar a la
en la apropiación (del tiempo, del espacio, de la vida "cientificidado ¡¡ carácter absoluto: la ciencia apuntará,
fisiológica, del deseo). A la ciudad eterna, ¿Por Qué por su parte, a lo real, recortándolo, recomponiéndolo y,
no oponer ciudades efímeras y centralidades móvi- nor este hecho, apartará lo posible y cerrará el camino.
les con centros estables? Todas las audacias están Y, sin embargo, la ciencia (es decir, las ciencias parcela-
permitidas. ¿'Por qué limitar estas proposiciones a rias), en una covllntura así, tiene un alcance únicamente
Ia sola morfología del espacio y el tiempo? No se ex- programático. Aporta elementos a un programa. Si se
ctruyen proposiciones relativas al estilo de vida, la admite gue estos elementos constituyen ya desde ahora
manera de vivir en la ciudad, el desarrollo cle lo una totalidad, si se pretende eiecutar literalmente el pro-
urbano en este plano. grama, el objeto virtual es ya tratado como un obieto
técnico. Se eiecuta un proyecto sin crítica ni autocrítica
En estas dos series entrarán proposiciones a corto, v este proyecto realiza, proyectándola sobre el terreno,
| -lrrl 135
una ideología, ,la de los tecnócratas. Lo programático, Entre las contradicciones caracterfsticas de la épo-
aunque necesario, no es suficiente. A lo largo de la eje- ca, están las <particularmente duras, de las realidades
cución, se transforma. Sólo la fuerza social capaz de in- de la sociedad respocto a los hechos dc civilización que
vestirse a sí mismo en lo urbano, en el curso de una en ella se inscribeñ. Por un lado, el gcnocidio. por otio,
larga experiencia política, puede asumir la realización los avances (médicos y otros) que peimitcn salvar un ni-
del programa que imbrica a la sociedad urbana' Recl- ñ_o o prolongar una agonla. Aquf ha sido ya puesta en
procamente, la ciencia de la ciudad aporta a esta pers- cJaro una de estas últimas contradicciones, y no la me-
pectiva un fundamento teórico y práctico, una base po- nor: la contradicción entre la socialización rle Ia socie-
sitiva. La utopía controlada por la razón dialéctica sirve dad y la segregación generalizada.-F.xisten también mu-
de escudo a las ficciones que se pretenden cientlficas, a chas otras, por ejemplo la contradicción entre la eti-
la imaginación que se extraviara. Este fundamento y es- queta de revolucionario y la afección a categorías de un
ta base, por otra parte, impiden a la reflexión perderse racionalismo productivista superado. En el seno de los
en la pura programática. El movimiento dialéctico se efectos sociales debidos a la presión de las masas, lo in-
preserrta aquí como una relación entre la ciencia y la fuer' dividual no muere y se afirma. Aparecen derechos; en-
za política, como un diálogo, lo que actualiza las rela- tran en costumbres o prescripciones más o menos segui-
ciones nteoría-práctica> y npositividad-negatividad crf- das de actos, y es ya sabido cómo estos .,derechosu cbn-
tica>. cretos vienen a concretar los derechos abstractos rlel
El arte, necesario como la ciencia, y a su vez insu' hombre y el ciudadano inscritos en el frontal de los edi
ficiente, aporta a la realización de ia sociedad urbana ficios por Ia democracia en sus inicios revolucionarios:
su larga meditación respecto a la vida corno drama y go- derechos de las edades y los sexos (la mujer, el niño, el
ce. Además y s<;bre todo, el arte restituye el sentido de anciano), derechos de las condiciones (el proletario, el
la obra; proporciona múltiples figuras de tiempos y de campesino), derechos a la instrucción y la educación, de-
espacios apropiados: no soportados, no aceptados por recho al trabajo, a la cultura, al reposo, a la salud, al
una resignación pasiva, metamorfoseados en obra. La alojamiento. Pese, o gracias a las destrucciones gigan-
música muestra la apropiación del tiempo, la pintura y tescas, las guerras rnundiales, las amenazas, el terrclr nu-
la escultura la del espacio. Si las ciencias descubren clear, la presión de la clase obrera ha sido y continúa
determinismos parciaies, el ai'te (y también Ia filosofía) siendo necesaria (pero no suficiente) par:a el reconoci-
muestra cómo una totalidad nace a partir de defermi- miento de estos derechos, para su ingreso en las costum-
nismos parciales. A la fuerza social capaz de realizar la bres, para su inscripción en los códigos, aún muy incom-
sociedad urbana incumbe hacer efectiva y eficaz la uni' pletos.
dad (la (síntesis)) del arte, de la técnica, del conoci' Curiosamente, el derecho a ía naturaleza (al campo
miento. El arte y la historia del arte, al igual que la cien- y a_la-(pura naturalezar) entran en la práctica +ocial
cia de la ciudad, entran en la rheditación sobre lo urba' desde hace algunos años con ocasión del ocio. Se ha
no, que pretende tornar eficaces las imágenes que lo abierto camino a trar.'és de las vituperaciones ya tópicas
anuncian. Esta meditación que apunta a la acción rea- contra el ruido, la fatiga, el universo a modo de cámpo
lizadora sería de este m9do, es decir superando esta opo- de concentración de las ciudades (cuando la ciudad ," pr-
sición, utópica y realista. Se puede incluso afirrnar que dre o se desintegra). Extraño sortear; o, decirnos noso-
el nráximo de utopismo acompañará al óptimo de rea- tros: la naturaleza entra en el valor de cambio v en la
lismo. rnercancla; se compra y se vende. Los ocios, comercia-

136 137
lizados, industrializados, institucionalmcnte organizados,
tegral rle Ia ciudad y la socic<larl rrrban¿r que utilice los
recursos de la ciencia y clcl artr'. [Jnicnrncntc l¿r clase obre".
clestruyen esta (naturalidadu de la que sc hace cuestión
para traficarla y para traficar. La (naturalezao o lo que ra puede convertirse en ag('nl(', vcllícrrlo () apoyo social
se pretende como tal, lo que de ella sobrevive, se con- de esta realización. Aquí, c()n)() h¡rct' lorlrrvía un siglo,
vieite en ghetto de los ocios, el lugar scparado del es- la clase obrera con su mc:r'n cxislc:ncia nicga y discute
parcimiento, el retiro de la ocreatividado. Los urbanos la estrategia de clase cliligcrrtc cn srr conlra. Como ha-
ce un siglo, aunque en conclicioncs nLrcvas, coniunta los
transportan lo urbano consigo, y ello incluso si no apon-
intereses (superando lo inmccliato y lo supcrficial) de
tan la urbanidad. El campo, por ellos colonizado, ha toda la sociedad y, sol:r-c toclo, de todos los que habi-
perdido las cualidades, propiedades y encanto de la vida
tan. Los dioses del Olim¡ro y Ia nueva aristocracia'bur-
campesina. Lo urbano arrasa el campo; este campo urba-
guesa (¿quién lo ignora?) no habitan ya. Van de palacio
nizado se opone a una ruralidad desposeida, caso extre-
en palacio o de castillo cn castillo; desde un yate, man-
mo de la enorme miseria del habitante, del habitat, del
habitar. ¿El derecho a la naturaleza y el derecho al cam' dan sobre una flota o un país; están en todas partes y
po no se destruirán a sí mismos? en.ninguna. Ello explica que fascinen a personas sumer-
gidas en lo cotidiano; transcienden Ia cotidianidad; po-
Frente a este derecho o pseudoderecho, el derecho a
seen Ia naturaleza y dc.jan a los csbirros fabricar la cul-
la ciudad se anuncia como llamada, como exigencia. Es-
te derecho, a través de sorprendentes rodeos (la nostal- tura. ¿Es indispensable describir cuidadosamente, al lado
gia, el turismo, el retorno hacia el corazón de la ciudad de Ia condición dc los jóvenes y la juventud, estudian-
tradicional, la llamada de centralidades existentes o nue- tes e intelectuales, armadas de trabajadores burócratas
vamente elaboradas) carnina lentamente. La reivindica- o no, provincianos, colonizados y scmicolonizados de to-
ción de la naturaleza, el deseo de gozar de ella, desvían do tipo, todos los que soportan una cotidianidad bien
el derecho a la ciudad. Esta última reivindicación se preparada, es necesario, digo, exhibir la miseria irrisoria
enuncia indirectamente como tendencia a huir de la ciu- y sin tragedia del habitante, de los suburbanos, de las
dad deteriorada y no renovada, porque la vida urbana personas que pasan sus días en ghettos residenciales, en
alienada debe existir (realmente>. La necesidad y el nde- los centros infectos de las antiguas ciudades y en las
rechoo a la naturaleza contrarían el derecho a la ciudad proliferaciones alejadas de los centros de estas ciudades?
sin conseguir eludirlo. (Ello no significa que no sea pret Bast¿: con abrir los ojos para comprender la vida coti-
ciso reservar vastos espacios (naturales> ante las proli- di¿ina del individuo que corre de su alojamiento a la es-
feraciones de la ciudad desintegrada.) tación, próxima o lejana, al metro abarrotado, a la ofici-
El dereclto a la ciudad no puede concebirse como un na o a Ia fábrica, para por la noche reandar ese mismo
simple derecho de visita o retorno hacia las ciudades tra' camino y volver a su hogar a recuperar fuerzas para pro-
dicionales. Sólo puede formularse como derecho a Ia seguir al día siguiente. Al cuadro de esta miseria genera-
vida urbana, transformada, renovada. Poco importa que lizada acompañaría el cuadro de las <satisfaccionesD que
el tejido urbano encierre el campo y lo que subsiste de la disimulan, corvirtiéndose en medios para eludirla v
vida campesina, con tal que (lo urbano", lugar de en- evadirse de ella.
cuentro, prioridad del valor de uso, inscripción en el
espacio de un tiempo promovido al rango de bien-supre-
mó entte los bienes, encuentre su base morfológica, su
realización práctico-sensible. Ello supone una teoría in-

138 139
¿Perspectiva o prospebtiva?

La filosofía clásica, clcsde sus inicios, con la Ciudad


por base social y fundamcnto teórico, pensando la Ciu-
dad, se esfuerza por determinar la imagen de la Ciudad
ideal. El Critias de Platón ve en la ciudad una imagen
del mundo, o mejor aún, del cosmos, un microcosmos.
El tiempo y el espacio urbanos reprocl,rcen sobre la tie-
rra la configuración del universo tal como el filósofo la
descubre.
En la actualidad, si quer:emos una representación de
la ciudad nldeal, y de sus relaciones con el universo, no
habría que buscar esta imagen entre los filósofos, y mu-
cho menos en la visión analítica que recorta en fraccio-
nes, en sectores, en relaciones, en correlaciones, la reali-
dad urbana. La representación nos la aportan, precisa-
mente, los autores de ciencia-ficción. En las novelas de
ciencia-ficción han sido respetadas todas las variantes
posibles e imposibles de la futura realidad urbana. En
unas, hr5 antiguos núcleos urbanos Arquépolis-
-lasque
agonizan, recubiertos por el tejido urbano prolifera y
se extiende sobre el planeta, más o menos espeso, más
o menos esclerótico o cubierto de placas cancerosas: en
estos núcleos condenados a ia desaparición tras una lar-
ga decadencia, viven o vegetan fraiasados, artistas, inte-
Iectuales, gángsters. En otras, se reconstituyen ciudades
colosales, que llevan a un nivel más elevado todavía las
luchas anteriores por el poder. En casos extremos, en la
obra magistral de Azimov, La Fundacíón, una ciudad gi-
gante cubre todo un planeta, Trentor. Posee todos los me-
dios del conocimiento y el poder. Es un centro de deci-
sión a la escala de una galaxia a la que domina. A través
de peripecias gigantescas, Trentor salva el universo'v lo
conduce hacia su fin, es decir hacia el oreino de los fines,.

141
alegría y felicidad en la desmesura, ¡r<-rr fin domeñada bién entre estos servidorcs dcl Ilstaclo, clcl orden, del
en el espacio cósmico y el tiempo del mrrnclo por fin apro- f7i, ?g."?ryp.Ii, baio la p/rtula dc crrr¡rir.isnro y rigor, de
piados. Entre estos dos extremos, los visic-¡larios de lá cientificidad? Incluso cabr'í¿r r:il'u. lris ¡r,sibiii,laJcs: un
ciencia-ficción han situado visiones intcrmcdias: la ciu- uno por cierto de la p'bllrt'irirr ¡rt'rivir r'¡lr'c <lir.cctc¡r-cs,
dad regida por un poderoso computador, la ciudad muy jefes, presidentes de csl, l' ,tr.r, t;litc.s, g,.,,,r.lcs .r_
especializada en una producción indispensable y que se critores y artistas, granclcs' .ttitttutlt¡rt,.s . irtltrt'rrt¿tdt¡rcs.
desplaza entre los sistemas planetarios y las galaxias, etc. Es decir, para la Franci¿¡ dcl siglo xxr ulg, clc r'c-
¿Es necesario explorar tan remotamente, cxplorar el dio millón de nuevos n'tablcs. cacl¿r un, c()r) 'rc'ossu r¿rrlilia
horizonte de los horizontes? La Ciudad ideal, la Nueva y su séquito, cada uno c()ll sll <c¿lsa). El clorninio clc l¿r
Atenas, se perfila ante la vista. Nueva York y París pro- Centralidad a través cle cll¿r misma en nada impiclc la po_
ponen ya una imagen, sin olvidar algunas otras ciudades. sesión de dominios sccunclal'ios, el goce de la naturalera,
El centro de decisión y el centro de consumo se reúnen. el mar, la montaña, las cir-icladcs ántiguas (que pueden
Basada en su convergencia estratégica, en su alianza so- selles reservadas gracias al jucgo dc k¡s preóios,^viajes,
bre el terreno crea una centralidad desorbitada. Este hotel, etc.). Luego tcndríamos alrededor cte un cuatro por
centro de decisión, como es sabido, comprende todos los ciento de executive-tncn, administradorcs, ingenieros, sa_
medios de formación cultural y científica. La coacción bios. Después de una selección, los más eminentes son ad-
y la persuasión convergen, junto con el poder de deci- mitidos en el corazón de la Ciuclad. para csta selección,
sión y la capacidad de consumo. Este centro, considera- bastan quizá los ingresos y los rit<_rs munclanos, sin que
blemente ocupado y habitado por los nuevos Amos, está haya que acudir a coacciones. Los otros, subordinaáos
poseído por ellos. Ellos poseen, sin que necesariamente privilegiados, también tienen dominios repartidos scgún
detenten toda la propiedad, este espacio privilegiado, eje un plan racional. El capitalismo de Estado ha preparádo
de una programación espacial rigurosa. Sobre todo, tie- cuidadosamente este logro antes de alcanzarlo. Sin omitir
nen el privilegio de poseer el tiempo. A su alrededor, la ordenación de los diversos ghettos urbanos, ha organi-
repartidos en el espacio según principios formalizados, zado para los sabios y la ciencia un sector severamente
hay grupos humanos a los que no cabe ya denominar competitivo; en los laboratorios y universidades, sabios
como esclavos, siervos, vasallos, ni siquiera proletarios, e intelectuales se han enfrentado de manera puramente
iCómo llamarles? Subyugados, se ocupan de múltiples competitiva, con un celo digno de mejor causa, para un
(servicios> a uso de los Arnos de este Estado sólidamen- bien aún mayor de los Amos, de lo económico y político,
te asentados en la Ciudad. Para estos Amos, a su alrede- para gloria y dicha de los del Olimpo. Además, a estas
dor, hay todos los placeres culturales y de otro tipo, des- élites secundarias se les asigna residencia en ciudades
de boites de nuit, a los esplendores de las óperas, sin científicas, campus universitarios, ghettos para intelec-
excluir algunas Fiestas teleguiadas. iNo es esa en verdad tuales. La masa, por su parte, condicionada por múlti-
la Nueva Atenas, con su minoria de libres ciudadanos, ples coacciones, se aloja espontáneamente en ciudades sa-
poseedores y usufructuarios de lugares sociales, dominan- télites, en arrabales programados, en ghettos más o me-
do a una enorme masa de subyugados, en principio libres, nos uresidenciales"; a ella le resta el espacio medido
auténtica e incluso voluntariamente servidores, tratados con cuidado; el tiempo le escapa. Lleva su vida cotidia-
y manipulados según métodos racionales? ¿Acaso los mis- na constreñida (sin quizá saberlo siquiera) por las exi-
mos sabios, y los sociólogos en primera línea, bien dife- gencias de la concentración de poderes. pero que no se
rentes en esto a los antiguos filósofos, no cuentan tam- hable de universo de forzados. Todo esto puedé prescin-

142 143
clir perfectamente de la ideología de la libcrtad, bajo el está pasando a ser a su alx:clecl<x-. I.a utopía se vincula
pretexto de racionaliclad, clrganización, prograrnación. Es- a múltiples realidades, ur¿is r.¡ nrcrros le lanas, más o me_
[as masas que no merecen el nombre dc pueblo, ni de nos conocidas, desconociclas, rrirl c()r()(:idas. N' .sc vincu_
popular, ni de clase obrera, viven orelativarnente bienn, Ia ya a la vida real y r:olirlirul¿r. Nt¡ rurcc
fuera ya clel hecho de que su vida cotidiana cstá teleguia- "yi-r cu l¿rs au_
sencias y lagunas quc cr-.lc'izarr t:r'uell¡¡e.tc la lcaliclacl
da, y que sobre ella pesa la amenaza pernancnte del pa- circundante. La mirad¿r s. u¡r:_rr.tir, rlcla cl h.r.iz,ntc, sc
ro, que contribuye al terror latente y gencralizado. pierde en las nubes, en r¡tl.¿r pirrtc. Ilasta tal punto cs po-
Si alguno sonríe ante esta utopía, esta; á ciertamente deroso el desvío de las itlcrlogías, cn cl insiar-,t"
en error. Sin embargo, ¿cómo demostrárselo? Cuando sus ""u.tu
en que no se cree ya cll l¿r idcoJogía, sino en el rcalism<-¡
ojos se abran será demasiado tarde" Exigen pruebas. ¿Có- y el racionalismo.
mo demostrar la luz a un ciego; cómo mostrar el hori- Antes, al refutar l¿rs arnbici<,¡nes de las disciplinas par_
zofite a un miope, aun si conoce la teoría de los conjun- ciales y también dc las rc.tutiv¿rs interdisciplinarias, se
tos, la de los clusters, los refinamiento dei análisis de ha afirmado que lu .síttta.sis pcrtenece a la poiítica (es de-
variaciones, los atractivos precisos de la lingüística. cir, que toda síntcsis clc dato:; analíticos relativos a la
Desde la Edad Media, en la civilización europea, ca- realidad urbana disimula ba.io una f ilosofía o una ideo-
da época ha tenido su imagen de lo posible, su sueño, su logía una estrategia). ¿Sería, pues, cucstión cle encomen_
imaginario paradisíaco o infernal. Cada período y quizá dar ia decisión a rnanos de hombrcs clcl Estado? De nin_
cada generación ha tenido su representación del mejor guna manera, corno l¿rmpoco a cxpcr-Los y es¡recialistas.
de los mundos o de una vida nueva, y esto ha constituido El término política n, ha siclo utilizaclo en csta accpción
parte importante por no decir esencial de ias ideologías. restringida. semejante pr'posición clebe entencicrie en
Para satisfacer esta función, el siglo xvrrr, que pasa por un sentido opuesto al que acaba de scr enunciado. I_a
tan brillante, sólo tuvo la imagen algo pobre del oBuen capacidad de síntesis pertenece a fuerzas políticas que
Saivajer, de las islas paradisíacas. A este exotismo, algu- en realidad son fuerzas sociales (clases, fiacciones ^de
nos individuos del siglo xvrn añadieron a no dudar una clases, reagrupamientos o alianzas de clases). O existen
representación rnás cercana pero pasablemente adornada o no existen o se manifiestan y se expresan, o no. To-
de Inglaterra. Comporándonos con ellos, nosotros (este m1n la palabra o guardan silencio. A ellas corresponde
término desigrra aquí una muchedumbre mal determina- indicar sus necesidades sociales, marcar un rumbo^ a las
da, un grupo informal y difícil de conjuntar de personas instituciones existentes, abrir el horizonte y reivindicar
que viven y piensan en Francia, en París y fuera de Pa- un porvenir que será su obra. Si los habitantes de diver-
rís, en los inicios de la segunda mitad del siglo xx, in- sas categ-orías y <estratosD
telectuales en su mayoría) disponemos de un amplio re- dejan maniobrar, manipu_
pertorio. Para imaginar el porvenir, disponemos de múi-
lar, desplazar aquí o ailá ,se
bajo pretexto de omoviliáad
socialr,- si aceptan las condiciories de una explotación
tiples modelos, de numerosos horizontes y avenidas que más- refinada y extendida que antaño, peo, puri ellos. Si
no convergen: la URSS y Estados l.fnidos, China, Yugos- la clase obrera calla, si nc actúa, bien espontáneamente,
lavia, Cuba, Israel. Sin olvidar Suecia o Suiza. Sin omitir bien por mediación de sus representantes y mandata-
a los bororos. Y rnientras se urbaniza la sociedad fran- rios institucionales, la segregación continua"á .or resul-
cesa, París se transforma, y determinados poderes, por tados en círculo vicioso (la segregación tiende a impedir
no decir el Poder, modelan la Francia del año 2000, nadie la protesta, la oposición, la acción, dispersando u lo,
piensa ni en la ciudad ideal, ni en lo que la ciudad real que podrían protestar, oponerse, actuar). En esta pers_
114
H('S {1 . i0
145
pectiva, la vida polltica pondrá en entredicho el centro De esta convergencia .sc ¡'lrc:clc'n <lcf i¡lir f¿rs condicio-
de decisión política, o, por el contrario, lo reforzará. Por nes previas. Es esencial rlr' jrrr rlt' r:r¡r¡r,i,L'lar p()r' scpara-
lo que respectá a los partidos y a los hombres, esta op- do a industrialización y rrllllrrizrrt'irirr, ¡rur';r ¡rt:r't'ibir t:n
ción será crtterio de democracia. la urbanización el scntirlu, ll r¡lctir, ll lilralirl¿rd clc la
El hombre político, corno ayuda para determinar su industrialización. En t¡lrrrs tt:r'urirr():i, c\ t:.;t:lrr.irrl rr(r (:lt-
trayecto, tiene necesidad de una teoría. Y, al parecer, nos focar ei crecimiento crc'orrontic'o ()lt cu¡l¡l() r'r'cciluir.:nto,
encontramos contornando grandes dificultades. ¿Cómo pues esta ideOlogía occr¡¡t0iltisl¿ru crrbl'c: clcsigrrOs cstr.a-
puede haber teoría de la sociedad urbana, de la ciudad y tégicos: el suprabcnclir:ir¡ y l;-r supracxplolacitin capita-
lo urbano, de la realidad y de las posibilidades, sin sín- listas, el control dc lr¡ t'cr¡nonric<.¡ (por. lo dcrn/rs no al-
tesis? canzadr: por este misn¡o lrccho) a beneficio dcl Estado.
Dos hipótesis dogmáticas han sido rechazadas: la sis- Los conceptos de cquilibrio cconómico, de crecimiento
tematización a partir de análisis parcelarios (bajo cubier- armonioso, de mirnlcnin-ricnl.o de las estructuras (siendo
to de esta u otra <disciplina' o de la investigación llama- las relaciones estructurudas-cstructurantes las reiaciones
da uinterdisciplinariau). Una vía se abre, que pasa preci- de producción y propieclaci cxistcntes) deben sutrordinar-
samente por la apertura. No puede ya pretenderse una se a los conceptos, virtualmcnte más podcrosos, de desa-
síntesis completa, dentro del marco del conocimiento. La rrollo, de racionalidad concrcta cmcrgcntc de los con-
unidad que se perfila se define por una convergencia que flictos.
sólo una práctica puede realizar entre: En otros términos, sr: tr:ata dc oricnlur el crecimien-
/o. Forrnulaciones dilundidas y que pasan por democráti-
a) los objetivos escalonados en el tiempo de la acción cas (el crecimiento para el bienestai- común o <en inte-
política, pasando de lo posible a lo imposible, es de- rés general") pierden su sentido: tanto liberalismo como
cir de lo que es posible hic et nutnc a lo que, aun- ideología economista corno planilicación estatal centrali-
que imposible hoy, se hará posible mañana en el zada. Semejante ideología, se llarne o no prospectivista,
transcurso de esta misma acción: reduce la prospectiva a aumentos de salarios, a un repar-
b) los elementos teóricos aportados por lo analítico de to mejor de la renta nacional, cuando no a la asociación
la realidad urbana, por el conjunto de conocimientos (capital-trabajon más c¡ menos revisada y corregida.
manejados a lo largo de la acción política, ordena- Orientar ei crecimiento hacia el desarrollo, por tanto
dos, utilizados, dominados por esta acción; hacia la socieCad urbana, quierr: decir ante todo: prospec-
c) los elementos teóricos aportados por la filosofía, apa- cionar las necesidades nueva.s, sabiendo que semejantes
reciéndonos esta última en una nueva claridad, con necesidades se descubren a lo largo de su aparición y se
una historia que se escribe en otra perspectiva, y revelan a lo largo de la prospección. No preexisten como
transformándose la mediación filosófica en función objetos. No figuran en lo "realo que lcs estudios de mer-
de Ia realidad o, mejor aún, de la realización a cum- cados y de rnotivaciones (individu"ales) describen. Ello su-
plir; pone por consiguiente substituir la planificación econó,
d) los elementos teóricos aportados por el arte, conce- mica por una planificación social, cuya teoria apenas es-
bido como capacidad de transformar la realidad, de tá elaborada. Las necesidade's sociales conducen a la pro-
apropiar en el nivel superior los datos de lo uvivi- ducción de nuevos "bienesu que no son este u otro obie-
do', del tiempo, del espacio, del cuerpo y el deseo" Ío sino objetos sociales en el espacio y en el tiempo. El
hombre de la sociedad urbana es ya hombre rico en ne-
146
t47
cesidades: el hombre de necesidades ricas cspera la obje- Iectual vinculado a estas ,pc.aci.rrc:s ¡r r¿rs quc codifica
tivación, ia realización. La sociedad urbana supera a la o apoya metodológicam(:ntc h:r sido ll¡uuackr transcluc_
antigua y a la nuer/a pobreza, tanto la miseria de la sub- ción.
jetividad aislada como la pobre necesidad de dinero con cientificamente habl"dr, ¡ri'cc'c: .sr:rcilrr cristinsuir
sus tardíos símbolos: la mirada (pura)), el sign,r (puro), entre variables estral Lr¡iit.tr.s y t,tiri,lilas lút.l i<.us. l,as'nri_
el espectáculo npuror. meras, una vez distinguidas clararncrrtc, sc subortlinan
La orientación no se define por tanto por una sínte- a las segundas. ¿Aumcnlo clc salnt-ios? ¿Rcpar.to mc jor d<:
sis efectiva, sino po!: una convergencia, y esta virtuali- la renta nacional? ¡'Naci.nalización cle estrl o clc ac¡irclloZ
dad se perfila para realizarse rinicamente en el límite; De acuerdo, pero sólr¡ sr¡n v¿iriablcs t¿icticas. Así iucecle
este límite no se sitúa en el infinito, y sin embargo se por Io que respecta al por.vcnir de Ia sociedad urbana con
alcanza por avances y saltos sucesivos. Imposible insta- la supresión de las scrvi<lunrbres que agobian los terre-
larse en él e instaurarlo como trna realidad efectuada. Es l
nos a edificar, municipalización, eitatifiiaci¿n, socializa_
ése el rasgo esencial del proceder ya considerado al que ción de éstos. Magnífico. Dc nucvo de acuerdo.
¿pero con
hemos llamado <transducciónn, es decir construcción de qué meta? El aumento dc tasas y ritmos de crócirniento
un objetivo virtual próximo a partir cle datos experimen- t
entra en las variables ci;trati,gicás, pues el crecimiento
tales. El horizonte esclarece y llama a la realización. La cuantitativo plantea va problemas cualitativos, ctue con_
orientación reacciona sobre la investigación de datos. La ciernen la finalidad, el desarrollo. No se trata sólo de ta_
investigación asi concebida deja de ser investigación in- sas de crecimiento de la prodrrcción y la renta, sino de la
determinada (empirismo) o simple verificación de una te- rernrtición. ;Ouó partc de la procluctión incremcntada v
sis (dogmatismo). En particular, la filosofía y su histo- de Ia renta global aumentada será asignada a necesidades
ria, ei arte y sus metamorfosis, aparecen transformadas sociales, a la ocultura,, a la realidad urbana? La transfor-
en esta ciaridad. mación de Ia cotidianidad, ¿no forma parte acaso ile las
En cuanto a lo analítico de la realidad urbana, se
,{

; variables estratégicas? Podemos creerlo. por considerar


modiñca por el hecho de haber encontrado ya Ia in- un ejemplo, Ia estructura de los horarios (según iorna-
vestigación oalgoo en el punto de partida, y porque la das, años) no carece de interés. Constituye, sirnplernente,
orientación infiuye sobre las hipótesis. No es ya cuestión una minúscula acción táctica. La creación de retlculos
de aislar ios puntos del espacio y el tiernpo, de considerar nuevos que conciernen a la vida de niños y adolescentes
por separado actividades y funciones, de estudiar los (bogares-cuna, terrenos de juego v deporte, etc.), Ia cons-
comportamientos y las imágenes, los repartos y relacio- titución de un aparato muy sirnple, que informara tanto
nes, aparte unos de otros. Estos diversos aspectos de una sobre ia vida social nlisrna como sobre la vida sexual v
producción social, la de la ciudad y la sociedad urbana, el arte de vivir y el arte sin má.s aditamiento, sería ya
se sitúan por relación a una perspectiva de explicación una institución con un alcance mucho mayor; marcaría,
y previsión. El método consistirá, pues, en superar tanto en este ámbito, e! paso de Io táctico a lo estratéeico.
la descripción (ecología), cc¡mo el análisis (funcional-es- Las variantes de los proyectos elaborados por los eco_
tructural) sin, por otra parte, abolirlos, para así tender nomistas dependen también de estrategias, generalmente
a la aprehensión de lo concreto -*del drama urbano. Las mal explicitadas. Se impone pues, en cont;a de las es-
indicaciones forrnales provendrán de la teoría general de trategias de clase que utilizan instrumentos científicos
las formas. Según esta teoría, hay una forma de la ciu- a menudo muv noderosos v que tienden a abusar de Ia
dad; reunión, simultaneidad, encuentro. El proceder inte- ciencia (no: de la cientificidad: de un aparato ideológi_

148
149
co de rigor y coacción) como de un medio para persuadir
gran relanzamiento_ de la mercancfa (que
e imponer, dar la vuelta al conocimiento, haciéndole de
¿r neue limítada a Ia vez por
Ie preexistfa,
nuevo pisar tierra. las cstmcturas agrarias y
Ias estructuras urbanas). Fia p".*iiü"-".1".r"firiá"
dEl socialismo? Naturalmente: de eso se trata. Pero, valor de cambio ilimitacra. ua ¿"r
¿de qué socialismo? d,Qué concepto y qué teoría de la so- -"riracrc¡ cn Ia mcrcancfa
no sólo una rnanera de poncr p*r"urro,
ciedad socialista habrán de inspirarlo? ¿Bastará la defi- cn rclaciones, si_
nición de esta sociedad por la organización planificada no una lógica, un lenguaje, un " mundo. La ;";;";;;;'h;
hecho saltar las barreias'iy cste pro"".o
de la producción? No. En la actualidad, el socialismo só- no cstá aún ter-
minado; el automóvil, objcto_pilóto actual
lo puede concebirse como producción orientada hacia de las mercancías, tiende a hacer saltar
en el mundo
las necesidades sociales y, por consiguiente, hacia las ne-
..:I1r Ia ciudad). Fue ésta, pues, la época "rü ,rii-"'ü-
cesidades cle la sociedad urbana. Los objetivos tomados de de la economá
politica y su reinado con l; do; v#antes:
la mera industrialización están en vías de superación y liberal, economismo planifica¿or. E,n U
economismo
de transformación. Esta es la tesis o hipótesis estraté-
boza ya la superacion ¿el *"o"ááilÁo. ".t,lutiauá,;;;
gica qtre aquí formulamos. iCuáles son sus ¿ondiciones, ¿Hacia qué? aHa_
cia una ética o una estética, un moralimo
sus supuestos? Ya los conocemos: un elevado nivel de pro- ;
cismo; hacia *valores) nuevos? No. Se trata ;rr;r'tJJ_
ducción y productividad (que rompa con la explotación peTcjón-por y en la práctica: de un de una su-
reforzada de una minoría relativamente decreciente de cambio ¿i ii¿"tll"
social. El valor de usó, subordinado-d.r.u.rü
trabaiadores manuales e intelectuales altamente produc- Ior de cambio, pu?dg i"""p..u, ,rgl;; ;l-;;
tivos); un alto nivel técnico y cultural. A ello añadiríamos rango. icómo?
Por y en la sociedad urbana, "ipj-", de
la institución de relaciones sociales nuevas, sobre todo que resiste todavía y conse-rvafurtii."áo esia ;Jia;á
entre gobernantes y gobernados, entre <sujetos> y oobje- para nosotros Ia i*ü;;
del valor de uso: Ia ciudad. la realidad ;;ü;;
tos' de las decisiones. Estas condiciones esán virtual- esté destinada a los *usuarios,"fy A;
oá-u to,
mente realizadas en los grandes países industrializados. a los promotores capitalistas, u lo,
Su formulación no excede lo posible, incluso si este po- f,lurr"."rp"""f"á.."_,
cos, es una versión justa pero debiliiada
il l;, ;¿;:
sible parece alejado de lo real e incluso si realmente lo a"
Aquí es factible con"e6ir una variabf" "rtu ""rááü.
está.
mitar la importancia de la industria del autoÁo"Tr
"rtruüe;;;1i-
Las posibilidades surgen de un doble examen: cientí- iu
fico (proyecto y proyección, variantes de los proyectos, :.olo*{u 9: país y el lugar en la vida cotidiana,- ""
Ia crrculación,""en los medios de transporte, del obj"io en
nrevisiones) e imaginario (en último término: la ciencia- <auto>. Substituir el automóvil por
ficción). ¿Por qué lo imaginario habría de proyectarse otras técnicas, otros
objetos, otros medios d,e trarrspárte
únicamente fuera de lo real, en vez de fecundar la reali- ifo.
cos). Es éste un eiemplo un poco simple ";"-plo,
públi-
.!ad? Si hay rnenoscabo del pensamiento en y a través i
demostrativo de Ii suüordinu.i¿" d-e-Jo *.eal),
;;ffi:;;;;
de lo imaginario es porque este imaginario está manipu- a una es-
trategia.
Iado. Lo imaginario es también un hecho social. ¿No re-
El problema del ocio
claman acaso los especialistas la intervención de Ia ima- _obliga_a pensar aún con mayor
claridad una estrategia. para
ginación y de lo imaginario cuando aclaman .al hombre ptu"i"u, este problema en
toda su amplitud conviene primero Jestruir
de slntesisu, cuando están dispuestos a recibir al unexia-
lista" o al (generalista>? "1g""".]*-
tasmas entremezclados de ideorogía. Lo imaginário-.o"ial
organizado (nor Ia ideologta, porlu publicidádi;r;;;;;
La industria, durante dos siglos, ha llevado a cabo el la triste realidad de los rrouti"t y á" ü <creatividad¡
mi-
ts0
151
naturizada obstruyen el horizonte. Ni l¿rs salidas de va- dadero centro urbano; el ccntrr¡ clcl ¡nulrclo n<,¡ cstá abier.
caciones, ni la producción cultural indusfrializada, ni el to a reuniones. Alredeclor dc ll¡ pucl.l:r lic rr)t¡ncn los guar-
ocio en la vida cotidiana o fuera de la c¡:tidianidad dianes, los guias de car.ava'^s. l's .r.r,¿rrrlr.:s. los laclránes.
resuelven el problema. Sus imágenes irnpiden plantearlo. Allí tiene su sede el tr-ibun¿rl ur-blrro y alli sc (l¡rn cita
El problema está en acabar con las separaciones: (co- ios_habitantes para coloc¡uios cs¡lorlrrilrt.os. fis lug:rr clel
tidianidad-ocioo 6 nvida cotidiana-fiesta". Está en resti- orden y del desorclen urbarros, dc las rcvucltas y las rc-
tuir la fiesta transformando la vida cotidiana. La ciudad presiones.
fue espacio ocupado a la vez por el trabajo procluctivo, En Ia ciudad antigtra, gricga y romílna, Ia ccntralidad
por las obras, por las fiestas. Que reencuentre, eri Ia so- se fija a un espacio vacío: cl írg<,rra, r:l foro. Es una plaza"
ciedad urbana metamorfoseada, esta función r¡iás allá de un lugar preparado par.a la reunión" Entre el ágori y el
las funciones: así se forrnula uno de los objetivos estra- foro hay una imporlantc clifcrcncia: este riltilno ésÉ mar_
tégicos (que, por otra parte, se reduce a formular Io que cado- por prohibicion cs ; r¿r p i d amern te lo cubrirán edificios,
hoy acontece, sin gracia ni esplendor, en las ciudades o que !e despojarán dc .su car¿icter de lugar abierto; no s&
festividades y festivales que torpemente intentan recrear disocia del centro del ¡nundo: el avernó kl rnundus) sa-
la Fiesta). grado-rnaldito de dondc salcn las /rnimas, a doncle se pre-
Cada gran tipo de sociedad, en otros términos, cada cipita a condenados y niíros no cleseados. L,os griegos- no
modo de producción, ha tenido su tipo de ciudad. La dis- cargaron el acento en el horror, cn Ia vinculación entre
continuidad (relativa) de los modos de producción jalona la centraljdad urbana y el mundo subterráneo de los
la historia de la realidad trrbana, pese a que este jalona- muentos y las almas. Su pensamiellto, como su ciudad,
miento nada tiene de exclusivo, y sean todavía posibles afecta al Cosmos, distribución luminosa de los lueares
otras periodizaciones. En particular, la que muestra des- en el espacio, más que al Mundo, pasadizo, conreddr de
de más cerca la sucesión de los tipos urbanos, que no tinieblas, erranza subterránea. Sobie Occidente, rnás ro-
coinciden completamente con la periodización prirnordial. manizado que helénico, gravita el peso de esta sombra.
Y, sin embargo, cada tipo urbano ha propuesto y reali- La ciudad medieval, por su parte, no tardó en inte-
zado una centralidad específica. grar a mercaderes y mercancias. pronto las instaló e¡l
La ciudad de Oriente, razón y resultado del modo de su cer)tro: la plaza del mercacio, centro comercial que por
producción asiático, propone a las reuniones y encuen- una parte rnarca la vecindad de la iglesia, y por otrá Ia
tros su vía triunfal. Por esta. vía van y vuelven los eiér- exclusión (la heterotopía) del território *édiorrt" el re-
citos, gue protegen y oprimen el territorio agrícola admi' cinto. El simboiismo y las funciones de este recinto di_
nistrado por la ciudad. En la vía triunfal se despliegan fieren de lo que el análisis nos descubre en la ciudad
desfiles militares v procesiones religiosas. Es punto de oriental o antigua" El terrr¡r pertenece a los señores, a
partida y de llegada; el centro del mundo está en, el Pa- los campesinos, a los erranter, u 1., bandidos. La centrali-
Iacio clel Príncipe (ei ombligo, el omphalos). El recinto dad urbana acoge los productos y las personas. prohíbe,
sagrado capta y condensa la sacralidad difundida sobre su acces^o a los que amenazan su función esencial, que
el conjunto del territorio; manifiesta el derecho eminen- se transforma en económica, anuncio y preparación del
te del soberano, en el que posesión y sacralización son capitalismo (es decir, el modo de proáucciói en el que
inseparables. predominan lo económico y el valoi de cambio). Sin em_
La via triunfal penetra en el recinto por una Puerta, bargo, la centralidad así funcionalizada y estructurada
monumento entre los monumentos" La Puerta es el ver- continúa siendo objeto de todas las atenciones. Es ador_

t52 153
nada. El menor burgo, el menor poblado, poseen arcadas, simultaneidad eminentemcnlc claborada: la concepcién
un mercado monumental, edificios municipales lo más del conjunto, incorporada r:n cl ccrcbr-o clcclrónico, uti-
suntuosos posible, lugares de recreo. La iglesia bendice lizando la cuasiinstanf anciclur[ clc las cornunicaci<¡nes,
los negocios y da buena conciencia a los ciudadanos de superando los obstáculos (las pórdiclas r_lc inlormación,
negocios. Entre Ia iglesia y el mercado, sobre la plaza, las acurnulaciones sin sr:nticlo clc c,lcmsntos, las rcdundan,
tienen lugar las asambleas que participan dc este doble cias, etc.). d,Con un fin clcsintcrcsado? Dcsdc luego, no.
carácter: religioso, racional (dentro de los límites de la Los que constituyen la ccntralidad especÍfica apuntan al
racionalidad comercial). ¿Cómo se alían, entrechocándo- poder o son sus inslr'r¡mcntos. El problema se plantea
se, entrando en combinación o en conflicto, estos dos ca- por tanto, políticamcntc. Ya no se trata solamente de
racteres? Ello constituye ya otro tema.
La ciudad capitalista ha creado el centro de consumo. "domeñar la técnica" en gcneral, sino de dominar técni-
cas muy determinadas con sus involucraciones sociopo-
La producción industrial no ha constituido una centrali- líticas. Se trata de domeñar los amos potenciales: rqle-
dad propia, salvo en los casos privilegiados así pue- llos cuyo poderlo se apropia de todas las posibilidaáes.
de llamárseles-. de empresas importantes -si a cuyo alre- ¿Por qué esta argumentación, reemprendida y llevada
dedor se ha edificado una ciudad obrera. Es ya sabido -hacia nuevas conclusiones? Para proponer y justificar
el doble carácter de la centralidad capitalista: lugar de otra centralidad. Esta sociedad urbana cuya posibilidad
consumo y consumo de lugar. Los comercios se densifi- exponemos aquí no puede contentarse con centralida-
c-n en el centro, que atrae a comercios raros, a produc- des pasadas incluso si no las destruye sino que las utili
tos y artículos de lujo. Esta centralidad se instala con za y, modificándolas, se las apropia. ieué proyectar? La
predilección en los antiguos núcleos, en los espacios que centralidad cultural tiene algo de ingrato. Se deja orga-
han sido apropiados a lo largo de la historia pasada. nizar fácilmente, institucionalizar y, por ende, burocia-
Pero podría prescindir de ello. En estos lugares privile- tizar. Nada iguala en burlesco al burócrata de la cultura.
giados, el consurnidor acude también a consumir el es- La educación atrae pero no seduce y apenas encanta. La
pacio; la reunión de objetos en las tiendas, escaparates, pedagogía implica prácticas localizadas y no una centra-
estantes, se convierte en razón y pretexto de la reunión lidad social. Nada demuestra tampoco que haya (una'
de personas, que ven, miran, hablan, se habian. Y, a cultura o ola, cultura. EI más grande de los juegos, el
partir de Ia confluencia de cosas, pasa a ser terreno de Teatro, sometido a esta entidad, ula culturau, y a su ideo-
encuentro. Lo que se dice y se escribe es, ante todo, el logía,
mundo de la mercancía, el lenguaje de las mercanclas, la "el culturalismo>, se ve amenazado poi el aburri-
miento. [-os elementos de una unidad superior, los frag-
gloria y ascensión del valor de cambio. Esta centralidad mentos y aspectos de la uculturao, lo educativo, lo for-
tiende a reabsorber el valor de uso en el cambio y el va- mativo y lo informativo, pueden reunirse. ¿De dónde sa-
lor de cambio. Sin embargo, el uso y el valor de uso re- car el principio de la unificación y su contenido? De lo
sisten pertinazmente: irreductiblemente. Esta irreducti- lúdico. El término debe aquí entenderse en su acepción
bilidad del centro urbano desempeña un papel esencial más amplia y en su sentido más nprofundor. El dipor-
en la argumentación. te es lúdico; el teatro también, y de una manera más
El neocapitalismo, por su parte, superpone al centro activa y participante que el cine. Tampoco son desdeña_
de consumo (al que ni desmiente ni destruye) el centro de bles los juegos de los niños, ni los dé los adolescentes.
decisión. No reúne ya a personas o cosas, sino a infor- En los intersticios de la sociedad de consumo dirigida,
rnaciones, conocimientos. Los inscribe en una forma de en los vanos de la sociedad digna que se pretende
"ri..r.-
154
155
turada y sistemática, que se califica de técnica, lo lúdico
persiste en ferias y juegos colectivos de todo tipo. Los
anteriormente el abocamiento incvitable de un pensa-
antiguos lugares de confluencia, por su parte, han per-
miento analítico que, sin clcrrusiadas pr-cc:rucionés, se
pretende global. La globalidad así rccr-¡contrada no es otra
dido en gran parte su sentido: la fiesta, qr.le muere o se
cosa que el espacio fornralizado dc li¡ pattrlogía social.
separa de ellos. El que recuperen un sentido no impide
Del concepto de habitat al cspacio csquiz.ol'rénico pr<>
Ia creación de lugares adecuados a la fiesta renovada, yectado como modelo social, hay un trayecto contiñuo.
esencialmente vinculada a la invención lúdica.
La orientación aquí considcrada no cr¡nsistc en suprirnir
Ninguna duda cabe de que la sociedad llamada de con-
sumo se insinúa en esta dirección. Centros de ocio, nso.
las diferencias históricas ya constituidas e instifuidas,
ciedades de ociou, ciudades de lujo y placeres, iugares
los espacios cualificados. I'or el contrario: estos espa-
cios de por sí comple.ios pueden articularse, acentuando
de vacaciones, lo demuestran con elocuencia (con una re!
diferencias y contrastcs, inclir"rando hacia la cualiclacl que
tórica particular, la publicidad). Se trata, pues, solarnerr-
irnplica y sobredetermina las cantidades. A estos espaclos
te de conformar esta tendencia, todavía sometida a la cabe aplicar principios formalizados de diferenciai v de
pqgclucción industrial y comercial, de cultura y ocio en
esta sociedad. La proposición y el proyecto se definen articulación, de superposición en los contrastes. Loi es-
pacios sociales así concebidos se adhieren a tiempos y
por tanto como reunir subordinanco al juego en lugar de
ritmos sociales que pasan a primer plano. Se cornpiendó
subordinar el juego a lo <dignou de la culturalidad y la
cientificidad. Esta reunificación para nada excluye los
mejor cómo y hasta dónde, en la realiriad urbana, los
acontecimientos se reparten en una duración mientras
elementos oculturales>. Por el contrario. Los reúne, res- jalonan recorridos.
tituyéndolos a su verdad. El teatro se convierte en (cul-
tura> tardíamente y a través de las instituciones. rnien- Esta verdad del tiempo urbano recupera su papel, lú-
cidamente. El habitar redescubre su lugán por encima del
tras el juego pierdé su lugar y valor en la socieciad. ¿No
l¡¿¡bitat. La cualidad promovida se representa y se presen-
será, seguramente, Ia Cultura acomodación de la otrra
y del estilo al valor de cambio? Lo,que perrnite su comer- ta como lúdica. Haciendo un juego de palabras, podría
decirse que habrá juego entre las pieiás del conjunto
cialización, junto con la produccién y de es-
"l "orrrr.r*o social en la medida en que el iuego se
te producto específico. proclame -plasticidad-
La centratidad lúdicc tiene irnplicaciones: restituir como valor supremo, eminentemente grave
cuando no serio, superando el uso y el cambio rned-iante
el sentido de la obra que el arte y la filosofia aportaron;
conceder prioridad al tiempo sobre el espacio, sin olvidar
su conjunción. Y si alguien exclamara que esta utopía
que el tiempo se inscribe y escribe en ei espacio; poner nada tiene de común con el socialismo habría qu" i"s-
ponderle que en la actualidaC tan sólo la clase-obrera
la apropiación por encima de la dominación. sabe aún verdaderarnente jugar, tiene deseos de jugar,
. El espacio lúdico ha coexistido y coexiste todavía con por encima y más allá de las reivindicaciones y progra-
espacios de cambios y de circutración, espacio político
y espacio cultural. Los proyectos que pierden eitos es- mas del econornismo y de la filosofía política. ¿buá to
demuestra? El deporte, el interés que el deporte-y múl-
pacios cualitativos y diferentes en el seno de un (espa-
tiples
cio social" cuantificado, regulado únicamente por cál-u- -juegos, entre ellos las formal degradaias de la vi-
da lúdica, suscitan en la televisión y otias partes. El cen-
los y por contabilidad, derivan de una esquizofrenia tro urbano, ya ahora, aporta a las personu, d" la ciudad
que se oculta bajo los velos del rigor, la cientificidad,
movirniento, improvisación, posibilidad y encuentros. Es
la racionalidad. En estos pr.oyectos, ha sido ya mostrado un (teatro espontáneoD o no es nada.
156
157
ciudades; por ejetnplo, cl paisajc toscano alrededor de
La ciudad futura, si es que se logra csbozar sus contor-
Florencia, que, insepar¿rblc clc la ar.r¡r_ritcctlu.a, clesempe-
n()s, se definiría bastante bien, imaginanclo el reverso
ña un importantísimo ¡ra¡rel cn l¿rs ¿rr.lcs cl¿isicas. El ar_
cte la situación actual, y llevando al extrcmo csta imagen
te, presindiendo ya de l* *'¡r'escrrtlrcirirr, cl
invertida del mundo al revés. Actualmentc, se intenta es- r¿r cle-
'r''.t,,a cscala
coración, puede convcr.tir.sc cn ¡trux,is y póit:sis
tablecer estructuras fijas, permanencias llamadas <estruc-
social: el arte de vivir crr l¿r ciucl¡rcl col'r.r c¡b.a clc arte.
turas de equilibriou, estabilidades sometidas a la siste- Voiviendo al estilo, a l' ,bra, cs clccir., al sc'ticlc¡ clel
matización, y, por tanto, al poder existente. Se juega tác-
ticamente con el envejecimiento acelerado (la obsolescen-
monumento y del espacio apropiaclo c.n la Ficsta, cl arte
puede preparar <estrLrctr_rr.¿rs dc ancantamientoo. La ar_
cia) y la rápida desaparición de los bienes de consumo
quifectura por sí sola no satrría ni restringir las posibili_
irónicamente llamados ndurablesn: los vestidos (que ha-
dades ni ser capaz dc ¿rbr.ir.las. Es necesário allo más,
cen desaparecer la usura moral y la moda), los objetos
algo mejor, otra cosa. L¿r itr.quitectura, como arte y téc-
cotidianos (muebles), los automóviles, etc. La ciudad
ideal comportaría la obsolescencia del espacio: cambio nica, necesita tambión clla una orientación. Aunque ne_
cesaria, n^o se podria bastar a si misma, ni podríá el ar-
acelerado y morada, emplazamientos, espacios prepara-
quitecto fijar sus mctas y dcterminar su eitrategia. Di_
dos. Sería la ciudad efímera, obra perpetua de los habi
tantes, a su vez móviles y movilizados por y para esta cho de otro modo, cl porvenir del arte no es artÍstico si-
obra. En ella, el tiempo recupera su lugar: el lugar pri-
no urbano. La razón es que el porvenir de oel hombre"
mordial. Ninguna duda cabe de que la técnica permite no se descubre ni en el cosmos, ni en el pueblo, ni en la
producción, sino en la sociedad urbana. -La filos ofía, al
la ciudad efímera, apogeo de lo lúdico, obra y lujo supre-
mo: iqué lo demuestra? Por ejemplo -_un ejemplo en- igual que el arte, puede y debe ser reconsiderada en
tre otros-, la última exposición universal, la de Mon- función de esta perspectiva. La problemática de lo urba_
treal. no renueva la problemática de la filosofía, sus catego-
Poner el arte al servicio de lo urbano no significa rías y métodos. Sin que haya razón para romperlas- o
-reciben
ornamentar el espacio urbano con objetos de arte. Esta rechazarlas, estas categorías algo distint; t;""-
parodia de lo posible se denuncia a sí mima como ca- vo: otro sentido.
ricaturesca. Esto quiere decir que lcs tiempos-espacios El derecho a la ciudad se manifiesta como forma su_
se convierten en obra de arte y que el arte pasado se perior de los derechos: el derecho a la libertad, a la in_
reconsidera como fuente y modelo de apropiación del dividualización en la socialización, al habitat y al ha-
espacio y del tiempo. El arte aporta casos y ejemplos de bitar. El derecho a la obra (a la actividad partícipante)
<tópicos> apropiados: de cualidades temporales inscri- y el derecho a la apropiació,n (muy diferente del dérechó
tas en espacios. La música demuestra cómo la expresión a la propiedad) están imbricados en el derecho a la ciu_
se apropia al número, cómo el orden y la medida son dad.
vehiculo de lirismo. Demuestra que ei tiempo, trágico o Po{ lo que respecta a la filosofía, tres períodos se di_
dichoso, puede absorber y reabsorber el cálculo. Así
^
tefencian. Y es ésta una pericdización pirticular entre
sucede con la escultura o la pintura, con menos fuerza y las que jalonan el continuum del devenii. En la p.i-"ru
más precisión que con la música. Y no olvidemos que época, la filosofía medita sobre la ciudad ..rurrto toáo
los jardines, los parques y paisajes formaron parte de (parcial) en el seno de la totalidad, cosmos "tr
y mundo. En la
la vida urbana del mismo modo que las bellas artes. Ni segunda, la filosofía reflexiona sobre una totalidad trans-
que el paisaje alrededor de fas ciudades fue obra de estas cendente a la ciudad: la historia, ,.sl hombrer, la socie-

ls8 159
dad, el E,stado. Acepta e incluso sanciona en nornbre de La realización de la filosoffa
la Totalidacl varias separaciones. Consa¡1ra la aprehen'
sién analítica creyendo reiutarX'r o superarla. En el ter-
cer período,, compite en una promoción dc la racionali-
ctaci y de la pnáctica, que se transforlnan en racionalidad
urbana y práctica urbanística.
¡:
Volvamos a tomar el hilo conductor del presente es-
1! tudio, que nos ha llevado a estas conclusiones, y demos-
traremos su continuidad. El conocimiento se encuentra
en una siruación insostcnible. La filosofÍa pretendía alcan-
zar el tr¡tal y pasaba de largo, sin conseguir aprehenderlo,
y menos aún realizado. A su manera, mutilaba la totali-
dad ofreciendo de ésta, simplemente, una repr€sentación
sistematizada, especulativa, contemplativa. y, sin embar-
go, sólo el filósofo tenía, y todavía tiene, el sentido de
lo total. Los conocimientos parciales y parcelarios inten-
tan alcanzar certidumbres, realidades, y sólo consiguen
fragmentos. No pueden prescindir de síntesis, peró no
pueden legitimar su derecho a la síntesis.
La filosofía griega, desde sus inicios, se vinculó a la
ciudad griega, con sus grandezas y miserias, con sus li-
mitaciones: la esclavitud, la subordinación del individuo
a la Polis. Dos mil años más tarde, Hegel anunciaba la
realización de la racionalidad filosófica desprendida Era-
cias a estos siglos de reflexión y meditación, pero en el
Estado y a través de é1.
¿Cómo salir de estos callejones si¡r salida? ¿Cómo re-
solver estas contradicciones?
La producción industrial ha transtornado las nocio.
nes relativas a la capacidad social de actuar, de crear de
nuevo, de domeñar la naturaleza mate¡ial. La filosofía no
podía mantener su misión tradicional, ni el filósofo su
vocación: definir al hombre, lo humano, la sociedad, el
mundo, y al rnismo tiempo tomar bajo su responsabili-
dad la creación del hombre por su esfuerzo, su trabajo,
su voluntad, su lucha contra determinismos y ararós.
En escena entraba la ciencia y las ciencias, la técnica, la
organización y la racionalización de la industria. ¿Trían a

ló0 HCS ,l4.ll t6l


la tumba dos mil años de filosofía? No. La industria of.ra humanidad distinta de la de la sociedad poco pro.
aporta medios nuevos. No tiene en sí su fin y sentido. d uctora (la de las épocas de no abundancia o, me¡or áún,
Lanza al mundo productos. La filosofía, obra por exce- de no posibilidad de abundancia), y a Ia dc la sociedad
lencia (junto con el arte y las obras de arte), dice lo que productivista. En una socicdacl y una vida urbanas libe-
es apropiación y no dominio técnico de la naturaleza ma' radas de antiguos límitcs dc cscascz y dcl econo-
terial, productora de productos y de valor de cambio. mismo- las técnicas, cl artc,-loslos conr¡cimicntos, pasan
Al filósolo, pues, corresponde hablar, decir el sentido de al servicio de la cotidianidad para mctamorfoséarla.
la producción industrial, con la condición de no especu' De este modo, se definc la realización de la filosofía. No
lar sobre ella, de no tomarla como tema prolongando se trata ya de una filosofía de la ciudad y de una filoso-
la antigua manera de filosofar, sino considerándola como fía histórico-social al lado de una ciencia de la ciudad.
medio para realizar la'filosofía, es decir, eI proyecto filo' La realización de la filosofía da un sentido a las ciencias
sófico del hombre en el mundo: deseo y raz6n, esponta' de la realidad social. Esto refuta de antemano la acusa-
neidad y reflexión, vitalidad y conformacién, dominación ción de usociologismo> que de seguro surgirá en contra
y apropiación, determinismos y libertades. La filosofía de las- hipótesis y tesis aquí expuestas. Ni filosofismo, ni
no puede realizarse sin que antes el arte (como modelo cientifismo, ni pragmatismo. Ni sociologismo, ni sicolo-
de apropiacién del tiempo y el espacio) no se exprese ple' gismo, ni economismo. Ni historicismo. Algo diferente
namente en la práctica social, y hasta tanto no hayan se anuncia.
sido plenamente utilizadas la técnica y la ciencia, en
cuanto medios, y no.haya sido dialécticamente superada
la condición proletaria.
Esta revolución teórica, comenzada por Manc, se obs-
cureció más tarde, convirtiéndose la producción indus'
trial, el crecimiento económico, la racionalidad organiza'
dora, el consumo de productos, en fines, en lugar de me'
dios subordinados a un fin superior' En la actualidad,
la realización de la filosolía puede recuperar su sentido,
es decir, dar un sentido a la historia, asÍ como a la ac-
tualidad. El hilo interrumpido desde hace un siglo se rea'
nuda. El bloqueo de la situación teórica se rompe. Y el
abismo entre lo total y lo parcial o parcelario, entre el
conjunto incierto y los fragmentos demasiado ciertos,
se colma. A partir de un momento en que la sociedad
urbana revela el sentido de la industrialización, estos con-
ceptos desernpeñan un papel nuevo. La revolución teóri
ca continúa y la revolución urbana (el lado revoluciona-
rio de la reforma urbana, de la estrategia urbana) pasa
a primer plano. La revolución teórica y la transforma-
ción política van a la par.
El pensamiento teórico apunta a la realización de
t62 163
Tesis sobre la ciudad,
lo urbano g el urbanismo

I) Dos grupos de cucstiones han enmascarado los


problemas de la ciudad y de la sociedad urbana: dos ór-
denes de urgencia: Ias cuestiones de alojamiento y del
"habitatu (derivadas de una politica de alojamientos y
de técnicas arquitectónicas); las de la organización in-
dustrial y planificación global. Estas, las primeras por
abajo y las segundas por arriba, han producido, disi-
mulándolo a Ia atención, un estallido de la morfología
tradicional de las ciudades, mientras la urbanización de la
sociedad proseguía. De ahí, una nueva contradicción se
añadía a las otras contradicciones no resueltas de la so-
ciedad existente, agravándolas, dándoles otro sentido.
2) Estos dos grupos de problemas han sido y son
planteados por el crecimiento económico, por la produc-
ción industrial. La experiencia práctica demuestra que
puede haber crecimiento sin desamollo social (crecimien-
to cuantitativo, sin desarrollo cualitativo). En estas con-
diciones, Ios cambios en la sociedad son más aparentes
que reales. El fetichismo y la ideología del cambio (di
cho de otro modo: Ia ideología de la rnodernidad) re-
visten la atrofia de las relaciones sociales esenciales. El
desarrollo de la sociedad sólo puede concebirse en la vi-
da urbana, por la realización de la sociedad urbana.
3) El doble proceso de industrialización v urbaniza-
ción pierde todo sentido si no se concibe a la sociedad
urbana como meta y finalidad de la industrialización, si
se subordina Ia vida urbana al crecimiento industrial.
Este último permite las condiciones y los medios de la
sociedad urbana. Proclamar la racionalidad industrial
como necesaria y suficiente equivaldría a destruir el sen-
tido (la orientación, el objetivo) del proceso. La indus-
trialización produce la urbanización, en una primera fase,
negativamente (estallido de la ciudad tradicional, de su

1ó5
morfología, de su realidad práctico-sensible)' Después'de con designar sobre el terrcno Ia scgrcgación v la miseria
esto, aparece la verdadera tarea. La sociedad urbana co- de zu "habitaro.
mienza sobre las ruinas de la ciudad antigua y su con- 7) En estas difíciles condicioncs, cn cl scno de esta
torno agrario. A lo largo de estos cambios, la relación sociedad que no puedc opolrL:rso por complcto a la clase
entre industrialización y urbanización se transforma. La obrera y que sin embargo lc c:icrrr¿r r'l caminr:, sc abren
ciudad deja de ser recipiente, receptáculo pasivo de pro- paso a unos derecho5 quc dcfincn la civilización (cn, pero
ductos y de la producción. Lo que subsiste y se refuerza a menudo contra Ia socicrclarl; por, pcr() a mcnrrdo contra
de la réalidad urbana en su dislocación, el centro de de' la ,.gul1u¡¿"). Estos clclcc:lros mal rcconociclcls poco a
cisión formará parte en adelante de los medios de pro- poco se hacen costumbrc antes de inscribirse en los có-
ducción y dispositivos de explotación del trabaio so- digos formatrizados. Canrbiarían la realidad si entraran
cial por los que detentan la información, la cultura, los en la práctica social: clcrccho al trabajo, a la instruc-
mismos podeies de decisión. Sólo una teoría permite uti- ción, a Ia educación, a la salud, al alojamiento, al ocio,
lizar los datos prácticos y realizar efectivamente la so- a Ia vida. Entre estos dcrechos en formación figura el
ciedad urbana. derecho a Ia ciudad (no a la ciudad antigua, sino a la
4\ Para esta realización son insuficientes, aunque vida urbana, a la centralidad renovada, a los lugares de
necesarias, la organización empresarial o la planifica- encuentros y cambios, a los ritmos de vida y empleos
ción global. Se realiza un salto adelante de la racionali- del tiempo que permit en el uso pleno y entero de estos
dad. Ni el Estado ni la Empresa proporcionan los mode- momentos y lueares, etc.). La proclamación v la reali-
los de racionalidad y realidad indispensables. zación de Ia vida urbana como reino del usb (del cambio
5) La realiqación de la sociedad urbana reclama una v del encuentro desprendidos del valor de cambio) re-
planificación orientada hacia las necesidades sociales, claman el dominio de lo económico (del valor de cambio,
Ias de la sociedad urbana. Necesita una ciencia de la ciu- del mercado y la mercancía) y se inscriben por consi-
dad (de las relaciones y correlaciones en la vida urba- zuiente en las perspectivas de Ia revolución ba'io hege-
na). Estas condiciones, aunque necesarias, no bastan. Se monía de la clase obrera.
hace igualmente indispensable una fuetza social y po- 8) Para la clase obrera, rechazada de los centros
lítica capaz de poner en marcha estos medios (que sólo hacia las periferias, desposeída de la ciudad, expropiada
son medios). a"í de los mejores resultados de su actividad, este dere-
6 La clase obrera sufre las consecuencias del esta' cho tiene un alcance y una significación particu ares.
llido de las antiguas morfologías. Es víctima de una se- Para ella, representa a \a vez un medio v un objetivo,
gregación, de la estrategia de clase que este estallido per- rrn camino y un horizonte; pero esta acción virtual de
mite. Esta es la actual forma de la situación negativa del la clase obrera representa también los intereses generales
proletariado. La antigua rniseria proletaria, en los gran' de la civilización y los intereses particulares de todas las
des países industriales, se atenúa y tiende a desaparecer. caDas sociales de uhabitantes>, para quienes la integra-
Llna ntreva miseria se extiende, que alcanza principalmen- ción y la participación se hacen obsesivas sin que con-
te al proletariadc sin perdonar otras capas y clases se siga tornar eficaces estas obsesiones.
ciales: la miseria del habitat, la del habitante sometido 9) I-a transformación revolucionaria de la sociedad
a una cotidianidad organizada (en y por la sociedad bu- tiene por terreno v palanca la producción industrial. por
rocrática de consumo dirigida). A los que todavía duden ello, ha sido preciso demostrar que el centro urbano de
de la existencia como clase de la clase obrera, bastará decisión no puede ya considerarse (en la sociedad ac-

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de la obra'
tual: el neocapitalismo o capitalismo monopolfstico vincu- obrera no posee espontáneamente el sentido
casi, junto
Iado al Estado) exterior a los medios de producción, a ¡,ri" ,errtidb está atrofiado. Han desaparecido
su propiedad, a su gestión. Sólo la asunción de la plan! con el artesanado,'^tot on"ios, y l.a ncalidado'ladDónde
ficación por la clase obrera y sus mandatarios poúticos encontrar pr""io"á áepOsiiol el sentido de obra;
puede modificar profundamente la vida social y abrir "rt"
áá"á-" p"¿tá t""iui.ro la cüse obrera .paru.ll"":-tl,:-::
una segunda erat Ia del socialismo, en los pafses neoca- unificándolo a la inteligencia productora
il;ü superiorpta.ti.utn""te
pitalistas. Hasta entonces, las transfor-acion"s perma- v a la razón dialéctic at' La filosoff a y la
necerán en la superficie, en el nivel de los signos y el irJ¿ü0" rii;;ii.; entera por un lado' asf como "1,1t1."
consumo de signos, del lenguaje y el metalengua¡e (dis- por otro (no sin una crítica radical de sus dones y daol-
cursos en segundo grado, discursos sobre discursos pre- *i;;contienen el sentido
vas) de la obra'
cedentes). Sólo, pues, con determinadas reserva, E"io reclama una revolución cultural permanen'
-i"vol,rciOn
"ub"
hablar de revolución urbana. Sin embargo, la orientación te al' lado de la económica (planificación
de la producción industrial de acuerdó con las necesi- á.i*uáu hacia las necesidades sociales) y la revolución
estatal' auto-
dades sociales no constituye un hecho secundario. La fi- p.flii"" i"""itot ¿"Áocrático del aparato
nalidad así aportada a los planes, Ios transforma. La gestión generalizada).
Entre estos niveles de la revolución total no hay ur-
in'
reforma urbana tiene, pues, un alcance revolucionario.
La reforma urbana es una reforma revolucionaria como como no la hay entre la estrateqia
Io es, a Io largo de este siglo xx, Ia reforma agraria que bana (reforma revolucionaria que apun\a " t" T""li1Tl-t:
"o*putiUiii¿ad,
poco a poco desaparece del horizonte. Da lueai a una -es- de la iociedad urbana sobre la base de una
industrlalrza-
trategia que se opone a la estrategia de clase hoy do .ilo uuuttrada y planificada) y l" estrategia -gu-e
ap.unta
la vicla campesina tradicional por
minante. a la transformación de
I0)Sólo el proletariado puede volcar su actividad so. la industrialización. Es más, en la actualidad' en la- ma-
;ial y política en la realización de la sociedad urbana. yori" a" Ios palses, la realización de la sociedad urbana
Sólo él puede renovar el sentido de la actividad produc- ;;; ñ. reftrma agraria e industrialización' Ninguna
"potible un frente mundial' También
tora y creadora, destruyendo la ideologfa de consumo. á"Au iabe de qt".",
El tiene, Dues, la capacidad de producir un nuevo huma- es cierto que en lá- Jctualidad este frente es imposible' pro-
nismo, diferente del vieio humanismo liberal que termi- Esta utopía, aquí como en otras muchas ocasiones'
na su carrera: el del hombre urbano para y por quien Ia ;;;" ;.d." el üorizonte un nposible-imposiblli-PlllYÍ
ciudad y su prooia vida cotidiana en la ciudad se tor- i" o desgracia, el tiempo, el de- la hjstoria y la practrca
nan obra, apropiación valor de uso (y no valor de cam ;;";"t diiier" d"t ti"ÁÉo de la filosofía' Aun si no produ-
bio) sirviéndose de todos los rnedios de la ciencia, el ;; 1;'irreversible, p"ia" producirMarx' lo que s:rá difícil-
arte, Ia técnica, el dominio de la naturaleza material. ;;;" reparable.'cámo escribiera la humanidad
que-puede resolver' Alqu-
11) Sin embargo, la diferencia entre producto y obra ;¿i; ;" piurrt"u los problemas
proble-
persiste. Al sentido de la producción de productos (del tot hoy que lts hombres- sóló se plantean
dominio científico y técnico de la naturaleza material) "."*
-* irrrolnblls.^ Desmienten a la tazón' Sin embargo'
deberá añadirse el sentido de la obra, de la apropiación ftáv" problemas de fácil solución con la solución
(del tiempo, del espacio, del cuerpo, del deseo) pára, ac- "Jrat
a mano, muy cerca, y que las gentes no se plantean'
to seguido, predominar. Y ello dentro y por obra de la
sociedad urbana que comienza. pues, en efecto, la clase París, 1967 (Centenario de El capital)

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