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Velarde-Mayol, Víctor - El Objeto Puro en Meinong PDF
Velarde-Mayol, Víctor - El Objeto Puro en Meinong PDF
Abstract: The notion of pure object, which is the object free of any being, is
the fundamental piece of Meinong’s Theory of Objects. Thanks to this notion,
it is possible to justify a coherent theory of predication where the subject can
be constituted by fictitious objects, even impossible objects. Some analytic
philosophers, without a good understanding of Meinong’s Theory of Objects,
as in the case of Russell, have rejected the idea of impossible objects because
it violates the principle of non-contradiction. On the contrary, the impossible
object seems to be absolutely necessary in order to formulate the very prin-
ciple of non-contradiction. An analysis of the position of the pure objects in
relation to both the different states of an object and other objects of knowl-
edge follows.
Key words: representation, judgment, objective, intentionality
En su teoría del objeto, Meinong desarrolla una de las tesis más im-
portantes de su pensamiento; a saber, que todo objeto implica un ob-
jeto puro (reiner Gegenstand). Objeto puro significa lo que es sólo obje-
to, que no es una cosa, ni un existente, ni siquiera ideal, pero se implica
en todo otro objeto existente o ideal.
Para entender la noción de objeto puro se debe analizar primero la
noción de objeto; después, su relación con lo que Meinong llama “ob-
jetivo” (Objectiv), y, por último, introduciremos el principio de inde-
pendencia, que es el paso esencial para comprender, finalmente, lo que
Meinong llama objeto puro.
Hay importantes consecuencias de la noción meinonguiana de objeto
que voy a analizar en relación con otros pensadores, especialmente con
1 . La idea de objeto
El uso corriente del término “objeto” es el de cosa, pero éste no es el
preciso significado que Meinong le da. ¿Qué definición puede darse de
la noción de objeto? Según Meinong, no es posible dar una definición
cabal de objeto: “objeto” es una noción tan primitiva que, como tal, no
permite una definición en el sentido estricto. Esto es, no hay un concep-
to más básico y genérico al que uno pueda referirse para proporcionar
una definición estricta. Veamos este punto.
Según la lógica clásica —a la que se refiere Meinong—, la definición
perfecta es según el genus y la differentia; pero, como lo hace notar, no
hay una definición rigurosa por medio del género próximo y la dife-
rencia específica, ya que todo es objeto, todo cae bajo la posibilidad de
ser objeto.1 Por tanto, el genus es tan objeto como la differentia. Nótese
que algo parecido pasa con la noción de ente en Aristóteles: el ente no
sólo no es un género, sino que no cabe de él una definición por el gé-
nero y la diferencia, pues todo cae bajo la noción de ente. No obstante
las semejanzas, en este punto concreto, entre Meinong y Aristóteles, la
noción de ente qua ente es formalmente distinta de la de objeto qua
objeto, como se notará más adelante.
Si bien no es posible ofrecer una definición rigurosa de objeto, sí
es posible hacer una descripción imperfecta de los objetos mediante el
recurso a las vivencias que tienden a ellos, y mediante una descripción
etimológica. Empecemos por lo segundo. La etimología de la palabra
“objeto” nos puede descubrir interesantes elementos. En español te-
nemos la palabra “objeto”, que viene del latín “obiectum”. En alemán
hay dos palabras; a saber, “Objekt” y “Gegenstand”, que históricamente
se han usado más o menos indistintamente, aunque Meinong —como
veremos— las distingue en su teoría del objeto. El término “Objekt”
es, como la palabra española “objeto”, obviamente de origen latino,
mientras que el término “Gegenstand” es de raíces germanas. Sorpren-
dentemente, ambas palabras tienen el mismo significado etimológico:
ob-iectum significa lo que está arrojado o yace (iectum) en frente (ob);
paralelamente, Gegen-stand significa lo que está o yace (stand) en fren-
1
“Was zunächst Gegenstand ist, formgerecht zu definiren, dazu fehlt es genus
wie an differentia; denn alles ist Gegenstand” (Meinong 1978c, p. 12).
mejor decir que hay “una inclinación natural por lo real”, ya que en
la noción de prejuicio implica la descalificación de injustificada, y creo
que la inclinación natural por lo real está plenamente justificada por
cuanto entendemos lo que no es real a semejanza de lo real. Un tra-
tamiento de este importante tema requeriría un estudio independiente
del que aquí se lleva a cabo.
Un buen ejemplo de lo que Meinong llama “prejuicio en favor de
lo real” sería la noción de objeto que propone Frege. Para éste, ob-
jeto es algo concreto, un individuo existente, una cosa con existencia
extramental. El criterio fregueano es puramente ontológico, a la vez
que ignora el elemento gnoseológico. Por el contrario, para Meinong,
el criterio es principalmente gnoseológico, a saber, el ser término (in-
tencional) de un acto psíquico. Ahora bien, resulta que etimológica y
realmente, la noción de objeto no es ontológica, sino gnoseológica: la
denominación de objeto es un connotado extrínseco de la cosa real;
esto es, ser-objeto (el obici) no es una afección real en la cosa, sino una
denominación desde fuera, desde el cognoscente. De aquí se tiene que
a la concepción cosista de objeto de Frege se opone la concepción in-
tencional y gnoseológica de Meinong, que tiene a su favor la propia
etimología de la palabra objeto, como ya se anotó antes. Meinong no
niega la existencia de cosas, lo que niega es que uno pueda referirse a
ellas sin que antes se las constituya en objetos: no es posible conocer
algo sin que este algo sea objeto. En este sentido, Meinong no se llama
a sí mismo “realista”, sino “objetivista”.
Tenemos, pues, que todo es objeto,5 o mejor, todo es objeto de un po-
sible pensamiento. Por el mero hecho de que algo es pensado es eo ipso
objeto. Sólo algo que no fuera objeto de un posible pensamiento sería
cosa sin ser a la vez objeto. Quizá, un tesoro olvidado en el fondo del
mar, que nadie conoce, sería un caso de una cosa que no es un objeto.
Pero esto es en realidad un imposible, pues la tesis de que “todo es obje-
to de un posible pensamiento” no se limita a que en este momento nadie
lo conozca, ya que también se extiende a lo conocido en el pasado o a lo
que se conocerá en el futuro. Pero incluso esto es también incorrecto,
ya que “ser-objeto-de-un-posible-pensamiento” sería válido incluso si es
un hecho que nadie lo conoció, lo conoce, ni lo conocerá. La posibilidad
de la que se habla aquí implica que sea posible conocerlo aunque ningún
5
La expresión “todo es objeto” no significa “todo objeto es un objeto”, que es
una tautología, sino “todo lo que es (pensable), es objeto”. Nótese que objeto es
diferente de ser; el ser se dice objeto cuando dice una relación con una concien-
cia. Ser y objeto no son sinónimos, ni absolutamente idénticos, sino formalmente
distintos, aunque puedan ser materialmente idénticos.
3 . El objetivo
Emulando a Brentano, Meinong menciona cuatro tipos de objetos (Ge-
genstände) según los tipos fundamentales de actos intencionales. Así,
hay objetos de representación, objetos de juicio, de emoción, y de de-
seo; a saber, objeto (Objekt), objetivo (Objektiv), dignitativo (Dignita-
tiv) y desiderativo (Desiderativ), respectivamente. De esta cuatriparti-
ción, hay dos clases de objetos que merecen nuestra atención; a saber,
el objeto (Objekt) u objeto de representación, y el objetivo (Objektiv) u
objeto de juicio.9 Meinong reserva el término Gegenstand para referirse
a los objetos en general, y reserva el término Objekt para referirse al
caso especial de los objetos de la representación. Un objeto de repre-
sentación es un número, una figura, un color, un árbol, etc. A diferencia
de los objetos de representación, todos los objetivos son ideales, nun-
ca reales, mientras que los objetos de representación (Objekte) pueden
ser reales o ideales.
Hay objetos ideales que se dan junto con los existentes, como es el
caso de la diferencia entre el rojo y el verde. El objeto diferencia es
un objeto que se funda sobre dos objetos; a saber, el rojo y el verde.
La diferencia es un objeto de orden superior, o simplemente superiora,
mientras que el rojo y el verde son objetos de orden inferior, o simple-
mente inferiora. Lo llamativo es que mientras los objetos rojo y verde
son existentes, la diferencia, que se funda en ellos, no existe propia-
mente, sino que tiene un ser ideal que Meinong denomina “subsistir”
(bestehen). La diferencia no existe entre los objetos rojos y verdes, pero
subsiste (tiene un ser ideal) entre ellos.10
El número, por ejemplo, es un objeto de orden superior que tiene
como inferiora a los numerados. El número de libros de una biblioteca
no está entre los libros, no es perceptible junto a los objetos reales que
son los libros (los inferiora), pero el número se da junto con ellos. El
ser del número, como el de la diferencia, no es, por tanto, el existir
sino el subsistir (bestehen), que es el ser de los objetos ideales.11 En
estos ejemplos, los objetos de orden superior, los superiora, son objetos
9
Cfr. Meinong 1978c, sección B–IV, p. 20.
10
Cfr. Meinong 1972b, Über Gegenstände höherer Ordnung und deren Verhältniß
zur inneren Wahrnehmung, pp. 377–471, especialmente, pp. 415–421.
11
Meinong sólo considera el numerus numerans y no el numerus numeratus.
16
“Es gibt Gegenstände, von denen kilt, dass es dergleichen Gegenstände nicht
gibt” (Meinong 1972a, p. 490).
17
Cfr. Meinong 1972a, p. 494.
18
Cuando Russell escribió The Principles of Mathematics, aún admitía con Mei-
nong un ser para los objetos no existentes. Cfr. Russell 1938, p. 449.
gaso existe”, este objetivo también subsiste como “ser” falso. Esto es, el
“ser” veritativo o subsistencia del objetivo es algo que le pertenece de
suyo y es inamisible.
Meinong desarrolla en su obra Über Annhamen [Sobre la asunción]
la teoría de que es posible formar objetivos en los que todavía no se
ha decidido si son verdaderos o falsos. Por ejemplo, “el autor de ‘El
Lazarillo de Tormes’ vivió en Castilla”. Dado que el autor es anónimo
y que poco sabemos de él, el juicio sobre su verdad o falsedad queda
en suspenso pero no anulado. Meinong dice que tales objetivos son
simplemente asumidos, cuyo ser es también subsistir, esto es, tienen un
ser veritativo, ya que o es falso o es verdadero, aunque no lo sepamos,
o lo que es lo mismo, tiene un “ser” veritable, que puede (o tiene la
posibilidad de) ser afirmado o negado. La suspensión del juicio no quita
que haya un juicio posible que sea de suyo verdadero o falso. El acto de
juzgar como el de asumir un objetivo es un acto mental, mientras que el
subsistir o ser veritativo del objetivo es un elemento a parte objecti. Uno
debe cuidar la distinción entre lo que pertenece al objeto intencionado,
por un lado, y al acto intencional, por el otro.
Volviendo a nuestro asunto del ser del objetivo, que hemos identi-
ficado como el ser veritativo, o el ser que resulta del hecho de que
un objetivo sea verdadero o falso, entraña ciertos peligros de los que
el mismo Meinong advierte: es lo que podemos llamar “logicismo”. Lo
que se quiere indicar con este término es la atribución de un ser al objeto
que hace de sujeto de un objetivo por el mero hecho de ser parte integran-
te de un objetivo verdadero. Veámoslo en la forma en que Meinong lo
denuncia.
El objetivo “el cinco es un número primo”, no sólo es verdadero, sino
también necesario. El ser verdadero del objetivo es el ser o subsistir
(bestehen) de un todo donde las partes son los objetos de representa-
ción “cinco” y “número primo”. Si el todo tiene ser o subsistir, entonces
parece que debe esperarse que la parte “cinco” debe tener ser o subsis-
tir también. De esta suerte, tanto este objetivo como el sujeto “cinco”
subsisten. El argumento logicista traslada el ser del objetivo al ser de
sus partes. El argumento se basa en la idea de que si el todo tiene ser,
necesariamente las partes que lo integran han de tener ser. Meinong
sostiene que el número cinco ciertamente subsiste, pero no porque re-
cibe la subsistencia en un objetivo.
El argumento logicista parece dejarse llevar por la analogía todo-
parte, donde el ser del todo es el ser de la parte. De esta suerte, dado
que el objetivo tiene siempre un ser —su ser veritativo—, las partes que
lo componen tendrán siempre al menos el ser como subsistencia si es
“el estar más allá del ser”, que es un estado del objeto que ni incluye ni
excluye el ser ni su opuesto el no ser.
Propiamente, toda oposición entre ser y no ser es asunto exclusivo
del objetivo y no del objeto de representación (Objekt) que pueda for-
mar parte del objetivo. Y teniendo en cuenta que el ser del objetivo no
está de ningún modo referido en general al ser del objeto constituyente
(ya que la analogía todo-parte no funciona con la relación objetivo-
objeto constituyente), resulta, entonces, que los objetos en cuanto tales
—los objetos puros— no están esencialmente implicados ni con el ser
ni con el no ser. El objetivo es acerca del ser o no ser, mientras que el
objeto de representación (Objekt) lo es sólo y propiamente acerca de la
esencia del objeto. De esta suerte, la captación de un objeto existente
implica siempre una representación del objeto existente en el que se
presenta su esencia, y un objetivo, por el que se predica su existencia.
Las anteriores reflexiones no quieren decir que el objeto no sea ni sea
alguna vez, o que el ser y el no ser sean contingentes para la esencia del
objeto, ya que hay objetos que existen, otros subsisten, y otros, los obje-
tos imposibles, que necesariamente no existen. Esto es, hay objetos que
llevan la garantía de no existir, o de subsistir, únicamente analizando
sus esencias. Pero la cuestión de que un objeto (Objekt) exista, subsista,
o no pueda existir, no es asunto del objeto (Objekt) sino del objetivo,
donde se atribuye el ser o el no ser. El objeto en cuanto objeto está
allende el ser; su estado es aussersein, extra-ser, fuera del ser. El objeto
es, por su propia índole, exterior al ser, aunque uno de los dos objetivos
—el que atribuye el ser o el no ser— sea necesario.22
estén más allá del existir y no existir, como requiere el estado puro de
aussersein. Además, el principio de no contradicción implica la ley del
tercero excluido, que es lo que la doctrina del aussersein parece negar.
Por consiguiente, es un imperativo, ahora, analizar cómo sea posible
que el estado de allende el ser, o aussersein, es compatible con el hecho
de representarnos cualesquiera objetos, sean existentes o con otro tipo
de ser, e incluso sean inexistentes.
En la doctrina del objeto puro y su estado de allende el ser (ausser-
sein), lo que Meinong quiere decir es que la esencia del objeto no es
ningún tipo de ser, ya sea extramental o mental, ni siquiera el no ser,
pues la atribución del ser y el no ser es extraesencial, no es una nota
de la esencia. Por lo que se ha venido analizando en el principio de
independencia, creo que Meinong deja claro que la esencia (Sosein) del
objeto está de suyo más allá del ser y del no ser. De aquí que, dada la
distinción de ser (Sein) y esencia (Sosein), la esencia no es el ser ni su
falta de ser, sino que es susceptible de él; incluso más, toda esencia o
tiene o no tiene ser, pero la esencia de suyo es extrínseca al ser.
La esencia (Sosein) no sólo es exterior al ser como existencia y sub-
sistencia, sino también al ser intencional. Por ejemplo, en el objetivo
“Pegaso no existe”, el objeto (Objekt) Pegaso es ciertamente inexistente,
y en la descripción de la esencia de este objeto no se incluye tampoco
ninguna referencia a un acto de representación. Cuando se define la
esencia de este objeto (Objekt) “Pegaso” no se incluye de ninguna ma-
nera el “ser intencional” (su ser-representado), que Meinong prefiere
llamar “pseudoexistencia” (para evitar el término “existencia intencio-
nal” que se presta fácilmente a errores ontológicos). Esto se fundamen-
ta en el hecho de que, para juzgar que un objeto no existe, antes se lo
ha de representar, y la representación de ese objeto no puede incluir
el ser, ya que la atribución del ser o el no ser es un asunto exclusivo
del objetivo y no del objeto (Objekt) de representación. “Si respecto de
un objeto debo juzgar que no existe —escribe Meinong—, parece que
en cierto modo tengo ante todo que captarlo, a fin de predicar de él, o,
dicho más precisamente, de atribuirle o de negarle el no ser.”23 En otras
palabras, lo único que hace la representación es captar la esencia del
objeto, pero no su ser. El ser es atribuido únicamente en el objetivo. Sin
el objetivo no se podría saber si un objeto (Objekt) tiene ser o no, pues
es en el objetivo donde se juzga que algo tiene ser o no. En este sen-
tido, la pseudoexistencia no está en una posición diferente, que siendo
un tipo de ser, deberá pertenecer al objetivo el atribuirlo a un objeto.
23
Meinong 1972a, pp. 490 y 494.
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