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Duelo y Melancolía” fue escrito por Freud en el año 1915 y dado a publicar dos años más tarde.

Este trabajo,
posterior a “Introducción al Narcisismo” (1914), es considerado su extensión y la continuación de sus estudios
sobre metapsicología.
La introducción del concepto de narcisismo en 1914 y el papel fundamental que éste desempeña en la insanía
cíclica, tal como Freud denomina al par de patologías manía-melancolía, es lo que permitió un avance en su
investigación sobre estas afecciones.
En este trabajo Freud presenta por primera vez las premisas fundamentales de la melancolía y de la manía, su
mecanismo y su función, a partir de la analogía de la melancolía con el duelo.
Freud las aborda desde una perspectiva económica y tópica, y las articula con nociones tales como
identificación, narcisismo e instancia crítica o conciencia moral.
Analizaremos este mecanismo a partir de dos ejes conceptuales.
En la base del mecanismo de la melancolía, Freud propone como abordaje del primer eje una analogía entre el
proceso del duelo y el de la melancolía.
Freud define al duelo como ”la reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que
haga sus veces, como la patria, la libertad, un ideal, etc.”.
En el duelo el sujeto ha experimentado una pérdida real del objeto amado y en el proceso, que se prolonga un
tiempo necesario para la elaboración de esta pérdida, el sujeto pierde el interés por el mundo exterior
sustrayendo la libido de todo objeto que no remita al objeto perdido. Así, el objeto perdido es investido por
toda la capacidad libidinal que pueda emplear el sujeto a tal efecto, impidiendo toda nueva ligazón.
Sin embargo, el duelo no es considerado un proceso patológico. Por el contrario, en el trabajo de duelo el Yo,
embestido por una pérdida real de objeto, pone en funcionamiento un mecanismo de elaboración de dicha
pérdida que le permitirá, al cabo de un tiempo, conservar a ese objeto perdido en la realidad pero con
renovada investidura libidinal para con él.
En ese proceso, que Freud llamará trabajo, se atraviesa por un desasimiento libidinal del objeto perdido y de
todo cuanto remita a él, liberando un quantum de energía para nuevas ligazones de objeto.
En la melancolía el sujeto parece reportar con su dolor psíquico la pérdida de un objeto de amor sustraída de
su conciencia. El sujeto se comporta como si hubiese sufrido una pérdida real, no puede dar cuenta de lo que
ha perdido ni logra precisar la magnitud de dicha pérdida.
A estos síntomas se agregan el insomnio y la falta de apetito (a la vida) que el sujeto melancólico padece y
están intrínsecamente relacionados con un desfallecimiento de la pulsión.
El sujeto sufre de una inhibición y de un angostamiento del Yo definido por Freud como un “cuadro de delirio
de insignificancia moral” 2 que se perciben en manifestaciones tales como autorreproches, rebaja en el
sentimiento de sí y expectativa de castigo.
Este empobrecimiento yoico no es tan manifiesto en el duelo, al menos no en estas dimensiones, siendo por lo
tanto, característico de la melancolía.
No existe correspondencia entre la medida de autodenigración y su justificación real, así el desagrado moral
con el propio yo ocupa un lugar privilegiado.
El sujeto melancólico, bajo el influjo de una instancia crítica hiperpotente, es poseedor de una “acuciante
franqueza que se complace con el desnudamiento y el conocimiento de sí mismo” 2. Es como si operaran en el
yo dos instancias paralelas y autónomas producto de su previa escisión.
Una parte del Yo se contrapone a la otra, la aprecia críticamente, la toma por objeto y se comporta como una
auténtica conciencia moral.
Son estos los primeros esbozos de las futuras elaboraciones de Freud del concepto de Ideal del Yo y del
Superyó .
En la melancolía, Freud sentencia que si el sujeto dice tener culpa, él ha de tener razón. Y es a partir de esta
afirmación que desarrolla su teoría de la melancolía.
En la melancolía, a diferencia del duelo, el quantum libidinal resignado por la pérdida del objeto de amor, no
es destinado a las ligazones de nuevos objetos. En ella, la libido sustraída del objeto perdido vuelve al Yo por el
mecanismo de la identificación regresiva. El Yo no cede el objeto, no quiere resignarlo, aunque éste se sabe
definitivamente perdido. Es mediante la identificación narcisista del Yo con el objeto perdido, que el Yo lo
sustituye. La identificación narcisista por regresión tiene por objeto la sustitución del objeto de amor
resignado.
Este tipo de identificación regresiva fue conceptualizada en el capítulo 7 de “Psicología de las Masas y Análisis
del Yo” (1921).
En este capítulo, Freud despliega las tres diferentes variantes de la identificación a partir de la experiencia del
complejo de Edipo.
La primera, es la identificación al padre o al rival. El sujeto, en su rivalidad hacia el progenitor del mismo sexo,
se enfrenta a él por el mecanismo canibálico de la fase oral. El padre, como enemigo es introyectado en el yo
del sujeto. El término introyección nos es aportado desde la clínica y teoría de Melanie Klein, y remite al acto
de incorporación en el aparato psíquico de objetos y cualidades inherentes a éstos.
La introyección esta íntimamente relacionada a la identificación y posee características y cualidades propias de
la fase oral de la organización pregenital.
La segunda identificación que Freud elabora en “Psicología de las Masas y Análisis del Yo” es la identificación
al objeto de amor. El sujeto renuncia a la elección de objeto de amor y por vía regresiva causada por la
represión, lo resigna y lo sustituye identificándose al objeto.
Freud da como ejemplo de esta identificación, un caso de identificación al síntoma.
El Yo del sujeto identificado al objeto, es rebajado a la condición de Cosa, de la Cosa por siempre perdida.
Y es en este punto en donde se logra advertir la severidad y causa de la instancia crítica que se ensaña con el
Yo rebajado a la condición de objeto, muy lejos de responder a las exigencias del Ideal del Yo. La escisión del
Yo en términos freudianos, y la división subjetiva en términos lacanianos, son el efecto de esta identificación
del sujeto con el objeto.
Otra perspectiva interesante de abordaje de la melancolía es expuesta por Freud a partir de la introducción,
reciente en ese entonces, del concepto de narcisismo.
Según Freud, en la melancolía predomina el tipo narcisista de elección de objeto, aunque esta hipótesis no
está definitivamente probada.
El sujeto ama en el objeto el rasgo que recuerda lo que él fue y ha perdido, o lo que posee los méritos que él
no tiene y desearía tener, es decir, se ama en el otro lo que falta al yo para alcanzar el ideal1.
El sujeto melancólico ama según el tipo narcisista de elección de objeto. Resignado su objeto, se identifica a él
en una regresión hacia el narcisismo primario, que le permite amortiguar o atenuar los efectos de la pérdida
real de objeto.
El segundo eje a partir del cual Freud se propone identificar el mecanismo de la melancolía, es la ambivalencia
de los vínculos de amor.
El término ambivalencia fue utilizado por primera vez en los trabajos de Freud en sus “Tres Ensayos de Teoría
Sexual” (1905) en donde lo define como una característica propia de la fase sádico-anal, en la cual “los pares
de opuestos pulsionales están plasmados en un grado aproximadamente igual”. Amor y odio se alternan en
una proporción similar.
El odio es definido en “Duelo y Melancolía” como la reacción del sujeto ante una amenaza a su narcisismo
primario proveniente del mundo exterior. La pulsión yoica se propone preservar la integridad del Yo.
Por el contrario, el amor encarna el paradigma del puro placer del Yo con el objeto y es la pulsión sexual quien
lo comanda.
Freud considera la presencia acentuada del conflicto de ambivalencia como una de las premisas de la
melancolía en donde amor y odio están polarizados.
El amor por el objeto perdido, se refugia en la identificación narcisista, mientras que el odio se ensaña con el
objeto sustitutivo a la manera de una satisfacción sádica. Así Freud define al sadismo dirigido al objeto
encarnado por el Yo como un “automartirio gozoso” 2.
El odio en la melancolía pugna por desatar la libido del objeto, causa de su pesar psíquico, en un intento por
conservar y reafirmar su narcisismo.
La enfermedad se comporta como el refugio, como la manera de sustraerse y evitar el enfrentamiento con
aquella hostilidad acuciante.
El suicidio melancólico encuentra su explicación en las tendencias sádicas del sujeto y no es sinó la puesta en
acto de la hostilidad y el sadismo, dirigidos al Yo propio del sujeto tomado en tanto objeto.

Freud explica así cómo la investidura de objeto ha sufrido en la melancolía un destino doble. Por un lado ha
regresado la identificación al narcisismo primario, y por el otro, ha regresado a la etapa anal-sádica bajo el
influjo del conflicto de ambivalencia.
Karl Abraham, discípulo de Freud que mantuvo con él correspondencia prolongada, debatía acerca de la
melancolía y los procesos psíquicos que se juegan en ella.
En su artículo titulado “Un breve estudio de la evolución de la libido, considerada a la luz de los trastornos
mentales” (1924) Abraham reclama como suya su tesis sobre la analogía entre el duelo y la melancolía.
Además establece una relación de semejanza entre la neurosis obsesiva y la melancolía.
El principal aporte de Abraham a la teoría de la melancolía gira en torno a la pérdida de la capacidad libidinal
del sujeto asi como la regresión de la libido a la segunda fase oral pregenital que responde a tendencias
sádicas en el sujeto.
Es en este trabajo en donde Abraham propone la división de cada fase de la organización pregenital en dos
sub-fases definidas por el conflicto de ambivalencia.
Freud señala que ya en su “Manuscrito G” (1895) él había advertido la similitud entre neurosis obsesiva y
melancolía, pero es en “Duelo y Melancolía” donde Freud elabora estos conceptos estableciendo como punto
en común para ambas estructuras el conflicto de ambivalencia y como resultado su marcada tendencia sádica.
Freud disiente con Abraham en su insistencia en la fijación de la libido en la fase oral. Si bien Freud coincidía
con él en esta cuestión, cuando en referencia a la melancolía en su ”Manuscrito G” utilizaba la expresión
“hemorragia de libido”, pero ya en “Duelo y Melancolía” abandona esta tesis, reemplazando la pérdida de
libido por la pérdida de objeto. Es la pérdida del objeto y su efecto de división subjetiva, lo que caracteriza a la
melancolía.
Al final de su trabajo Freud establece las tres premisas fundamentales de la melancolía:
La pérdida de objeto
La ambivalencia
La regresión de la libido al Yo.
La neurosis obsesiva responde a las dos primeras premisas pero no a la tercera. El neurótico obsesivo puede
sufrir la pérdida real de un objeto amado y vivirla como un típico proceso de duelo. Además es característica,
según se ha hecho referencia en este trabajo, la relación con el objeto mediada por el conflicto de
ambivalencia.
Es sólo la tercer premisa de Freud, sobre la regresión de la libido al narcisismo del Yo, una premisa que no
concierne a la estructura de la neurosis obsesiva.
De esta manera, Freud establece el punto de divergencia fundamental entre melancolía y neurosis obsesiva,
atribuyendo a la melancolía la característica de la regresión de la libido al narcisismo.
Esta observación freudiana se constituye como una clave en la clínica para el diagnóstico diferencial.
Una de las preguntas fundamentales en el trabajo de Freud corresponde a la alternancia cíclica entre la
melancolía y la manía.
En la clínica se observan múltiples variantes según las cuales la melancolía puede sobrevenir a la manía y
viceversa, o pueden producirse entre ambos estados intervalos de remisión libres de toda sintomatología.
Tambien suelen prevalecer sólo estados melancólicos o sólo estados maníacos, etc.
La insanía cíclica condujo a Freud al interrogante por la manía y su intrínseca relación con la melancolía.
En “Duelo y Melancolía” la manía aparece como lo simétrico a la melancolía, y ambas responden a un mismo
complejo y tienen idéntico contenido.
La diferencia entre ambas patologías radica en el dominio o no del Yo de tal complejo. Mientras que en la
melancolía el sujeto sucumbe a los efectos de dicho complejo, en la manía el sujeto parece festejar su dominio
sobre él.
La manía, a diferencia de la melancolía, no es un fenómeno primario, sino un fenómeno de retorno de lo
reprimido, y responde a una afirmación narcisista tras la derrota de la instancia crítica que atormentaba al
sujeto en la fase melancólica.
En la fase maníaca, el sujeto goza de un empinado talante, siente alegría, euforia, júbilo y una sensación de
triunfo que rebalsa su psiquismo y ocupa todo su pensar. Este estilo expresivo constituye el paradigma normal
de la manía.
La manía es un triunfo pero queda en ella oculto, como sucede en la melancolía, eso que el Yo ha vencido y
sobre lo cual triunfa.
Freud aborda el mecanismo de la manía desde dos orientaciones. La primera, la impresión psicoanalítica,
según la cual en la manía el Yo celebra la emancipación del objeto causa de su dolor moral, como si el Yo del
sujeto venciera al objeto en la pugna por la conservación de su narcisismo.
El resultado de este triunfo puede ser explicado desde la segunda orientación propuesta por Freud, esta es: la
orientación económica.
En el pasaje de la melancolía a la manía, se libera un quantum libidinal que durante el período de la
enfermedad estuvo asignado a la investidura de dolor. Al liberarse la libido, ésta queda a disposición del sujeto
para la búsqueda de nuevas investiduras de objeto.
En términos económicos, se cancela un gasto psíquico importante mantenido por largo tiempo quedando éste
disponible para múltiples descargas. Así, el júbilo maníaco es el efecto de tal cancelación y de la conversión de
la energía liberada en afecto.
La pregunta obligada que surge en Freud a partir de estas orientaciones es por qué al final del duelo no
debería darse un estado de excitación maníaca? Y la respuesta, poco esclarecedora, es proporcionada por
Freud en términos económicos y tópicos.
El factor tiempo tiene una función en el proceso del duelo que es necesario comprender. El desasimiento de la
libido de las investiduras de objeto es de una ejecución lenta, como indica Freud “una ejecución pieza por
pieza”, en cada escena se va produciendo una verificación de que el objeto no está más.
En términos tópicos, la representación-cosa (inconsciente) es abandonada por la libido. Tal representación
contiene múltiples huellas mnémicas y también de ellas la libido debe retirarse. Todo este proceso no es
inmediato, insume un tiempo determinado, tras el cual el Yo se deja llevar por la satisfacción narcisista y el
gasto psíquico se ha disipado.
Así Freud conjetura acerca de la diferencia entre el final del duelo y el estallido maníaco sólo en función del
tiempo que insume el desasimiento de la investidura libidinal y sus efectos económicos.
A mi entender es este un punto oscuro que exige esclarecimiento.
En “Duelo y Melancolía” Freud logró establecer las premisas de la melancolía a partir de su analogía con el
duelo. Tales premisas son de un valor fundamental en la clínica psicoanalítica de la melancolía. En este trabajo
además, Freud esboza las primeras conjeturas, inconclusas, sobre la manía, su función, mecanismo y su
relación con la melancolía.
Lacan, en su enseñanza, retomará y reformulará la doctrina freudiana de la manía y la melancolía abriendo
paso a nuevas concepciones.

http://www.scb-icf.net/nodus/contingut/article.php?art=113&rev=21&pub=1
Duelo y melancolía
Freud toma el sueño como paradigma normal de las pertubaciones anímicas narcisistas y de la misma manera
trabajará un afecto normal, el duelo, para dar cuenta de la melancolía. Freud aclara que la melancolía
presenta múltiples formas clínicas cuya síntesis en una unidad no parece certificada. Prudencia
psicopatológica. El duelo es una reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que
haga sus veces. A partir de influencias idénticas en otras personas surge la melancolía. En el duelo confiamos
en que pasado cierto tiempo se lo superará, y juzgamos inoportuno pertubarlo. Lo que diferencia Freud es que
en el duelo no hay una perturbación del sentimiento de sí.
El trabajo de duelo consiste en un despojamiento del enlace libidinal con el objeto. Una. vez terminado el
trabajo de duelo el Yo dispone del capital libidinal que anteriormente estaba adosa-do al objeto perdido.
Puede no deberse a la pérdida del objeto en si, sino a la pérdida del objeto como objeto de amor.
En la melancolía no atinamos a discernir con precisión lo que se perdió. Hubo por lo anto, una
pérdida inconsciente. El paciente sabe a quien perdió pero no lo que perdió en él. Y Freud considera esa
diferencia: en el duelo no hay nada inconsciente en lo que atañe a la pérdida.
En la melancolía hay empobrecimiento del Yo. En el duelo el mundo se ha vuelto pobre y vacío. En la
melancolía eso le ocurre al Yo. Indica el compromiso narcisista involucrado en esta pérdida.
“En su extremo, la melancolía nos lleva a dudar acerca del sostenimiento de la pulsión que compele a todos
los seres humanos a aferrarse a la vida”
Vincular esta afirmación con el considerar al narcisismo como complemento libidinoso del egoísmo y después
de 1920 con la pulsión de muerte.
Freud se pregunta si en algún sentido no ha de tener razón, y esto apunta al problema de la realidad
psíquica. La pregunta que debemos hacernos es en qué tiene razón. Freud dice que el melancólico capta la
verdad con más claridad que otros. ¿La verdad o su verdad? ¿Es solo una patología del Ello o también una
patología del Superyo? ¿Desde donde se mira el melancólico? Vincular esto con la génesis del Surperyo. Y con
que el Yo depende del amor del Superyo. Señala como rasgo clínico una acuciante franqueza que se complace
en el desnudamiento de si mismo. ¿Proyección del Superyo afuera? ¿Búsqueda de crítica externa?
Lo esencial no es confrontar al melancólico con la realidad externa, sino suponer que está
describiendo correctamente su situación y ha perdido el respeto por sí mismo. Freud dice que tendrá buenas
razones para ello. ¿Razones actuales o históricas?
Insiste en que la pérdida es una pérdida del Yo. Postula que la melancolía implica interrogarse acerca de la
constitución íntima del Yo que remite también a la constitución del Superyo. En el Yo puede haber escisiones.
Una parte del Yo se contrapone a la otra. Esto será planteado más adelante como conflicto intrasistémico,
conflicto entre diversas identificaciones. La conciencia moral junto con la censura de la conciencia y el
examen de realidad constituyen las grandes instituciones del Yo, y la conciencia moral puede enfermarse
ella sola.
Define entonces que los reproches que el paciente se dirige se adecúan muy poco a su propia persona, pero si
se ajustan a otra persona a quien el enfermo ama, ha amado o amaría. Concluye que los reproches están
dirigidos contra un objeto de amor (narcisista) que fue con el que el Yo se identificó. Todo eso que dicen
rebajante de sí mismos, en el fondo lo dicen de otro: ¿De otro actual? ¿De otro pasado? Problema de las
identificaciones. El yo constituido desde los otros. Historia identificatoria.
La melancolía surge a partir de una afrenta real o un desengaño de parte de la persona amada que produjo un
sacudimiento de ese vínculo de objeto. No tiene como resultado a un desasimiento de Iibido de ese objeto y el
desplazamiento a otro (duelo normal), sino una perdurabilidad por fijación en la relación con el objeto
perdido. La libido en lugar de introvertirse hacia un objeto fantasmático, se retiró sobre el Yo. ¿Era un objeto
objetal o cumplía una función narcisista? Es entonces una identificación del Yo con el objeto resignado; la
sombra del objeto cayó sobre el yo, que se identifica plenamente con el objeto abandonado. ¿No sería que el
objeto taponaba un conflicto narcisista? Es así que la pérdida de objeto se mudó en una pérdida del Yo, y el
conflicto entre el Yo y la persona amada. en una bipartición entre el Yo crítico y el Yo alterado por
identificación. (El Yo es un edificio de múltiples dimensiones). Las condiciones para este desenlace estaban
predeterminadas por una fuerte fijación y la elección de objeto tenía una base narcisista, lo que conlleva que
ante la pérdida de objeto se regresa al narcisismo. (¿Que función cumplía el objeto?)
La melancolía sería consecuencia de una identificación con el objeto perdido por la incapacidad de elaborar su
pérdida. Es un mecanismo regresivo en donde el Yo se identifica con el objeto. Freud lo vincula con la etapa
oral canibalística, que da como resultado una regresión desde un tipo de elección de objeto al narcisismo
originario que remitiría a una indiscriminación Yo-no Yo. Concluye como determinación fundamental de la
melancolía el predominio del tipo narcisista en la elección de objeto. (Vincularlo con la curación por el
amor de Introducción del Narcisismo).
En la histeria ya había descripto la formación de síntomas como producto de una identificación. La diferencia
entre la identificación narcisista y la histérica es que en la primera se resigna la investidura de objeto, mientras
que en la segunda esta persiste. (Identificación en un campo dual e identificación en un campo triangular.
Narcisismo versus Edipo.)
Es entonces la melancolía un duelo complicado por una elección objetal narcisista. Importancia de la
ambivalencia. Diferencia con la neurosis obsesiva.. En esta la ambivalencia se dirige al objeto pero hay
preservación de la relación yo-objeto. En la melancolía por el rodeo de la auto-punición el sujeto se desquita
de los objetos originarios. ¿Cuáles son los objetos originarios? ¿Cual es la historia identificatoria? ¿Encontrar
un objeto no es reencontarlo? ¿No es, entonces, en la melancolía la reemergencia de identificaciones con
objetos originarios? ¿Cómo pensar el proceso identificatorio en un campo histórico? ¿Cómo vincular este
desarrollo con el concepto ampliado de identificación como constitutiva del Yo y del Superyo? (1923)
El sadismo de la melancolía no es mas que el sadismo del yo por otro con el cual el Yo se ha identificado.
Freud se hace una pregunta que abre el campo: ¿Podrá haber melancolías por afrentas al Yo puramente
narcisistas, sin pérdida real del objeto?
La manía no tiene un contenido diverso de la melancolía y ambas afecciones pugnan con el mismo
complejo. Vincula la manía con estado de alegría, júbilo o triunfo. La manía sería efecto de poder liberarse de
una coacción oprimente. ¿A que coacción se refiere? ¿Cómo no vincularlo con la relación Superyo-Yo? En la
manía el Yo tiene que haber vencido la pérdida de objeto.
Y a la coacción del Superyo: y el maníaco parte voraz a la búsqueda de nuevas investiduras de objeto. ¿Se ha
emancipado el maníaco del objeto?
Freud luego se propone considerar, desde el punto de vi sta tópico, el problema de la melancolía. Y es
evidente la insuficiencia de la primera tópica para dar cuenta en términos metapsicológicos de la melancolía.
(Comparar con Neurosis y psicosis de 1924 y otros textos de la segunda tópica: lectura retroactiva).
Postula como diferencia cuantos de estos procesos psíquicos se juegan en las investiduras de objeto
inconscientes que se resignaron, y cuanto dentro del Yo en el sustituto de ellas por identificación. En el
duelo la representación cosa (inconsciente) de objeto es abandonada por la libido. Tanto en el duelo como en
la melancolía, ese trabajo de desasimiento Iibidinal de la representación cosa es imprescindible.
Lo que la melancolía agrega al duelo normal es que la relación con el objeto no es simple esta complicada por
el conflicto de ambivalencia. Se enfrentan entonces el odio y el amor. El primero pugna por desatar la libido
del objeto; y el otro por salvar del asalto esta posición libidinal. Estas batallas no se sitúan en otro sistema que
el inconsciente , el reino de las huellas mnémicas de cosa donde también se efectúan los intentos de
desatadura del duelo. Pero en este caso nada impide que tales procesos prosigan por el camino
normal que atraviesa el preconciente hasta llegar a la conciencia, siendo que este camino está bloqueado para
el trabajo melancólico quizás a consecuencia de una multiplicidad de causas o de la conjunción de estas.
Freud afirma que la ambivalencia complica la elaboración del duelo, y entonces la investidura libidinal
amenazada abandona finalmente el objeto pero solo para retirarse al lugar del Yo al cual había partido. Y
entonces allí el proceso puede devenir conciente y se representa ante la conciencia como un conflicto entre
una parte del Yo y la instancia crítica. Es la dificultad en la elaboración del duelo por conflicto de ambivalencia
que produce la identificación del Yo con el objeto perdido. Así como el duelo normal mueve al Yo a renunciar
al objeto declarándoselo muerto y ofreciéndole como premio el permanecer con vida, de alguna manera
matando al objeto, logrando entonces que el pleito se termine dentro del inconsciente.
Freud concluye: “Por mas que aceptemos esta condición del trabajo melancólico, ella no nos proporciona la
explicación que buscábamos. Esperábamos derivar de la ambivalencia que reina en la afección melancólica la
condición económica merced a la cual, una vez transcurrida aquella, sobreviene la manía. ” Tres premisas de la
melancolía: pérdida del objeto, ambivalencia, regresión de la libido al Yo. Las dos primeras se encuentran
también en los reproches obsesivos. Allí es la ambivalencia el resorte del conflicto. Postula entonces Freud el
tercer factor, es decir, la regresión narcisista es el único eficaz. Regresión narcisista que se debe a una elección
narcisista. Pregunta central: ¿qué función cumplía lo perdido (objeto, logros yoicos, ilusiones) en la economía
narcisista de ese sujeto?

http://www.luishornstein.com/textos/dueloymelancolia.pdf

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