La electricidad magnética se puede producir con imanes y metales para
generar su funcionamiento. Ambos materiales generan un campo magnético; con movimiento continuo de un material como el cobre y el imán se produce el electromagnetismo. “Cuando se cierra el circuito, hay un movimiento definido de cargas eléctricas y se origina un campo magnético a su alrededor”. (Velayos, 2009, pg.158)
En los materiales ferromagnéticos y paramagnéticos, los imanes o
momentos dipolares magnéticos se encuentran completamente desordenados, de tal forma que las fuerzas producidas por algunos imanes son anuladas por otros. Por esta razón, el material no muestra el mismo comportamiento que presentan los imanes naturales (que están alineados en una misma dirección). Sin embargo, si acercamos un campo magnético externo al material ferromagnético o paramagnético, cada electrón tiende a alinearse, de modo que su campo magnético propio tome la misma dirección que el campo magnético externo, dando esto como resultado el hecho de que el material “transfiere” la fuerza del campo magnético; o, dicho de otra forma, se imanta. En los imanes y cobre (materiales ferromagnéticos) los momentos dipolares magnéticos de cada electrón se encuentran alineados en una misma dirección; es decir, la fuerza que hace cada “imán” se ve reforzada por el alambre de cobre que están a su lado, y así sucesivamente. Lo que da como resultado una fuerza neta, que es la que podemos observar al momento de comprobar el encendido del foco mediante la energía generada.