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3. COMENTARIO CRÍTICO
(3.1. Introducción: estructura y situación del texto; breve referencia al autor y
movimiento al que pertenece; exposición general de los temas de la obra)
El texto pertenece a la parte IV, “Inquisiciones”, de El árbol de la ciencia. Esta
novela es una de las más representativas de su autor, Pío Baroja. Baroja es el
novelista por excelencia del grupo noventaiochista. Sus novelas son una mezcla
entre el pesimismo existencia más radical y el vitalismo individualista de
algunos de sus personajes. En sus novelas desarrolla generalmente un esquema
de aprendizaje vital de los protagonistas. Su producción es muy extensa,
repartida en trilogías. Se le ubica dentro de la Generación del 98, grupo literario
que surge en España en el cambio de siglo, caracterizado por sus
preocupaciones políticas (el tema de España) y existenciales, a tono con la crisis
de fin de siglo, así como por la superación, en la novela, de la estética realista.
El árbol de la ciencia narra la vida de su protagonista, Andrés Hurtado, desde
que comienza a estudiar Medicina hasta su suicidio tras la muerte de su mujer y
su hijo. Se estructura en siete partes, a la cuarta de las cuales pertenece el texto.
Las tres primeras recogen los años de aprendizaje de Andrés, hasta la muerte de
su hermano. Tras la pausa digresiva de la cuarta parte, las tres últimas narran
sus experiencias como médico en el campo y la ciudad, su matrimonio con Lulú
y las muertes de ésta, su hijo y el propio Hurtado.
La novela desarrolla un doble tema, unidos en la trayectoria vital del personaje
(que es, además, muy autobiográfica, con múltiples vivencias del propio
Baroja). Por una parte, es una novela social; por otra, una novela existencial.
Ambas típicamente noventaiochistas. La dimensión social se fundamenta en la
descripción de la realidad española de la época, que Baroja hace desde una
perspectiva absolutamente crítica: pobreza cultural, atraso científico
(especialmente en los capítulos centrados en su etapa universitaria),
desigualdad social, inmovilismo y egoísmo del mundo rural, miseria y
despreocupación en la ciudad… El sentido existencial es el fundamental en la
novela. El protagonista tiene una visión absolutamente pesimista y
desencantada de la vida, no sólo de la suya propia, sino de la existencia humana
en general. Este pesimismo nace de sus propios conflictos interiores y de su
experiencia de la realidad. No encuentra en la vida ningún sentido o
explicación.
(3.2. Valoración personal)
(a. Planteamiento)
Precisamente el texto se centra en esta dimensión existencial de la novela.
Predomina en él la exposición por parte de Andrés de su negativa concepción
de la existencia, resultado de su falta de sentido: “la vida es estúpida”, afirma.
Como consecuencia, no existe para él un plan director, un propósito que oriente
su vida en una determinada dirección: “¿Qué se hace con la vida? ¿Qué dirección
se le da?” Todo ello conduce inevitablemente a la angustia, la desesperación de
no saber qué hacer con la vida. Esta actitud del protagonista se extiende no sólo
a su propia existencia, sino que es aplicable a la existencia humana en general,
como él mismo intuye cuando dice que la vida es estúpida “creo que en todas
partes”.
(b. Tesis personal)
Cuestionarse por el sentido de la existencia es una de las reflexiones
fundamentales que el ser humano se ha planteado a lo largo de la historia.
Podría decirse, en cierto modo, que es un atributo específicamente humano, un
rasgo diferenciador de otros seres. Los animales existen, en un sentido literal
del término, pero para el hombre es necesaria la explicación de su propia
existencia, tal vez por nuestra conciencia de la mortalidad, que nos empuja a
dotar de trascendencia a lo que sería, sin ella, una mera existencia temporal, un
simple tránsito por la vida entre dos eternidades.
(c. Argumentación)
Paradójicamente, la búsqueda de la verdad, del conocimiento –el “árbol de la
ciencia”-, nos aleja, según Baroja, de la vida. Si ésta tuviera un sentido, o fuera
tan valiosa en sí misma que no lo necesitara, el pensamiento sería un proceso
placentero que nos procuraría la felicidad. Sin embargo, Hurtado considera
imposible conjugar vida y ciencia, existencia y verdad, felicidad y
conocimiento. Optar por la vida es, seguramente, el único medio de ser feliz,
pero sólo siendo egoísta, irracional o loco, como más adelante afirmará Iturrioz.
La lucidez de la verdad y el conocimiento sólo pueden conducir a la infelicidad.
El texto muestra a la filosofía como el complemento a la ciencia en esa búsqueda
del sentido de la existencia: aparece como el tercer componente, junto a la
biología y la cosmología, de la síntesis que proporcione al hombre una
explicación “del Universo físico y moral”. No obstante, al hombre ha recurrido a
otros caminos de explicación de la realidad o de búsqueda de sentido. Es cierto
que la ciencia ha llevado a una comprensión racional y objetiva de la realidad,
tanto en sus aspectos más pequeños como en las dimensiones cósmicas.
Aunque curiosamente, el avance en los descubrimientos científicos ha ido
generando más interrogantes que respuestas, como da buena muestra la propia
época de Baroja, en la que se empiezan a formular concepciones científicas que
rompen con las tradicionales: Einstein, Planck, Heisenberg…
Por otra parte, la filosofía ha sido el camino de la interpretación metafísica y
ética de la realidad. Los filósofos han dado respuesta a las preguntas humanas
desde perspectivas diferentes a la ciencia, aunque a veces los dos campos han
llegado a interseccionar. Hurtado recurre a ambos, desea esa “síntesis” en la
que hallar una fórmula que le permita dotar de sentido a su existencia. Deja de
lado otras posibilidades, como la religión –la búsqueda de la trascendencia- o el
arte.
(d. Conclusión)
En conclusión, se trata de un texto muy representativo de la obra a la que
pertenece, en el que aparece uno de los temas fundamentales de la novela. La
evolución del personaje irá acorde, progresivamente, a esta visión pesimista de
la existencia, y los acontecimientos de su vida no irán sino dándole la razón
hasta conducirlo al suicidio.
(e. Valoración final)
El interés por la problemática de carácter existencial –en ocasiones en su
dimensión religiosa- no es exclusiva de Baroja. Los demás miembros de su
generación dedican buena parte de su producción literaria a sus inquietudes
personales: el valor del tiempo (Azorín), el conflicto entre la fe y la razón
(Unamuno) o los “universales del sentimiento” (Machado), son claros ejemplos.
Por otra parte, aunque oculta por las urgencias sociales y políticas de la
tormentosa historia de la España del siglo XX, esta temática no ha dejado nunca
de abordarse en nuestra literatura, en forma muchas veces similar a la
propuesta por Baroja en la novela: el valor moral del individuo en relación a su
entorno social, contra el que es, en definitiva, nuestra única defensa.