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LA BANDA ORIENTAL — PRADERA - FRONTERA - PUERTO 7 REYES ABADIE BRUSCHERA © MELOGNO ie IMERA EDICION: ee Hi Montevideo, 1966. A EDICION: ees. Montevideo, 1970. “TERCERA EDICION: e i 0. Nantentees| 1974. La “banda oriental del rio de la Plata” no fue objetivo sefialado y deseable en la empresa de la conquista americana y por ello no tiene, asqciado a su ingreso en la historia, el nombre de ningun capitan de gesta. No hubo Cortés ni Pi- “ zarro ni Valdivia que ganaran para la cristiandad y el ansioso mercado europeo, su tierra ignorada. Mas que la bravia hosti- lidad del charréa —protagonista de Su prehistoria— le margi- © nO su extrafieza de los méviles impulsores de la conquista. En ella no radicé el mito de una riqueza fabulosa ni respondié. con el eco de una vigorosa civilizacién a la palabra con que el ibero bautiz6 su costa. : Los exploradores del Plata apenas sefialaron su perfil ri- berefio en cartas y relaciones esquematicas, trazadas 0 redac- tadas, mds que sobre la realidad geografica, sobre el mapa impreciso y vacilante del nuevo mundo colombino, obstaculo— interpuesto a la ambicién hispanica de un camino propio ha- cia el Oriente. La temprana certidumbre de Américo Vespucio sobre la naturaleza del “Parand-Guazt’” —-evidenciada en Ja denominacién de “Rio Jordan” (1)— permanecié oculta para el designio castellano en la politica lusitana del sigilo, Pero ei hallazgo del “mar del Sur” por Balboa y la noticia de existir un ancho paso ‘interoceanico, proporcionada por Nuio Manuel y Cristébal de Haro, en Ia latitud del gran rio ——cuya boca advirtieron en apresurado viaje de exploracion por el Atlan- tico austral— trascendieron en la naciente cartografia moder- na. El aleman Schéner al componer su globo terraqueo, con las tierras y mares conocidos, dibujé el continente americano cortado por un estrecho que comunicaba ambos océanos., La ~ expedicion de Juan Diaz de Solis, para navegar “a espaldas BANDA ORIENTAL : de Castilla del Oro” y “de alli adelante mil setecientas leguas 0 « Teléf, 98.28.10 mids” hasta las Molucas o Islas de la Especieria, tenia sefala- ito que marca la ley. i do el rumbo de ese estrecho. Tras la huella del infortunado ~ ig oe Piloto Mayor y la robinsoniana aventura de Francisco del Puct. ‘ys to, Hernando de Magallanes surcara el ‘mar dulce’’ del “rio de Santa Maria o de Solis”. Signaré entonces, en la costa in- deseable, “Monte Vidi? (2) para seguir, una vez verificada por Juan Rodriguez Serrano hasta el “urugua-i (*) la naturaleza fluvial de aquel cauce, su tremendo periplo. El continente re- yelaba su verdadero perfil; pero el rio desdefiado por los bus- cadores del estrecho y del camino de las especias, pronto atrae- ria la ambicion del conquistador con el espejismo de otra rit queza. El veneciano Sebastién Gaboto caer seducido por el re- lumbrén de Ja nueva leyenda, que le hara felén al Rey espaiiol y a su designio imperial, sumergiéndolo en los cauces ariscos del Parana y del Paraguay. En la capitulacién suscrita con Car- Jos V —el 4 de marzo de 1525— todavia esta presente el ob- jetivo geosrafico y econémico del Oriente. La meta sefialada exan “las tierras del Maluco, Tarsis, Ofir, el Catayo Oriental y Cipango”, siguiendo la ruta del estrecho magallanico. Pero al llegar Gaboto a la factoria portuguesa de Pernambuco, tuvo noticias de que mas al Sur “habia unos cristianos de la ar- mada de Solis, los cuales estaban muy bien informados de las riquezas que en el dicho rio habia’. (4) Aludian de este modo, al ndufrago de la expedicién de Solis, Alejo Garcia y sus com- paiieros, que informados por los tupi-guaranies de la existencia en el interior de una “sierra de plata”, habian penetrado en Ia selva, Iegando por el Alto Paraguay y Charcas, hasta los contrafuertes andinos, pereciendo luego a manos de los indios payaguaes. Pero Garcia habia enviado ya a los que dejara en Santa Catalina aguardando noticias, tres arrobas de plata y cartas donde narraba el éxito de su viaje y les. incitaba a se- guirlo. Enrique Montes y Melchor Ramirez —los sobrevivien- tes— presentaron muestras de metal y ensefiaron, llorando, las cartas de Alejo Garcia al azorado Gaboto. Este entonces no vacilé y, abandonando el viaje a las Molucas, dirigiése re- sueltamente al que, desde aquel momento, llamé “Rio de la Plata”, Procurando la sierra fabulosa, remonté los grandes afluentes del Plata, y desengaiado y vencido por la fiera re- sistencia indigena, retorné a Espafia, a rendir cuentas de su desobediencia y de su frustracion, que agotaron el resto de su vida en pleitos, prisiones e indtiles demandas de una nue- va oportunidad para viajar a la esquiva region de su deslum- bramiento. La revelacién del mundo mejicano, con todo su esplen- «dor y riqueza, y la cesién de las Molucas al dominio portugués, en el tratado de Zaragoza (1529), a la vez que proyect6 de- finitivamente el miraje espatiol hacia América y le desintere- 36 de la ruta de las especias, opacd, por un instante, la pers- pectiva del Rio de la Plata. Pero hacia 1531 se supo en la Corte Espafiola que el Rey de Portugal enviaria una fuerte armada, al mando de Martin Alfonso de Sousa, a poblar en el Brasil, sospechandose que tuviera el propésito de penetrar en las tierras del Plata, ya que a su bordo iba también el alu- cinado Enrique Montes. Se pensé entonces en organizar una expedicion para defender los limites de la demarcacién co- rrespondiente a la corona de Castilla. La imiciativa corria los minuciosos ‘tramites legales y burocraticos del Consejo de In- «dias y de la Casa de Contratacién, cuando Ilegé a Sevilla, en enero de 1534, Hernando de Pizarro, procedente del Perd, con el rescate de Atahualpa, inmenso cargamento de oro y pla- ta que llend de asombro a toda Europa. Portugal, siempre avi- zor, dispuso entonces aceleradamente una expedicién que, yen- do por el Rio de la Plata, penetrase hasta el Perd. El Embajador espafiol en Lisboa, Don Luis de Sarmiento, trascendié el secreto de los preparativos portugueses e informo a su Corte que pronto partiria la armada lusitana, al mando de un tal Acufia, y que éstos “llevan gente de caballo y esta otra gente de pie de guerra y hanme dicho algunos de los que yo mejor he podido entender, que van con pensamiento de ir descubriendo por tierra hasta dar por la otra parte en lo del Pera”. Y conclufa urgiendo en su nota reservada que “con- viene al servicio de Vuestra Majestad y bien de estos reinos que si la armada de Don Pédro ha de ir, que sea luego antes que esta otra por alla vaya”. (°) La armada a que hacia refe- rencia el diligente diplomatico era la que se aprestaba en Se- villa, a las ordenes del Adelantado Don Pedro de Mendoza que habia celebrado capitulacién con la Corona, el 21. de mayo de 1534. “Primeramente” —decia la capitulacién— ‘os doy licen- cia y facultad para que por Nos y en nuestro nombre y de Ja Corona Real de Castilla podais entrar por el dicho rio de Solis que llaman de la Plata, hasta el Mar del Sur, donde tengais doscientas leguas de Iuengo de costa de gobernacién, que comience desde luego donde se acaba la gobernacién que vtenemos encomendada al Mariscal Don Diego de Almagro ha- 7

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