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Como intentaremos mostrarlo en estas páginas, se trata de hecho de un proceso único que
comienza con la irrupción de la Modernidad en una Monarquía del Antiguo Régimen, y va a
desembocar en la desintegración de ese conjunto político en múltiples Estados soberanos, uno
de los cuales será la España actualla
revolución se ve ante todo, como una radical transformación de las estructuras sociales y
económicas, o como el acceso al poder de una nueva clase social
Así, como en América la Independencia trajo consigo pocas modificaciones substanciales de las
estructuras económicas o sociales profundas, se ha tendido últimamente a infravalorar su
carácter revolucionario. La revolución de Independencia ha pasado a ser considerada, por
muchos autores, como un fenómeno «puramente político» y por tanto de importancia
relativamente secundaria con respecto a las permanencias estructurales. Lo «puramente
político» se refiere aquí tanto a la ruptura del vínculo con la metrópoli, como a la sustitución
en el poder político de los peninsulares por los criollos.
En los dos casos, en España y en América, utilizando criterios surgidos de las interpretaciones
clásicas de la Revolución Francesa, se habla como mucho de una revolución burguesa,
realizada en España por una burguesía revolucionaria o en América por una burguesía criolla.
Pero este tipo de interpretaciones es cada vez más difícil de mantener. Reducir estas
revoluciones a una serie de cambios institucionales, sociales o económicos deja de lado el
rasgo más evidente de aquella época: la conciencia que tienen los actores, y que todas las
fuentes reflejan, de abordar una nueva era, de estar fundando un hombre nuevo, una nueva
sociedad y una nueva política
Ese hombre nuevo es un hombre individual, desgajado de los vínculos de la antigua sociedad
estamental y corporativa; la nueva sociedad, una sociedad contractual, surgida de un nuevo
pacto social; la nueva política, la expresión de un nuevo soberano, el pueblo, a través de la
competición de los que buscan encarnarlo o representarlo
Lo radicalmente nuevo es la creación de una escena pública cuando este nuevo sistema de
referencias deja los círculos privados en los que hasta entonces había estado recluido, para
irrumpir en plena luz
Triunfa entonces una nueva legitimidad —la de la nación o la del pueblo soberanos—, una
nueva política con actores de una clase nueva que, por primera vez, pueden ser llamados
políticos, en tanto que se constituyen precisamente para conquistar esa nueva legitimidad.
En ambos casos, el fondo de la polémica fue el oponer lo francés, identificado con lo moderno,
a lo español, identificado con lo tradición
1 CAPITU LO 1
Durante largo tiempo se consideró que los principios proclamados por la Francia
revolucionaria habían provocado, al atravesar el Atlántico, la Independencia de
Hispanoamérica. Ésta sería, así, hija de la Revolución Francesa.
es insostenible hoy con esta formulación. Las «ideas francesas» están muy lejos de ser las
únicas ideas de la Independencia, y son muchos los historiadores que han puesto de
manifiesto el papel que desempeñó el pensamiento político clásico español en estos
acontecimientos
o que no es nuestra intención hacer aquí, pero, sobre todo, hay que analizar la Independencia
corno lo que esencialmente es: una crisis política que afecta a una unidad política hasta
entonces de una extraordinaria coherencia.
Este último examen nos parece particularmente importante, en tanto en cuanto la Ilustración
—la Modernidad— no implica necesariamente la revolución
ndependencia y revolución— es, precisamente, su simultaneidad y su semejanza. Para
explicarlas no bastan las causas locales, ya que, desde este punto de vista, Hispanoamérica es
pura diversidad. Es necesario partir de lo que las diferentes regiones tienen en común, es
decir, la pertenencia a un único conjunto cultural y político. Considerar el conjunto significa,
también, estudiar la España peninsular, no como una causa exterior, sino como un elemento
necesario —y en ciertas épocas, central— de estos procesos.
¿por qué el paso a la Modernidad se hizo en el mundo hispánico, como en Francia, por vía
revolucionaria y no por la vía evolutiva que han seguido otros países y de la cual Inglaterra
puede ser considerada como el prototipo
A principios del xvm, con la instalación de los Borbones en el trono de España, estos tres tipos
se reducen a dos. Las Cortes de los reinos de la Corona de Aragón —en donde, precisamente,
el poder del rey era el más limitado— son suprimidas. Las nuevas Cortes unitarias de la
Monarquía hispánica, compuestas de un corto número de ciudades privilegiadas y reunidas
sólo de cuando en cuando —las últimas en 1789—, no tienen ni representatividad ni funciones
que les permitan ser un freno al crecimiento del poder real.
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Una vez más, Guerra estudia y reinterpreta un proceso histórico privilegiado por la literatura y
las conmemoraciones: la lucha española contra Napoleón I y las independencias de los países
la TINO
El trabajo parte así de la constatación de que las rupturas vividas en territorio español, a
ambos lados del Atlántico, en el período señalado
ERROR : los historiadores del siglo XIX analizaron los hechos teniendo por marco de referencia
el Estado-nación, lo que desembocó en historias particulares de las “independencias” de cada
nueva nación latinoamericana y, por otro lado, del proceso revolucionario español
El proceso que lleva a la creación de naciones nuevas en la américa española, en algunos casos
incluso en territorios donde no existían fundamentos de una nación, alimentó ficciones
políticas y enfrentó a las élites “modernas” con la necesidad de contrarrestar la
premodernidad de la cultura política general mediante la invención. La historiografía
decimonónica y la que a partir de ella se construye lleva este sello que obedece a la necesidad
de crear identidades nacionales particulares.
odos olvidaron muy pronto -señala Guerra- la estructura política que había precedido su
existencia como Estados separados: esa estructura política del Antiguo Régimen que era la
Monarquía hispánica, con -como se decía entonces- sus dos pilares, el español y el americano.”
p.11 Esta necesidad de desagregar el imperio para construir cada nación, obliga a romper
historiográficamente con la gran unidad político-cultural del conjunto,
(las) referencias obligadas remitían en ambos casos a causas exteriores... se trata de hecho de
un proceso único que comienza con la irrupción de la Modernidad en una Monarquía del
Antiguo Régimen, y va a desembocar en la desintegración de ese conjunto político en múltiples
Estados soberanos, uno de los cuales será la España actual.” (p.12, subrayado mío)
IMORTANTE
ESPAÑA
Para una parte considerable de los habitantes de la Monarquía «y sobre todo para la lejana
América, afectada tardíamente por las reformas centralizadoras de los Borbones, la «nación»
española se concibe aún a principios del siglo XIX como un conjunto de reinos. La soberanía
del pueblo de la época revolucionaria será muy a menudo pensada y vivida no como la
soberanía de una nación unitaria, sino como la de los «pueblos», la de esas comunidades de
tipo antiguo que son los reinos, las provincias o las municipalidades»
Cap 2
¿qué es la modernidad?