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52 ElDiosdelaNavidad PDF
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CONTENIDO
Hay muchas personas en nuestros días que cuando piensan en Dios les resulta difícil creer en el
mensaje de Jesucristo porque las realidades a que este se refiere sobrepasan el entendimiento
humano actual, que es profundamente racionalista. Veamos algunas de estas “piedras de tropiezo”
del Evangelio para el hombre posmoderno.
1.1. El perdón.
¿Cómo es posible aceptar que la muerte de un sólo hombre, que muere en un patíbulo romano de
hace dos mil años, sirva para remediar los pecados de toda la humanidad a lo largo de las eras?
¿Cómo puede ser que aquel sacrificio sirva para que Dios perdone nuestros pecados en el día de hoy?
1.2. La resurrección.
¿Cómo podemos creer que Jesús se levantase físicamente y volviera a la vida después de haber
muerto? ¿Puede un cadáver volver a la vida?
Lo que ocurrió la primera Navidad fue el acontecimiento más profundo e inescrutable de la revelación
cristiana: Y aquel Verbo fue hecho carne, nos dice Juan (1:14). Dios se hizo hombre, el Hijo divino se
hizo judío, el Todopoderoso apareció en la. Tierra en forma de un niño indefenso, incapaz de hacer
otra cosa más que estar en una cuna, mirando sin comprender, haciendo los movimientos y los
gestos típicos de un bebé, necesitando alimento y toda la atención de sus padres, incluso teniendo
que aprender a hablar como cualquier otro niño. En todo esto no hubo ilusión, ni engaño en absoluto,
la infancia del Hijo de Dios fue una auténtica realidad. Cuanto más se piensa, más asombroso resulta.
Ni la ciencia-ficción podría ofrecernos algo tan fantástico como la doctrina de la encarnación. Esta es
la verdadera piedra de tropiezo del Cristianismo. En este punto es en el que han naufragado los
judíos, los musulmanes, los antiguos arrianos, los modernos unitarios, los testigos de Jehová y otros
muchos grupos religiosos.
Si, por el contrario, aceptamos la encarnación por fe, todas las demás dificultades se disuelven. Si
Jesús es el Verbo, la Palabra eterna, el agente del Padre en la creación, el autor de la vida, no resulta
tan extraño que tenga poder sobre la muerte, y él mismo se levante de la muerte. Lo que resulta más
asombroso es que Él tuviera que morir, no que volviera a vivir. El verdadero misterio es que el
inmortal muriese, pero en la resurrección del inmortal ya no hay misterio comparable. Y si el inmortal
hijo de Dios se sometió a la muerte, no es de extrañar que semejante muerte pueda tener poder para
salvar a una raza condenada. La encarnación es, pues, un misterio insondable, pero un misterio que
da sentido a todo lo demás en el Nuevo Testamento.
Los evangelistas Mateo y Lucas nos dicen de forma bastante detallada como vino el Hijo de Dios a
este mundo. Nació fuera de la ciudad, en lo que podríamos llamar un pequeño hotel, un albergue de
una oscura aldea judía, en la época en que Palestina estaba dominada por el poderoso Imperio
romano.
Nosotros tendemos a embellecer el relato cuando lo contamos Navidad tras Navidad. Podríamos decir
que lo hemos mitificado de forma romántica a base de contemplar los bonitos belenes que se
preparan en muchos lugares en estas fechas, pero se trata más bien de un relato brutal y cruel. Jesús
no nació en aquel albergue, porque estaba lleno y nadie le ofreció una cama a la mujer que estaba
por dar a luz, así que tuvo que tener a su hijo en el establo y colocarlo lo mejor que pudo sobre un
pesebre. El relato del Evangelio no tiene comentarios, pero, si se lee atentamente, no pasa
desapercibido el cuadro de degradación e insensibilidad que se nos pinta.
Esto era lo enigmático para judíos y griegos. La carne era incompatible con la divinidad. Sin embargo,
Juan nos dice que el niño del pesebre de Belén era nada menos que el Verbo eterno de Dios. Aquí es
hacia donde nos ha querido llevar Juan desde el principio: el Verbo es el Hijo de Dios. Y vimos su
gloria, gloria como del unigénito del Padre; el verdadero mensaje de la Navidad descansa en el hecho
sorprendente de que el niño del pesebre era Dios.
3. La verdadera Navidad.
El niño de Belén era Dios hecho hombre. No había dejado de ser Dios. No era menos Dios que antes,
pero había empezado a hacerse hombre. Aquel que había hecho al hombre estaba probando ahora lo
que era ser hombre. Leemos en la carta del apóstol Pablo a los Hebreos (2:7): Por cuanto Él mismo
padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados.
El auténtico espíritu navideño es hacerse pobres como Cristo se hizo pobre al hacerse hombre;
Navidad es vaciarse y gastarse a fin de enriquecer a las demás personas que nos necesitan. Es dar,
no sólo algo de lo material cuando hace falta, sino también de nuestro tiempo, ocupándonos y
preocupándonos por los demás.
Ya conocéis la gracia de Nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo
rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos, (2 Cor. 8:9). ¡Quiera Dios que este sea
el espíritu con el que celebremos nuestra Navidad!