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Erasmo de Rotterdam
La educacién del principe cristiano por Desi-
derio Erasmo de Rotterdam contada en aforis-
mos para ‘que sea una lectura menos onerosa.
indice de capitulos
Capitulo I. El nacimiento y educacién del prin-
cipe cristiano.
Capitulo II. Camo debe un principe evitar la
adulacién. :
Capitulo IIL. Las artes de la paz.
Capitulo IV. Los impuestos y las exacciones
fiscales.
Capitulo V. La beneficencia del principe.
Capitulo VI. Promulgacién y reforma de las
eyes.
Capitulo VII. Las magistraturas y los cargos
piblicos.
Capitulo VIII. Los pactos.
Capitulo IX. Las alianzas matrimoniales de
los principes.
Capitulo X. Las ocupaciones de los principes
durante 1a paz.
Capitulo XI. La declaracién de guerra.sna sens
ORINGA IG CH
Filing
es
CaPiTULO I :
NACIMIENTO Y EDUCACION
DEL PRINCIPE CRISTIANO
‘Cuando se decide elegir principe por votacién,
no debe tenerse en cuenta tanto su linaje, refleja-
do en las estatuas de los antepasados, ni su aspec-
to fisico, ni su buena estatura (‘al como leemos
que han realizado de forma absurda en la Anti-
giiedad algunos pueblos barbaros), como su caréc-
ter apacible y sereno, su disposicién natural sose-
gada y carente de toda precipitacién o violencia,
de las que resulta el peligro de que, estimulado por
Ja licenciosidad que le da su fortuna, estalle en una
tirania y no tolere a aquel que le avisa o aconseja
su vez, tampoco debe tenerse en cuenta que sea
tan manejable que se deje llevar por cualquier
influencia ajena, Debe tenerse en consideracién
su experiencia y que su edad no sea ni tan avan-
zada que esté expuesta a la demencia, ni tan tem-
prana que se deje llevar por las pasiones.12 ERASMO DE ROTTERDAM
Salud
delprine
cipe
Porqué
motivos
debe ser
estima-
do un
princi-
pe
Laedu-
cacién
del prin
cipe
Quizds haya que tener también en cuenta su
salud para que no tenga que volver a elegirse
inmediatamente a otro nuevo principe, cosa que
produce extorsién a la repiblica.
En la navegacién el timon no se le confia a
quien aventaja a los deméds por su nacimiento 0
riquezas o aspecto fisico, sino a quien es supe-
rior por su pericia en el pilotaje, en la vigilancia,
en la rectitud: asi el reino debe serle confiado pre-
ferentemente a.quien es superior a los otros en
sus dotes regias: sabiduria, justicia, moderacién
de animo, previsi6n, celo del bienestar publico.
Los retratos de los antepasados, el oro, las pie-
dras preciosas, no tienen mas importancia para la
administracién de la ciudad de la que tendria para
el piloto esto mismo en el gobierno de la nave.
Lo mismo hay que juzgar al principe en la
administracién que al pueblo en la eleccién del
principe, teniendo en cuenta en ambos casos que
lo primero es el bien comin dejando de lado
las pasiones particulares.
Tanto més dificil es cambiar al que se ha ele-
gido cuanto més prudentemente debe ser elegi-
do, para que una eleccidn hecha a la ligera no
nos pese durante largo tiempo.
Por lo demas, donde el principe nace, no es
objeto de eleccién. Segiin atestigua Aristételes,
esto no sélo en otros tiempos solia practicarse
en algunas naciones extranjeras, sino incluso en
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EDUCACION DEL PRINCIPE CRISTIANO 13
las nuestras se aceptaba casi generalmente: La
principal esperanza para obtener un bue’i prin=
cipe depende de una recta educacién que seré
mas esmerada que la educacién corriente para
que lo que'le falté por votos quede compensado
por el esmero de su educacién. Por consiguien-
te, inmediatamente y desde la misma cuna, segin
dicen, la mente del futuro principe, vacia y toda-
via ruda, debera ser ocupada por saludables opi-
niones.
Y, desde el principio, en el campo sin cultivar
del pecho pueril debe arrojarse la semilla del
bien que paulatinamente con la edad y la pric-
tica germinard y llegar a su plena madurez y
que permanezca para toda la vida la semilla que
en un breve plazo se arrojé. Pues nada tan pro-
fundamente penetra ni se adhiere como aquello
que se introduce en los primeros afios en los que
a cualquiera le importa inucho de qué se imbu-
ya, pero al principe le importa mis todavia.
Donde no hay posibilidad de elegir principe,
alli con la maxima diligencia habra que elegir al
que instruya al futuro principe.
Que el principe sea de buena indole al nacer,
debe pedirse a Dios con ofrendas, pero que el
bien nacido no degeriere o que el nacido torci-
damente mejore con la educacién, esto en parte
esté en nuestras manos.
En otro tiempo era costumbre de la repiibli-
ca para erigir estatuas a quienes lo merecian,
levantar arcos o distinguirlos con titulos de honor.
Laclec-
ciéndel
recep-
tor del
princi-