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El inicio de la sexualidad
La edad adulta
El género en la adultez
La identidad de género, en la que se define una idea clara de quién se es como mujer u
hombre, qué roles de desean adoptar o construir, la forma de vestir y actuar de acuerdo al
propio estilo de expresar la masculinidad y feminidad, la autoimagen y el grado en que ésta
concuerda con la percepción interna de ser mujer u hombre, está claramente definida en la
adultez. La autoimagen se ve favorecida con los cuerpos que suelen ser más fuertes, bien
conformados y saludables y su consolidación depende más del propio ideal de cada hombre
o mujer que del exterior. Se cuenta con mayor independencia y libertad de realizar acciones
que comprometan los ideales propios.
Todavía existen grupos en donde la presión social relacionada con la maternidad limita a la
mujer en sus posibilidades de independencia, especialmente para aquellas que no
comparten ese ideal. Por su parte, las opciones para los hombres se dirigen a la posibilidad
de ser económicamente productivos, agresivos, determinados y responsables, el hombre se
enfrenta a un mundo de exigencias. De modo que si la situación económica lo permite, la
mejor opción para el hombre adulto será definitivamente el estudio y de no ser así, el
trabajo remunerado. Por otro lado, los hombres suelen involucrarse más en actividades
físicamente agresivas y esto se relaciona por ejemplo con una mayor morbilidad por
accidentes que para el caso de las mujeres. Corona, E. (1994). Identidades de género
El erotismo en la adultez
La mayoría de los y las personas adultas han tenido experiencias eróticas ya sea en soledad
o en compañía. En su expresión saludable, las personas experimentan un crecimiento en su
desarrollo erótico, con mayor capacidad de intimar, viven sin culpas o prejuicios la
respuesta sexual humana, conocen su cuerpo y cómo siente, pueden hablar sobre las
relaciones sexuales sin conflictos, hacer acuerdos y explicitar sus deseos. Comprenden la
diferencia entre fantasía y realidad, son responsables del cuidado de su cuerpo y apoyan el
cuidado de su pareja,, pueden tener conductas autoeróticas y relaciones sexuales, utilizan
una variedad de posiciones sexuales que identifican como preferidas, pueden pedir caricias
específicas y negarse a las no deseadas y convierten al encuentro erótico en un momento de
crecimiento personal.
No todos los adultos tempranos viven la sexualidad en esta forma ideal. En esta etapa de la
vida erótica pueden presentarse las disfunciones sexuales o disfunciones de la vida erótica,
es decir, problemas relacionados con el deseo sexual, con la capacidad para excitarse y
tener orgasmos, dolor en las relaciones sexuales, imposibilidad de relajar la vagina para
permitir una penetración o angustia extrema que dificulta el intento de la relación sexual. Si
bien no siempre sucede así, la mayoría de estos problemas en los primeros años de la
adultez tienen que ver más con factores psicológicos y de aprendizaje que con deficiencias
fisiológicas o alteraciones anatómicas. La angustia y la depresión son trastornos frecuentes
asociados a las disfunciones sexuales. En las mujeres, los síndromes más frecuentes son la
dificultad para tener orgasmos y la disminución del deseo sexual. En los hombres, la
dificultad para controlar la eyaculación y para lograr la erección. Además, la edad más
frecuente de consulta para los problemas sexuales se sitúa entre los 26 y los 40 años (Ortiz,
Velasco, Rubio, 1999). Mientras más avanza la edad, la posibilidad de encontrar factores
orgánicos en las disfunciones sexuales aumenta considerablemente.
De acuerdo a Erikson la y el adulto joven están listos para fusionar su identidad con la
identidad de otros. Se encuentran con disposición para establecer una relación cercana e
íntima con otra persona, y están dispuestos a correr el riesgo de la entrega temporal en
situaciones de intensa exigencia emocional, como el acto sexual. Comparten la confianza y
pueden regular ciclos de trabajo, procreación y recreación, realizar acciones en común con
el fin de proteger a su familia o intereses comunes.
La temprana edad adulta representa el momento en el que la mayoría de las personas viven
el nacimiento del primer hijo. El hecho de que la pareja pase de tener una relación íntima a
incluir a otra persona, desvalida y dependiente de ellos, cambia sus vidas. Algunas parejas
viven este evento como un ajuste deseable y se sienten mejor integradas y complementadas.
En general, las parejas incrementan el nivel de satisfacción matrimonial o de pareja con el
nacimiento del primer bebé. Para otras los hijos representan una crisis que trastorna la
relación. La respuesta dependerá en mucho de los acuerdos explícitos que haya realizado la
pareja al respecto, la edad, la situación económica, el grado de planeación de la
reproductividad, entre otros.
Además de la alegría inmensa y el deleite que puede representar una hija o un hijo, su
cuidado exige una cantidad de energía y tiempo, idealmente, de ambos miembros de la
pareja. En nuestra cultura, usualmente las mujeres se ven presionadas a detener su
crecimiento profesional o laboral, pues la mayor responsabilidad en la crianza de los hijos
sigue siendo de las mujeres. Los padres y madres que se prepararon para la paternidad y
maternidad viven los cambios de hábitos y ajustes de la pareja con mayor tolerancia y
disfrute que aquellos que no se prepararon para ello. Tanto hombres como mujeres deben
intervenir en la educación de sus hijos y en las aportaciones económicas al respecto. Es
necesario continuar la sensibilización de ambas partes de la pareja en la educación familiar,
pues los hijos necesitan de ambas figuras de afecto y autoridad.
Hay personas que toman la decisión de no tener hijos. Inclinan su vida a actividades
productivas y de distintos niveles de crecimiento y, a pesar de no tenerlos, pueden
desarrollar sus capacidades creativas cuidando, educando, dirigiendo a otros y dando a los
demás, al crear y realizar actividades de trascendencia personal, al ofrecer su ternura y
cuidados y su energía a la construcción de otra variedad de proyectos de vida.
Por otro lado, existen personas que desean tener hijos pero se enfrentan a problemas
relacionados con la infertilidad. Se considera que una pareja es infértil (Dávila, 2000)
cuando ésta no ha logrado concebir, después de un año de relaciones sexuales frecuentes y
sin utilizar ningún método de control natal. Cuando la pareja desea tener hijos y es infértil,
se pueden presentar conflictos tanto a nivel de pareja como personal, afectar la relación y la
autoestima. Es necesario reconsiderar las demás dimensiones de la pareja y enfocar la vida
erótica no sólo a la expectativa del embarazo sino en toda su dimensión e intentar disminuir
el efecto de la presión social al respecto. Las parejas infértiles requieren apoyo
especializado, comprensión y orientación clara.
Comportamiento sexual
Discrimina entre los comportamientos sexuales que realzan su vida y aquellos que
son dañinos para sí mismo y/o para otros.
Salud sexual
Actúa de manera consistente con sus propios valores si se tiene que enfrentar con un
embarazo no deseado.
Busca cuidado pre-natal al principio del embarazo.
Sociedad y cultura
Demuestra respeto por las personas con diferentes valores sexuales y estilos de vida.
Desarrollo humano
Relaciones humanas
Comprende cómo la herencia cultural afecta las ideas sobre la familia, las relaciones
interpersonales, la sexualidad, la moral.
Bibliografía:
http://www.askabide.com/blog/la-sexualidad-en-la-vida-adulta-una-nueva-etapa.html/id/155
http://sexoysalud.consumer.es/etapas-de-la-vida/en-la-edad-adulta
http://www.amssac.org/biblioteca/sexualidad-desarrollo/