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Clase n°5- Módulo 3- Cooperación Internacional

Consigna n°2

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Luego de repasar la clase con eje en la Cooperación Internacional y sus


diversas formas, lea la siguiente nota y responda:

1- Resuma las principales ideas de las diferentes alternativas que se plantean


en la nota sobre el futuro del multilateralismo en la cooperación internacional

2- Siguiendo la clase sobre Cooperación Internacional, plantee para cada


escenario: (a) los tipos de acuerdos de cooperación y de instrumentos que
pudieran predominar y (b) qué ventajas y limitantes tiene cada escenario.

“WASHINGTON, DC – En medio de los ataques constantes por parte del


presidente norteamericano, Donald Trump, ha comenzado la batalla por el
futuro del multilateralismo. Las demandas anteriores de reformas pragmáticas
han escalado hasta convertirse en una presión por una transformación general
–o inclusive la destrucción total- del marco global de instituciones
multilaterales. Trump parece preferir un “sistema” en el que los acuerdos
bilaterales reemplacen el orden multilateral basado en reglas. Como Estados
Unidos sigue siendo la economía más avanzada del mundo (y una de las más
grandes en términos de precios de mercado), cree que Estados Unidos pueden
conseguir el mejor “acuerdo” negociando solo, sin ataduras a las reglas
internacionales –una visión que extiende a los asuntos militares.

Si bien el multilateralismo había hecho un progreso sustancial desde el fin de


la Segunda Guerra Mundial, surgió la necesidad de una reforma continua,
debido a los cambios en la estructura de la economía mundial. A fines de los
años 1990, las economías de los mercados emergentes habían crecido en
tamaño y participación de mercado, superando al grupo conocido como
“Quad” (Estados Unidos, Canadá, la Unión Europea y Japón), que había
dominado el Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT) y su
sucesor, la Organización Mundial de Comercio. Un cambio similar en el
“peso económico” afectó al Fondo Monetario Internacional y al Banco
Mundial. En el centro de este cambio estaba el crecimiento espectacular de
China.

En el caso de la OMC, la mera cantidad de países en desarrollo que se habían


incorporado también hizo necesario el ajuste. La imposibilidad de concluir la
Ronda de Doha de negociaciones, después de 14 años de conversaciones, fue
un síntoma del problema. En los años 2010, surgió un sistema en el que
negociaciones comerciales mega-regionales –principalmente, las
negociaciones para el Acuerdo Transpacífico y el Acuerdo Transatlántico para
el Comercio y la Inversión- y otras negociaciones “minilaterales” tuvieron
lugar fuera del marco de la OMC.

Los ataques de Trump, que se producen luego del fracaso de la Ronda de


Doha, pueden conducir al fin de una OMC funcional. Sin embargo, el debate
sobre el destino de la OMC es parte de una discusión más amplia en relación
al multilateralismo, que incluye a las Naciones Unidas, al G20 y al FMI. A
riesgo de simplificar, tres “sistemas” alternativos parecen posibles.

La primera alternativa es un sistema dominado por acuerdos bilaterales, en el


que las reglas internacionales y el derecho internacional están ausentes. Esto
se aplicaría no sólo al comercio, sino también a las muchas cuestiones
regulatorias “detrás de las fronteras” que se han vuelto parte de las
negociaciones comerciales. También minimizaría el papel del FMI y del
Consejo de Estabilidad Financiera, y pondría fin al esfuerzo multilateral
liderado por el G20 para impedir una carrera cuesta debajo de las estrategias
de optimización fiscal de las empresas. En su forma extrema, ésta se vuelve
una visión en la que prevalece la “ley de la selva”.

La segunda alternativa es el sistema actual, en el que los países utilizan el


multilateralismo global para hacer cumplir reglas comunes. Este sistema
incluye muchas organizaciones regionales; pero en la cima del sistema hay
instituciones multilaterales globales como el FMI, el Banco Mundial y la
OMC, con el objetivo de formular reglas y estándares globales.

Finalmente, podemos imaginar un sistema en el que se abandona el intento


por establecer reglas globales y donde agrupaciones regionales o de países con
intereses afines formulan sus propios conjuntos de reglas. Este tipo de sistema
respondería a las diferencias en las preferencias que puedan tener los países.
En teoría, debería ser fácil concebir dos sistemas regulatorios diferentes que
reflejen, por ejemplo, las diferentes prioridades que Estados Unidos y la UE le
asignan a la privacidad. En la práctica, sin embargo, implementar dos sistemas
diferentes sería complicado, dada la profunda interacción entre Estados
Unidos y la UE, y ha demostrado ser difícil en el caso de la Regulación
General de Protección de Datos de la UE.

El primer sistema descarta todos los esfuerzos por proporcionar bienes


públicos globales y gestionar los efectos de derrame, incluidos los que se han
producido en las últimas décadas. Los países se convertirían en participantes
de un juego de represalias de idas y vueltas que crea pérdidas inclusive para
los más fuertes y que, muy probablemente, también llevaría a un conflicto
militar. Es exactamente lo que los líderes de las potencias victoriosas después
de la Segunda Guerra Mundial intentaron evitar.
Pero el rechazo de la “ley de la selva” no significa que todo esté funcionando
bien con las instituciones y reglas existentes. Existe una clara demanda de
alguna diferenciación en las reglas y las normas para responder a las diversas
preferencias.

¿Esto significa que deberíamos adoptar el tercer sistema, un multilateralismo


fragmentado, sin demasiado espacio para las instituciones globales?

Una vez que hemos analizado el grado de interdependencia, no sólo de las


economías sino de las sociedades del mundo, se torna evidente que un sistema
fuertemente fragmentado no sería capaz de brindar los tan buscados bienes
públicos y beneficios globales. Ciertamente hay espacio para que las
agrupaciones regionales o los países con intereses afines se organicen.
Nuestras instituciones globales muchas veces no siguen el principio de la
subsidiaridad.

Dicho esto, la necesidad de reglas globales, como las que conciernen al clima,
aumentará con las nuevas tecnologías. Estamos en los albores de una
revolución cognitiva que no puede más que acentuar los retos globales. La
ciberseguridad requiere una acción global. Un área en la que apenas estamos
comenzando a pensar, la ingeniería genética, exigirá reglas y limitaciones
globales. En el terreno militar, tenemos el tratado de no proliferación nuclear;
pronto necesitaremos un tratado destinado a limitar el uso de soldados robot
movidos por inteligencia artificial. En verdad, en términos más generales, el
uso de inteligencia artificial también requerirá lo que podríamos llamar una
nueva ética global.

La cooperación entre países con intereses afines y geográficamente próximos


debería, sin duda, estimularse. Pero eso no viene a sustituir las reglas y las
normas globales que se necesitan para enfrentar los desafíos existentes e
incipientes del mundo.

KEMAL DERVIŞ

Writing for PS since 2003

Kemal Derviş, former Minister of Economic Affairs of Turkey and former


Administrator for the United Nations Development Program (UNDP), is
Senior Fellow at the Brookings Institution.

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