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Brasil: entre la reacción y la modernidad

Entrevista a Esther Solano


Brasil decide su futuro entre Jair Bolsonaro y Fernando Haddad. Como representante de
una «extrema derecha pop», Bolsonaro se monta sobre las inseguridades de las clases
medias y apela a un discurso que ofrece orden y «mano dura». Por su parte, Haddad apuesta
a hacerse fuerte con la imagen de Lula. Además, busca un discurso moderado que le
permita capturar el voto de distintos sectores que quieren un Brasil moderno y con justicia
social. Esther Solano, experta en la política de Brasil, explica qué pasa en el país de cara a
las elecciones del próximo domingo.

Por Claudia Detsch


Octubre 2018

Jair Bolsonaro, representante de la extrema derecha, está liderando las encuestas en


Brasil. Mientras tanto, Fernando Haddad, el candidato del Partido de los
Trabajadores (PT) que representa al encarcelado Luiz Inácio Lula da Silva, se
encuentra en segundo lugar. ¿Cuál podría ser el resultado de esta contienda?

Todo indica que, en el segundo turno electoral, se enfrentarán Bolsonaro y Haddad. ¿Quién
ganará la elección? Bueno, probablemente Bolsonaro disminuirá su intención de voto en el
segundo turno porque su candidatura es muy frágil e inestable. Se presenta como si tuviera
un programa de gobierno neoliberal pero, por otro lado, es una persona que no encarna
realmente algunos aspectos del neoliberalismo. De hecho, hay sectores del mercado que
están reposicionándose. The Economist ya ha afirmado que un gobierno de Bolsonaro sería
un caos. La prensa brasileña, que durante mucho tiempo fue duramente antipetista y que
tuvo un papel muy importante en reforzar la candidatura de Bolsonaro, también está
reubicándose. Ya ha habido algunos editoriales de la gran prensa brasileña, la prensa más
ortodoxa, que señalan que Bolsonaro sería un riesgo. De hecho, se ha producido cierta
demonización de su candidatura, afirmando que su gobierno sería de mucha inestabilidad,
riesgoso para la democracia y de corte autoritario.

También ha habido un fuerte rechazo a la candidatura de Bolsonaro por parte del


movimiento de mujeres debido al discurso extremadamente machista que expresa este
dirigente político. Pero a esta movilización feminista se ha sumado un movimiento muy
plural y expresivo de académicos, de militantes de otros partidos políticos, de juristas, de
miembros de la sociedad civil. Por lo tanto, el rechazo a la candidatura de Bolsonaro está
siendo bastante organizado y orgánico.

El problema, sin embargo, es que en un segundo turno el antipetismo también será muy
fuerte. Por un lado, Haddad es un candidato que tiene la capacidad de tener una política
moderada, de presentarse como una persona que puede pacificar un país. Además está cerca
de muchos sectores del mercado, es económicamente muy moderado, es una persona que
no tiene una mentalidad radical ni extremista. Eso es muy positivo porque puede presentar
al PT como la vía para la estabilidad y para tener un cierto orden social político y
económico. Sin embargo, el antipetismo es también una cuestión de clase, de rechazo a las
políticas sociales de inclusión del PT y de Lula. Si Haddad no es el candidato perfecto para
la clase media es porque representa al PT. Y este es el partido odiado de la clase media.

Si observamos la balanza entre el antibolsonarismo y el antipetismo, considero que las


fuerzas anti-Bolsonaro están mucho más organizadas y, además, están contando con el
apoyo de algunos sectores importantes. Tiendo a pensar que Haddad puede ganar la
elección. Pero, sin dudas, lo haría con un margen muy apretado.

Usted ha afirmado que Bolsonaro representa a una «extrema derecha pop». ¿Qué
quiere decir esto y cómo se explica la popularidad de un candidato reaccionario,
especialmente entre los votantes jóvenes?

Esto de la extrema derecha pop es muy importante. Esa nueva extrema derecha, que tiene a
Donald Trump como presidente en Estados Unidos, no manifiesta el tradicional discurso de
odio que la caracterizaba. Es decir, no expresa ese viejo discurso serio, envejecido, duro y
cargado. Esta nueva derecha surge, en buena medida, de las redes sociales. Su retórica y su
comunicación son muy propias de esa virtualidad, de esas redes sociales, del mundo online.
Es una extrema derecha que se apropia mucho de un discurso que yo llamo «pop». Es un
discurso juvenil, fácil, leve, lúdico, y a veces hasta folclórico. Un discurso, en fin, muy
infantilizado. Se basa, en parte, en la «memeficación de la política». Tiene al «meme»
como figura central. La cuestión es que es una derecha con un discurso muy duro, racista,
patriarcal, LGBT-fóbico, pero con un formato comunicacional que lo vuelve lúdico, que
provoca un meme, una carcajada, una risa. Es como si hubiera una cierta trivialización, una
banalización de un discurso de odio justamente por este formato tan seductor y tan «pop»,
tan juvenil.Y eso es interesante porque el caso de Bolsonaro –en el que se da mucho ese
fenómeno online– no logra permear tanto a los jóvenes. Los más jóvenes tienen un rechazo
muy fuerte a Bolsonaro y votan mayoritariamente al PT. Esta extrema derecha pop es
curiosa. Porque usa un lenguaje joven e infantilizado pero que captura fuertemente a la
gente más adulta. Es una infantilización del público adulto.

¿Cómo afecta la crisis económica el clima político y electoral?

La crisis económica viene afectando ya desde el impeachment. En los momentos de


estabilidad económica, las clases medias y las elites estaban muy satisfechas con los
gobiernos del PT. Porque, de hecho, con esa estabilidad el PT logró conciliar cuestiones de
clase. Pero la crisis económica es un factor fundamental, por ejemplo, para entender el
apoyo de las clases medias a la destitución de Dilma Rousseff. Primero, la crisis económica
siempre da una sensación de fragilidad, de incertidumbre. Las personas tienden a apoyar a
candidatos que son fuertes, que son populistas, en momentos de crisis económica. Esto, lo
sabemos muy bien, suele repetirse históricamente.

A veces, la democracia no sabe lidiar muy bien con las crisis económicas. En contextos de
este tipo, las personas prefieren votar por grandes figuras, por «salvadores del país». Esto
se refuerza en un país como Brasil, debido a su política tan personalista. Otro factor
importante a destacar es que esa crisis económica exacerba y potencia la cuestión de clase.
La crisis amenaza a una clase media que ve escalar a las clases populares en la pirámide
social. Esa movilidad social ascendente afecta a la clase media ya constituida. Por lo tanto,
la crisis económica debe ser valorada por dos factores: por la potenciación del voto
mesiánico a un «gran salvador» que supuestamente nos protegerá de la crisis, y por la
enfatización del odio de clase. Eso, infelizmente, impacta mucho en el PT.

Actualmente, el mundo experimenta una crisis de la democracia representativa y un


anhelo de respuestas supuestamente simples y fuertes. ¿Dónde se encuentran las
similitudes entre lo que ocurre en Brasil y lo que sucede en otros países?

Creo que existen similitudes entre Brasil y otros países porque, de hecho, estamos viviendo
una oleada de movimientos de extrema derecha en todo el mundo. Eso en América como
conjunto y también en Europa. Lamentablemente, se trata de un ciclo político que tiene
como principales protagonistas a los movimientos de derecha y extrema derecha. El ciclo
político de la izquierda pasó y no sabemos si se retomará en el corto plazo. Por lo tanto, lo
que está sucediendo en Brasil debe entenderse en el marco de un contexto regional e
internacional de fortalecimiento de la derecha y de la extrema derecha, de fortalecimiento
de la política de odio (contra el inmigrante, contra el refugiado, contra el mexicano, contra
el latino). Hay una política intolerante frente al «otro». Además, Brasil tiene ciertas
particularidades. En primer lugar, tiene un sistema político con una fragilidad democrática
mayor a la de los países europeos. Esto hace que, a diferencia de un país como Alemania,
que cuenta con mayores niveles de institucionalidad, los movimientos de derecha impacten
más profundamente. En segundo lugar, es un país con una gran brecha social y en el que
millones de ciudadanos están abandonados por el Estado de derecho. En un país donde
60.000 personas son asesinadas anualmente, tener un candidato que está diciendo que
tenemos que aumentar la letalidad policial y que hay que aplicar políticas de «mano dura»
puede tener consecuencias drásticas. Asimismo, Brasil es un país que tiene una violencia
física muy fuerte contra la población LGBTI. Bolsonaro es un candidato totalmente
homofóbico y eso tiene una consecuencia directa en un país que ya es muy violento. Lo
mismo sucede en torno de la violencia contra las mujeres.

Creo, sin embargo, que hay una diferencia importante entre lo que ocurre en Brasil en
relación con Europa y Estados Unidos. En Europa, los movimientos de extrema derecha se
alimentan mucho del voto más empobrecido, desempleado, de los cinturones más pobres.
El voto de Bolsonaro, en cambio, se alimenta totalmente de las clases medias. Sobre todo,
porque en Brasil las clases populares no están huérfanas: tienen al PT. Las clases medias
son la que se sienten huérfanas, abandonadas, marginalizadas. Es como si las clases medias
fueran las que asumen ese papel de los perdedores, porque no tienen un partido que las
apoye como el PT a las clases populares.

Esther Solano es doctora en Ciencias Sociales por la Universidad Complutense de Madrid


y profesora de la Universidad Federal de San Pablo.

http://nuso.org/articulo/brasil-entre-la-reaccion-y-la-modernidad-/

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