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Sermones Actuales

Por Antonio Cruz


52: El Dios de la Navidad

Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este


mundo. En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el
mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.
Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio
potestad de ser hechos hijos de Dios … y aquel Verbo file hecho carne,
y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito
del Padre), lleno de gracia y de verdad.
Jn 1:9-12,14
ESQUEMA
1. Las piedras de tropiezo
1.1 El perdón.
1.2 La resurrección.
1.3 El nacimiento virginal.
1.4 Los milagros.
1.5 La encarnación, la mayor piedra de tropiezo.
2. El misterio de los misterios.
2.1 ¿Aquel niño era Dios?
2.2 Juan nos lo explica.
3. La verdadera Navidad.
3.1 Acerquémonos al Niño-Dios.
3.2 Celebremos la Navidad.

CONTENIDO
Hay muchas personas en nuestros días que cuando piensan en Dios les resulta difícil creer en el
mensaje de Jesucristo porque las realidades a que este se refiere sobrepasan el entendimiento
humano actual, que es profundamente racionalista. Veamos algunas de estas “piedras de tropiezo”
del Evangelio para el hombre posmoderno.

1. Las piedras de tropiezo.

1.1. El perdón.
¿Cómo es posible aceptar que la muerte de un sólo hombre, que muere en un patíbulo romano de
hace dos mil años, sirva para remediar los pecados de toda la humanidad a lo largo de las eras?
¿Cómo puede ser que aquel sacrificio sirva para que Dios perdone nuestros pecados en el día de hoy?

1.2. La resurrección.
¿Cómo podemos creer que Jesús se levantase físicamente y volviera a la vida después de haber
muerto? ¿Puede un cadáver volver a la vida?

1.3. El nacimiento virginal.


¿Cómo se puede afirmar semejante anormalidad biológica?

1.4. Los milagros del Evangelio.


El resto de los milagros suponen también una grave dificultad para muchos. Algunos pueden aceptar
que Jesús sanara a los enfermos, ya que hay otras personas que hacen también curaciones
milagrosas, pero, ¿cómo se puede aceptar que Jesús caminara sobre el agua o que alimentara a cinco
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mil personas y devolviera la vida a los muertos? Ante estos problemas, y otros parecidos, muchos
individuos, que están al borde de la fe, se sienten profundamente perplejos en el día de hoy. No
obstante, la verdadera dificultad no está solamente en estos aspectos mencionados, sino sobre todo
en el misterio principal de todos los misterios: la encarnación de la Navidad.

1.5 . La encarnación: la mayor piedra de tropiezo.


La afirmación más asombrosa de la doctrina cristiana es que Jesús de Nazaret fuera Dios y a la vez
hombre. El hecho de que Jesús fuese tan completamente divino como humano es el mayor de todos
los misterios del Universo.

Lo que ocurrió la primera Navidad fue el acontecimiento más profundo e inescrutable de la revelación
cristiana: Y aquel Verbo fue hecho carne, nos dice Juan (1:14). Dios se hizo hombre, el Hijo divino se
hizo judío, el Todopoderoso apareció en la. Tierra en forma de un niño indefenso, incapaz de hacer
otra cosa más que estar en una cuna, mirando sin comprender, haciendo los movimientos y los
gestos típicos de un bebé, necesitando alimento y toda la atención de sus padres, incluso teniendo
que aprender a hablar como cualquier otro niño. En todo esto no hubo ilusión, ni engaño en absoluto,
la infancia del Hijo de Dios fue una auténtica realidad. Cuanto más se piensa, más asombroso resulta.
Ni la ciencia-ficción podría ofrecernos algo tan fantástico como la doctrina de la encarnación. Esta es
la verdadera piedra de tropiezo del Cristianismo. En este punto es en el que han naufragado los
judíos, los musulmanes, los antiguos arrianos, los modernos unitarios, los testigos de Jehová y otros
muchos grupos religiosos.

Si, por el contrario, aceptamos la encarnación por fe, todas las demás dificultades se disuelven. Si
Jesús es el Verbo, la Palabra eterna, el agente del Padre en la creación, el autor de la vida, no resulta
tan extraño que tenga poder sobre la muerte, y él mismo se levante de la muerte. Lo que resulta más
asombroso es que Él tuviera que morir, no que volviera a vivir. El verdadero misterio es que el
inmortal muriese, pero en la resurrección del inmortal ya no hay misterio comparable. Y si el inmortal
hijo de Dios se sometió a la muerte, no es de extrañar que semejante muerte pueda tener poder para
salvar a una raza condenada. La encarnación es, pues, un misterio insondable, pero un misterio que
da sentido a todo lo demás en el Nuevo Testamento.

Los evangelistas Mateo y Lucas nos dicen de forma bastante detallada como vino el Hijo de Dios a
este mundo. Nació fuera de la ciudad, en lo que podríamos llamar un pequeño hotel, un albergue de
una oscura aldea judía, en la época en que Palestina estaba dominada por el poderoso Imperio
romano.

Nosotros tendemos a embellecer el relato cuando lo contamos Navidad tras Navidad. Podríamos decir
que lo hemos mitificado de forma romántica a base de contemplar los bonitos belenes que se
preparan en muchos lugares en estas fechas, pero se trata más bien de un relato brutal y cruel. Jesús
no nació en aquel albergue, porque estaba lleno y nadie le ofreció una cama a la mujer que estaba
por dar a luz, así que tuvo que tener a su hijo en el establo y colocarlo lo mejor que pudo sobre un
pesebre. El relato del Evangelio no tiene comentarios, pero, si se lee atentamente, no pasa
desapercibido el cuadro de degradación e insensibilidad que se nos pinta.

2. El misterio de los misterios.


Juan nos dice cuatro veces en los tres primeros capítulos de su Evangelio, que Jesús era el “Unigénito
Hijo de Dios”. ¿Significa esta afirmación que, en realidad, hay dos dioses? ¿Es el Cristianismo una
religión politeísta, como dicen judíos y mahometanos? La frase “Hijo de Dios” ¿implica que Jesús en
realidad no es divino, en el mismo sentido en el que lo es el Padre? Ya en la Iglesia primitiva, los

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arrianos sostenían esta doctrina y en los tiempos modernos la han adoptado también los unitarios, los
testigos de Jehová y otros grupos.

2.1 ¿Aquel niño era Dios?


El apóstol Juan se hizo estas mismas preguntas y las resolvió en el prólogo de su Evangelio. Juan
sabía que la frase “Hijo de Dios” estaba llena de interpretaciones erróneas en las mentes de sus
lectores. En el ambiente judío y en el helenista de la época, circulaban ideas míticas que influían
negativamente en la evangelización. La teología judía la empleaba como título para el Mesías humano
que ellos esperaban; por otro lado, la mitología griega estaba repleta de historias que hablaban de
“hijos de dioses” o “superhombres”, estos eran seres supuestamente nacidos de la unión de un dios
con una mujer. Es dentro de este contexto cultural que el evangelista Juan escribe estos dieciocho
primeros versículos que hemos leído. En ninguna otra parte del Nuevo Testamento se explica con tal
claridad y profundidad el significado del carácter filial divino de Jesús.

2.2 Juan nos lo explica.


La palabra “Hijo” no aparece para nada en las primeras frases, en cambio habla del “Verbo”, es decir,
de “la Palabra”, Tanto los judíos como los griegos identificaban el concepto “Verbo” con Dios. No
había peligro de que se confundieran. Pero vayamos desglosando poco a poco todos estos conceptos:
• v. 1: en el principio era el Verbo. Nos habla aquí de la eternidad del Verbo. No tuvo principio,
como las demás criaturas.
• v. 1: y el Verbo era con Dios. Esto es la personalidad del Verbo. Es un ser personal y concreto
que se encuentra en eterna comunión con Dios.
• v. 1: y el Verbo era Dios. Nos muestra la deidad del Verbo. Es distinto del Padre en persona
pero es divino en sí mismo como Él.
• v. 3: Todas las cosas por Él fueron hechas. Aquí nos muestra al Verbo creando. Todo lo que
ha sido hecho, ha sido hecho por medio de Él.
• v. 4: En Él estaba la vida. Nos muestra al verbo vivificando. La vida la da y la mantiene el
Verbo.
• v. 14: Y aquel Verbo fue hecho carne. Aquí tenemos al Verbo encarnado.

Esto era lo enigmático para judíos y griegos. La carne era incompatible con la divinidad. Sin embargo,
Juan nos dice que el niño del pesebre de Belén era nada menos que el Verbo eterno de Dios. Aquí es
hacia donde nos ha querido llevar Juan desde el principio: el Verbo es el Hijo de Dios. Y vimos su
gloria, gloria como del unigénito del Padre; el verdadero mensaje de la Navidad descansa en el hecho
sorprendente de que el niño del pesebre era Dios.

3. La verdadera Navidad.
El niño de Belén era Dios hecho hombre. No había dejado de ser Dios. No era menos Dios que antes,
pero había empezado a hacerse hombre. Aquel que había hecho al hombre estaba probando ahora lo
que era ser hombre. Leemos en la carta del apóstol Pablo a los Hebreos (2:7): Por cuanto Él mismo
padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados.

3.1. Acerquémonos al Niño-Dios.


El Nuevo Testamento no nos propone que nos dediquemos a cavilar sobre los problemas físicos y
psicológicos que la encarnación plantea, sino que adoremos a Dios por el amor que en ella se nos ha
mostrado. Veamos un poco más adelante, en la misma carta a los Hebreos (4:15): Porque no
tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue
tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al
trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.

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El mensaje de la Navidad es el de que hay esperanza para una humanidad arruinada. Esperanza de
perdón, de paz con Dios, de gloria porque Jesucristo se hizo pobre y nació en un establo para ser
colgado de un madero treinta y tres años más tarde; este es el mensaje más hermoso que el mundo
haya escuchado jamás.

3.2. Celebremos la Navidad.


Por desgracia en nuestro tiempo, cuando se habla del espíritu navideño, se está pensando en un
espíritu de alegre sentimentalismo a nivel familiar. Por lo menos, esto es lo que nos dicen multitud de
anuncios publicitarios: “vuelve a casa por Navidad”, llenar la casa de todo, intentar enriquecerse con
la famosa lotería, hasta embriagarse con bebidas alcohólicas, etc., pero la Navidad no tiene que ver
con nada de eso.

El auténtico espíritu navideño es hacerse pobres como Cristo se hizo pobre al hacerse hombre;
Navidad es vaciarse y gastarse a fin de enriquecer a las demás personas que nos necesitan. Es dar,
no sólo algo de lo material cuando hace falta, sino también de nuestro tiempo, ocupándonos y
preocupándonos por los demás.

Ya conocéis la gracia de Nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo
rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos, (2 Cor. 8:9). ¡Quiera Dios que este sea
el espíritu con el que celebremos nuestra Navidad!

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